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Yo soy muy atlética, guapa y popular. En la escuela todas mis amigas quieren ser
como yo. Tengo muchos trofeos (49 hasta la fecha) en atletismo, tenis, campo a
través y baloncesto. Yo soy esa persona exteriormente, pero en privado soy muy
insegura. Esa inseguridad la disimulo aparentando ser valiente y no tener
escrúpulos. De esa forma, nadie puede ver qué hay dentro de mí. Cuando llego a mi
casa, me encierro en mi habitación y me pongo a llorar (Rubin, 1994, p.342).
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profesional de los profesores de educación física. Los/as maestros/as se preguntan
por qué tantos/as alumnos/as son indiferentes y cínicos, e irónicamente, los
alumnos/as, por su parte, se hacen las mismas preguntas acerca de muchos/as de
sus profesores/as. Los años pasan, nuevas generaciones se suceden pero las bases
del gimnasio y de la gimnasia no cambian. Es decir, la educación física en
secundaria sigue sin aportar nada substancial a la vida de la mayoría de estos/as
jóvenes.
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De hecho, la pedagogía crítica constituye un acto de «conocimiento con una
intención» en el cual los/as estudiantes (y los/as maestros/as) se convierten en
sujetos creadores/as de sus propias circunstancias a través de la investigación de
las causas que las han provocado y de las limitaciones de sus vidas desde puntos
de vista históricos, comparativos y críticos (Bigelow, 1990). Esto puede hacerse de
varias formas. He aquí tres ejemplos.
Para poder participar plenamente en la democracia, las personas deben estar bien
educadas e informadas. Sólo así pueden tomar decisiones apropiadas. Del mismo
modo, los/as estudiantes necesitan saber no sólo los pros sino también los contras
de las materias que se les enseñan. La práctica de la educación física tiene
aspectos tanto emancipadores como opresivos (por ejemplo, cuando a uno se le
fuerza a participar en contra de su voluntad) y represivos (cuando uno/a internaliza
la necesidad de participar sin entender muy bien el por qué y a pesar de que su
participación puede aportar más problemas físicos y mentales que beneficios)
(Fahlberg y Fahlberg, 1998). Sin embargo, lo típico es representar estas prácticas de
forma positiva y poco problemática. En mi opinión, esto constituye un fallo
importante en el proceso educativo democrático.
La pedagogía crítica puede ayudar, en este sentido, a través, por ejemplo, del
análisis de los discursos de la competición y el fitness. Los/as alumnos/as podrían
preguntarse: ¿Por qué la competición tiene tanta importancia en nuestra sociedad?,
¿a qué se debe la fama del fitness?, ¿de qué forma estos discursos y prácticas
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pueden suponer un peligro para la libertad y salud de la persona?, ¿por qué hay
personas adictas al ejercicio?, ¿por qué se fuerza a los/as jóvenes a competir o
vigilar su figura?, ¿cuáles son las causas y las repercusiones de nuestras acciones
en cuanto a las actividades físicas? Mediante un cuestionamiento cuidadoso y
meticuloso, los/as estudiantes pueden descubrir falsas premisas y formular
conclusiones inteligentes y coherentes. La familiarización con prácticas opresivas y
represivas puede ser un primer paso para poder desafiar las reglas irrelevantes
(Greene, 1988), denunciar hechos que tienen poco sentido común (Fernández
Balboa, 1988c) y llegar a alternativas a la vez saludables y liberadoras.
Paul (1993, et al., 1989) insiste en que la mente tiene los siguientes rasgos: a)
humildad intelectual que nos lleva a la toma de conciencia de las propias
limitaciones del pensamiento, b) coraje intelectual, que nos alienta a afrontar
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conceptos que nos inquietan y que nos hacen sentir incómodos y cohibidos, c)
integridad intelectual, que facilita el que veamos la situación desde el punto de vista
opuesto, e) perseverancia intelectual, que nos permite seguir el proceso durante
períodos de tiempo prolongados, f) fe en el uso de la razón, que nos hace ser
conscientes de caminos falsos y premisas erróneas y g) sentido de justicia, que nos
da fuerza para defender nuestros principios morales. Todos estos rasgos de la
mente pueden y deben aplicarse en el proceso de la investigación crítica.
