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CAPITULO I

PROBLEMA

En este capítulo se analizará la problemática en estudio considerando el


planteamiento del problema, su formulación, los objetivos y la justificación e
importancia de la investigación.

Planteamiento del Problema

Hasta hace pocos años, se pensaba que el cerebro era el órgano privilegiado
inmunitariamente, ya que no estaba afectado de ningún modo por las respuestas
inmunes o inflamación. Ciertamente está protegido hasta cierto punto, por influencias
externas, por la “barrera hematoencefálica”.
Pues realmente esto no es una barrera, sino una serie de células endoteliales
especializadas en los vasos sanguíneos del cerebro, que son relativamente resistentes al
paso de grandes moléculas, o células inmunitarias de la sangre al cerebro. Sin embargo,
esta concepción del cerebro como privilegiado ha cambiado dramáticamente en la
última década como el resultado de las diversas investigaciones sobre las interacciones
entre el cerebro y el sistema inmune. Es por ello, que la Neuroinmunología es
actualmente un aréa muy activa de investigación.
Es así, como nace la idea de investigar sobre el sistema inmunológico humano,
donde históricamente, inmunidad significa protección frente a las enfermedades
infecciosas. Las células y moléculas responsables de dicha inmunidad tiende a constituir
el sistema inmune y la respuesta global y coordinada tras la introducción de sustancias
extrañas es la respuesta inmunitaria.
Dicho sistema inmunológico o inmune se encarga de mantener nuestro cuerpo
preparado para rechazar a los gérmenes patógenos que nos producen diversas

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enfermedades. Este se encarga de actuar como un sistema de defensas al cuerpo ante las
enfermedades que se puedan presentar, el mismo se adquiere al nacer, y va madurando y
consolidándose durante los primeros años de vida.
Este término “inmunológico” se origina en la medicina y en los primeros estudios
sobre las causas de la inmunidad a las enfermedades. La referencia más antigua a la
inmunología se produce durante la época de la plaga de Atenas en el 430 a. c., donde
Tucidides notó que algunas personas que se habían recuperado de un brote anterior de
la enfermedad que podían atender a los enfermos sin contraer dicho mal por segunda
vez. Esta observación de inmunología adquirida, fue utilizada luego por Louis Pasteur,
en el desarrollo de la vacunación y en su teoría microbiana de la enfermedad.
Desde luego, la teoría de Pasteur se oponía a las teorías contemporáneas sobre las
enfermedades, tales como la teoría miasmática. Es así, como no se confirmo que los
microorganismos fueran la causa de las enfermedades infecciosas hasta 1891, cuando
Robert Koch enunció sus postulados, por lo que recibió el Premio Nobel en 1905. Ya
para 1901, con el descubrimiento del virus de la fiebre amarilla por Walter Reed, se
confirmó que los virus son patógenos humanos.
Desde entonces, para esas épocas se produjo un gran avance en la inmunología
hacia el final del siglo XIX, todo gracias al rápido desarrollo de los estudios de
inmunidad humoral y de inmunidad celular. De particular importancia fue el trabajo de
Paul Ehrlich, quien propuso la teoría de la cadena lateral para así, explicar la
especificidad de la reacción antígeno-anticuerpo; donde sus contribuciones al
entendimiento de la inmunología humoral fueron reconocidas con el Premio Nobel en
1908.
Dicho de otro modo, el sistema inmune es nuestra primera línea de defensa contra
los invasores externos. Estos invasores, virus y bacterias varían desde los pocos
peligrosos, como los de la gripe, hasta los altamente peligrosos que ponen en riesgo
nuestra vida, como por ejemplo, el VIH, meningitis o incluso tuberculosis.
Efectivamente, nuestras defensas trabajan de distintas formas. La primera de ellas
es directamente sobre el tejido infectado, dañado o inflamado causando dolor, cambios
en el flujo sanguíneo y liberación local de moléculas inflamatorias. De forma más

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general, la activación del sistema inmune activa la producción y presencia de las células
llamadas leucocitos, macrófagos y proteínas de la fase aguda genera los síntomas que
todos los seres humanos hemos sentido alguna vez (Fiebre, Malestar, Dolor,
Somnolencia, Pérdida de Apetito y de Interés). Cada una de estas respuestas ayuda a
combatir la infección, preserva la energía y ayuda a reparar el tejido afectado, aunque
cuando se produce una activación excesiva y/o continuada, puede ser incluso negativa,
dañándonos. Por lo que tiene que estar cuidadosamente controlada.
Por consiguiente, el sistema inmune está conformado por una serie de órganos,
tejidos y células esparcidas de manera amplia por todo el cuerpo. Desde el punto de
vista de sus características estructurales se pueden encontrar órganos macizos como el
Timo, el Bazo y los Ganglios Linfáticos y Estructuras Tubulares, como los vasos
linfáticos que se encuentran intercomunicando algunos de los órganos mencionados
anteriormente. Si se llega a tomar en cuenta las funciones que realizan, entonces se
pueden clasificar dichos órganos en primarios y secundarios. Donde en los primeros
tiene lugar la generación de las células que conforman al sistema inmune (linfopogesis)
y además existe un microambiente idóneo de modo que los linfocitos adquieren su
repertorio de receptores específicos para cada tipo de antígeno. Mientras que los
segundos se encargan de hospedar las células capacitadas funcionalmente para
interactuar con microorganismos o antígenos, atrapados por estos órganos, en un
entorno adecuado para que las mismas interactúen con dichos agentes extraños al
organismo y los eliminen.
Estos órganos están interconectados por vasos sanguíneos y vasos linfáticos, de
forma tal que se constituye un sistema unitario, entrelazado y bien comunicado. Estos
vasos transportan las células del sistema inmune, de las cuales el actor principal es el
linfocito.
En resumidas cuentas, la habilidad de un sistema inmune de proteger al cuerpo es
tanto instintiva como adquirida, en otras palabras, combate las invasiones con
respuestas tanto innatas como adquiridas. Junto con otras defensas pasivas como la piel,
el ácido del estómago y la mucosidad, el sistema inmunitario innato también contiene

