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RETRATO DE UN DICTADOR
FRANCISCO SOLANO LOPEZ
1865-1870
CUNNINGHAME GRAHAM
Editado por
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Prefacio
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peripecias, todo está tan vivido y claro (a los ojos de mi espíritu), que
lo recuerdo desde hace más de cincuenta años.
Todos estos hombres, que han visto de cerca a Francisco Solano
y han sufrido en sus fortunas en sus personas o en ambas cosas, bajo
su tiranía, han hablado de él con asco y desprecio. Se han, referido a
su crueldad, a su cobardía, a su monstruoso egotismo, a su desprecio
de la dignidad humana, y, al hablar, a menudo se han interrumpido
para maldecir su memoria. Los muchos paraguayos que conocí y que
sobrevivieron a la guerra, han agotado todos los adjetivos en español y
en guaraní para expresar su odio al hombre que en muchos casos
torturó horriblemente a sus padres, hermanos, mujeres y hermanas y
que, cuando la naturaleza humana no podía resistir más. y los pobres
infelices, medio muertos de hambre, se rezagaban en el vía crucis de
su confinamiento en los bosques del Norte, les hacia lancear o
mandaba que les volaran los sesos a culatazos.
Los brasileños y. los argentinos que quedaron allí, a retaguardia
del ejército de ocupación, han confirmado todo cuanto los paraguayos
decían acerca de ese hombre. Lo llamaban el “Mono – Tigre” y solían
expresar sus deseos de que estuviera sufriendo en el infierno, por todo
lo que había hecho a sus desdichados compatriotas. Muchos de los
desdichados que habían perdido a sus padres, madres o mujeres, y
habían sufrido hambre y malos tratos durante los cinco años de la gue-
rra, aún temían hablar, y si llegaba a mencionarse el nombre de
López, miraban a su alrededor con aprensión, como si no estuvieran
seguros de su muerte.
Lo mismo ocurrió después de la muerte de Francia; los pa-
raguayos temían llamarlo por su nombre y hablaban siempre de “El
Difunto” pues Francia había sido casi tan tirano como López, a pesar
de que fue hombre de mucha mayor capacidad natural. Quiso la ironía
del destino que el Paraguay, en el corto espacio de cincuenta años,
cayera en manos de dos hombres crueles, de corazón duro y carentes
de toda humanidad. De Francia, observó un contemporáneo que nadie
creía que fuera un ser humano, hasta que lo probó con su muerte.
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R. B. CUNNINGHAME GRAHAM
Ardoch, septiembre de 1933.
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1
En toda la América del Sur al jaguar se le llama tigre. La pala-
bra yaguareté de la cual hemos tomado jaguar en guaraní. y significa,
en realidad, perro. Es un animal tan poderoso que con un solo zarpazo
mata un caballo en pocos minutos, derriba y mata a un toro, y, a
menudo, arrastra a su presa doscientas o trescientas yardas, hacia su
guarida.
2
Por ser éstos, con Masterman, quien escribió Seven Eventful
Years in Paraguay, y el doctor Skínner y Washburn, que fue ministro
de los Estados Unidos en Paraguay y escribió The History of
Paraguay, los únicos de todos los escritores que trataron la guerra del
Paraguay que conocieron personalmente a López, los he tomado como
autores principales. Hay una multitud de libros sobre el tema, pero
casi todos están escritos por argentinos y brasileños, que, pertene-
ciendo a los ejércitos aliados, no vieron nunca a López y mucho
menos lo conocieron como hombre. Los paraguayos que han escrito
sobre la guerra, y no son pocos, escribieron todos, sin excepción
mucho después de haber ocurrido los acontecimientos a que se
refieren. López se cuidó muy bien de que ningún paraguayo escribiera
mientras él vivía.
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Introducción
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valor era la de la yerba el substituto del té, que se toma en las praderas
orientales de la América del Sur y que se conoce por mate, en el resto
del mundo.
Así, pues, no existían hombres muy acaudalados y, por otra
parte, no habla pobreza y menos, miseria.
Los más pobres poseían su parcela de tierra, en la cual co-
sechaban bastante maíz y mandioca para sus necesidades.
Alrededor de cada casa habla naranjos. Es difícil que haya otro
país en el mundo en que los naranjos sean más abundantes y den
mejores frutos. En todos los montes los naranjos se habían vuelto
silvestres, formando grandes espesuras, y crecían lozanamente en las
islas del Paraná. Las clases superiores mantenían las apariencias y
usaban ropas europeas, pero sólo en Asunción. En sus propiedades,
vestían sacos y pantalones de lino, y pasaban gran parte del tiempo
meciéndose en hamacas que mantenían en movimiento tocando el
suelo con la punta del pie descalzo. La siesta era casi obligada entre
ellas durante las horas de calor. Cuando, por la tarde, soplaba una
brisa fresca, se sentaban en pesadas sillas de madera, con asiento de
cuero crudo, apoyadas contra la pared o bajo los árboles, mientras que
una mozuela descalza, vestida con su larga camisa llamada tipoy,
esperaba pacientemente a su lado con el mate en la mano.
Las gentes de ambos sexos de todas las clases sociales fumaban
continuamente. Los cigarrillos eran prácticamente desconocidos, pues
todos los paraguayos fumaban, cigarros. Las campesinas, mientras se
dirigían en grupos al mercado por las selvas, fumaban cigarros casi
tan gruesos como una banana común y los encendían, si llegaban a
apagarse, en la antorcha que siempre llevaba el guía.
Las señoras fumaban cigarros de tamaño ordinario. Los hombres
los fumaban más pequeños, de un tabaco particularmente fuerte
llamado ”petun hobi” en guaraní; se decía que las mujeres eran
capaces de fumar tabacos más fuertes que los hombres, tal vez por
tener menos desarrollado su sistema nervioso o por alguna otra razón
ignorada.
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una o dos leguas antes de que su enemigo el sol destellara por sobre
los árboles. De ellos cuelgan verdes culebras, y por los ámbitos de la
selva entera resuena el campanilleo de los pájaros, como si llamaran a
misa en alguna misteriosa capilla allende el bosque. Cruzan cotorras
en bandadas entre los árboles, los papagayos vuelan sobre ellas como
halcones parcialmente coloreados, taladrando los tímpanos con su
grito estridente, y, por las inmediaciones de los ríos, el tucán parece
un gigantesco y deforme martín pescador. En las aguas estancadas de
cierta profundidad, en el curso de los grandes ríos, como leños sin
vida yacen los yacarés, que apenas se moverían cuando a su lado
pasaba la cabalgata por el camino, desde que en aquellos días no le
tenían sino un temor muy relativo al hombre. Todo esto vieron, y lo
observaron bien, por ser cosas familiares que habían contemplado
desde la infancia, al corretear descalzos y semidesnudos, balbuceando
el guaraní.
