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Dolomitas 2007

Crónicas desde mi bicicleta


Narración de las experiencias vividas en una semana de julio de
2007 en los Alpes y Dolomitas italianos por trece cicloturistas de Laudio
y alrededores (Alberto, Basal, Belén, José Angel, José Antonio, José
Luis, José Mari, Jesús, Juan, Juancar, Karmelo, Luisja y Rafa)

Luisja
Dolomitas 2007:
Crónicas desde mi bicicleta

1) 14 de julio: Aproximación. Laudio – Milan - Edolo

2) 15 de julio: Gavia-Mortirolo

3) 16 de julio: Bormio-Umbrail-Stelvio

4) 17 de julio: Traslado Edolo – Alleghe

5) 18 de julio: Alleghe – Pordoi – Sella – Gardena – Campolongo – Alleghe

6) 19 de julio: Alleghe – Marmolada – Pordoi – Alleghe

7) 20 de julio: Alleghe – Giau – Tre Croci – Tre Cime di Lavaredo –

Falzarego – Alleghe

8) 21 de julio: Regreso. Alleghe – Milan – Bilbao

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14 de julio, sábado
Nos reunimos delante del Instituto de Llodio a las 04:45 para trasladarnos al
aeropuerto. Nadie se retrasa. El check-in en Loiu se realiza sin complicaciones. El
avión de Alitalia es una miniatura. Hay quien debe caminar con la cabeza ladeada
para poder acceder a su asiento.

El vuelo transcurre sin sobresaltos entre sorbos a un café asqueroso y


espléndidas vistas sobre los Alpes. Tras el aterrizaje, primera sorpresa: Nuestro
equipaje no aparece y la espera en el aeropuerto de Milan-Malpensa se prolonga de
manera exasperante.

Finalmente nuestras maletas son escupidas a la cinta giratoria. Las


recogemos y nos dirigimos a la zona de alquiler de vehículos a recoger las dos
furgonetas que habíamos reservado. Mientras aguardamos recibimos una visita
curiosa: Francesco Frattini, que por lo visto es representante de Spiuk, acude a
saludarnos.

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Nos hemos repartido en las dos furgonetas. Una la conduce Jose Angel,
acompañado de Jesús, Rafa, Juan, Alberto y Belén. La otra, inicialmente, la
conduce José Luis, acompañado por Juancar, José Antonio, Basaldua, Karmelo y
por mi. Las furgonetas andan muy bien, pero en el trayecto desde Milán a Edolo el
GPS ha decidido tomarse unas vacaciones. Nada grave, en cualquier caso.

Alrededor de las 13:30 paramos en un pequeño bar-restaurante en Borgo di


Terco a la orilla de la carretera. La comida es barata (9 euros) y magnífica y el
trato muy cordial. Proseguimos el viaje y a las 16:30 llegamos a nuestro destino:
Édolo.

Durante el trayecto hemos podido realizar la constatación empírica de la


función meramente decorativa de las marcas viales en las carreteras italianas. Los
límites de velocidad carecen, al parecer, de significado.

Una vez instalados en el hotel, nos aguarda una dura tarea (especialmente a
José Angel): Desembalaje y montaje de las bicicletas. En total 3 horas de curro,
que unas cervezas hacen más llevadero. Es lo que tiene la alta competición.

A las 20:30 cena en una pizzeria. Después de la cena me encuentro


demasiado cansado y me retiro a mis aposentos. Del resto no respondo.

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15 de julio, domingo
La noche transcurre apacible. Duermo de un tirón. Me despierto pronto,
quizás porque, estando más al este, aquí amanece antes que en Laudio. A pesar de
haber dormido bien, siento el cuerpo pesado y un poco perezoso. ¿Será pánico ante
lo que tenemos por delante?

A las 07:00 nos reunimos para desayunar. La verdad es que el desayuno no


está mal, pero tampoco es nada del otro mundo.

La mañana se presenta soleada, espléndida, quizás demasiado espléndida.


Me da miedo que el calor apriete en exceso cuando toque subir el Mortirolo. Nos
hacemos unas fotos (tal vez para tener un recuerdo de como éramos antes de
enfrentarnos al recorrido que nos aguarda). A las 08:10 nos ponemos en parcha.

En la etapa de hoy contamos con un lujo inesperado: Basaldua nos va a


acompañar con la furgoneta. En las vísperas de partir sufrió un pequeño percance y
tiene la espalda dolorida. Por precaución prefiere no coger la bicicleta de
momento. La verdad es que todos nos beneficiamos de su pequeña desgracia.
¡Gracias Basal!

Etapa del día: Edolo – Passo di Gavia – Mortirolo – Edolo (130 km)
Edolo – Ponte di Legno – Passo Gavia – Bormio – Mazzo di Valtellina – Mortirolo –
Edolo

El primer tramo del recorrido nos lleva a Ponte di Legno (unos 17 kilómetros).
La carretera tiene un firme bastante irregular y no deja de subir, a veces de
manera muy pronunciada. Por otro lado se trata de una carretera bastante
transitada (quizás al ser domingo el número de turistas y domingueros tenga algo
que ver). Descubrimos con cierta preocupación que una gran parte de conductores
no respetan la distancia de seguridad al sobrepasarnos. Habrá que habituarse
también a esto. Al ser un recorrido ascendente la carretera pone pronto a cada uno

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en su sitio. A los últimos del grupo nos lleva 1:30 llegar al comienzo de la ascensión
al Gavia (¡y todavía no hemos subido ningún puerto!).

