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Producción y trabajo en perspectiva comparada: la mano de obra en dos grandes

empresas agrarias del litoral argentino a fines de la época colonial (Corrientes y Entre
Ríos)

Julio C. Djenderedjian
Instituto Ravignani,UBA, Buenos Aires

Si bien los avances registrados hasta el día de hoy acerca de las características de la mano de
obra en las grandes empresas agrarias coloniales rioplatenses son realmente impresionantes,
es poco aún lo que se sabe sobre las que correspondieron a las actuales provincias de
Corrientes y Entre Ríos. Contamos con elementos como para afirmar que, a fines del período
virreinal, en esas áreas se producía una parte significativa de los bienes de origen rural que, a
través del puerto de Buenos Aires, accedían al mercado mundial. El acceso a la mano de obra
siempre parece haber sido una variable cardinal en las empresas agrarias rioplatenses del
período; en un contexto de escasa ocupación del espacio y de inmigración creciente es de
esperar que esa variable adquiriera una importancia aún más grande: las condiciones de
producción de aquellos bienes son, por tanto, no sólouna clave importante para entender el
funcionamiento de la economía de la época, sino además un atajo imprescindibles para poder
conocer la sociedad de esas áreas “nuevas” a través de los registros del manejo de la mano de
obra. Las características de las relaciones laborales en cada una de esas áreas afectaron no
sólo el nivel salarial o las formas de contratación; por el contrario, permearon y se vieron
permeadas a menudo por aspectos importantes de la sociedad del litoral: las pautas
migratorias, las prácticas culturales, las formas de la circulación monetaria y aun los modos
de ejercicio del control social por parte de los organismos de poder local o de quienes en
realidad lo detentaban. A través de las contabilidades de la estancia correntina del Rincón de
Luna y de la entrerriana que perteneció al Dr. Pedro García de Zúñiga trataremos de mostrar
esas características, así como las diferencias y similitudes entre dos contextos poco conocidos
y que no son en absoluto uniformes. Por fin, combinando los ricos datos de esas explotaciones
con registros parroquiales y otras fuentes, podremos entrever el perfil social y económico de
los “gauchos” en el lugar que, para un gran escritor tradicional, fue el de su más secreto y
desatendido origen.
Producción y trabajo en perspectiva comparada: la mano de obra en dos grandes
empresas agrarias del litoral argentino a fines de la época colonial (Corrientes y Entre
Ríos)

Julio C. Djenderedjian (Instituto Ravignani –U.B.A.)

Hasta no hace mucho, buena parte de los estudios sobre la mano de obra en las estancias
coloniales rioplatenses se dedicaba devotamente a la reproducción ampliada de unos pocos
lugares comunes: se suponía, en base fundamentalmente a difusas impresiones de viaje, que
los trabajadores de las grandes explotaciones agrarias de entonces eran hombres solitarios, de
caudalosa fe en su patrón, con pocas o ningunas alegrías, sin mujeres y sin hijos, que vivían
permanentemente en árido comercio con millares de vacunos semisalvajes, viendo otros seres
humanos no muy distintos de ellos tan sólo cuando acudían a emborracharse los fines de
semana a rústicos comercios típicos llamados pulperías, cuyos únicos deportes consistían en
esquilmarlos con precios astronómicos, comprarles cueros robados o ambas cosas a la vez. No
se prestaba tampoco excesiva atención a algunos factores importantes: de dónde habían
venido esos hombres que se solía llamar gauchos, cuánto ganaban, cómo gastaban sus
ingresos, en qué los percibían1. Por una oportuna combinación de trabajo con fuentes más
directas y saludables reservas sobre todas aquellas conjeturas, hoy en día la imagen de esos
gauchos ha cambiado en un grado que no es posible exagerar: sabemos que formaban parte de
dilatadas familias campesinas, que a menudo habían migrado desde el interior o del alto
litoral, que compraban, vendían y trocaban el fruto de su trabajo en los mercados locales, y
que muy a menudo quien les daba órdenes no era un propietario elegante que luego devendría
en caudillo, sino un negro esclavo que ostentaba con orgullo el codiciado título de capataz2.
Los cambios que hemos registrado están lejos sin embargo de haberse generalizado: con
estudios disponibles centrados casi obsesivamente sobre la campaña de Buenos Aires o,
cuando mucho, la de la Banda Oriental, es aún bastante poco lo que sabemos sobre los
trabajadores de las estancias de buena parte del litoral o del interior3. Esta omisión no

1
Las bases de esa visión eran las únicas fuentes que hasta no hace mucho se trabajaban con ahínco: los relatos de
viajeros de los siglos XVIII y XIX, en especial las obras de Félix de Azara, como su Memoria sobre el estado
rural del Río de la Plata en 1801 y otros informes. Buenos Aires, Bajel, 1943.
2
Sería imposible aquí citar mínimamente los trabajos disponibles; remitimos a la útil mise au point de
Garavaglia, J.C. et Gelman, J., “Mucha tierra y poca gente: un nuevo balance historiográfico de la historia rural
platense (1750-1850)” en Historia Agraria, 15, Murcia, enero-junio 1998. Dentro de la dinámica renovación de
la historia rural rioplatense operada desde hace unos tres lustros, ciertos temas clave han sido tratados con mayor
exhaustividad: el estudio de la mano de obra fue el primero en registrar avances significativos. Un interesante
ejemplo de los encendidos debates que se entablaron tempranamente a su alrededor en Gelman, J.; Garavaglia,
J.C.; Mayo, C.; et Amaral, S., “Polemica: gauchos, campesinos y fuerza de trabajo en la campaña rioplatense
colonial”, en Anuario del Instituto de Estudios Histórico Sociales, nro. 2, Tandil, IEHS, 1987. Un conjunto de
valiosos trabajos pioneros, que marcaron líneas de investigación posteriores y que por eso aún conservan
vigencia, en Garavaglia, J.C. et Gelman, J.C., El mundo rural rioplatense a fines de la época colonial: estudios
sobre producción y mano de obra. Buenos Aires, Simón Rodríguez-Biblos, 1989. Las primeras aproximaciones
al estudio de los esclavos como mano de obra rural pusieron ya de manifiesto su papel clave en tareas directrices,
fruto de la mayor estabilidad del vínculo que los ligaba a la unidad productiva a la que servían. Ver Amaral, S.
“Rural production and Labour in Late Colonial Buenos Aires”, en Journal of Latin American Studies, no. 19,
1987.
3
La historia del trabajo en el mundo rural del interior ha seguido con algún retraso los avances de la
historiografía bonaerense y queda allí aún mucho por conocer, en especial a nivel microrregional; sin embargo,
podemos citar algunos trabajos importantes, como los compilados por Mayo, C., La historia agraria del interior.
Haciendas jesuíticas de Córdoba y el noroeste. Buenos Aires, CEAL, 1994. La larga tradición historiográfica
del noroeste se ha ido afirmado con más fuerza; los trabajos de Sara Mata de López son un bello ejemplo. Sobre
el litoral propiamente dicho las investigaciones son mucho más escasas; ver, por ejemplo, sobre Entre Ríos,
Mayo, Carlos A.; Latrubesse de Díaz, Amalia, “La incógnita comienza a despejarse; producción y mano de obra
constituye un obstáculo menor: es desde lo que aquí llamaremos el litoral mesopotámico (las
actuales provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones) que provenía una parte importante
de la producción pecuaria destinada al mercado mundial que llegaba a la ciudad de Buenos
Aires4.

Y es en esa dirección que nos hemos planteado algunos interrogantes: ¿quiénes y cómo
creaban ese significativo valor agregado? ¿Cuáles eran las condiciones en que ello se lograba?
¿Cuánta diferencia había entre los niveles salariales o las formas de contratación? ¿Qué
opciones tenían los empresarios para hacer descender el costo de la mano de obra, cardinal en
el proceso productivo? Compleja y vasta tarea la de responderlos; para evitar que nos sofoque
y para no perdernos en generalizaciones, trataremos de limitarnos a dos ejemplos situados en
lugares diferentes dentro de esa área, que nos servirán no sólo para contrastar las formas de
relación laboral, el rendimiento y las condiciones de contratación, sino además para recorrer
la economía empresarial y las disimilitudes regionales y comprender, quizá, porqué a algunos
parecía irles mejor que a otros en la aventura de producir para el mercado mundial. Dentro de
ese cúmulo de condiciones laborales y productivas diferentes pueden encontrarse pistas para
comprender fenómenos sociales más amplios; la investigación comparativa será entonces útil,
no sólo por los mismos argumentos que esgrimen los entomólogos (la imprescindible utilidad
de las lentes poderosas para poner en evidencia los detalles escurridizos) sino,
fundamentalmente, porque nos mostrarán dos modalidades de trabajo en dos economías y
sociedades distintas, aunque ambas producían casi lo mismo y, a menudo, hasta lo vendían a
los mismos clientes.

Algunos puntos de partida

Contamos con algunas fuentes de excepcional calidad para el estudio de grandes empresas
agrarias en el litoral mesopotámico. Existe mucha y detallada documentación acerca del
manejo de varias estancias correntinas coloniales; tan afortunado conjunto lo debemos en su
mayoría a la expulsión de los jesuitas y a la administración de las que fueron sus propiedades
hasta el final de la época colonial. Se trata, fundamentalmente, de las estancias de los pueblos
de indios locales (Santa Lucía, Itatí, San Fernando de Las Garzas) y de la gran hacienda del
Rincón de Luna, que había pertenecido a los jesuitas, recayendo su administración en manos
seculares a partir de 1767. En cuanto a Entre Ríos, sin dudas las detalladas cuentas de las
grandes estancias de Pedro García de Zúñiga, situadas en Gualeguaychú y que abarcan el
período 1800-1804, son las mejores que poseemos; pero existen otras cuentas parciales o
menos espectaculares, así como diversos inventarios muy útiles, aunque éstos, que sepamos,

en una estancia colonial entrerriana (1800-1804)”. En 9º Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina,
Rosario, 26-28 de Septiembre de 1996. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1996; también
Djenderedjian, J. “Empresas rurales en un área de frontera. Algunas reflexiones sobre las estancias de entre Ríos
a fines de la época colonial”, en Cuadernos de Trabajo, UADE, Buenos Aires, en prensa. Sobre Corrientes,
Djenderedjian, J. “Economía productiva y sociedad en Corrientes a fines del siglo XVIII: análisis de la estancia
del pueblo de indios de San Fernando de Las Garzas”, ponencia presentada en las VII Jornadas Interescuelas /
Departamentos de Historia, Neuquen, 1999.
4
Los flujos comerciales del litoral hacia Buenos Aires han sido exhaustivamente analizados; ver los trabajos de
Rosal, M.A. et Schmit, R., en especial el reciente “Del reformismo colonial borbónico al librecomercio: las
exportaciones pecuarias del Río de la Plata (1768-1854)” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y
americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, núm. 20, 2do. semestre de 1999; pero también, de los mismos
autores, Comercio, mercados e integración económica en la Argentina del siglo XIX. Buenos Aires, Instituto de
Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (Cuadernos del Instituto Ravignani), 1995; y, sobre el
área del Paraná, Wentzel, C. “El comercio del litoral de los ríos con Buenos Aires: el área del Paraná, 1783-
1821” en Anuario del Instituto de Estudios Histórico Sociales, nro. 3, Tandil, IEHS, 1987.
no han sido trabajados aún integralmente5. En estas páginas nos valdremos,
fundamentalmente, de la documentación de las estancias de Las Garzas, del Rincón de Luna y
de Pedro García de Zúñiga, aunque, para determinados aspectos, utilizaremos las de otras
unidades productivas cercanas. El período abarca desde fines del siglo XVIII hasta inicios del
XIX; dentro de él, seleccionaremos las cuentas de mano de obra correspondientes a los años
1771-1782 y 1794-1797 para el Rincón de Luna; 1785-1793 para la de Las Garzas, y 1800-
1804 para la de García de Zúñiga, aunque emplearemos también datos provenientes del
archivo del anterior dueño de esta última, Bartolomé Diez de Andino, de los años 1759-1763.
A efectos comparativos, tendremos en cuenta aspectos como el nivel salarial, la composición
de los ingresos, la permanencia de los trabajadores, la estacionalidad de las entradas y salidas
y la cantidad de cabezas de ganado por cada peón. Pero, fundamentalmente, planteamos el
estudio de las distintas sociedades que están detrás de los números: en esa dirección,
trataremos de comparar las condiciones diferenciales de la puesta en producción de los
recursos, así como las ventajas y desventajas que ofrecían los mercados a los que accedían.
Para lo cual, tendremos necesariamente que referirnos a determinados aspectos económicos, y
no nos quedará más alternativa que cansar al lector con algunas largas descripciones
ambientales. Asimismo, y dentro de los acotados límites que nos impone el espacio
disponible, trataremos de referirnos a las consecuencias de esas condiciones diferenciales
entre los trabajadores, en especial en lo que hace a la influencia de ciertas pautas culturales en
los comportamientos económicos, y a la racionalidad inherente a estos últimos en función de
las posibilidades de realización mercantil de los bienes a los que accedían al migrar
temporalmente para emplearse en establecimientos ganaderos del litoral. Más allá de lo
anecdótico, las diferencias entre ambas áreas seguramente contribuirán a despejar la imagen
homogénea construida a partir de una persistente escasez de información; asimismo, es de
esperar que estos pobres ejercicios comparativos no dejen de tener alguna utilidad para
quienes conozcan el carácter de las relaciones laborales contemporáneas en la mejor estudiada
campaña bonaerense.

El litoral mesopotámico a fines del siglo XVIII

La actual provincia de Corrientes constituía, hace doscientos años, un escenario de contrastes.


