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Tema 7
Edward B. Titchener, Psicología estructural y psicología funcional
Tema 8
Sigmund Freud, El aparato psíquico
Tema 10
Hermann Ebbinghaus, El estudio experimental de la memoria
Tema 11
John B. Watson, El condicionamiento de la conducta emocional
Edward C. Tolman, Un conductismo molar
Tema 12
John Searle, La habitación china
Tema 13 y 14
Abraham H. Maslow, Conductas encaminadas a la autorrealización
1
EDWARD B. TITCHENER
(1867-1927)
Lecturas recomendadas
HEIDBREDER, E., Psicologías del siglo xx. Buenos Aires: Paidós, 1971. Una exposición
clásica de las principales orientaciones teóricas de la psicología de princípíos del siglo xx.
Su primer capítulo está dedicado al estructuralismo de Titchener (pp. 93-118).
TITCHENER, E. B., «Los postulados de una psicología estructural». En J. M. Gondra (ed.), La
psicología moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo histórico. Bilbao: Desclée
de Brouwer, 1982. Texto íntegro del artículo de Titchener al que pertenece nuestro
fragmento (pp. 209-219).
TORTOSA, E y QUIÑONES, E., «Los postulados de la psícología estructural de E. B.
Titchener». En E. Quiñones, E Tortosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la
psicología. Textos y comentarios. Madrid: Tecnos, 1993. Comentario histórico de
un fragmento procedente del mismo artículo que el nuestro (pp. 322-331).
Psicología estructural y psicología funcional
[1898]
La biología, definida en su sentido más amplio como la ciencia de la vida y de las
cosas vivas, se divide en tres partes o puede ser enfocada desde tres puntos de vista.
Podemos indagar la estructura de un organismo sin considerar sus funciones, mediante
el análisis que determine sus componentes y mediante la síntesis que muestre el modo
que tiene de formarse a partir de esos componentes. O podemos indagar la función de
las diversas estructuras que haya revelado nuestro análisis y el modo que tienen de
interrelacionarse en órganos funcionales. O, de nuevo, podemos indagar los cambios de
forma y función que acompañan a la persistencia del organismo en el tiempo, los
fenómenos del desarrollo y la decadencia. La biología, la ciencia de las cosas vivas,
comprende estas tres ciencias mutuamente interdependientes: la morfología, la
fisiología y la ontogenia.
Esta relación, sin embargo, es incompleta. La vida que constituye el objeto de la
ciencia no es simplemente la vida de un individuo; es también la vida de la especie, la
vida colectiva. En correspondencia con la morfología, tenemos la taxonomía o la
zoología sistemática, la ciencia de la clasificación. El organismo es aquí el universo
total de cosas vivas, y las especies, subespecies y variedades constituyen sus partes. En
correspondencia con la fisiología, tenemos esa parte de la biología (se la ha llamado
«ecología») que trata de las cuestiones de distribución geográfica, de la función de las
especies en la economía general de la naturaleza. En correspondencia con la ontogenia,
tenemos la ciencia de la filogenia [...]: la biología de la evolución, con sus problemas de
herencia y transmisión.
Podemos aceptar este esquema como una clasificación «provisional» de las ciencias
biológicas. Para lo que aquí me interesa, es indiferente que la clasificación sea
exhaustiva o no, como es indiferente que el lector considere la psicología como una
subdivisión de la biología o como una provincia de conocimiento independiente. Lo
que me importa señalar ahora es esto: que utilizando el mismo principio de división
podemos representar la psicología moderna como contrapartida exacta de la biología
moderna. Hay tres modos de enfocar tanto una como otra; y el objeto en cada caso
puede ser individual o general. Una breve consideración bastará para aclararlo.
3
punto de vista del diseccionador. Se dice que el protoplasma consiste en carbono,
oxígeno, nitrógeno e hidrógeno; pero esta afirmación resultaría sumamente
decepcionante para quien esperase información sobre los fenómenos de la
contractilidad y el metabolismo, la respiración y la reproducción. Considerada en su
contexto adecuado, la pobreza de ciertos capítulos de anatomía mental, al implicar
(como efectivamente lo hace) escasez de elementos mentales, es un hecho de
extremada importancia.
