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desconfianza en el liberalismo popular,… El régimen isabelino se
apoyará fundamentalmente en este grupo político. Su líder más
carismático será el general Narváez. No contarán, normalmente, con el
apoyo del pueblo.
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Unión Liberal (1856): partido “de centro” formado por la parte más
progresista del partido moderado y los progresistas menos radicales.
Estará dirigida por el general O’Donnell. En la práctica están bastante
cerca de las medidas moderadas, aunque sin tanto autoritarismo.
• Exclusión de la gran mayoría del país de las decisiones políticas, que además
vio cómo el régimen liberal degradaba continuamente sus condiciones de vida.
Frente a esta situación, el gobierno sólo respondió reprimiendo violentamente
las protestas y huelgas, prohibiendo las asociaciones, persiguiendo a los líderes
obreros,… No es de extrañar que las ideas socialistas fueran calando en el
proletariado configurando el movimiento obrero, sobre todo en los años finales
del reinado.
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legislativo); Se recortan las libertades y derechos (debían ser concretados
mediante leyes, las cuales tendieron a limitarlos); exclusividad de la religión
católica, con el compromiso del Estado de mantener el culto y clero; se mantiene
el sufragio restringido; se suprime la Milicia Nacional; el rey adquiere más
poder que en la Constitución de 1837, pues posee la iniciativa legislativa,
nombra y separa ministros, puede disolver el Congreso (con la obligación de
volver a convocarlo en tres meses), y además pasa a ser el único que designa a
los senadores (cargo vitalicio, son elegidos de entre los miembros de la nobleza
mayores de 30 años y con altos ingresos, o bien generales, dignidades
eclesiásticas, miembros de la Administración y personas acaudaladas. El Senado
serviría de freno a posibles reformas radicales del Congreso, y aparte adquiere
funciones judiciales pues es la única instancia apta para juzgar a los ministros y
a los propios senadores). En cuanto a los poderes locales, lo más significativo es
que los alcaldes y presidentes de Diputación serán nombrados por el rey, por lo
que los ayuntamientos perderán su autonomía.
• Código Penal (1851): compendio legal de las distintas leyes penales refundidas
ahora en un solo corpus aplicable a todos los ciudadanos del territorio nacional.
Desde el principio, Narváez tuvo que hacer frente con mano dura a los grupos
opositores a su régimen, tanto desde dentro de su propio partido como exteriores. En los
primeros años de la Década el mayor problema fue el matrimonio de la reina,
finalmente casada con su primo Francisco de Asís, matrimonio de conveniencia
política que fue un desastre para ambos. Otro conflicto importante fue la llamada II
Guerra Carlista (1847-49) o “guerra dels matiners”. En 1846, tras fracasar el intento
de casar a la reina con el pretendiente carlista (el duque de Montemolín, primogénito de
don Carlos), se produjo una insurrección en Cataluña que apenas encontró respaldo
popular, aunque durante tres años las partidas guerrilleras permanecieron activas en la
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región gracias al apoyo del campesinado. Por su parte, los progresistas recurrieron de
forma esporádica a los pronunciamientos, que fueron sofocados sin dificultad.
La dureza de las propuestas de Bravo Murillo consiguió unir en su contra a todos los
grupos del moderantismo, además de los escasos diputados progresistas. Ante la
avalancha de críticas y protestas a la reina, Bravo Murillo tuvo que dimitir. Desde
entonces se agudizó la descomposición interna del moderantismo, con la sucesión de
varios gobiernos cada vez más ineficaces y aislados que no hicieron más que aumentar
el descontento popular ante la corrupción y las intrigas políticas de los gobernantes. El
recuerdo de la represión de 1848 alentó a los progresistas y demócratas a unir sus
fuerzas para recurrir una vez más al pronunciamiento militar frente al gobierno de
Sartorius, que a fines de 1853 había disuelto las Cortes y gobernaba de forma
dictatorial.
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La extensión e intensidad del movimiento revolucionario, apoyado por numerosos jefes
militares (Serrano, Dulce,…), abarcó a ciudades tan importantes como Madrid,
Barcelona, Valencia y Zaragoza, lo que propició la formación de una coalición de
moderados, progresistas y sectores moderados del partido demócrata con el objetivo de
encauzar la revolución y forzar la voluntad de la Reina, que se vio obligada a formar un
gobierno progresista encabezado de nuevo por Espartero y con el apoyo de O’Donnell
como ministro de Guerra.
