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¿ ES LA SEGURIDAD

UNA PROFESIÓN ?
ARTÍCULO A FAVOR

LA DIRECCIÓN DE SEGURIDAD. UNA PROFESIÓN DEL PRESENTE Y


CON FUTURO.

Por José Mª Arenillas.

José María Arenillas Sangüesa es en la actualidad jefe del departamento de seguridad


del Museo Nacional de Arte de Catalunya.

En el apartado de formación és Arquitecto Técnico en dirección de obras y Master en


valoración i tasación de daños por la UPC, Diplomado en Dirección de Seguridad por
ICADE, así como ha realizado diferentes cursos de Valoración i Tasación de Obras de
Arte por la UB y la UPC.

INTRODUCCIÓN.-

Alguien, a finales del siglo XV, manifestó: “Ser lo que soy, no es nada sin la
seguridad”. El que así pensaba tenia ya un concepto mucho más evolucionado de la
seguridad que el que otros personajes de su época tenían puesto que como es conocido
profesionales de la seguridad existían muchos siglos antes. Hoy, a finales del siglo XX
me piden que responda a la pregunta de si la dirección de seguridad es una profesión o
no. Creo que es un buen principio la frase que W. Shakespeare sentenció para defender
la única respuesta que considero correcta a la pregunta formulada.

Centrando la cuestión en nuestro país, se puede afirmar que durante los últimos años,
con una cierta lentitud pero con una gran firmeza, se está consolidando la figura del
director de seguridad en la gran mayoría de las organizaciones empresariales. Este
proceso reorganizativo es similar al que se produjo hace unos años con todos los
departamentos que tenían relación con los temas de personal que se centralizaron en una
área de recursos humanos.

Haciendo un pequeño análisis de las últimas décadas, se puede afirmar que la sociedad
existente no identificaba la necesidad de seguridad mas que con ciertos sectores
económicos o empresariales del país, que o bien por necesidades legales o por
requerimientos de la multinacional de la que dependían, establecían la adopción de unas
medidas disuasorias mínimas. Las mas de las veces se transferían los riesgos a una
póliza de seguros con la idea de tener cubierta la responsabilidad civil y percibir una
cantidad económica para intentar reponer o reparar los bienes destruidos (sí ello era
posible).

Posteriormente, ya en la década de los 80, a consecuencia de los cambios sociales


producidos

y de la bonanza económica existente, la sociedad vino solicitando un mayor nivel de


seguridad, i además, la legislación vigente estableció unos niveles mínimos de
seguridad para determinadas actividades con unos riesgos específicos. Todo ello trajo
consigo una reacción por parte de las organizaciones que optaron por crear un
departamento de seguridad, o asignar a un departamento ya existente esta función.

En la actualidad, no es extraño encontrar organizaciones donde el departamento de


seguridad depende del jefe de recursos humanos o de los departamentos de producción,
comercial, administración o económico financiero.

PERSPECTIVA DE FUTURO.-

La evolución relacionada anteriormente continua, y se observa de forma ostensible que


las empresas precisan integrar en su planificación estratégica y en sus órganos de
dirección, la seguridad. Eso sí, una seguridad que se presente i sea eficaz y eficiente.

En el ámbito de la seguridad la empresa debe asumir el concepto de dirección de


seguridad dirigida hacia la protección y prevención del patrimonio de la organización
dentro de los siguientes campos:

- Personas (trabajadores, visitantes, clientes - público).


- Bienes (muebles e inmuebles).
- Información (I+D, planes estratégicos, diseños).
- Prevención de perdidas (conocida, desconocida).
- Medio ambiente (gestión de residuos, gestión de la contaminación, etc.).

Como puede observarse, integrar todos estos campos es complejo, pero nunca puede
olvidarse que siempre la seguridad es gestión, es decir, que ha de demostrar que lo que
hace o propone es beneficioso y rentable para la organización. Debe proporcionar una
valoración de los resultados de la gestión, recurriendo a conceptos y ratios fáciles de
comprender.
LA DIRECCIÓN DE SEGURIDAD.-

Estoy convencido de que las empresas, cada vez mas, detectan la necesidad de contar
con profesionales que sepan poner orden en la protección y prevención de la empresa,
logrando optimizar y rentabilizar los recursos económicos, humanos y tecnológicos que
a ello se decidan. Esto unido a que en la actualidad la legislación vigente ha definido
por reglamento (y consecuente desarrollo) la figura del director de seguridad y los
requerimientos para su titulación permite que exista un mercado de profesionales
preparados y cualificados para integrarse en las estructuras de las organizaciones. Solo
queda por hacer comprender a

algunas empresas que la función de dirección de seguridad no es ya únicamente una


función ejecutiva técnica, sino una de dirección.