La subida al Gavia comienza con una carretera bastante ancha, que tras 4 o
5 kilómetros se estrecha al entrar en un bosque. Cuando digo que se estrecha es
que se estrecha mucho, resulta complicado cuando se cruzan dos vehículos. La
subida es preciosa y dura a la vez. A medida que ascendemos, el bosque va
desapareciendo, dando lugar a un paisaje de praderas y roca. 3 kilómetros antes de
coronar hay que atravesar un largo túnel sin iluminar, negro como la noche y con
fuerte pendiente ascendente (las luces son imprescindibles, al menos para ser
vistos, ya que las mías no me permiten ver gran cosa). Tras el túnel se hace la luz.
Entramos en la última parte de la subida, tras una serie de bellos zigs-zags
llegamos arriba. Tiempo de ascensión (el mío): 2 horitas de nada.

En la cima del Gavia hay un bar y un ambiente festivo de moteros,


cicloturistas y turistas en general. Cuando nos juntamos todos, nos hacemos unas
fotos. También descubrimos que hemos cometido un pequeño error de logística.
Habíamos comprado comida para hacer bocadillos, pero a nadie se le ha ocurrido
meterla en la furgoneta.

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Como ocurre en otros mucos lugares hermosos y míticos, para subir al Gavia
hay que pagar un peaje. No se trata de dinero. Se trata de soportar el tráfico
motorizado, excesivo para las condiciones de la carretera y bastante molestos para
los que practicamos el cicloturismo.

El descenso desde el Gavia hasta Bormio es largo (unos 25 kilómetros) y no


presenta grandes problemas. El mayor inconveniente nos lo ocasionan algunos
moteros con los que nos cruzamos. Circulan buscando la trazada perfecta y les
importa un bledo si en esa hipotética trazada se encuentre un pobre cicloturista.
Ya puedes frenar o quitarte de en medio.

Como no tenemos nada de comer estamos obligados a buscar algún bar para
avituallarnos. Finalmente, una vez pasado Bormio encontramos un pequeño bar en
una población llamada Ceppi. Nos metemos entre pecho y espalda unos deliciosos
panini de crudo e fromaggio (jamon york y queso). La amabilidad del trato también
es de agradecer.

Para ir de Bormio a Mazzo di Valtellina (lugar donde comienza nuestra


subida al Mortirolo) hay dos carreteras: Una de ellas es una vía rápida (exclusiva
para vehículos de motor). La otra, la nuestra, (la tangencial) transcurre paralela a
la primera. Aunque tiende a descender, siguiendo el cauce del río, tiene bastantes
repechos. Además ese día el viento nos soplaba de cara. En el trayecto
atravesamos Grossio. El calor aprieta (35ºC) y la magnífica fuente del centro del
pueblo nos parece un milagro.

Al llegar a la población de Mazzo di Valtellina hay que girar a la izquierda, se


cruza un puente y ... comienza la ascensión al Mortirolo. Esta ascensión consta de
12 km de subida con una pendiente media superior al 10%, superando en varios
tramos el 16% y el 17%, casi nada. Los dos primeros kilómetros son bastante
llevaderos, a partir de ahí no hay tregua. La carretera asciende atravesando un
bosque de coníferas. La sombra se agradece, aunque apenas mitigue el intenso
calor. Es una carretera estrecha, muy estrecha (luego Basal nos contaría de los

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problemas que tuvo al cruzarse con vehículos que descendían), con un asfalto en
buenas condiciones. Personalmente, el tramo del kilómetro 2 al 8 me ha parecido
un auténtico suplicio, un suplicio que se prolonga y prolonga en el tiempo, debido a
la lentitud con la que me veo forzado a subir. Ha habido incluso un momento en
que he tenido que echar pie a tierra para recuperar un poco las fuerzas. En el
kilómetro 8 se pasa por delante de una casa con unas hermosas vistas al valle.
Delante de la casa tienen un jardín con una fuente, que los amabilísimos dueños
nos permiten utilizar. Como en este mundo hay de todo, han colocado un cartel:
“Prego de lasciare pulito”. A partir de ahí, no se si a causa del agua o de que la
pendiente se suaviza realmente, la subida se me hace más llevadera. Sigue
habiendo rampas de gran dureza, pero estas son algo más cortas que en el tramo
anterior. Empezamos a creer que lo vamos a conseguir. En el kilómetro 9 se
encuentra el monumento al pobre Pantani (más fotos). Ya sólo nos quedan los 3
últimos kilómetros. Esto está hecho. Como se puede imaginar el tiempo de subida
varía enormemente en función de las facultades de cada uno. Juan Carlos lo hizo
en 1:10. Los últimos empleamos 2 horas enteras para coronar. Los desarrollos
utilizados también son de lo más variopinto, 36 x 25, el 39 x 25 de Alberto (Dicen
que en la parte final del Mortirolo un tábano le picó, pero el pobre no encontró
sangre que chupar. No me extraña) o mi 28 X 26. Es lo más duro que he subido
nunca, aunque hay por ahí muchas “paredes” que desconozco y que no tengo
mucha ilusión por conocer.

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Tras la tempestad siempre llega la calma: Fotos en la cumbre, risas y un
descenso maravilloso hasta la puerta del hotel. Los más hábiles con la bicicleta han
disfrutado como niños.

Resumen de la etapa:
Distancia total: 129,7 km
Tiempo total: 10:30, de los cuales, en mi caso particular, 7:47 encima de la bici.
Velocidad media (no reirse): 16,6 km/h

Después de la gesta, ducha, estiramientos y una cena más que merecida. Mañana
será otro día.