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mecanismos activos de repuesta inmune que incluyen las células asesinas naturales o
células NK (células con actividad agresora natural).
Como todo frente de defensa innato, las células NK no necesitan ser expuestas a
una bacteria infecciosa para actuar; ellas sencillamente reconocen las células extrañas y
se ponen a trabajar pero se les puede enseñar a trabajar mejor. Desafortunadamente, aún
el sistema inmune innato más fuerte tiene dificultad para enfrentarse a la variedad de
microbios que enfrentamos a diario. Es allí, cuando entra en escena el sistema
inmunitario adquirido; adoptando nuevas habilidades y desarrollando nuevas
herramientas para tratar con el sin numero de invasores microbianos.
Pero para que este sistema se adapte para atacar, este debe primero reconocer las
amenazas antes de poder desarrollar las armas para combatirlas. Es por ello, que no nos
debemos sorprender cuando nos sintamos mal por unos cuantos días. Lo bueno es que
después que el sistema inmune adquirido haya desarrollado las armas para combatir
una infección especifica, le queda grabado en la memoria y está listo para el siguiente
ataque.
Por tales motivos planteados con anterioridad, se emprende una investigación
documental de campo, tendiente a analizar el sistema inmune, o inmunológico humano
como agente de protección a nuestro organismo.

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Formulación del Problema de Investigación

Determinar la actuación del sistema inmunológico humano frente a las


enfermedades infecciosas a través del estudio de órganos y células que componen el
mismo.

Objetivos de la Investigación

General

Adquirir y aplicar el conocimiento de la terminología, los elementos y fenómenos


propios del sistema inmunitario y de su reacción ante las enfermedades.

Específicos

.- Identificar los órganos del sistema inmunitario.


.- Identificar las células del sistema inmunitario.
.- Analizar y explicar como el sistema inmunológico protege al ser humano ante
las enfermedades.

Justificación e importancia del Problema

Nuestra salud es influenciada directamente por nuestro sistema inmunológico. Un


sistema inmunológico equilibrado y saludable es vital para que el cuerpo tenga la
habilidad de defenderse contra las infecciones. Es por ello, que dicho sistema representa
nuestra primera línea de defensa contra los invasores externos. Estos invasores virus y
bacterias varían desde los poco peligrosos, como los de la gripe, hasta los altamente
peligrosos que ponen en riesgo nuestra vida, como por ejemplo, el VIH, meningitis o
incluso tuberculosis.

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Es por ello, que los seres humanos estamos constantemente expuestos a agentes
infecciosos, rn la mayoría de los casos, somos capaces de resistir a estas infecciones y
es nuestro sistema inmune el que se encarga de esta función. El sistema inmune esta
compuesto de dos principales subdivisiones, el sistema innato o no-especifico y el
sistema adaptativo o especifico. El sistema inmune innato es la primera línea de defensa
contra organismos invasores mientras que el sistema inmune adaptativo actúa como la
segunda línea de defensa y además ofrece protección contra re-exposiciones al mismo
patógeno. Cada una de las principales subdivisiones del sistema inmune cuenta con
componentes celulares y humorales los cuales llevan entre los dos sistemas (i, e., los
componentes del sistema inmune innato influyen en el sistema inmune adaptativo y
viceversa).
Si bien la función de ambos sistemas innato o adaptativo es la de protegernos
contra organismos invasores, estos difieren en ciertos aspectos. El sistema inmune
adaptativo requiere tiempo para reaccionar a un organismo invasor, mientras que el
sistema inmune innato incluye defensas que, en su mayor parte, se encuentran presentes
constitutivamente y listas para ser movilizadas durante la infección. Segundo, el sistema
inmune adaptativo es específico para el antígeno y reacciona solo con el organismo que
indujo la respuesta. En contraste, el sistema innato no es específico del antígeno y
reacciona igualmente bien contra una variedad de organismos. Finalmente, el sistema
inmune adaptativo posee memoria inmunológica. Es decir, “recuerda” que previamente
se ha encontrado con un agente invasor y reacciona más rápidamente a la exposición
subsecuente con el mismo organismo. En contraste, el sistema inmune innato no tiene
memoria inmunológica.
Todas las células del sistema inmune tiene su origen en la medula ósea y estas
incluyen a las células mieloides (neutrófilos, basófilos, eosinófilos, macrófagos y
células dendríticas) y a las células linfoides (linfocitos B, linfocitos T y células asesinas
naturales), las cuales se diferencian a lo largo de distintas vías. La célula progenitora
mieloide (célula madre) en la médula ósea da lugar a los eritrocitos, plaquetas,
neutrófilos, monocitos/macrófagos y células dendríticas mientras que la célula
progenitora linfoide da lugar a las células asesinas naturales (NK), células T y células B.

