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El peronismo a través de Borges, Sábato, Germani y Cooke

L’illusion comique. Borges explica en su artículo una de las dos formas en las cuales
consiste la dominación, según su criterio. En primer lugar quedan planteadas ambas alternativas.
Una de ellas es el terror, según él mismo “de índole criminal, hecha de cárceles, torturas,
prostituciones, robos, muertes e incendios”1. La otra, en la cual está basado todo el artículo, es de
carácter escénico. Lo que Borges plantea es que el peronismo utilizó una táctica de “obra teatral”
como forma de dominación sobre las masas, y que en realidad no hay nada de verdad en la doctrina
peronista, sino puros símbolos y situaciones creadas con el propósito de manipulación. Toma, como
uno de los casos paradigmáticos, a los sucesos del 17 de octubre de 1945 argumentando que la falta
de explicaciones acerca de ciertos aspectos turbulentos del asunto (¿cómo podía saberse el paradero
de Perón? ¿Por qué nadie fue encarcelado por lo sucedido?) da a entender que en realidad fue toda
una maniobra calculada. El otro hecho es la renuncia a la presidencia por parte de Perón en agosto
de 1955 (que desembocó en el golpe de estado ocurrido unos días después). Ese gesto, para Borges,
era una maniobra más para que el pueblo rogara la vuelta de su general, cuando en realidad ya no
había nada que hacer: todos sabían que se trataba de una actuación. El peronismo se resume, para
Borges como la “ambigüedad de las ficciones del abolido régimen, que no podía ser creídas y eran
creídas”2
Evidentemente Borges tiene una postura completamente antiperonista. Para él, el peronismo
no tiene nada de verdad y es pura manipulación. Pero hay ciertos aspectos que, consciente o no,
deja de lado a la hora de juzgarlo. Esencialmente. Es decir, no alcanza justificar la adhesión popular
que tuvo Perón con la mera manipulación, no puede explicarse así cómo fue posible que tanta gente
lo apoyara. Las razones deben buscarse no tanto en el plano ideológico, sino en los hechos. La
realidad era que el peronismo había cambiado las condiciones de vida de mucha gente, y era a esto
a lo que las masas respondían. Si bien la conocida frase “alpargatas sí, libros no” es controvertida,
representa a la perfección el perfil de la clase que apoyaba a Perón. Gente que no tenía pretensiones
altas (como lo puede ser el hecho de educarse), sino que simplemente quería trabajar y salir de una
situación que no era la mejor.

El otro rostro del peronismo. Podría decirse que Ernesto Sábato se vuelve anti anti-peronista (si
bien no apoya a Perón) desde el momento en el que observa en primera fila lo que el dictador ha
provocado en la gente. Se da cuenta, en contraste con muchos otros intelectuales de su época (como
Borges), que el peronismo parece haber tenido algún lado positivo, y que no es correcto tomar al
régimen peronista como malo en su totalidad. Que podía parecer que sólo perseguía objetivos
1
Jorge Luis Borges, Revista Sur, Nº 237, noviembre-diciembre de 1955, pp. 9-10.
2
Ibíd.
materiales, pero que también había una esperanza más profunda en los trabajadores de mejorar su
situación social, eran anhelos más profundos que los que se pensaban. Anhelos de “justicia y
reconocimiento”.
El problema de los intelectuales y la clase media, de acuerdo con Sábato, es que están tan
contrariados por su situación (no eran tenidos en cuenta por el régimen peronista) que les era
imposible ver algo positivo dentro del peronismo. Los de izquierda, por ejemplo, tenían una
concepción de la clase trabajadora tan racionalista que se perdían de estar en contacto con la
realidad (crítica frecuentemente peronista, pero que Sábato utiliza para ilustrar un ejemplo de hasta
qué punto las clases se negaban a ver lo que sucedía y se quedaban en su ideología).
En este sentido hay otro aspecto que se desarrolla (a lo mejor no tan importante para este
análisis, pero presente en el de Sábato). Es la cuestión de una postura de dualidad permanente por
parte de los intelectuales (blanco o negro, civilización o barbarie) que impide observar los matices
que brinda la realidad. Esta postura es analizada a través de la historia argentina, para llegar
finalmente a la conclusión de que, para superar esta rivalidad entre “doctores y pueblo” que ha
existido siempre, en la actualidad (la actualidad del texto) hay que adoptar “una concepción de la
política y de la vida nacional que abandone de una vez los fracasados cánones de la Ilustración” 3.
En términos del peronismo, esto significaría que no debe analizárselo desde un lugar tan
esquemático, y generalizando los aspectos negativos, sino que es necesario observar la realidad y lo
que el peronismo realmente ha alcanzado. El tema de la racionalidad e irracionalidad es tratado
también en el texto de Gino Germani (ver página 3).
La integración de las masas a la vida política y el totalitarismo. Gino Germani, por su parte,
se centra en mostrar las similitudes y diferencias entre los totalitarismos europeos (fascismo y
nazismo) y el régimen totalitario peronista. Como sociólogo que es, la primera gran diferencia que
encuentra es, según sus propias palabras “la base humana de ambos tipos de totalitarismo, derivante
de la particular situación histórico-social en que se desarrollaron”4. Mientras que los totalitarismos
europeos contaban con el apoyo de la pequeña burguesía, el peronismo tenía en su gran mayoría el
soporte de los sectores populares (clase trabajadora).Aquí se está hablando de dos tipos de masas
que, según el caso, actúan de forma diferente. Por un lado en el fascismo y el nazismo, las masas
populares tendían a ser socialistas y revolucionarias, con lo cual el régimen estaba en contra de
ellas. Las clases medias también se oponían a la “proletarización” en tanto y en cuanto el ascenso de
las masas populares les quitaba cada vez más su status superior al de los obreros. Esto también
ocurría en Argentina, con la diferencia de que, al basarse el peronismo en los sectores populares, era
la clase media en la que quedaba en la oposición.