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16 de julio, lunes
Hoy toca el Stelvio. La etapa de hoy incluye un traslado en furgoneta hasta
Bormio, casi 75 kilómetros y 01:30. En el recorrido descendemos el passo
dell’Aprica hasta Tirano y desde ahí ascendemos hasta Bormio, en sentido inverso
al que efectuamos ayer en bici.

Aparcamos a la salida de Bormio en el mismo comienzo de la subida al


Stelvio. Para cuando arrancamos son las 10:25 y el calor comienza a hacerse notar.

Etapa del día: Bormio – Umbrail pass – Stelvio – Bormio 97 km


Bormio – Umbrail pass (entrada a territorio suizo) – Sta Maria de Münstair – Münstair
(entrada en territorio italiano) -Trebe - Pratto allo Stelvio – Traffoi - Stelvio –
Bormio

Desde Bormio hasta el Umbrail pass tenemos 17km. La subida comienza con
unas rampas duras y sostenidas hasta llegar a los primeros zigs-zags o “tornanti”.
Enseguida perdemos el contacto con los “escaladores” del grupo. Incluso somos
sobrepasados por sucesivos cicloturistas de Amiens, que cargan a sus espaldas
voluminosas mochilas. Un componente de este peculiar grupo es una mujer con la
que entablamos una breve conversación. Nos cuenta que vienen desde Lyon en
bicicleta y que ¡¡¡este es el tercer puerto del día para ellos!!!.

Continuamos ascendiendo, el asfalto está en muy buen estado. A medida que


ganamos altura el calor va cediendo. En su camino a la cima la carretera atraviesa
varios túneles no demasiado largos. Subiendo no representan un gran problema. A
la salida del último hay que afrontar una rampa muy dura que nos lleva a unos
espectaculares zigs-zags mediante los cuales ganamos altura rápidamente. Los
paisajes comienzan a ser espectaculares.

Tras una última curva de herradura la pendiente se suaviza, la carretera


llega a una especie de planicie y “penetra” en la montaña. Al lado de una
destartalada casona, a la izquierda, encontramos una fuente en la que llenar el
bidón.

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Al fondo de esta especie de “altiplano” llegamos al pie de una ladera, por la
que ascendemos mediante una breve sucesión de curvas de herradura hasta llegar a
una bifurcación: Continuando por la derecha, 3 o 4 kilómetros más arriba
llegaríamos al Stelvio. Nosotros continuamos por la izquierda, a 200 metros
coronamos el Umbrail pass y entramos en territorio suizo. Nos sacamos unas fotos
de recuerdo.

Resumen de mi ascensión: 2 horas de bicicleta a una media de 8,6 km/h.

El descenso del Umbrail tiene cierta miga. La pendiente es pronunciada. Los


primeros kilómetros tienen un firme en buen estado. Pero, de pronto, el asfalto
desaparece, siendo sustituido por tierra compacta. Para ser de tierra no está en
mal estado, pero no deja de ser tierra, con gravilla suelta, que pone un punto de
tensión al descenso. En la parte final del descenso volvemos a encontrar asfalto. En
Sta Maria de Münstair nos reagrupamos. En el cruce con la carretera que nos llevará
a Pratto nos refrescamos en una magnífica fuente.

Nuestra estancia en territorio suizo va a ser breve. Una carretera


descendente nos lleva rápidamente a Münstair y a Trebe, nuevamente Italia. Abajo
en el valle el calor es intenso y las esporádicas duchas que nos dan los sistemas de
regadío resultan agradables. Hasta Pratto allo Stelvio, lugar donde comienza la
ascensión al Stelvio por su cara norte, seguimos bajando. Estamos en el Alto Adige

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(Sud Tirol) y tanto en los carteles como en la lengua hablada predomina un dialecto
germánico.

En los primeros kilómetros de subida, hemos de hacer frente a unas rampas


sostenidas, no demasiado duras. El calor, sin embargo, es intenso: El pulsómetro de
José Angel llega a registrar los 37 grados. Además creo que debería haber parado a
comer algo sólido en Pratto. José Angel y yo calculamos que, a 8 kilómetros por
hora de media, necesitaremos 3 horas para coronar (finalmente la predicción
resultará exacta).

A la salida del último pueblo antes del paso, Traffoi, encontramos una
fuente a la derecha de la carretera. Las distancias entre los diversos componentes
del grupo empiezan a ser enormes y el pobre José Ignacio ha de multiplicarse para
asistirnos a todos. Esta fuente está a 11 kilómetros de Pratto. Todavía quedan 13
para coronar. ¡Y que trece!.

Un poco más arriba de esa fuente la carretera entra en un bosque y


comienza a ascender por una ladera casi vertical, ganando rápidamente altura
mediante sucesivas curvas de herradura y rampas de gran dureza. Por cierto, las
curvas de herradura están numeradas en orden inverso. La primera lleva el número
48. Dan ganas de llorar. Curva, rampa, rampa, curva. Es como si el
cuentakilómetros de la bicicleta hubiera dejado de funcionar. Los kilómetros no
transcurren. Siento que las fuerzas se me van escurriendo con cada gota de sudor.
El hombre del mazo sale de entre la maleza.

Necesito reponer fuerzas de manera urgente. A 6 kilómetros de la cima


aparece un milagro: Hotel Franzenhöhen. Para llegar al hotel hay que descender
unos 200 metros (que luego habrá que ascender de nuevo). Estoy a más de 2.000
metros de altura. Pero si no bebo y como algo siento que no llegaré a los 2.700.