Más allá del núcleo de poblamiento inicial del siglo XVI, que rodeaba por el sur a la vieja
ciudad, la franja que partía del río Santa Lucía y se extendía hacia las planicies del Payubre
marcaba el paso de la agricultura diversificada del ejido urbano a las difusas estancias de
ganado semisalvaje que se prolongaban hasta el norte entrerriano6. Tampoco había sido

5
Con respecto a Corrientes, las cuentas del Rincón de Luna se encuentran en el Archivo General de la Nación,
en adelante AGN, en los varios legajos rotulados “Temporalidades de Corrientes”: IX-22-6-5 (1767-69); IX-22-
6-6 (1774-1797) y IX-22-6-7 (1799-1810). Existe asimismo un mapa de la estancia, de 1775, en IX-37-1-4,
Tribunales, leg. 114, expte. 13, fs. 59. Otro expediente relativo en IX-36-3-2, Tribunales, leg. 68, exp. 17,
aunque no brinda información contable. Sobre la estancia de Santa Lucía, ver AGN IX-3-3-7. También existe allí
alguna documentación sobre la estancia del pueblo de Itatí (IX-27-2-1, Diezmos. Misiones. Varios), así como en
el Archivo General de la Provincia de Corrientes. En ese mismo legajo IX-27-2-1 hay valiosa documentación
sobre la estancia del pueblo de indios abipones de Las Garzas, que hemos analizado en nuestro “Economía
productiva...”. Sobre Entre Ríos, las cuentas de la estancia de Pedro García de Zúñiga se encuentran en el AGN,
Sucesiones, 5899; otros documentos interesantes son los relativos a la estancia de José Ochoteco, en AGN IX-
23-6-6; en el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires (La Plata, en adelante AHPBA) se encuentran
varios legajos relativos a la gran estancia de Juan Carlos Wright, en Gualeguay, ver Civil Provincial, leg. 63,
nros. 5.4.63.2; 5.4.63.3 y 5.4.63.4. E.J. Maeder, en su importante Historia económica de Corrientes en el
período virreinal, 1776-1810. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1981, utilizó datos de
inventarios correntinos, pero no conocemos trabajos comparables respecto de los inventarios entrerrianos.
6
Véase una magistral descripción del ambiente geográfico y económico de la actual provincia a inicios del siglo
XIX en Chiaramonte, J.C. Mercaderes del litoral. Economía y sociedad en la provincia de Corrientes, primera
homogénea su historia: desde hacía mucho tiempo, los correntinos habían sido los
proveedores de ganado del Paraguay; pero, desde la expulsión de los jesuitas en 1767, la
errática y corrupta administración secular de los bienes que les habían pertenecido liquidó en
poco tiempo las florecientes estancias ganaderas construidas luego de un siglo y medio de
paciente labor; y no sería sino hasta mediados de la década de 1780 que el mayor orden
introducido en el gobierno misionero lograra recuperar en parte el terreno perdido. En tanto,
el Paraguay, en ese mismo período, había por su parte experimentado un movimiento de
reocupación de tierras y crecimiento poblacional que no se vio compensado sino hasta
bastante tarde por un paralelo progreso de la ganadería. Esto, unido al proceso de paz que
afectó a las fronteras con los indígenas y liberó tierras y recursos para su puesta en
producción, significó que, al menos desde 1770, las estancias correntinas experimentaran un
auge como pocas veces antes habían visto. Sin embargo, ese auge de la economía ganadera
comenzaría a tambalear desde mediados de la década de 1780, internándose ésta desde
entonces, cada vez más, en los avatares de una crisis compleja. Una caída vertical en las
recaudaciones por remates de diezmos del ganado, constante a partir de 1787 pero cuyo nadir
sólo se alcanzaría en 1805 con una cifra total de apenas 700 pesos de plata, daba cuenta de la
pérdida de aquellos dos grandes clientes de la ganadería local: el Paraguay, que por entonces
construía con éxito impensado sus propios planteles pecuarios, y los pueblos de Misiones,
cuyo poder adquisitivo descendía a la par que su población, y quizá aún más rápido. Si la
ávida demanda de cueros por parte del mercado porteño había sido capaz de alimentar a veces
el optimismo de los productores correntinos, las coyunturas bélicas de 1796-1802 y 1804-5
dieron por tierra, al menos temporalmente, con esas esperanzas. Pocos rubros podían
suplantarlo; habían ya pasado en buena parte (y pronto lo harían definitivamente) las
prósperas épocas de exportación de mulares al Alto Perú, y Corrientes sufrió al parecer en
esta actividad la dura competencia santafesina7.

La pérdida de los mercados paraguayo y misionero trajo aparejados otros cambios en la


economía local; entre ellos, la escasez del lienzo de algodón que, producido a gran escala en
las reducciones, oficiaba de moneda de cuenta en toda el área de predominio de monedas
imaginarias que abarcaba también al Paraguay8. A pesar del constante (y a veces vertiginoso)

mitad del siglo XIX. Buenos Aires, F.C.E., 1991; también Maeder, E. J., Historia económica..., y Whigham
(1988).
7
Hacia 1800 el representante del Consulado en Santa Fe escribía a sus superiores que “los criadores solo ponen
su cuidado en el procreo delas mulas, en que se esperimenta gracias a Dios la maior felicidad, y es el ramo que
mantiene toda la campaña, y la sostendra mientras no quiebre el precio considerable en que se hallan”. Algunos
grandes productores correntinos parecen haber coincidido con esta descripción; no es probable que ello haya
ocurrido con todos. Los inventarios de la estancia de Las Garzas, en la zona del Payubre, indican una proporción
importante de mulares y equinos, al punto que, en 1785, sólo poco más de un 60% del stock ganadero está
constituido por vacunos, cifra que desciende al 34% en 1796. Sin embargo, todo lleva a pensar que entre los
pequeños productores el mular no era, a inicios del siglo XIX, un rubro considerable: una percepción del diezmo
efectuada en el Guayquiraró (el norte entrerriano limítrofe con Corrientes) en 1808-9 indica que los 77
productores que pagaron el impuesto entregaron un total de 5.972 cabezas de ganado, 1.641 ovejas y 646
caballos y sólo 45 mulas. Probablemente los altos costos que implicaba el mular (pericia técnica, mantenimiento
de burros hechores, etc.), la inestabilidad del mercado altoperuano y la interdicción del tráfico con el Brasil
hayan desincentivado su cría, estando más difundida la de ovinos. Como veremos luego, más al sur y al este el
vacuno impera entre las grandes explotaciones. Agustin de Yriondo al Prior y Cónsules, Santa Fe, 12 de febrero
de 1800, en AGN IX-4-6-4, Consulado de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes, t. IV, fs. 122 r.; Djenderedjian, J.
“Economía productiva...”
8
Esta circunstancia y la reorientación del comercio ganadero hacia Buenos Aires, área de circulación de dinero
acuñado, tuvo entre otros efectos el de cambiar la composición de la masa monetaria correntina, aumentando la
proporción del metálico, proceso que sin embargo sería lento, causaría de momento complejos problemas en la
cadena de pagos, y cuyas ventajas no se harían patentes hasta mucho más tarde. Ver al respecto Djenderedjian, J.
aumento de los envíos de cueros a Buenos Aires y los consiguientes retornos en metálico, la
situación desventajosa de los productores correntinos (sobre todo los del norte, ya que los de
las nuevas áreas del sur estaban mucho mejor posicionados para aprovecharlo, y el rápido
crecimiento de los puertos fluviales de Goya y Esquina es un indicio suficiente de ello) con
respecto a los de Entre Ríos y la Banda Oriental hará que el peso de los costos se vuelva a
veces demasiado grande: las quejas de los funcionarios consulares sobre el abandono de
rodeos y descenso de precios son constantes y, al menos en parte, parecen responder a la
realidad: si en el trieinio 1792-94 la ganadería constituía el 66% del valor de los diezmos, en
1808-10 (épocas con todo mejores que las inmediatamente previas) el mismo sólo llega al
31%9.

Esa crisis finisecular desmentía engañosamente varias décadas de expansión. Desde 1750, las
paces generales entabladas con varias naciones indígenas del Chaco y la derrota militar de las
que ocupaban el interior de Entre Ríos, así como un férreo mantenimiento de las líneas de
defensa contra los ataques de aquellas que no se habían aún dado por vencidas, habían
posibilitado la apertura de extensas áreas del litoral a la colonización criolla10. Las apretadas
estancias ganaderas de Corrientes pudieron dilatarse hacia el sur, mientras que persistentes y
silenciosas oleadas de migrantes que se desgranaban de las viejas ciudades del litoral, y sobre
todo de las misiones jesuíticas (cuyo fatigado régimen de comunidad ya desde antes de la
expulsión de sus creadores se mostraba crecientemente incapaz de ofrecer un futuro a sus
miembros), comenzaban una vida nueva en esas tierras vacías y ávidas de hombres. En tanto,
en el sur de lo que luego sería la provincia de Entre Ríos tenía lugar desde 1782 un exitoso
proceso de fundación de pueblos, de inspiración fisiocrática y alentado por el virrey, que en
los años siguientes atraería a migrantes del norte bonaerense y del resto del litoral. Los
movimientos de población eran muy dinámicos; algunos habitantes de pueblos a menudo
menos ancianos que ellos mismos continuaban avanzando en busca de tierras más propicias o
menos concurridas: don Miguel Pucheta, vecino de San Roque (que había sido fundado
apenas trece años antes), escribía en 1794 al comandante de Concepción del Uruguay, don
Joseph de Urquiza, diciéndole que “... La urgente necesidad de buscar terreno en que con
[comodidad descan]sasen [mis] haciendas ... [me] hizo mudar de destino, transmigrandolas de
la ... jurisdiccion de Corrientes a los campos de Taces, los quales ... se hallan comprehendidos
con todo su vecindario vajo de la del mando de Vm....”11. Un migrante traía a otros,
usualmente parientes; el apellido Pucheta no tardaría en volverse habitual en los magros
padrones entrerrianos de inicios del siglo XIX12.

“Economía natural y economía monetaria en las postrimerías de la colonia: algunas reflexiones en torno al caso
paraguayo”, mimeo, Buenos Aires, 1998.
9
Tanto para estos datos como para un panorama de los problemas del período véase Maeder, E. J. Historia
económica ..., pp. 246 y ss.
10
Puede fecharse este avance a partir de 1748, cuando los abipones nakaigeterhes, yaukinagás y otras naciones y
parcialidades aceptaron la paz con los españoles, poniendo así fin a más de medio siglo de constante alarma en
todo el litoral. Ver Mantilla, M.F. Crónica histórica de la Provincia de Corrientes. Buenos Aires, Espiasse y
Cia., 1928/9, t. I, pp. 79 y ss. Un sutil análisis político de ciertas importantes consecuencias de esas paces en el
injustamente olvidado libro de Salaberry, J.F. Los charrúas y Santa Fe. Montevideo, Gómez & Cia. Impresores,
1926.
11
Miguel Geronimo Pucheta a Joseph de Urquiza (por entonces comandante militar de Entre Ríos), San Roque,
8 de Noviembre de 1794. En AGN, Sala VII, leg. 1463, Archivo Urquiza, t. I, fs. 1 v. Sobre la fecha de
fundación de San Roque, Azara (1847 t. I, p. 346). A lo largo del siglo XIX esta expulsión de correntinos hacia
los campos entrerrianos no haría sino afianzarse y aumentar. Ver Schmit, R. “Población, migración y familia en
el Río de la Plata. El oriente entrerriano, 1820-1850”, en Anuario del Instituto de Estudios Histórico Sociales,
nro. 15, Tandil, IEHS, 2000.
12
Sobre la fundación de parroquias en Corrientes durante la segunda mitad del siglo XVIII, ver Mantilla, M. F.
Crónica histórica ..., t. I, pp. 145 y ss. En 1805 aparecen varios Pucheta en el partido de Guerreros, vecino al
Guayquiraró, en el norte entrerriano. AGN, Justicia, leg. 50, expte. 1446, IX-31-8-8. Sobre la migración familiar
No es extraño entonces que la economía de esas zonas nuevas fuera por esa época mucho más
dinámica que la de otras ya más decantadas del litoral. Muestra elocuente del rápido progreso
económico y aun demográfico del área, los remates de los diezmos de cuatropea y granos de
algunos partidos entrerrianos de 1805, pregonados por primera vez en el ámbito local (hasta
entonces lo habían sido en Buenos Aires), llegaron a la astronómica cifra de 2.130 pesos,
aumentando al año siguiente a 2.687. Valga apuntar aquí que esos mismos diezmos, antes de
1804, nunca habían pasado de mil13. La evolución demográfica, a falta de datos económicos
más específicos, habla a las claras de esa impetuosa prosperidad: los libros de bautismos de
Gualeguaychú exhiben un aumento casi constante de los nacimientos: por ejemplo, entre
1777-1781 registraron un promedio de 5,8 nacimientos anuales; uno de 24 entre 1782 y 1786,
y uno de 82,4 para el período 1813-1817. Si tomamos la tasa interanual de crecimiento entre
1782 y 1817 encontramos que la misma es del 3.8%14. Si bien los inicios de muchas grandes
estancias locales hay que buscarlos en las décadas previas, desde la de 1780 el aumento del
stock de vacunos parece haber sido más consistente, impresión reforzada por la creciente
cantidad de ganado alzado que registran los inventarios de inicios del siglo XIX15.

Será útil agregar aquí algunos detalles para poderlos luego contrastar mejor con los que
corresponden a Corrientes. Sobre una muestra de inventarios de siete estancias situadas en
Gualeguay, Gualeguaychú y Arroyo de la China entre 1770 y 1803 vemos que el promedio
del capital invertido en ganados es del 69% del total. Si bien en esa muestra resulta patente
una acusada diversidad en las pautas de inversión (tema que por razones de espacio no
podremos tratar aquí), es importante considerar que siempre el ganado representa la mayor
parte de la misma, cosa bastante usual en el Río de la Plata; aunque aquí en mayor grado que
en Buenos Aires, quizá por el carácter fronterizo del área, donde la tierra y los restantes

ver Djenderedjian, J. “Una Arcadia criolla. Producción pastoril familiar y poblamiento de la frontera
norentrerriana a inicios del siglo XIX”, ponencia presentada en reunión de la Red de Estudios Rurales, Instituto
Ravignani, septiembre 1999.
13
Sobre el remate de 1805, véase el dictamen de Nicolás del Campo, Buenos Aires 15 de enero de 1805 en
AGN IX- 13-5-7, exp. 2; sobre lo recaudado en 1806, AGN IX-7-3-2, “Quadrante de diezmos”. El registro
indica que los 2.687 pesos se pagaron sólo por los diezmos de cuatropea, pero dado que no figura el importe de
los granos y tanto antes como después ambos rubros se remataron juntos, suponemos que también ese año y esa
cifra corresponden a ambos. De cualquier forma, lo obtenido por los granos siempre parece haber sido una parte
mínima de la recaudación; en 1811, uno de los pocos años en que los importes se encuentran discriminados, la
cuatropea de Arroyo de la China importó 860 pesos, y los granos 245; téngase en cuenta que se trata de la zona
más agrícola del oriente entrerriano. Si tomamos los datos de Gualeguaychú, por ejemplo, nos encontraremos
con valores respectivos de 1.500 y 180 pesos. Ver AGN, Testimonios de remates de diezmos, 1810-1821, IX-13-
5-7.
14
Ver Djenderedjian, J. “Un pueblo del sur entrerriano a fines de la época colonial. Poblamiento, migración y
sociedad en Gualeguay y su campaña”, ponencia presentada en reunión de la Red de Estudios Rurales, Instituto
Ravignani, U.B.A., 4 de mayo de 2001. Es importante aclarar que durante todo el período los libros parroquiales
fueron llevados por el mismo individuo, con el mismo criterio y sin que se produjeran incrementos de población
debidos a causas extrañas al puro crecimiento demográfico por efectos vegetativos o por la inmigración.
15
Rocamora, el fundador de varios pueblos entrerrianos, escribía en 1783 al Virrey que “de pocos años a esta
parte han dado los mas fuertes Hacendados de estos Partidos en no querer herrar, y señalar sus Ganados,
pretextando que no pueden sujetarlos...” por su gran número. Rocamora al Virrey, Gualeguay 2 de enero de
1783. En Argentina, Instituto Geográfico Militar, Litigio entre las Provincias de Buenos Aires y Entre Ríos (Islas
Lechiguanas). Buenos Aires, Peuser, 1945, p. 156. El original se encuentra en el AGN, IX 3-5-6,
Correspondencias de Entre Ríos, legajo 1. La alta proporción de ganado vacuno alzado (el 61% del total)
existente en la estancia de Pedro García de Zúñiga en 1800, tiempo de guerra, es quizá la muestra de que por
entonces se optaba por no mantener tampoco la costosa estructura de mano de obra necesaria para amansarlo y
llevarlo a rodeo con regularidad; sin embargo, en el inventario de 1803, en medio de la paz, la misma se ha
reducido al 56%, que sigue siendo una cifra importante.
rubros tendían a valer mucho menos que más al sur16. Se trata aquí, mayormente, de ganado
vacuno; para una muestra de inventarios de 11 estancias del sur entrerriano realizados entre
1770 y 1814 (que incluye, además de las siete anteriormente aludidas, otras más para las
cuales no contamos con valuaciones), encontramos que el 86% del rebaño está conformado
por vacunos, mientras que el 8% corresponde a los equinos; el resto se reparte entre ovinos
(4%), cerdos (2%) y burros, mulares y aves de corral, con menos de 1% cada rubro. Algunos
datos aislados nos indican que, desde bastante antes de la declaración del comercio libre en
1779, la orientación hacia un mercado mundial físicamente más cercano constituía allí un
rasgo usual de las unidades productivas17. Si bien los estancieros entrerrianos supieron
aprovechar las oportunidades ofrecidas por otros mercados (durante los inicios de la década
de 1780 era al parecer habitual que se dirigieran tropas de ganado desde el sur del litoral hacia
Misiones), estas operaciones de coyuntura no parecen haber afectado la posición relativa del
ganado bovino allí18. Y es importante acotar que esos rasgos se acentuaban entre las unidades
de gran tamaño: si de nuestra muestra nos quedamos sólo con las estancias de más de 10.000
vacunos, la proporción de éstos aumenta al 92% sobre el total, mientras que la de los de
menos de esa cifra queda en el 61%.