El director de seguridad, más que un jefe de seguridad, es sobre todo un director, que
como cita Ricardo Huelin en su libro “Gestión de organizaciones de seguridad” debe:

- Ser capaz de pensar, hablar y trabajar como un hombre de negocios.


- Diseñar el servicio que presta en función de las necesidades e interés de su propia
organización.
- Trabajar en función de objetivos con las correctas prioridades.
- Conectar con organismos gubernamentales y locales, que se ocupan de la seguridad y
la protección de la comunidad.
- Concebir, organizar, dirigir, controlar, administrar y evaluar su propio departamento.
- Manejar diversos, inusuales y peligrosos problemas.

Con este marco de funciones relacionadas no cabe duda que las responsabilidades de
seguridad se irán transformando hacia posiciones de protección del patrimonio y al final
de prevención de perdidas. Este tránsito debe manejarlo con la habilidad el director de
seguridad, para convencer, no solo a la dirección sino a toda la plantilla, de que proteger
y prevenir, creará un factor diferencial en la búsqueda de la competitividad y el
liderazgo.

Al director de seguridad le está reservado un importante papel en las organizaciones,


debe participar o al menos conocer los planes estratégicos, opinar, asesorar a la alta
dirección y coordinar sus esfuerzos con todas las áreas y departamentos de la
organización.

Haciendo un análisis con mentalidad de protección del patrimonio y de prevención de


perdidas al organigrama de cualquier organización, pocos departamentos o ninguno
escapa a la necesidad de coordinación con las funciones del departamento de seguridad.
Desde los procesos de selección de personal, pasando por la protección y prevención
general, la seguridad y salud en el trabajo, la ergonomía, la producción, los fraudes
internos y externos, las emergencias y evacuaciones, y un largo listado de relaciones de
seguridad, la presencia de seguridad es obligada o recomendable.

En la actualidad, en las organizaciones más avanzadas el departamento de seguridad


participa en el asesoramiento a la preparación de situaciones de crisis, en la
minimización de las diferencias de inventario, en la localización, persecución y
destrucción de productos fraudulentos y de la utilización fraudulenta de marcas y
diseños. Además bajo su área de responsabilidad se incluyen aseguramientos, salud
laboral, medio ambiente y en ocasiones mantenimiento de los servicios generales por su
relación directa como generadores de riesgos y activadores de incidencias.

Finalmente, como gestor de sus propios recursos, entre los que se incluyen los
económicos, el director de seguridad ha de tener la capacidad e imaginación de
presupuestar acertadamente a pesar de las incógnitas e hipótesis poco probables en las
que se mueve. Para
gestionar correctamente su presupuesto, el director de seguridad necesita un férreo
control del gasto con la siguiente perspectiva:

- Verificar la facturación.
- Identificar desvíos, positivos y negativos.
- Establecer una política de reasignación de recursos no utilizados a situaciones de
imposible previsión.

CONCLUSIONES.-

Hoy, a finales del siglo XX el concepto integral de protección del patrimonio y de


prevención de perdidas precisa una dirección única que planifique, optimice y coordine
esfuerzos y recursos que las organizaciones dedican, actualmente dispersos en varios
departamentos, y se responsabilice de su administración y gestión.

En la actualidad, la figura del director de seguridad da respuesta a las demandas de las


empresas ja que se trata de un personal profesional con fundamentos técnicos y
operativos para permitir integrarse en las organizaciones con métodos modernos de
gestión. Y…, es que igual que en el siglo XV, a finales del siglo XX para una
organización empresarial: Ser lo que es, no es nada sin seguridad.

Barcelona, Junio de 1999.

JOSE MARIA ARENILLAS SANGÜESA


¿ ES LA SEGURIDAD
UNA PROFESIÓN ?
ARTÍCULO EN CONTRA

NO ES MÁS QUE UNA IDEALIZACIÓN

Por África Martínez - Consultora de Recursos Humanos

No crean que tengo espíritu de rebeldía. Soy perfectamente consciente de que estoy
escribiendo para una revista de profesionales de la seguridad. Conozco y valoro a las
personas que me lo han pedido y créanme si les digo que me gustaría poder tener otra
opinión. Pero a pesar de todo, tengo que guiarme por mi experiencia en el campo de
seleccionar profesionales de la seguridad; y debo admitir, con pesar, que esta
experiencia ha sido en la mayoría de los casos, desastrosa.

