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Una empresa en apuros

Cristina Barros

El 19 de febrero, el diario español Público, que acompaña


cotidianamente a La Jornada, comunicó que el Tribunal Supremo ratificó
la nulidad del contrato para hacer una vía en la Comunidad de Madrid, y
ordenó restituir el lugar a su estado anterior; si bien no se podrán
reponer los encinos centenarios, habrá que demoler 20 kilómetros de
carretera.

Lo mismo puede ocurrirle en México o en una corte internacional a la


empresa española Obrascón, Huarte y Laín, que en su propia tierra no
tiene la mejor fama. Aquí en México basta con ver algunas notas de
Puebla, del estado de México, y habrá que estar atentos a la Riviera
maya, para saber que OHL, como se le conoce, no cumple los tiempos
pactados, hace mal las obras y no paga debidamente a ejidatarios
afectados. En 2007, el juez Baltasar Garzón acusó a su presidente por
presunto fraude por $30 millones de euros, y en lugares como Canarias
hay evidencias de que pagó campañas a cambio de contratos de obra
pública.

Empresas como ésta contrastan con la visión de España que nos ha


dejado la muy apreciable presencia de los exiliados españoles. Acogidos
por el presidente Lázaro Cárdenas hace ya poco más de 70 años, en
conjunto han dejado un legado educativo, científico y cultural de primer
orden. Con ellos nos acostumbramos a diferenciar a la España invasora y
depredadora de la conquista, de esta otra España que agradeció con
creces al pueblo que le abrió las puertas y supo integrarse y enriquecer a
México con su presencia.

Tan es así que en su libro El cartel español. Historia de la reconquista


económica de México y América Latina 1898-2008, que acaba de
presentarse bajo el sello de Akal, su autor, Oriol Malló, cita la siguiente
definición del Diccionario de uso del español, de María Moliner:
“cachupín,-a Español que se establece en Hispanoamérica. gachupín
(Méx) En particular, el que no procede de la última guerra civil española.”

En las últimas décadas y en especial a partir de los años 80, y más


precisamente del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, se inició una
apertura indiscriminada a empresas extranjeras que en muchos casos
han dejado una triste memoria por su rapacidad y por no cumplir con las
leyes y normas mexicanas, protegidas incluso por las propias autoridades
del país. Empresas mineras, petroleras, generadoras de electricidad,
productoras de insumos agrícolas, hoteleras y constructoras, además de
bancos, han hecho su agosto dejando mínimas ganancias y en cambio
muchos costos, en especial financieros y ecológicos.

OHL, en particular, ha formado un consorcio con una empresa


inmobiliaria mexicana y pretende construir la supervía poniente. Esta
empresa, presidida en México por José Andrés de Oteyza, ha sido
especialmente favorecida por el Gobierno del Distrito Federal. Se ha
evidenciado que tuvieron información privilegiada, y que se les adjudicó
la obra aun cuando se presentaron a solicitar la concesión antes de las
24 horas que debieron transcurrir por ley después de hecha pública la
declaratoria de necesidad.

Además, la adjudicación se les otorgó sin que mediara la evaluación


técnica financiera de un tercero independiente calificado en la
materia, que establece la ley. En el título de concesión firmado
durante este irregular proceso, se pactó además que las autoridades del
Gobierno del Distrito Federal (y por lo visto también las federales) “se
obligan a coadyuvar con la empresa concesionaria en la obtención de
autorizaciones, licencias, permisos y consentimientos, incluyendo las
autorizaciones en materia ambiental”.

Es por ello que el Frente Amplio contra la Supervía Poniente ha


entregado una carta al embajador de España, don Manuel Alabart
Fernández-Cavada, solicitándole que use sus buenos oficios y cualidades
diplomáticas para hacer valer “los principios de respeto a la legalidad,
la integridad ética y el respeto a los derechos humanos que deben
privar en la relación entre los países”. Principios que, por cierto, OHL
menciona en su código de ética. Consideramos que si el embajador
Alabart actúa en consecuencia, OHL atenderá la recomendación que ha
emitido la Comisión de Derechos Humanos del DF y suspenderá la
obra en tanto se siguen los pasos que por ley debieron darse antes de
iniciarla. De otra suerte, es posible que en unos años, un tribunal declare
nulo el título de concesión y ordene a la empresa la demolición de la vía.
Hay que tener en cuenta que este gobierno ya se va; los demás nos
quedamos con los problemas.

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