Cuando estos diputados pobres llegaron a Asunción, notaron en
el acto su condición desamparada, y votaron, tal como se les sugirió,
por Carlos Antonio López y su amigo Mariano Roque Alonso, quienes
habían convenido en la reunión del congreso para dar visos de
legalidad a sus ambiciosos planes. Alonso era un hombre sencillo y
despreocupado, que había desempeñado el puesto de jefe militar en el
tiempo de Francia. En consecuencia, tenía el control de todas las
armas y municiones del país, y por ello resultaba un elemento útil para
López, quien, aunque no era soldado, parece haber tenido la idea de
hacer del Paraguay una potencia militar. Desgraciadamente, sus
planes tuvieron éxito y a su muerte dejó al Paraguay con un ejército en
pie de mayores proporciones que el de ningún otro Estado de la
América del Sur, habiendo forjado así el arma que su hijo empleó en
sus ambiciosas maquinaciones.
Carlos Antonio López, el segundo dictador del Paraguay, pues no
pasó mucho tiempo antes de que se convirtiera en un gobernante tan
poderoso como el doctor Francia, aunque, afortunadamente, mucho
más humano, había nacido en 1787 en La Recoleta, una aldea situada
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Tesoro por el doctor Francia. Una que otra vez López obligó a los
ciudadanos más ricos a hacer contribuciones forzosas. Los paraguayos
pobres, en cambio, se encontraban en una posición ideal, pues no se
les imponían cargas impositivas. Así es que para las clases más pobres
el gobierno de López era benigno. Desde luego que no tenían libertad
alguna, pero se preocupaban poco de ello, ya que nunca habían oído
hablar de tal cosa. La principal ambición que tenían, una ambición
natural en el hombre y tal vez laudable, era el efectuar el menor
trabajo posible, “atentos a sus vidas” y cuando habían plantado una
pequeña parcela de tierra, de maíz, mandioca o tabaco, roncaban
plácidamente en sus hamacas, rasgueaban la guitarra y entonaban sus
melancólicas canciones nacionales bien llamadas “tristes”, y
ocasionalmente bailaban haciendo sonar sus pies descalzos en el
suelo.
La mayor parte de ellos tenían uno o dos caballos flacos para
montar, pero los caballos nunca fueron ni una necesidad absoluta ni
un orgullo para la mayoría de los paraguayos, como lo eran para los
centauros de la llanura en la Argentina y el Uruguay.
Hombres y mujeres eran incansables caminadores, que recorrían
como cualquier cosa veinte millas para ir al mercado, las mujeres
llevando pesadas cestas llenas de hortalizas sobre la cabeza y fumando
cigarros del tamaño de una zanahoria, mientras en largas filas se
filtraban a través de las selvas.
Vestidas todas de blanco, descalzas, con sus cabellos negros y
rebeldes cortados en forma cuadrada a la altura de la nuca y
cayéndoles por la espalda, parecían a corta distancia como si la
procesión de un vaso etrusco hubiera tomado vida para hollar los
senderos de aquellos bosques. Generalmente acompañaban a las
mujeres uno o dos hombres, pero nunca llevaban nada, pues los
hombres en el Paraguay, como siempre se encontraron en una minoría
extraordinaria con respecto a las mujeres, tenían una posición que
oscilaba entre la de un tirano y un objeto de lujo, al que debía tra-
társelo delicadamente. Este período relativamente feliz, sin cargas, fue
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1
Histoire du Paraguay. Par le R. P. François-Xavier de
Charlevoix, de la Compagnie de Jésus. Paris. MDCCLVI. Avec
Approbation er Prívilége du Roi.
2
Hístoire du Paraguay. Liv. IV, p. 183.
“Les Guaranis croient beaucoup aux présages, et rien n'a plus
couté aux missionaires que de leur oter cette chimére de la tete ».
3
« ... plus ou mains de stupidité et de férocité. »
4
Probablemente Fie1ds.
5
Ils employaíent un mois entier a les instruire et a les confesser
(et), pour les mettre et état de participer aux saints mysteres." Histoire
du Paraguay, Liv. IV. p. 186.
6
Hoy República de Colombia.
7
Así llamados porque siempre llevaban una bandera.
8
Petun hobi, tabaco rojo. Petun, tanto en guaraní como en tupí,
significa tabaco. Como el tupí se hablaba en el Brasil, los primeros
colonizadores franceses llevaron el nombre de petun a Francia. No se
utilizó largo tiempo, y pronto fue suplantado por el de tabaco, palabra
caribe que, según se dice, significó en un principio la pipa y no la
hierba que en ella se fumaba. El tupí y el guaraní son prácticamente
un mismo idioma, con sólo diferencias prosódicas.
9
Los catadores solían decir que esto daba un peculiar bouquet
d‘Indienne al cigarro. y que lo volvía más suave. Profano como soy, a
mí no me ha sido dado advertir que la operación modifique en forma
alguna el tabaco. Es cierto que algunos, aun cuando los ángeles
llaman a sus puertas, son demasiado ciegos para reconocer a sus
celestiales visitantes.
10
Simancas y Sevilla.
11
He tratado algo extensamente el tema de la expulsión de los
jesuitas en A Vanished Arcadia. London, William Heinemann, 1901.
12
El deán Funes, en su "Ensayo de la Historia del Paraguay"
(Buenos Aires, 1816), rinde testimonio de su valor y resistencia. Eran,
por supuesto, los antepasados de los heroicos indios que tan a menuda
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Robertson se equivoca aquí, a pesar de conocer bien el país No
hay media luz en la latitud de Asunción. El sol cae detrás del
horizonte, como una bola de fuego, e inmediatamente es de noche.
21
Esos tristes se cantaban mucho en el Paraguay en mis tiempos
(tiempo del rey Wamba) ; pero es indudable que hoy la marcha del
progreso los habrá sustituido todos por el jazz.
Eran quejumbrosos y melancólicos, como toda la música india
americana.
22
Rengger fue un botánico suizo que vino al Paraguay a
proseguir sus estudios. Francia lo tuvo prisionero por varios años.
23
El doctor Somellera se refiere a una supuesta conspiración y
levantamiento de los antiguos residentes españoles; la mayor parte de
la gente cree que no hubo tal conspiración, sino que Francia la inventó
para tener un pretexto de vengarse de los viejos españoles a los cuales
odiaba.
24
Según parece, Francia fusiló solamente a dos de los supuestos
conspiradores y ahorcó a todos los demás.
25
Esta mujer era una mulata, es decir, mestiza; de ahí la repug-
nancia de Goyez a casarse con ella.
26
La historia del Paraguay, por Charles A. Washbuirn, comisio-
nado y ministro residente de los Estados Unidos en Asunción desde
1861 a 1868, publicado por Lee & lliford, en Boston, el año 1871.