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para el desarrollo de las células T se requiere que células precursoras de T emigren al
timo en donde se diferencian en dos distintos tipos de células T, las células T
cooperadoras CD4+ y las células precitotóxicas CD8+. Dos tipos de células T
cooperadoras se producen en el timo, las células TH1, que ayudan a diferenciarse a las
células pre-citotóxicas CD8+ en células T citotóxicas, y las células TH2, que ayudan a
las células B a diferenciarse en células plasmáticas, que secretan los anticuerpos.
Por consiguiente, la principal función del sistema inmune es la discriminación de
lo propio y lo no propio. Esta habilidad para distinguir lo propio de lo no propio es
necesaria para proteger al organismo de invasores patógenos y para eliminar células
propias modificadas o alteradas (vg. Células Malignas). Ya que los patógenos se pueden
replicar intracelularmente (virus y algunas bacterias y parásitos) o extracelularmente (la
mayoría de las bacterias, hongos y parásitos), los diferentes componentes del sistema
inmune han tenido que evolucionar para protegernos de estos diferentes tipos de
patógenos. Es importante recordar que la infección con un organismo no necesariamente
significa enfermedad, ya que en la mayoría de los casos el sistema inmune es capaz de
eliminar la infección antes de que ocurra la enfermedad. La enfermedad se presenta solo
cuando el tamaño de la infección es alto, cuando la virulencia del organismo invasor es
grande o cuando la inmunidad está comprometida. Aunque el sistema inmune, en su
mayor parte, tiene efectos benéficos, puede haber efectos nocivos también. Durante la
inflamación, producida en respuesta a un organismo invasor, puede haber irritación
local y daños colaterales a los tejidos sanos como resultado de los productos tóxicos
producidos por l respuesta inmune. Además, en algunos casos la misma respuesta puede
dirigirse hacia los tejidos propios resultando en una enfermedad autoinmune.
En la actualidad, sin embargo, muchos factores contribuyen al debilitamiento
general de las defensas del cuerpo. Los antibióticos han comenzado a fallar a medida
que la resistencia de muchas especies infecciosas se multiplica. Las enfermedades ahora
se esparcen más rápidamente que nunca antes, debido a la inhabilidad del gobierno para
controlar los códigos de salud, el deterioramiento de la calidad del agua y los frecuentes
viajes internacionales.

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Afortunadamente, investigaciones recientes han descubierto un agente natural que
puede aumentar nuestra habilidad para combatir las enfermedades y mejorar la calidad
de vida para muchas personas. Factor de transferencia es el nombre dado a este agente
relativamente nuevo. Se encuentra el calostro y otras fuentes, y es un medio natural para
fortalecer nuestro sistema inmunológico contra las enfermedades.
En resumidas cuentas, en el presente proyecto la orientación que se da con
respecto al tema del sistema inmunológico humano esta enfocado hacia una perspectiva
biologista, reduciéndose a la entrega de información relativa a la biología de la
inmunidad en un sentido amplio, donde se pondrá en manifiesto los conocimientos
adquiridos durante la carrera y permitirá sentar las bases para otros estudios que surjan
partiendo de la problemática aquí especificada.

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CAPITULO II

MARCO TEORICO REFERENCIAL

En este capítulo del presente trabajo de investigación se abordará el marco general


de referencia o conocimientos previos de la investigación, así como también se
presentaran las bases teóricas que fundamentan el estudio. En primer lugar, se exponen
algunas investigaciones previas sobre el tema, así como también los antecedentes
históricos del mismo, luego se analizan las bases teóricas y por último se conceptualizan
algunos términos que hacen referencia al estudio.

Antecedentes de la Investigación

Paul Ehrlich (1859-1915), realizó un estudio denominado “La inmunidad de la


cadena lateral”; cuyo objetivo fue establecer la base química para la especificidad de la
respuesta inmunológica.
Como resultado de este estudio se obtuvo que una célula bajo amenaza podía
producir cadenas laterales adicionales para unirse a la tóxica, y que esas cadenas
laterales adicionales se rompían para convertirse en los anticuerpos que están circulando
a través del cuerpo.
Fueron estos anticuerpos los que Ehrlich describió por primera vez como las
“balas mágicas” en busca de toxinas.
Una estructura química puede usarse para explicar por qué la respuesta inmune
ocurriría en reacción a la infección, donde se cree que las toxinas y antitoxinas eran
sustancias químicas en aquellos tiempos en que se sabía muy poco sobre su naturaleza.
Este estudio se relaciona con nuestra investigación debido a que el sistema
inmune se compone también de células dispersas por todo el organismo, las cuales
siempre están presente para actuar rápidamente ante la presencia de microorganismos,

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haciéndole frente a sustancias extrañas incluyendo agentes infecciosos y
macromoléculas cuyo fin es su eliminación, resultando así una respuesta inmunológica.

