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En su escrito Todo y Todas las Cosas, Gurdjiéff describe al hombre como un “ser de
dos naturalezas.” ¿Qué quería decir con eso? ¿Se refiere a la polarización del
hombre entre un estado inferior, antecedente, y otro dinámico que lleva a un estado de
evolución? O, ¿se refiere a la participación humana en la dualidad fundamental de
vibración y materia, que se vería reflejada como el “ser” y el “hacer”?
La vida llama al hombre a la acción y antes de actuar, el hombre debe ser. Así como
existe una escala de acciones, desde los meros reflejos automáticos hasta el complejo
más sofisticado de acciones, existe también una escala de ser, desde la mera existencia
del hombre que reacciona automáticamente, hasta la libertad interior, la razón
perfeccionada y la voluntad de un hombre plenamente realizado. Y aquí aparece una
paradoja inevitable.
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¿Podemos considerar a la personalidad como sólo un espejo de las influencias que le
rodean desde su nacimiento? Si y no, ya que el edificio completo de la personalidad
está cimentado en la esencia y, por lo menos en cierta forma, corresponde con y está
enraizada en ella.
Tal es el ser de la persona ordinaria y el estado desde el cual nacen todas sus
acciones. Este estado explica la complejidad y caos de su vida, de la situación humana
y del mundo de eventos que se reflejan en las noticias. El caos exterior de la
humanidad es más que la reflexión de este estado interior de ser; es algo que se
perpetúa a sí mismo. Uno bien puede preguntarse: ¿es posible para un individuo
desarrollarse, escapar de y trascender su condicionamiento?
Si fuera obligado a crecer interiormente, sería una vez más un autómata y, aunque
conciente, seguiría siendo un esclavo movido por influencias ajenas a él mismo. El
desarrollo consecuente a su propia decisión libre y su esfuerzo lleva hacia el Nuevo
Hombre3; el hombre de razón y conocimiento, conciente y libre.
Tal punto de vista, nacido de momentos transitorios de una nueva visión, pueden
llevar a un concepto más amplio que está presente, en forma abierta o escondida, en la
mayoría de las grandes tradiciones religiosas. Cuando muere un hombre cuya
conducta fue totalmente mecánica, no existe una formación interna estable capaz de
sobrevivir y permitir la manifestación de su individualidad. Los elementos de su vida
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interior: su mente, pensamientos y sentimientos, así como sus funciones emocionales e
intelectual superior no tienen una substancia adecuada que les permita sobrevivir a la
muerte del cuerpo físico. En el transcurso de su vida no se formó un cuerpo “astral”,
es decir, un cuerpo interior compuesto de materiales finos y correspondiente a las
funciones síquicas del pensamiento y la emoción.
Esta nueva cristalización ó “cuerpo del ser superior”, es el vehículo que, inmortal
con respecto al cuerpo físico, seguirá viviendo y manifestándose en su propia esfera,
después de la muerte. A su vez, este cuerpo “astral” puede convertirse en la base para
una cristalización nueva, aún más fina: el cuerpo del ser supremo, inmortal en el
sentido pleno de la palabra.
II
En una de las primeras pláticas entre Gurdjiéff y Ouspensky, el primero decía: “Su
principal error es pensar que siempre tiene conciencia. En realidad, la conciencia es una
propiedad que cambia continuamente. Ahora está presente, ahora no. Y hay diferentes
grados y niveles de conciencia... Nosotros sólo tenemos la posibilidad de la conciencia
y raros destellos de ella.”
Gurdjiéff dividía a la conciencia en cuatro niveles: “el sueño”, “el sueño despierto”, el
estado de “conciencia de sí mismo” y la “conciencia objetiva”; es decir, un estado de
despertar total. El hombre ordinario vive sólo en los primeros dos y se le puede
comparar, decía, con un hombre que vive en una casa ricamente amueblada, viviendo en
sólo dos de las habitaciones del sótano. Estas dos habitaciones son el sueño y el sueño
despierto, en las que pasamos nuestras vidas, hacemos la guerra, cometemos crímenes y
tratamos de resolver los problemas de los que ese mismo estado es responsable. El
verdadero despertar se experimenta en las habitaciones superiores; en el tercer y cuarto
estados de conciencia.
Hablando objetivamente, insistía, el hombre no tiene uno sino varios cerebros, cada
uno correspondiendo a y controlando una función definida: pensamiento, emoción,
movimiento, instinto y sexo, poseyendo cada una de estas funciones una inteligencia
separada y definida que gobierna su acción. Lo que el pensamiento científico
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además de la acción de las dos facultades superiores, la emocional superior y la
intelectual superior, las que, debido a su velocidad y amplitud de visión, operan más allá
de la conciencia ordinaria.
