Sunteți pe pagina 1din 8

TEMA 8 La revolución rusa

A principios del siglo XX, el Imperio regentado por Nicolas II era un gigante con pies de
barro. El zar gobernaba sobre un territorio inmenso (20 millones de km 2) y muy
poblado (100 millones de habitantes). Pero este vasto imperio constituía uno de los
Estados más atrasados de Europa.
En el ámbito político, Rusia continuaba siendo una autocracia: el zar gobernaba
directamente el imperio y no estaba sujeto a ninguna Constitución, ni tenía que rendir
cuentas ante ningún Parlamento.
Los partidos políticos estaban prohibidos y una eficaz policía reprimía cualquier
oposición. La Iglesia ortodoxa gozaba de influencia social y constituía uno de los pilares
ideológicos del zarismo.
La economía:
-La economía rusa se sostenía en una agricultura técnicamente muy atrasada y con una
baja producción, que a duras penas conseguía alimentar a toda la población.
La moderna industrialización y el capitalismo solo habían penetrado en la parte más
occidental del Imperio (San Petersburgo, Moscú, Ucrania, el Mar Negro…).
La sociedad:
-La sociedad era una de las más desiguales de Europa. En la cúspide se hallaba la
nobleza, que era la propietaria de la mayor parte de la tierra y que hacía exhibición de
sus riquezas y de su vida lujosa.
En el otro extremo se encontraban los campesinos, la inmensa mayoría de la
población. Vivían en condiciones de extrema pobreza, sometidos a un duro ritmo de
trabajo y la mayoría eran analfabetos. En medio de ambos, se situaban los kulaks,
medianos propietarios, que se habían enriquecido acumulando tierras.
En las ciudades industriales se había concentrado un importante contingente de
obreros. Muchos de ellos eran antiguos campesinos que habían emigrado en busca de
trabajo huyendo de la miseria rural.
La mayoría trabajaba en grandes empresas, percibía salarios bajos y vivía en
condiciones precarias. La débil industrialización comportaba que la burguesía fuese
numéricamente escasa y tuviera poca influencia en los ámbitos del poder.
Desde finales del siglo XIX, se había desarrollado una creciente oposición a la
autocracia zarista y a sus arcaicas estructuras sociales, que había adquirido fuerza
entre el campesinado y el proletariado.
Los primeros opositores eran conocidos como populistas (narodniki) y propugnaban la
destrucción del zarismo y la construcción de un socialismo de base agraria. Entre ellos
arraigó el anarquismo, que produjo algunos de sus grandes intelectuales, como
Bakunin y Kropotkin. Una de sus organizaciones era Tierra y Libertad, que propugnaba
el reparto de la tierra entre los campesinos y defendía la acción directa contra la
autocracia (asesinato del zar Alejandro II, en 1881).
A principios del siglo XX se creó el Partido Socialista Revolucionario (SR, denominados
eseritas), que tenia una gran influencia sobre los campesinos porque defendía la
necesidad de expropiar la tierra de los terratenientes. El desarrollo del proletariado
comportó la difusión del marxismo y, en 1898, se fundó el Partido Socialdemócrata
Ruso (POSDR), que tenía a Georgi Plejánov como inspirador.
En 1904, este partido se escindió en dos alas: bolchevique, con Vladimir Ilich Uliánov
(Lenin) como líder, y menchevique. El segundo constituía un partido de masas que
seguía las directrices de la II Internacional, mientras los primeros propugnaban un
nuevo tipo de partido más minoritario, con una organización rígida y centralizada e
integrado por una élite de revolucionarios disciplinados dispuestos a tomar el poder
por la fuerza.
En Enero de 1905 estalló un movimiento revolucionario en San Petersburgo, la capital
del Imperio. Una gran manifestación ante el Palacio de Invierno, donde residía el zar,
protestó contra el despotismo y la injusticia social y demandó mejoras en las
condiciones de vida de la población y la celebración de una Asamblea Constituyente
elegida por el pueblo. La protesta fue reprimida por el ejército, y provocó más de 300
muertos y mil heridos (Domingo Sangriento).
