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LOS
VICEPRESIDENTES ARGENTINOS (1983-2009)
ARIEL D. SRIBMAN
Universidad de Salamanca
arielsribman@usal.es
I. Introducción
Con la vista puesta en las elecciones nacionales de 1989, en el seno del Partido
Justicialista se habían constituido dos fórmulas: una liderada por Antonio Cafiero
(gobernador de la provincia de Buenos Aires y cabeza del PJ bonaerense) y otra
conducida por Carlos Menem. Según Castro (2009: 335), que la dupla ganadora fuera
la encabezada por Menem se debió fundamentalmente a la presencia de su candidato
a vicepresidente, Eduardo Duhalde, “hombre determinante para disputarle el territorio
de la provincia de Buenos Aires –la clave de la interna– a su gobernador y
precandidato a la presidencia, Antonio Cafiero”.
En realidad, todos ellos (Duhalde, Menem y Cafiero) provenían de la Renovación
Peronista, un agrupamiento que nucleaba a quienes “se enfrentaban a esa cúpula
ortodoxa y antidemocrática” representada por Lorenzo Miguel y Herminio Iglesias
(Baeza Belda, 2008: 96). Menem se había alejado de la Renovación y ostentaba “un
estilo político mucho más tradicional” (Romero, 1994: 365), que Duhalde no
compartía (Palermo y Novaro, 1996: 436-437) pero que le brindó la posibilidad de
superar el papel secundario que le guardaba el cafierismo (La Nación, 8 de julio de
1989).
Una vez obtenido el triunfo en las elecciones y asumido el poder, Duhalde se
desempeñó con inusual protagonismo, especialmente si se compara su gestión con la
de Víctor Martínez (Palermo y Novaro, 1996: 436). En la esfera del poder Ejecutivo,
presidió la Comisión para la Recuperación Ética de la Sociedad y del Estado (dedicada
fundamentalmente a la erradicación de la corrupción); encabezó moral y fácticamente
la lucha contra la drogadicción y el narcotráfico; firmó controvertidos decretos con
indultos, nombramientos y vetos a leyes durante ausencias de Menem que lo situaron
en el ejercicio de la presidencia; apareció en innumerables ocasiones en los medios
explicando, defendiendo o incluso criticando las políticas del gobierno; participó de las
reuniones con el radicalismo para lograr un fortalecimiento de la gobernabilidad; y
transformó sus dilatadas funciones ceremoniales en oportunidades para dialogar en
nombre del Ejecutivo con diversos sectores de la sociedad, atender a sus demandas e
incluso lanzar compromisos de acción gubernamental. Adicionalmente, Duhalde
concurría a todas las reuniones de gabinete, implicando esto acceso a información de
primera importancia para la política nacional y presencia –o incluso voz– en algunos
de los procesos clave de toma de decisiones.
La mencionada firma de indultos es sólo un ejemplo de cómo la actividad del
vicepresidente durante la ausencia del titular fue sobresaliente. Es preciso mencionar
que Menem se ahuyentaba del país con frecuencia y que, si bien se mantenía muy
comunicado con su gabinete, no controlaba minuciosamente los movimientos de
Duhalde; de manera que éste tuvo en repetidas ocasiones la oportunidad de
demostrar su fuerte presencia política en el gobierno y su capacidad de mando4.
4
La edición de La Nación del 29 de octubre de 1990 titulaba “Duhalde en el papel de protagonista
durante las ausencias de Menem” un artículo sobre la muy intensa actividad del vicepresidente durante la
gira que Menem realizaba en ese momento por el extranjero; la nota sostenía, además, que en ausencias
Como presidente del Senado, la actuación más importante de Duhalde consistió
en un proyecto de reforma de la Cámara, asociado a la lucha que lideraba en el
Ejecutivo contra la corrupción: se trataba de un plan de reestructuración centrado en
una drástica reducción del personal (se cesaba al 40% del mismo). A pesar de la
brevedad de su mandato como Presidente del Senado, Duhalde logró reducir el
personal de 3450 empleados en 1989 a 2856 en 1993 (Salvia, 2000). Por lo demás, el
primer vicepresidente de Menem no desarrolló en la Cámara alta otras actividades de
magnitud.
Si bien la actividad del vicepresidente conduce, en la mayor parte de los casos,
a un aumento de su poder (a través de la visibilidad y de los contactos que va
construyendo), el caso de Duhalde presenta alguna excepción. Durante las ausencias
de Menem, el presidente en ejercicio firmó decretos por los que indultaba a acusados
de crímenes públicamente conocidos5 o nombraba para puestos de cierta
responsabilidad a familiares de Menem que desconocían casi por completo el
castellano. Estos hechos dieron lugar a sendos escándalos y a una considerable
pérdida de la imagen positiva que tenía el vicepresidente6. En el caso de los indultos,
llegaron a realizarse manifestaciones en contra.
Queda por mencionar el territorio más fecundo que Eduardo Duhalde encontró
para la siembra de poder durante su vicepresidencia, y que resultó de extraordinaria
fertilidad: la política partidaria, centrada en el justicialismo bonaerense. El
vicepresidente había sido intendente de Lomas de Zamora y diputado nacional por la
provincia de Buenos Aires, de modo que accedió a la segunda magistratura con una
base de poder provincial preexistente. Pero durante su gestión, la posibilidad de
moverse por el centro del escenario político coadyuvó para que su ambición de
construir poder en la provincia de Buenos Aires cristalizara en la creación de la Liga
Federal, una rama bonaerense del PJ liderada por el propio Duhalde. Por otro lado,
debido a su condición de vicepresidente de la Nación, sus acciones obtenían gran
difusión a través de los medios. La combinación de ambos factores resultó en la
conformación de un aparato partidista provincial no sólo poderoso, sino además muy
extensamente publicitado.
7
Debido a la imposibilidad de acceder a grabaciones de radio y de televisión, esta investigación
se basa fundamentalmente en la prensa escrita. Se entiende, no obstante, que de los periódicos de tirada
nacional se puede extraer una noción proporcionada de la figuración global de los actores políticos en los
medios de comunicación.
8
Una caja de aproximadamente 600 millones de pesos (hasta 2001, esa cantidad equivalió a 600
millones de dólares) anuales por fuera del presupuesto de la provincia, con los que Duhalde puso en
marcha “un programa de obras públicas y mediante el cual el gobernador se aseguró una gran capacidad
de construcción de redes clientelares” (Alcántara, Paramio, Feidenberg y Déniz, 2006: 163; Tenembaum,
1998).
consenso en Capital Federal y los sectores medios, que en general eran renuentes a
apoyar a Menem, y no despertaba recelos en Duhalde, en tanto no tenía ambiciones
presidenciales (a diferencia de Ramón Ortega o Cavallo)”. Parcialmente de acuerdo,
Natanson (2008b) complementa: Menem eligió a Ruckauf “porque era el ministro con
mejor imagen de su gabinete y en aquel momento el único capaz de imprimirle un
matiz moderado –resulta difícil decir progresista– a su candidatura”.
Respecto del origen partidario, Ruckauf había pertenecido al peronismo sindical
ya antes de la dictadura militar. Si bien tras la restauración democrática no renegó de
su origen, durante la presidencia de Alfonsín se fue acercando a la corriente
renovadora, de modo que cuando Menem asumió su primera presidencia, en 1989,
Ruckauf fue nombrado embajador en Italia y luego Ministro del Interior. Se puede
decir, en conclusión, que llegó a la vicepresidencia con una militancia de al menos seis
años en la línea menemista del justicialismo.