2) Por encima de esta psicología de la estructura hay, sin embargo, una psicología
funcional. Podemos considerar la mente como un complejo de procesos, configurados
y moldeados por las condiciones del organismo físico. 0 podemos considerarla como el
nombre colectivo de un sistema de funciones del organismo psicofisico. Estos dos
puntos de vista se confunden no pocas veces. La frase «asociación de ideas», por
ejemplo, puede referirse al complejo estructural (el grupo de sensaciones asociadas) o
al proceso funcional de reconocimiento y recuerdo (la asociación de una formación con
otra). En el primer sentido se trata de material morfológico; en el segundo pertenece a
lo que llamaré (confío en que no se interprete mal la expresión) psicología fisiológica.
Del mismo modo en que la psicología experimental se ocupa en buena medida de
los problemas estructurales, la psicología «descriptiva» antigua y moderna se ocupa
principalmente de los problemas funcionales. En las discusiones de la psicología
descriptiva, la memoria, el reconocimiento, la imaginación, el concepto, el juicio, la
atención, la apercepción, la volición y un ejército de substantivos verbales de deno-
tación más o menos amplia, connotan funciones del organismo en su totalidad. Que sus
procesos subyacentes sean de carácter psíquico es, por decirlo así, accidental; en la
práctica están al mismo nivel que la digestión y la locomoción, la secreción y la
excreción. El organismo recuerda, quiere, juzga, reconoce, etc., y es asistido en su
lucha vital por el recuerdo y la voluntad. Estas funciones, sin embargo, se incluyen con
razón en la ciencia de la mente en la medida en que constituyen, en suma, la acción
mental del individuo humano. No son funciones del cuerpo, sino funciones del
organismo, y pueden (mejor dicho, tienen que) ser examinadas con los métodos y los
principios reguladores de una «fisiología» de la mente. La adopción de estos métodos
no prejuzga en absoluto el problema extrapsicológico último de la función de la mente
en general en el universo de las cosas. Que la conciencia tenga realmente valor para la
supervivencia, como supone James, o que sea un mero epifenómeno, como enseña
Ribot, es aquí una cuestión completamente irrelevante. [...].
Podemos despachar las cuatro psicologías restantes con una mención más breve. 3)
La psicología ontogenética, la psicología del niño y del adolescente individuales, es
actualmente un tema de gran interés, y posee una extensa bibliografía propia. 4) La
psicología taxonómica no es aún, y con toda probabilidad no lo será por algún tiempo,
sino un ingrediente de la psicología «descriptiva» y una parte de la psicología
individual. Se ocupa de temas tales como la clasificación de las emociones, los
instintos en los impulsos, los temperamentos, etc., la jerarguía de los «yoes»
psicológicos, la mente típica de las clases sociales (los artistas, los soldados, los
hombres de letras), etc. 5) La psicología funcional de la mente colectiva se halla, como
era de esperar, en una condición muy rudimentaria. Podemos delimitar su esfera e
indicar sus problemas; pueden encontrarse contribuciones menores a esta psicología
desperdigadas en las páginas de obras de psicología, lógica, ética, estética, sociología y
antropología; y algunos puntos destacados (por ejemplo, la cuestión del papel
desempeñado por el sentimiento estético en la constitución de la mentalidad nacional)
han sido abordados en ensayos. Pero tenemos que tener una fisiología experimental de
la mente individual antes de que se pueda progresar mucho. 6) Por último, la labor de
4
la escuela evolucionista ha establecido la psicología filogenética sobre bases bastante
sólidas, y el número de sus investigadores garantiza que nuestra comprensión del
desarrollo mental avanzará rápidamente.