Estas dos facultades superiores, o centros, son los responsables del tercer y cuarto
estados de conciencia, llamados por Gurdjiéff “conciencia de sí mismo” y “conciencia
objetiva”, así como de fenómenos síquicos que se manifiestan muy por encima de lo
ordinario. Estos estados, reconocidos en todas las grandes tradiciones religiosas, se
conocen en occidente como “iluminación”, “conciencia cósmica”, “unión” y “éxtasis” y
en oriente por nombres tales como “nirvana”, “samadhi”, “satori”, etc. Tales
experiencias pueden ser apenas percibidas y parcialmente recordadas por el
pensamiento ordinario, debido a que su velocidad y universalidad están más allá del
rango de su operación, de sus palabras y sus conceptos.
A través de los siglos se han asociado también las experiencias con drogas a los
estados de conciencia supranormal y los descubrimientos modernos en bioquímica han
revelado algo de los aspectos materiales o químicos de diferentes estados inducidos por
drogas. El hecho de que sean inducidos artificialmente y no voluntariamente, o sea, no
en forma orgánica e integral, los hace inútiles para la adquisición de un conocimiento
exacto o un control de la transición de un estado de conciencia a otro...
Los finos materiales síquicos que permiten conectar la conciencia de sueño despierto
del hombre ordinario con los centros superiores no está presente en cantidades
adecuadas durante el funcionamiento normal; si aparecen accidentalmente, no
permanecen por tiempo suficiente como para permitir un estudio ordenado de la
transición hacia estados más altos.
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el establecimiento de condiciones para el estudio de la producción en el organismo de
materiales que permitían el cambio intencional de estado. Aunque algunas tradiciones
religiosas han preservado mucho de su forma original, casi todo el contenido esencial se
ha perdido.
Gurdjiéff enfatizaba que la clave para los cambios de conciencia está en la atención.
Es sólo a través de el desarrollo de poderes de atención, correctamente comprendidos y
practicados, que será posible que la autoobservación llegue a ser lo suficientemente
profunda como para revelar el conocimiento al que, precisamente por ésta razón, se le
llama la doctrina “secreta.” Sri Ramana Maharshi decía que todos los ejercicios de
concentración, de respiración o posturas de yoga, tienen el único propósito de adquirir
control de la atención y que, una vez que la atención es controlada, tales ejercicios no
son necesarios.
En relación a esto, Gurdjiéff, quien hizo un estudio profundo de las prácticas de todas
las tradiciones, señalaba que el desperdicio de material fino o síquico en el hombre
ordinario es tan grande, que el desarrollo de un grado adecuado de atención no puede
ocurrir en forma directa. El estado caótico de los centros da como resultado una
atención dispersa o distraída que no tiene el poder suficiente. Las causas principales de
la dispersión son los movimientos asociativos del pensamiento, la presencia de
conflictos y estados negativos en las emociones y las tensiones musculares del cuerpo,
todo lo cual consume, improductivamente, grandes cantidades de energías muy finas.
Sin un trabajo previo sobre esas características negativas, los medios tradicionales
para desarrollar nuevos niveles de atención, incluidas las prácticas asociadas con la
meditación, la oración y las posturas físicas o ritos, no podrán dar los resultados
buscados.
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Esta atención controlada nunca ocurre automáticamente y es la misma antítesis de la
atención desbordada que encontramos como característica en la vida cotidiana, en donde
la vemos jalada hipnóticamente hacia el mundo exterior, de manera tal que casi no se
experimentan los movimientos interiores y por ello no puede surgir un conocimiento
objetivo de ellos.
La Voluntad Creadora resuena desde el absoluto como vibración pura: Dios El Verbo.
Cuando estas vibraciones se esparcen y se reducen en el espacio, su aspecto material se
hace más denso. En ciertos puntos predeterminados de condensación de las vibraciones
y la materia, aparecen el mundo infinito de galaxias, soles, sistemas planetarios y
satélites. La corriente de creación, emanando desde el absoluto, el Todo infinito, fluye
hacia el Vacío, la Nada infinita y desde ahí regresa a su origen. Este proceso, llamado a
ser por la Voluntad del Absoluto y mantenido en cada paso por la ley de la Tri-unidad o
trinidad de fuerzas, crea los fenómenos de los mundos y, al hacerlo, obedece a la
segunda gran ley cósmica: la Ley del Siete o de las octavas. La acción de ésta última,
paralela a la escala musical, manifiesta siete “notas” o pasos y dos “intervalos” o puntos
de retraso de la vibración. Para que una octava continúe hasta el fin, deben intervenir
fuerzas externas en esos intervalos. Las siete notas son los puntos de condensación de la
materia y el grado de vibración en el que los mundos aparecen. Así, la totalidad de la
creación, desde el Absoluto hasta el Vacío, constituye una octava completa.