La revolución obligó al zar a emprender algunas reformas económicas y políticas, que
anunció en el Manifiesto de Octubre, en el que se comprometía a respetar las
libertades públicas. Respondiendo a las populares, el zar convocó una Duma (nombre
del Parlamento en Rusia) y el ministro Pyotr Stolypin propuso una reforma agraria con
el objetivo de mejorar la producción agrícola.
La creación de la Duma propició el surgimiento de partidos liberales de composición
burguesa. El Partido Octubrista defendía una monarquía constitucional y apoyó las
tímidas reformas propuestas por el zar. El Partido Democrático Constitucional (KDT,
conocido como kadete) representaba a las clases medias y proponía una Asamblea
Constituyente elegida por sufragio universal que determinase la forma del Estado ruso.
Las reformas iniciadas tras la revolución de 1905 quedaron muy lejos de transformar
las arcaicas estructuras sociales y políticas del Imperio. El sufragio para elegir a la
Duma se estipuló de forma corporativa e indirecta para impedir el auge de las fuerzas
opositoras.
El poder del Parlamento era escaso y el zar y sus ministros no eran responsables ante
él. Además, la reforma agraria había favorecido a los kulaks, que habían aumentado
sus propiedades a costa de los campesinos más pobres o de las tierras de las comunas
rurales.
Pero en 1914 parecía que el zarismo había superado sus problemas. El poder del zar
controlaba a la Duma, que era clausurada cuando le interesaba. La industrialización de
las ciudades crecía a buen ritmo y los problemas en el campo parecían apagados. Sin
embargo, la participación de Rusia en la Primer Guerra Mundial al lado de las potencias
aliadas creó la coyuntura para un nuevo estallido revolucionario de mayor
envergadura que el de 1905.
La economía rusa se orientó en abastecer al ejército. La mayoría de las fábricas se
transformaron en industrias de guerra y el reclutamiento de campesinos hizo disminuir
la producción agraria. Los productos de primera necesidad comenzaron a escasear, los
precios subieron y la capacidad adquisitiva de los asalariados disminuyó. La escasez y
el hambre se extendieron entre la población.
A este malestar se sumaron las derrotas militares ante Alemania. El ejército ruso
estaba poco equipado, deficientemente armado y mal dirigido. Las bajas entre los
combatientes, procedentes mayoritariamente de las clases populares, eran enormes y
muchos soldados desertaban. A las manifestaciones contra la carestía de la vida se
unió el descontento por lo que sucedía en el frente.
Para frenar las críticas, el zar disolvió la Duma y el malestar político aumentó. La
confianza en el zar se había hundido y el Estado se desintegraba. Los complots se
sucedían en una corte en la que el monje Rasputín, un personaje muy discutido, que
tenia cada vez mayor influencia sobre la familia Romanov. Rasputín fue asesinado por
un complot nobiliario en 1916.
Ante esta coyuntura, la situación revolucionaria se desató de nuevo. El desastre
militar, la penuria económica y el descontento político condujeron a la revolución de
febrero de 1917.
La revolución comenzó el día 23 de febrero con una gran manifestación en Petrogrado,
y encontró eco en diversas ciudades del Imperio. Como ya había ocurrido en 1905, en
todo el país se formaron comités revolucionarios de obreros, campesinos y soldados
(los soviets), que agrupaban a las fuerzas revolucionarias de oposición al zarismo
(eseritas, anarquistas, mencheviques y bolcheviques) y que adquirieron un gran
protagonismo en la organización de la revuelta.
El día 27 de febrero tuvo lugar una huelga general en las principales ciudades, que se
fue seguida por el amotinamiento de la guarnición militar de la capital, que se negó a
disparar a la multitud. Todas las protestas populares exigían la retirada de la guerra, la
dimisión del zar y la mejora de las condiciones de vida.
Ante la insistencia de parte del ejército y la presión popular y de los partidos de la
Duma, el zar decidió abdicar. La Duma tomó protagonismo en la crisis y, de acuerdo
con el sóviet de Petrogrado, nombró un gobierno provisional presidido por el
conservador príncipe Lvov.
El nuevo gobierno prometió reformas políticas y sociales, al tiempo que se
comprometía a convocar elecciones libres para una Asamblea Constituyente que
decidiese el destino político de Rusia.