En el hotel soy atendido en alemán y ante la mirada, más bien seca, de la


camarera me engullo una cerveza, una porción de Apfelstrudel y eine Tasse Kaffe.
No es gran cosa, pero sirve para recobrar el ánimo. Una vez en la carretera

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contemplo lo que me aguarda: Una pared casi vertical en la un genio maligno se ha
entretenido dibujando zetas inverosímiles.

El efecto del avituallamiento desaparece enseguida. Subo penosamente a 7 y


a 6 kilómetros por hora. A dos kilómetros para la cima las piernas me dan el primer
aviso. Sin embargo estoy tan agotado que ni siquiera contemplo la posibilidad de
parar. Quiero llegar a la cima y terminar de una vez esta tortura. 1 kilómetro, 500
metros, 200, 100, 50 ... A 10 kilómetros del cartel del paso entre turistas y moteros
los cuadriceps me dan tal latigazo que tengo que parar en seco y recorrer los
metros que me separan de los compañeros con la bici en la mano, caminando como
un pato mareado y sintiéndome verdaderamente mareado. De alguna manera lego
a las escaleras en las que están Juan Carlos, Alberto, José Mari, Carmelo y
compañía. Estoy extenuado. Cuando recobro un poco el aliento, me bebo la
cerveza que alguien me ha acercado.

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A unos pocos metros de donde estamos sentado hay un puesto donde venden
Bratwurst. Hago que me compren un bocadillo y lo devoro. Después me tumbo al
dulce sol del Stelvio.

La etapa está siendo dura. Algunos compañeros, más sabios que yo, han
optado por terminar la ascensión en la furgoneta. Rafa y Belén vienen por detrás.

Los masajes de Juan alivian un poco las piernas y, gracias a ellos puedo
incorporarme y participar en la sesión fotográfica de rigor.

Sin embargo la sensación de mareo no termina de desaparecer. Además aquí


arriba comienza a hacer frío. Me monto en la bici y comienzo el descenso. Unos
kilómetros más abajo comienzo a sentirme mucho mejor. Creo que la altura no me
permitía recuperarme.

El descenso es muy rápido. Cuando llegamos a las famosas curvas de


herradura que tuvimos que ascender por la mañana, la temperatura vuelve a
remontar. Ahora se agradece. Volvemos a atravesar los túneles, esta vez en sentido
descendente. Con la velocidad, el suelo mojado y el hecho de que dos túneles
tengan una curva, hay que andar con cuidado. Finalmente todos llegamos sanos y
salvos al parking donde habíamos dejado las furgonetas.

Creo que la ascensión de Belén merece una mención especial: “Anteayer” lo


más que subía era la Barrerilla. Este año, además de completar la Quebrantahuesos,
ha subido monstruos como el Gavia y el Stelvio. ¡Me quito el casco!

Resumen de la etapa:
Distancia total: 97 km
Tiempo total: 8:30, de los cuales, en mi caso particular, 6:40 encima de la bici.
Velocidad media: 14,6 km/h (nos vamos superando)

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17 de julio, martes
Día de traslado: Cambiamos de hotel, de pueblo y de región. Dejamos los
Alpes y nos acercamos a los Dolomitas. De Edolo a Alleghe (pronunciado álegue). El
traslado tiene su miga: Contamos con 2 furgonetas para 13 personas, 13 biciletas y
un montón de equipaje. La mayoría quiere andar en bicicleta, algunos un poco y
otros un mucho. Eso facilita las cosas a los que preferimos tomarnos una jornada de
descanso, más o menos. Una furgoneta la llevarán Jose Ignacio y Belén. La otra
Juan, José Mari y yo.

Primero hemos de subir a todos los que van a hacer la etapa (toda o una
parte) en bicicleta hasta la cima del Tonale. Luego la furgoneta de Jose Ignacio y
Belén sigue con los cicloturistas y la nuestra vuelve a Edolo (40 km) a por el resto
del equipaje. A su vez los cicloturistas se dividen en dos grupos, en función del
recorrido que vayan a hacer:

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Recorrido 1: Tonale – Mezzolombardo – Fontanefredde Kaltenbrunn - Pedrazzo –
Moena. 141 km (José Antonio, José Angel, Rafa y Jesús)

Recorrido 2: Tonale – Mezzolombardo – Pedrazzo – Passo di Rolle – Passo di Valles –


Falcade - Cencenighe Agordino – Alleghe. 187 km (Juancar, José Luis, Carmelo y
Alberto)

El punto de reunión previsto era Mezzolombardo. Pero siendo terreno


descendente los ciclistas lo efectúan más rápido de lo previsto. A nosotros, en
cambio, volver a Edolo, cargar el equipaje y llegar hasta el punto convenido nos
lleva más de lo que esperábamos. Para cuando llegamos allí son las 13:30 y los
cicloturistas ya no están allí. Ya les encontraremos.

En cualquier caso, nosotros también necesitamos avituallamiento.


Compramos comida y bebida en supermercado y, tras una breve colazzione,
reemprendemos la ruta.

En Mezzolombardo giramos hacia el norte, penetrando en el fértil y hermoso


valle del Adige. Hasta donde alcanza la vista todo son frutales y viñedos. Paralela a
la carretera, a lo largo de unos cuantos kilómetros, discurre una vía para bicicletas.

En Ora/Auer giramos a la derecha, tomando una ruta ascendente hacia


Fontanefreda / Kaltenbrunn. No se trata de un puerto, pero los he visto con menos
merecimiento para llevar ese apelativo. Cerca de Kaltenbrunn encontramos a
nuestros cicloturistas y a la otra furgoneta. Nos reagrupamos en un bar para
contarnos las incidencias del día, mientras degustamos café y helado.