En cualquier caso, para 1995 los efectos de las reformas económicas
menemistas pasaban por su cénit y la popularidad del Presidente tocaba su cumbre.
En consecuencia, la elección de Ruckauf como compañero de fórmula no habría
respondido directamente a la necesidad de sumar a otras fuerzas internas del
peronismo; más bien aportaría un complemento lo más leal y temperado posible a un
candidato cuya sola figura era prácticamente garantía de victoria.
Una vez en la vicepresidencia, la estrategia de Ruckauf consistió en buscar
“algunos espacios de diferenciación, pero sin generar una conflictividad mayúscula” 9.
Esto se debió probablemente a que el vicepresidente sabía que Menem no le abriría
espacios de responsabilidad en el Ejecutivo; y así fue: “Realmente, el vicepresidente
de la Nación no tiene ninguna tarea. Mi verdadera actividad es la de presidente del
Senado. Alguna vez firmé decretos, discutí otros, pero siempre referidos a
instrucciones del presidente” (Ulanovsky, 1999).
No obstante lo anterior, Menem marcó una diferencia con respecto a las dos
vicepresidencias anteriores y otorgó a Ruckauf una oficina en la Casa Rosada,
instándolo además a que atendiera sus asuntos dos veces por semana en esa sede10.
Además, el jefe del Ejecutivo invitaba a su segundo vicepresidente a las reuniones de
gabinete, al igual que lo había hecho con Duhalde. Un alto cargo del Senado aporta su
visión sobre el peso del vice en estas reuniones:
9
Entrevista a Nelson Castro.
10
La Nación, 23 de julio de 1995.
A Ruckauf la cosa le fue indiferente. Tanto, que alguna vez que no lo invitaron a
una reunión de gabinete y los periodistas le preguntaron (…) qué había pasado
que no lo habían invitado a la reunión de gabinete: “No, lo que pasa es que
llegué a las cinco amarillas –dice– y tuve que cumplir una fecha de suspensión”.
Lo tomaba en chiste11.
También vale mencionar que Menem, mediante el Decreto 910/95 (30 de junio
de 1995), creó la Secretaría de Relaciones Institucionales y la Secretaría de
Coordinación de la Vicepresidencia. Si se tiene en cuenta que Ruckauf asumiría ocho
días después de firmado el decreto, se puede suponer que el mismo fue elaborado ad
hoc para brindarle un poder adicional (en la medida en que tales secretarías
implicaban el nombramiento de personal y el manejo de su presupuesto).
Es posible conjeturar, por el contrario, que la intención de Menem era que esas
prerrogativas recayeran indirectamente en su hermano Eduardo, presidente
provisional del Senado y potencial reemplazante de Ruckauf en caso de que éste
dejara su puesto vacante. A principios de 1996 el presidente y su círculo iniciaron una
campaña de presión sobre Ruckauf para que abandonara la vicepresidencia y se
postulara a la jefatura de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en las
elecciones de junio de ese año12. El vicepresidente se negó reiteradamente a seguir el
camino que le indicaban; quizás hubo alguna vinculación entre esto y el Decreto
660/96 (24 de junio de 1996)13, por el que se suprimía la Secretaría de Coordinación
de la Vicepresidencia, creada apenas un año antes.
Al mismo tiempo que Menem demostraba intenciones de quitar a Ruckauf de la
vicepresidencia, éste comenzaba a inclinarse hacia el lado de Duhalde en el progresivo
distanciamiento que se fue dando entre el gobernador de Buenos Aires y Menem. Este
movimiento estratégico llevaría a Ruckauf a ser el candidato duhaldista para suceder
al propio Duhalde en la gobernación bonaerense tras las elecciones de 199914.
Visto el escaso margen de actuación que tenía en el ámbito del Ejecutivo,
Ruckauf aprovechó su vicepresidencia para sacar “ventaja personal del cargo a través
de uno o dos gestos de seguro impacto público” (según declara Carlos “Chacho”
Álvarez en Morales Solá, 2002: 49). Álvarez se refiere, en primer lugar, a la negativa
11
Entrevista a un alto funcionario del Senado. 22 de abril de 2009.
12
Los artículos de prensa a este respecto fueron numerosos. Ver a modo de muestra “Creen en el
peronismo que Ruckauf aceptará ser candidato a intendente”. La Nación, 24 de febrero de 1996.
13
El texto completo de ambos Decretos se puede consultar en http://infoleg.mecon.gov.ar.
14
El 1º de noviembre de 1996 La Nación titulaba “Duhalde-Ruckauf, una sociedad a futuro” la
nota en la que daba cuenta del acercamiento entre el gobernador bonaerense y el vicepresidente, así
como la poca preocupación que mostraba éste por ocultar no sólo este vínculo sino también sus
diferencias con algunos de los principales ministros del gobierno.
del Presidente del Senado a tomarle juramento como senador a Ramón Saadi en
razón de su presunto vínculo con diversos escándalos mediáticos ocurridos en
Catamarca, su provincia de origen15.
En segundo lugar, Ruckauf se opuso firme y abiertamente al titular del
Ejecutivo en relación al asilo político otorgado por el gobierno argentino al ex general
golpista paraguayo Lino Oviedo16. Esto ocurrió en 1999, cuando el vicepresidente era
ya con certeza el candidato de Duhalde para la gobernación de la provincia de Buenos
Aires, y le aportó una importante cuota de aparición en medios de comunicación
nacionales e internacionales.
En tercer lugar, Ruckauf tuvo gestos que no solamente estimó agradables para
la sociedad, sino especialmente para Duhalde. El más grandilocuente de ellos fue sin
duda su abierto rechazo a la re-reelección de Carlos Menem, que se explica por la
intención de Duhalde de hacerse con la presidencia del país en 1999. Como ejemplo
de otras actitudes, menos impactantes pero de relevancia, se puede citar el decreto
presentado al Congreso por el Vicepresidente para salvar al Racing Club de
Avellaneda, decretado en quiebra, y cuyo ex presidente (Daniel Lalín) apoyaba
firmemente la candidatura presidencial de Duhalde17.
Mientras la relación con Menem fue buena, éste le encargó en diversas
oportunidades misiones diplomática: a modo de ejemplos, fue el encargado de
disolver una disputa existente entre el ex ministro de economía, Domingo Cavallo, y el
Ministro del Interior, Carlos Corach18; y fue enviado por el presidente a Estados Unidos
para evitar un posible pánico de los inversores de ese país ante la derrota del
oficialismo en las elecciones intermedias de 199719. Estas asignaciones fueron
mermadas cuando, hacia 1997, el vicepresidente comenzó a distanciarse del primer
mandatario y a hacer campaña por el duhaldismo.