Arsola Ricardo (2004); fue uno de los que elaboro un proyecto de investigación
sobre el sistema inmune; cuyo objetivo principal fue conocer y comprender que el
sistema inmunológico protege al organismo contra los microbios mediante las
reacciones tempranas de la inmunidad innata y las respuestas más tardías de la
inmunidad adaptativa.
Como resultado de esta investigación, se encontró que la inmunidad en sentido
amplio incluye una gran diversidad de mecanismos inespecíficos y específicos, en los
cuales los primeros forman parte de la inmunidad innata o natural y los segundos a la
inmunidad adaptativa o adquirida, desde donde los mecanismos involucrados en ambos
están estrechamente ligados entre sí y pueden ocurrir secuencialmente.
La inmunidad innata presenta mecanismos que previenen el ingreso de
microorganismos u otras moléculas o partículas extrañas a través de barreras mecánicas
en la superficie del cuerpo; así como sustancias antibacterianas en secreciones como lo
son: las lagrimas, lisozima, lactoferrina, defensinas, criptocidinas, ph en estómago,
tracto urinario, etc.
Mientras que, las respuestas inmune adaptativas, a diferencia de las de la
inmunidad innata, se gestan o inducen a partir del contacto del sistema inmune con el
micro-organismo u otra macromolécula no propia. Esto quiere decir, que el sistema
inmune está formado por células con receptores preformados que son específicos para
una determinada molécula. Estas células al contactar con esta molécula, se activan y
generan una respuesta que la elimina.
Este estudio nombrado anteriormente guarda una estrecha relación con nuestro
trabajo de investigación, debido a que tanto la inmunidad innata como la adaptativa
dependen de la habilidad del sistema inmunitario para distinguir entre las moléculas
propias y las que no lo son. Donde las moléculas propias son aquellos componentes de
un organismo que el sistema inmunitario distingue de las sustancias extrañas. Por el
contrario, las moléculas que no son parte del organismo, son reconocidas como

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moléculas extrañas llamadas antígenos, los cuales tienden a ser sustancias que se
enlazan a receptores inmunes específicos y desencadenan una respuesta inmune.

Antecedentes Históricos

Para realizar esta parte del trabajo se analizará un artículo de Blank Abraham
(2002); el cual desarrolla una interesante discusión sobre el sistema inmunitario
humano, como mecanismos específicos de inmunidad.
Según Blank Abraham (2002), afirma que estos organismos corren a cargo de
unos leucocitos (glóbulos blancos) específicos, los linfocitos, que reconocen el germen
invasor y elaboran una respuesta de defensa frente al mismo que solo sirve para dicho
germen u otra infección producida por el mismo. En ello reside la inducción y la
especificidad de estos mecanismos, que comúnmente se conocen como respuestas
inmunitarias inducidas, donde el conjunto de estas células y los órganos o estructuras
del cuerpo relacionadas con ellas, bien sea en su formación, maduración o localización,
constituyen el sistema inmunatio humano.
El sistema inmunitario humano protege al organismo de una amplia variedad de
agentes infecciosos (bacterias, hongos, parásitos y virus) que pueden ocasionar en el
organismo que los recibe diferentes enfermedades. Para ello es capaz de reconocer a los
componentes del agente patógeno e iniciar una serie de respuestas encaminadas a
eliminarlo cuyas características fundamentales son la especificidad y la memoria.
El Sistema Inmunológico tiene dos principales funciones: 1) reconocer sustancias
(también llamadas antígenos) extrañas al cuerpo y 2) reaccionar en contra de ellas. Estas
sustancias (o antígenos) pueden ser micro-organismos que causan enfermedades
infecciosas, órganos o tejidos trasplantados de otro individuo, o hasta tumores en
nuestro cuerpo. El adecuado funcionamiento del Sistema Inmunológico provee
protección contra enfermedades infecciosas, es responsable de rechazar órganos
trasplantados, y puede proteger a una persona del cáncer.
Una de las funciones más importantes del Sistema Inmunológico es la protección
contra enfermedades infecciosas.

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No obstante, el cuerpo está en constante reto por una gran variedad de micro-
organismos infecciosos como bacterias, virus y hongos. Estos micro-organismos pueden
provocar una variedad de infecciones, algunas relativamente comunes y normalmente
no muy serias, y otras menos comunes y más serias. Por ejemplo, una persona en
promedio tiene algunas infecciones de "gripe" cada año provocadas por una gran
variedad de virus respiratorios. Otros virus pueden provocar infecciones más serias en el
hígado (hepatitis) o infecciones en el cerebro (encefalitis).
Es por ello, que las infecciones por bacterias más comunes son entre otras,
"streptococo" en la garganta, infecciones de la piel (impétigo) e infecciones en el oído
(otitis). En algunas ocasiones una infección por una bacteria puede ser muy seria como
cuando afecta la cubierta del cerebro (meningitis) o cuando afecta los huesos
(osteomielitis). Cualquiera que sea la infección, ya sea causada por una bacteria, virus u
hongo, si es relativamente inofensiva o relativamente seria, si es en la piel, en la
garganta, en los pulmones o en el cerebro, el Sistema Inmunológico es el responsable de
defender a esta persona contra el micro-organismo invasor.
En resumidas cuentas, un sistema inmunológico normal brinda la habilidad de
matar al micro-organismo invasor, limitar el área afectada y por último brindar la
recuperación.
Por el contrario, un sistema inmunológico anormal no puede matar a los micro-
organismos. La infección se puede distribuir y si no es tratado puede morir. Por lo tanto
pacientes con un sistema inmunológico defectuoso comúnmente son susceptibles a
infecciones y esto se convierte en su mayor problema.
En algunas personas las infecciones pueden ocurrir no muy seguidas y sin
consecuencia. En otros, las infecciones pueden ser muy seguidas, y con consecuencias,
o provocadas por un micro-organismo inusual.
Como todas las partes del cuerpo tienen que estar protegidas contra micro-
organismos u otros materiales extraños, el sistema inmunológico se encuentra y tiene
acceso en todas las partes del cuerpo. Sin embargo los componentes más importantes
del sistema inmunológico están concentrados en la sangre, timo, huesos, anginas,
ganglios, médula ósea, baso, pulmones, hígado y los intestinos.

