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Llega la noche, cada noche, en este andar errante del mundo y los pasos de
rincón más o menos tibio, más o menos secreto, a encontrarse con el otro, con
retoman sus pasos. Se despiden o pernoctan abrazados. Según haya sido con-
der –la realidad ajena fue transformada– o la culpa –su realidad había sido ya
hubiese enseñado a concebir–. Algunos más, los menos, saben que la sexuali-
ción, Kant vino a consagrar como el único medio de libertad para el ser. Curiosa
y discutible afirmación para quien sabe que Kant, en su Metafísica de las Cos-
tumbres, define las relaciones sexuales como la utilización que hace una perso-
na de los órganos sexuales de otra. Con esta extraña definición, pareciera que
Kant concibe el sexo como la cosificación que dos seres hacen del otro. Yo, en
lo personal, definiría la relación sexual como el uso que hace alguien de sus
de que los seres humanos debemos de ser vistos como fines en nosotros mis-
mos y no sólo como medios y si, al mismo tiempo, las relaciones sexuales fue-
ron definidas como él lo hizo, la fatídica combinación lleva a Kant a afirmar que,
ben de ser dentro de una relación contractual… como, por ejemplo, el matrimo-
mida que busca –por haberle al final creído a su propia madre– negar su pasado
tivas, su pasado del ideal comunista: ‘todos somos de todos… hasta en el ejerci-
cio de la sexualidad’. ¿Cómo rescatar a Kant de este embrollo salvándolo así del
del placer del amor vuelto carne, muchas carnes? Kant comienza la Metafísica
de las Costumbres advirtiendo que, tras haber planteado la forma de sus siste-
sio veri –muy distinta a la suggestio falsi– en aras de salvar sus obras… y muy
Existen formas de contrato menos formales y que se perfeccionan, dirían los ju-
ristas, con el sólo consentimiento. Así, cuando los seres inter-subjetivos, los
humanos caminamos errantes por las noches y nuestro teléfono suena: ‘¿(Te)
vienes esta noche? –¡Claro!’; y las ropas caen y los cuerpos se aman y nuestra
voluntad, nosotros mismos, sin engaños, sin mentiras, sin culpa, sin transforma-
ción de la realidad ajena en contra de su voluntad, esto es, sin poder, nos trans-