Menos progresista, menos feraz, más vinculada a los circuitos comerciales tradicionales,
Corrientes no había logrado participar tan completamente de la alegre prosperidad entrerriana
de fines del siglo XVIII, quizá no sólo por cuestiones de mercado. Desde el arroyo Hondo
hacia el norte, es decir casi desde el límite con Entre Ríos, comenzaba el área de la
“gusanera”: todo ganado herido o que acabara de nacer o parir debía ser inmediatamente
desparasitado, pereciendo si no se efectuaba esta operación19. Los viajeros rinden constante
homenaje a un suelo capaz de producir todos los frutos que le confiara el esfuerzo humano;
pero en esos elogios unánimes se adivina una atención mayor a las potencialidades futuras de
la región que a sus posibilidades concretas e inmediatas de realizarlas20. En contraste, si uno
de los factores importantes en el desarrollo de la producción agrícola bonaerense lo fue la
propia ocupación humana, cuyas quemazones periódicas y pastoreo intermitente hicieron lo
suyo por mejorar tierras ya feraces, el norte entrerriano, área recién ocupada y que no podía
exhibir siempre comparables índices de fertilidad, contaba sin embargo con tierra en

16
En la campaña porteña, entre 1751 y 1815, el ganado representó el 55% de la inversión por rubro. Ver
Garavaglia, J.C. “Un siglo de estancias en la campaña de Buenos Aires: 1751 a 1853”, en Hispanic American
Historical Review, 79:4, Duke University Press, 1999, p. 711.
17
El hecho de que las tierras entrerrianas exhibieran desde antiguo una tendencia al pastoreo vacuno en
comparación con regiones vecinas ya ha sido destacado, entre otros investigadores, por Griselda Tarragó, quien
señala que las tierras que Bartolomé Diez de Andino poseía en Santa Fe estaban mayormente dedicadas al mular,
mientras que las de Entre Ríos se orientaban al vacuno; lo cual indicaría no sólo una especialización productiva
sino también una vinculación con los viejos mercados altoperuanos en el caso de la producción de Santa Fe, y
con el ascendente mercado atlántico en el caso de la estancia entrerriana. Tarragó, G. “Los Diez de Andino. Un
linaje colonial santafesino (1660-1822)”, en Cuadernos de Historia Regional, Luján, 1994, pp. 59 y ss.
18
Existen muchas constancias de envíos de ganado entrerriano a Misiones; por ejemplo ver las cuentas de Juan
Carlos Wright, estanciero en Gualeguay a inicios de la década de 1780, en AHPBA, Civil Provincial, leg. 63, 5-
4-63-2, Gardeazábal, Manuel con Juan Carlos Wright, sobre la cesión de la hacienda de la Calera (1er.
Cuaderno), fs. 165 a 173.
19
Azara, F. de, “Viage de Buenos Ayres a Corrientes”, AGN, Manuscritos provenientes de la Biblioteca
Nacional, VII-32, fs. 33.
20
Ver el interesante análisis de Chiaramonte, J.C. Mercaderes..., pp. 58/9. El lúcido Juan Francisco Aguirre,
hablando del Paraguay (pero con palabras que seguramente podrían aplicarse al menos en parte a Corrientes)
indicaba que “no es la provincia tan al propósito como las del Rio de la Plata para la cria de animales.
Desmedran aun los traidos de ella por los pastos y el clima que no les conviene tanto. La sabandija, el calor, las
lluvias y la helada les hace mucha impresión...”Aguirre, J.F., “Diario del capitán de fragata de la Real
Armada...”, en Revista de la Biblioteca Nacional, t. 18 y t. 19. Buenos Aires, 1949-50, t. II, primera parte, p.
383.
abundancia y medios productivos vírgenes, cuyas posibilidades, brutalmente truncadas luego
a causa de las luchas que comenzarían en la década de 1810, a pesar de su concreta solidez no
habían aún alcanzado a hacerse plenamente evidentes en los años coloniales21.

La mano de obra, I: Estancia del Rincón de Luna, Corrientes

Situada sobre dos brazos del río Batel, en las planicies del Payubre, en el centro de la actual
provincia, la estancia del Rincón de Luna era probablemente la mejor dotada de toda la
tenencia de gobierno de Corrientes: poseía un valor de inventario de alrededor de veinte mil
pesos en febrero de 178322. Como puede esperarse, el 85% del valor del mismo está
constituido por el ganado, del que, sin embargo, sólo el 52% es vacuno. Proporción que, por
otro lado, no era al parecer inusual en la provincia: en la estancia de Las Garzas, por ejemplo,
en 1785, sólo poco más de un 60% de ellos era de aquella especie, cifra que desciende al 34%
en 1796; mientras que en las estancias de Itatí, en 1785, era de un ínfimo 46%, pero había
llegado a ser sólo de un 28% nueve años antes; y aun en todo el período 1788-1797, quizá el
más propiamente “bovino” de los datos disponibles, el promedio es de un escaso 55%23. Éstas
son, sin dudas, estancias algo distintas de las icónicas empresas ganaderas de más al sur: el
ganado vacuno es, proporcionalmente, mucho menos importante que en las grandes estancias
coloniales de las dinámicas zonas “nuevas” de Entre Ríos o de la Banda Oriental24. ¿Porqué?
Hubo razones de mercado muy importantes: como hemos dicho, Corrientes mantuvo por más
tiempo sus lazos con tradicionales clientes del interior, y quizá estaba un poco lejos de los
más dinámicos de ultramar; esos mercados interiores (el Paraguay, las Misiones, las ferias de
mulas de Salta y el Alto Perú) demandaban mayor cantidad de equinos y mulares que el
comercio ultramarino, fundamentalmente interesado en cueros vacunos25. Adicionalmente, en
las condiciones de la circulación monetaria correntina de entonces, de las que el metálico
estaba ausente, podía resultar importante mantener un plantel de equinos más significativo
que el necesario para el uso cotidiano del establecimiento, simplemente para utilizarlos como
valor de cambio, en su función de sustitutos del dinero efectivo, como ocurría entre los
germanos de Tácito26.
21
Si nos atenemos a las mediciones de V. Martin de Moussy, Description Géographique et Statistique de la
Confédération Argentine, Paris, Firmin Didot, 1860-64, t. I, pp. 474/5, la fertilidad media de la zona de
Concepción del Uruguay llegaba, hacia fines de la década de 1850, a 13 granos de trigo por cada uno sembrado;
en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, la media obtenida era de 30. Sobre las mejoras en la productividad
introducidas por la ocupación humana en la pampa, véase Garavaglia, J.C. Pastores y labradores de Buenos
Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense, 1700-1830. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1999.,
pp. 17 y ss.
22
Ver AGN IX-22-6-6 Temporalidades de Corrientes, 1774-1797, “Cuentas que presenta el Depositario de la
Estanza. Rincon de Luna Dn. Josef de Aguirre: Comprenden desde 1o. de Mayo de 1771 hasta 16 de Febrero de
1783”, fs. 17 y ss.
23
Sobre las existencias de la estancia de Itatí véase Maeder, E.J.A., Historia económica..., p. 204. Los datos de
Las Garzas en Djenderedjian, J. “Economía productiva...”, cit.
24
Para comparar véanse por ejemplo las existencias de la estancia de Las Vacas, Banda Oriental: en 1787 el 93%
del stock ganadero lo constituían los vacunos. En otros años la relación es aún más favorable a éste. Ver
Gelman, J. “Sobre esclavos, peones, gauchos y campesinos: el trabajo y los trabajadores en una estancia colonial
rioplatense” en Di Tella, T.S. (comp.) Estructuras sociales y mentalidades en América Latina. Siglos XVII y
XVIII. Buenos Aires, Biblos, 1990, p. 246.
25
Ver nuestro trabajo “Economía productiva...”, cit.
26
Entre enero de 1786 y enero de 1787, los proveedores de diversos artículos y ropas a la estancia de Las Garzas
cobraron sus facturas en ganado en forma abrumadora: sobre 17 transacciones efectuadas, sólo una se pagó con
otra especie (21 almudes de trigo). El resto se dividió entre animales bovinos (por un total de 166 cabezas) y
equinos (con 89, es decir el 35%). Como veremos luego más en detalle, los salarios del personal se cobraban en
parte en esas especies, siendo más demandados los equinos probablemente por cuestiones culturales. Ver las
cuentas de la estancia de Las Garzas en AGN IX-27-2-1, Diezmos, Misiones, Varios, nro. A 8, expte. 22, el
cuaderno que se titula “Este libro sirbe para los aventos depiones das estancias i pueblo de Sn. Fernando de las
Esa escasez de vacunos nos indica sin embargo que las necesidades de mano de obra en
estancias correntinas debían ser mayores (y por lo tanto los costos también) que en sus
similares de Entre Ríos o de la Banda Oriental27. El rendimiento era menor asimismo por
otras razones: el procreo del ganado vacuno fue estimado a fines del siglo XVIII en un 30%
anual; el del ganado caballar, en cambio, se reducía a un 20%28. Por otra parte, el cuidado más
intensivo exigido por los equinos y mulares y la inversión más grande que representaban,
comparados con los vacunos, son elementos importantes a la hora de evaluar los inventarios y
explican, tangencialmente, la baja cantidad promedio de animales que registraban los rodeos y
corrales correntinos: tanto en Las Garzas como en el Rincón de Luna, quizá las más notables
estancias de la provincia, ese número apenas llegaba a 2.00029. Para comparar, recordemos
aquí que en las grandes empresas ganaderas de la Banda Oriental se consideraba que el rodeo
perfecto debía rondar las 5.000 cabezas30. Menos animales por rodeo, más gasto proporcional
en peones31.

En lo que respecta a la dotación de personal de la estancia del Rincón de Luna, no podemos


utilizar las cuentas del período 1794-1797 ya que el administrador de entonces, Manuel de
Basabe, fue acusado de peculado por haberse valido de los peones pagados por la estancia
para el mantenimiento de sus propios rebaños32. Para sortear esta dificultad, hemos
seleccionado las cuentas del período 1771-1782, en que la estancia estuvo a cargo de Baltasar
de Aguirre y su hijo Joseph, cuya administración no mereció objeciones de los auditores. En
mayo de 1771, para un inventario que daba cuenta de 6.966 animales de rodeo, había
contratados 26 peones y dos capataces, además de dos esclavos, uno de ellos el mayordomo33.
Esta dotación incluía evidentemente a peones temporarios contratados para la yerra, que debía

Garzas y paratudo mas qe. seofresca...”, passim, pero especialmente fs. 10 r., 34 v., 37 r. y 37 v. En adelante lo
denominaremos “Este libro...”.
27
Parece haber consenso acerca de que el costo principal de un estanciero era la mano de obra. Ver, entre otros,
Gelman, J. Campesinos y estancieros, Buenos Aires, Los libros del Riel, 1998, p. 199; Mayo, C. et Latrubesse de
Díaz, A.M., “La incógnita...”, p. 5. Los mulares, ovinos y equinos demandaban, en general, más cuidados y
mayor pericia técnica que el ganado vacuno; ver una excelente descripción de época de la atención de que eran
objeto en Dobrizhoffer, M. Historia de los abipones. Resistencia, Fac. de Humanidades, Univ. Nac. del
Nordeste, 1970, t. I, pp. 318-23; 352-3.
28
Ver los datos de procreo estimados para la estancia de Las Garzas en Juaquin de Legal y Cordova al Virrey
Arredondo, Corrientes 28 de junio de 1791, AGN IX-35-3-6, Tribunales, leg. 2, expte. 31, sin foliar. Azara
consideraba un procreo estimado de un 30% anual para los vacunos rioplatenses. Azara, F. de, Memoria ..., p. 8.
29
Si bien no contamos con la cantidad y variedad de animales destinados a cada uno de los cuatro corrales y un
rodeo existentes en Las Garzas en 1785, el mismo promedio general resulta elocuente: sólo unos 1.200 animales
por corral o rodeo (sin contar los alzados). En el Rincón de Luna se inventariaron en 1783 dos rodeos (uno de
ellos la propia estancia principal), y nueve corrales de diversos tamaños divididos en tres puestos y una cría de
mulas. Los tamaños variaban desde 446 animales de todas clases entre los dos corrales del Puesto Chico, hasta
6.159 en el Rodeo Grande, que, a pesar de que el inventario no indica subdivisiones, debió tenerlas, ya que se
componía de 4.676 vacunos, 568 caballos, 49 mulas, 294 yeguas, 90 potros, 9 burros hechores y 473 burras. El
promedio para toda la estancia sería de unos 2.000 animales por corral o rodeo.
30
Ver no sólo los datos sino sobre todo las inteligentes reflexiones de Gelman, J., Campesinos..., pp. 198 y ss.
31
Dada la diversidad de especies animales, lo anterior es, como se deduce, una aproximación bastante grosera a
las pautas de rendimiento de las estancias que estamos analizando; pero, al menos en el caso del Rincón de Luna,
esa escasa cantidad promedio de animales por rodeo o corral no debió de haber dejado de tener su parte en la
larga historia de problemas de rentabilidad y de manejo que acusó la misma. Para un resumen de esa historia
véase Maeder, E.J.A., Historia económica..., pp. 205 y ss.
32
Ver la auditoría del administrador del período subsiguiente, don Pedro Fondevila, en AGN IX-22-6-7.
Temporalidades de Corrientes, legajo 3, 1799-1810, expediente con etiqueta C XI-A1, nro. 03, leg. 4. Comienza
con una carta fechada en “Corrtes. y Abril 22 de 1795. El Sarjento Mor. Dn. Pedro Perez ...”. El expediente se
cerró en agosto de 1810, sin determinar penalidades para Basabe, a pesar de que existían evidencias en su contra.
33
AGN IX-22-6-6 Temporalidades de Corrientes, 1774-1797, “Cuentas que presenta el Depositario de la
Estanza. Rincon de Luna Dn. Josef de Aguirre ...”, fs. 2 v. y ss.; 21 r. y ss.
efectuarse ese mes; pero, de cualquier manera, un cálculo efectuado sobre los datos de
noviembre de 1777, indica que el capataz y ex esclavo Zipriano tenía bajo su mando nada
menos que a 21 peones para cuidar un stock de unas 16.000 cabezas, con quizá unos 8.000
vacunos mansos34. Los datos de la estancia de Las Garzas nos servirán de complemento. Allí,
en el período 1785-1787, hubo seis capataces, aunque actuaron simultáneamente sólo dos, que
dirigían a unos 11 ó 12 peones, cifra que aumentaba sustancialmente en época de marcación
de ganado (para la cual, como para la siega del trigo, se conchababan peones adicionales en
número variable, pero al parecer nunca inferior a cinco) y quizá disminuiría un poco en la
última mitad del año, durante la parición35. Dadas las existencias ganaderas a esas fechas
(algo más de 14.000 animales, de los cuales 4.500 equinos) y la circunstancia de que casi
8.500 vacunos estaban alzados, podemos decir entonces que nuestras estancias se acercan más
a ciertas estimaciones de Aguirre que a las de Félix de Azara, quien dijo que hacían falta un
capataz y diez peones para dar cuenta de diez mil vacunos36. A esa amplia fuerza de trabajo
debemos agregar la dedicada a las chacras de trigo y otros cereales que se cultivaban en las
estancias, aunque es probable que el cúmulo de costos laborales que incidían en su producción
las volvieran una inversión poco rentable. Así lo asumía el Administrador General de las
Temporalidades de Corrientes en referencia al Rincón de Luna, cuando manifestaba su
aprobación por el despido de unos peones chacareros efectuado por el mayordomo, “por no
estar pagando tantos sueldos superfluos”, agregando que en “el cuidado delas haziendas [...]
es endonde deven poner toda atenzion, y quitar los chacareros por nodar probecho ninguno al
sequestro”37.