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Cuando una infección empieza en un lugar que solamente tiene unos cuantos
componentes del sistema inmunológico, como la piel, se mandan señales por el cuerpo
para llamar a grandes cantidades de células al sitio de la infección.
El sistema inmunitario está compuesto por células y sustancias solubles. Las
células más importantes del sistema inmunitario son los glóbulos blancos. Los
macrófagos, neutrófilos y linfocitos son distintos tipos de glóbulos blancos. Las
sustancias solubles son moléculas que no forman parte de las células pero que se
disuelven en un líquido, como el plasma. Las sustancias solubles más importantes son
los anticuerpos, las proteínas del sistema del complemento y las citoquinas. Algunas
sustancias solubles actúan como mensajeros para atraer y activar otras células. El
complejo mayor de histocompatibilidad es la base del sistema inmunitario y ayuda a
identificar lo propio y lo extraño.
Los órganos del sistema inmunitario se denominan también órganos linfoides y se
pueden apreciar dos tipos de ellos:

1.- Los órganos linfoides primarios. Son aquellos donde se originan y se


produce la maduración de los linfocitos. A ellos pertenecen:
A) La médula ósea roja, donde están las células madre que originan todas
las células sanguíneas, y entre ellas los linfocitos. A menudo los estudiantes tienden a
confundir esta médula ósea con la médula espinal. Son dos órganos completamente
distintos. La médula ósea se encuentra en el interior de los huesos largos y es, como
hemos dicho, un tejido linfoide. La médula espinal es parte del sistema nervioso y se
encuentra en el interior de la columna vertebral.
B) El Timo, glándula que se sitúa en la zona en la zona superior del tórax,
sobre el esternón, y que reduce mucho su volumen a partir del séptimo año de edad del
individuo. Está formado por dos lóbulos subdivididos, a su vez, en lobulillos separados
por tejido conjuntivo. En cada uno de ellos se diferencia una corteza y una médula. Es
en la corteza donde proliferan las células provenientes de la médula ósea, originando los
timocitos, que al madurar se transforman en los linfocitos T, que emigran a la sangre a
través de las vías linfáticas.

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2.- Los órganos linfoides secundarios. Son aquellos donde se concentran los
linfocitos y sufren una diferenciación terminal. Entre ellos están:

A) El Bazo, órgano muy vascularizado situado en el lado izquierdo del


abdomen. Debajo del diafragma. Está rodeado por una capa fibrosa que penetra en su
interior formando una serie de compartimientos a los cuales van numerosas arteriolas.
Cada una de ellas está rodeada de un tejido linfoide rico en linfocitos, de color blanco y
denominado pulpa blanca. El resto está relleno de un tejido esponjoso de color rojo,
denominado pulpa roja, con función hematopoyética, madurar eritrocitos, destruir los
inservibles y mantener las plaquetas.
B) Los Ganglios Linfáticos, situados a lo largo del sistema linfático, pero
más abundante en las zonas inguinal, axilar, cervical y subclaviar.
C) Las Estructuras Linfoepiteliales, asociaciones de folículos linfáticos y
epitelios de revestimiento de la cavidad interna donde se encuentran, tales como las
amígdalas, las placas de Peyer (situadas en el intestino delgado) y el apéndice
vermiforme del ciego. La inflamación de estos órganos es indicio de una actividad
propia de la reacción inmune, asociada normalmente a una infección.