El nuevo gobierno no atendió a las demandas de retirada de la guerra y decidió
mantener los compromisos militares con los aliados. A pesar de las reformas
prometidas, las condiciones de vida de la población no mejoraron, las manifestaciones
proliferaron de nuevo y la unanimidad de las fuerzas políticas que habían derrocado al
zar empezó a resquebrajarse.
Empezó entonces a perfilarse la existencia de un doble poder. Por un lado, el gobierno
provisional, apoyado por los sectores de la burguesía y del socialismo moderado, que
aspiraba a convertir Rusia en una república parlamentaria al estilo occidental. Por otro,
los sóviets, que agrupaban a las fuerzas revolucionarias y exigían la retirada inmediata
de la guerra, el reparto de tierras entre los campesinos, la mejora de las condiciones
salariales y laborales, etc.
El gobierno provisional permitió el regreso a Rusia de los exiliados políticos del
zarismo. En el mes de abril, un grupo de ellos, entre los que se hallaba el dirigente
bolchevique Lenin, llegó a Petrogrado.
Su llegada dio un giro inesperado a los acontecimientos. Lenin defendía que la
revolución que acababa de producirse debía superar la fase liberal-burguesa que
representaba el gobierno provisional y convertirse en una revolución proletaria, que
acabase con el capitalismo y la burguesía y otorgase el poder a los obreros y
campesinos (dictadura del proletariado).
Lenin y sus colaboradores prepararon la insurrección de los sóviets y planificaron la
toma del poder por los bolcheviques. Para ello dedicaron sus esfuerzos a las siguientes
tareas:

 Convencer a los bolcheviques de la necesidad de la insurrección armada, y para


ello se lanzó la consigna “¡Todo el poder para los sóviets!”, que se convirtió en
un programa revolucionario para poner fin a la dualidad de poderes existente.
 Aumentar la influencia bolchevique en los sóviets, y conseguir que estos
retirasen su apoyo al gobierno provisional y preparasen el asalto al poder.
 Planificar la insurrección armada con rapidez y disciplina.
El desencanto de las clases populares con las promesas no cumplidas por el gobierno
provisional y las dificultades cotidianas derivadas de la guerra crearon las condiciones
para el triunfo de la revolución obrera.
El Segundo Congreso de los sóviets destituyó al gobierno provisional y aprobó la
formación de un Consejo de Comisarios del Pueblo con mayoría bolchevique y dirigido
por Lenin, que se constituyó en el primer gobierno obrero y campesino.
El nuevo ejército decretó las primeras medidas revolucionarias: abolición de la
propiedad privada de la tierra y expropiación, por parte de los sóviets, de los grandes
latifundios, control obrero de las empresas de más de cinco trabajadores,
nacionalización de la banca, supresión del ejército zarista y reconocimiento del
derecho a la autodeterminación de los diversos pueblos del Imperio.
Un nuevo decreto mostró la determinación del gobierno de establecer la paz con
Alemania. Las conversaciones llevaron a la firma de un tratado en Brest-Litovsk (1918),
en el que se aceptaban todas las exigencias de la parte alemana. Rusia renunció a los
países bálticos, Finlandia, los territorios polacos y Besarabia, mientras Ucrania se
declaró independiente.
En noviembre de 1917 se convocaron las elecciones previstas por el gobierno
provisional para elegir una Asamblea Constituyente. Los resultados electorales no
fueron los esperados por los bolcheviques. Ante esta situación, decidieron disolver la
Asamblea en su primera y única sesión porque esta se negaba a someter sus
decisiones a la aprobación de los sóviets. La revolución bolchevique daba la espalda al
sistema democrático-parlamentario y un Congreso de sóviets sería el encargado de
establecer las nuevas instituciones del Estado proletario.
La revolución había triunfado, pero los bolcheviques solo controlaban una amplia zona
alrededor de Petrogrado y Moscú, que se convirtió en la nueva capital. Los defensores
del zarismo, los sectores que apoyaban al gobierno provisional y aspiraban a una
república parlamentaria y los campesinos propietarios de tierras iniciaron la resistencia
armada con el objetivo de impedir la consolidación del Estado soviético. A ellos se
sumaron, en 1918, algunas potencias occidentales (Gran Bretaña, Estados Unidos,
Polonia…) que invadieron Rusia con sus ejércitos.