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y entre los planetas y la Tierra. En el último intervalo, el hombre, como parte de la vida
orgánica en la Tierra, juega un papel vital en el proceso cósmico.
Como es arriba es abajo. Arriba, el macrocosmos es el universo; abajo, creado por las
mismas leyes, pero en otro nivel, el microcosmos es el hombre; una reflexión perfecta
del primero, en su estructura y leyes. Pero sólo el hombre completo, totalmente
realizado se encuentra en esa situación. Sólo él está destinado y capacitado, por sus
cualidades de voluntad, libertad y razón pura, para jugar un papel cósmico (como los
ángeles y los arcángeles de la tradición) en el gobierno y mantenimiento de los mundos
creados. Siendo por naturaleza un emisor y un transmisor, el hombre completo recibe de
las altas esferas de la creación y transmite a la tierra y a la humanidad. El hombre
mecánico, el hombre “dormido” que conocemos, es la semilla cuyas posibilidades
latentes y cuya germinación depende de él mismo. Al igual que la fuente de la que
emerge, su naturaleza es sagrada y esencialmente libre. Puede realizar sus posibilidades
o morir sin hacerlo. Nada le impone la naturaleza y su crecimiento, si es que ocurre,
incluirá el desarrollo de una individualidad y una Voluntad real.
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A lo primero que despierta el hombre es a su nulidad, su multiplicidad y su caos
interior. Esto puede crear en él una necesidad de cristalizar un orden interno mediante
un trabajo conciente sobre sí mismo, es decir, proporcionar dentro de sí condiciones
favorables para el crecimiento de la conciencia y una psiqué despierta, capaz de
conocerse a sí misma, de comprender y de poseer razón real. La primera cristalización
de orden interno, resultante de un trabajo en sí mismo, correcto y prolongado, es la
cristalización del cuerpo astral dentro del cuerpo físico. Este es el Hombre Nuevo, cuya
vida es inmortal en relación al cuerpo físico. Al formarse este cuerpo, puede convertirse
en el medio para la cristalización de otro, aún más sutil: el cuerpo superior del ser,
compuesto por materiales desarrollados por el trabajo interior conciente. Este cuerpo
superior, dotado de razón pura, es inmortal con respecto al cuerpo astral. Sólo este
cuerpo superior del ser es realmente inmortal.
Para Gurdjiéff tales ideas eran la expresión directa de leyes universales y su sentido
era el de despertar, en aquellos que pudieran oír, una necesidad urgente por vivir de
acuerdo con lo más profundo de la propia naturaleza, con la individualidad esencial y
la voluntad. Para el hombre, impulsado a servir a la Gran Naturaleza, el más alto
servicio está dado por el ser, la conciencia moral, la razón pura y la voluntad. Pero,
debido a la educación contemporánea y al medio ambiente en el que vive, el hombre
sólo despierta a escuchar la voz de la conciencia en momentos de grandes conmociones
o profundas desilusiones.
Decía Gurjiéff que para despertar una conciencia moral capaz de participar en todas
las acciones, era necesario usar métodos correctos y tener una meta personal. Es para
ese
despertar y para la realización humana para lo que existen las Escuelas.
Gurdjiéff definió de la siguiente manera los cinco esfuerzos que se requieren para el
despertar de la conciencia moral:
“Primero, que tengan en la vida ordinaria del ser todo lo que sea satisfactorio y
realmente necesario para su cuerpo planetario.
“Segundo, tener un instinto constante y tenaz por la autoperfección en el sentido de ser.
“Tercero, esforzarse concientemente por saber cada vez más acerca de las leyes de la
creación y mantenimiento del Mundo.
“Y quinto, el esfuerzo por ayudar a otros seres a alcanzar la perfección, lo más rápido
posible, tanto a aquellos similares a uno mismo, como otras formas de vida, hasta
alcanzar el grado sagrado de ‘Martfotai’, o sea hasta el grado de autoindividualidad.”
“¿Hay otra forma de recibir las impresiones, que pueda alimentar a la psiqué en lugar
de producir, simplemente, un movimiento de tipo automático ?
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su forma obedece a diferentes leyes.
La vida orgánica en la tierra, así como existe en todas sus formas: vegetal, animal o
humana, es mantenida por los mismos principios: la ingesta de alimento, la eliminación
de desechos y una respuesta programada a los estímulos. Es respecto a esto último en
donde la cuestión de las impresiones es importante porque, aunque parecen estar
conectadas básicamente con la preservación de la vida humana, también se les puede
ver como un alimento.