Es preciso aclarar que, en el organismo, todos los mecanismos actúan


conjuntamente y que la separación aquí indicada obedece únicamente a un desarrollo
didáctico. Sirva como ejemplo de esta afirmación el proceso llevado a cabo por el
sistema del complemento, en el que intervienen una parte especifica, la reacción
antígeno-anticuerpo, y otra inespecífica como es el fijación del complemento o la
fagocitosis.
Por otro lado, el sistema inmunitario ha conformado una compleja red de
procedimientos que pueden dividirse en dos categorías: inmunidad innata (natural) y
aprendida (adquirida).
Todas las personas nacen con inmunidad innata. Los componentes del sistema
inmunitario que participan de la inmunidad innata (macrófagos, neutrófilos y sistema

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del complemento) reaccionan de forma similar ante todas las sustancias extrañas, y el
reconocimiento de los antígenos no varía de persona a persona.
Como su nombre indica, la inmunidad aprendida es adquirida. En el momento de
nacer, el sistema inmunitario de una persona aún no se ha enfrentado al mundo exterior
ni ha comenzado a desarrollar sus archivos de memoria. El sistema inmunitario aprende
a responder a cada nuevo antígeno con el que se enfrenta. En consecuencia, la
inmunidad aprendida es específica de los antígenos que la persona encuentra a lo largo
de su vida. El rasgo característico de la inmunidad específica es la capacidad de
aprender, adaptarse y recordar.
No obstante, el sistema inmunitario lleva un registro o memoria de cada antígeno
que la persona encuentre, ya sea a través de los pulmones (al respirar), el intestino (al
comer) o la piel. Ello es posible porque los linfocitos tienen una larga vida. Cuando los
linfocitos encuentran un antígeno por segunda vez, su respuesta ante él es enérgica,
rápida y específica. Esta respuesta inmune específica explica por qué no se contrae
varicela o sarampión más de una vez a lo largo de la vida, así como el motivo por el que
las vacunas previenen las enfermedades. Por ejemplo, para evitar la poliomielitis, una
persona recibe una vacuna hecha de una forma debilitada del poliovirus. Si
posteriormente esa persona resulta expuesta al poliovirus, su sistema inmunitario busca
en sus archivos de memoria, encuentra los “datos” de este virus y rápidamente activa las
defensas apropiadas. El resultado es que el poliovirus es eliminado por anticuerpos
específicos que neutralizan el virus antes de que tenga oportunidad de multiplicarse o de
invadir el sistema nervioso.
La inmunidad innata y la inmunidad aprendida no son independientes una de otra.
Cada sistema actúa en relación con el otro e influye sobre él, directa o indirectamente, a
través de la inducción de citoquinas (mensajeros). Rara vez un estímulo desencadena
una única respuesta. Lo que hace es iniciar varias, algunas de las cuales pueden actuar
juntas u ocasionalmente competir entre sí. De todos modos las respuestas dependen de
los tres principios básicos del reconocimiento, de la movilización y del ataque.

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En ocasiones el sistema inmunitario no funciona correctamente, interpreta que los
tejidos del cuerpo son extraños y, en consecuencia, los ataca, provocando una reacción
autoinmune. Las reacciones autoinmunes pueden desencadenarse de varias maneras:

- Una sustancia corporal que por lo común queda estrictamente restringida a un


área específica (y en consecuencia escondida del sistema inmunitario) es liberada en la
circulación general. Por ejemplo, el fluido del globo ocular normalmente se limita a las
cámaras del ojo. Si un golpe en el ojo libera este fluido al flujo sanguíneo, el sistema
inmunitario puede reaccionar contra él.
- Una sustancia corporal normal es alterada. Por ejemplo los virus, los
medicamentos, la luz solar o la radiación pueden cambiar la estructura de una proteína
hasta el punto de hacerla parecer extraña.
- El sistema inmunitario responde a una sustancia extraña que tiene una apariencia
similar a una sustancia natural del cuerpo e involuntariamente ataca tanto las sustancias
del cuerpo como las extrañas.
- Algo funciona mal en las células que controlan la producción de anticuerpos. Por
ejemplo, los linfocitos B cancerosos pueden producir anticuerpos anormales que atacan
a los glóbulos rojos.
Los resultados de una reacción autoinmune varían. Es frecuente que la persona
tenga fiebre. Varios tejidos pueden resultar destruidos, como vasos sanguíneos,
cartílago y piel. Virtualmente todos los órganos pueden ser atacados por el sistema
inmunitario, incluyendo los riñones, los pulmones, el corazón y el cerebro. La
inflamación y el daño que se produce en los tejidos pueden causar insuficiencia renal,
problemas respiratorios, funcionamiento cardíaco anormal, dolor, deformación, delirio y
muerte.
Un gran número de trastornos casi con certeza tienen un origen autoinmune,
incluyendo el lupus (lupus eritematoso sistémico), la miastenia grave, la enfermedad de
Graves, la tiroiditis de Hashimoto, el pénfigo, la artritis reumatoide, la esclerodermia, el
síndrome de Sjögren y la anemia perniciosa.

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Bases Teóricas

Órganos del Sistema Inmunitario

El propósito del sistema inmunológico es mantener fuera del cuerpo a los


microorganismos infecciosos tales como ciertas bacterias, virus y hongos, así como
destruir cualquier microorganismo infeccioso que invada al cuerpo. El sistema
inmunológico está formado por un conjunto vital y complejo de células y órganos que
protegen al cuerpo contra la infección.
Estos órganos están divididos en dos grandes grupos como lo son los órganos
primarios y los secundarios, los cuales se desarrollan a continuación.

Órganos Linfáticos

Órganos Primarios

Como órganos primarios tenemos al timo, donde maduran los linfocitos T, y la


médula ósea, sitio de linfopoyesis y maduración de los linfocitos B. En etapas
tempranas del desarrollo fetal, el hígado asume estas funciones, aunque paulatinamente
se ve sustituido por la médula el cual es el otro órgano primario que por su importancia
en la hematopoyesis será tratada en capítulo correspondiente a este tejido conjuntivo
especializado.