5
SIGMUND FREUD
(1856-1939)
Lecturas recomendadas
6
El aparato psíquico
[1940]
7
displacer, y su disminución, como placer. [...] El yo persigue el placer y trata de evitar
el displacer. Responde con una señal de angustia a todo aumento esperado y previsto
del displacer, calificándose de peligro el motivo de dicho aumento, ya amenace desde
el exterior o desde el interior. Periódicamente el yo abandona su conexión con el
mundo exterior y se retrae al estado del dormir, modificando profundamente su
organización. De este estado de reposo se desprende que dicha organización consiste
en una distribución particular de la energía psíquica.
Como sedimento del largo período infantil durante el cual el ser humano en
formación vive en dependencia de sus padres, fórmase en el yo una instancia especial
que perpetúa esa influencia parental, y a la que se ha dado el nombre de super-yo. En
la medida en que se diferencia del yo o se le opone, este super-yo constituye una
tercera potencia que el yo ha de tomar en cuenta.
Una acción del yo es correcta si satisface al mismo tiempo las exigencias del yo, del
super-yo y de la realidad; es decir, si logra conciliar mutuamente sus demandas
respectivas. Los detalles de la relación entre el yo y el super-yo se tornan perfectamente
inteligibles, reduciéndolos a la actitud del niño frente a sus padres. Naturalmente, en la
influencia parental no sólo actúa la índole personal de aquéllos, sino también el efecto
de las tradiciones familiares, raciales y populares que ellos perpetúan, así como las
demandas del respectivo medio social que representan. De idéntica manera, en el curso
de la evolución individual el super-yo incorpora aportes de sustitutos y sucesores
ulteriores de los padres, como los educadores, los personajes ejemplares, los ideales
venerados en la sociedad. Se advierte que, a pesar de todas sus diferencias
fundamentales, el ello y el super-yo tienen una cosa en común: ambos representan las
influencias del pasado: el ello, las heredadas; el super-yo, esencialmente las recibidas
de los demás, mientras que el yo es determinado principalmente por las vivencias
propias del individuo; es decir, por lo actual y accidental.
[..]
Toda ciencia reposa en observaciones y experiencias alcanzadas por medio de
nuestro aparato psíquico
En el curso de esta labor se nos imponen las diferenciaciones que calificamos como
cualidades psíquicas. No es necesario caracterizar lo que llamamos consciente, pues
coincide con la conciencia de los filósofos y del habla cotidiana. Para nosotros todo lo
psíquico restante constituye lo inconsciente.[...] Todo lo inconsciente [...] que puede
trocar fácilmente su estado inconsciente por el consciente, convendrá calificarlo [...]
como «susceptible de conciencia» o preconsciente. [...].
Por tanto, hemos atribuido tres cualidades a los procesos psíquicos: éstos pueden
ser conscientes, preconscientes e inconscientes. La división entre las tres clases de
contenidos que llevan estas cualidades no es absoluta ni permanente. [...] Lo
preconsciente se torna consciente sin nuestra intervención, y lo inconsciente puede
volverse consciente mediante nuestros esfuerzos, que a menudo nos permiten advertir
la oposición de fuertes resistencias. [...] Lo que en el tratamiento analítico por ejemplo,
es resultado de nuestro esfuerzo, también puede ocurrir espontáneamente: un contenido
generalmente inconsciente se transforma en preconsciente y llega luego a la conciencia,
como ocurre profusamente en los estados psicóticos. Deducimos de ello que el
mantenimiento de ciertas resistencias internas es una condición ineludible de la
normalidad. En el estado del dormir prodúcese regularmente tal disminución de las
resistencias, con la consiguiente irrupción de contenidos inconscientes, quedando
establecidas así las condiciones para la formación de los sueños. Inversamente,
contenidos preconscientes pueden sustraerse por un tiempo a nuestro alcance,
quedando bloqueados por resistencias, como es el caso de los olvidos fugaces, o bien
8
un contenido preconsciente puede volver transitoriamente al estado inconsciente
[..].
9
aún oculto enigma de lo psíquico [...].
