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.EL SINDROME DE LA BORRACHERA SECA.

"Borrachera Seca" es un término que describe el estado de malestar del


alcohólico cuando no esta bebiendo. El síndrome de la borrachera seca es un
conjunto de síntomas que ocurren conjuntamente y que constituyen una
anormalidad. Dado que la anormalidad de las actitudes y conducta del
alcohólico durante su carrera de bebedor es generalmente reconocida, la
persistencia de los rasgos de carácter después de que el alcohólico deja de
beber deben parecer igualmente anormales. En consecuencia, el término
"borrachera seca" se refiere a la ausencia de un cambio favorable en las
actitudes y conducta del alcohólico que no bebe. Se infiere, de esta falta de
cambio, que el alcohólico (hombre o mujer) esta sufriendo de un malestar en
su vida. El síndrome puede ocurrir en todos los alcohólicos, y prácticamente
no hay duda respecto de la causa de ese malestar.
La frase "borrachera seca" tiene dos palabras significativas para el alcohólico.
"Seca" se refiere sencillamente al hecho de que se esta absteniendo de
beber, en tanto que "borrachera" significa una condición profundamente
patológica resultante del uso que con anterioridad ha hecho del alcohol.
Como la palabra "intoxicación" se deriva de la palabra griega "veneno", el
término "borrachera seca" implica un estado de ánimo y un comportamiento
que son venenosos para el bienestar del alcohólico.
RASGOS EVIDENTES
La conducta pomposa es un rasgo común de la borrachera seca. La
pomposidad se manifiesta con mayor frecuencia a través de la falta de
percepción interior y de una conducta personal pomposa. La persona que
esta padeciendo de una borrachera seca puede exagerar su propia
importancia a costa de otros. Puede sobrestimar sus propias capacidades,
inteligencia y criterio, o vivir por encima de su presupuesto. En cualquier
caso, su conducta es marcadamente irrealista, y, de acuerdo con las
circunstancias que prevalezcan, puede variar de ridícula a cruel. Al relacionar
todas las cosas dentro de su medio ambiente consigo mismo, el alcohólico
parece no percatarse de las necesidades y sentimientos de los demás.
Una rigidez de enjuiciamiento de los conceptos parece acompañar a su
conducta pomposa. "Enjuiciamiento" significa que el alcohólico tiende a
pasar juicio sobre los valores relacionados con "el bien" y "el mal" siendo
sus valoraciones notablemente inadecuadas-. Como tiende a juzgarse a si
mismo mas bien duramente en lo que respecto a su conducta de bebedor, no
es difícil que los demás detecten en el sentimientos profundos de
desvalorización personal. Pero puede superficialmente disfrazar estos
sentimientos sometiendo a su familia, parientes, amigos, socios y patrón al
mismo sistema regido de valoración que aplica para si mismo.
Justificadamente ellos sienten que es la persona menos aceptable para
criticar. Esto, por s solo, es prueba suficiente de que su actitud es
básicamente irrealista, sea que sus juicios reflejen o no algún grado de
verdad.
Esta impaciencia describe la reacción a los demás y a la propia vida del
alcohólico. Aunque su reacción es irrealista, se relaciona con su deseo de
satisfacción inmediata de sus exigencias. Típicamente, el alcohólico busca
una recompensa inmediata por sus esfuerzos y un alivio inmediato de su
tensión o presión. Si la satisfacción buscada no llega con la suficiente rapidez,
reacciona indignándose o deprimiéndose.
La conducta y actitudes infantiles son características del alcohólico que ha
mostrado señales de impaciencia, grandiosidad o de enjuiciamiento. Es un
niño en muchos aspectos. Con facilidad se aburre, se distrae o se
desorganiza. Constantemente compromete sus éxitos a larga plazo debido a
sus cambios de estado de ánimo de un momento a otro. En cualquier
momento esta dispuesto a "recoger sus canicas" e irse a casa. Puede no estar
capacitado para apreciar los aspectos de la vida de los que disfrutan las
personas maduras, tales como la lectura, la conversación, el cine. Su
entusiasmo es a veces juvenil y de corta duración. Parece estar
constantemente insatisfecho con su vida.