15
“El vicepresidente Carlos Ruckauf, (…) en su calidad de titular del Senado se negó a tomarle
juramento como senador al catamarqueño Ramón Saadi (…). Ruckauf no le tomó juramento a Saadi,
pese a que había sido habilitado por la Legislatura catamarqueña, con el argumento de que avalar su
incorporación al Senado ‘hubiese significado un daño a las instituciones a las que debemos preservar’. De
ese modo, el vicepresidente contradijo a todo el bloque de senadores justicialistas que avalaban el
ingreso del catamarqueño. Se generó así un gran malestar entre Ruckauf y los legisladores que
responden al presidente Carlos Menem” (“Ruckauf le pidió un gesto a Saadi”. La Nación, 21 de
septiembre de 1996)
16
“La extradición de Oviedo, prioridad del Gobierno de «unidad» paraguayo”. El Mundo, 1 de abril
de 1999.
17
Además de contar con el beneplácito de Lalín se especulaba con que, a través del movimiento
de Ruckauf, el duhaldismo habría mostrado “rapidez para resolver un tema que genera confianza y
posibles votos, como es el fútbol. El que salió a la cancha, en su nombre, fue el vicepresidente Ruckauf”.
“Ruckauf salva a Racing para Duhalde”, Página/12, 9 de marzo de 1999).
18
“Menem busca una tregua con Cavallo”. La Nación, 14 de octubre de 1996.
19
“Ruckauf vende tranquilidad de visita en Nueva York”. Clarín, 31 de octubre de 1997.
En el ámbito de la Cámara alta, la actuación de Ruckauf no adquirió mucho
mayor protagonismo que el ya mencionado en relación a la disputa por el ingreso de
Ramón Saadi. Si bien durante su gestión se llevaron a cabo las transformaciones –
edilicias y administrativas– vinculadas al aumento de la cantidad de senadores (de
dos a tres por provincia, de acuerdo a la reforma constitucional de 1994), las noticias
a este respecto fueron escasas. Al igual que su sucesor, Ruckauf puso en marcha un
plan para eliminar a los “ñoquis”20 del Senado y reducir personal innecesario21, pero
en este caso no se trató de un plan de gran envergadura ni de un proyecto que
concitara la atención de los medios22.
Respecto de su visibilidad pública, de todo lo anterior se infiere que Ruckauf
cultivó un perfil levemente más bajo que el de su predecesor: sus apariciones en la
prensa no fueron frecuentes, pero cuando ocurrieron le brindaron la oportunidad de
elevar su imagen pública positiva y de sellar su lealtad al duhaldismo. También se
dieron, muy excepcionalmente, casos en que la prensa golpeó públicamente al
vicepresidente debido a su actividad, aunque no fueron suficientes para que su
popularidad y sus apoyos políticos lo proyectaran hacia -la gobernación de Buenos
Aires.
Epílogo
Entre 1999 y 2000, durante su breve paso por la presidencia del Senado, Carlos
Álvarez pondría en marcha una serie de investigaciones sobre irregularidades en el
Senado durante los períodos anteriores. De allí surgieron datos reveladores sobre la
gestión de Ruckauf: se habrían realizado nombramientos clandestinos, compras
irregulares y contrataciones fuera de regla23.
Sin duda, todos estos elementos constituyen un costado del poder
vicepresidencial muy difícil, si no imposible de rastrear y de comprobar
suficientemente. Tanto los nombramientos como los favores por fuera de la ley a
personas, empresas o corporaciones son armas de las que los vicepresidentes –y los
políticos en general– disponen, en diversa medida, y que pueden utilizar para obtener
a cambio otros favores, apoyo político o prebendas de diversa índole.
20
Ñoqui: “m. despect. coloq. Arg. Empleado público que asiste al lugar de trabajo solo en fecha
de cobro”. Diccionario de la Real Academia Española. Consultado online (http://www.rae.es) el 16 de
mayo de 2009.
21
“Ruckauf quiere achicar gastos en el Senado”. La Nación, 13 de noviembre de 1995.
22
Si bien no se cuenta con datos para 1995, año en que Ruckauf toma las riendas del Senado,
durante su gestión continuó la reducción de personal iniciada por Duhalde, pasando de 2856 empleados
en 1993 a 2713 en 1999 (SALVIA, 2000).
23
“Comprueban compras irregulares en el Senado”. La Nación, 10 de septiembre de 2000.
IV.4. Carlos “Chacho” Álvarez (1999-2000)
Por primera vez desde la restauración democrática, en 1999 ganó las elecciones
presidenciales una lista de coalición: la Alianza, cuyo candidato a presidente era el
radical Fernando de la Rúa, y su compañero, el frepasista Carlos “Chacho” Álvarez.
Una vez definida la fórmula de la Rúa-Álvarez, se proyecta el papel de éste:
24
“Las tareas de Álvarez”. La Nación, 8 de diciembre de 1999.
Ya en el poder, el primer gesto de de la Rúa fue asignar al vicepresidente el
mismo despacho que había tenido Ruckauf en la Casa Rosada25. Desde allí, Álvarez
comenzó pronto sus reuniones con ONGs, politólogos y especialistas de diversas áreas
para poner en marcha el programa de Auditoría Ciudadana de la Calidad Institucional,
un sistema que permitiría “descubrir las fallas del sistema de representación
política”26. Además, Álvarez participaba invariablemente de las reuniones de gabinete,
además de presidirlas cuando de la Rúa se ausentaba27.
También llegaron pronto las ausencias del primer mandatario. Durante las
mismas, Álvarez desarrolló niveles de actividad sin precedentes como presidente
interino28. Lo cierto es que esta abundancia de tareas no contrastaba con su ocupación
mientras de la Rúa estaba en el ejercicio del poder: hasta tal punto Álvarez cobró
protagonismo a través de sus acciones que se llegó a pensar en él como
“copresidente”29.
Adicionalmente, el vicepresidente aliancista tuvo durante su breve gestión una
agenda abarrotada de ceremonias, presentaciones de proyectos, participación en
seminarios políticos, viajes diplomáticos y otras actividades que en algunos casos le
aportaron visibilidad y buena imagen, y en otros lo situaron en el ojo de la tormenta.
Mientras tanto, Álvarez encaró su presidencia del Senado con las mismas
intenciones que sus dos antecesores: eliminar a los “ñoquis”, reducir gastos e
impulsar medidas de transparencia para la Cámara30. Sin embargo, desde el principio
se vieron las dificultades que, a diferencia de Duhalde y Ruckauf, limitarían su
actuación: “En el PJ no creen que Chacho vaya a hacer cambios drásticos. Saben que
no puede entrar con la cara pintada si quiere sacar las leyes que le interesan a su
gobierno”31.
Su comportamiento en el Senado se situó entre la valentía y la temeridad, y le
costó, desde el primer día hasta el último, enfrentamientos con todos los sectores del
25
“Aún no se asignaron todos los despachos”. La Nación, 14 de diciembre de 1999.
26
Palabras de Álvarez reproducidas en “Impulsan una auditoría de la democracia”. La Nación, 12
de enero de 2000.
27
“La tarde en que Chacho se transformó en el Presidente”. Clarín, 26 de enero de 2000.
28
Un ejemplo de esto se puede ver en “Álvarez cultivó un perfil muy alto como presidente”. La
Nación, 31 de enero de 2000.
29
GRONDONA, 2000.
30
“Álvarez dispuso recortes en el Senado”. La Nación, 2 de enero de 2000.