Las empresas para las que normalmente trabajamos pertenecen al sector de la


alimentación y las grandes superficies. Normalmente, conjuntamente con los planes de
implantación, entre los que se comprende la selección de todo el personal, se trazan
también los perfiles del personal de seguridad, ya sea en el caso de que ésta sea
contratada a una empresa del sector, o algunas veces, se pretenda cubrir con personal
propio.

En lo referente a los operativos de seguridad, éstos tienen un perfil bien definido. Poca
formación básica, es decir, poca cultura general, y alguna formación específica en
materia de seguridad, que normalmente se reduce a un abanico de artes marciales y
otras técnicas de agresión; también es corriente encontrar un déficit en habilidades
sociales, lo que ocasiona no pocos problemas en el quehacer diario del centro.

Todo esto, hasta ahora, no debería parecernos alarmante. En definitiva, un profesional


de la seguridad en su vertiente operativa tiene los “conocimientos” que necesita, y si el
mercado impusiera otro tipo de conocimientos, sin duda los tendría. Además, en nuestro
gabinete de recursos humanos tambien seleccionamos otros puestos con una base
cultural más bien baja y, con una pequeña formación en habilidades sociales, todos ellos
mejoran ostensiblemente, y los operativos de seguridad no son una excepción. Al fin y
al cabo, estamos hablando de personas que necesitan trabajar, y hacerlo de forma
estable. Salvo extrañas excepciones, todos están dispuestos a hacer los esfuerzos
necesarios para consolidarse en el puesto de trabajo. Definitivamente, el problema no
son los operativos de seguridad.
El problema radica más bien en los jefes de estos operativos. Normalmente, son
personas con un perfil más o menos parecido a los operativos de seguridad, pero con
mucha más experiencia, lo que conlleva también un mejor manejo de las situaciones.
Pero siempre hablamos de situaciones operativas, y siempre dentro de su campo de
actuación. Una cosa que caracteriza a los jefes de seguridad (al menos, los que yo he
tratado), es su nula capacidad para pensar en la empresa de forma global. Para ellos, la
eficacia de su trabajo se mide en su capacidad de disuasión y represión, aunque ello
conlleve malos resultados para la imagen de la empresa, que finalmente tienen su
expresión en la cuenta de resultados. Podría explicarles multitud de anécdotas, algunas
de ellas incluso divertidas, si no fuera porque la actuación del equipo de seguridad ha
ocasionado más problemas que lo que se pretendía evitar; es lo que llamamos
“soluciones iatrogénicas”. Sin embargo, no puedo resistir la tentación de hablar de los
casos más frecuentes y que encuentran más resistencia a la hora de explicarle al jefe de
seguridad, cúal debe ser la política en este sentido. Se refiere (y hablo siempre de
centros comerciales), a qué sucede cuando el operativo de seguridad ha detectado que
alguna persona ha cogido alguna cosa que no piensa pasar por caja. En algunos casos,
hay operativos que actúan independientemente del valor de lo sustraído, y lo más
importante, del valor de lo adquirido (o mejor dicho, de lo que van a adquirir).
Cualquier psicólogo sabe que la cleptomanía es un impulso humano que tiene que ver
con la búsqueda de sensaciones, por un lado, y la imposibilidad de inhibir el impulso,
por otro. Normalmente, el cleptómano sustrae cosas de poco valor, y además, dentro del
contexto de su rol de cliente. Es decir, compra por valor de veinte mil pesetas, por
ejemplo, y sustrae por valor de quinientas. Si es detectado (y en la mayoría de los casos,
lo es), ¿por qué a pesar de los esfuerzos de la dirección de la empresa, el equipo de
seguridad, empezando por su responsable, actúa con la misma actitud, sin tener en
cuenta el perfil del “delincuente” y el valor de lo sustraído? Créanme si les digo que
nada tengo contra la contundencia de los equipos de seguridad, cuando protegen el
aparcamiento del centro comercial de los ladrones de coches o de los vándalos, porque
en este caso su actuación beneficia a la imagen de la empresa. Nada que objetar
tampoco cuando hablamos de bandas organizadas que se cuelan en el centro para
sustraer cosas de valor, de verdadero valor. Pero confundir un cleptómano con un
ladrón, y obrar en consecuencia, es un error demasiado visto como para dejar de
mencionarlo aquí.