27
History of Paraguay, de Washburn, volúmen 19, página 34.
28
Daif Allah.
29
Para salvar los principios republicanos, su verdadero período
gubernativo era de diez años; pero, en realidad, había sido elegido
presidente vitalicio.
30
Los nombramientos periódicos efectuado por el Congreso. que
prolongaban por cinco años más el mandato del presidente, eran una
simple ficción, pues, una vez bien sentado en su sitial, López había
reducido el Congreso a un grupo de genuflexos a quienes manejaba a
su antojo.
31
Su nombre era Mr. C. A. Henderson..
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32
El honorable Edward Tlornton.
33
El almirante Lushington.
34
The war in Paraguay, George Thompson, C. E. Longmans
Greew and Co., Londres, 1869.
35
The war in Paraguay, Thompson.
36
El nombre era realmente Venancio, pero como Thompson lo
escribe en la forma en que se ve más arriba, debe haber sido así la
manera local de escribirlo. La B y la V son casi intercambiables en
castellano y yo he visto escrito sobre una taberna de una aldea “Aquí
se bende bino” por “Aquí se vende vino”.
37
El doctor Stewart era un escocés que había servido en la
guerra de Crimea como médico militar. Cuando lo conocí y gocé de su
hospitalidad poco después de la guerra, era un hombre bajo, activo y
de unos 55 años de edad. Su cabello rojizo comenzaba a ponérsele
gris, y sus claros ojos acerados brillaban como estrellas en una noche
de helada y perforaban al mirar. Había tomado por esposa a una dama
paraguaya, Doña Venancia Báez, una persona encantadora de cabellos
muy hermosos. Stewart hablaba bien el español (según me pareció con
cierto acento escocés) y el guaraní, indiferentemente. Se sentaba en la
silla a caballo, algo tieso y muy erguido. Sufrió mucho en la guerra de
la que escapó con vida en circunstancias casi milagrosas.
38
Seven Eventfut years in Paraguay, George Frederíck Master-
man, Sampson Low. Son and Marston, Londres. 1870. capítulo VII,
página 64.
39
The War in Paraguay, Thompson, capítulo V, pág. 53.
40
The War in Paraguay, Thompson, pág. 55.
41
Menos de un millón.
42
The War in Paraguay.
43
Yerba, la hoja seca de la “ilex paraguariensi” usada como
infusión; se la conoce generalmente en Europa como “mate”, por la
calabaza en que se bebe.
44
Esto sucedió en la Gran Guerra, después de la muerte del
primer López (Carlos Antonio).
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Francisco Solano.
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1
Se trata de una colección de ensayos y cartas de varios
escritores, en favor y en contra de López.
2
El padre Maíz fue un sacerdote a quien López nombró uno de
sus “Fiscales de Sangre” ante los cuales era traído cualquiera de quien
López quisiera deshacerse. Según los que lo describen, el padre Maíz
era alto y buen mozo, y de muy buena educación; falleció hace muy
poco, cargado de años, y, según puede creerse, lleno de
remordimientos por sus muchas e inhumanas crueldades.
3
En Venezuela y Colombia se les llama caribes, por su
ferocidad.
4
Gran cerdo.
5
The War in Paraguay, Thompson, pág. 25.
6
Thompson estuvo encerrado durante la mayor parte de la
guerra en el fuerte de Angostura. Lo defendió hasta que sus hombres
casi perecieron de inanición; entonces, viendo que no llegaba ningún
auxilio de López, capituló, y salió del fuerte con todos los honores de
la guerra.
7
Emboscada es ahora propiedad de¡ escritor paraguayo Héctor
Francisco Decoud. En su libro “Una Década” describe los sufrimientos
de las desgraciadas mujeres.
8
El "Cepo de Uruguayana" era un método de tortura en el cual la
cabeza de la víctima se doblaba hacia adelante, se le ataban los pies y
las manos, y se apilaban rifles sobre la nuca.. Esta tortura era extra-
ordinaria, y se halla descripta por Masterman, en su Seven eventful
years in Paraguay, publicado en Londres en 1870, por haberla
soportado él mismo.
9
“Guerra del Paraguay”, por Arturo Rebaudi, anotado por Gus-
tavo Barroso en su Brazil en face do Prata, publicado en Río de Ja-
neiro en 1930. Gustavo Barroso, más conocido por su seudónimo de
Joao do Norte, ha escrito con indignación en contra de la elevación de
López a la categoría de héroe nacional. Lo pinta en sus verdaderos
colores, como un cobarde miserable y sediento de sangre.
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10
“E nao foste capaz de dar un tiro nesso monstro?” Arturo
Rebaudi, citado por Gustavo Barroso en su obra O Brazil en face do
Prata, editada en Río de Janeiro el año 1930.
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El joven López tuvo entonces que fijar una por una todas las
características. Un general de menos de treinta años de edad,
comandante en jefe del ejército de un país cuyo nombre era
probablemente desconocido para la mayoría de los parisienses; un
soldado que jamás le habla tomado el olor a la pólvora, y que sin duda
aparecía con algún extravagante uniforme de su propia invención,
debe de haber sido una verdadera curiosidad en el París de aquel
entonces.
Bajo —de cinco pies y cuatro pulgadas de altura (apro-
ximadamente 1,60 m.)—, gordo, de tez oscura, algo cambado de
piernas, a causa de haber andado mucho a caballo desde muy
pequeño, se expresaba en francés en ese tiempo con bastante
dificultad, pero lo suficiente como para hacerse entender y hasta para
hablar en público, ejercicio en el cual, junto con la mayoría de los
sudamericanos de aquellos días, encontraba un gran atractivo, y no
cabe duda de que amontonaba los adjetivos, hablando de gloria,
libertad, nuestras madres paraguayas y el resto de las frases hechas, de
todo orador de la época, con tropical fluidez.
Lo importante es que se hallaba bien forrado de dinero en
ocasiones tales como el. aniversario de la independencia sudamericana
y otras fechas semejantes.
Es de imaginarse que los sastres parisienses en seguida lo
engalanaron con las últimas creaciones de la moda: saco o chaqueta
azul, sombrero, monumental, que en realidad merecería el nombre de
“chapeau haut de forme” de aquel tiempo; pantalones estrechos y
ajustados sobre inmaculadas botas de charol Hessian.
López se envaneció siempre de sus pies pequeños, usaba tacos
altos para aumentar su estatura y tenía un contoneo peculiar al andar,
según nos consta por haberlo visto con nuestros propios ojos.
De creer a los libros escritos por aquellos que no lo conocieron
mucho, pasaba la mayor parte del tiempo abocado a lecturas
científicas, visitando lugares de interés público y preparándose de tal
manera para gobernar a los paraguayos que querían un culto y
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1
Córdoba, en la República Argentina.