De las cuentas del Rincón de Luna para el período 1771-1782 se desprende que las
erogaciones en personal llegaron al 41% del total de gastos, siendo de lejos el rubro más
importante38. Sin embargo, parte de ese gasto se recuperaba con recargos en el precio de los
géneros que se les entregaban a los peones como parte (en general anticipada) de sus salarios.
En las cuentas del Rincón de Luna no figuran especificaciones al respecto, pero, para el caso
de Las Garzas, hemos podido calcularlos para el mes de octubre de 1793, merced a la
existencia de un legajo de facturas de compra de efectos, y de un listado de cuentas de peones,
ambos con esa fecha39.

34
Sobre la cantidad de peones, Jph. Fernandez Blanco a Joseph de Aguirre, Corrientes 9 de noviembre de 1777,
en AGN, IX-22-6-6, Temporalidades de Corrientes, leg. 2, expte. titulado “Cincuenta y ocho Documentos que
manifiestan las partidas de Data...”, sin foliar. Las existencias en 1777 las hemos estimado de acuerdo a los
inventarios de 1771 y 1782.
35
Una lista de “piones que tengo consabados”, sin fecha, da un total de trece, uno de los cuales era chacarero;
otro, domador y cuidaba “la mita” (envío de animales al pueblo); de otro no tenemos datos, y del resto sabemos
que eran peones de estancia. “Este libro...”, fs. 39 r. Al momento de iniciarse el libro, en febrero de 1785, figuran
12 cuentas; un capataz, 7 peones (uno de ellos también domador) y el resto sin datos. Es probable que esta fuera
la cantidad de peones estable, dado que febrero no era época de faenas extraordinarias.
36
Según Aguirre, eran necesarios un capataz y 8 ó 10 peones para una estancia paraguaya corriente de 4.000
cabezas de ganado manso, “mas ya se comprimen”. Aguirre, J. F., “Diario...”, t. III, p. 189. La cita de F. de
Azara en Memoria ..., p. 8.
37
Jph. Fernandez Blanco a Jose de Aguirre, Corrientes 9 de noviembre de 1777 (subrayado nuestro), en AGN
IX-22-6-6, Temporalidades de Corrientes, leg. 2, expte. caratulado “Cincuenta y ocho documentos...” ya citado.
Tampoco hemos incluido otros casos de peones que efectuaron trabajos temporarios, ya sea en las yerras, o
apartes, o aun a quienes, como Pedro Ramírez, a quien se le pagó “por haver trabajado los ajustes de cuentas
delos peones”; y luego “por componer las carretas de esta Estanca.”.
38
Sobre un total de gastos de 144,645 reales de plata, correspondieron a salarios de peones 24.478; del capataz
general, 1.800; vestuario y “vicios” de esclavos, 159; alimentación, 27.244; yerba, tabaco y otros para los peones
libres, 3.131; y 352 reales en personal para faenas varias. Ver nuestro “Economía productiva ...” .
39
El listado de cuentas de peones se encuentra dentro de “Este libro...”, y se trata de dos fojas sueltas; los precios
de compra están tomados de “Estancia delas Garzas a 11 de Octubre de 1793. Razon de varios efectos qe. mercó
Dn. Franco. Anto. de Araujo ... para Gastos delos Peones...” en: AGN IX-27-2-1, Nro. A 1, expte. 17, titulado:
Cuadro I. Diferencias de precio en géneros entregados a peones.
Las Garzas, octubre de 1793 (en reales de plata)

Especie Unidad Precio de Precio al Diferencia


compra peón
cinta colorada vara 1.6 2 25%
cuchillo unidad 3.3 4 21%
lienzo de algodon vara 4 4 0%
gorro colorado unidad 5.3 12 126%
Sombrero unidad 16 32 100%
Pañuelo de seda unidad 20 32 60%
Poncho cordobes unidad 24 28 17%
jerga labrada unidad 44 48 9%
Calzones de tripe par 48 96 100%

El promedio ronda el 55% sobre el precio de compra. Destaquemos que el lienzo de algodón
no tiene recargos, y esto por oficiar como “moneda de la tierra”; todas las transacciones que
hemos encontrado, tanto entre patrones y peones como entre aquéllos y comerciantes, dan un
precio uniforme de cuatro pesos de comercio por una vara, o sea un peso de plata. Esta
circunstancia, tanto como el hecho de que una buena parte de los salarios de los peones se
paga con animales de la estancia, también a los mismos precios que éstos tenían en
transacciones entre comerciantes, nos indican que los recargos de precio sólo podían ejercerse
sobre una porción del gasto en peones; como resulta lógico, parece ser que el poder de
negociación del patrón tenía su parte en lograr que los peones aceptaran una mayor o menor
porción de sus salarios en géneros. Los datos que iremos exponiendo nos llevarán al
convencimiento de que, generalmente, en la negociación entre patrones y peones éstos
lograban obtener entre un 20 y un 30% de su salario en “dinero en efectivo”, o sea no en
mercancías de precio recargado compradas en la tienda del patrón, sino en especies cuyo valor
de cambio predominaba sobre su función como mercancías (en nuestro caso lienzo de
algodón, vacas o caballos), ya que tratamos con una economía “natural”. Ello es sólo el inicio
de las complejidades de todo el problema, así como de las posibilidades y las consecuencias
de esas prácticas.

Una de las primeras es la circunstancia de que, paradójicamente, las especies que reciben los
peones tienen asimismo valor de mercado, y por consiguiente, puede esperarse que quienes
debían recibir un pago, tratarían de que éste fuera efectuado en “monedas” de mejor calidad,
esto es, aquellas con las que podían obtener mayores beneficios. El siguiente cuadro nos
muestra los porcentajes de cada especie en que fueron pagados los peones del Rincón de
Luna:

Cuadro II. Porcentajes diferenciales de especies en cobro de salarios. Rincón de Luna,


1771-1797

Efectos Plata Servicios Animales Lienzo Otros


1771-1783 66.43% 0.00% 0.12% 11.74% 21.71% 0.00%

“Año 1793. Contiene veinte y seis foxas utiles, cuentas Libransas obligaciones, y otros papeles”. El
administrador de la estancia, Antonio de Araujo, se tomó en varias ocasiones la insólita libertad (para las pautas
de las Temporalidades) de comprar géneros a un comerciante a cambio de ganado. Su eficaz gestión lo salvó de
las consecuencias; en el Rincón de Luna la mayor parte de los efectos eran suministrados en Corrientes, por el
Administrador de las Temporalidades, y no en la estancia.
1794-1797 71.27% 0.85% 0.29% 3.13% 15.22% 0.99%

Sabemos que, hasta mediados de la década de 1780, los mercados más importantes para la
ganadería correntina eran el Paraguay y las Misiones; el diferencial de precios era importante,
y nada nos indica que ese comercio no pudiera efectuarse a pequeña escala40. Sabemos
también que, en la estancia de Las Garzas, sobre un total de 51 trabajadores con datos de
origen geográfico, la mitad de ellos ha migrado desde el Paraguay o las Misiones, y son,
justamente, los peones paraguayos quienes tienen mayor propensión a pedir parte de sus
salarios en ganado: el 29% de sus salarios, sobre una media general del 19%41. Entonces,
cuando en el Rincón de Luna, en el período 1771-1783, un 12% de los retiros de salario ha
sido hecho en animales, podemos inferir que muy probablemente algunos migrantes que
esperaban retornar a sus pagos tenían la expectativa de efectuar ciertos pequeños negocios con
el fruto de su trabajo, ya sea vendiendo los animales recibidos o reservándolos para su uso,
habiéndolos obtenido por un costo menor al que hubieran debido pagar en sus lugares de
origen42. En cambio, y como forma de verificar que el hecho de estar asalariado no implicaba
quedar fuera de ciertos negocios, en el período 1794-97, cuando ya no era negocio llevar
ganado al Paraguay, la proporción de animales desciende a sólo la tercera parte del período
anterior. Es de destacar también el papel del lienzo de algodón: como hemos dicho más arriba,
esta especie oficiaba como moneda, por lo que no sufría los recargos de precio que afectaban
a otras mercancías. Podemos ver en el cuadro que entre un 15 y un 20% del total de la masa
salarial se cobra en esta especie. Este hecho nos lleva a ciertas comprobaciones, que pueden
quizá tener valor general para el tratamiento del complejo tema de pago de salarios en especie
en economías con escasez de moneda acuñada. Si sumamos los animales, que también
funcionaban aquí como medio circulante, vemos que esa proporción de “moneda de la tierra”
en las cuentas de esos peones correntinos no es demasiado disímil a la que hemos encontrado
en moneda de plata en otro caso geográficamente cercano pero posterior: los peones de un
beneficio yerbal en Villa Concepción, Paraguay, entre 1805 y 1824, retiran un 26.20% de sus
débitos en dinero en efectivo, sobre el cual el patrón no puede ejercer su potestad de recargar
los precios, como sí ocurría con los géneros provenientes de su tienda43. Hay aquí algunos
40
Azara, hacia 1784, aludía a movimientos en escala diminuta: “Vale una vaca gorda en la Asuncion tres pesos
fuertes, un buey gordo cuatro, el toro uno o dos, y la arroba de sebo o grasa de dos a tres. En Corrientes y
Misiones valen la mitad, por cuyo motivo suelen algunos traer sus pequeñas partidas.” Azara, F. de,
Descripción general del Paraguay. Madrid, Alianza, 1990, p. 95, subrayado nuestro.
41
Ver Djenderedjian, J. “Economía productiva...”, cit. Los misioneros sólo pidieron el 11%, pero debe tenerse en
cuenta que probablemente no retornarían a sus tierras, ya que se trataba de indígenas que habían salido de sus
pueblos, cosa prohibida por las restrictivas leyes que los regían. Sin dudas, parte importante de esos peones
terminaría instalándose y formando un hogar en otros puntos del litoral. Los paraguayos, en cambio,
representantes de una tradición laboral temporalmente migratoria poco estudiada para el período colonial aunque
extremadamente interesante, y cuyas secuelas se perciben aún hoy, es probable que volvieran a su tierra luego de
aprovechar los altos salarios de tiempos de cosecha o de tareas estacionales en las estancias del sur, ya sea para
trabajar en sus propias granjas o para emplearse en la recolección de yerba u otros menesteres. Esa manía
migratoria y el “abandono” consiguiente en que dejaban a su familia (lo cual está en el origen de cierta “libertad”
sexual siempre muy mal vista por los moralistas de turno) fue denunciada repetidamente por eclesiásticos, más
preocupados por las andanzas eróticas de sus feligreses que por su necesidad de ganarse la vida.
42
En Las Garzas sabemos que los peones de origen paraguayo y misionero registran en sus pagos de salario los
caballos de mayor precio, es decir calidad. Desgraciadamente no contamos con datos de origen geográfico de los
peones del Rincón de Luna.
43
Véase Djenderedjian, J.C. “Una reevaluación del peonaje por deudas. El caso de la explotación yerbatera
paraguaya a inicios del siglo XIX” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio
Ravignani, 3ra. serie, nro. 16-17, Buenos Aires, 1998. Al 19% de retiros en ganado efectuados por los peones de
Las Garzas debemos agregar un 9.17% de lienzo de algodón, a un valor de un peso de plata la vara, el mismo a
que había sido “comprado”. La “moneda de la tierra”, reemplazada luego de 1800 por el metálico, constituía al
parecer una porción que oscilaba entre un 20 y un 30% de los salarios; pero dado que éstos se pagaban en
especies, y estaba en la capacidad de negociación del patrón y de los peones individuales el que la proporción
elementos interesantes: al parecer, era una ley no escrita de estas economías “naturales” el que
alrededor de la tercera parte de los salarios estaba destinada a quedar fuera del circuito de la
tienda del patrón, variando ese porcentaje según las condiciones de la contrata, la escasez o
abundancia de mano de obra, y, seguramente, también las coyunturas económicas. Este hecho
complica mucho cualquier análisis y nos advierte sobre la atención que es menester prestar a
una multitud de variables: si nuestras especulaciones son correctas, en el segundo período de
las cuentas del Rincón de Luna (caracterizado, como hemos dicho, por una crisis de mercado
bastante fuerte) estaríamos ante una baja real del poder adquisitivo del salario, aun cuando la
proporción de “moneda de la tierra” no hubiera cambiado demasiado, ya que se advierte que,
aunque ahora el 71% de los pagos se efectúan en géneros de precio recargado (contra el 66%
del período anterior), dado que ya ha dejado de ser negocio obtener animales capaces de ser
vendidos en Misiones o el Paraguay con buena ganancia, la parte de la masa debitada que
corresponde al “efectivo” se cubre con lienzo de algodón, medio circulante pero no especie
comercial capaz de brindar utilidades en el retorno al norte, ya que allí se lo producía y por
tanto su precio era en esos sitios más bajo que en Corrientes44. En estas condiciones, el
reemplazo de esa porción de la masa salarial habrá obtenido una mejora mucho menor de lo
esperado cuando, con el correr de los años, la reemplace por fin el dinero en efectivo. Existen
diversos legajos de pagos posteriores a 1800, que no hemos revisado aún; en los mismos, sin
embargo, se percibe que una sustancial proporción de ellos se hacía en dinero contante, es
decir en plata45. En la década de 1830 el 29.2% de los salarios de un establecimiento rural
fueron pagados en metálico46.