El ejemplo precedente sirve perfectamente para ilustrar mi opinión de que la seguridad,


al menos en su vertiente directiva, no es una profesión. He leído con suma atención la
portada de esta publicación, anterior a su primer número, y el editorial del presente
número; y aunque estoy de acuerdo en el planteamiento, tiemblo al pensar que puedan
dejarse en manos de los jefes de seguridad con los que he tenido la oportunidad de
tratar, aspectos tan importantes para la empresa como su imagen, los suministros, o las
relaciones externas. Cierto es que en muchas empresas, la seguridad es, como reza el
editorial de esta revista, un conjunto de medidas operativas desordenadas de reacción a
acciones nocivas para la empresa; pero no es menos cierto también que en estas
empresas, la seguridad es aquello que han podido conseguir para cubrir sus necesidades.
Porque, salvo raras excepciones, no hay más cera que la que arde. Y por ahora, la cera
que arde son profesionales operativos que van respondiendo a las distintas
contingencias que se plantean, con más o menos fortuna. Francamente, no he visto
todavía a ninguno de estos profesionales, preguntar, a la hora de establecer un plan de
seguridad, por la visión, misión y objetivos de la empresa; tampoco los he visto nunca
hablar con propiedad de política y estrategia empresarial, por poner solo dos ejemplos.
No niego tampoco que el empresario (y por qué no, el consultor de recursos humanos),
tengan su parte de responsabilidad. En el primer caso, porque son muchas las
organizaciones donde las decisiones que impliquen el rumbo que debe tomar la
empresa, queda exclusivamente en manos del gerente o director general, degradando a
los distintos “managers” a la función ejecutiva. En esto, como en todo, pueden
encontrarse ejemplos para todos los gustos. Desde el gerente que encabeza una
estructura totalmente piramidal, donde no hay decisión que no pase por sus manos, por
pequeña que sea, hasta organizaciones con un organigrama más dinámico, estructurado
en bloques o en “margarita”, donde todos y cada uno de los empleados tienen su nivel
de “empowerment”. En lo que se refiere al consultor de recursos humanos, quizá
hayamos pecado de conformismo y no hemos sabido buscar con suficiente paciencia, al
profesional que de forma idealizada, se perfila en esta publicación. Quizá todos los
factores se combinen y al final resulta que la empresa llega a la conclusión de que este
“manager” en seguridad, capaz de entender la organización donde trabaje, capaz de
conocer el producto, el mercado, las finanzas, los proveedores, la logística, los clientes,
la producción, el I+D o el servicio post-venta, capaz de ayudar a allanar el camino que
la organización se ha trazado en todos sus frentes, en realidad no existe, y se hayan
conformado y hayan aceptado la evidencia de que, dado que no existen verdaderos
“managers” en seguridad, tampoco existirá la función de seguridad empresarial; y los
consultores de recursos humanos, hemos aceptado este axioma y nos hemos limitado a
seleccionar lo que nos ha solicitado la empresa, sin pararnos a pensar que a la empresa
podría convenirle reflexionar acerca de la posiblidad de admitir que, aunque sea difícil
de cubrir, existe una función de seguridad. Pero de momento, así son las cosas y no creo
que sea fácil que puedan cambiar a corto plazo.

Para ello, sería necesario un responsable de seguridad que entendiera el contexto en el


que la empresa se mueve. Y para entenderlo, es necesaria una formación integral que
comprendiera por una parte, todos los conocimientos estratégicos, tácticos y técnicos de
la seguridad operativa, y por otra, un conocimiento profundo de la organización
empresarial, con un nivel no inferior (a parejo) a un MBA. No es necesario decir que de
momento, al menos en mi experiencia, este super-profesional no exsite. Quizá dentro de
un tiempo, con otros profesionales que hayan recibido otra formación, con otro bagaje,
las cosas sean distintas. Quizá publicaciones como ésta contribuyan a que esto sea así.
Cuando estas premisas cambien, yo igualmente cambiaré de opinión con mucho gusto.
Hasta entonces, me quedó con la confidencia que un gerente de un importante centro
comercial, me confesó hace unos años: “antes, teníamos problemas de seguridad que
nos ocasionaban unas pérdidas; ahora, tenemos problemas “con “ la seguridad que nos
ocasionan otras pérdidas; hay días que pienso que ha sido peor el remedio que la
enfermedad".

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