2
The War in Paraguay, pág. 326.
3
El otro pasatiempo importado por los conquistadores era el
“juego de cañas”, que habían heredado de los moros. Se jugaba a
caballo, con una silla árabe, entre cuatro por cada bando. El objeto era
tomar o rechazar las cañas tiradas por el bando contrario. El juego
simulaba una escaramuza de una tribu en Arabia, en tiempos
antiguos. Se lo practicaba en España en el siglo XVII, y aún se lo
juega en Chipre donde se lo cultivó posteriormente.
4
Seven eventful Year in Paraguay, Masterman.
5
The War in Paraguay, capítulo 24. pág. 326.
6
Masterman sostiene que era de ascendencia irlandesa, pero
nacida en Francia. Esto puede haber sido así, y podría explicar en
alguna medida su influencia sobre López, desde que probablemente
era más francesa que irlandesa, y una completa mujer mundana.
7
The war in Paraguay, Thompson, pág. 307.
8
El coronel Thompson se refiere a aquellos que fueron tomados
prisioneros junto con él, después de su capitulación en la fortaleza de
Angostura. Si se hubieran aventurado a expresar la más leve crítica
con respecto a López durante su gobierno habrían sido
inmediatamente fusilados y probablemente torturados antes de tener
efecto la ejecución.
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Capítulo III
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1
Seven eventful years in Paraguay, Masterman, pág. 54.
2
Seven eventful years in Paraguay, Masterman, pág. 52.
3
Está situado alrededor de cincuenta millas al sudeste de Asun-
ción, en un valle al pie de una serie de colinas del mismo nombre.
4
El mayor Von Versem, un distinguido oficial prusiano, también
dejó escritas sus Memorias, pero no llegó al Paraguay sino en 1867 y
fue hecho prisionero, con gran riesgo de su vida, todo el tiempo que
permaneció en el país.
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Capítulo IV
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del Sur, y convertir con ello al río de la Plata en su frontera sur. Había
intentado esto desde tiempo atrás, cuando tanto el Brasil como lo que
ahora constituye las repúblicas Argentina y del Uruguay eran colonias
de Portugal y España, respectivamente. Se habían librado guerras, y a
veces el Uruguay fue invadido pero no conquistado. Ahora parecía
haber llegado el tiempo de hacer otro esfuerzo en este sentido, pues el
Imperio del Brasil era floreciente y grande. Por el contrario, el
Uruguay, un estado completamente pastoril, había sido presa durante
cincuenta años de continuas guerras civiles. Los dos grandes partidos,
Blanco y Colorado, cuyo único fin era conseguir el gobierno y emplear
a sus correligionarios, desde luego disimulando sus verdaderas
intenciones bajo las usuales protestas de amor por la libertad,
progreso, e independencia, y otras palabras huecas que un hombre de
honor se sentiría avergonzado de emplear, desde que han sido
desprestigiadas tanto tiempo por meros cazadores de puestos, habían
convertido al país en un perpetuo campo de batalla. Los habitantes
eran en su mayor parte gauchos, ganaderos, que vivían a caballo, tan
libres como los avestruces y gamos de sus propias llanuras, y tan
ingobernables como éstos. Ninguna raza de hombres se les asemeja,
porque no estaban organizados en tribus como los árabes, curdos o
tártaros de la antigüedad. La religión no tenía sino una influencia muy
relativa sobre ellos, aunque todos eran nominalmente católicos. En sus
grandes llanuras, rodeados por sus enormes rebaños de ganado e
incontables caballos en estado semisalvaje, cada gaucho vivía en su
propio rancho, construido por él mismo de barro, para hacerlo fuerte a
las inclemencias del tiempo, frecuentemente con el vecino más
cercano a una legua de distancia. Su esposa e hijos, y probablemente
otros dos o tres pastores más, generalmente solteros, que le ayudaban
a cuidar del ganado, constituían su sociedad. Por lo general, tenla
algún ganado de su propiedad, y a veces una majada de ovejas. Pero
los grandes rebaños pertenecían a un propietario que vivía tal vez
unas tres leguas mas allá. Su orgullo se cifraba en sus caballos, y
estaba seguro de poseer una cría de yeguas, que por lo común
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Poco antes López había declinado una alianza con dicha nación5,
así que el hecho de que el Brasil invadiera su territorio no podía
mirarse como un acto de guerra contra la República del Paraguay.
En su carácter de mediador, López tenia redactada otra nota de
protesta para la República Argentina, concebida en los mismos
términos que la anterior. Esto no lo hizo popular en Buenos Aires,
donde la prensa se rió de sus pretensiones, y habló de él como de un
jefe indio y de Asunción como, de un conjunto de chozas indígenas.
Estas sátiras e insultos afectaron muy hondo el corazón de un hombre
tan convencido de su propia importancia como López, y lo impelieron
a jurar venganza contra los argentinos.
Había surgido por entonces un complicado estado de cosas en el
Uruguay. Durante mucho tiempo, los dos partidos contendientes,
Blanco y Colorado, muy poco distintos el uno del otro, mientras
permanecían en el gobierno o fuera de él, habían luchado en sus
pequeñas pero sangrientas guerras, hasta que el país mejor dotado de
clima por la naturaleza de todos los del Río de la Plata —un suelo
fértil y un gran sistema de ríos— quedó al borde de la ruina. Los
gauchos, obligados a pelear por muchos años, no habían salido de la
vida pastoril, y la agricultura no existía en la práctica. El único centro
de cultura estaba en la capital, Montevideo; pero aun en ella, los
perpetuos sitios y bloqueos a que había estado sometida la tenían
sumamente atrasada.
Un rayo de luz se iba a proyectar sobre el horizonte sombrío,
aunque pocos lo descubrieron a su debido tiempo. Se trataba de la
emigración, principalmente de Italia y España, con una pequeña
agregación de habitantes del norte de Europa. Estos emigrantes,
extraños a las luchas de los partidos Blanco y Colorado, echaron sin
saberlo los cimientos de un mejor estado de cosas. La República
produjo una gran figura y sólo una. Afortunadamente para los lectores
ingleses, un sorprendente retrato suyo ha sido pintado por un
contemporáneo.
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1
Washburn, Dr. Stewart, coronel Thompson y Masterman.
2
History of Paraguay, Washburn, capítulo XXXVI, pág. 546.
3
Halcones grandes o buitres.
4
En aquellos días, grandes cantidades de perros salvajes.
conocidos con el nombre de “perros cimarrones” asolaban las llanuras
del Uruguay.
5
En el mes de julio de 1864 el gobierno uruguayo había enviado
a Antonio de Carreras a Asunción para negociar y obtener una
alianza con el Paraguay. López se había rehusado a ello, pero aseguró
a Carreras que se opondría a las usurpaciones del Brasil.