La conducta irrealista no se confina al alcohólico. Un empresario, atrapado en
su congestionamiento del transito, puede pegarse al claxon de su automóvil
en un ataque de irritación. O el ama de casa que se ha sentido desdichada
todos los lunes por espacio de treinta años debido a que tiene que lavar la
ropa de toda la familia, puede culpar a la familia por ensuciar la ropa. Parece
estar desajustada a su papel. Ambos ejemplos demuestran un
comportamiento que no es ni realista ni adecuado a la situación. Las
actitudes y conducta autodestructiva del alcohólico con una borrachera seca
son diferentes en grado pero no en hecho. Durante sus años de bebedor el
alcohólico ha aprendido a tener un enfoque profundamente inadecuado y
radicalmente inmaduro para resolver los problemas de la vida.

ANALISIS DE LA CONDUCTA CON


BORRACHERA SECA
El alcohólico se siente evidentemente incomodo consigo mismo, pero no
sabe el porque. Claramente carece de una percepción interior personal. A
menudo los malestares de su vida pasada parecen revolotear a su alrededor
y accionarle las sensaciones actuales. Firmemente desaprueba todo aquello
que la sociedad le indica que es bajo, descontrolado, egoísta y ofensivo. Pero
no puede o no quiere encontrar dentro de si mismo los impulsos que
gobiernan dicha conducta. Tiene que preservar su estima propia en vez de
tener que aceptar la realidad. Tiene que decirse a si mismo: "Eso no es ni
puede ser cierto respecto de mí". Pero no tiene éxito en este autoengaño,
porque si reconoce en los sentimientos, impulsos, deseos y recuerdos que
son inaceptables. De suerte que tiene un conflicto entre lo que vagamente
percibe que es la verdad acerca de sus sentimientos, impulsos y deseos, y
aquello que su estima propia le permite aceptar como la verdad. Como esta
contradicción es insoportable para su consciente, la elimina y recurre a
diversas maniobras para evitar que salga a la luz. Si las maniobras logran
ocultar lo que es inaceptable para la estima propia del alcohólico, no se dará
cuenta de que esta haciendo uso de ellas.
Puede negar rotundamente la verdad acerca de si mismo. Aun cuando tenga
ante si todos los hechos, no podrá comprender su verdadero significado. Se
le pasara por alto la grave inferencia de una declaración como: "si, he estado
en A.A. desde hace tres años, y realmente me ha hecho mucho bien", aun
cuando haya tenido varias recaídas.
A veces es culpable de racionalizar. Al disipar la critica de los demás por
medio de explicaciones provisionales, intenta apoyar su estima propia. Tiene
que justificarse en todo momento, por descarriadas que sean sus actitudes y
su conducta. En consecuencia, encuentra muchas razones para rehuir el ir a
A.A., y cada razón puede ser plausible, pero su argumento es sólo un intento
de ignorar la realidad de que necesita ayuda de A.A. o de otra fuente.
El alcohólico que racionaliza acerca de su propia conducta irresponsable
tiende también a encontrar fallas en las actitudes y conducta de los demás.
Aunque no niegue sus propias faltas, intenta ocultarlas a la atención de los
demás catalogando con mucho detalle los errores de su familia, amigos,
patrón, y los de todos aquellos investidos de autoridad. Pero esto salta a la
vista. Realmente no esta interesado en reformarse, sino que mas bien en
decir con un poco de veracidad: "Miren, no soy tan distinto de todos los
demás".
La maniobra de la proyección superficialmente se asemeja mucho a la de la
racionalización. Por medio de la proyección el alcohólico encuentra en los
demás lo que es inaceptable para si mismo. Esto implica una gran falta de
percepción y es un intento de deshacerse de sus intolerables sentimientos y
motivos al reconocerlos en los demás. Puede interpretar la conducta de ellos
como un comportamiento motivado por sentimientos que
inconscientemente siente que son indignos de el. Puede acusar a otros de
criticar en exceso, aunque esto describa su propia actitud hacia si mismo. La
maniobra de la proyección puede llevarlo a acusar a otros de que desean se
emborrache, o puede acusar a sus amigos de A.A. de que están bebiendo.
Puede también acusar a otros de que sospechan que el esta bebiendo.