Incluso las formas muy primitivas de vida aceptan algunos materiales y rechazan otros
en el mantenimiento de su ciclo vital, mediante misteriosos procesos que apenas
empezamos a comprender. En el reino vegetal la inteligencia y la programación no
pueden diferenciarse. Las respuestas en el hombre ocurren en tantos niveles que, aunque
el instinto y la inteligencia parecen separados, no es posible definir una línea que los
divida.
El soporte básico del cuerpo es lo que el hombre come y el aire que respira. El soporte
de su psiqué son las impresiones que recibe, de los sentidos o de su interior. Por
ejemplo,
las impresiones sensoriales dan lugar a la posibilidad del pensamiento asociativo, el
conocimiento conceptual y a respuestas emocionales de una calidad muy superior a las
del instinto. El desarrollo de los individuos y de la cultura a que pertenecen, puede verse
como una evolución que depende de la calidad de las impresiones que recibe la psiqué.
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Esto puede plantearse de otra manera. Mientras que la perfección científica pone a
disposición un rango mucho mayor de impresiones, el aparato receptor del hombre no
ha sido mejorado en la misma forma. ¿Es posible mejorar la calidad de la receptividad
humana?
¿Qué hay con las impresiones que absorbe el hombre? Aunque se han hecho estudios
del efecto de la privación sensorial, de la acción de la hipnosis y la sugestión, por
ejemplo, existe otro aspecto igualmente importante que ha sido ignorado. Este es el
fenómeno de la inatención. Al escuchar música, leer un libro o al estar charlando, la
corriente de impresiones provoca asociaciones continuamente; éstas tienden a absorber
la atención, creando lagunas en la corriente de percepción conciente.
Para progresar hacia una nueva dimensión de experiencia, es necesario un estudio del
mecanismo de percepción, así como una valoración más estrecha de la naturaleza de
nuestra percepción de la verdad.
“ ... La fuerza de la atención emana de la vida misma y regresa a ésta como una fuerza
creativa y regenerativa.”
EN EL UNIVERSO
NO HAY MOVIMIENTO INDEPENDIENTE
El individuo ha tenido siempre la ilusión de que es libre, pero esa libertad no es suya.
Su vida está agobiada por las fuerzas que le rodean: económicas, sociales y políticas y
también por las interiores, como la necesidad de alimento, casa y continuidad de la
especie. En todo esto, que obliga e impulsa al hombre desde que nace hasta que muere,
es difícil encontrar algo que no sea el gigantesco automatismo de la Madre Naturaleza.
Es sólo cuando tomamos en cuenta la antigua idea atribuida a Hermes Trismegistus de
que el hombre, como microcosmos, es la reflexión del macrocosmos universal, que
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encontramos una apertura hacia la pregunta: ¿ Hay en el hombre, además de las energías
necesarias para el intercambio que sustenta la vida, otras de un nivel más alto, en el que
existe un estado de libertad relativa ?
Estamos inclinados a concluir que la libertad que el hombre busca tan ansiosamente es
la libertad de movimiento de sus energías internas, liberadas de las fuerzas mecánicas
del medio ambiente y transformadas dentro de él, hacia una verdad universal.
EL HOMBRE ES
LO QUE ES SU ATENCION
En su forma ordinaria de ser, la atención del hombre es dispersa cuando responde a
las múltiples demandas de la vida. G. I. Gudjiéff trajo a colación la idea de que la
atención es la fuerza creativa más poderosa del hombre.
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Este enfoque de la atención para buscar nuevos niveles de pensamiento y sentimiento
interior, es altamente significativo. Pero debe aclararse que la introversión por sí misma
no actúa de esa manera. Tiene que haber una atención dirigida simultáneamente a los
mundos interior y exterior. La creación es una calle de dos sentidos. Como decía
Picasso, “Tienes que respirar hacia adentro y respirar hacia afuera.”
Parece que hay una aceptación general en el hecho de que, cuando un hombre se ve
enfrentado con un gran peligro o se ve inspirado por un gran amor, se convierte en un
héroe: con una percepción más aguda, un sentimiento avasallador y con una fuerza
física y moral de características extraordinarias. ¿Se deben esos cambios de estado
síquico a que se enfoca en modo total en el objeto del peligro o de amor? ¿Es su
atención lo que une a todas sus facultades de pensamiento, sentimiento y físicas en una
meta común?
Tal vez la atención actúa como una fuerza creativa debido a su poder de crear unidad.
Si hemos de creer las descripciones más auténticas, el hombre en estado de meditación
profunda siente, no sólo su propia unidad, sino una unidad trascendente; la de todos los
hombres, la de toda la verdad.
LA FUENTE DE LA ATENCION
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¿Puede trazarse una línea entre las reacciones químicas de una célula y las acciones
concientes del hombre? ¿Cede en algún punto el reino de la química al reino de la
conciencia?
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Preparo el café, me sirvo un poco, tomo el primer sorbo y, de nuevo, otras
asociaciones me arrastran.