Aprender a pensar y a actuar de forma crítica no es fácil. Del mismo modo, enseñar
de esta forma requiere esfuerzo, tiempo y preparación. Además hay que tener un
claro sentido del propósito por el cual se enseña de esta manera y una cierta
habilidad que nos capacite en la creación de un contexto propicio para este tipo de
aprendizaje. Los/as alumnos/as deben sentirse libres de expresar sus opiniones y
seguros de que si afrontan riesgos intelectuales y morales se les apoyará en todo
momento (Soley, 1996). En cuanto al proceso a seguir, los/as maestros/as deben
alentar a sus estudiantes a que: a) generen una lista de temas a investigar, b) elijan
aquellos que de entre todas las listas les parezcan más oportunos y relevantes, c)
empiecen a generar hipótesis y explicaciones racionales desde varios puntos de
vista. Estos temas pueden investigarse de forma empírica (mediante la observación
de un fenómeno y su asociación con eventos históricos y otras circunstancias) o
personal (relacionando el fenómeno con el contexto y los valores de la persona)
(Lockwood, 1996). Después de tomar estas decisiones, los/as profesores/as deben
guiar a los/as alumnos/as en la búsqueda de recursos y obtención de datos. Esto se
puede hacer, por ejemplo, mediante el uso de la biblioteca, Internet, o en el contexto
propio a través de observaciones, encuestas y/o entrevistas. A continuación, los/as
estudiantes pueden empezar a analizar la información y formar opiniones y
conclusiones preliminares con el fin de exponerlas a debate y así poder confirmarlas
o rectificarlas en caso de que se identifiquen fallos de lógica y/o validez empírica. El
proceso de debate en sí requiere un análisis crítico de las ideas que se van a
exponer y una preparación cuidadosa de las estrategias que hay que seguir.
Documentación, gráficas y esquemas, fotografías, etc... pueden añadirse para
completar y reforzar la exposición.
Hay que tener en cuenta que, en principio, para poder llegar a alternativas sociales
más justas y liberadoras, la pedagogía crítica enseña a desafiar y denunciar el
discurso dominante (Britzman, 1991). Ello, claro está, puede crear controversia y
ansiedad y requiere coraje y apoyo. Una de las claves del éxito en la mayoría de los
casos es llevar a cabo ese desafío con sensibilidad hacia los miembros de la
oposición. Hay que tener en cuenta que los debates, sean del tipo que sean, suelen
despertar fuertes emociones. Ello, sin embargo, no es excusa para entablar ataques
personales, hacer comentarios abusivos o ridiculizar malintencionadamente las
perspectivas ajenas. Los/as estudiantes deben aprender a respetar a los demás
incluso cuando se esté en desacuerdo con sus puntos de vista. Es aquí donde la
aplicación de los rasgos de la mente es sumamente útil. A todo esto se pueden
añadir ciertas pautas de diálogo, tales como: (a) establecer una regla que prohíba
comentarios malintencionados y ofensivos; (b) promover la idea de que cambiar de
opinión, una vez que la evidencia lo dicte así, es una prueba de sabiduría y fortaleza,
no de flaqueza; (c) reforzar con frecuencia que lo que se pretende es debatir ideas y
conceptos, no atacar a las personas que los poseen; y (d) hacer que los/as
estudiantes adopten puntos de vista opuestos como un ejercicio intelectual válido y
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positivo. (Para más información sobre el proceso dialógico véanse Fernández-
Balboa y Marshasll, 1993; Hostetler, 1991; Kurfis, 1998; McBride, 1992).