La ruta desciende hacia Pedrazzo. Ahí nos separamos. Unos toman la


dirección del Passo di Rolle, acompañados por Belén y José Ignacio. Los otros
continúan dirección Moena. La furgoneta sigue hacia Alleghe para, una vez
descargados los equipajes en el hotel, regresar a buscar a los cicloturistas.
Llegando a Moena, hay que subir y bajar el Passo San Pellegrino.

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Al llegar al hotel que habíamos reservado (Hotel Alpenrose) nos encontramos
con que no había tal reserva y no hay plazas para los trece. No nos ponemos
nerviosos. Nosotros habíamos hecho la reserva y alguien, la agencia, el
intermediario italiano o, quien fuera, había metido la pata. Llega la dueña del
hotel muy apurada y, finalmente ella se
ofrece a buscarnos alojamiento en otro
hotel de la localidad de características
similares al suyo. La verdad es que se portó
muy bien: Nos consiguió alojamiento en el
Hotel Barance (a la entrada del pueblo) y se
hizo cargo del traslado de todo el equipaje
hasta allí.

El Hotel Barance es un lugar muy recomendable y acogedor: Magníficas


instalaciones, moderno, cena y desayuno soberbios, personal amabilísimo, piscina,
sauna, local para dejar las bicicletas... Creo que con el cambio hemos salido,
incluso, ganando.

La furgoneta vuelve a subir y bajar el San Pellegrino y, a las afueras de


Moena recogemos a los cicloturistas de nuestro grupo. Los otros llegan por su
cuenta, acompañados por Belén y José Ignacio. Montones de anécdotas para
amenizar la cena.

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18 de julio, miércoles
Primer día en los Dolomitas. Ligero cambio de planes (o golpe a la
“constitución”). Parte de los componentes del grupo planean visitar Venecia
mañana. Por lo que decidimos adelantar a hoy la etapa prevista para ese día. A
priori nos atrae muchísimo a todos y nadie quiere perdérsela. En la etapa de hoy
rodearemos las montañas del grupo del Sella. El tiempo, al igual que los días
anteriores, es magnífico. Tras un desayuno-buffet en el que cargamos los depósitos
a tope estamos listos para hacer frente a lo que sea.

Recorrido: Alleghe – Caprile - Arabba – Passo Pordoi – Passo di Sella – Passo di


Gardena – Corvara in Badia – Passo Campolongo – Arabba – Alleghe. 109 km

En Caprile seguimos la señal que indica Passo Pordoi. Primera sorpresa: La


subida al Pordoi teóricamente empieza en Arabba, pero desde Caprile hasta Andraz
todo es hacia arriba, aunque aún no estemos subiendo ningún puerto (¡menos mal!).

En Arabba hay mucha animación. Están instalando la llegada de alguna


carrera ciclista y el montaje resulta espectacular. Sin embargo nuestro atención ha

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de fijarse en la ruta. Ya que la travesía del pueblo forma parte de la subida al
Pordoi. Desde el pueblo hasta el paso son 9 kilómetros de paisajes sobrecogedores.
Además, comparándola con los “monstruos” que hemos tenido que ascender en las
etapas precedentes, la subida de este puerto nos resulta incluso cómoda. Lo que
nos permite gozar plenamente del panorama que se abre a nuestro alrededor.

Durante la subida nos separamos bastante. Cada uno sube como puede y en
la cima deberá transcurrir media hora para que nos reagrupemos todos. En el paso
la carretera atraviesa el macizo del Sella abriéndose camino entre dos peñascos
imponentes. Tras las fotos de rigor, breve y rápido descenso hasta el cruce con la
carretera que nos llevará al Passo di Sella.

Desde el cruce hasta la cima son unos 7 kilómetros. Se trata de una


ascensión breve, pero a mi juicio más intensa que la del Pordoi. El Passo di Sella es
otro de esos lugares a los que merece ir una vez en la vida, aunque sea en moto o
en coche. Las paredes rocosas que lo rodean son uno de esos paisajes que no se
olvidan facilmente.

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Superado el Sella se desciende hasta otro cruce en el que tomamos la
carretera que nos lleva al Passo di Gardena. Se trata de un puerto bastante más
liviano que los dos anteriores. Aunque los parajes por los que discurre la carretera
nada tengan que envidiar a los anteriores.

Superado el Gardena, largo descenso hasta Corvara in Badia. El calor aprieta


y decidimos parar a comer algo. Encontramos un bar muy agradable donde nos
sirven unos magníficos panini, freddi e caldi, regados con abundante cerveza.

Tras la comida retomamos la ruta. Las crónicas hablan de un cicloturista que,


en lugar de tomar la dirección correcta, retrocedió deshaciendo el descenso del
Gardena. Afortunadamente estaba subiendo y en seguida pudo darse cuenta de que
algo no encajaba. Así que, media vuelta. (Ya lo decía Stevie Wonder: if you drink,
don’t drive).

A la salida de Corvara in Badia comienza el último puerto del día: Passo


Campolongo. Es una subida bastante llevadera. Lo peor quizás sea el fuerte calor
del mediodía. Superado el Campolongo hay que descender nuevamente a Arabba,
cerrando el círculo que habíamos iniciado horas antes. De Arabba a Alleghe todo es
bajar y llanear.

Un recorrido precioso, entretenido y bastan más asequible que las dos etapas
de los Alpes. Altamente recomendable.