Tras todas estas incertidumbres asoma, empero, un nuevo hecho cuyo
descubrimiento debemos a la investigación psicoanalítica. Hemos aprendido que los
procesos del inconsciente o del ello obedecen a leyes distintas de las que rigen los
procesos en el yo preconsciente. En su conjunto, denominamos a estas leyes proceso
primario, en contradicción con el proceso secundario, que regula el suceder del
preconsciente, del yo. Así pues, el estudio de las cualidades psíquicas no ha resultado, a
la postre, estéril.
10
HERMANN EBBINGHAUS
(1850-1909)
Lecturas recomendadas
CAPARRÓS, A., H. Ebbinghaus, un funcionalista investigador tipo dominio. Barce-
lona: Universitat de Barcelona, 1986. Un detenido estudio sobre la significación
funcionalista de Ebbinghaus no ceñido exclusivamente a su trabajo sobre la
memoria.
EBBINGHAUS, H., «Estudio experimental de la memoria». En J. M. Gondra (ed.), La
psicología moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo. Madrid: Desclée
de Brouwer, 1982 (2.a ed.) (pp. 135-158). Selección más amplia que la que aquí se
ofrece de la monografía de Ebbinghaus sobre la memoria.
GARRETT, H. E., Las grandes realizaciones en la psicología experimental. México:
Fondo de Cultura Económica, 1962 (2.a ed.). Contiene una clara y detallada
descripción de los experimentos de Ebbinghaus sobre la memoria y el olvido.
11
El estudio experimental de la memoria
[1885]
Este material carente totalmente de sentido que acabamos de mencionar ofrece muchas
ventajas, derivadas en parte de su falta de significado. En primer lugar, es relativamente
simple y homogéneo. En el caso del material más a mano, a saber, el verso o la prosa, la
variedad de contenidos, ya narrativos, ya descriptivos, ya reflexivos, los giros unas
veces patéticos y otras humorísticos, la belleza o rigor de las metáforas, la suavidad o
dureza de ritmo y rima, tienen que introducir una gran cantidad de influencias que
cambian de un modo irregular, y, por consiguiente, son perturbadoras: asociaciones que
entran o salen, grados diferentes de interés, recuerdos especialmente acertados, o bellos
versos, etc. Todas estas cosas son evitadas por nuestras sílabas. Entre los muchos miles
de combinaciones posibles, apenas hay unas pocas docenas que tengan algún
significado, y, de éstas, sólo habrá unas pocas cuyo significado sea descubierto por el
sujeto durante el aprendizaje.
Claro que no hay que dar demasiada importancia a la simplicidad y homogeneidad del
material; todavía está muy lejos de nuestro ideal. Porque el aprendizaje de las sílabas sin
sentido afecta a tres campos sensoriales, el ojo, el oído y el sentido muscular de los
órganos del lenguaje. Y aun cuando éstos participan de un modo muy limitado y siem-
12
pre muy similar, sin embargo, hay que predecir una cierta complejidad de los resultados
debido a su acción conjunta.
En particular, la homogeneidad de las series de sílabas no corresponde a eso que
podría esperarse de ellas; presentan grados muy notables y casi imperceptibles de
facilidad y dificultad. En la práctica parece como si, desde este punto de vista, las
diferencias entre material con y sin sentido no fueran todo lo grandes que uno hubiera
podido imaginarse a priori. Al menos, en el aprendizaje de memoria de algunos cantos
del Don Juan, de Byron, yo no encontré una dispersión numérica relativamente mayor
que la de las sílabas sin sentido en cuyo aprendizaje había empleado una cantidad de
tiempo aproximadamente igual. En el primer caso, las innumerables influencias
perturbadoras ya mencionadas parecen haberse compensado mutuamente para producir
un cierto efecto intermedio; mientras que en el segundo caso, la predisposición hacia
ciertas combinaciones de sílabas y letras, por influjo de la lengua materna, tiene que ser
muy heterogénea.