6
Letters on Paraguay, Robertson, Londres, 1838. Vol. II, c. 40.
7
Rosas, dictador que había gobernado tiránicamente a Buenos
Aires, también murió pacíficamente, en Southampton, su refugio,
cuando cayó del poder. Como Artigas, se convirtió en un pacífico
labrador conservando hasta muy avanzada edad todo su vigor. Ambos
personajes descendían de muy buenas familias de Buenos Aires y
Montevideo, respectivamente; pero la vida salvaje de las llanuras
parecía haber tenido tan extraña fascinación sobre ellos, que no
habían podido resistir. Artigas, operando en un escenario de
dimensiones más reducidas, no pareció preocuparse por el poder lo
tomó con naturalidad y cayó sin sentirlo. Rosas, un político nato,
empleó su popularidad para usurpar y retener durante muchos años las
más altas posiciones del estado.
8
History of Paraguay, capítulo XY -VIII, pág. 563.
9
Seven eventful years in Paraguay, Masterman, Londres, 1870.
Capítulo IX, pág. 91.
10
Tratado de alianza firmado el 19 de mayo de 1866 entre los
ministros plenipotenciarios del Uruguay, el Brasil y la Argentina,
tomado de la documentación remitida a la Cámara de los Comunes
por orden de Su Majestad Británica, en cumplimiento de su mensaje
del 2 de marzo de 1866.
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Capítulo V
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1
The war in Paraguay, Thompson, capítulo II, pág. 3.
2
La Banda Oriental, esto es la margen este del río de la Plata,
era el antiguo nombre de la República del Uruguay. que ahora se
llama República Oriental del Uruguay. Sus habitantes se llaman
orientales.
3
Thompson, en su The War in Paraguay (Cap. II, pág. 3 l), lo
llama “Una página de rebelión en la historia del Brasil”. Esta es una
versión poco exacta de los hechos, en el caso que nos ocupa; la ma-
sacre fue perpetrada por los compatriotas de la infortunada guarnición
aunque los brasileños no hicieron, por cierto, nada por evitarlo.
4
Cuando visité por primera vez Asunción empleé nueve o diez
días en una cañonera brasileña.
5
Hay por lo menos cinco clases de pasos artificiales, tales como
marcha, portante, andadura, ambladura y sobrepaso. Todos éstos
tienen distintos nombres en las varías repúblicas y en toda Europa,
desde que eran muy conocidos en la Edad Media, empleándolos las
damas en sus jornadas hípicas, pues sus movimientos son mucho más
suaves que los de los pasos naturales de galope, trote y paso.
6
Seven eventful years in Paraguay, Masterman, pág. 99.
7
El coronel Thompson expresa que las orejas fueron sacadas del
aparejo de la nave por órdenes expresas de López: “El Semanario”.
Órgano del gobierno, publicó un artículo desmintiendo la noticia.
Thompson, como muchas veces me lo dijo, no tenía motivos para
querer a López, pero por lo menos no había sido torturado como lo
fuera el pobre Masterman, de quien tomo el relato.
8
The war in Paraguay, pág. 39.
9
Los paraguayos siempre se referían a ellos como a cambás. Esta
palabra significa negro, en guaraní.
10
The war in Paraguay, Thompson, pág. 88.
11
The war in Paraguay.
12
Dow es shems, dal Allah.
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Capítulo VI
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1
Thompson, página 94.
2
Masterman. Seven eventful years in Paraguay, pág, 101.
3
Desde luego, se refieren solamente a las ocasiones en que
ocurrió que, muy contra su voluntad, hubo de encontrarse en la zona
de fuego de los aliados.
4
Cuando terminó la guerra actuó en el campo político y fue
elegido presidente de la República. En su vida ulterior se dedicó a las
letras y escribió varios importantes trabajos históricos. (Su ascensión a
la presidencia fue en 1862, o sea antes de la guerra con el Paraguay.
en la que actuó en su carácter de primer mandatario de la Argentina.
N. del E.)
5
La Banda Oriental.
6
The War in Paraguay, capítulo IX. pág. 98.
7
Madama Lynch debió de haber resultado una muy competente
emperatriz de la main gauche; es casi una pena que López nunca se
haya coronado a sí mismo; el rudo hombrecillo de media sangre, lu-
ciendo algún uniforme de opereta, y su emperatriz derni-rip, con su
hermosa apariencia y su experiencia parisiense, habrían sugerido un
terna que para ser justos reconoceremos que habría necesitado un
Offenbach.
8
En el ajetreo de la vida, la justicia se les tornaba injusticia,
como suele acontecer muy a menudo en este mundo. Cuando el sultán
juzgaba que debían ser lo suficientemente ricos como para ser saquea-
dos, los tomaba prisioneros, los torturaba tal vez un poco y entonces
los reducía al estado de mendicidad. A veces una tribu, debido al mal
trato se sublevaba y masacraba a su caídes y a todo su estado mayor y
quemaba su castillo hasta reducirlo a escombros. En el caso de
Urquiza, sí bien su pueblo no se levantó en masa contra él, fue ase-
sinado con la connivencia, según se cree, de su propia guardia. Así. el
destino del último gran conductor gaucho y de tantos caídes moros,
fue paralelo.
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9
Thompson expresa en la página 120: “Existe una carta en la
que un gobernador de provincia establece el número de reclutas
enviados y solicita que se le devuelvan los grillos para hacer una
nueva remesa”. Es lamentable que Thompson no cite la carta y el
nombre del gobernador. Esta historia es una vieja broma
sudamericana, que dice así: “He recibido los voluntarios, y ahí le
devuelvo las cadenas”.
10
Thompson. The War in Paraguay., pág. 126.
11
Seven eventfut years in Paraguay, Masterman, pág. 112.
12
Seven eventfut years in Paraguay, Masterman, pág. 112.
13
Al decir Paraguay, debe entenderse López, pues todas las cosas
de la República, hasta la vida de sus habitantes, habían pasado a sus
manos.
14
Seven eventfut years in Paraguay, Masterman. pág. 115.
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Capítulo VII
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todos los demás países se habrían hallado fuera de la edad militar, por
haber pasado el límite o no alcanzar la edad requerida.
