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Facultad de Ciencias Sociales

Magister en Drogodependencias

Ensayo
Trabajo Terapéutico de Familias con un miembro
con Consumo Problemático de Drogas y una propuesta
desde el Modelo de Resiliencia Familiar

Profesor:
Francisco Hernández

Alumno:
Claudio Rojas Jara.

Santiago, 27 de Agosto del 2010.


Magister en Drogodependencias

¿A la puerta de qué familia se puede colgar el letrero: ‘no hay problema’?


Proverbio Chino

INTRODUCCION

Las siguientes líneas pretenden situar al lector en la perspectiva de la intervención de


familias en cuyo seno existe un miembro con uso problemático de drogas, haciendo una
sucinta y general revisión de su proceso y ofreciendo una propuesta tentativa de
intervención bajo el modelo de resiliencia familiar de Froma Walsh (2004). La intención
principal es ahondar en como la propuesta del autor puede ser aplicable a la familia que
se encuentra en un profundo estado de crisis debido al consumo de drogas de alguno de
sus integrantes y cómo una visión orientada a la visualización de las soluciones, las
competencias y las capacidades podría, eventualmente, otorgar una manera de orientar
las intervenciones familiares hacia un polo de desarrollo que favorezca la acción sobre los
desafíos que enfrenta el grupo familiar.

DE LAS FAMILIAS

Considerando la amplitud de los contextos, desde los niveles macro como son las
economías imperantes o la globalización mundial hasta los niveles micro como las
ciudades y barrios (entorno sociocultural inmediato), hemos de reconocer la importancia y
el valor que adquiere la familia como agente primario en donde se elaboran los
mecanismos esenciales de incorporación efectiva al mundo. En este medio familiar el
individuo adquiere sus primeras experiencias sociales a partir de la interacción que
ejecuta con los miembros de este sistema (González, Montalvo & Soria, 2004) como la
escuela, la iglesia, los vecinos, el grupo de amigos, etc. La familia entonces, es por
excelencia, el centro de desarrollo personal, el laboratorio de experiencias de lealtad,
represión, juegos de poder, competencia y estabilidad. En el interior familiar se presentan
paradojalmente las armonías y los conflictos más grandes, procesos que, muchas veces, ni

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siquiera son perceptibles por sus miembros y de ahí que no ha de extrañar la influencia de
la familia en los individuos (Pochet & Valverde, 2003). De esta forma la familia va
entregando al sujeto las normativas y valores para poder establecer relaciones con los
demás. La familia presenta la capacidad de moldear el comportamiento de sus integrantes
y por eso la importancia de hacer hincapié en su análisis y de otorgarle un valor esencial
en la intervención de las patologías que se pudiesen presentar estos.

DE LAS FAMILIAS Y LAS DROGAS

El consumo de drogas no se circunscribe como un problema que genere un impacto sólo


en el consumidor, sino que alcanza a las diversas áreas del sujeto en las cuales se
encuentra inserto, con las que interactúa cotidianamente y forma parte activa. También
se puede reconocer que las influencias del contexto han de incidir, positiva o
negativamente, en los comportamientos que presente un individuo y en el caso del
consumo de drogas el entorno tiende a favorecer o evitar la presencia de usos
problemáticos de sustancias en sujetos determinados. En este mismo sentido, resulta
particularmente importante reconocer que en el caso de las familias con un miembro con
uso problemático de drogas se han de considerar ciertos elementos mínimos pero
esenciales: 1) que las familias que tienen un miembro consumidor activo de drogas
vivencian algún tipo de deterioro o dificultad en el desarrollo del potencial humano de sus
miembros (Pochet & Valverde, 2003); 2) que no sólo el consumidor vive el problema,
también lo hace todo su grupo familiar; 3) que dada la dinámica interaccional de la familia
y el individuo se hace imposible comprenderlos por separado (Rees & Valenzuela, 2003); y
4) que, en coherencia con los puntos anteriores, todo sistema familiar debe formar parte
del tratamiento dado que un síntoma, aunque se presente en un solo miembro, refiere a
una familia que vive un momento de estrés (González et al., 2004).

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DE LAS FAMILIAS, LAS DROGAS Y LA TERAPIA