31
El artículo “Transparencia en el Senado”, publicado en La Nación el 13 de diciembre de 1999,
da cuenta de los objetivos de Álvarez: “Ordenará difundir por Internet las cuentas del Senado: en una
página de la Web aparecerán la ejecución de los gastos en tiempo real, las compras de insumos, los
llamados a licitación. (…) Fortalecerá la Auditoría interna del cuerpo para mejorar los controles sobre sus
actos administrativos. Encomendará al secretario parlamentario, Mario Pontaquarto, la recopilación de
decretos, resoluciones y toda la normativa interna del cuerpo. Una vez concluido este trabajo lo cotejará
con el reglamento en vigencia para analizar si éste se cumple”.
espectro político32. En el Anexo I se da cuenta de una circunstancia que afectó de
manera particular a Álvarez y a sus planes para el Senado, y que aquí se adelanta: la
Cámara es un espacio en donde el vicepresidente puede actuar con autonomía,
siempre y cuando su actividad no dañe a los demás miembros del gobierno o a los
senadores. La voluntad de Álvarez de generar transparencia chocaba con los intereses
de ambos sectores (Ejecutivo y Senado), lo cual permite comprender las dificultades
que encontró el vicepresidente, en primer término para ejecutar sus planes y en
segunda instancia para sostenerse en el gobierno.
En el Senado, sus críticas al funcionamiento de la Cámara le generaron pronto
el repudio de la casi totalidad de los senadores –que intentaron incluso retirarle la
administración del cuerpo (Villosio, 2000)– y un consecuente aislamiento que
permanecería –o incluso se profundizaría– a través de los breves meses que tardó en
llegar su renuncia33. En la Casa Rosada, los esfuerzos por amainar el conflicto entre
Álvarez y los senadores se fueron desvaneciendo cuando comenzaron a surgir
sospechas del involucramiento del propio gobierno (Álvarez excluido) en graves
episodios de corrupción en connivencia con miembros de la Cámara alta.
En lo relativo a los medios de comunicación, el mandato vicepresidencial de
Álvarez es comparable al de Duhalde: a pesar de su brevedad, las apariciones en la
prensa fueron no sólo muy frecuentes sino extensas y protagónicas. Los medios
recogieron con gran detalle su actuación en el Ejecutivo y en el Senado, su actividad
cuando los viajes del titular lo situaban en la presidencia interina de la Nación, sus
declaraciones en torno a una gran diversidad de temas político-económicos, sus
propias columnas de opinión y reflexión e incluso algunos aspectos de su vida
personal.
Este protagonismo mediático de Álvarez valió tanto para hacer de público
conocimiento su lucha contra la corrupción y su voluntad de llevar a cabo una
profunda reforma del Estado, como para dar a voz a sus opositores. Como se ha dicho
anteriormente, los objetivos del vicepresidente chocaban frontalmente con los
intereses de algunos sectores (en algunos casos pertenecientes a la propia Alianza),
cuyo punto de vista no quedó fuera de la crónica periodística34.
32
La afirmación es literal: en la primera semana de su mandato Álvarez se enfrentó tanto con
peronistas como con radicales por su intervención para evitar que Rodolfo Barra fuera nombrado titular
de la Auditoría General de la Nación (“Álvarez, enfrentado en el Senado”. La Nación, 20 de diciembre de
1999). El propio final de su gestión se debió a los enfrentamientos con el gobierno del que formaba parte,
enfrentamientos debidos a su perseverancia en la lucha contra la corrupción (MORALES SOLÁ, 2002: 48).
33
También a este respecto las notas de prensa disponibles son copiosas. A suerte de ejemplo
véase “Duros cargos contra Álvarez en el Senado”. La Nación, 6 de julio de 2000.
34
Los ejemplos son múltiples; a modo de muestra cfr. “Queja radical contra Álvarez ante De la
Rúa”. La Nación, 25 de junio de 2000.
A mediados de 2000 comenzaron a aparecer, de manera casi simultánea, varios
cortocircuitos entre Álvarez y de la Rúa. Por un lado, el vicepresidente acusaba al
titular de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), radical cercano al presidente,
de filtrar informaciones sobre su vida personal (Morales Solá, 2000a). Por otra parte,
el diagnóstico del primer mandatario sobre la coyuntura económico-social que
atravesaba el país difería sustancialmente del que hacía Álvarez; como consecuencia
de esto, los planes y soluciones que pretendía impulsar cada uno eran también
divergentes35. En tercer lugar, emergió el episodio que llevaría, unos meses después,
a la renuncia de Álvarez: el de los sobornos del Ejecutivo a senadores para que
aprobaran la ley de reforma laboral que el gobierno impulsaba36.
La acción inmediata del Presidente del Senado fue participar activamente de las
investigaciones, aunque esto lo obligó a anunciar que abandonaba la presidencia de
37
las sesiones hasta que cambiaran las jefaturas de los bloques del PJ y la UCR , aunque
luego no lo llevó a la práctica. Álvarez protagonizó duras envestidas contra los
miembros del Senado y llegó a proponer, junto a Cavallo, que renunciaran todos los
senadores (Morales Solá, 2002: 34).
A partir de entonces comenzó a resquebrajarse la relación entre presidente y
vice, no sólo a causa del supuesto involucramiento del gobierno en los sobornos, por
lo que su titular procuraría detener las investigaciones, sino debido a que los
senadores justicialistas buscaron la protección de de la Rúa. Luego, se formó una
comunidad gobierno-senadores que permitía percibir los ataques de Álvarez como si
estuvieran dirigidos a ambos sectores:
(…) comencé a percibir que los puentes estaban rotos y que De la Rúa
comenzaba a aceptar la teoría que sostenía que yo me quería llevar puestos a los
senadores y que mi ofensiva no terminaba allí, sino que después iba por él
(testimonio de Álvarez en Morales Solá, 2002: 37).
35
“De la Rúa y Alfonsín hablaron del malestar interno de la Alianza”. La Nación, 17 de agosto de
2000.
36
Las primeras versiones públicas sobre los sobornos comenzaron a circular en agosto de 2000
(Serra, 2000), aunque se estima que el vicepresidente conocía del tema desde hacía por lo menos dos
meses (“El incómodo caso de favores en el Senado”. La Nación, 15 de agosto de 2000). La difusión de los
rumores tuvo su origen, según el propio Álvarez, en una entrevista que le hizo Susana Viau y que publicó
Página/12 el 7 de agosto de ese año, en la que el vicepresidente aceptaba la posibilidad de que se
hubieran pagado sobornos (Morales Solá, 2002: 30; Viau y Tagliaferro, 2000).
37
“Álvarez no presidirá más sesiones”. La Nación, 1 de septiembre de 2000. El vicepresidente
explica su decisión: “(…) llegó un momento en que se tornó insoportable. Yo presidía las sesiones del
Senado y tenía tres horas de cuestiones de privilegio contra mí. Y debía escucharlas, pero no podía
defenderme, sólo podía responder luego por los medios de comunicación” (Castro, 2009: 372).
En sus apariciones públicas, no obstante, de la Rúa avaló a Álvarez
prácticamente hasta el día de su renuncia38. Pero en la interna aliancista los cruces de
opiniones eran constantes y a mediados de septiembre de 2000 comenzaron a circular
versiones sobre la posible renuncia del vicepresidente (Morales Solá, 2000b). La
tensión al interior del gobierno fue en aumento: por un lado, los desencuentros entre
radicales y frepasistas comenzaron a hacerse patentes; por otro lado, las diferencias
entre Álvarez y de la Rúa entraron en un crescendo imparable (destacaron en este
sentido las reuniones del presidente con su antecesor, Carlos Menem, a las que
Álvarez se opuso abiertamente, y las declaraciones públicas de éste sobre su certeza
de que el gobierno pagó sobornos a senadores) (Laborda, 2000).