No solamente los hombres de sesenta y más años y los niños de
diez se reclutaron para el ejército, sino también las mujeres entre las
edades de dieciséis y cuarenta años. En una reunión de mujeres en
Asunción, presidida por madama Lynch, las míseras mujeres fueron
obligadas a presentarse como “voluntarias”. Estas desgraciadas
pronunciaron discursos, pues sabían que debían hablar, o perder la
vida, exaltando a López a las nubes6. López, que por sobre todas las
cosas era un hombre ansioso por obtener gran renombre en el exterior,
confiaba mucho en el efecto que produciría la oferta voluntaria de sus
joyas, y de servir como soldados, pues no dejaba que salieran noticias
del Paraguay que no lo mostraran en su carácter de gran patriota. Si el
doctor Francia había aislado al Paraguay del resto del mundo y
tratádolo como una fortaleza en estado de sitio, López lo redujo a un
calabozo, del cual no salía ningún paraguayo, salvo muerto. Las
mujeres, en la reunión nombrada, mencionaron los grandes sacrificios
hechos por el padre de la patria y la bendición que les había dado.
Nunca podrían retribuir tamaña merced, pero imploraban humilde-
mente a Su Excelencia que les permitiera ofrecer su vida por la
República y enrolarse bajo los pliegues de su sagrada bandera. López,
que era mucho más bribón que zonzo, debió de haberse reído de
corazón al escuchar esto, y los sentimientos que abrigaba madama
Lynch no son difíciles de adivinar. De la preciosa pareja ambos eran
digno el uno del otro, y como las palabras pronunciadas les hablan
llegado al corazón, aceptaron con lágrimas en los ojos el patriótico
ofrecimiento de las “voluntarias”. En todo el Paraguay se reclutaron
regimientos de mujeres. Vestidas de cierto uniforme, eran instruidas
en sus deberes militares por oficiales que, por haber sido heridos, no
estaban en condiciones de desempeñar servido activo en el frente.
Nunca se les dieron armas de fuego, pero se les enseñó a usar la lanza;
ninguna de estas amazonas llegó a encontrarse nunca en el campo de
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1
Albardón significa en castellano una silla de carga, y estos
juncos tienen exactamente la misma apariencia. Durante las largas
jornadas que he pasado en estos carrizales a caballo tras una tropa de
hacienda, en una nube de mosquitos, eran éstos los únicos lugares en
los que podíamos apearnos en el suelo seco y dormir durante las
noches.
2
Thompson, pág. 134. Menciono a Thompson porque fue el
único oficial extranjero que estuvo junto a López en ese período de la
guerra, para que pudiera escribir algo al respecto. Había servido
devotamente al Paraguay, como los mismos paraguayos, según me lo
confesó después de la guerra, y era personalmente responsable de la
erección de varios refugios, cuyos trabajos dirigía personalmente
López. Más aún, hablaba castellano y guaraní con toda fluidez.
3
Algunos de los más valientes entre los valientes han sufrido
ataques casi histéricos al ser enfrentados por un inocente gato.
4
Si Don Venancio no era un estratega, parece haber sido un
esposo afectuoso y un buen padre, y creo, mirando hacia atrás a través
de los años, que consiguió sus ropas y que la señorita Agapita
consiguió un novio digno de ella.
5
El paso largo, de pucú, que significa largo en guaraní.
6
History of Paraguay, Washburn, vol. II, pág. 175.
7
History of Paraguay, Washburn, vol. II , pág. 17 7.
8
El doctor Stewart, que estaba en constante contacto con López
debido a su puesto oficial de cirujano jefe de los servicios sanitarios
del ejército, me contó que después de la guerra, cuando oía los acordes
de “La Palomita”, acostumbraba taparse los oídos, pues le recordaba
las muchas ejecuciones que había sido obligado a presenciar mientras
esa música era tocada por la banda.
9
Hístory of Paraguay, Washburn.
10
The War in Paraguay, Thompson, pág. 172.
11
A los dos López los atormentó subsecuentemente y mandó
ejecutar por su participación en una supuesta conspiración contra él.
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12
The War in Paraguay, Thompson, pág. 174.
13
Recuerdo haberlo visto en mi viaje a Buenos Aires, una ciudad
en la cual todos visten bien, con un traje viejo, con brillo en las
costuras botines con elástico y un chambergo negro, que se convirtió
en el símbolo o emblema de su partido político.
14
Era de copa más bien chata y ala ancha, de color gris o negro,
que tuvo origen en los Estados Unidos.
15
Curupaití y Humaitá.
16
Curupaití
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Capítulo VIII
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Díaz, que debió de haber sido un hombre cuya dureza de corazón era
sólo superada por la de López, le contestó que se alegraba de ello.
Después de esta derrota, los Aliados hicieron muy poco en los
siguientes dieciocho meses, excepto el bombardeo de las baterías a
larga distancia. La victoria paraguaya, aunque completa por ese
tiempo, no consiguió librar al Paraguay del severo bloqueo que se
mantenía siempre sobre su única salida. Nada pudo llegarle del
mundo exterior, desde que la armada brasileña, aumentada cada día
con nuevos buques comprados en Europa, bloqueaba la única puerta
con que contaba el país, sobre el río Paraguay. Se comprobó, por otra
parte, que los barcos más modernos podían permanecer a distancia de
tiro de las baterías de la fortaleza de Curupaití sin sufrir el menor
daño, debido a su revestimiento de gruesas chapas de acero. Sus
cañones tenían un alcance de casi todo el río, y contaban con tres o
cuatro oficiales extranjeros, tales como los que estaban al servicio de
los paraguayos, que podían haber silenciado las baterías del fuerte sin
mayor daño para ellos. Sin embargo, continuaron su bombardeo a
gran distancia, aun gastando tres o cuatro mil granadas por día, con
resultados insignificantes1. Los paraguayos, con su graciosa inocencia
y simpleza, que ha sido siempre su encanto característico, como no
tenían cañones que pudieran replicar debidamente al bombardeo que
estaban sufriendo, reemplazábanlo con cuernos de guerra, semejantes
a trompetas, que producían un horrísono concierto de sonoros
resoplidos durante la noche; esto, si bien serviría para que
mantuvieran despierto el ánimo, aunque por cierto no necesitaban de
ningún estimulante, no dañaba en absoluto otra cosa que no fueran sus
propios pulmones. Estos cuernos recibían el nombre de “turututús”,
palabra onomatopéyica sugerida por el sonido que producían.
El interior del país sitiado deslizábase la vida como de ordinario
en muchos aspectos, salvo en lo que a las provisiones se refiere, las
cuales escaseaban más y más a medida que pasaban los días, desde
que el Paraguay no es un país productor de ganado en gran escala. La
mayor parte de las reses se habían consumido ya, y como los hombres
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1
The War in Paraguay, Thompson, pág. 185.
2
En aquel tiempo se encontraban en tales condiciones unas
pocas ciudades de la provincia de Matto Grosso.
3
He subrayado mi porque debe de ser un error de imprenta o de
transcripción. Por otra parte, no resulta poco probable que López, que
estaba furioso cuando dictaba este. párrafo, y como siempre mirara al
país como de su propiedad, haya dicho accidentalmente a la persona a
la cual estaba dictando, mi en lugar de su.