Todo esto solicita más espacio del que disponemos; pero apuntemos que es también
justamente en estos años de crisis de mediados de la década de 1790 que aumentan las quejas
de los grandes propietarios por la aparición de la apropiación ilegal de cueros por parte de
trabajadores en la campaña, fundamentalmente para pagar los consumos en la pulpería47.
¿Sería descabellado ver en esos cueros apropiados de hecho la respuesta consciente o no de
los peones a los cambios en las posibilidades de realización de una parte de sus salarios (o,
como diríamos ahora, a esa virtual baja en el poder de compra de los mismos)? ¿O se trata
simplemente de que, ahora que casi la única porción del animal que tiene valor de mercado es
su cuero, el patrón está mucho más atento que antes a lo que sus peones hacen con ellos?
Estas especulaciones son sin embargo aún provisorias; lo es menos el hecho de que los peones
seleccionaban los animales que recibían, y de el movimiento migratorio estacional para el
empleo asalariado en mejores condiciones era quizá por entonces, al menos en ciertos
momentos, mucho mayor de lo que imaginamos; ambas circunstancias nos revelan ocultos y

aumentara o bajara, hoy día nos resulta sumamente difícil separar ambas partes de la masa salarial percibida.
Agreguemos que la valuación y los recargos de las diferentes especies son también puntos arduos.
44
Los datos en AGN IX-22-6-7. Temporalidades de Corrientes. Legajo 3, libros de cuentas de la estancia del
Rincón de Luna, 1794-6 y 1796-7.
45
Ver los diversos legajos en AGN IX-22-6-7.
46
Chiaramonte, J.C., Mercaderes ..., p. 111
47
El ya achacoso Araujo, quizá no comprendiendo la dinámica de los nuevos tiempos, se quejaba en 1796 de la
irregular entrega de Las Garzas por “el ingente Caudal qe. se gasto en el desarreglo, qe. huvo en aquella dha.
entrega con tres Pulperias immediatas a la Estancia, una de ellas, la de mi Succesor Dn. Domingo Anto.
Martines [...], sinqe. la gente dejase toro orejano qe. no lo desollase para satisfacer las bebidas qe. se gastaron
en aquella feria, sin respeto ninguno á mi Persona, qn. debia subministrarles todo lo necessario, y tomar exacta
cuenta para las cuentas, qe. devo rendir...”. AGN, IX-27-2-1, leg. 4, expte. 19, “Autos de Ymbentarios...”, fs. 29
r. Para otras quejas, consúltese la correspondencia del Consulado de Buenos Aires con Corrientes, AGN IX-4-6-
4, fs. 177 y ss. Juan Garcia de Cossio estimaba en 20.000 los cueros ilegalmente adquiridos y remitidos a Buenos
Aires, contra unos 50 ó 60.000 bien habidos. Juan Garcia de Cossio al Prior y Consules del Rl. Consulado de
Buenos Aires, Corrientes, 3 de noviembre de 1796, ibidem. Tengamos en cuenta que el cuero es ahora un
producto más valioso que antes, ya que se exporta a Buenos Aires.
valiosos aspectos del mercado laboral y de las personas que lo conformaban. Por ejemplo: si
los salarios correntinos eran magros (salvo en las cortas épocas de siega o yerra) esto no
significaba que no fuera conveniente emplearse por un tiempo y luego ir a otros sitios, y que
los patrones no podían o no solían negarles bienes de relativa calidad; también, que la
migración con fines laborales se efectuaba en (y significaba un) contexto de circulación de
información y de vida social activa, ya que, además de efectuarse a menudo en grupo, debía
implicar, en idas y venidas, la generalización de noticias acerca de los sitios donde se pagaba
mejor o aquellos en los que era más conveniente vender o comprar animales48. Tampoco la
migración “definitiva”, es decir, el hecho de ir a colonizar lugares un poco más alejados
significaba apartarse del todo de los que se frecuentaban anteriormente: nuestro ya conocido
Miguel Pucheta, vecino de San Roque hasta 1794, continuó yendo a trabajar por temporadas
al Rincón de Luna; las cuentas de 1796 lo registran en el plantel de peones49.

La mano de obra, II: Estancias de Pedro García de Zúñiga, Gualeguaychú

En las cercanías de lo que con el correr del tiempo sería la ciudad de Gualeguaychú, hacia
mediados del siglo XVIII se situaba la estancia de Bartolomé Diez de Andino, un personaje
santafesino de alta notabilidad50. Al momento de su muerte, en 1763, la misma contaba con
unos 8.400 animales, de los cuales el 71% eran vacunos. Poseemos una parte de las cuentas de
administración del período 1759-1763, de la cual podemos aprovechar las que corresponden a
pagos de salarios a los peones51. De ellas se desprende que los peones de Andino cobraron en
esos años alrededor del 25% de sus salarios en metálico, lo cual se explica porque, a
diferencia de lo que ocurría en el norte del litoral, la circulación de moneda metálica en Santa
Fe era algo más abundante en esos años difíciles que la de sus sustitutos de producción
local52. En todo caso, el hecho de que el sur entrerriano dependiera política y hasta cierto
punto económicamente de esa ciudad motivó también un mayor acceso al dinero efectivo allí,
si bien pareciera ser que hasta inicios de la década de 1790 el mismo no circulaba por vuelco
directo a la economía local, sino a través de los pagos que los peones y proveedores de las
estancias recibían en Santa Fe o en Buenos Aires53. Esta situación no significó en modo
48
En las cuentas de Las Garzas resulta patente que en ciertos casos dos o tres peones han migrado juntos:
Francisco Abalos Paraguay y Carlos Nunes Paraguai llegan juntos en 1º de mayo de 1785, y se van en
septiembre junto con Marcos Abalos, que hasta esa fecha oficiaba de capataz segundo. Francisco Yndio
Misioneiro, chacarero contratado el 1º de diciembre de 1785; Santiago Yndio Misioneiro, contratado en 10 de
diciembre de 1786, también chacarero, y por fin Domingo Yndio Crioulo, sin datos, contratado en 1º de marzo
de 1786, se van juntos “fuidos... debendo” en 4 de marzo de 1787. “Este libro...”, cuentas de Domingo Yndio
Crioulo, fs. 11 v.; 12 v.; 15 v.; 31 v.; Francisco Abalos, fs. 12 r.; Carlos Nunes, ibidem; Marcos Abalos, fs. 12 r.
y 35 r.
49
AGN 22-6-7. Temporalidades de Corrientes. Legajo 3, “libro de cuentas ...”, años 1796-7, fs. 149 r.
50
Esta gran propiedad permanecería sin fragmentarse hasta mediados del siglo XIX, pasando por las manos de
Pedro García de Zúñiga y luego de la familia Elía y Alzaga.
51
La documentación se encuentra en el Archivo General de la Provincia de Santa Fe, Colección Diez de Andino,
carpeta 60. Las cuentas de peones de la estancia de Gualeguaychú abarcan el período 1759-1762, pero el
cuaderno no está completo, faltando hojas del final; y la circunstancia de que no sepamos si el inventario de
1763 daba cuenta de una existencia promedio de esos años impide que podamos relacionar la cantidad de peones
y capataces con la de animales. Tampoco están claras en todos los casos las fechas de inicio y cese de las tareas.
52
Si bien el drenaje de metálico hacia el Atlántico implicaba periódicos momentos de escasez, los estudios
realizados transmiten una imagen de mayor disposición de dinero acuñado que en Corrientes o el Paraguay, al
menos hasta el final del siglo XVIII. Es probable que este fenómeno se debiera al papel de nudo de
comunicaciones que ostentaba la ciudad. Ver el interesante estudio de Ensick, O.L.,La moneda en Santa Fe,
Proceso Histórico. Rosario, Publicaciones de la Fac. de D. y C. Sociales, UCA, 1982.
53
En 1771 un alcalde de Paraná informaba que “este pago estan pobre que no ay quien tenga cien pesos juntos”.
Juan Valiente a Vertiz, Parana, 17-7-1771, en AGN, IX-3-5-6, Correspondencias de Entre Ríos, leg. 1, sin foliar.
El comandante Rocamora, encargado por el Virrey Vértiz de la fundación de las villas de Gualeguay,
Gualeguaychú y Concepción del Uruguay criticaba esta situación en 1783: “La mala costumbre se halla
alguno ausencia de monedas “de la tierra”: el comercio con las Misiones, hacia donde se
llevaba ganado desde el sur entrerriano (como desde Corrientes), y que implicaba retornos en
lienzo, era un factor que favorecía la circulación de esas especies monetarias sustitutas. Pero
cuando la producción local debió, por la caída del consumo misionero, redireccionarse
enteramente hacia la economía mercantil atlántica como proveedora de cueros, tasajo, grasa y
sebo, el metálico se volvió allí, al parecer, más abundante, si bien siguió echándose mano del
crédito, del fiado y de los instrumentos monetarios sustitutos, por efecto de la persistente
pobreza del circulante local, fenómeno que se mantendría hasta muy avanzado el siglo XIX.
Pero la mejora en la calidad del circulante se nota: hacia 1800, quienes trabajaban en aquella
misma estancia (ahora en las manos de don Pedro García de Zúñiga) obtenían probablemente
mucho más metálico que antes, con el añadido de sueldos bastante más sustanciosos54.
Tenemos aquí los primeros elementos diferenciadores en la evolución del mercado laboral en
dos puntos del litoral; como veremos, no serán los únicos.

Hacia mediados de la década de 1770 la gran estancia entrerriana de Diez de Andino pasó a
poder del doctor Pedro García de Zúñiga, quien agregaría a ella otra importante propiedad
vecina que había pertenecido a Francisco Alvarez Campana, conformando un complejo
productivo de consideración. A la muerte de Pedro, en 1800, se toma inventario de sus bienes
y se los administra durante algunos años; estas cuentas son, sin dudas, uno de los ejemplos
más completos y aprovechables de los infrecuentes registros contables particulares de tiempos
coloniales que nos han quedado55. El análisis ya efectuado por Mayo y Latrubesse nos exime
aquí de mayores especificaciones, pero para información del lector debemos incluir una breve
descripción de esa empresa agraria y del período retratado en sus cuentas. El conjunto de las
propiedades abarcaba 5 leguas de frente y unas 12 de fondo, entre los ríos Uruguay,
Gualeguaychú y Arroyo de la China, es decir en una posición inmejorable para aprovechar las
fluidas comunicaciones hacia la capital que proporcionaban esos cursos de agua. Hacia 1800,
el complejo incluía siete estancias diferentes, con una principal, El Potrero, así como una
fábrica de jabón y dos grandes quintas de árboles frutales muy variados, la mayor con más de
6.000 ejemplares. Entre las herramientas destacan los útiles de carpintería, como en casi todos
los otros casos de estancias entrerrianas que hemos encontrado, existiendo además los

introducida en todos estos Partidos, que los Faeneros, Pulperos, los de las Caleras y otros que tienen alguna
relacion en Buenos Aires, precisan a sus Peonadas (que hacen número) a que reciban [efectos] en sus conchavos,
o que si quieren plata acudan con sus papeletas que les dan, a Buenos Aires. Debe satisfacerseles aquí, para que
ellos compren donde les acomode, y circule así la moneda...” Rocamora a Vertiz, Gualeguay 2 de enero de
1783. En Perez Colman, C.B., Historia de Entre Ríos, época colonial (1520-1810). Paraná, imp. de la Provincia,
1936/7, t. II, p. 244.
54
Es difícil sin embargo afirmar qué parte del salario era cobrada en efectos, fundamentalmente porque los
albaceas testamentarios no la especificaron. En el caso de García de Zúñiga, contamos con un listado de “...
Efectos... para subministrarlos a los Peones, esclavos de estas Estancias...”, por un total de 678 pesos de plata; la
rendición de la venta de los mismos está fechada en 15 de diciembre de 1800, y para las cuentas posteriores de
pago de peones no hemos encontrado otro listado similar o indicios de retiro de efectos, cosa que debiera haber
figurado, tanto en el caso de la compra de los mismos por parte del administrador, como en el de remisión de
éstos desde Buenos Aires por parte del propietario de la estancia. En todo caso, si descontamos de esos 678
pesos los 361 que importan los efectos repartidos a los esclavos, nos encontramos con que el importe restante
sólo llega al 17% de la masa salarial total pagada en el período rendido en diciembre de 1800 (1.849 pesos entre
salarios de peones, capataces y mayordomo). Un detalle de adelantos de salario fechado también en diciembre de
1800 suma 137 pesos, según lo cual sólo se habría pagado adelantado menos de un 8% del total salarial. La
contabilidad de la estancia de José Ochoteco no incluye pagos en efectos, y los adelantos detectables no son
demasiado significativos. AGN IX 23-7-1. Tribunales administrativos, exptes. Legajo 20, expte. 642. “De los
Autos obrados de Ynventarios, Tasazs.; vtas. y cobros, de los vienes mortuorios del finado Dn. José Ochoteco.”.
Gualeguay, año 1807. AGN, Sucesiones 5899, “Quaderno 3o....”, cit., fs. 233 r.
55
La documentación de la estancia en AGN, Sucesiones, legajo 5899, “Quaderno 1ro. de la Testamenta. del
finado Dr. Dn. Pedro Garcia de Zuñiga...”, fs. 112 r. y ss.
necesarios para fabricar toneles, así como “una armazon de telar con sus balaustres y ocho
lanzaderas y peine”, en la que seguramente habrían trabajado los esclavos56. La gran cantidad
de postes que, a pesar del ínfimo valor individual, los lleva en conjunto a cifras considerables,
nos recuerda la abundancia de maderas propia de los bosques cercanos, razón asimismo de esa
abundante presencia de herramientas de carpintería. Ya desde el inventario advertimos la
política de eficientización de recursos y de integración vertical empleada por el propietario:
junto a la casi ausencia de instrumentos de labranza (salvo una segur perdida y algunas
azadas, sin duda destinadas a las quintas), que alude a la baja rentabilidad de la agricultura de
trigo para las grandes estancias que contrataban mano de obra, encontramos algunas
embarcaciones (una canoa, una lancha o balandra), con las cuales se podía ahorrar parte de los
altos costos de transporte de la época57. El principal activo inventariado es el ganado, con
bastante más de la mitad del valor total; el 87% del total de cabezas era de vacunos. Le siguen
las tierras, las construcciones (que en este caso, además de la cómoda casa principal, incluían
diversos corrales, ranchos e instalaciones para la fábrica de jabón), las quintas, las
herramientas, muebles y útiles, y por último los esclavos58. La escasa cantidad de esclavos es
un rasgo también frecuente en las estancias rioplatenses, pero debemos hacer la salvedad de
que otra gran explotación entrerriana, muy cercana a la de Pedro García de Zúñiga y bastante
similar a ésta en muchos otros aspectos, resulta diametralmente opuesta en lo que respecta al
uso de mano de obra forzada, como tendremos ocasión de examinar en breve.

No nos detendremos aquí en el análisis de las cuentas, que hemos realizado en otra parte59.
Pasemos entonces al examen del principal de los factores de producción, la mano de obra,
que, en nuestro caso, se componía fundamentalmente de personal contratado. Los esclavos,
tan sólo ocho (y de los cuales uno de ellos mujer, y enferma), eran claramente marginales en
el total del personal, aunque dos de ellos se desempeñaron como capataces y uno en ciertas
labores especializadas (fabricación de toneles). En contraste, durante todo el período de las
cuentas (marzo 1800 a marzo 1804) trabajó en las estancias de Pedro García de Zúñiga un
total de 146 peones y 16 capataces no esclavos, además del mayordomo. El hecho de que,
mensualmente, sólo trabajaran en forma simultánea entre 15 y 20 nos indica la alta rotación
del personal: hemos calculado que, en promedio (contando peones, capataces y aun el
mayordomo), cada trabajador duró 201 días, mientras que la cantidad, como es lógico, baja a
medida que descendemos en la categoría laboral o si tomamos en cuenta a algunas tareas
especializadas: los peones generales trabajaron, en promedio, 182 días cada uno en todo el
período para el cual contamos con datos, mientras que los domadores sólo duraron 94 días.
Más signos de economías y sociedades un poco distintas: en el Rincón de Luna, durante el
período 1794-1797, los hombres duraban un promedio de 535 días en sus puestos.