Durante la primera semana de octubre de 2000 estos conflictos estallaron: a los
factores anteriores se sumó una renovación del gabinete presidencial que no sólo no
contó con el visto bueno de Álvarez, sino que fue diametralmente en contra de sus
posiciones: el presidente ratificó en sus puestos a los ministros cuya expulsión del
gobierno Álvarez consideraba clave (Alberto Flamarique, Ministro de Trabajo, fue
emplazado como Secretario General de la Presidencia; y Fernando de Santibañes, jefe
de la SIDE, conservó su cargo)39.
Ese mismo día, Álvarez presentó su renuncia, que generó una importante
desestabilización del gobierno. En primer lugar, porque debilitó a la Alianza, a pesar
de sus afirmaciones a favor de la continuidad de la coalición; en segundo lugar,
porque ese debilitamiento implicaba un aumento de la fragilidad del gobierno; en
tercer lugar, porque dejaba al presidente expuesto y con menos recursos frente a un
Congreso en el que no tenía mayoría (Morales Solá, 2002: 51; Mustapic, 2005: 277;
Serrafero, 2008: 29).
38
“Respaldó De la Rúa a Álvarez y al gabinete”. La Nación, 16 de septiembre de 2000
(recuérdese que Álvarez renunciaría el 6 de octubre).
39
“De la Rúa renovó el gabinete y le dio más poder a Machinea”. La Nación, 6 de octubre de
2000.
consiguiendo una banca como diputado nacional por el PJ en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires bajo el padrinazgo del entonces presidente Carlos Menem40.
En 2001 fue ratificado en su curul legislativa y, tras la crisis que derrocó al
presidente de la Rúa, el presidente interino Adolfo Rodríguez Saá lo convocó para
encabezar la Secretaría de Turismo y Deportes. En 2002 Scioli fue sostenido en su
puesto por el reemplazante de Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde (Oliva, 2003). Fue
durante ese año que, a través de Cristina Fernández de Kirchner, comenzó su
acercamiento al candidato presidencial del duhaldismo en las elecciones de 2003
(Castro, 2009: 378-379).
Scioli estaba preparando su campaña para la jefatura de gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires cuando recibió la oferta de Kirchner. Para ambos se trató de una
apuesta difícil:
La historia se encargará de decir, al final, cuál de los dos hombres del peronismo
ha sido más audaz con este movimiento: si Kirchner, al elegir de ladero a un
dirigente de inconfundible cuna menemista, o Scioli al canjear una carrera en
Capital que parecía bien enfilada por una nueva aspiración rodeada todavía
mucho más de dudas que de certezas (van der Kooy, 2003).
40
“Menem propuso a Scioli como diputado del PJ”. La Nación, 28 de enero de 1997.
41
“Kirchner echó del gobierno a toda la gente de Scioli”. Clarín, 20 de agosto de 2003.
42
“Scioli: ‘La Argentina despierta una gran expectativa en Europa’”. La Nación, 1 de julio de
2003. Y “El Presidente decidió ayer ‘declarar la guerra’”. La Nación, 20 de agosto de 2003.
reuniones con dirigentes políticos e incluso tuvo una actividad intensa cuando el
primer mandatario lo dejó interinamente al mando de la presidencia43.
Además, el vicepresidente tuvo desde el comienzo de su gestión reuniones
(muchas de ellas en su casa) con algunos de los “hombres más poderosos del país”, y
fue “acumulando un poder propio: se reúne con muchos de los sectores que el
Presidente margina de su despacho, es uno de los mejores puentes que tiene Eduardo
Duhalde para sentar sus posturas y está afianzando su relación con los senadores y
diputados” (Juárez, 2003b).
El referido choque surgió cuando el vicepresidente realizó declaraciones
contrarias a la postura del gobierno44; una semana más tarde, el presidente expulsó a
los funcionarios de la cartera controlada por Scioli 45 y le quitó a éste el control de los
fondos correspondientes a la Secretaría de Turismo y Deporte46. Además, durante un
período lo mantuvo aislado del resto del gobierno47.
Si bien el restablecimiento de las buenas relaciones entre presidente y vice
ocurrió pronto, el segundo no recuperaría el protagonismo que había tenido antes del
enfrentamiento48. A partir de entonces, Scioli centraría su actuación en la construcción
de una buena imagen pública en base a una serie de reformas llevadas a cabo en el
Senado (que serán descritas a continuación).
Por otro lado, durante el gobierno de Kirchner, igual que ocurriría
posteriormente en el de su cónyuge, no se celebraron reuniones de gabinete49. De
este modo, el vicepresidente quedó fuera de ciertos procesos de toma de decisiones y
perdió una fuente privilegiada de información.
En la Cámara alta, las tareas de Scioli fueron variando a lo largo del mandato.
En un principio, su principal objetivo fue lograr la sanción de algunas leyes que
permitirían al Ejecutivo cumplir sus compromisos con los organismos internacionales
de financiación50. Igual que en el ámbito Ejecutivo, Scioli comenzó su administración
43
“El día que Scioli fue Presidente”. La Nación, 12 de junio de 2003.
44
“Scioli: en 90 días subirán las tarifas”. La Nación, 13 de agosto de 2003. Y “La relación
Kirchner-Scioli”. La Nación, 21 de agosto de 2003.
45
“Kirchner echó a 3 hombres de Scioli”. La Nación, 20 de agosto de 2003.
46
“Refuerzan el control sobre Scioli”. La Nación, 25 de agosto de 2003.
47
“Kirchner y Scioli, lejos de reconciliarse”. La Nación, 21 de agosto de 2003.
48
“Scioli sabe que su papel no es el mismo de antes, y reconoce que nunca lo será. Ya no ofrece
comidas en el quincho de su casa para el empresariado, ni tiene la misma exposición pública que tuvo al
comienzo de la gestión, cuando hablaba de muchos temas y ofrecía conferencias de prensa sobre toda la
actividad legislativa que le compete por su cargo” (COLONNA, 2003).
49
Entrevista a un alto funcionario del Senado. Buenos Aires, 22 de abril de 2009.
50
“Un allegado a Scioli ratificó que la agenda del vicepresidente en el Congreso consistirá en
apurar las leyes de compensación a los bancos por la pesificación asimétrica, la reforma impositiva, la
reforma de la coparticipación federal fiscal, el aumento de tarifas y renegociación de contratos de
empresas de servicios públicos privatizadas, y la reforma a la ley de entidades financieras, tal como se
informa por separado”. “Desde el Congreso, Scioli apunta al Fondo y a las obras”. La Nación, 18 de mayo
de 2003.
del Senado con un perfil alto y mucha actividad. Sin embargo, tras el choque con el
presidente debido al cual fueron despedidos sus hombres de la Secretaría de Turismo
y Deporte, el vicepresidente procuró tener un perfil más bajo y limitarse al protocolo51.