4
Es una planta de la familia de las bromeliáceas.
5
Estas cartas están fechadas en los cuarteles generales
paraguayos de Paso Pucú el 22 de agosto de 1867.
6
Seven eventful years in Paraguay, Masterman, página 173. El
mismo doctor Stewart me refirió que a cualquier inglés le hubiera cos-
tado la vida el hecho de que se hubiera sabido que había dicho a
alguien que deseaba salir del Paraguay.
7
El único país con el cual el Paraguay hallábase en libertad de
comerciar.
8
Los paraguayos estaban acostumbrados a una dieta casi
completa de vegetales.
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Capítulo IX
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caía sobre los hombros del salvaje, mientras de una oreja le pendía el
ala multicolor de alguna variedad de pájaro de brillante tono. Otros
tres o cuatro indios se hallaban en el interior de la canoa, rodeando un
pequeño fuego, en el que se doraba un trozo de carne. Cuando la
tripulación brasileña del navío los avistó, los llamó “os bárbaros”, y
les hubiera hecho fuego si no se hubieran apartado. Por cierto que
estos bárbaros no usaban pantalones, y es muy probable que se inte-
resaran poco por la guerra que durante cuatro años convulsionó el río,
desde que, para ellos, los argentinos, paraguayos y brasileños son
“cristianos” y los cristianos son sus enemigos.
Por todo ello, quizá por falta de oportunidad, quizá por falta de
armas modernas, nunca se masacraron unos a otros en escala
suficiente como para que se pudiera, llamar guerra internacional, Y
con sus armas primitivas no podrían haber hecho caer la fortaleza de
Humaitá.
Aunque los Aliados se encontraban en condiciones infinitamente
superiores, les llevó varios meses, y un sitio muy prolongado, la
captura de Humaitá, aunque por fin la pasaron con facilidad y se
dirigieron a Asunción. En Curupaití habían sufrido severamente, y
perdieron la mejor unidad, el “Río de Janeiro” alcanzado por un
torpedo debajo de la línea de flotación, el cual se hundió casi
instantáneamente y la mayor parte de sus tripulantes perecieron allí.
Esto los hizo más prudentes todavía en la captura de Humaitá, aunque
la artillería del fuerte podía poco o nada contra ellos y no producía
sino muy poco daño a un barco armado. López, que había
permanecido durante toda la campaña, tanto en Curupaití como en
Humaitá, en su refugio a prueba de bombas, sin salir sino de noche'
por regla general, dio órdenes ahora para la evacuación de la Capital,
Asunción. Inmediatamente inició su retirada a San Fernando, un lugar
sobre la desembocadura del río Tebicuarí, con unos ochocientos
hombres. Antes de partir había dejado unos efectivos escasos en
Humaitá, bajo las órdenes de los coroneles Martínez y Alén, con la
consigna de resistir hasta el fin. Empezó aquí la primera de la larga
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1
“López obligó a infringir el secreto de las confesiones a que se
obligaba al ejército y al pueblo en los días de Pascua y de San Fran-
cisco Solano”. La tiranía del Paraguay, Cecilio Báez.
2
Ninguno de los escritores de la preguerra hace ascender la
población del Paraguay a un millón de almas, y hasta hay quien la fija
en novecientos mil habitantes.
3
El mariscal Solano López, Juan O'Leary, 1925.
4
Memorias, J. C. Centurión, volumen III, pág. 181. Confiesa no
haber tenido noticia de la conspiración, sí no es una especie propalada
por el mismo López.
5
La califica de impávida y temeraria impostura. (Carta de
defensa de Sánchez.)
6
Recuerdo a varios sobrevivientes de la guerra cuyas manos esta-
ban tan deformadas que no parecían humanas.
7
El padre Francisco Solano López.
8
Los cuatro hijos de madama Lynch.
9
Hay un lado cómico en este aterrador asunto. El emperador del
Brasil, D. Pedro II, era un hombre reposado y estudioso, parecido por
sus apariencias a un profesor de una Universidad alemana y enemigo
de toda clase de disputas. En su vida privada se dedicaba a la ciencia y
al estudio, y no ostentaba sino una pompa muy reducida. En mis años
juveniles lo he visto caminar casi inadvertido por las calles de su
capital, detenerse para dirigir la palabra a un negro en su propio len-
guaje, porque hablaba, según se decía, varios dialectos de los negros y
los indios.
10
El Semanario, agosto 19 de 1868.
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Capítulo X
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que en una oportunidad lo visitó sola, de noche, a pie, para pedirle que
se hiciera cargo de varias cajas5 que contentan joyas y objetos de plata.
Pocos días después, aparentemente cuando la tormenta había pasado,
las mandó buscar. Washburn expresa que fue de labios de madama
Lynch que oyó por vez primera las noticias relativas al complot que
se suponía tramado contra López. Agrega que ella expresó gran
indignación al saber que podía haber alguien con alma tan atravesada
como para conspirar contra el presidente, cuya única ambición era el
bienestar de su pueblo. “Usted sabe —dijo a Washburn— su
naturaleza bondadosa y cuán repugnante le es el ver correr la sangre”.
Esto, dicho en oportunidad en que él estaba ejecutando a sus ge-
nerales, a sus ministros y a los miembros de su propia familia, y que
estaba, como Washburn lo sabía muy bien, esperando la oportunidad
de poderlo tener entre sus garras, porque solían discutir muy
seriamente, hace pensar que madama Lynch estaba tratando de hacer
que él se comprometiera a sí mismo; pero, de ser así, aunque
Washburn estaba lejos de ser prudente en cuanto a las opiniones que
vertía acerca de las cuestiones relativas al Paraguay, ella fracasó en su
intento6.
Si se mira el hecho a través de la perspectiva del tiempo, no
puedo creer que madama Lynch hubiera estado jamás en el menor
peligro. López se hallaba, en realidad, demasiado ligado a ella. Le
había dado hijos que adoraba, y él, además, tenia necesidad de su
inteligencia y de su conocimiento del mundo para ayudarlo en sus
empresas y en el trato con los ministros extranjeros, representantes de
otras naciones. Esto puede darse como cierto hasta la época de la
evacuación de la Capital. A partir de entonces López fue un jefe indio,
completamente aislado del mundo exterior, odiando y odiado, a quien
era tan difícil aproximarse como a un tigre cebado o a un elefante
furioso. La conspiración, que en su mayor parte sus contemporáneos
creen que fue un producto de su propia imaginación, pero que,
considerando cuán temido y odiado era, bien pudo tener alguna
vislumbre de verosimilitud, lo proveyó de un pretexto para cometer
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como mil veces peor que las torturas de Torquemada, y azotado muy a
menudo; efectuó a pie una marcha de cuarenta leguas engrillado,
cubriendo el trayecto de San Francisco a La Villeta, ,a través del barro
y las espinas, hambriento y sediento, luchando literalmente por su
vida en cada yarda del camino.