¿Está en acción una síntesis vital en la que aparece una nueva fuerza por
la interacción de la atención y la conciencia que me permite ligarme a un
mundo intemporal? ¿Por qué es que en esos momentos hay una sensación
de reconocimiento y misterio a la vez? Y el mundo, tan diferente al que
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experimentaba unos momentos antes, me hace sentirme invadido de
preguntas.
“... en todo nivel parece existir el poder de elección y en cada punto en donde aparece la
posibilidad de tener atención, aparece la posibilidad de elección.”
EL SUFRIMIENTO Y LA ATENCION
¿Cómo es posible utilizar el sufrimiento? ¿Es más poderosa la voluntad humana que
la naturaleza ?
Las impresiones fuertes atraen nuestra atención. Esto es un factor integral en la
programación de la naturaleza para la preservación y continuidad de nuestra vida.
Las impresiones recibidas se encuentran en tres categorías: las que favorecen, las que
resultan neutrales y aquellas que amenazan. La respuesta programada para la primera
categoría encaja dentro del placer y el gozo; para la segunda, indiferencia y para la
tercera, resistencia o evasión del peligro y el sufrimiento. Las impresiones que
amenazan la vida y el bienestar se experimentan como sufrimiento o dolor y crean
fuertes reacciones en el cuerpo y la psiqué, que corresponden a una necesidad de
seguridad.
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esto. Si la evolución interior ocurriera mecánicamente, no podría haber desarrollo de la
conciencia y libertad, las cualidades que diferencian al hombre del animal.
De acuerdo con las ideas de Gurdjieff, todas las impresiones recibidas son un alimento
para la psiqué, pero sólo una pequeña porción de las que nos alcanzan, logran penetrar a
suficiente profundidad como para servir a ese propósito. Aquí, el poder de dirigir la
atención es crucial. Mediante la atención conciente, las impresiones son asimiladas.
Este punto de vista, sostenía, puede ser estudiado y verificado a través de prácticas de
autoobservación o recuerdo de sí.
La autoobservación revela que, cuando hay atención conciente, los productos del
sufrimiento no están obligados a fluir por los canales de los mecanismos de defensa,
debido a que la mayoría de las situaciones que producen sufrimiento no ponen en
peligro la vida o el bienestar. Cuando, mediante la práctica de una atención recolectada,
aprendemos a reconocer este movimiento hacia la defensa, es posible que la facultad
emocional lo redirija en tal forma que permita transformarlo en sentimiento positivo.
Aunque estas substancias son demasiado finas como para ser detectadas con las técnicas
actuales de análisis, la naturaleza de esta acción de atención conciente puede ser
experimentada y verificada.
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“El estado automático domina debido a la ausencia de atención voluntaria. Hay una
cierta cantidad de energía disponible para la atención voluntaria, que resulta demasiado
pequeña como para estudiar el proceso de la voluntad. Muchos actos de atención
voluntaria producen la acumulación de una fuerza. Tal vez la voluntad debe ser vista
como un estado, más que como un acto.”
SACRIFICIO Y VOLUNTAD
La idea del sacrificio, entendida como “hacer sagrado” ha sido siempre una parte
importante del pensamiento occidental. En la actualidad la palabra persiste, pero se usa
con mayor frecuencia en el sentido político económico como ‘apretarse el cinturón’ o la
aceptación de los inconvenientes que son necesarios para el bienestar común, o incluso
como una especie de arreglo o intercambio entre las partes. No existe otra palabra que
connote su significado original; es por ello que debemos restaurar la palabra a su
sentido primario y la usemos así, porque no es sólo una palabra, sino una idea dinámica,
tan viva como siempre, aunque aparentemente fuera de época. Lo cual resulta
paradójico.
Si, como dice la tradición, el universo es creado, entonces todo debe de ser sagrado,
debido a que su calidad deriva del Creador; de ser así, la idea de “hacer sagrado” es
redundante. Pero, si de acuerdo con algunas ideas de la actualidad, nuestro universo es
accidental y apareció de algún origen desconocido, entonces nada en él es o será
sagrado. Al percatarnos de esta contradicción, nos encontramos con que las ideas
cristianas tradicionales no nos ayudan al apoyarse en palabras tales como: “No hay
amor
más grande que éste, el que un hombre dé su vida por sus amigos,”8 hablando de la
muerte como el “sacrificio supremo”; no nos ayudan los ritos tradicionales de sacrificio
en los que se ofrece la sangre de las víctimas.
¿Cómo puede hacerse que la vida sea sagrada mediante su destrucción, sea en el altar
o en el campo de batalla ?