A partir de 2005, con el conflicto ya resuelto y olvidado, Scioli contaría con un
crédito del Banco Interamericano de Desarrollo para llevar a cabo un Plan de
Fortalecimiento Institucional del Senado52. El Presidente de la Cámara alta se dedicó
fundamentalmente, con estos fondos, a llevar adelante una amplia tarea de
devolución de prestigio al Senado.
Los resultados más visibles públicamente de esa obra fueron la creación del
canal de televisión Senado TV, la modernización del sitio web del Senado, la
implantación del voto electrónico53, la mejora de la iluminación y el aspecto externo
del edificio, la creación de los premios Domingo Faustino Sarmiento para
personalidades del ámbito de la cultura, el establecimiento de una Oficina de Atención
Ciudadana (Benini y Álvarez Parisi, 2006) y una larga serie de invitaciones a
personajes públicos que, con su publicitado paso por la Cámara, le dieron a ésta un
renovado prestigio y a su presidente una muy buena imagen pública54.
Scioli desempeñó sus funciones, a partir del conflicto con Kirchner, bajo un
presupuesto de lealtad al presidente: tanto su recortada labor en el marco del
gobierno como su más protagónica campaña para devolver al Senado su nobleza
fueron llevadas a cabo con mesura y con la vista siempre puesta en la aprobación del
primer mandatario (o al menos en la evasión de todo posible conflicto con él).
Esto no impidió al vicepresidente construir, a través de sus frecuentes
apariciones en los medios de comunicación, una imagen de buena gestión y de
cercanía a los ciudadanos55. Esto fue razón suficiente para que el presidente lo
propusiera como candidato justicialista a la gobernación de la provincia de Buenos
Aires en las elecciones de 2007, de las que el vicepresidente salió vencedor.
(…) me consultaron por los temas del cambio horario, donde logré sumar una
modificación al proyecto que luego se aplicó, tuve alguna sugerencia en un
proyecto de ley de financiamiento que había generado un traspié en el Congreso,
traje a Lousteau (Martín, ministro de Economía) al Senado. Inclusive, algunos
diarios me pusieron como artífice del acuerdo. Hasta que surgió el tema del
campo… (testimonio recogido por Castro, 2009: 398).
punto de vista institucional, puede ser una votación anacrónica. Desde el punto de vista de su sensación
personal, es correcta” (p. 376). Finalmente, Daniel Scioli: “Si Cobos cumple su rol constitucional y sus
plenas funciones, planteando su matiz, está bien. Pero si se pone abiertamente a construir candidaturas
opositoras al gobierno al cual pertenece… Ahí está el límite” (p. 389).
62
“Consenso Federal, el nuevo partido de Cobos”. La Nación, 24 de octubre de 2008.
63
“Cobos sólo renunciará si se lo pide la gente en una consulta popular. Clarín, 23 de noviembre
de 2008.
64
“El Gobierno obligó a renunciar a los funcionarios ‘cobistas’”. Clarín, 22 de julio de 2008.
65
“Fuerte apoyo de todo el arco opositor”. La Nación, 18 de julio de 2008.
apoyo del radicalismo K; por otro, fue objeto de presiones de estos mismos cuando
Cristina Fernández de Kirchner comenzó a mostrar que no los incorporaría al gobierno
ni a la toma de decisiones en la medida que ellos esperaban; en tercer lugar, el
radicalismo “puro” lo vio como un traidor y emprendió acciones para debilitarlo66. Esta
sumatoria de fuerzas cambiaría substancialmente tras el desempate del
vicepresidente en el Senado.
A partir de entonces, Cobos sumó el importante apoyo del sector agropecuario
argentino. Por otro lado, comenzó a revisarse su expulsión de la UCR (la resolución
aparece en Castro, 2009: 396). En tercer término, el radicalismo K se dividió entre
quienes se quedaron del lado del gobierno y quienes siguieron a Cobos. Por último, la
expansión de su liderazgo, la creación de un partido político bajo su conducción y el
surgimiento de un sector de kirchneristas desencantados le significaron la
incorporación de apoyos políticos sustanciales.
Respecto de los medios de comunicación, las apariciones de Cobos cambiaron
radicalmente de carácter a partir de su desempate en el Senado: hasta entonces
había figurado con poca frecuencia, y en más de una ocasión lo había hecho por
motivos que iban en contra de su buena imagen (las investigaciones por malversación
de fondo que se realizaron al Secretario Administrativo del Senado, hombre de su
confianza67; el uso indebido de Senado TV; incluso algunas declaraciones poco felices
acerca de la situación económica del país68).
66
“Radicales K pidieron más participación”. La Nación, 15 de abril de 2008.
67
“Renunció un funcionario de Cobos”. La Nación, 15 de marzo de 2008.
68
“’La inflación es una sensación’, dijo Cobos”. La Nación, 14 de marzo de 2008.
tuvo en el marco del Poder Ejecutivo y del Senado? ¿Qué evaluación se puede hacer
de su aparición en los medios de comunicación?
Se asume, desde el comienzo mismo del análisis, la dificultad para llegar a
conclusiones universalizables a partir de apenas seis casos. No obstante, dado el
espacio central que han ido cobrando los vicepresidentes en la vida política argentina,
se considera que el estudio de cada caso en particular saca a la luz información
relevante por sí misma, y que un trabajo de esta índole puede abrir el camino a una
sistematización metodológica útil para futuras investigaciones. Asimismo se espera
que sirva para generar hipótesis e ideas tentativas.
El objetivo último del análisis, como se ha dicho, es encontrar relaciones entre
el poder –cuantitativo y cualitativo– de los vicepresidentes y el desempeño y la
estabilidad del gobierno al que pertenecen. Para ello, se construirá una tipología de
vicepresidentes a partir de dos variables: la cantidad de poder que acumulan y el
modo en que lo utilizan. A continuación, teniendo en cuenta dicha tipología y los datos
primarios y agregados que se utilizaron para construirla, se procurará establecer
relaciones entre estas informaciones (datos primarios, datos agregados y tipología),
por un lado, y los resultados de los gobiernos por otro.
La primera variable: la cantidad de poder acumulada por los vicepresidentes,
requiere pocas explicaciones. Su clasificación se hace en cinco categorías: mucho,
bastante, medio, poco y ninguno. La ubicación de cada vicepresidente en una laya u
otra está determinada por sus atributos sobre un esquema de nueve dimensiones,
ponderadas del modo que se explica a continuación.
Se estima que no todas las dimensiones inciden en la misma medida sobre la
cantidad total de poder: en primer lugar, algunas parecen aportar mayores montos de
poder que otras. En segundo lugar, algunas dimensiones inciden no sólo sobre el
poder, sino sobre otras dimensiones; por ello se ha intentado asignar a cada una un
valor que tuviera en consideración su propio peso, de manera aislada, y su potencial
influencia sobre otras.
Es preciso hacer manifiestas, antes de continuar, dos limitaciones en relación a
la elaboración de las escalas y la cuantitativización de los indicadores. En primer
lugar, y como ya se ha dicho anteriormente, no existen investigaciones que estudien
la vicepresidencia desde esta perspectiva; luego, este trabajo busca una primera
aproximación, y esto le imprime indefectiblemente el sello de lo exploratorio, de lo
tentativo.