Más indudables son las ventajas de nuestro material en otros dos aspectos. En
primer lugar nos permite una cantidad inagotable de nuevas combinaciones de carácter
totalmente homogéneo, mientras que los diferentes poemas, los distintos trozos de
prosa, siempre tienen algo que impide la comparación. En segundo lugar, las sílabas
sin sentido permiten una variación cuantitativa cómoda y segura; mientras que la
terminación antes del final, o el comenzar en la mitad de una estrofa o de una frase,
traen consigo nuevas complicaciones debidas a las diferentes perturbaciones de
sentido que comportan.
Las series numéricas, las cuales también utilicé, resultaron demasiado pequeñas
para una investigación larga, debido al número escaso de sus elementos básicos.
13
pasaba directamente a la siguiente serie del mismo experimento.
5. Durante el aprendizaje, y en la medida en que ello era factible, se tuvo el
propósito de alcanzar el objetivo deseado con la máxima rapidez. Así, en la
medida limitada en que la voluntad consciente puede influir en ellos, siempre
intentamos concentrar al máximo nuestra atención en el trabajo fatigante, y en
su objetivo. Naturalmente, para lograr este propósito se tomó en consideración
todo aquello que supusiera un alejamiento de las perturbaciones externas;
también se evitó en la medida de lo posible las pequeñas distracciones
procedentes de la realización del experimento en ambientes diferentes.
6. Nunca intentamos conectar las sílabas sin sentido por medio de relaciones
inventadas, tales, por ejemplo, como las reglas de la nemotecnia; el aprendizaje
fue debido simplemente a la influencia de las meras repeticiones sobre la
memoria natural. Como yo no poseo el más mínimo conocimiento práctico del
arte de la nemotecnia, el cumplimiento de esta condición no tuvo para mí
ninguna dificultad.
7. Finalmente, y ante todo, procuré que las condiciones de la vida exterior durante
el período de los experimentos, permanecieran libres, por lo menos, de cambios
e irregularidades demasiado grandes. Naturalmente, dado que los experimentos
duraron varios meses, esto sólo es posible en una medida muy limitada. Pero
tuvimos buen cuidado de realizar en idénticas condiciones de vida aquellos
experimentos cuyos resultados debían de ser directamente comparados. En
particular, las ocupaciones previas al experimento siempre fueron lo más
idénticas posible.
14
JOHN B. WATSON
(1878-1958)
Lecturas recomendadas
WATSON, J. B., El conductismo. Buenos Aires: Paidós, 1972 (4.a ed.). El libro tal
vez más popular de Watson, en el que éste expone su concepción general de la
psicología.
15
El condicionamiento de la conducta emocional
[1930]
16
A causa del estado perturbado de Alberto, suspendimos las pruebas una semana.
17
EDWARD C. TOLMAN
(1886-1959)
Lecturas recomendadas
18
LAFUENTE, E., «El conductismo propositivo de E. C. Tolman». En E. Quiñones, E
Tortosa y H. Carpintero (eds.), Historia de la psicología. Textos y comentarios. Madrid:
Tecnos, 1993 (pp. 412-421). Comentario a un fragmento de un temprano artículo de
Tolman donde éste propone su idea de un conductismo molar superador del watsoniano.
TOLMAN, E. C., «La conducta, un fenómeno molar». En J. M. Gondra (ed.), La psi-
cología moderna. Textos básicos para su génesis y desarrollo histórico. Bilbao: Desclée
de Brouwer, 1982 (2.a ed.) (pp. 561-576). Selección más amplia que la recogida en
estas páginas del libro fundamental de Tolman.
19
Un conductismo molar
[1932]
2. Conductismos y conductismos
La posición general adoptada en este ensayo será la del conductismo, pero será un
conductismo de una variedad especial, porque hay conductismos y conductismos.
Watson, el archiconductista, propuso una de ellas. Pero, desde entonces, otros [...] han
brindado otras variedades considerablemente distintas. [...] Aquí nos limitaremos a
presentar ciertos rasgos distintivos como introducción a lo que va a ser nuestra propia
variedad.