Creo que los elementos reconciliantes entre estos dos aspectos de significado
contradictorio deben buscarse en la interpretación del sacrificio como una parte
esencial del proceso de la vida, más que como un acto aislado de expiación. Hay un
pasaje impresionante, aunque breve, en el Evangelio según San Juan en el que dice
Cristo “A menos que un grano de trigo caiga en la tierra y muera, permanecerá sólo;
pero si muere rendirá mucho fruto.” (Tal vez refiriéndose a los Misterios de Eleusis, ya
que Felipe acababa de anunciar a dos griegos que deseaban hablar con Él. En esta frase,
y en el contexto de los misterios griegos, la idea del sacrificio y la muerte se asocian
con
la del renacimiento y la realización. Es decir, la idea del sacrificio se asocia con la de la
inmortalidad, la vida más allá del tiempo: “antes de que Abraham fuera, Yo Soy.” Al
unir el sacrificio, el sufrimiento y la muerte con el concepto de transformación y de la
continuidad de la vida como un proceso total, se resuelven todas las contradicciones
aparentes. La perspectiva de que la vida en sí no muere sino que es la expresión de
movimiento y transformación constante, reside en las raíces de las principales
tradiciones religiosas tanto en Oriente como en Occidente.
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Aquí, ante la perspectiva del pensamiento moderno, aparece la pregunta: ¿Cuál es la
acción de transformación que producen el sufrimiento y el sacrificio en la persona que
los ofrece? Parece que la enseñanza de Gurdjiéf es la primera de este siglo que plantea
esa pregunta, ya que pone énfasis en “los trabajos concientes y el sufrimiento
intencional.” Todo sacrificio implica sufrimiento, a veces benéfico, a veces no.
Ramana Maharshi comentó una vez que el control de la atención es la meta única de
todos los ejercicios y disciplinas espirituales, alineándose así con Ramakrishna quien,
un siglo antes, siguió disciplinas diferentes de las principales religiones durante doce
años y llegó a la conclusión de que no difieren en su esencia. También Gurdjiéff indicó
que la atención es la herramienta exclusiva para la adquisición de una voluntad objetiva
y no egoísta. La atención a la que se refieren no es, ciertamente, aquella que brinca de
una cosa a otra, distraída por cada evento y cada asociación, ni aquella que se ve
irremediablemente absorta en algún problema. Ninguna de éstas posee la actividad y
estabilidad capaz de resistir las respuestas condicionadas, automáticas, que rigen a
nuestra conducta. Cuando aparece el sufrimiento, éstos impulsos automáticos nos
empujan a escapar; cuando aparece la necesidad de sacrificio, nos impulsan hacia la
negociación o la complacencia. Sólo una atención independiente y estable puede darse
cuenta del momento de la decisión y la elección, puede detectar el momento de desviar
una decisión, antes de que cobre fuerza.
Tal vez pueda decirse que la voluntad real es el producto de la intención y las potentes
fuerzas que se liberan en nosotros debido al sufrimiento. El peligro y el sufrimiento
liberan vastas cantidades de energía fina que tienen manifestaciones físicas observables:
ante la amenaza de la embestida de un toro, el hombre puede saltar obstáculos que
nunca libraría en condiciones normales. Cuando un niño está en peligro, la madre puede
soportar días y noches sin sueño, debido a la extraordinaria energía que está presente.
Pero, excepto en momentos como esos, no estamos en control de estas capacidades e
incluso, no somos concientes de ellas. No están disponibles para nosotros.
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“actuar con desapego”, las prácticas ascéticas de diferentes tipos, la meditación
profunda y la contemplación, son medios para alcanzar y estudiar una atención que
puede transformar; es decir, una atención que puede unir al hombre con su aspiración
más profunda y con el poder de resistir el automatismo de la huída al confrontar el
sufrimiento.
“es esa cualidad esquiva... la sinceridad consigo mismo, la que permite el contacto con
‘el ser...”
SILENCIO INTERIOR
Las impresiones que recibimos del mundo exterior llegan a los sentidos: olfato, tacto,
etc., y, al entrar a la psiqué, se encuentran con los mecanismos de pensamiento y
sentimiento, en donde crean una respuesta inmediata.
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gusta o no me gusta’, en placer o temor. En el instinto produce una reacción
correspondiente en la forma de acción o postura.
Hay impresiones que producen acción, otras sólo movimiento del pensamiento y la
emoción y otras más se almacenan en el subconsciente sin que nos demos cuenta de
ellas y, sin embargo, producen reacciones secundarias o subliminales.
Para que esto sea posible, debemos considerar la cuestión de lo que puede llamarse
“silencio interior.” Cuando la atención del hombre no es tomada por completo por los
movimientos asociativos y se deja que éstos se desvanezcan, experimentará ese silencio
interior.