En segundo lugar, debe considerarse que la cuantitativización de los indicadores
supone la creación de una correspondencia entre valores cualitativos y cuantitativos,
correspondencia no exenta de cierta subjetividad. Por añadidura, los indicadores son
extraídos de la realidad política; allí, sus límites son frecuentemente difusos y
requieren una lectura flexible. La cuantitativización, por el contrario, los priva de dicha
flexibilidad y los somete a categorías numéricas rígidas.
Se entiende, por lo tanto, que el proceso implicará una toma de decisiones a la
hora de asignar valores a los mecanismos del poder; decisiones que, como se ha
indicado, adolecen de subjetividad y pueden variar en función de la lectura que se
haga de la escena política analizada.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, se han establecido tres niveles de
incidencia de las dimensiones: alto, mediano y bajo. La clasificación de aquéllas según
esta escala se expone en la Tabla II.
Ponderación Medio Alto Bajo Bajo Alto Alto Medio Medio Alto
Modo de poder
Subordinación Cooperación Tensión Conflicto
Poco +
De sombra
Ninguno
Cantidad De Competidor Opositor
Medio Colaborador
de poder complemento leve leve
Mucho + Co- Competidor Opositor
Bastante presidente severo severo
NOTA: Se estima a priori imposible la combinación de Mucho/Bastante poder
con relaciones de subordinación, así como la existencia de Cooperación,
Tensión o Conflicto en casos de vicepresidentes con Poco/Ningún poder.
Fuente: elaboración propia.
Aplicando esta tipología a los seis vicepresidentes considerados por este estudio
se obtiene la clasificación recogida por la Tabla VII. Ésta resulta de utilidad, en primer
lugar, para describir de manera sintética el tipo de vicepresidencia que tuvo lugar en
cada caso; y en segundo lugar para identificar de manera inmediata la magnitud de
los cambios que se pueden dar en las características del mandato vicepresidencial.
Se aprecia, en primer lugar, que el poder del vicepresidente puede variar en
diversas direcciones durante su gestión, tanto en su magnitud como en su calidad.
Carlos Ruckauf es un ejemplo de variación cualitativa: mientras su poder no se
incrementó ni disminuyó sustancialmente, la forma en que lo ejerció sufrió
considerables variaciones. Daniel Scioli, por el contrario, se mantuvo a lo largo de su
mandato en relación de subordinación ante su presidente, pero pasó de un grado
medio a uno bajo de poder.
Los cambios más profundos en la magnitud y en el modo de poder del
vicepresidente están asociados a la emergencia de conflictos entre éste y el primer
mandatario. Al observar tales cambios se evidencia, además, que la cantidad de poder
no evoluciona de manera exógena e independiente al modo
TABLA IV. GRADO DE PODER DE LOS VICEPRESIDENTES ARGENTINOS (1983-2009)
V. C. D. Scioli
Dimensión % E. Duhalde % % C. Ruckauf II % C. Álvarez I % C. Álvarez II % D. Scioli I % % J. Cobos I % J. Cobos II %
Martínez Ruckauf I II
1. Poder previo Poco 4 Bastante 8 Medio 6 Medio 6 Mucho 10 Mucho 10 Medio 6 Medio 6 Poco 4 Poco 4
Semi-
2. Liderazgo partidario liderazg 7,5 Liderazgo 15 No 0 No 0 Liderazgo 15 Liderazgo 15 No 0 No 0 No 0 Liderazgo 15
o
Mismo Mismo Mismo Mismo Mismo Distinto
Distinto Distinto
partido, partido, partido, Mismo partido, Distinto partido, partido, partido, partido,
3. Origen partidario 2 2 1 1 partido, 5 5 1 1 3 partido, 3
distinta distinta misma misma línea simétrico misma misma asimétric
simétrico asimétrico
línea línea línea línea línea o
Negociació Imposició Negociació
4. Gestación de la fórmula Acuerdo 3 5 1 Imposición 1 5 Negociación 5 Acuerdo 3 Acuerdo 3 Acuerdo 3 Acuerdo 3
n n n
Mediano Mediano
5. Apoyos externos Débiles 5 Medianos 10 Fuertes 15 Fuertes 15 Fuertes 15 Fuertes 15 10 10 Débiles 5 Fuertes 15
s s
Aumentan Reducen
6. Conflictos (efecto sobre (Poder (Poder (Poder Reducen (Poder Aumenta
No hubo 9 No hubo 9 9 moderadament 12 9 moderadament 6 9 3 9 15
el poder) inicial) inicial) inicial) mucho inicial) n mucho
e e
7. Actuación en el
Poca 4 Mucha 10 Media 6 Media 6 Mucha 10 Poca 4 Bastante 8 Poca 4 Poca 4 Ninguna 2
Ejecutivo
8. Actuación en el Senado Media 6 Media 6 Media 6 Bastante 8 Bastante 8 Poca 4 Bastante 8 Bastante 8 Mucha 10 Media 6
9. Medios de
Poco 6 Mucho 15 Medio 9 Bastante 12 Mucho 15 Mucho 15 Bastante 12 Bastante 12 Poco 6 Mucho 15
comunicación
46, 8 5 6 9 7 5 4 4 7
TOTAL Poco Bastante Medio Medio Mucho Bastante Medio Poco Poco Bastante
5 0 3 1 2 9 7 7 4 8
Nota: la dimensión “6. Conflictos (efecto sobre el poder)” se calcula en base a un poder inicial igual a 9. Por ello, en los casos de
vicepresidentes que tuvieron conflictos con sus presidentes, en la primera columna se indica siempre (Poder inicial) = 9, mientras que en
la segunda columna se utiliza una escala de 3 a 15 para graficar los cambios en el poder del siguiente modo: 3 significa una reducción
severa de poder; 6 da cuenta de una merma moderada; 9 se utiliza cuando no hubo cambios; 12 implica un aumento moderado; y 15 un
incremento severo.
Fuente: elaboración propia.
C.
C. J. Cobos
Vicepresidente V. Martínez E. Duhalde C. Ruckauf I Ruckauf C. Álvarez I D. Scioli I D. Scioli II J. Cobos I
Álvarez II II
II
Modo de
Subordinación Cooperación Subordinación Tensión Cooperación Conflicto Subordinación Subordinación Subordinación Conflicto
poder
Fuente: elaboración propia
TABLA VII. CLASIFICACIÓN DE LOS VICEPRESIDENTES ARGENTINOS (1983-2009) SEGÚN LA TIPOLOGÍA PROPUESTA
V. D. Scioli
Vicepresidente E. Duhalde C. Ruckauf I C. Ruckauf II C. Álvarez I C. Álvarez II D. Scioli I J. Cobos I J. Cobos II
Martínez II
De Co- Competidor Co- Opositor De De Opositor
Tipo Colaborador Colaborador
sombra presidente leve presidente severo sombra sombra severo
Fuente: elaboración propia
de ejercerlo, sino que está en cierta medida determinada por él, es decir, por la
relación entre presidente y vice.
Las modificaciones en la dimensión cuantitativa pueden producirse tanto hacia
un mayor como hacia un menor poder; las experiencias opuestas de Carlos Álvarez y
Julio Cobos sugieren que no existe regularidad en el vínculo entre potenciación o
amaine del enfrentamiento, por un lado, e incremento o disminución del poder
vicepresidencial por otro. En estos mismos casos (Álvarez y Cobos) los conflictos entre
presidente y vice dieron lugar a que éste se constituyera en “opositor severo”; ambas
situaciones derivaron, en convergencia con ello, en las dos muestras más serias de
desestabilización del gobierno.
