Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
[https://www.youtube.com/watch?v=8IAFXki-Tog]
El inicio es majestuoso. Cuenta Leo Blanco que antes de grabar su álbum Roots & Effects
(2003), visitó a Aldemaro Romero para mostrarle unas variaciones que había hecho de su
canción El Negro José. Al joven pianista le pareció apropiado y respetuoso consultar con el
maestro de la onda nueva qué debía hacer con esta versión tan libertina. Inspirado, se le
había de las manos hasta convertirse prácticamente en una segunda parte de aquella. A
Aldemaro le encantó. En cierta manera, ungió ese joropo elegantísimo, que es homenaje y
autorreferencia, titulado El Negro y El Blanco.
El violín de Alexis Cárdenas acentúa ciertos fragmentos arabescos, en una mezcla de
melancolía y misterio, de Gnossienne #3, una pieza original para piano solo del francés
Erick Satie (1866-1925). La bruma se disipa y sale un sol radiante como la sonrisa de un
niño en Pras Crianças, original del mandolinista brasileño Hamilton de Holanda. Su
melodía ya se incrustó en el catálogo venezolano porque el violinista la grabó con su
cuarteto y también lo hizo el cuatrista cumanés Jorge Glem en su álbum En El Cerrito
(2013). Es reconfortante, divertida, esperanzadora.
[https://www.youtube.com/watch?v=fTpqQa1ACTc]
Leo Blanco no sólo aportó El Negro y El Blanco. También agregó su Perú Landó, un
homenaje al Perú que provoca bailarlo con los ojos cerrados; el Vals #5, que abre un
espacio para la improvisación en el que Cárdenas se manifiesta en pizzicato; y un Pajarillo
cinético, que fue uno de los últimos temas en agregarse al LP. Ése, que propone una
variante melódica de la estructura básica del pajarillo tradicional, sería un bis ideal en
recitales. Hasta al venezolano más desarraigado el corazón se le acelera. Cárdenas se deja
llevar y exprime sus cuatro cuerdas, las vuelve a pellizcar, genera ritmo como un
percusionista, exhibe sus destrezas. Como siempre, impresiona.
Al relato se suman dos merengues venezolanos de colores muy vivos: Caribe, de Joaquín
Pérez, y El frutero, de Cruz Felipe Iriarte. Y también lo hace Ahora, de Otilio Galíndez, que
ralentiza las agujas del reloj. Oírla es mirar el mundo en sepia.
En aquellos años 2008-2009-2010, que hoy se antojan tan lejanos, Venezuela propiciaba
encuentros como el de estos dos ilustres expatriados que se reunían en la capital ávidos de
dialogar musicalmente. Leo Blanco, el gran pianista merideño, estudioso del jazz y docente
en varias instituciones, llegaba desde Boston. Y el zuliano Alexis Cárdenas, uno de los
mejores violinistas del mundo, entonces flamante concertmaster de la Orquesta de Radio
Francia, volaba desde París.
A esa época corresponden las primeras grabaciones, realizadas en los estudios Jazzmanía
de Los Ruices Sur, Caracas, con los ingenieros Javier Casas y Alejandro Díaz. Siete pistas
de un posible álbum reposaron en alguna carpeta durante casi una década en los que el
deterioro de la situación general del país impidió que el proyecto avanzara. Blanco se
reencontró con esas pistas y procuró llevar el proyecto hasta la meta. Gracias a un
encuentro en Estados Unidos, pasaron por el Futura Studio de Boston y registraron otras
dos asistidos por el ingeniero John Weston.
Darío Peñaloza y Jesús Jiménez, encargados de la mezcla y el mastering,
respectivamente, hicieron su magia. Lograron estandarizar el sonido de canciones grabadas
en momentos distintos, con instrumentos, micrófonos, técnicos y equipos diferentes, para
que ningún salto o inconsistencia interrumpiera la onda expansiva generada por dos artistas
que juntos son muchísimos más que dos.