En términos generales, y según como refieren Rees & Valenzuela (2003), en diversos
estudios de familias con un miembro con uso problemático de drogas se han podido
identificar patrones conductuales disfuncionales recurrentes tanto en los padres, como en
el usuario de drogas. En la dinámica familiar se ha descrito una insuficiente diferenciación
entre los subsistemas conyugal y fraterno, incongruencias en el ordenamiento jerárquico y
una distorsión en la alianza conyugal caracterizada por la inclusión de los hijos como
terceros participantes en el conflicto de aquélla. Otras dinámicas influyentes en el
consumo de sustancias son los grados de cohesión, adaptabilidad, fortalezas y unión
familiares, y la felicidad marital de los padres. Desde la perspectiva de la estructura
familiar, se ha reportado una tendencia a mayores consumos en los hijos de familias
uniparentales y/o con padrastros. Considerando la importancia de la familia en los
diversos procesos interno-externo que viven sus miembros y también las características
que alcanza esta al presentar uno de ellos un consumo problemático de drogas la
pregunta que sigue es: ¿Qué hacemos con esto? Si la familia como un todo es fuente vital
de la aparición (o no) de diversos fenómenos resulta también determinante, para la
resolución de los eventuales conflictos, que la familia sea incorporada a una intervención
terapéutica que haga eco y reflexión de lo que acontece en su interior. Es bajo este
escenario donde la Terapia Familiar surge como un modelo de intervención que permite
abordar situaciones como el consumo problemático de uno de sus miembros, donde se
reconoce que todos los integrantes de la familia que son afectados directamente deben ir
trabajando en forma colectiva para resolver esta situación (Stanton & Todd, 1999). El
principio básico de la terapia familiar consiste en asumir que el consumo de drogas acaba
siendo un eje central alrededor del cual se organiza la familia, y que por lo tanto cualquier
solución a largo plazo requiere que la familia colabore y se implique en el tratamiento
(Marcos & Garrido, 2009). La terapia familiar posee diversas orientaciones para el trabajo
con familias que presentan un miembro con un consumo problemático de drogas, desde
el Modelo Estructural que en términos generales busca cambiar la organización y el

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equilibrio, es decir, buscar fortalecer los cimientos que permiten el funcionamiento


familiar, hasta el Modelo Estratégico que pretende dirigir la intervención hacia la
interrupción de las soluciones ineficaces intentadas y proponer nuevas soluciones, donde
un elemento importante es conocer sus creencias, ideas y su lenguaje. Ambos modelos no
son mutuamente excluyentes y se ve reflejado en el Modelo Estructural-Estratégico que
Stanton & Todd (1999) proponen como una terapia orientada hacia metas precisas a corto
plazo, que introduce prácticas de ambos enfoques y donde lo estructural aparece como el
paradigma orientador y lo estratégico se ve reflejado en su énfasis en un plan específico y
enfatizando la participación activa de la familia de origen del adicto en la terapia.

DE LAS FAMILIAS, LAS DROGAS, LA TERAPIA Y LA RESILIENCIA

Tal como hemos revisado hasta ahora la familia con toda su fenomenología tiene una
incidencia importante en el desarrollo y evolución vital de cada uno de los sujetos que son
parte de ella. Además, se reconoce como las creencias, la comunicación, el
funcionamiento, la organización y la manera en cómo se elaboran y afrontan las
situaciones complejas determinan la resolución de estas o la cronificación de síntomas en
el ámbito familiar. Tomando en consideración estas premisas, lo que se propone es una
metodología de intervención en familias con un miembro que presenta consumo
problemático de drogas basado en el modelo de resiliencia familiar de Walsh. Según el
autor, la resiliencia familiar designa los procesos de superación y adaptación que tienen
lugar en la familia como unidad funcional (Walsh, 2004). De este modo, se desprende que
de la forma en que la familia enfrente y maneje las experiencias problemáticas, maneje el
estrés, se organice con eficacia y siga adelante con su vida influirá en la adaptación
inmediata y mediata de todos sus integrantes, así como también, en la supervivencia y
bienestar de la unidad familiar misma. Para Walsh (2004) en terapia familiar la postura de
resiliencia se funda en una serie de convicciones sobre las potencialidades de la familia
incluso las que se llevan a cabo con aquellas sumamente vulnerables cuya vida está
colmada de situaciones críticas. De esta forma, ofrecería una suerte de marco positivo y

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práctico que orientaría y fortificaría a las familias en la medida que resuelven sus
dificultades. Así, la terapia familiar podría aumentar su eficacia si identifica los procesos
fundamentales para la resiliencia familiar (Walsh, 2004) estimulando los esfuerzos de la
propia familia con respecto a su recuperación y desarrollo. Cada uno de estos procesos es
aplicable a las familias con un miembro con problemas de drogas y para su revisión se
describen a continuación: 1) el sistema de creencias, 2) los patrones organizacionales, y 3)
los procesos de comunicativos. Una visión tentativa práctica de la consideración de estos
tres procesos de resiliencia familiar, aplicándoles en la terapia de familias con un miembro
que presenta consumo problemático de drogas, se ofrece en lo siguiente como una
propuesta de intervención.

En primer lugar, dentro del Sistema de Creencias existen tres posibilidades de


acción. Darle un sentido a la adversidad, a los conflictos y su re-definición como desafíos
podría eventualmente generar valor asociativo de los miembros otorgándole un valor
sinérgico a las relaciones familiares y su orientación hacia estos desafíos. La visión del
consumo de drogas de un integrante como una posibilidad de conectividad familiar para
su afrontamiento puede otorgar un sentido de unificación en pro de las soluciones y se
contrapone, evidentemente, al aislamiento del paciente índice que visibiliza el síntoma. La
confianza en la superación de dificultades permite el desarrollo progresivo de una
perspectiva positiva y la re-significación del conflicto. La dominación de lo rotulado como
“imposible” por la familia (evaluación de la crisis), como la modificación del patrón de
consumo del miembro con el problema (abstinencia o reducción), por medio del análisis
guiado en la terapia familiar permite enfrentar a un “enemigo con rostro definido” que
otorga claridad sobre los posibles mecanismos de solución y la minimización de la angustia
de lo ajeno, lo desconocido o lo negado. La apertura a nuevas posibilidades (creatividad),
el desarrollo de la fe, la espiritualidad y la trascendencia no pueden ser excluidos de la
intervención familiar ya que dan le otorgan un valor y finalidades más abarcativos
aceptando, validando y reconociendo los rituales familiares que pueden dar soporte a una
visión resiliente.