Este silencio puede ser un estado pasivo o uno acompañado por una atención activa,
como cuando hay una pregunta no verbalizada para la que no hay respuesta. Dicho de
otra manera, todos los datos recibidos automáticamente a través de los sentidos y
almacenados en la computadora, son rechazados concientemente y se involucra
activamente a la atención en un estado de pregunta continuo. Por ejemplo, ese sería el
estado de un hombre involucrado en el acto de escuchar, tratando de captar un sonido
apenas audible, con todo su cuerpo, sentimiento e intelecto concentrados en un intento
por percibirlo. Parece que las impresiones que se reciben en ese silencio interior no
producen de inmediato una reacción mecánica que las desviaría automáticamente.
Poseen una intensidad, una riqueza tal, que toca tanto al pensamiento como a la
emoción y parece traer un contacto más íntimo y fructífero con la realidad externa e
interna del hombre.
Al mismo tiempo él se percata de que no son sólo impresiones de tipo exterior, sino que
también recibe impresiones interiores a través de las cuales siente interrelaciones que son
imperceptibles para los sentidos. Ya no se siente aislado y separado como lo hacía antes.
Ya no está solo.
“En estos tiempos, uno regresa siempre al hecho fundamental, lo que es la base de toda
“observación”: que “Yo” y mi estado “no son lo mismo.”
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¿QUE ES REZAR?
“...sin embargo, lo más importante de todo es la oración, la cuarta arma en esta
guerra...”
Y de inmediato se nos presenta una cuarta pregunta: ¿qué es lo que inclina al hombre
a rezar? Tal vez podamos empezar aquí. Abandonemos desde el principio la idea de la
oración como súplica, eliminando la noción de orar por alguien o para algo.
En este punto puede decirse que vemos a la oración como un elemento activo, más
que como un estado pasivo de petición. Como un medio, no para obtener, “tener más”,
sino un método activo para entrar en contacto con algo más elevado, un nivel más alto,
una mente superior.
Es una orden que el hombre ponga sobre todas las cosas el mandamiento universal
- recordar a Dios - mandamiento del que se dice: “Recordarás al Señor tu Dios.”
“ Porque, al contrario de aquello que nos destruye, podemos vivir seguros. Lo que nos
destruye es el olvido de Dios que amortaja a los mandamientos en las tinieblas y nos
despoja de todo bien.”
Pero, ¿qué es lo que mueve al hombre a rezar ? Hemos sugerido que, en el esfuerzo
por relacionarse con aquello que es real, la oración debe ser algo más, ó mejor dicho,
algo ‘diferente’ a pedir lo que sea que quiere nuestro ser ordinario: mejores condiciones
de vida, más dinero, mejores amigos, fama poder, etc. Y sin embargo, vemos una y otra
vez que la oración, como la experimentamos, se degrada y se reduce siempre a ésta
actitud de petición. El hombre reza porque quiere algo. Quiero. Rezo. Pero ¿ quién soy
“Yo” ? Y ¿quién responderá a este “Yo”?
Nos vemos impulsados a preguntar: ¿Realmente puede uno orar con la mente ordinaria,
en un estado ordinario? Para bien de poder rezar, yo debo ser diferente.
Sabiendo que no está ahí, que no es, el hombre reza. Y empieza a ver que lo que está
en cuestión no es su petición, su “yo quiero” y el “por favor dame”; tampoco es a quién
le reza.
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Antiguo Testamento, Deuteronomio 8:18
Yo mismo soy la cuestión. ¿Podrá ser que me rezo a mi mismo? ¿Le rezo a mi ser
interno, mi ser real? A aquello en mí que es superior a mi ser ordinario, aquello que de
hecho no es ordinario sino extraordinario.
Nuestra mayor necesidad es consagrar la vida siendo fieles a una realidad más
profunda dentro de nosotros mismos.12 Podemos ver ahora que nuestro rezo es por
nuestro derecho de nacimiento, perdido y olvidado hace mucho tiempo, si bien no del
todo porque el recuerdo de su sabor está ahí, llamándome, recordándome.
El hombre desea no rezar como desearía en su forma ordinaria de ser; desea, más bien,
entrar en un estado de oración. Empieza a comprender el acto de rezar.
Hemos sugerido que la oración es un estado, un estado activo, no un “pedir” pasivo.
Lo vemos como un proceso activo, un proceso que tiene lugar en aquel que reza.
Apóstol San Pablo: ‘reza siempre’....13 Se ha señalado que “la Oración de Jesús... es...
un intenso proceso activo y un intento científico por cambiar a aquel que reza.”13
Pero el problema es ¿Cómo?
Por lo dicho antes, veo que debo traer a la oración algo en mí que pueda corresponder
con aquello que quiero.