Timo.
Es un órgano localizado en el tórax, por encima del corazón. Su origen
embrionario es endodérmico, de la tercera y cuarta bolsa faríngea en donde las células
epiteliales crecen adentrándose en el mesénquima y formando cordones sólidos que
pierden sus conexiones con sus lugares de origen. Esta manera semejante a la formación
de las glándulas endocrinas fue la causante que durante mucho tiempo se pensara que
este órgano pertenecía al sistema de secreción interna.

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Dos lóbulos conforman el timo, rodeados ambos por una delgada cápsula de tejido
conjuntivo que emite tabiques hacia el interior del mismo, los cuales forman trabéculas
que a su vez dividen los lóbulos, en múltiples lobulillos incompletos, constituyendo una
parte del estroma del órgano.
Estos lobulillo están llenos de células linfoides denominadas timocitos,
distribuidas en una corteza de gran densidad celular y una médula de menor densidad
celular. Existe un gradiente de maduración de estas células tímicas que van desde las
más inmadura en la corteza hasta las que se encuentran en una etapa de maduración más
tardía en la médula. Tanto en la corteza como la en la médula se encuentra una red de
células no linfoides que constituyen el estroma tímico, y que consta de varios tipos
celulares:

A. De seis tipos de células reticuloepiteliales:

1. en la corteza más externa, las células nodriza (tipo I y II)


2. en la corteza, células corticales epiteliales (tipo III y IV)
3. en la médula, células medulares epiteliales (tipo V y VI).
Aunque algunos autores consideran que solo existen tres tipos y las restante
son variantes funcionales de las mismas.

B. Células dendríticas interdigitantes sobre todo en el límite cortico-medular.


C. Macrófagos, con una localización similar a las dendríticas.
Todas estas células no linfoides del estroma expresan en sus superficies moléculas
MHC de tipo I y/o II, y participan en la maduración y selección de los timocitos hacia
células T maduras.
El proceso de proliferación, diferenciación y maduración de los timocitos hasta
linfocitos T es complejo y están involucradas no solo las células, sino también factores
solubles que intervienen en los mismos. A continuación exponemos de una manera
breve como se lleva a cabo en este órgano dichos procesos.

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Los progenitores linfoides de los linfocitos, procedentes de la médula ósea, entran
en el timo y comienzan a dividirse activamente en la corteza; sin embargo, una buena
parte de los mismos (más del 95%) mueren por apoptosis, y eliminadas por los
macrófagos, pues durante este procesos han ido interactuando con las células estromales
provistas de MHC en sus membranas (células nodrizas, corticales epiteliales y células
dendríticas) dando lugar a dos fases de selección. Una fase de selección positiva, donde
solo sobreviven aquellos timocitos capaces de reconocer con su TCR las moléculas
MHC propias con una adecuada afinidad, mientras que los otros mueren por apoptosis.
Y una segunda fase de selección denominada negativa, en la cual sólo sobreviven
aquellos timocitos que no reconocen lo propio es decir que no son auto reactivos de
manera tal, los sobrevivientes van emigrando hasta la médula, donde terminan de
madurar, y salen del timo como células T vírgenes maduras (inmunocompetentes), por
medio de las vénulas postcapilares del timo.
De esta forma sólo salen como linfocitos T maduros aquellas células auto
tolerantes (no inmunidad a lo propio) y capaces de reconocer antígenos (moléculas
extrañas al propio individuo) en el contexto del haplotipo propio del MHC.
Este fenómeno de selección y maduración nos permite explicar las características
morfológicas de este órgano.
Como se ha podido observar la corteza es la parte periférica del timo y en ella se
encuentra una alta densidad de timocitos que junto a los componentes del estroma dan
una coloración más oscura a esta zona, encontrándose células de gran tamaño
semejantes a los linfoblastos descritos al inicio. Por su parte en la médula se observa
una aclaración dado al menor número de células linfoide. En el interior de esta se
encuentran unas formaciones acidófilas que reciben el nombre de corpúsculos de
Hassall y están constituidos por estructura de células epiteliales dispuestas
concéntricamente en cuyo centro se pueden observar signos de degeneración como son
los núcleo pignóticos, material hialino y queratinización.

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Vasos Sanguíneos
El riego sanguíneo está representado por la arteria mamaria interna y la tiroidea
inferior, las cuales envían arterias lobulillares que atraviesa la corteza dirigiéndose a la
médula donde se convierte en arteriola y capilares que la riegan.
La corteza esta irrigada solamente por capilares procedentes de arteriolas que
corren en la unión cortico medular y de la corteza va a la cápsula. Las vénulas de
regreso pasan principalmente hacia la médula y luego a las trabéculas interlobulillar
para drenar por último en el tronco braquiocefálico izquierdo y en las venas tiroideas.