Dirigidos por los viejos mandos del ejército zarista, los partidarios del antiguo orden
acabaron llamándose rusos blancos por oposición a la Rusia roja o revolucionaria. Se
inició entonces una guerra que se extendería a lo largo de tres años.
Para hacer frente a la guerra civil, los bolcheviques crearon el Ejército rojo y su artífice
fue León Trotsky. El nuevo ejército revolucionario se basaba en la disciplina y los
grados militares clásicos, pero unos comisarios políticos vigilaban a los combatientes y
fomentaban el ánimo revolucionario.
El conflicto bélico fue largo y cruel: costó un elevado número de vidas y sumió en el
hambre y la miseria a millones de personas. Además, las revanchas y castigos por
apoyar a un bando u otro fueron frecuentes y aterrorizaron a la población. En medio
de este clima de violencia y ante el temor que el zar pudiese ser rescatado por el
Ejército Blanco, en julio de 1918, Nicolás II y su familia fueron ejecutados por los
bolcheviques en Ekaterinburgo, donde se hallaban prisioneros.
En los primeros meses, el Ejército Blanco obtuvo algunas victorias, pero a partir de
finales de 1918, el Ejército Rojo comenzó a dominar la situación. Consiguieron
movilizar un elevado número de soldados, y en las medidas revolucionarias, como el
reparto de tierras, que les valió el apoyo de buena parte del campesinado. También
contribuyó a este dominio victorioso la desorganización de los blancos, la falta de un
mando único y la retirada de los ejércitos extranjeros. En 1921, tras la victoria en
Ucrania, el Ejército Rojo quedó vencedor en la guerra.
La contienda militar comportó que todos los recursos del país, tanto humanos como
económicos, se orientasen hacia un único objetivo: avituallar al ejército para ganar la
guerra. El gobierno soviético estableció el “comunismo de guerra”, que implicaba un
estricto control de la economía por el Estado y una rígida vigilancia sobre la población.
En nombre de las necesidades bélicas se nacionalizaron las industrias de más de 10
trabajadores, la banca, los transportes y el comercio. La producción de cereales quedó
controlada y los agricultores fueron obligados a entregar al Estado la mayor parte de
sus cosechas. La disciplina laboral aumentó, llegando casi a la militarización de la
producción, y se limitaron los derechos sindicales, prohibiéndose el derecho a huelga.
Estas rígidas medidas tropezaron con las resistencias de un gran sector del
campesinado y tuvieron que implantarse por la fuerza. Ante la falta de alimentos, se
extendieron el acaparamiento y el estraperlo, que fueron severamente castigados. El
descenso de la producción, y los problemas derivados de la guerra comportaron
enormes dificultades para toda la población, ya que las ciudades quedaron
desabastecidas de la mayoría de productos básicos.
La necesidad de crear un bloque compacto de revolucionarios capaz de imponerse a
los contrarrevolucionarios comportó el establecimiento de fuertes medidas represivas:
se reimplantó la censura, se prohibió la prensa opositora y se intervinieron los
tribunales. Para perseguir a los opositores, en diciembre de 1917 se creó una policía
política, la checa, que detenía y castigaba no solo a los defensores del viejo orden, sino
también a todos aquellos que criticaban las decisiones del partido bolchevique.
Finalizada la guerra civil, en 1922 se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS), que comprendía distintas repúblicas autónomas y federadas. La Constitución
soviética de 1923 estableció un nuevo modelo de Estado basado en los sóviets, que
negaba las elecciones libres y el parlamentarismo.
Estos principios marcaron la estructura política del Estado soviético, que fue
reafirmada por Stalin y se mantuvo con muy pocos cambios hasta el fin de la URSS.
El Partido Comunista de la Unión Soviética se constituyó en el centro del poder del
nuevo Estado soviético. Partido y Estado quedaron identificados y solo aquellos que
pertenecían al partido podían aspirar a ejercer cargos en los sóviets y en el Estado.