56
AGN, Sucesiones 5899, “Quaderno 1ro. de la Testamenta. del finado Dr. Dn. Pedro Garcia de Zuñiga...”, fs.
106 v. En 1800 había 8 esclavos, uno de los cuales era mujer, aunque enferma y algo entrada en años, como lo
sugiere su apelativo de “tía”, que era usual aplicar a personas no blancas de edad madura.
57
Sobre los rindes decrecientes del cultivo de trigo a medida que se echa mano de trabajo comprado, ver
Gelman, J. Campesinos y estancieros..., pp. 231 y ss. Sobre los altos costos de transporte, podemos decir que
mediciones efectuadas tanto sobre el envío a Buenos Aires de la producción de las estancias de Pedro García de
Zúñiga (en el período de las cuentas de su testamentaria no se utilizó la balandra sino que se contrató a terceros)
como sobre las remisiones de cueros al mismo lugar desde Concepción del Uruguay, llevadas a cabo por
Cipriano de Urquiza para el período 1816-1820, el transporte se lleva alrededor del 60% de todos los costos de
comercialización. Ver Djenderedjian, J. “Buenos negocios en tiempo de guerra. el comercio de cueros
entrerrianos hacia Buenos Aires según las cuentas de Cipriano de Urquiza, 1816-1820”, ponencia presentada en
las XVII Jornadas de Historia Económica, Tucumán, septiembre de 2000.
58
Mayo, C. et Latrubesse de Diaz, M.A., “La incógnita...”, cit., p. 2; en 1803, el ganado representa el 58,5% de
la inversión; las tierras el 13.5%, las construcciones el 13.3%, las quintas el 7,2%, los muebles, útiles y
herramientas el 4,7% y los esclavos el 2,5%.
59
Ver nuestro “Empresas rurales ...”.
Esa cantidad de entre 15 y 20 peones trabajando juntos en promedio corresponde
fundamentalmente al período 1800-1802, en que ciertos acontecimientos macro (una sequía
prolongada y la guerra europea) motivaron que la empresa no utilizara toda su capacidad
productiva. A partir de 1803, sin embargo, la cantidad promedio de hombres aumenta a entre
22 y 28, con un pico máximo de 46 trabajadores en agosto de 1803, poco antes de la
elaboración del segundo inventario y de la entrega de la estancia a sus nuevos dueños. El
primer inventario, elaborado en noviembre de 1800, nos permite relacionar la cantidad de
animales mansos y su distribución en los diferentes corrales con el total del personal
empleado a esa fecha; los datos están expuestos en el siguiente cuadro.

Cuadro III. Cantidad de personal en los diferentes puestos. Estancia de Pedro García de
Zúñiga, Gualeguaychú, noviembre de 1800

Potrero San Sauze Centella Cupalen La Guale-


Lorenzo Ysleta guaychú
Corrales 7 1 2 2 2 2 2
Chiqueros 1 1 1
Quintas 1 1
60
Animales
vacunos de rodeo 6288 1436 188 1120 1198 200 2000
equinos, mulares y burros 366 1207 223 310 332 48 285
ovejas y cerdos 975 548 143 170 350
Mayordomo 1
Capataces
Libres 1 1 1
Esclavos 1 1
Peones
Libres 6 4 1 4 2 1
Esclavos 4 1

Como puede verse, a pesar de la concentración en la estancia principal, El Potrero, la gran


extensión de las tierras posibilitó una relativa dispersión del rebaño y, consiguientemente, de
la mano de obra. Si bien la relación hombres / animales es en El Potrero bastante “económica”
(con 10 peones y el mayordomo para manejar unos 6.300 animales mansos), en el resto la
situación es distinta: para controlar 6.142 vacunos, fue menester contar con un total de 5
capataces y 13 peones, lo cual hace una relación de un hombre para cada 341 animales. Por
supuesto, sin contar el resto (ovejas, burros, mulares, etc.). Todo ello acerca nuestra estancia a
las de más al norte: como hemos dicho ya, en la del Rincón de Luna existían en 1777 unos
8.000 vacunos mansos, y para su manejo se empleaban 22 personas, entre capataz y peones:
un ratio de 363 vacunos por cada hombre. Sin embargo, el promedio general en la estancia de
Pedro García de Zúñiga es más bajo simplemente por el peso del rodeo mayor; y si tenemos
en cuenta la importancia de bajar costos logrando aprovechar mejor la mano de obra a través
de la utilización de menos personal en los rodeos, podemos advertir que la economía de escala
del complejo descansaba fundamentalmente en la estancia principal, El Potrero. Esto tiene
consecuencias significativas: dado que el acceso a la economía de escala estaba tan sólo a
mano de grandes empresas ganaderas, y que el grado de tecnología de la época imponía
límites muy concretos a las explotaciones, podemos colegir que las diferencias en rentabilidad

60
No se toman los alzados o mezclados con los de otras estancias.
parecían reposar cada vez más fuertemente en la posición relativa con respecto a los mercados
ultramarinos. Luego volveremos sobre el tema.

Cruzando los nombres de peones y capataces con los datos correspondientes a los libros de
bautismos, matrimonios y defunciones de Gualeguay y Gualeguaychú encontramos que
figuran allí 29 de ellos: esto es, como mínimo alrededor de un 20% de la fuerza de trabajo
contratada sería nacida en el lugar o al menos de residencia local prolongada61. Para
comparar, digamos que en las cuentas de la cercana estancia de Joseph Ochoteco, que van
desde el 6 de abril de 1806 hasta el 8 de agosto de 1807, sobre un total de 11 peones y un
capataz empleados en las tareas cotidianas, 4 fueron de residencia local, o sea un 32%. Es
significativo que, si contamos a todo el personal empleado por los albaceas en la estancia de
Ochoteco en ese período (un total de 59 peones, que incluye los correspondientes a dos
recogidas de ganado efectuadas poco antes de la venta de la propiedad), sean 19 los que tienen
residencia local, es decir prácticamente el mismo porcentaje62. La de Ochoteco era una
estancia relativamente pequeña (sólo contaba con unas 1.900 cabezas de ganado de todas
clases al momento de iniciarse las cuentas); pero Ochoteco era un personaje de gran arraigo
local: de origen vizcaíno, poseía una de las pulperías más grandes del pueblo y fue cabildante
en 1799, además de verse implicado en distintos negocios (algunos un poco turbios) que
involucraron también a otros estancieros del lugar63. Pedro García de Zúñiga, por el contrario,
era un gran estanciero con aceitadas vinculaciones al exterior del espacio local. Si bien residió
mucho tiempo en su estancia de Gualeguaychú, y aun pidió ser enterrado en la iglesia
parroquial del pueblo, nunca ocupó puestos públicos allí, ni aparece como padrino en los
libros parroquiales, esto último tanto más raro dada su condición de eclesiástico y su
vinculación con el cura de Gualeguay Fernando Andrés Quiroga y Taboada64. La bibliografía
tradicional, por su parte, ha llamado la atención desde hace mucho tiempo acerca de la
conformación de dos sectores de intereses alrededor del control de la tierra en el sur
entrerriano: uno, de residencia local, en general calificado como gente de trabajo, arraigo y no
muy abundante de fondos y de contactos con las autoridades virreinales; y los grandes
inversores provenientes de Buenos Aires, que obtenían allí extensas mercedes de tierras
gracias sobre todo a sus contactos y su riqueza, y luego, cuando esas tierras se valorizaron
merced al aumento de población, impidieron el progreso local por efecto de sus “ansias

61
Se cruzó el listado de peones de García de Zúñiga con más de 6.800 registros de personas de sexo masculino
que figuran en los libros parroquiales de Gualeguay y Gualeguaychú, entre 1771 y 1805, microfilmados por la
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, nros. 1104932 (Gualeguay, bautismos, 1781-1822);
1105219 (matrimonios, 1791-1838) y 1105225 (defunciones, 1791-1858). Las signaturas respectivas son 1557,
2114 y 2116. Los libros de Gualeguaychú que hemos utilizado están microfilmados bajo número 1102892
(bautismos, 1777-1818; 1822; 1833); 1102893 (bautismos y matrimonios, 1818-64); y 1104715 (matrimonios,
1777-1825; 1828-68). Además de los casos de peones o capataces nacidos en el lugar, hemos tenido en cuenta la
permanencia a lo largo del tiempo (bautismo de hijos sucesivos, actuación como padrinos o testigos, segundas
nupcias, etc.). Aprovechamos este espacio para agradecer la eficiencia y cordialidad del personal honorario de
los diversos Centros de Historia Familiar a los que hemos acudido.
62
AGN IX 23-7-1. Tribunales administrativos, exptes. Legajo 20, expte. 642. “De los Autos obrados de
Ynventarios, Tasazs.; vtas. y cobros, de los vienes mortuorios del finado Dn. José Ochoteco.” Gualeguay, año
1807.
63
José Ochoteco aparece como compositor de pulpería desde 1799 a 1802; AGN XIII-9-5-2 Leg. 16, libro 16.
“Quaderno manual para la Receptoria de la villa de Sn. Antonio del Gualeguay ...”; es Síndico Procurador en
1799, y en tal carácter felicita al Virrey Avilés por su elevación, AGN IX-3-5-7, Correspondencias de Entre
Ríos, legajo 2, sin foliar, El Cabildo al Virrey, Gualeguay 17 de junio de 1799. Aparece vinculado a Juan
Castares en recogidas de ganado para su posterior venta a beneficio de la parroquia de Nogoyá, ganado que
resultó ser en muchos casos propiedad de vecinos del partido de Gualeguay. Ver AGN IX-30-7-4. Interior, leg.
55, expte. 6. “Pablo Jose de Ezeyza contra el Cabildo de Gualeguay por corridas de ganado”, 1803.
64
Quien era deudor de García de Zúñiga.
acaparadoras”65. Más allá de la credibilidad que otorguemos a esta interpretación, resulta
interesante constatar que quizá esta escasa vinculación local del propietario pudiera reflejarse
incluso en las pautas de contratación de mano de obra; en todo caso, debió de haber sido un
factor tenido en cuenta por los residentes, y que demostraría su importancia cuando, después
de los disturbios de la época de la independencia, nació el poder provincial y los notables
locales pasaron a ocuparlo66.

Es interesante asimismo señalar que el nivel salarial, bastante más alto que el de la campaña
de Buenos Aires y por supuesto mucho más que el de Corrientes, es coincidente con el de la
Banda Oriental estudiado por Gelman, lo que refuerza hasta cierto punto las similitudes que
existen entre el sur entrerriano y aquélla. Los capataces cobraban una media de 10 pesos
mensuales; los peones, entre 7 y 8, dependiendo de si ejercían alguna especialidad; mientras
que los peones a destajo eran pagados a razón de 6 reales diarios, o unos 15 pesos mensuales
(calculados a partir de 20 días de trabajo por mes). El mayordomo, en tanto, ganaba 200 pesos
anuales. Las variaciones en el nivel salarial no sólo estaban dadas por la tarea cumplida; al
parecer, tenía que ver en ello también la edad del trabajador. Juan Ramón Calzada, nacido en
Gualeguay en 10 de julio de 1786, trabajó en la estancia entre agosto y octubre de 1800,
ganando 5 pesos, casi un 30 % menos que la media de los peones; por las fechas de su
servicio, tenía 14 años recién cumplidos. Josef Gregorio Diaz, nacido en Gualeguaychú en
marzo de 1791, sirvió en la estancia de peón sin especificación, entre agosto de 1803 y marzo
de 1804, ganando 4 pesos mensuales; por entonces sólo contaba unos 12 años. Lo mismo
sucede en la estancia de Ochoteco67. Hablando en términos generales, la fuerza de trabajo era
bastante joven; el promedio de edad de los peones cuyos datos de nacimiento sabemos es de
18 años y 2 meses68. Sin embargo, es difícil establecer un promedio útil dada la escasez de
65
Esta es la visión sostenida por Pérez Colman, y que, pasando por diversos filtros, se ha prolongado casi hasta
la actualidad. Ver Pérez Colman, C.B., Historia..., t. III, pp. 203 y ss., pero también passim. Sobre esta
bibliografía se construyeron otras aproximaciones al tema, bastante más combativas: ver Oddone, J. La
burguesía terrateniente argentina. Buenos Aires colonial, Capital Federal, provincia de Buenos Aires, provincia
de Entre Ríos, Territorios nacionales. Buenos Aires, Libera, 1967.
66
La importancia de un gran propietario como fuente de crédito y trabajo para la población local no debió de
haber sido despreciable; no era raro que los pequeños y medianos labradores entrerrianos estuvieran endeudados
al tiempo de la cosecha, pagando con la misma esas deudas. Un ejemplo: “Señor mio. Suplico a v. sesirba
favoreserme, con 23 ps. para la recojida de mi trigo, y poder con hello dar a v. una completa satyfacion... espero
de v. no saldra desconsolado este su afecto y sgo. servr. q.b.s.m...” Jose Antonio Hernandez y Quiroga a
Cipriano de Urquiza, s/l, pero alrededores de Concepción, 26 de diciembre de 1819. En AGN, VII-1463,
Archivo Urquiza, t. I, fs. 168 r. y v. La “buena fama” local de un gran propietario estaba ligada a este y otro tipo
de “socorros”; en un pleito entablado por el gran hacendado Esteban García de Zúñiga, hermano de Pedro, un
testigo indicaba, como factor diferenciador entre aquél y el otro gran hacendado Juan Carlos Wright, que aunque
éste “...asecomo ocho años que ... no viene a esta villa, ... es hombre qe. faborese a quantos se balen de el, y pr.
lo mismo todos lo estiman...”. Otro afirmaba que “socorre jeneroso a cuantos se balen del...”. Testimonios de
Pedro Pablo García, Juan Bautista Gómez y Dn. Nicolás Gómez, en AHPBA, Civil Provincial, 5.1.3.5, cuerpo 2,
fs. 223 y ss., Juicio de J.C. Wright contra E.J.Garcia Zuñiga por alimentos. La debilidad de los vínculos locales
por parte de Pedro García de Zúñiga aparece también en el listado de personas que le debían dinero al momento
de su muerte: del total de 17 deudores, con un monto global de 10.109 pesos, sólo hemos encontrado dos
residentes de Gualeguay, el cura del pueblo Quiroga y Taboada, y Juan Albarracín; y uno de Gualeguaychú, el
capitán don Juan Josef Serrano, y las deudas de todos ellos apenas suman 535 pesos.
67
Por ejemplo, Agustín Reynoso, nacido en Gualeguay en septiembre de 1795, sirvió en la estancia de Ochoteco
en una recogida de ganados en 1806; Josef Hilario Valle, bautizado en Gualeguay en 25 de octubre de 1792,
trabajó en la misma recogida de ganados. Mientras a la mayoría de los otros peones se les pagó 6 reales diarios,
ellos sólo recibieron 4. Es útil recordar aquí cierta frase de Mariano Pelliza: “Cuando el muchacho llegaba a los
doce años, ya se empleaba en el rodeo como peón de estancia...”. Ver su bello libro El país de las pampas.
Descubrimiento, población y costumbres. 1516-1780. Buenos Aires, F. Lajouane, 1887, p. 222.
68
Se trata de los peones de Ochoteco; en el caso del personal de la estancia de García de Zúñiga, la mayor parte
de quienes son contratados figuran como padres en los libros parroquiales, es decir sin que se haya registrado su
edad de nacimiento.
los datos y la circunstancia de que quizá los peones de residencia local fueran más jóvenes
que los demás69.