3
Ernesto Sábato, El otro rostro del peronismo, Carta abierta a Mario Amadeo, s/ed., Buenos Aires, 1956, pp 40-47.
4
Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición. De la sociedad tradicional a la sociedad de masas,
Paidós, Buenos Aires, 1962, pp. 239-252.
En cuanto a las similitudes, Germani menciona un par de cuestiones: “la identificación de la
masa con el ‘líder’, el contacto directo[…]a que éste apunta[…]representaban en la Argentina como
en los casos europeos (aunque en distinta medida) un poderoso vehículo en la formación de esta
seudoparticipación necesaria para el consentimiento”.5 La diferencia se encuentra aquí en el tipo de
discurso que se planteaba para relacionar al líder con las masas: los totalitarismos adaptan su
ideología al tipo de grupos sociales que constituían su base humana. Si el lema fascista era “Orden,
Disciplina, Jerarquía”, el peronismo reemplaza esto por “Justicia Social” y “Derechos de los
Trabajadores”. Son pseudobjetivos que las masas parecen alcanzar por medio del régimen, con lo
cual logran sentirse incluidas, escuchadas, identificadas. Así logra producirse la dominación. Este
concepto se encuentra en sintonía con lo que mencionaba Borges acerca de formas de
manipulación: el alcance de falsos objetivos es una forma más de disfrazar la realidad.
Ahora bien, otro punto importante en el desarrollo de Germani es analizar la irracionalidad
de las masas, tanto en el nazifascismo como en el peronismo, dado que su análisis no comprende
solamente un enfoque sociológico sino también psicológico de las masas dominadas. Llega a la
conclusión de que, comparando los dos grupos, la irracionalidad es mayor en las masas europeas,
teniendo en cuenta tres factores: los intereses reales de los grupos sociales dentro de las situaciones
históricas respectivas, la medida en que esos intereses fueron satisfechos por los regímenes
totalitarios (y acá se está hablando de satisfacciones reales, así como “pseudo” satisfacciones,
irreales) y los medios que poseían las respectivas masas para comprender su situación histórico-
social. Determinadas circunstancias, tales como la transformación de la estructura económica, el
surgimiento de un proletariado que amenazaba con superar las posiciones de los pequeños
privilegiados, la 1ra Guerra Mundial, etc., fueron aspectos de una crisis que afectó a la pequeña
burguesía, negándole la posibilidad de ver más allá de su propia situación. Por lo tanto eran
incapaces de comprender lo que sucedía a su alrededor, y se aferraban todo lo que podían a la
posibilidad de recuperar su prestigio y de diferenciarse cuanto pudieran de la clase obrera a
cualquier costo. Ese costo, naturalmente, fue el de someterse a los regímenes totalitarios. Las
frustraciones eran canalizadas hacia la figura amenazante del proletario. De ahí la rivalidad que se
originó entre éstos y la clase media que les impedía formar una sola nación en sus países. El
régimen totalitario aprovechaba esta situación satisfaciendo intereses “sustitutos” que escondían la
situación de crisis que se estaba atravesando.
En cuanto a las masas peronistas, Germani plantea que la adhesión popular a Perón también
produjo consecuencias contrarias a los intereses populares (satisfaciendo deseos “ficticios” al igual
que el fascismo. Esta postura es compartida por Borges, en el sentido de que sostenía que Perón
simulaba satisfacer ciertas demandas para ocultar sus verdaderos propósitos). Sin embargo también