Con él hallábanse generales, oficiales, soldados clérigos y de-
licadas damas, ancianos y niños. Los que no resistían más eran
lanceados y dejados para que los vampiros y las bestias salvajes los
devorasen; así vivió entre esta mísera humanidad, y dice que cree que
fue preservado de la muerte “providencialmente para relatar al mundo
los horrores de este monstruo10”.
No fue el único que sufría, aunque fue uno de los pocos que
escaparon con vida de las garras de la hiena11. Esto hizo el hombre en
la hora más negra de la historia de su país, y algunos de sus
extraviados compatriotas quieren erigirlo en héroe nacional, para
estimular el patriotismo. En los seiscientos carros que acompañaron la
primera parte del repliegue, él y su amante madama Lynch habían
acumulado todo el dinero del tesoro público nacional que habían
podido tomar y todas las joyas12 robadas a las familias más ricas.
En las Lomas Valentinas y en la capital provinciana de
Peribebuy, donde permanecieron tiempo suficiente como para
emplazar varios cañones, pues habían retirado a ese lugar todos los
abastecimientos militares del campamento de Cerro. León, tanto él
como madama Lynch prosiguieron su ordinaria vida entre el lujo,
bebiendo champaña en todas las comidas y comiendo lo mejor que el
pobre país les podía suministrar, mientras los devotos paraguayos
morían de hambre.
Las bandas ejecutaban constantemente; los acordes de “La
Palomita” consolaban las últimas horas de las víctimas que estaban
soportando torturas, y cuando habían aguantado más de lo que la
naturaleza humana puede resistir, tenían todavía que sufrir los
inseguros lanzazos de los míseros soldados niños, en el pecho y en el
vientre.
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1
Seven eventful years in Paraguay.
2
De su propia declaración, citada por Washburn, en su History
of Paraguay.
3
History of Paraguay, Washburn.
4
Creo que esto es un error, porque los indios tienen general-
mente pies grandes, a consecuencia de que andan descalzos. Es, sin
duda, a causa de su sangre española que López tenla pies pequeños,
porque éstos han sido siempre una característica de la raza hispana.
5
Se supone que estas cajas fueron enterradas provisionalmente
en algún punto cerca del campamento de San Fernando, sobre el río
Tebicuarí, conocido solamente por López y madama Lynch.
6
El doctor Stewart me contó que por ese entonces ella le dijo un
día: “No se sabe a quién le tocará el próximo turno”; el doctor, que era
un escocés prudente, cambió de conversación con una broma.
7
Esta fue la causa de un nuevo horror. Las municiones habían
escaseado mucho, y se las distribuía con mucha parsimonia a las
tropas. Para ahorrarlas, la mayor parte de las ejecuciones se hacían a
lanza, por débiles y asustados niños, que frecuentemente debían dar a
las víctimas nueve o diez lanzazos antes de que expiraran. De esta
horrible manera muchos de los principales ciudadanos paraguayos
fueron ultimados por su supuesta intervención en la hipotética
"conspiración".
8
El doctor Zubizarreta, en la colección de documentos, cartas,
etc., que publicara en Asunción bajo el título de “El Mariscal
Francisco Solano López”, expresa: “Las cajas de madama Lynch y las
de López no eran otra cosa que el Tesoro Público”.
9
“Bicho” significa literalmente un animal, pero se aplica
generalmente a las chinches, mosquitos y los infernales insectos
alados negros conocidos como “jejenes”. Los que han sufrido sus
ataques, sin estar cargados de hierros y en completa libertad de
encender fuego para ahuyentarlos, saben muy bien, aunque no tengan
más que una vaga idea, lo que habrá tenido que soportar don
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APENDICE I
MADAMA LYNCH
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1
Aponte era ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública
cuando escribió esta carta. Su ensayo se publicó en la colección de
ensayos, cartas. etc., editada en Asunción en 1926 hijo el título dé El
Mariscal Francisco Solano López.
2
Seven eventful years in Paraguay, Masterman.
3
La onza era la principal moneda de oro de todas las repúblicas
sudamericanas y de España por ese entonces. El valor que tenía
fluctuaba entre una libra y quince chelines y una libra y dieciocho
chelines. Como muchas monedas no se hallaban en condiciones
legales, era usual entre los comerciantes de las casas de negocios
monetarios tener un par de escalas de¡ peso del oro, y probar el peso
de cada pieza. Generalmente se las llamaba “onzas peluconas”. Entre
los más analfabetos estancieros era corriente vender la hacienda res
por res haciendo salir uno por uno los animales del corral, y tratando
su precio, por separado; a medida que se cerraba trato por cada
animal, era entregado su precio al- vendedor en monedas de plata.
4
“Muero con mi país”. Realmente era cierto pues había llevado a
su patria a la ruina y la muerte.
5
“Una valiosa casa” Cecilio Báez.
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APENDICE II
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los que figuraban varios carros de sal, que sus víctimas no habían
probado en meses.
Yo mismo sentía la necesidad de sal, por encima de todas las
necesidades, mucho más que la escasez de las raciones. Su amigo que
lo aprecia —FREDÉRICK SKINNER.
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APENDICE III
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1
Resulta curioso que casi todos los escritores contemporáneos
que conocieron a López personalmente lo describieran como un
“monstruo”. Tanto el coronel Thompson como el doctor Stewart
emplearon esta palabra cuando me hablaron de él, y también así lo
hicieron varios paraguayos.
2
A los prisioneros se los tenía a la intemperie y con los pies
atados a una larga soga.
F1N
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BIBLIOGRAFÍA
A guerra de López. —Gustavo Barroso.
0 Brazil en face do Prata. — Gustavo Barroso, Río de Janeiro,
Imprenta Nacional., 1930.
History of Paraguay. — Washburn.
The war in Paraguay. — Thompson.
Francisco Solano López y la guerra del Paraguay. — Carlos
Pereyra.
El Mariscal Solano López. — Juan E. O'Leary.
Historia del Paraguay. — Blas Garay.
Historia das campanhas do Uruguai, Matto Grosso e Paraguai.
— Jordán.
The battlefields of Paraguay. — Burton.
La tiranía en el Paraguay. — Cecílio Báez.
Seven eventful years in Paraguay. — Masterman.
El Mariscal Francisco Solano López. — Cecilio Báez, Asunción,
1926.
Monografías históricas. — Juansilvano Godoy.
El diario de Resquin (Uno de los generales de López).
Reisen in Amerika und der Südamerikanische Krieg. — Max von
Versen.
Ensayo de la historia del Paraguay. — Deán Funes.
Una década. — Héctor Francisco Decoud.
Memorias. — Coronel Centurión.
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