A pesar del corto mandato, el gobierno de Espartero desarrolló una intensa labor
legislativa destinada, fundamentalmente, a sentar las bases de la modernización
económica del país. Entre las principales medidas podemos destacar:
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• Constitución “no nata” de 1856: aunque no llegó a entrar en vigor (aprobada
en 1855, su puesta en vigor fue aplazándose ante la agitación política que
inundaba el país. O’Donnell decretó la anulación del proyecto en el otoño de
1856, confirmando la validez de la Constitución de 1845, que no había llegado a
ser derogada), es importante por cuanto contiene los principios políticos
característicos del Partido Progresista. En ella se establecía el principio de la
soberanía nacional. Declaración de derechos individuales detallada y precisa,
con especial énfasis en la libertad de imprenta y en la libertad religiosa. Se
limitan los poderes de la Corona y del gobierno, que pasan a estar estrechamente
controlados por las Cortes. Los Ayuntamientos y Diputaciones pasan a ser
electivos, se restablece la Milicia Nacional, las Cortes eran más autónomas y el
Senado sería elegido por el pueblo, que ve ampliado el censo electoral a los
niveles de 1837. Se proclamaba la igualdad ante la ley, ante el servicio militar y
ante los empleos públicos.
A pesar de esta amplia labor legislativa, una de las claves del fracaso del Bienio fue
el permanente clima de conflictividad social vivido. Las causas fueron múltiples: la
epidemia de cólera de 1854, el alza de precios del trigo causada por la guerra de Crimea,
las malas cosechas, las tensiones entre obreros y patronos en las fábricas y, sobre todo,
el incumplimiento por parte del gobierno de las promesas hechas al inicio del periodo.
Los enfrentamientos callejeros fueron especialmente graves en Barcelona. Se presentó
una Ley de Trabajo que reducía la jornada laboral a los niños, permitía las asociaciones
obreras que no sobrepasaran los 500 miembros y establecía, para resolver conflictos
laborales, unos jurados formados sólo por patronos. La ley fue rechazada por
demócratas y republicanos, que empezaron a aglutinar a los grupos obreros, por lo que
la conflictividad siguió creciendo.
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En medio de una recesión económica que provocó un empobrecimiento generalizado de
la población, el gobierno reprimió duramente las protestas y prohibió de nuevo las
asociaciones obreras. En materia legal se desarrolló una importante legislación
financiera, se multiplicó la moneda en circulación y se continuó la política de obras
públicas y construcciones ferroviarias para reactivar la economía. También se organizó
la estadística del Estado y en 1857 se organizó el primer censo. El mismo año se aprobó
la Ley de Instrucción Pública o Ley Moyano, que intentaba paliar los bajos niveles
educativos de la sociedad española (estableció el sistema educativo vigente en nuestro
país hasta bien entrado el s. XX). También es de destacar la Ley de Imprenta.
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de un programa revolucionario y del apoyo de los partidos progresista,
demócrata o republicano, dieron al traste con la revuelta).
A lo largo de todo el s. XIX España había carecido de una política exterior seria, por
cuanto que la pérdida de las colonias en América y la continua inestabilidad tanto del
absolutismo como del liberalismo provocaban que los distintos gobiernos se
preocuparan más de los asuntos internos. Ante la falta de objetivos claros y la escasa
capacidad de los diplomáticos españoles, las potencias extranjeras no tuvieron dificultad
para manejar nuestra acción exterior según sus intereses. El gobierno de la Unión
Liberal pretendió llevar a cabo una política exterior de prestigio cuyo objetivo
esencial era desviar la atención de los españoles de los problemas internos y exaltar la
conciencia patriótica, y ello en un momento de pleno auge del nacionalismo y del
imperialismo en Europa, y todo ello mediante la creación de una flota moderna y la
realización de intervenciones militares exteriores, las cuales contaron siempre con el
apoyo de las Cortes, la prensa y buena parte de la opinión pública.
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Otras dos expediciones exteriores fueron la fallida recuperación de la colonia de Santo
Domingo en 1861, que hubo que cancelar ante las presiones internacionales, y la guerra
contra Perú y Chile, que terminó en 1866 sin resultados positivos.
En general, la actuación exterior española de estos años no hizo más que confirmar
la débil posición internacional de España. Tampoco se consiguió, tal y como pretendía
el gobierno, enardecer el espíritu patriótico de los españoles, salvo en la intervención en
Marruecos, y en cambio esta política de prestigio acabó por desgastar la figura de
O’Donnell, principal responsable de la misma.
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ante lo cual el gobierno pidió al rector, Montalbán, que le retirara su cátedra. Como éste
se negó, dimitió. Los estudiantes pidieron permiso para realizar una serenata de apoyo
al rector, pero la manifestación produjo un grave enfrentamiento entre estudiantes y
fuerzas del orden que causó varios muertos y cientos de heridos. Las protestas por la
matanza de la noche de San Daniel (IV/1865) se generalizaron y acabaron por
desacreditar al gobierno de Narváez.
A tan dura acción siguió una ola de protestas por todo el país. Ante esta situación la
reina vuelve a llamar a Narváez, que impone una política represiva (censura de prensa,
detenciones preventivas, cierre de las Cortes, deportaciones,…). El régimen se siente
acorralado y falto de apoyos, a lo que hay que unir la muerte de las principales figuras
del unionismo (O’Donnell, 1867) y del moderantismo (Narváez, 1868) sin que hubieran
otras figuras políticas de su nivel.
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