Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
5
Ibíd., p. 42.
6
Ibíd., p. 53.
Esta complejidad del yo hace que la narración de nuestro propio desarrollo sea
un tejido de contingencias mucho más fino, tal como la sutileza y la inventiva de
nuestras estrategias inconscientes en Freud, por lo que nuestra moral estaría más cerca
del cálculo prudencial, la proyección imaginativa o la redescripción metafórica. De esta
conciencia de la contingencia radical de nuestro léxico, nuestra identidad y los valores
sociales, se genera para Rorty la actitud “ironista”, el progreso político, científico,
artístico o filosófico dependería más bien de la “coincidencia accidental de una obsesión
privada con una necesidad pública”. Rorty pretende mostrar que el léxico del
racionalismo ilustrado, ligado a nociones de verdad, racionalidad y obligación moral es
ya un obstáculo para la preservación de las sociedades democráticas. La solidaridad se
“crea” simplemente al redescribirnos de modo que incrementemos nuestra sensibilidad
hacia los detalles particulares del dolor y la humillación de los demás, al concebir a los
demás como “uno de nosotros” y no como “ellos”8, sin identificarnos con un supuesto
“núcleo humano común” inexistente, sino transformando nuestra sensibilidad mediante
la percepción de los detalles, como hacen los novelistas y periodistas. No sería posible
tampoco “fundamentar” o “justificar” a la democracia liberal, sino simplemente
“redescribir” sus prácticas y sus metas.
7
Ibíd., p. 49.
8
Ibíd., p. 18.
propongo sustituir. En lugar de ello intentaré hacer que el léxico que prefiero se
presente atractivo, mostrando el modo en que se puede emplear para describir diversos
temas.”9 La sustitución de un léxico por otro obedece aquí no a razones o a criterios,
sino a conveniencias pragmático-utilitarias. T. McCarhy ha señalado algunas de las
deficiencias del planteamiento de Rorty, como la necesidad, existencia y exigencia del
razonamiento práctico para enfrentarnos a las contingencias de la vida social, para
relacionarnos reflexiva y activamente con los esquemas de interpretación y las
expectativas de fondo, lo que implica también la disponibilidad intersubjetiva de un
mundo objetivo -no en el sentido metafísico del término, pero evitando el puro
“constructivismo social”- y una noción de aceptabilidad racional en la que se puedan
tener buenas razones, aunque éstas puedan revisarse continuamente y cambiar.
McCarthy señala que la sensibilidad ante el dolor y la humillación no son las únicas
cualidades que podemos compartir universalmente, sino también “la capacidad para
hablar, actuar, pensar, trabajar, aprender, interactuar, desempeñar papeles, ser guiados
por normas, tener deseos y tener otros sentimientos...”10, de modo que tendríamos
mucho más en común sin tener que “crear” ex nihilo la solidaridad. La separación
propuesta por Rorty haría que los filósofos e intelectuales se mantuvieran alejados de
las cuestiones políticas y se dedicaran a su propia perfección privada, “privatizando”
con ello a la filosofía para “proteger” a la esfera pública del universalismo ilustrado;
implicaría también mantener la esfera pública libre de crítica radical, no pudiendo ser
cierto –como afirma Mcarthy- que si cuidamos la libertad política y cultural, la verdad y
racionalidad cuidarían de sí mismas.
9
Ibíd., p. 29.
10
MacCarthy, T., Ideales e ilusiones. Reconstrucción y deconstrucción en la teoría crítica
contemporánea, op. cit., pp. 21 ss.
11
Ibíd., p. 35.
12
Rorty, R., La prioridad de la democracia sobre la filosofía, en Objetividad, realismo y verdad (Escritos
filosóficos I), Paidós, Barcelona, 1996, pp. 239 ss.
13
Esta es la opinión -que comparto- de S. Mulhall y A. Swift en El individuo frente a la comunidad. El
debate entre liberales y comunitaristas, Temas de Hoy, Madrid, 1996, p. 349.
14
Davidson, D., De la verdad y de la interpretación, Gedisa, Barcelona, 1990, pp. 137 ss.
15
Davidson, D., Las condiciones del pensamiento, en Mente, mundo y acción, Paidós, Barcelona, 1992,
trad. de C. Moya, p. 161, cfr. el comentario de Davidson sobre Rorty en Malachowski, A. Reading Rorty,
Blackwell, Oxford, 1989.
16
Putnam, H., Prólogo a la edición española de Las mil caras del realismo. Paidós, Barcelona, 1994, trad.
de M. A. Quintanilla, pp. 11 ss.
17
M. Beuchot ha puesto de relieve la fecundidad hermenéutica de la analogía en relación con los
extremos de la univocidad parmenídea y la multivocidad heraclítea de la diferencia en sentido relativista,
una reinterpretación que va en el sentido de la “fusión de horizontes” gadameriana, cfr. su Tratado de
hermenéutica analógica, UNAM, México, 1997, pp. 29 ss.