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En segundo lugar, acerca de los Patrones Organizacionales se debiese fomentar la


flexibilidad como capacidad para el cambio centrado en la recuperación, reorganización y
la adaptación a los desafíos a lo largo del tiempo. Los patrones que determinan el
consumo de uno de los miembros de la familia pueden ser comprendidos del análisis
guiado de la etapa del ciclo vital en el que se sitúa la familia, visualizando sus
características de manera integral (positivas y negativas) para que pueda dar
normalización y contextualización a ciertos sucesos como el uso de drogas de un miembro
dando la posibilidad de des-rigidizar organizaciones poco permeables a modificaciones
saludables. Desde la lógica de la conexión han de favorecerse el apoyo mutuo, la
colaboración y el compromiso familiar. Esto también puede, y debe, implicar un respeto
por las necesidades, fronteras y diferencias individuales como una forma de que la
conexión no determine procesos de falsa individuación o bloqueos en el desarrollo de sus
integrantes y se promueva la autonomía funcional de estos. La búsqueda de re-conexión
del miembro con consumo de drogas, como una forma de reconciliación de las relaciones
dañadas, puede favorecer la elaboración de nuevos y constructivos patrones
organizacionales o la modificación de aquellos cronificados y perniciosos, dando a la
familia (y al miembro sintomático) la opción de cambio y superación.

En tercer lugar, sobre los Procesos Comunicativos es vital que se inicie una
intervención que permita que la familia con un miembro con consumo de sustancias
pueda emitir mensajes claros, coherentes (palabras y conductas) y específicos para evitar
ambigüedades que sean mal interpretadas por los integrantes y no permitan entender el
cambio y sus beneficios. La alienación de este concepto puede derivar en familias que
castiguen el consumo del miembro sintomático pero cuyas conductas son próximas o
favorecedoras de las drogas (presencia de tráfico, otros miembros con uso de drogas, co-
dependencia, etc.). Lo comunicacional también debe dar cuenta de la expresión emocional
sincera (ya hablamos anteriormente de palabras y conductas) donde la familia pueda ser
guiada hacia la expresión de la multiplicidad de emociones y el compartir su significado,
buscando la empatía mutua de sus integrantes y la aceptación de las diferencias que se

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pueden presentar, sobre todo en el miembro que presenta el consumo de drogas. Por
último, se propone además a nivel comunicacional que la resolución cooperativa de los
desafíos por medio de la elaboración de ideas creativas (diversas soluciones alternativas),
decisiones compartidas (construcción de opciones), la concentración de metas (toma de
medidas concretas) y un discurso familiar consensuado de prevenir las crisis y la
preparación para los desafíos del futuro, puede proveer a la familia una forma de
apoyarse en el éxito y “aprender” del fracaso. Esta metodología de acción cooperativa
puede re-administrar los engranajes familiares, incluido obviamente el miembro adicto,
para que la funcionalidad del sistema familiar alcance a cada uno de sus integrantes.

Finalmente, a modo de cierre y síntesis, se puede observar como el modelo de Walsh


aplicado a la práctica terapéutica con familias en donde un miembro presenta consumo de
drogas puede resultar un soporte teórico-práctico positivo, interesante y estudiable toda
vez que pueda dar cuenta de los fenómenos que se presentan en una familia que vive una
crisis y, además, que sea capaz de identificar, fortalecer y dar utilidad a las competencias,
capacidades y recursos que la familia presenta pese a la vulnerabilidad a la que se vea
sometida.

Referencias Bibliográficas

González, M., Montalvo, J. & Soria, R. (2004) Análisis sistémico de familias con un hijo con un adolescente
drogadicto. Psicología y Ciencia Social, 6(2), 3-9.

Marcos, J. & Garrido, M. (2009) La terapia familiar en el tratamiento de las adicciones. Apuntes de
Psicología, 27(2-3), 339-362.

Pochet, J. & Valverde, L. (2003) Drogadicción: hijos de la negación. Revista de Ciencias Sociales, 1(99), 45-55.

Rees, R. & Valenzuela, A. (2003) Características individuales y de la estructura familiar de un grupo de


adolescentes abusadores de alcohol y/o marihuana. Revista Chilena de Neuropsiquiatría, 41(3),
173-185.

Stanton, M. & Todd, T. (1999) Terapia familiar del abuso y adicción a las drogas (4ª ed.). Barcelona: Editorial
Gedisa.

Walsh, F. (2004) Resiliencia familiar: estrategias para su fortalecimiento. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

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