Resumen de la etapa:
Distancia total: 109 km
Tiempo total: 9:30, de los cuales, en mi caso particular, 6:30 encima de la bici.
Velocidad media: 16,5 km/h (¡vertiginoso!)

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19 de julio, jueves
Día libre. 6 componentes del grupo (Belén, Alberto, José Angel, Juan,
Josemari y Karmelo) han ido a visitar Venecia. Los otro 7 hemos optado por hacer
algún recorrido en bicicleta, aunque sin castigarnos en exceso (todo es poco
relativo). En cualquier caso el día vuelve a ser espléndido, bien para hacer turismo
bien para coger la bici.

Juan Carlos ha partido en solitario a hacer un recorrido más ambicioso: Passo


Duran, Staulanza y Marmolada.

José Luis, Rafa, Jesús, José Antonio, José Ignacio (por fin ha desembalado la
bicicleta) y yo hemos puesto rumbo a Caprile, con la intención de acometer el
Passo Fedaia o Marmolada.

Para subir a la Marmolada desde Caprile hay dos opciones: Seguir la


carretera principal o, en Rocca Pietore tomar una carretera estrechita que discurre
paralela al cauce del río. La carretera principal enseguida comienza a ganar altura
mediante rampas de bastante dureza. La vía alternativa asciende suavemente al
principio, pero en Malga Ciapella sale a la carretera principal, para lo que ha de
superar en poca distancia un gran desnivel. Después de conocer las dos opciones,
quizás recomendaría la vía alternativa (que es la elegida para la etapa del Giro
2008).

Nosotros no teníamos muy claro a donde nos llevaba la vía alternativa, así
que, por si acaso decidimos no desviarnos de la carretera principal. Es una
ascensión sin grandes sorpresas: Largas rampas con fuertes porcentajes y pocas
curvas. Antes de atravesar un túnel se cruza un viaducto espectacular, bajo el cual
(pero muy abajo) discurre la otra vía antes mencionada. El puerto tiene 13
kilómetros muy duros, que a partir de Malga Ciapella (6 kilómetros) no dan tregua y
se hacen asfixiantes.

Afortunadamente es el primer puerto del día, llevamos aún pocos kilómetros


en las piernas. Así que hemos terminado bastante enteros. En total, desde el Hotel

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Barance (al final del lago) hasta el paso, unos 22 kilómetros, hemos invertido unas
dos horas (algunos más y otros algo menos).

Sentados en una mesa del bar que hay en el alto, con una birra en la mano,
decidimos prolongar la ruta. Al fin y al cabo el día es magnífico, los paisajes
espectaculares y aún nos quedan fuerzas en las piernas. Optamos por bajar por la
otra cara de la Marmolada hasta Canazei, para desde allí subir el Pordoi por la
vertiente contraria a la de la víspera.

Recorrido: Alleghe – Caprile – Marmolada (Passo Fedaia) – Canazei - Passo Pordoi –


Arabba – Caprile –Alleghe. 80km

Una vez coronado el Passo Fedaia la carretera llanea a la orilla de un lago de


hermosas aguas azul turquesa. En el otro extremo del lago la ruta se precipita
hasta Canazei.

A la entrada a Canazei hay una rotonda de la que arranca la subida al Pordoi.


En esa misma rotonda, a la izquierda, hay una fuente para llenar los bidones. El
calor hace necesario beber con frecuencia.

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Por esta vertiente la subida al Pordoi se compone de 28 tornanti. A medida
que ganamos altura una brisa fresca y ligera alivia el calor. Alcanzar la cima nos
llevará entre 1:10 y 1:30.

Nos agrupamos en el alto y aprovechamos para sacar algunas fotos. A


continuación rápido descenso hasta Arabba. El cuerpo pide descanso, comida y
bebida. Las cosas no están como para discutir. Así que nos sentamos en la terraza
de un ristorante en el centro del pueblo. En una mesa contigua están sentados
unos cicloturistas austriacos. Uno de ellos ha vivido unos años en la zona de
Alicante, lo cual nos permite intercambiar impresiones. Primero la bebida, sendas
doppio malta de medio litro. A continuación suculentos platos de pasta.

Después del banquete, no es que apetezca mucho sufrir sobre la bicicleta.


Pero todo lo que nos queda es llano o hacia abajo. Así que no nos importa
demasiado.

Resumen de la etapa:
Distancia total: 80 km
Tiempo total: 7:00, de los cuales, en mi caso particular, 4:16 encima de la bici.
Velocidad media: 18,8 km/h (¡tampoco está tan mal!)

Para cuando llegamos al hotel, Juan Carlos había llegado, se había duchado,
había comido e incluso se podía haber echado una siesta. Su recorrido ha tenido
108 kilómetros.

Los venecianos aún tardarán un poco más. Vuelven pletóricos. Venecia, no


cabe duda, merece la pena.

Después de cenar hablamos de la etapa de mañana (Tre Cime de Lavaredo).


El recorrido es de los que asustan y cada uno hace sus propios planes, en función de
sus fuerzas o de su inconsciencia. Pero de eso hablaremos mañana.

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20 de julio, viernes
Hoy es nuestro último día en los Dolomitas y, siendo como somos de cerca de
Bilbao, nos despedimos a lo grande:

Recorrido: Alleghe – Caprile – Selva di Cdore – Passo Giau – Cortina d’Ampezzo –


Passo Tre Croci – Misurina – Tre Cime di Lavaredo – Cortina d’Ampezzo – Passo
Falzarego – Caprile - Alleghe. 136km

Tal como adelantaba en la crónica de ayer. La etapa de hoy se presumía muy


muy dura. Quizás por eso desayunos algo más silenciosos de lo habitual. Cada uno
valora las fuerzas que le quedan y, en función de ello, los hay que optan por
acortarla subiendo en furgoneta hasta el Passo Giau. Yo, tal vez con cierta
inconsciencia, me decido a hacerla entera.