5
Ibíd.
es importante destacar que sí hubo cambios desde el punto de vista de la afirmación de las clases
populares frente a las demás y a sí mismas. Las huelgas, y los métodos que utilizaron en general,
para alcanzar sus objetivos, fueron catalizadores de la toma de conciencia acerca del poder que
tenían, y en eso sí hay una importante diferencia frente al fascismo. Porque podría considerarse lo
logrado por los sectores populares como objetivos verdaderos, alcanzados no necesariamente por la
“gratitud” que tenían los obreros hacia Perón, sino por el hecho mismo de que eran capaces de
lograr lo que querían. Hasta cierto punto. Germani no considera a estas masas como irracionales
dado el contexto en el que surgieron, y el camino que tomaron en base a la poca educación que
tenían y a la situación que les tocó vivir.
En este contexto, ¿dónde se encuentra el 17 de octubre de 1945 para Germani? Plantea que
los trabajadores la sintieron como una experiencia espontánea, natural dentro del contexto de
huelgas y reclamos con el que acostumbraban a lograr sus objetivos pero que en algún punto debió
organizarse. Asimismo, propone que Perón utilizó estos mecanismos de lucha para ir asegurándose
un lugar entre la gente, idea que una vez más hace recordar a Borges.

John William Cooke – Peronismo y lucha de clases, julio de 1967


Cooke comienza su planteo describiendo su versión del hecho que ha sido un elemento
común en los cuatro textos analizados: el 17 de octubre de 1945. En principio, las clases
privilegiadas reaccionan con pavor y odio, dejando lugar a la ignorancia sobre la significación más
profunda que tuvo un hecho como éste (visión que es compartida por Sábato, en cuanto a la ceguera
de los antiperonistas). Para ellos, como planteaba Borges, el peronismo era “el resultado de la
aplicación de técnicas totalitarias de manipuleo de la opinión de las masas, y por lo tanto era lícito
recurrir a la violencia para derrocarlo”6. Estaban tomando como modelo, nuevamente, a los
totalitarismos europeos, asumiendo que éstos y el peronismo tenían lo suficiente en común como
para ser tomados como formas parecidas de dominación (lo cual ya se ha visto con Germani que no
es así). Con este pensamiento en mente, es lógico suponer que desde el golpe del ’55 en adelante, el
proceso político argentino se basó prácticamente en dictaduras militares que trataron de integrar al
sistema a la esa masa peronista.
Cooke piensa a la dualidad peronismo-antiperonismo como la forma en que se dio la lucha
de clases en este período, y que no debería tomarse al peronismo tan a la ligera, como meramente
una expresión político-partidista, en el sentido de que podía pensarse al peronismo como el
encargado de llevar adelante la revolución, por su composición social, sus luchas, y porque era
liderado por una “burocracia”, si se quiere, capaz de conducir a las bases a la toma del poder. Desde
acá hasta el final del planteo de Cooke hay un punto de inflexión que no aparece en ninguno de los

6
John William Cooke, Peronismo y lucha de clases, julio de 1967.
textos anteriores, y éste es la existencia del peronismo revolucionario. Hasta el momento, tanto
Borges, como Sábato y Germani se concentraron en el aspecto “dictatorial” del peronismo, cada
uno con su punto de vista. Cooke lleva al peronismo un poco más allá, indicando que el peronismo
revolucionario aparece como la vanguardia dentro del movimiento, que pretende llevarlo más hacia
el enfrentamiento de las fuerzas sociales. El peronismo, como expresión de la crisis del régimen
burgués argentino, debe tomar su lugar como partido revolucionario y jaquear al régimen mediante
la obtención de satisfacciones mínimas compatibles con las expectativas populares. Esto, de
acuerdo con Cooke, traería como consecuencia la alteración del orden social. Es una postura que
podría estar reivindicando eso que Germani llamaba falsas pretensiones. El objetivo del peronismo
revolucionario es asumirse como un polo de la antítesis político social como eje de un frente de la
nacionalidad que luche contra la explotación y la opresión. Todas estas son ideas que aparecen en el
discurso de Perón de forma demagógica, quizás, y que éste sector toma como acciones a realizar
para lograr la verdadera revolución.

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