4. La definición molar
20
fisiológicos subyacentes que lo constituyen. La conducta en cuanto tal al menos hoy por
hoy, no puede deducirse de una mera enumeración de contracciones musculares, de los
meros movimientos que, en tanto que movimientos, la constituyen. Aún tiene que ser
estudiada de primera mano y por sí misma.
Un acto en tanto que «conducta» tiene características distintivas propias. Hay que
identificar y describir estas propiedades al margen de cualquier proceso muscular,
glandular o nervioso subyacente. Es de suponer que estas nuevas propiedades
características de la conducta molar estarán estrictamente correlacionadas con nociones
fisiológicas; si se quiere, que dependerán de ellas. Pero descriptivamente y por sí
mismas son distintas de esas nociones.
Una rata recorriendo un laberinto, un gato saliendo de una caja-problema, un
hombre volviendo a cenar a casa, un niño escondiéndose de un desconocido, una mujer
lavando la ropa o charlando por teléfono, un estudiante rellenando la hoja de un test
mental, un psicólogo recitando una lista de sílabas sin sentido, mi amigo y yo
contándonos lo que pensamos y sentimos: todo esto son conductas (en tanto que
molares). Y debe repararse en que, al mencionarlas, no nos hemos referido en ningún
caso ni a los músculos, ni a las glándulas, ni a los nervios sensoriales y motores
implicados en ellas; en la mayor parte de los casos, nos ruborizamos al confesarlo, ni
siquiera sabemos exactamente cuáles de ellos están implicados. Porque, de algún modo,
estas respuestas poseían otras características propias que eran suficientes para
identificarlas.
[...]
12. Recapitulación
21
JOHN SEARLE
(1932)
Lecturas recomendadas
22
La habitación china
[1984]
[...] Tener una mente es algo más que tener procesos formales o sintácticos.
Nuestros estados mentales internos tienen, por definición, ciertos tipos de contenido.
[...] Esto es, incluso si mis pensamientos se me presentan en cadenas de símbolos tiene
que haber más que las cadenas abstractas, puesto que las cadenas por sí mismas no
pueden tener significado alguno. Si mis pensamientos han de ser sobre algo, entonces
la cadenas tienen que tener un significado que hace que sean los pensamientos sobre
esas cosas. En una palabra, la mente tiene más que una sintaxis, tiene una semántica.
La razón por la que un programa de computador no pueda jamás ser una mente es
simplemente que un programa de computador es solamente sintáctico, y las mentes son
más que sintácticas. Las mentes son semánticas, en el sentido de que tienen algo más
que una estructura formal: tienen un contenido.
Para ilustrar este punto he diseñado un cierto experimento de pensamiento.
Imaginemos que un grupo de programadores de computador ha escrito un programa
que capacita a un computador para simular que entiende chino. Así, por ejemplo, si al
computador se le hace una pregunta en chino, confrontará la pregunta con su memoria
o su base de datos, y producirá respuestas adecuadas a las preguntas en chino. Su-
pongamos, por mor del argumento, que las respuestas del computador son tan buenas
como las de un hablante nativo del chino. Ahora bien, ¿entiende el computador, según
esto, chino? ¿Entiende literalmente chino, de la manera en que los hablantes del chino
entienden chino? Bien, imaginemos que se le encierra a usted en una habitación y que
en esta habitación hay diversas cestas llenas de símbolos chinos. Imaginemos que usted
[...] no entiende chino, pero que se le da un libro de reglas en castellano para manipular
esos símbolos chinos. Las reglas especifican las manipulaciones de los símbolos de
manera puramente formal, en términos de su sintaxis, no de su semántica. Así la regla
podría decir: «toma un signo changyuan-changyuan de la cesta número uno y ponlo al
lado de un signo chongyuon-chongyuon de la cesta número dos». Supongamos ahora
que son introducidos en la habitación algunos otros símbolos chinos, y que se le dan
reglas adicionales para devolver símbolos chinos fuera de la habitación. Supóngase que
usted no sabe que los símbolos introducidos en la habitación son denominados
«preguntas» de la gente que está fuera de la habitación, y que los símbolos que usted
devuelve fuera de la habitación son denominados «respuestas a las preguntas».