También en relación con los conflictos entre presidente y vice, se aprecia que el
sostenimiento de las desavenencias no requiere un poder previo del segundo: el
propio choque suele aportarle un conjunto de apoyos tales que le permiten
enfrentarse al primer mandatario, si no en igualdad de condiciones, al menos en una
asimetría sólo parcial. El enfrentamiento entre Cristina Fernández de Kirchner y Julio
Cobos ilustra este modo de conflicto.
En los casos en que no existen desencuentros sustanciales entre el presidente y
su compañero de fórmula, los mecanismos de creación de poder que puede poner en
funcionamiento el vicepresidente son fundamentalmente los mismos. La observación
comparativa de Víctor Martínez y Eduardo Duhalde parece indicar que éste construyó
más poder desde la vicepresidencia haciendo uso de recursos a los cuales también
Martínez podía acceder: principalmente la política partidaria y los medios de
comunicación.
Por otra parte, la concepción que tanto Alfonsín como Martínez tenían del cargo
de éste motivó que la labor ejecutiva del vicepresidente estuviera limitada a aconsejar
al titular desde la sombra. Esta consideración dispara la necesidad de tener en cuenta
y realizar una breve exposición de las concepciones que las seis fórmulas tenían
acerca de la vicepresidencia. Examinando esto en detalle se advierte que las
concepciones no se explican por sí mismas, sino por las finalidades políticas de los
actores que las sostienen. Dichas finalidades dan lugar en muchos casos a la retorsión
de las ideas que los vicepresidentes tienen de su propio cargo (y en alguna medida a
los marcos jurídicos que lo regulan, aunque en el caso de la vicepresidencia éstos se
caracterizan por un minimalismo fácilmente maleable).
Junto a ello es menester apuntar la ambición política que abrigaba el segundo,
puesto que su comportamiento parece bascular entre estos dos polos: por un lado su
ambición, que lo impulsa en mayor o menor medida a conquistar espacios de poder;
por el lado opuesto la concepción que el presidente y él tengan de su cargo, pistón
que tiende a comprimir aquellos espacios y ambiciones.
Alfonsín y Martínez, como ya se ha indicado, concebían la vicepresidencia como
un cargo condenado a las sombras y al acompañamiento casi incondicional de los
movimientos presidenciales. El cordobés, en efecto, aceptó de buen grado su papel de
opaco consejero del primer mandatario y se impuso a sí mismo una rigurosa lealtad a
Alfonsín.
En el caso de Duhalde, los hechos dan cuenta de una concepción muy distinta a
la de su antecesor: durante su breve mandato se registró una intensísima actividad
del primer vicepresidente de Menem. En cuanto a éste, parecería que su noción de la
segunda magistratura cambió como consecuencia de la experiencia: a Duhalde le
asignó tareas en el marco del Poder Ejecutivo y lo dejó actuar con gran libertad
durante sus ausencias; cuando le llegó el turno a Ruckauf, en cambio, limitó hasta tal
punto su actividad que el vicepresidente declararía una vez finalizado su mandato:
“(…) como dice Menem: ‘Los vicepresidentes sólo tocan las campanillas del Senado’”70.
Sin embargo, este cambio en la disposición de Menem hacia sus vicepresidentes no le
ahorró inconvenientes, a raíz de lo cual plantearía durante la campaña electoral de
2002 una reforma constitucional que eliminara la figura vicepresidencial71.
En cuanto a la ambición de ambos vices menemistas, sus respectivas
actuaciones manifestaron claramente sus pretensiones: mientras el muy activo
Duhalde se haría con el monopolio del poder bonaerense, Ruckauf llegaría a la
gobernación de esa provincia gracias a aquél y no construiría un poder propio e
independiente, sino que seguiría dependiendo de Duhalde para el desarrollo ulterior
de su carrera política.
La concepción de Carlos Álvarez de la vicepresidencia estaba atravesada por la
esencia coaligada del gobierno aliancista: en él se confundían una noción activa del
cargo, por su propia esencia, con la exigencia de que hiciera justicia a su misión
representativa de uno de los dos partidos de la coalición. Mientras, Fernando de la
Rúa acabó revelando una concepción más bien subalterna y secundaria del puesto de
Álvarez. La principal ambición de éste consistiría, al menos aparentemente, en la
satisfacción de sus obligaciones como vicepresidente; ello explicaría su renuncia,
debida –según sus declaraciones– a la cristalización de un conjunto de circunstancias
que le impedían realizar dichas tareas.
70
“Los demócratas apoyarán mi proyecto. Sería bueno ponerse de acuerdo con las fuerzas
provinciales”. Entrevista a Carlos Ruckauf. Los Andes, 24 de junio de 2001.
71
“En campaña, Menem pidió una reforma constitucional”. La Nación, 31 de mayo de 2002.
Daniel Scioli llegó a la vicepresidencia con una concepción activa y protagónica
del cargo, idea que en principio era compartida por Néstor Kirchner. Sin embargo,
existía un punto de divergencia que se haría manifiesto rápidamente: el presidente no
contemplaba, entre las prerrogativas del vice, la de disentir públicamente en torno a
las políticas del gobierno. El enfrentamiento a que llevó esta diferente concepción del
cargo se combinó con la ambición política de Scioli, que dependía de Kirchner para
prolongar su carrera; el resultado de ello fue la modificación de la noción que el vice
tenía de su propio cargo, aceptando un perfil rigurosamente bajo y alineándose
invariablemente con los posicionamientos del titular.
La idea inicial de Julio Cobos acerca de la vicepresidencia parecía coincidir con
la de la presidente del gobierno: aquél sería un auxiliar de la titular, siguiendo la línea
de Víctor Martínez o Carlos Ruckauf. Cobos mantuvo este estilo hasta que el episodio
del desempate en el Senado trastornó completamente el panorama dentro del
gobierno. A partir de allí mostró una concepción de la vicepresidencia radicalmente
distinta, caracterizada por el protagonismo y por la oposición abierta al oficialismo. En
cuanto a su ambición, es quizás pronto para realizar una evaluación. No obstante, sus
movimientos hasta la actualidad dan cuenta de un innegable anhelo por mantenerse
en la primera línea de la lucha partidaria.
Por otro lado es importante tener en cuenta las consecuencias que puede traer
la conformación de alianzas en torno al vicepresidente: tomando como base los casos
de Carlos Álvarez y de Julio Cobos se observa que al comienzo del mandato el papel
del vice en el gobierno parece depender principalmente del peso de su partido dentro
de la fórmula y de su posición dentro del partido. Mas su ambición y el devenir del
gobierno y del curso político pueden determinar que la posición inicial se modifique,
posiblemente a través de un conflicto con el presidente.
También en relación a los partidos, se puede señalar que no se ha encontrado
patrón de vínculo alguno entre color político y poder vicepresidencial: ninguna
agrupación partidaria tiende en mayor medida que otras a otorgar más o menos poder
a los vicepresidentes de su filiación que llegan al gobierno. Tampoco se puede afirmar
que algún partido genere con cierta regularidad un determinado modo de relación
entre presidente y vice.
Antes de analizar algunos aspectos concretos derivados de las Tablas IV, V y VII,
IV. Conclusiones
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