Los cinco kilómetros que hay desde Alleghe hasta el cruce hacia Selva di
Cadore en Caprile sirven para calentar piernas. A partir del cruce comenzamos a
subir. Hasta Selva di Cadore son 5 kilómetros de ascensión continua. Selva di
Cadore es un pequeño y bonito pueblo colgado en un balcón en plena montaña.

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A partir de Selva di Cadore las cosas se ponen más serias: 10 kilómetros
rondando el 9%, con alguno por encima del 10%. En la primera parte la carretera va
ascendiendo torrente arriba, sumergida entre escarpadas paredes boscosas.
Progresivamente la carretera sigue ascendiendo y los árboles se van quedando atrás
poco a poco. A la salida del último túnel hemos de acometer una de las zonas más
duras del puerto, kilómetro y medio por encima del 10%.

En la parte superior el paisaje se abre y los ojos se recrean con un


espectáculo de picos rocosos, verdes praderas y cabañas de pastores. Un escenario
grandioso a 2.240 metros de altura.

Como he arrancado antes que el resto de componentes del grupo, ahora me


toca esperar a que vayan llegando. No importa, la verdad es que merece la pena
detenerse en todos los detalles del entorno. ¿Quién sabe si tendré la ocasión de
retornar a estos parajes? Desde luego vale la pena. Como en casi todos los grandes
puertos que hemos visitado, éste también es un lugar frecuentado por moteros.
Uno se para a mi lado para tomar algunas fotos. También se me acerca una mujer
italiana, que me dice que está esperando a su marido, que viene en bicicleta.
Kilómetro y medio más abajo aparece un pequeño grupo de cicloturistas, reconozco
a mis compañeros. Del grupo salen dos ciclistas a gran velocidad. ¡Un ataque! A uno
lo reconozco, es Josemari. El otro no me suena. La lucha es cerradísima y finaliza
en el mismo alto. Ahora veo quien es el otro ciclista: El italiano al que esperaba su
mujer. Creo que no hace falta mencionar que el vencedor es Josemari. Charlamos
brevemente con el italiano. Un buen cicloturista que disfruta con estas subidas
espectaculares. Aunque se lo toma con más calma que nosotros. Cuando le
contamos los recorridos que hemos hecho, se queda bastante impresionado.
Cuando le hablamos del Mortirolo, nos lo define con una palabra: Mortirolo? morire.

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En el alto del paso, los miembros del grupo que no querían hacer el recorrido
entero emergen de la furgoneta, que hoy conduce José Angel. El descenso hasta
Cortina d’Ampezzo es rápido y con fuerte pendiente. El asfalto está bastante bien
(el Giro acaba de pasar por aquí, y eso suele notarse). Sin embargo, en la bajada
nos cruzamos con un montón de vehículos a motor (coches, motos, autocaravanas,
furgonetas, ...), que obligan a extremar la prudencia.

La entrada en Cortina d’Ampezzo resulta un poco caótica. La circulación es


densa, hay que callejear, y en la parte final de la bajada Juan ha sufrido un
pinchazo, con lo que el grupo se dispersa. Buscamos alguna señalización que
indique Misurina o Passo Tre Croci. Finalmente salimos de Cortina y podemos volver
a rodar tranquilos.

A la salida de Cortina comienza la subida al Passo Tre Croci. Es ésta una


subida más suave que la anterior: Kilómetros al 8% se alternan con “descansos” del
5% o 6%. El paisaje tampoco resulta tan espectacular. Al pasar delante de un hotel
al borde de la carretera, un nutrido grupo de moteros que están dándose un festín
de cerveza nos animan como si nos estuviéramos jugando la maglia rossa. Un
kilómetro y medio antes de coronar se pasa al lado de un telecabina.

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Después de coronar rápida bajada al lago Misurina (5 kilómetros). Sin
embargo antes de llegar al lago nos sorprende una cuesta al 12%. Las piernas lo
resienten.

Misurina es un lago con restaurantes y hoteles en su margen izquierda


(viniendo de Cortina). Estamos muy cerca de la frontera austriaca. A la entrada al
lago hay un establecimiento militar y, al lado, una residencia propiedad del
Vaticano. Más tarde nos dirán que mañana esperan aquí la visita del Papa.

Al final del lago, a la derecha, hay una fuente en la que llenar el bidón. Unos
pocos metros más adelante, a la derecha, tomamos la carretera que lleva a las Tre
Cime di Lavaredo. El primer kilómetro es durísimo, con rampas del 16% y 18%.
Superado el primer susto llegamos a otro lago (Antorno), muy bucólico. A partir de
aquí la carretera llanea e incluso desciende (da un poco de rabia tener que
descender, sabiendo lo que nos espera). La carretera atraviesa un peaje (estamos
en una zona protegida), del que las bicicletas están exentas. Bien, así habrá menos
coches.

Finalizada la tregua, quedan los últimos 4 kilómetros, con una media del 11%
al 13%. Meto todo lo que tengo (28 x 26) y, aún así, tengo que pedalear con todo el
cuerpo. Intento controlar las pulsaciones. Mirar el cuentakilómetros es
desesperante. Los dígitos se mueven con una lentitud insoportable. Los dos
primeros kilómetros se me hacen especialmente pegajosos. La carretera asciende a
través de una larguísima rampa que no se termina nunca. No obstante, bajarse de
la bicicleta no es una opción.