El tema salarial, que nos interesa especialmente aquí en tanto factor cardinal del costo
empresario y razón adventicia de la existencia de peones y por consiguiente de “gauchos”, nos
obliga a una comparación algo más exhaustiva. Si descartamos todos aquellos casos de
peones que cumplen tareas especializadas (domadores, chacareros, artesanos, los de la yerra,
eventuales, los que trabajan “con sus propios caballos”, los capataces, etc.), es decir, si nos
quedamos con los peones generales rasos, las llamativas diferencias entre las regiones y
empresas que estamos estudiando saltan a la vista.

Cuadro IV. Comparativo de medias salariales y porcentajes de cobro en especies,


estancias correntinas y entrerrianas, 1759-180770
Período Media salarial % en que se percibió el salario
mensual (en Efectos Dinero o Otros
reales de plata) sustitutos
Rincón de Luna 1771-1783 12.9 66% 33% 0%
Rincón de Luna 1794-7 14.0 71% 19% 1%
Las Garzas 1785-88 15.9 78% 20% 2%

Diez de Andino 1759 33.5 75% 25% 0%


García de Zúñiga 1800-1804 56.1 ¿? ¿80-100%? ¿?
Ochoteco 1806-1807 62.4 ¿? ¿80-100%? ¿?

Como podemos ver, y aun cuando no sepamos a ciencia cierta si la totalidad de los salarios de
los peones de Ochoteco y García de Zúñiga se pagó en dinero en efectivo (es probable que sí,
o los auditores hubieran objetado las cuentas), resulta evidente que, a pesar de que estamos
tratando con unidades de explotación situadas en regiones cercanas y en períodos no muy
lejanos entre sí, las diferencias son realmente grandes. Los salarios entrerrianos casi duplican
los correntinos ya en un período temprano, y la distancia que toman con respecto a éstos se
hace luego realmente abismal: si parte al menos del aumento, a partir de 1806, puede
atribuirse a la inquieta situación política y militar de la colonia (y en especial a la falta de
brazos que la misma había provocado), cuatro o cinco años antes esas causas no estaban
presentes, y sin embargo las condiciones laborales son mucho más convenientes para los
peones que trabajaban en el sur del litoral que en el norte. Otras investigaciones tienden a
confirmar esta tendencia: Jorge Gelman, que ha trabajado las buenas cuentas de la estancia de
Las Vacas, encuentra que es sin dudas el mercado el que determina el nivel salarial en la
Banda Oriental, y que los estipendios pagados, bastante similares a los entrerrianos (unos 6 ó
7 pesos mensuales para los peones sin especialización), son para los patrones un costo tan
69
Si no inferimos mal, podría tratarse de hombres provenientes de familias de labradores y campesinos de las
cercanías; la labor al exterior de la explotación familiar por parte de los varones más jóvenes podría estar
apuntando a lograr un ingreso monetario extra y a capacitarlos, mientras los varones mayores continúan
trabajando en la parcela familiar o lo hacen fuera de ella sólo en tareas directrices, de salario más sustancioso,
que compense la falta de sus capacidades en el manejo de sus propios intereses. Una interesante valoración del
papel de los ingresos salariales de los miembros más jóvenes de la familia campesina en el mundo rural
canadiense del siglo XIX en Bouchard, G. Quelques arpents d’Amérique. Population, économie, famille au
Saguenay, 1838-1971. Montreal, Boréal, 1996.
70
Se tomó el promedio de los salarios mensuales pagados a cada uno de los peones generales, dividiéndolo por
el total de éstos; del mismo modo, los porcentajes surgen de la división del total de la masa salarial individual
por los totales parciales de cada uno de los rubros en que se efectivizaron los pagos.
asumido como inevitable71. Agreguemos a estos salarios nominales más altos el hecho de que
en su mayor parte eran cobrados en metálico (nuevamente, para seguir comparando,
apuntemos que en Las Vacas el porcentaje de cancelación de salarios en plata no baja, en todo
el período 1792-1805, de un 40%, manteniéndose entre el 60 y el 90% entre 1797 y la última
fecha de la serie72), y tendremos un panorama realmente revelador tanto acerca de las razones
de la abundancia de migrantes del interior en estas campañas del sur del litoral, como de las
diferentes tasas de ganancia obtenidas por las empresas agrarias en unos y otros lados, así
como de los límites concretos a la rentabilidad, determinados tanto por los corsés tecnológicos
(que impedían un mejor aprovechamiento de la fuerza de trabajo a través del aumento de la
cantidad de ganado controlado por los mismos hombres), como por la fuerza inusitada del
mercado laboral, que impone costos acordes con una economía en expansión. Por todo lo
cual, aun cuando sería necesario un análisis pormenorizado del costo de vida relativo,
podríamos admitir que esas condiciones diferenciales de producción, y esos salarios más altos
implicaban que la riqueza generada en esas economías más dinámicas se distribuía a lo largo
de la pirámide social en medida quizá variable pero concreta73.

Pero existían otros medios de reducir el costo laboral, esta vez mediante una gran inversión
que no siempre estaba al alcance de todos: reemplazar la mano de obra libre por mano de obra
forzada. Para evaluar ello, resultará interesante otro ejercicio comparativo. Si bien en la
estancia de Pedro García de Zúñiga el papel de los esclavos es reducido (sólo hay 8 en el
primer inventario, dos de ellos capataces), en la estancia de su hermano Esteban los esclavos
conforman la mayor parte de la fuerza de trabajo. En 1803, fecha del primer inventario de la
propiedad luego de la muerte de su titular, figuran 61 esclavos de diversas edades, tanto de
sexo masculino como femenino. Resulta interesante destacar que la mayoría de ellos formaba
familias (12, con un total de 42 miembros entre padres y niños, o sea un promedio de 3,5
personas por familia). Esta política de “cría” de esclavos tenía al parecer cierta tradición en
las explotaciones del litoral que podían pagar una cantidad considerable de los mismos74.
Política que podía reputarse de exitosa, al menos en el caso de Esteban: los libros de bautismo
de Gualeguaychú registran nada menos que 56 nacimientos de hijos de esclavos suyos entre
1785 y 181775. Sabemos también que Esteban conformó la mano de obra de sus estancias en
1783, cuando ya hacía por lo menos doce años que se había establecido allí, llevando a su

71
Gelman, J. “Mundo rural y mercados: una estancia y las formas de circulación mercantil en la campaña
rioplatense tardocolonial” En Revista de Indias, 1992, vol. LII, num. 195-96, p. 494.
72
Gelman, J. “Mundo rural y mercados...”, p. 506.
73
En 1803, el gran hacendado Juan Castares solicitaba al Cabildo de Gualeguay, donde residía y tenía su
estancia, que certificara su importancia social, para lo cual afirmaba que “...es notorio que por razon de la
subsistencia demis Estancias y el vasto comercio que manejo se introducen, y circulan anualmente en esta
jurisdiccion de veinte y seis, atreinta mil pesos dinero efectivo...”. Para que admitamos que, también en su caso,
los salarios de sus peones se pagaban en metálico, en un documento similar, pero fechado en 1798, informaba
que “...me hallo segun las ocurrencias del dia, segun el trabaxo y manejo de mi Estancia en el costo Diario de
veinte y cinco ps. dep[la]ta; ... [con] setenta y tantos Peones asalariados y pagados efectivamente a dinero
potable, con mas tres Maestros de Sueldo entero que son de Carretas, Albañil y de Edificios, a usanza del
Pays...”. Presentacion de Dn. Juan Castares al Alcalde, Gualeguay julio de 1798. En AGN, IX-40-7-3,
Tribunales, leg. 16, expte. 19, fs. 144 r.; idem a idem, 22 de febrero de 1803, fs. 3 r., en AGN, IX-3-6-1,
Correspondencias de Entre Ríos, legajo 3, sin foliar. Subrayado nuestro. Castares poseía unas 70.000 cabezas de
ganado en su estancia.
74
Entre las instrucciones del padre Bernardo Nussdorfer para la administración de las estancias jesuitas de
Corrientes, se prescribía que “se comprarán las negras necessarias para qe. puedan casarse los esclavos, que
tienen la edad competente: y no se dara a ninguno de los esclavos licencia para casarse con muger libre...”
“Memorial del P. Provl. Berdo. Nusdorfer para el P. V. Rn. de las Corrienes, y sus C.C. en la visita de 20 de
Marzo de 1745”, en AGN IX-7-1-2, Compañía de Jesús, sin fecha, sin foliar.
75
Libros de bautismo de la parroquia de Gualeguaychú, ya citados.
explotación un “lote” de 47 esclavos y esclavas76. La larga permanencia de esa mano de obra
indica claramente que su intención era prescindir de la contratación de asalariados en la
medida más amplia que le fuera posible; esto resulta singular, ya que el perfil productivo de
su estancia era muy similar a la de su hermano Pedro, quien prefería contratar mano de obra
libre77. Asimismo, como su hermano, Esteban obtenía de su estancia principalmente cueros y
subproductos ganaderos destinados al mercado mundial, aun cuando existiera una leve
porción de cereales, leguminosas y otros78. Es posible, entonces, comparar los complejos
ganaderos de ambos hermanos, y la comparación podrá quizá resultarnos interesante dada la
disímil actitud ante el factor cardinal de la producción, la mano de obra. Para ello, y dado que
contamos con cuentas de administración detalladas sólo en el caso de Pedro, hemos obtenido
la cantidad total de días-hombre de labor que fueron necesarios para llevar a cabo la
explotación. Resultaron, para los 41 meses que van desde noviembre de 1800 a marzo de
1804 (ambos meses incluidos), un total de 6.919 días de trabajo de capataces, y 19.373 de
peones. Calculando un promedio de 24 días hábiles por mes, tenemos que todos esos días
hubieran significado el trabajo continuado de unos 7 capataces y 20 peones. Esos 27 hombres
en edad laboral, si consideramos la proporción de los mismos por sobre el total de esclavos
existentes en la estancia de Esteban García de Zúñiga (el 48%, dado que el resto estaba
formado por sus mujeres y niños, además de algún anciano o enfermo “inútil”), hubieran
llevado la dotación de esclavos total a unas 56 personas. El precio promedio de los esclavos
masculinos en edad laboral en la estancia de Esteban es de 274; el de las mujeres, niños y
ancianos de 149 pesos. Con lo cual, tendríamos que esa fuerza laboral, a precios de mercado,
costaría unos 11.805 pesos, o 94.447 reales, unidad de medida con la que continuaremos. Para
calcular el gasto mensual en ropas, “vicios” y regalos de esa mano de obra, nos hemos valido
de los detalles que figuran en las cuentas de Pedro, correspondientes a los 8 esclavos de su
estancia79. De esta manera, hemos construido el cuadro IV.

Es menester tener en cuenta que falta considerar la capitalización correspondiente a la


reproducción de la fuerza de trabajo esclava, que, según los datos de los libros parroquiales,
76
En 3 de febrero de 1783 se efectúa una denuncia contra Esteban García de Züñiga por haber entrado a su
estancia de Gualeguaychú 47 esclavos y algunos efectos sin haberlos declarado. Juan de los Santos Marin a
Rocamora, Gualeguaychú, 3 de febrero de 1783. El comandante González se quejaba hacia 1771 de la poco
respetuosa actitud de Esteban garcía de Zúñiga hacia su persona y la ley. Gregorio Gonzales a Juan Jose de
Vertiz, Gualeguaychú 24 de julio de 1771. Ambas en AGN IX-3-5-6, Correspondencias de Entre Ríos, leg. 1.,
sin foliar.
77
En principio, podemos decir que los rubros del inventario de la estancia de Esteban, si exceptuamos a los
esclavos, se reparten en forma casi calcada de la de Pedro. En el primero, fechado en enero de 1803, los animales
ocupan el 57% del valor total; los esclavos el 18%, las construcciones el 14%, las tierras el 9%, los muebles y
útiles el 1.4%, las quintas el 1%. Los animales existentes privilegian al vacuno: éstos constituyen el 89% del
total de cabezas. AGN, Sucesiones, 5901. Testamentaría de Dn. Esteban Justo García de Zúñiga, fs. 37 r. y ss.
78
“En el año 1797, el señor [Esteban Justo] Garcia de Zuñiga pidió autorización para extraer de Entre Rios,
provenientes de sus establecimientos ganaderos, los siguientes productos: 1.314 cueros vacunos, 48 sacos de
sebo, 14 pelotas de grasa, 126 vejigas de grasa, 21 barricas de grasa y tocino, 1 saco de porotos, 2 lios de carne
salada y 10 panzas de grasa. En 1798 ... en una sola partida extrajo de sus estancias 24 panzas de grasa, 5 sacos
de sebo y 8 sacos de grasa. ...en 1799 ... en distintas partidas... 8.385 cueros vacunos secos y salados, 4.369
arrobas de grasa, 8.990 arrobas de sebo, 76 vejigas de grasa, 2 sacos de trigo, 35 barricas de grasa, 1 pipa de
grasa, 1 cajon de grasa, 4 sacos de porotos, 16 líos de charque, 86 panzas de grasa, 12 pelotas de grasa, 4 cajones
de sebo, 2 cuarterolas de sebo, y 51 sacos de sebo...”. Pérez Colman, C.B., Historia..., t. III, pp. 28/9.
79
Esos gastos nos dan un promedio de 39 reales mensuales para los capataces; 20 reales para los peones. Si bien
existió en la estancia de Pedro una mujer, por el hecho de ser la misma anciana y “loca”, el gasto en su persona
sólo nos ha servido para calcular el de quienes estaban en una situación similar en la estancia de Esteban. Por lo
tanto, nos quedaba por estimar el gasto en las mujeres adultas en edad laboral, que hemos supuesto la mitad del
de los peones, o sea 10 reales, en razón de que, si bien no se les entregaría tabaco ni ropas hechas, sí recibirían
yerba, jabón y telas para confeccionar sus vestidos, como al parecer se practicó con la única esclava mujer. En
cuanto a los niños, no los hemos considerado como generadores de gasto.
aumentó en el período 1785 a 1803 a una tasa de crecimiento poblacional de al menos el 1.5%
anual80. En todo caso, pareciera ser que la opción por la mano de obra esclava era hasta cierto
punto conveniente, aun teniendo en cuenta las dificultades que implicaba. Debemos recordar
asimismo que las esclavas, los niños y aun los ancianos no necesariamente eran manos
ociosas; en la estancia de Esteban García de Zúñiga, si bien paradójicamente no existen
rastros de telares (como sí había uno en la de su hermano), hay elementos de agricultura,
como dos arados; asimismo, es probable que las majadas de ovejas pudieran confiarse a las
mujeres y los niños, ahorrando de este modo mano de obra masculina adulta81. Además, las
mujeres servirían en la cocina y en la reparación de galpones, así como en otros menesteres
que no conocemos82.