Las voces contrarias a esta situación entre los mismos revolucionarios fueron
eliminadas o neutralizadas. La dictadura del proletariado, en que las fuerzas obreras
debían imponerse sobre las de la burguesía, fue transformándose en la dictadura del
Partido Comunista.
Tanto Lenin como Trotsky defendían que la consolidación de la revolución soviética
debía basarse en el fortalecimiento del Estado de los sóviets, y en la extensión de la
revolución proletaria.
Con este propósito hicieron una llamada a los revolucionarios para abandonar los
partidos socialistas y fundar partidos comunistas. Tenían que unir sus esfuerzos en una
nueva organización, la III Internacional o Komintern, que debía apoyar la revolución de
los sóviets y extenderla por Europa.
Como consecuencia de la guerra civil y del consumo de guerra, la economía soviética
se hundió estrepitosamente y el desabastecimiento de las ciudades se hizo general. La
revolución empezó a perder una parte de sus antiguos apoyos: hubo levantamientos
campesinos, y en marzo de 1921, se rebeló la marinería del puerto de Kronstadt. Ello
hizo que el propio Lenin propusiese iniciar una nueva orientación de la economía que
permitiese mejorar las condiciones de vida de la población y acallar las críticas.
La Nueva Política Económica (NEP) suponía dar un paso atrás en algunas de las
medidas más radicales del consumismo de guerra para permitir una economía mixta
en la que los dos sectores socializados controlados por el Estado conviviesen con la
economía de mercado y la pequeña propiedad privada.
La NEP cumplió rápidamente sus objetivos económicos y, en 1926, la economía
soviética había superado los niveles anteriores a la Gran Guerra. Pero la vuelta al
mercado hizo subir los precios y las diferencias entre precios agrarios e industriales
volvió a originar problemas de acaparamiento y desabastecimiento de las ciudades.
Los beneficios privados hicieron aumentar las diferencias sociales y volvieron a surgir
los pequeños empresarios industriales y los campesinos acomodados, que gozaban de
un cierto nivel de bienestar.
En 1924 murió Lenin, el líder indiscutible de los bolcheviques. Su sucesión
desencadenó una lucha entre los dirigentes del partido bolchevique, que se desarrolló
entre 1924 y 1928 en diversos frentes: por la jefatura del partido, por el poder en el
Estado soviético y por la orientación que debía tomar la revolución en el futuro.
El debate se polarizó en torno a dos figuras: Trotsky, que en aquel momento era uno
de los bolcheviques más destacados y Stalin, que desempeñaba la secretaria del
Partido Comunista (PCUS). Pero las intrigas también implicaron a otros líderes
bolcheviques como Kámenev, Zinóviev, Bujarin y Lunacharski.
Trotsky y sus aliados defendían el abandono de la NEP y la profundización en el
comunismo, es decir, impulsar la colectivización de la agricultura, extender la
revolución en Europa, la denominada revolución permanente, y promover un
funcionamiento más democrático del partido. Otros dirigentes, con Stalin a la cabeza,
proponían continuar con un sistema de economía mixta, centrar los esfuerzos en
consolidar el socialismo en Rusia y reservar las decisiones políticas a los dirigentes del
PCUS, eliminando el debate interno del partido.
En 1927, el enfrentamiento se agudizó y Stalin, que manejaba los resortes internos del
partido, consiguió hacerse con el poder, encarcelar a Trotsky y mandarlo al exilio. El
resultado fue el establecimiento de un poder autoritario, el reforzamiento del partido
y sus métodos centralistas de decisión y la imposibilidad de cualquier vía de
participación democrática. Stalin optó por poner fin a la economía mixta (NEP), forzar
la colectivización de la tierra, implantando una planificación de la economía dirigida
por el Estado y estimulando el desarrollo industrial de Rusia, especialmente de la
industria pesada.
Stalin persiguió a sus opositores, y también a algunos de sus antiguos colaboradores
que podían hacerle sombra, expulsándolos del país o condenándolos a la cárcel o a la
muerte. Este fue el primer episodio de la instauración de un régimen totalitario,
basado en el poder absoluto de Stalin dentro del PCUS y del nuevo Estado soviético.

S-ar putea să vă placă și