Superada esta rampa, la carretera llega al pie de una ladera, por la que se
va ascendiendo mediante una serie de zigs-zags. La pendiente sigue siendo muy
dura, pero las curvas me dan un cierto respiro. Además el paisaje que se abre ante
mi es tan bello, que el sufrimiento físico pasa a un segundo plano.

A la salida de una de esas curvas se divisa el hotel-refugio, ya cercano, que


señala el final de la tortura. En torno al hotel se han habilitado una serie de

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parkings en escalera. Nosotros, por supuesto, subimos al de más arriba del todo (no
vaya a ser que Juancar no nos “homologue” la ascensión).

El escenario es impresionante: Las Tre Cime, otra serie de picos, los Alpes
austriacos al fondo. Nos quedamos un buen rato admirando el paisaje y tomando
algún refresco.

A las 14:30 iniciamos el descenso. En la bajada se hace aún más evidente la


dureza de las rampas. En el lago Misurina paramos a comer unos pannini en uno de
los bares de la orilla.

Bien comidos y bebidos arrancamos a las 15:45. En lugar de retroceder hacia


el Passo Tre Croci, tomamos la dirección contraria. Dejamos a la derecha la
desviación a las Tre Cime y seguimos adelante. En Carbonin-Schludenbach la
carretera enlaza con una principal. Giramos a la izquierda, dirección Cimabanche.
Del cruce antes mencionado hasta Cortina hay 18 kilómetros. Tras una breve, pero
dura subida de un kilómetro (Passo Cimabanche), la carretera tiende hacia abajo,
cada vez con más pendiente, hasta llegar a Cortina. El tráfico es bastante intenso.

En Cortina nuevo reagrupamiento y comenzamos los 16 kilómetros de subida


al Passo Falzarego. La pendiente nos es muy dura, un 5 – 6% de media. Algún tramo
al 7 u 8% y zonas de recuperación prácticamente llanas. Sin embargo, a estas
alturas los kilómetros que llevamos encima (los de hoy y los anteriores) se
empiezan a hacer notar. Los últimos del grupo empleamos dos horas en completar
la subida.

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En la parte final las vistas vuelven a ser grandiosas: Más picos dolomíticos,
un teleférico. En la cima del puerto (2.105m), a la derecha asciende la carretera
que lleva al Passo Valparola (2.192m). Siendo nuestra despedida de estos parajes,
nos apetece demorarnos un poco. En el bar del paso nos sacamos unas fotos,
tomamos unas birras y disfrutamos del sol del atardecer. Son las 18:30. Sólo nos
quedan 25 kilómetros de descenso hasta Alleghe.

La bajada hasta Alleghe es una gozada: Buen asfalto, curvas francas, sin
trampas, ... Al llegar a un cruce, cerca de Andraz, se gira a la izquierda, dirección
Caprile y Alleghe. Unas cuantas pedaladas y estamos de regreso en el hotel. Son las
19:45. Un buen colofón a nuestra pequeña aventura italiana.

Resumen de la etapa:
Distancia total: 136 km
Tiempo total: 11:45, de los cuales, en mi caso particular, 7:46 encima de la bici.
Velocidad media: 17,5 km/h (¡en mi línea, supongo!)

Después de la cena tenemos un trabajo ingrato, pero necesario: Desmontaje


(a cargo de José Angel) y embalaje de las bicicletas. A las 23:30 terminamos la
labor.

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21 de julio, sábado
Como ya dijera Heráclito, todo fluye, nada permanece, salvo el continuo
devenir. Nuestra estancia en tierras italianas toca a su fin. Hoy emprendemos el
viaje de regreso. Primero largo traslado en las furgonetas hasta el aeropuerto de
Milan-Malpensa. Luego vuelo hasta Loiu.

De Alleghe a Milan tenemos 387 kilómetros. En teoría, como nuestro avión no


sale hasta las 21:00, tendríamos tiempo para hacer alguna breve visita a Trento o
al mismo Milán. Pero preferimos no arriesgarnos. El tráfico en la autopista es muy
intenso. Coches en todos los carriles y áreas de descanso repletas. Finalmente
paramos en una de éstas y conseguimos hacernos sitio para comer unos bocadillos.

Finalmente llegamos al aeropuerto. Entregamos las furgonetas y procedemos


a facturar el equipaje. Juancar y yo traemos las bicis con nosotros. Ya que la
semana entrante partimos de vacaciones y queremos llevárnoslas. Tras algún lío
que otro, visita a diversas ventanillas, larga espera y previo pago de unos 50 euros,
vemos como las bicicletas son embarcadas, junto con el resto de nuestro equipaje.

La hora de embarque se aproxima. Tomamos algo en una de las cafeterías y,


finalmente, embarcamos.

Si hubiera que resumir en una palabra todas las experiencias vividas en estos
siete días, la que yo elegiría sería “inmejorable”. Inmejorable por los parajes
grandiosos que hemos tenido el privilegio de visitar. Inmejorable por todas las
circunstancias favorables que nos han acompañado: buen tiempo, gente amable y
acogedora en todos los sitios, ausencia de percances, ... Pero sobre todo
inmejorable, por el grupo de personas con las que he tenido el privilegio de
compartir estos días. Las carreteras y montañas siguen ahí, y cualquier otro día
podría haber ido a subir esos puertos, pero el hacerlo en compañía de los miembros
de este grupo es algo irrepetible y que no olvidare nunca.

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Grazie a tuti e ciao!

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