Supóngase, además, que los programadores son tan buenos al diseñar los programas y
que usted es tan bueno manipulando los símbolos que enseguida sus respuestas son
indistinguibles de las de un hablante nativo del chino. [...] Sobre la base de la situación
tal como la he descrito, no hay manera de que usted pueda aprender nada de chino
manipulando esos símbolos formales.
Ahora bien, lo esencial de la historieta es simplemente esto: en virtud del
cumplimiento de un programa de computador formal desde un punto de vista de un
observador externo, usted se comporta exacta mente como si entendiese chino, pero a
pesar de todo usted no entiende ni palabra de chino. Pero si pasar por el programa de
computación apropiado para entender chino no es suficiente para proporcionarle a
usted comprensión del chino, entonces no es suficiente para proporcionar a cualquier
otro computador digital comprensión del chino. [...] Todo lo que el computador tiene,
como usted tiene también, es un programa formal para manipular símbolos chinos no
interpretados. Para repetirlo: un computador tiene una sintaxis, pero no una semántica.
Todo objeto de la parábola de la habitación china es recordarnos un hecho que
conocíamos desde el principio. Comprender un lenguaje, o ciertamente tener estados
mentales, incluye algo más que tener un puñado símbolos formales. Incluye tener una
23
interpretación o un significado agregado a esos símbolos. Y un computador digital, tal
como se ha definido, no puede tener más que símbolos formales, puesto que la
operación del computador [...] se define en términos de su capacidad para llevar a cabo
programas. Y esos programas son especificables de manera puramente formal —esto
es, no tienen contenido semántico—.
[SEARLE, J., Mentes, cerebros y cienca Madrid: Cátedra, 1990 (2.a ed.) (pp. 37-39).
Trad., L. Valdés]
24
ABRAHAM H. MASLOW
(1908-1970)
Lecturas recomendadas
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Conductas encaminadas a la autorrealización
[1971]
¿Qué hace uno cuando se autorrealiza? ¿Aprieta los dientes y se retuerce? ¿Qué
significa la autorrealización en función de la conducta real? Describiré ocho modos de
autorrealizarse.
Primero, la autorrealización significa vivenciar plena, vívida y desinteresadamente, con
una concentración y absorción totales. Significa vivenciar sin la timidez del adolescente. En este
momento, la persona es total y plenamente humana. Este es un momento de autorrealización, el
momento en que el sí mismo (self) se actualiza. Como individuos, todos pasamos por tales
momentos de vez en cuando. Como consejeros, podemos ayudar a los pacientes a sentirlos más
a menudo, alentándoles a que se absorban totalmente en algo y a que se olviden de poses, defen-
sas y timideces, es decir, a que se lancen «de cabeza». [...]
Segundo, consideremos la vida como un proceso de elecciones sucesivas. En cada
instante existe una elección progresiva o una elección regresiva. Podemos orientarnos hacia la
defensa, la seguridad o el miedo. Pero, en el lado opuesto, está la opción de crecimiento. Elegir
el crecimiento en lugar del miedo doce veces al día, significa avanzar doce veces al día hacia la
autorrealización. La autorrealización es un proceso continuo. [...]
Tercero, hablar de autorrealización implica que hay un sí mismo que se actualiza. Un
ser humano no es una tabula rasa, una masa de arcilla o plastilina. Es algo que ya está, por lo
menos una especie de estructura «cartilaginosa». Un ser humano es, como mínimo, su
temperamento, sus equilibrios bioquímicos, etc. Existe un sí mismo, y lo que a veces he llamado
«escuchar las voces del impulso» significa dejarlo que emerja. Muchos de nosotros, la mayor
parte del tiempo (y esto se amplía en especial a los niños y jóvenes) no nos escuchamos sino que
escuchamos las voces introyectadas de Mamá, Papá, el Sistema, los Mayores, la autoridad o la
tradición. [...]