La maniobra clásica de la borrachera seca es la reacción exagerada. Puede
darle una aparente intensidad desproporcionada de emoción a un suceso o
desventura. A veces alberga un terrible resentimiento contra un superior por
razone mas bien triviales o por ninguna razón evidente. Puede reaccionar con
violencia extraordinaria al perder en un juego de barajas o al no recibir una
llamada telefónica. Al reaccionar de esta forma, evidentemente descarga su
cúmulo de frustración, cólera y resentimiento en un objeto exterior. Esto a
veces puede ocurrir en una situación que en cierta forma se asemeje a una
mayor frustración en su vida. Es incuestionable el peligro de la frustración
dominante del alcohólico.
Algunos alcohólicos que llegan a padecer de una borrachera seca parecen
conocer todas las soluciones. Rara vez carecen de las palabras apropiadas
para hacer su autodiagnóstico. Su conocimiento y percepción interior son
bastante impresionantes en apariencia, contrariamente a la percepción
interior genuina que no es así de convincente. Son sumisos.
El fenómeno de la sumisión implica una contradicción entre el dicho y el
hecho. El alcohólico padece la crítica y habla detalladamente acerca de sus
defectos personales. Pero no puede traducir sus palabras en actos efectivos.
Su sumisión crea en otros la esperanza de buenos resultados por llegar.
Habiendo articulado sus problemas y dado evidencia de que sabe como
eliminarlos, el alcohólico parece estar en una situación de poder actuar con
efectividad para su propio bien. Pero sus hechos no son nunca iguales a sus
promesas.
La sumisión proviene de la tendencia del alcohólico de evitar las molestias. Le
gusta deslizarse a través de las veredas de la menor resistencia, tanto en sus
relaciones personales como en sus actividades de trabajo. Es un esquilador
experto, a través de la práctica, que reflexivamente elige la alternativa que
presente la menor cantidad de molestias inmediatas cuando se ve precisado
a tomar decisiones. Sabe, y los demás lo saben, cual es el curso de acción
responsable a seguir, pero su conducta es predecible y el gana todas las
partidas en el juego de la esquivación. Su estancia en A.A. puede hasta ser
usada para adoptar otra forma de sumisión para minimizar su malestar.
Utilizando el peculiar vocabulario de A.A., puede explayarse respecto de sus
"defectos de carácter" o de la "ingobernabilidad de su vida", porque sabe
bien que, de decir lo contrario, incurrirla en el desagrado de sus compañeros
de A.A., lo que le ocasionarla molestias. Su sumisión es de dientes para
afuera a los principios que podrían darle el bienestar de que carece. El acto
de hablar sobre sus faltas parece disipar, por el momento, la necesidad de
hacer algo para corregirlas. Vagamente se percata dentro de si mismo de una
necesidad de cambiar. Pero la maniobra defensiva de la sumisión esta ideada
para evitar un reconocimiento pleno de una situación inaceptable.

REAACION DE LA FAMILIA Y
LA NECESIDAD DE AYUDA EXTERIOR
El alcohólico que esta padeciendo de una borrachera seca parece incapaz
de tener una evaluación realista de si mismo. En la mayoría de los casos
esto significa que no puede verse a si mismo como lo ven los demás. Por
desagradable que haya llegado a ser su vida, persiste en considerarse
exento de culpa, victima de circunstancias fuera de su control. Mientras
más firmemente convencido esta de su falta de culpabilidad, más tenaz y
listo es para resistirse a la ayuda, ya que el primer paso hacia la
recuperación de su situación consisten en aceptar su responsabilidad de
ella. Para aquellos que sinceramente desean ayudarle, el problema
inmediato consiste en proporcionarle las condiciones y situaciones dentro
de las que pueda empezar a lograr una evaluación realista de si mismo.
Mas adelante se tratara la cuestión de como puede lograrse esto.
Es difícil para la familia del alcohólico proporcionar estas condiciones. Es el
centro de los agravios familiares. La reacción de la familia a su conducta
puede variar desde el desaliento y la confusión hasta la depresión, el
resentimiento y la amargura. Es difícil, pero no imposible, que los
miembros de la familia permanezcan objetivos en su relación con el
alcohólico. Su conducta ha sido descrita como irrealista. Lo que necesita
desesperadamente es precisamente objetividad que la familia no le puede
dar. En algunos casos puede ser necesario hace uso de la coerción para
que el alcohólico se preste a recibir ayuda. La familia que trata de hacer
esto por si misma con frecuencia tiene que enfrentarse a consecuencias
desastrosas tanto para el alcohólico como para ella misma,
particularmente cuando pierden los miembros de ella el control de si
mismos y la objetividad en el proceso de hacerlo.