Para bien de iniciar el rezo, debo estar centrado primero. Debo tratar de no ser atraído
por algo exterior, es decir, por algo que no corresponda con mi meta, mi oración. Así,
orar presupone un orden interno, un deseo real.
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Y yo rezo. Ahora puedo comprender que el acto de rezar es algo que está más allá de
mi ser ordinario. Veo que no es mi cuestión lo que interesa, sino yo mismo en el acto de
rezar, que es esto lo que puede ayudarme para lo que pido.
La oración, como todo en el universo debe ser sostenida. Y soy yo el que la sostiene.
La oración sin mí, sin mi ayuda, deja de ser oración.
En el camino de la auto perfección un hombre no debe holgazanear por un instante. Si
deja por un momento de trabajar en sí mismo, resbalará hacia atrás.14
12 Hugh L’Anson Pausset
13Ph i loka li a, La Oración de Jesús
14 F. Ud-din Attar, La Conferencia de los pájaros
Mi vida es muerte, pero podría vivir en la oración. ¿No es esto lo que busco? Ese
estado de oración, de amor, en donde estaría en contacto con todo lo que es.
“ .. Nada se desperdicia...
TRABAJO:
LA DIMENSION INTERIOR
Una vez dijo el Sr. Gurdjiéff, “Cuando se ejercite, hágalo como un servicio para toda
la humanidad.” ¿Qué es lo que quiso transmitir?
Cuando me pregunto, “Cómo puedo hacer mi esfuerzo para toda la humanidad?” veo
que no sólo es demasiado pequeña la escala de ese esfuerzo, sino que también hay una
dimensión superior, una implicación más profunda, incluso en el esfuerzo personal. Esa
implicación mayor, aparentemente fuera de mi alcance, debe incluirse, realizarse, en el
esfuerzo de mi trabajo; de otra manera éste no corresponderá a un “trabajo de escuela.”
¿Qué es esta dimensión superior? No hay palabras que la expresen porque no puede
ser percibida directamente por los sentidos. Sin embargo, sí hay momentos en que la
percibe una atención interna. Esto lleva a preguntas: ¿Qué es mi “esencia”? ¿Qué es
el “ser imperecedero”?
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¿Cómo alcanzar esa profundidad? ¿Cómo vivir y ser guiado por la conciencia y no por
la conveniencia? Necesito vivir con esa fuerza interior y lo que veo es que todo el
tiempo soy un esclavo de mis reacciones automáticas.
Parece que esa incapacidad para alcanzar mis posibilidades más profundas se debe al
resultado de la Ley de las Octavas. Empiezo a colectar mi atención, a concentrarme,
pero siempre llego al mismo punto. Luego algo llama mi atención, un pensamiento, un
recuerdo o, incluso, el darme cuenta del estado de tranquilidad que tengo y de nuevo me
encuentro envuelto en pensamientos. Así que requiero de una disciplina, de un
entrenamiento que involucra tres aspectos.
Pero, ¿es así de fácil? - En la práctica no, ya que los tres aspectos son simultáneos;
estas tres dimensiones internas están interconectadas y deben actuar una sobre las otras
para obtener un resultado. Así que no se puede trabajar solamente en una, en otra
después y luego en la última. El Sr. Gurdjiéff lo expresaba así: “el trabajo debe ser para
Ud., para el grupo y para mí” (o sea para la escuela). Puede empezar por cualquier
aspecto, pero debe desarrollarse pronto hasta abarcar los tres.
Cada línea implica sufrimiento: sufrimiento por ver lo que soy, mi nadidad;
sufrimiento al trabajar con otros, viendo que no nos comprendemos unos a otros sino en
forma superficial, que no nos amamos, que hasta decimos cosas maliciosas a sus
espaldas; sufrimiento por nuestra pasividad y nuestra complacencia y, por último,
sufrimiento por la condición humana, por aquéllos que están inmersos en la miseria, la
pobreza, el crimen, la ignorancia.
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Debido a que existen estas tres dimensiones ocultas, Gurdjiéff compara una escuela
con un monasterio que visitó en Asia y que tenía tres patios: en el más exterior se
encuentran los que pertenecen al círculo exotérico; en el medio, aquellos del círculo
mesotérico y en el interior, los del círculo esotérico. La reja del círculo exterior conecta
con la vida ordinaria; es el sitio en que se pone a prueba a los novicios. El patio medio
está en contacto directo con los círculos externo e interno. Con los que están siendo
puestos a prueba y con aquéllos que saben, los que ya han pasado por la disciplina.
La vida allí es dura; los del patio intermedio están “entre dos sillas”, despiertos a
muchos defectos propios y aún no en armonía consigo mismos; incapaces aún de vivir
desde su esencia. En el patio más interno hay profundidad: tanto ser como comprensión;
armonía y conocimiento; acciones dirigidas hacia una meta.
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