Cuarto, en la duda, optad por ser sinceros. Estoy a resguardo con la frase «en la duda»,
así que no necesito debatir cuestiones de diplomacia. A menudo, cuando dudamos no somos
sinceros. Los clientes casi nunca lo son. Juegan juegos y adoptan poses. No aceptan con fa-
cilidad la sugerencia de ser sinceros. Mirar dentro de uno mismo en busca de respuestas implica
asumir responsabilidad. Esto es en sí mismo un paso hacia la autorrealización. [...] Este es uno
de los grandes pasos. Cada vez que uno se responsabiliza hay una realización del sí mismo.
Quinto, hasta ahora hemos hablado de vivenciar sin timidez, de elegir la opción del
crecimiento y no la del temor, de escuchar las voces del impulso, de ser sinceros y de
responsabilizarnos. Todos esos son pasos hacia la autorrealización, y todos garantizan mejores
opciones de vida. Quien haga cada una de estas pequeñas cosas cada vez que llega el punto de
decisión, descubrirá que configuran mejores opciones acerca de lo que está constitucionalmente
bien para él. Sabrá cuál es su destino, quién será su cónyuge, cuál será su misión en la vida. No
se puede escoger sabiamente para toda una vida a menos que uno se atreva a escucharse a sí
mismo, a su propio sí mismo (self), a cada instante de la vida, y a decir con alma: «No, esto y
aquello no me gustan». [...] Expresar algo sinceramente implica atreverse a ser diferente,
impopular, inconformista.
Sexto, la autorrealización no es únicamente un estado final, sino también un proceso de
actualización de las propias potencialidades, en cualquier momento, en cualquier grado. Es, por
ejemplo, cuestión de hacernos más despiertos mediante el estudio, si somos inteligentes. La
autorrealización significa usar la propia inteligencia. No significa, necesariamente, hacer algo
fuera de lo común [...]. Supone hacer bien aquello que uno quiere hacer. Convertirse en un
médico de segunda no es un buen camino hacia la autorrealización. Hay que ser de primera, o
tan bueno como uno pueda ser.
Séptimo, las experiencias cumbre son momentos transitorios de autorrealización. Se
trata de momentos de éxtasis que no pueden compararse, garantizarse, ni siquiera buscarse.
Debemos dejar, como escribió C. S. Lewis, «que el gozo nos sorprenda». Pero podemos
establecer las condiciones para que las experiencias cumbre sean más probables, o podemos
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establecer perversamente las condiciones para que sean menos probables [...]
Prácticamente todo el mundo tiene experiencias cumbre, pero no todos lo saben.
Algunos restan importancia a esas pequeñas experiencias místicas. Ayudar a la gente a
reconocer esos breves momentos de éxtasis cuando suceden es parte de la tarea del consejero o
metaconsejero. Sin embargo, ¿cómo logra nuestra propia psique, sin ninguna señal externa
como referencia —ahí no hay pizarra—, mirar dentro de la psique oculta de otra persona y
luego tratar de comunicarse? Tenemos que elaborar una forma de comunicación nueva. He
intentado una que describo en otro apéndice [...].
Octavo, descubrir quién es uno, qué es, qué le gusta, qué no le gusta, qué es bueno o
malo para uno, hacia dónde va y cuál es su misión —abrirse para sí mismo—, significa
desenmascarar la psicopatología. Quiere decir identificar las defensas, y después de haberlas
identificado, significa encontrar coraje para renunciar a ellas. Eso es doloroso porque las
defensas se erigen contra algo desagradable. Pero vale la pena renunciar a las defensas. Si la
bibliografía psicoanalítica nos ha enseñado algo, ha sido que la represión no es un buen modo
de resolver los problemas.
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