La ayuda exterior es la alternativa más satisfactoria para todos los
involucrados. Hay centros de remisión, centros de consultora, los grupos
familiares de Al-AISN y A.A. son grupos ampliamente conocidos.
Alcohólicos Anónimos es la mejor fuente para una ayuda inmediata. Los
centros de remisión proporcionan información para la familia, ayuda para
llegar a las decisiones relativas a la necesidad de tratamiento, y remisión
para las fuentes adecuadas de terapia. Los centros de consultora tienen
personal entrenado y capacitado, cuya especialidad son los problemas
derivados del alcohol. Estos centros están equipados para ayudar al
alcohólico a manejar su situación en lo particular. Generalmente son para
consulta externa.
Los grupos familiares de Al-Anon proporcionan a la familia el alcohólico el
apoyo en sus intentos de tratar constructivamente con el alcohólico. Son
particularmente valiosos cuando el alcohólico se muestra resistente a la
ayuda exterior. Los miembros del grupo están muy familiarizados con el
síndrome de la borrachera seca, y pueden proporcionarle a la familia una
riqueza de información práctica. En algunos casos, el padrino de A.A.
puede también ser una valiosísima fuente de ayuda para el alcohólico. En
consecuencia, están en buena situación para ayudar a que se tomen
decisiones. En circunstancias adecuadas, puede ser efectivo par persuadir
al alcohólico de que por si mismo busque ayuda.
MEDIDAS CORRECTIVAS
El alcohólico que padece de una borrachera seca vive una existencia
empobrecida. Su experiencia pasada y su tensión presente le impiden
lograr la satisfacción de que otros disfrutan en la vida. Experimentan
limitaciones agudas en su capacidad para crecer, para madurar y para
beneficiarse de las posibilidades que brinda la vida. Carece de la frescura y
espontaneidad que otros alcohólicos genuinamente sobrios manifiestan,
aun cuando pueda ser impulsivo. Su vida es un sistema cerrado, y sus
actitudes y conducta son estereotipadas, repetitivas y consecuentemente,
predecibles. Carece de la capacidad de escoger, entre alternativas, el curso
de acción que pueda ser mejor para el. Sus opciones son pocas y estériles,
y no puede sorprender a nadie cuando se excede.
Toda la evidencia existente apunta a la necesidad de que aprenda a
conocer la humildad y a darse cuenta de que hay un poder superior a el,
antes de que pueda experimentar una sobriedad genuina. Una medida
desusada de autodisciplina debe acompañar este proceso de
desinflamiento del ego. Al principio, la autodisciplina respecto de
honestidad, paciencia, y responsabilidad será fastidiosa, porque estará
acoplándose a un modo de vivir que le parecerá arbitrario y difícil. Pero,
con un esfuerzo sostenido para el logro de la autodisciplina, crecerá en su
aceptación del malestar y hasta el dolor a corto plazo, conforme trabaja
para llegar a la meta a largo plazo de una sobriedad genuina y duradera.
Vale la pena hacer notar que el alcohólico que Este consciente de la
tensión mental de la borrachera seca instintivamente tratara de
involucrarse más en los asuntos de A.A. Su familia y amigos pueden
oponerse a esta idea, sintiendo que ya esta pasando el tiempo suficiente
en A.A. Deben ser advertidos de que debe, hasta donde le sea posible,
resolver su asociación con A.A.
Se le debe dar todo el ánimo para que medite concienzudamente si los
Doce Pasos de A.A. son todavía validos para el. Es de esperarse que
empezara a darse cuenta de la irónica insensatez del alcohólico que piensa
que su vida se ha vuelto súbitamente gobernable otra vez; cuyo sano juicio
esta fuera de duda; que no ve la necesidad de poner su vida en manos de
un poder superior a si mismo; que piensa que los inventarios personales
son innecesarios, ya que rara vez deja de tener la razón; y que ya no esta
sujeto a la embarazosa necesidad de reparar los daños que haya cometido.
Una vez que se percate de esta ironía: de que el, es todavía ingobernable,
todavía impotente, es quien ha hecho esta "recuperación" notable podrá
sentirse lo suficientemente mortificado para desear cambiar.

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