Muchos son los posibles temas de educación física que los estudiantes de
secundaria podrían examinar críticamente. En Fernández-Balboa (1998a) sugerí los
siguientes temas para los estudiantes de magisterio: (a) ética, valores, y moralidad
en el deporte y la educación física; (b) ideología del ejercicio y su asociación con la
salud; (c) mensajes e imágenes del deporte a través de los medios de comunicación;
(d) discriminación y deporte; (e) ideología científica y deporte; (f) educación física y
medio natural. Estos temas también pueden ser estudiados por alumnos/as en
secundaria. Aquí quiero añadir los siguientes:
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Además podrían utilizar el pensamiento crítico para analizar las concepciones y
justificaciones populares acerca del deporte como medio de relajación o
estimulación y sus efectos psicológicos y sociales, positivos y negativos. A la vez,
podrían estudiar qué tipos de razonamientos morales y éticos llevan a las personas
a actuar violentamente, bajo qué condiciones y circunstancias y en qué contextos,
etc. Los/as estudiantes también podrían analizar críticamente los mensajes e
imágenes que los medios de comunicación transmiten e imprimen diariamente con
respecto a actos violentos en el deporte (Theberge, 1989).
Las audiencias deportivas son múltiples y variadas, siéndolo también sus actividades
y propósitos (Smith, 1993). Desde esta perspectiva, los/as estudiantes tendrían la
oportunidad de examinar las disposiciones de varios tipos de audiencias; sus
historias de vida (ej.: ¿qué procesos socializadores llevan a uno/a a ser seguidor de
un equipo o de un jugador/a en particular?, ¿por qué uno/a es aficionado/a a cierto
deporte?); las similitudes y diferencias (si las hubiera) entre aficionados/as al fútbol,
al boxeo, o a la vela (por poner unos ejemplos), etc.
También podría ser interesante analizar de qué manera la afición al deporte afecta a
la vida de las personas en los terrenos económico, social, político, etc; en qué
formas estas personas pierden o ganan, o qué es lo que están dispuestos/as a hacer
por su equipo. No cabe duda de que aquí podrían establecerse los lazos con otros
contextos, por ejemplo, los medios de comunicación. Una pregunta que se podría
hacer es: ¿hasta qué punto la afición al deporte es una consecuencia de la
constante diseminación de escenas, símbolos, eslóganes, y estadísticas a través de
la televisión? El fenómeno del fan es un fenómeno ideológico, socialmente
construido, e íntimamente cultural. Como tal, sigue ciertas pautas de poder y sirve
para admitir y omitir, para promover y empobrecer. Así pues, es un tema de análisis
con muchas posibilidades educativas para los/as alumnos de secundaria.
El cuerpo humano
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luchamos, amamos, aprendemos, nos reproducimos). ¿Quién se beneficia en estos
casos y con estos usos?, ¿qué percepciones del cuerpo predominan?, ¿qué valores
transmiten los medios de comunicación a través de imágenes y mensajes
corporales?, ¿quién determina lo que es un cuerpo saludable, en forma o atractivo?,
¿qué papeles juega el movimiento y el ejercicio físico en todo esto?, ¿de qué forma
reprimimos nuestros cuerpos u oprimimos los de los demás a través de prácticas del
movimiento (Kissling, 1991)?, ¿qué otros significados y usos tiene el cuerpo en
culturas diferentes a la nuestra?
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dos con creencias religiosas que también deben ser explorados mediante el
pensamiento crítico. Esto puede ayudar a los/as adolescentes a descubrir
alternativas sobre la sexualidad que sean positivas y que sirvan para aumentar su
sentimiento de autoestima y su entendimiento y aceptación de las diferencias y
similitudes (Cohen, 1993; Lenskyj, 1990).
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imaginación y sentido de búsqueda, ampliar sus horizontes, y facilitarles su análisis
de la sociedad en que viven. La pedagogía crítica es una vía en esa dirección.
Hasta ahora, desafortunadamente, la educación física en la escuela secundaria no
cumple esos objetivos, y como consecuencia pierde una oportunidad dorada de
impactar positivamente en las vidas de los/as adolescentes. Pero ello no debe
desalentarnos. Es una cuestión de libre elección, de voluntad y de compromiso; las
oportunidades están ahí, y los educadores/as de esta materia tenemos la opción de
aprovecharlas. Siendo así, las consecuencias pueden ser sumamente beneficiosas
para nuestros/as alumnos/as, para nosotros/as mismas y para la sociedad en
general.
(*) Juan Miguel Fernández Balboa. Ed. D. Montclair State University. Department of
Curriculum and Teaching. Upper Montclair, NJ 07043 USA.
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