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Desde el punto de vista de la teoría de control, un sistema o proceso está formado por un conjunto de
elementos relacionados entre sí que ofrecen señales de salida en función de señales o datos de entrada.
En vista de todo lo expuesto, se puede definir un sistema de control como el conjunto de elementos
que interactúan para conseguir que la salida de un proceso se comporte tal y como se desea, mediante
una acción de control.
Consideraremos como señales las variaciones a lo largo del tiempo de las entradas o salidas de un
sistema. Obviamente, estas señales pueden ser de distinta naturaleza, y por tanto sus unidades físicas
pueden ser diversas. Según cómo sea la variación de estas señales, podemos clasificarlas dentro de dos
grandes grupos: señales analógicas y señales discretas.
- Señales analógicas: Son aquellas cuya variación, tanto en amplitud como a lo largo del tiempo, es
continua. Es decir, pueden tomar cualquier valor real, en cualquier instante de tiempo.
- Señales discretas: Este tipo de señales no tiene una variación continua como las anteriores, sino que
su evolución se rige por un determinado conjunto finito de valores posibles. Según dónde tome este
conjunto de valores, podremos distinguir entre señales discretas en amplitud o discretas en tiempo.
- Señales discretas en amplitud: En este caso, la señal toma valor en cualquier instante de tiempo,
pero estos valores de amplitud pueden encontrarse entre los definidos en el conjunto
predeterminado.