18
Habermas, J., Pensamiento postmetafísico, Taurus, Madrid, 1990, trad. de M. Jiménez, p. 180.
19
Rawls, J., Réplica a Habermas, en Habermas, J./Rawls, J., Debate sobre el liberalismo político, Paidós,
Barcelona, 1998, trad. de G. Vilar, pp. 77 ss.
Esto significa que además de los presupuestos cognitivos de las teorías éticas,
sería necesario acentuar el papel de una elección existencial en sentido universalista y
acorde con el punto de vista moral en la conformación del sujeto en un marco social
más o menos contingente, como lo ha hecho por ejemplo E. Tugendhat, aunque
exagerando el papel de los sentimientos morales. Haciendo un poco de historia, el joven
Hegel ya había descubierto muchas de las contradicciones del sujeto moderno en
relación con la contingencia, como las que ocurren entre la comunidad ética y la libertad
individual moderna, e incluso había localizado este proceso de individuación como un
desgajamiento y ensimismamiento del individuo frente a la comunidad en términos de
creciente contingencia en sus lecciones de estética. La subjetivización del arte
romántico, el refugio en lo íntimo, la accidentalidad, lo arbitrario, el creciente dominio
de la apariencia y la libre invención son muestras de lo que Hegel llamó la “decadencia
del arte”. De aquí a la afirmación de Baudelaire acerca del carácter contingente de lo
moderno o la postura del joven Lukács que hablaba del “hombre problemático”, de la
20
Cfr. Habermas, J., La inclusión del otro, Paidós, Barcelona, 1999, trad. de J. C. Velasco y G. Vilar.
21
Habermas, J., Aclaraciones a la ética del discurso, Trotta, Madrid, 2000, trad. de J. Mardomingo, p.
195.
22
Ibíd., p. 200.
catarsis moral y de la autodestinación no había más que un paso. Para nosotros en este
agitado paso entre dos milenios, en esta sociedad compleja y descentrada que exige al
individuo una diversidad de conductas, roles y elecciones sobrepuestas, es evidente que
nuestra contingencia no puede ser negada, ya que es un elemento básico de nuestra
libertad y de nuestra condición, pero tampoco debe ser exagerada, puesto que ha de ser
resuelta en autodeterminación dentro de un “punto de vista moral”. La conciencia de la
contingencia puede causar terror e inseguridad si no la resolvemos de alguna manera
bajo la categoría de autodeterminación o de autodestinación, pero no podríamos
autodeterminarnos sin los otros, sino sólo con ellos. La autoelección, entendida en los
términos de A. Heller, reduciría nuestras infinitas posibilidades iniciales en elecciones
existenciales bajo la forma de la universalidad, constituyéndonos moralmente y
convirtiendo nuestra contingencia en destino23.
23
Cfr. Heller, A., Una filosofía de la historia en fragmentos, Gedisa, Barcelona, 1999, pp. 15 ss. Id. A
Philosophy of Morals, Basil Blackwell, Oxford 1990. Habría que recordar cómo R. Rorty, en
Contingencia, ironía y solidaridad. (pp. 43 ss.) reconoce esta problemática cuando describe a la
individualidad en términos de una narración dramática, como un nietzscheano proceso de autosuperación
que resuelve la contingencia con la formación de un “registro personal de cargas”, que recrea todo “fue”
para convertirlo en un “así lo quise”, un proceso no tan distinto al que describen Heller y Ricoeur, aunque
en un contexto filosófico distinto.
24
Ricoeur, P., Sí mismo como otro, Siglo XXI, México, 1996, trad. de A. N. Calvo, p. 147.
25
Ricoeur, P., La identidad narrativa, en Historia y narratividad, Paidós, Barcelona, 1999, trad. de G. A.
Sahuquillo, p. 227.
26
Muguerza, J., De la conciencia al discurso: ¿Un viaje de ida y vuelta?, en Gimbernat, J. A., La
filosofía moral de J. Habermas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1997, p. 63. El reconocimiento de esta esfera
de fenómenos morales puede verse en Habermas, J., Facticidad y validez (Trotta, Madrid, 1998, trad. de
M. Jiménez R., p. 161) “La irrupción de la reflexión en el proceso biográfico genera un nuevo tipo de
tensión entre conciencia de la contingencia, autorreflexión y responsabilidad por la propia existencia
individual.” Cfr. Renaut, A., El futuro de la ética, Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, Barcelona,
1998, trad. de E. Punset, pp. 109 ss., la noción de responsabilidad nos remitiría a un ámbito de autonomía
subjetiva que tiene un rasgo “monológico” y de “relación con uno mismo” que descansaría en “la
pretensión de estar (uno) en la raíz de las propias elecciones y decisiones”.