Cuadro V. Estimación del costo del reemplazo de mano de obra libre por esclava en la
estancia de Pedro García de Zúñiga, 1800-1804 (en reales de plata)

Total del capital que hubiera debido invertirse en esclavos: 94,447

Renta de ese capital al 6% anual durante 41 meses: 19,362


Costo de mantenimiento de esos esclavos durante los 41 meses: 32,185
51,547

Costo de la mano de obra empleada realmente por PGZ en esos meses:


Salarios de capataces 14,003
Salarios de peones 37,817
Yerba y sal entregados a todo el personal 1,694
Servicios pagados a destajo 3,644
Gastos extraordinarios en yerba durante una hierra 120
57,277

Ahorro empleando mano de obra esclava: 5,730


% sobre el total de gastos: 11%

En otro trabajo hemos calculado la tasa de beneficio anual de las estancias de Pedro García de
Zúñiga en un 12%, 36% para todo el período de las cuentas83. Agregar un 5.730 reales a la
utilidad neta corriente significaría llevar la tasa de beneficio de los ejercicios 1800-1804 al
38%, esto es, un aumento real aunque no excesivamente significativo. Sin embargo, debemos
tener en cuenta que se trata de una inversión a largo plazo, y que, como hemos dicho, la
propia capitalización de la mano de obra esclava, en un contexto de aumento de precios de la
misma como parece haber sido la coyuntura 1780-1800, debió de haber dejado buenas

80
Sobre los 47 esclavos de 1783, y contando con la existencia de 39 nacimientos en el período 1785 a 1803,
llegaríamos a 86 esclavos en esta última fecha; las existencias del inventario, de 61 personas, indican que
probablemente hayan fallecido los restantes. Falta verificar si existió venta de alguno o algunos de ellos, o, por el
contrario, compras posteriores a 1783; pero en todo caso la tasa de crecimiento de un 1.5% parece razonable
dado el tipo de población y la época.
81
El cuidado de las ovejas era mucho más exigente que el del ganado mayor, y por tanto es comprensible la
frecuencia con que hallamos pequeños pastores dedicados a su cría, habida cuenta de que en sus explotaciones
abundaba la mano de obra familiar. Un excelente relato de época acerca de los cuidados que demandaba la cría
de ovejas en el litoral colonial en Dobrizhoffer, M., Historia..., t. I, pp. 246/7.
82
Ante la necesidad de reparar unos techos, el Administrador de las Temporalidades de Corrientes le recordaba
al encargado de la estancia correntina del Rincón de Luna que “tambien ay [allí] bastante chineria que pueda
serbir de algo.” Jph. Fernandez Blanco a Jose de Aguirre, Corrientes 8 de enero de 1777. En AGN IX-22-6-6,
Temporalidades de Corrientes, leg. 2, “Cincuenta y ocho documentos...”
83
Ver nuestro “Empresas rurales...”.
diferencias84. Así las cosas, no deja de ser significativo que tamaña inversión sólo estuviera al
alcance de algunos grandes hacendados, y que aun no todos ellos se atrevieran a ella: Pedro
García de Zúñiga no tenía nada que envidiarle en riqueza a su hermano, y su comienzo en los
negocios del campo se efectuó al mismo tiempo que él, por lo que ambos estaban en las
mismas condiciones para encararlo. ¿Falta de decisión, planeamiento de inversiones con
menos incidencia del riesgo? ¿Escrúpulos de conciencia? ¿Simple preferencia por una opción
antes que por otra? Quizá la respuesta esté en un puñado de razones y no en una sola.

Algunas reflexiones finales

A esta altura sería redundante decir que, sin dudas, era el mercado el que determinaba los
bajos salarios del norte del litoral: las estancias no pagaban más simplemente porque no
podían, porque sus tasas de beneficio eran menores, y esto respondía a una diversificación de
mercados que buscaba compensar mutuas fragilidades y a los límites que imponía una
economía cuyo pleno desarrollo tardaría mucho aún en mostrarse. El grado de tecnología de la
época, en tanto, implicaba quizá cierta dificultad en lograr un mejor aprovechamiento de la
mano de obra a través del aumento en la cantidad de cabezas por rodeo: recordemos que la
falta de cercos y la circunstancia de hallarse (tanto la estancia del Rincón de Luna como la de
Pedro García de Zúñiga) en zonas de ocupación reciente y limitada, así como la propia
extensión de las tierras disponibles, debieron significar dificultades importantes para el
control del ganado si éste era distribuido en rodeos de cierta magnitud. En todo caso, los
propietarios no optaron por ampliarlos, cosa que sin duda hubieran hecho de haber podido; lo
que nos advierte que contaban con límites concretos para ello. Lo cual nos deja sólo dos
variables capaces de determinar la rentabilidad: el nivel salarial y el acceso diferencial a los
mercados. En cuanto al primero, no caben dudas de que, en el seno de una economía de
cambio “natural”, como la correntina, la posibilidad de ajustar salarios estaba ligada al valor
de cambio de las “monedas de la tierra” con que se pagaban los mismos, dado que la
proporción en ellos de géneros sobre los que se obtenían ganancias mercantiles, aun cuando
fuera oscilante, no pasaba usualmente del 70% del total; de esta forma, el “ajuste hacia abajo”
se realizaba simplemente por el tipo de moneda otorgada, pero esto no era en modo alguno
sencillo por dos razones: la primera, que los precios de esas mercancías-dinero estaban
también fuera del manejo del estanciero; la segunda (y principal), que los peones reclamaban
(y, evidentemente, obtenían) monedas de mayor valor de cambio: si bien cuando el ganado
gozaba de más demanda lo recibían gustosos, cuando éste ha bajado de precio se pasan al
lienzo o a la plata sin que, al parecer, el patrón pueda hacerles aceptar de grado otras
alternativas. De esta forma, quizá, podríamos leer también la crisis ganadera correntina de
inicios del siglo XIX como un producto de ciertas inelasticidades: la rentabilidad, de por sí
bastante baja, era muy difícil de mantener en condiciones adversas por los límites impuestos a
la producción, tanto por el costo de los factores como por la circunstancia de tener que
mantener un stock diversificado en razón de los mercados a los que podía acceder. En esas
condiciones, no es extraño que con el tiempo la crisis no hiciera sino acentuarse.

En el sur, en cambio, la demanda atlántica significó sin dudas, quizá desde antes de la
reglamentación del comercio libre, mejores condiciones de colocación de los productos
pecuarios, y por tanto mejores condiciones de contratación, o al menos el pago de salarios
más altos. Debemos acotar aquí que, al parecer, los precios del activo más importante en las

84
Por lo demás, Esteban García de Zúñiga compró sus esclavos fuera de Entre Ríos, al parecer en Buenos Aires,
donde los mismos eran más baratos, y los entró sin licencia. Al menos a 47 de ellos, en 1783. Ver Juan de los
Santos Marin a Rocamora, Gualeguaychú, 3 de febrero de 1783, en AGN IX-3-5-6, Correspondencias de Entre
Ríos, leg. 1, sin foliar.
explotaciones pecuarias de entonces (el ganado vacuno) no eran excesivamente disímiles
entre una economía y otra: en las cuentas del Rincón de Luna del período 1794-7, cada cabeza
de ganado manso aparece avaluada en un peso de plata, mientras que las del ganado alzado
valen la mitad, 4 reales. En las de Pedro García de Zúñiga, del 1800-1804, los precios son de
6 reales por cada cabeza de ganado manso, y 4 por las del alzado, o sea un 25% menos en el
primer caso. Esto significa que el costo del capital necesario para la instalación de una
empresa agraria era seguramente algo menor en Entre Ríos, y es de suponer que nada impedía
que ello fuera válido incluso para patrimonios pequeños o medianos. Las consecuencias de
todo ello son múltiples: por un lado, la expansión impetuosa de la ganadería entrerriana (que
sólo cortaría, brutalmente, la crisis revolucionaria y su afán destructor) aparece como
afirmada no sólo en el firme pilar de la demanda atlántica sino también en condiciones de
inversión más favorables; por otro lado, queda patente la atracción que ejercía el sur del litoral
como sitio donde el precio de las manos era mucho más rendidor para sus dueños: y, por
tanto, también como lugar en el cual era posible labrarse una mejor posición en la vida, ya que
el inicio de la propia explotación individual, para quienes migraban en busca de un sitio
donde vivir y trabajar, sería seguramente más fácil o más rápido en Entre Ríos que en
Corrientes. Por otro lado, esos altos salarios nos hablan de las posibilidades productivas del
área, limitadas fuertemente por la escasez de brazos; resulta particularmente interesante
constatar que la avidez por captar mano de obra persistiría en aquellas tierras vacías hasta
muy entrado el siglo XIX: con el tiempo no cesaron de llegar labradores-pastores correntinos
a los campos entrerrianos que eran, invariablemente, bien recibidos por las autoridades
locales. En contraste, pareciera que los hacendados correntinos no se esforzaran por retener a
su mano de obra85. A la luz de nuestros datos, esa actitud se explica: en Entre Ríos era posible
que el fruto del trabajo rindiera mucho más que en Corrientes, donde sólo podía esperarse una
expansión productiva limitada, y sin dudas su retroceso esporádico por efecto de coyunturas
adversas.

En esas condiciones, resulta particularmente interesante que nos ocupemos de las opciones
que tenían los estancieros entrerrianos para paliar la escasez de trabajadores por medio de la
compra de esclavos. Resulta claro que la principal limitación de esta práctica era el alto costo
de la misma; si Esteban García de Zúñiga pudo encararlo, es sugestivo considerar que realizó
la mayor parte de la inversión necesaria de una sola vez y en un momento determinado; es
probable que haya obtenido condiciones de compra particularmente convenientes, situación
que luego sería difícil lograr repetir. También, en relación directa con el manejo de la mano
de obra y la rentabilidad de la explotación agraria está la cantidad de personal necesario para
manejarla. Las cuentas de Pedro García de Zúñiga nos muestran que era relativamente fácil
para un propietario que empleara mano de obra asalariada el ampliar o reducir su fuerza de
trabajo según las coyunturas: como lo hizo notar el auditor de las cuentas, Juan Carlos Wright,
después de tres años de sequía, dos de ellos también de guerra, en 1803 “empeso la Estancia a
querer producir utilidades, para resarsir el quebranto pasado...”. Según hemos dicho, es
justamente en este año que aumenta en forma sustancial la cantidad promedio de peones que
trabajan mensualmente. Como se comprende, esa flexibilidad hubiera sido imposible de
contarse mayormente con mano de obra esclava; es probable, entonces, que el saldo entre las
ventajas y desventajas del reemplazo de peones libres por forzados terminara siendo poco
significativo. Sí resulta importante considerar que, de una u otra forma, la cantidad de
personal necesario para el manejo de la explotación era bastante más grande que lo que
sugerían las dos famosas líneas de Félix de Azara acerca de que bastaban un capataz y diez

85
Sobre la continuidad de la migración de pastores correntinos hacia el oriente entrerriano en la primera mitad
del siglo XIX, ver Schmit, R. “Población, migración ...”. Sobre la aceptación por parte de las autoridades
entrerrianas de esos migrantes, el mismo R. Schmit, comunicación personal.
peones para dar cuenta de diez mil cabezas de ganado86. La estancia de Pedro García de
Zúñiga, con 12.430 cabezas de ganado vacuno manso en noviembre de 1800, necesitó un total
de 5.010 días-hombre en el período enero a diciembre de 1800; esto es, alrededor de 17
hombres a tiempo completo. Es decir, uno por cada 600 cabezas de ganado87. Por su parte, en
la estancia de Esteban García de Zúñiga existieron 18.500 vacunos repartidos en 7 rodeos, y
otros 16.000 en tres; para todos ellos había disponibles un total de 29 esclavos masculinos en
edad laboral; o sea uno cada 1.189 cabezas. Según los cálculos del auditor Wright, que
transcriben Mayo y Latrubesse, para el manejo de los siete puestos de estancia en el
establecimiento de Pedro García Zúñiga harían falta 5 capataces y 22 peones; o sea un
promedio de 621 vacunos por cada hombre. Todas estas cifras (si consideramos que en la
estancia de Esteban podía llegar a contratarse mano de obra asalariada como complemento de
la esclava en períodos de necesidad, por lo que el ratio vacuno / hombre bajaría) nos advierten
nuevamente tanto sobre las exageraciones de Azara como sobre la imposibilidad de operar
con menos de esa cantidad de personal: el alto porcentaje de vacunos alzados en las estancias
de ambos hermanos apunta a que aún esa proporción a veces resultaba insuficiente. Como es
lógico, los peones y capataces de residencia local trabajaron más días que los otros: un
promedio de 333 contra 19288. Los capataces son quienes demuestran mayor grado de
permanencia: 470 días en promedio contra 182 de los peones generales, 94 de los domadores
y 164 de los peones de la jabonería. No parece haber necesariamente una preferencia por los
residentes locales para los cargos de mayor responsabilidad: sólo hubo 4 capataces que
figuraron en los libros parroquiales, mientras que los demás (12 personas) no fueron
encontrados en ellos. Los cambios de categoría son frecuentes (peones que pasan a capataz,
domadores que pasan ser peones, trabajadores a destajo que se “efectivizan”, y todos esos
casos viceversa). Los “picos” de demanda estacional, si bien no demasiado marcados (salvo
en el último año, quizá por el inicio de tareas de faenamiento más sistemáticas) coinciden con
lo que sabemos acerca de los ritmos de trabajo en otras grandes estancias: baja convocatoria
en el inicio del año, aumento en marzo y sostenimiento de la demanda hasta la llegada del
verano89. Dadas estas condiciones, no parece que fuera muy económico mantener esclavos,
salvo que se los integrara a otras tareas, o se pensara en ellos como un rubro de inversión
similar al ganado y por tanto se tratara de “criarlos” para su posterior venta. En todo caso, más
allá de consideraciones humanitarias, podría ser que no sólo entraran los números en el
cálculo de los propietarios; un sugestivo documento nos informa que, en 1795, Esteban García
de Zúñiga empleó a sus “negros” para intimidar a un funcionario que medía tierras linderas,
“aciendo armas con desacato de la Jurisdicion qe. egercia, y grave escandalo del vecindario
qe. ael efecto de egecutar la mensura habia concurrido...”90.

¿Hay razones para pensar en que el propietario podía esperar una mayor “lealtad” de parte de
esclavos que residían en la hacienda con su familia, que de parte de peones que trabajaban,
cobraban y se iban? No lo sabemos, y además el análisis de esa anécdota supera ampliamente
los límites que nos hemos impuesto aquí; para alivio del lector, no pretenderemos resolverlo.

86
Azara, F. de, Memoria..., p. 8.
87
Por supuesto, no estamos contando el resto de los animales, que suman 4.957 cabezas (entre caballos, yeguas,
burros, ovejas, etc.).
88
Los días-hombre no necesariamente fueron de trabajo continuado; los reingresos son una constante.
89
Sobre este tema puede verse Gelman, J. Campesinos..., p. 195.
90
Francisco García Petisco al Comandante General de Entre Ríos, Conti, 24 de febrero de 1795. En AGN IX-3-
5-7, Correspondencias de Entre Ríos, legajo 2, sin foliar.

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