Barrera hemotímica
Los progenitores linfoides de los linfocitos, procedentes de la médula ósea, entran
en el timo y comienzan a dividirse activamente en la corteza; sin embargo, una buena
parte Esta estructura cobra un gran importancia en este órgano debido a la minuciosa
selección que se lleva a cabo en el mismo, para la cual se requiere un estricto control de
que los componentes que viajan por el torrente sanguíneo no pasen a los
compartimentos internos del timo y modifiquen la maduración de los linfocitos T
vírgenes y que van a realizar su función en lugares distantes cuando son estimulados por
un antígeno específico. Por estas razones la barrera está formada por estos elementos
fundamentales:

1. Endotelio continuo, zonas ocluyentes del capilar


2. Lámina basal gruesa y pericitos
3. Espacio pericapilar con macrófagos
4. Células reticulares epiteliales tipo I y su lámina basal.

Con estos elementos es difícil de que exista la posibilidad de que un antígeno que
viaje en la sangre, pueda atravesar esta barrera para ponerse en contacto con los
timocitos que están llevando a cabo la transformación necesaria para convertirse en una
célula inmunológicamente competente.

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Desarrollo y Evolución del Timo

En humanos, al nacer, el timo pesa 10-15 g, alcanza su máximo desarrollo en la


adolescencia, época en la que llega a pesar 30-40 g, y va involucionando con la edad, de
modo que en la vejez (> 60 años) pesa entre 10 -15 g. Por lo tanto, en la vida adulta, la
producción de linfocitos T en el timo decae bastante, aunque siempre existe una
actividad residual.
En la fase adulta, cuando el timo ha involucionado, sigue habiendo maduración de
linfocitos T en otros lugares, principalmente en el epitelio intestinal, donde se produce
linfopoyesis de célula T que permanecen en el epitelio intestinal o migran a la lámina
propia.

Órganos Secundarios

Los órganos secundarios están representados por el bazo, el cual procesa los
antígenos que transitan en la sangre, los ganglios linfáticos que lo hacen de los
existentes en los tejidos y por último tenemos el tejido linfoide asociado a mucosa, que
se encarga de realizar esta función en las mucosas de los órganos como el pulmón, las
vías digestivas y el tracto urinario. También se debe de tener en cuenta que en la
respuesta secundaria la médula ósea se comporta como un órgano secundario.

Bazo

El bazo es el mayor de los órganos linfoides ubicado dentro de la cavidad


abdominal. Varía mucho su volumen de acuerdo a con la cantidad de de sangre que
retenga en su interior y según la actividad hematopoyética que realice. Su color
purpúreo se debe a la gran cantidad de sangre que contiene. Es una visera blanda y muy
friable, lo cual tiene importancia para los traumatismos abdominales.
Al M/O se observa que está rodeado por una cápsula de tejido conjuntivo que
tiene células de músculo liso y fibras colágenas y elásticas. La cápsula es lisa

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externamente porque está cubierta por una túnica serosa peritoneal con células
mesoteliales, Las trabéculas se extienden hacia el interior del órgano desde el hilio que
es la parte del bazo en que hay una identificación profunda y por donde entra y sale la
sangre. Algunas trabéculas parten desde la cápsula. El resto de la armazón del bazo está
formado por fibras reticulares que constituyen una verdadera trama intertrabecular que
se internan en el órgano. Todo esto, cápsula, tabique y armazón reticular forman el
estroma que se encuentra relleno de los elementos de integran el parénquima, la pulpa
esplénica, la cual puede ser de dos tipos blanca y roja.
La pulpa blanca está constituida por tejido linfoide en forma de cordones
acompañando el trayecto de una arteria a manera de vaina o formando nódulos
linfáticos el cual se distingue de los demás órganos linfáticos por presentar una arteria
central. Es en estas zonas blanquecina del bazo es donde se encuentran los linfocitos en
distintas etapas de maduración.
Entre los nódulos linfáticos y la pulpa roja se observa una zona marginal no bien
delimitada, formada por tejido linfoide laxo, con linfocitos, macrófagos y numerosas
células dendríticas. En dicha área se retienen gran cantidad de antígenos que viajan en la
sangre, los cuales son expuestos a los linfocitos del Bazo.
Los linfocitos que conforman la vaina periarterial corresponden a linfocitos T
mientras que los presentes en los nódulos en su mayoría son del tipo B.
Por estas características y por encontrarse interpuesto en la circulación sanguínea,
el bazo está considerado de gran importancia en la defensa del organismo y es un activo
productor de inmunoglobulinas (anticuerpos).
Por otra parte la pulpa roja está constituida por cordones anastomosados de
células denominados esplénicos o de Billroth entre los cuales se encuentran senos
venosos interconectados, las sinusoides.
Los cordones de Billroth pueden variar de espesor en dependencia del estado de
distensión de los sinusoides. Además de las células reticulares estos cordones contienen
macrófagos, monocitos, plasmocitos, linfocitos, plaquetas, granulocitos y eritrocitos. La
células que revisten los sinusoides son alargadas, con un eje mayor paralelo a este. Las
mismas están rodeadas por fibras reticulares dispuestas principalmente de manera

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transversal, mientras que otras lo hacen en diversas direcciones formando una trama en
torno a las células.
Dentro de los sinusoides se encuentran los hematíes los cuales al completar su
ciclo de vida pueden ser eliminados de la circulación sanguínea, mediante la
degradación de los mismos por los macrófagos existentes en los cordones esplénicos. La
digestión de los mismos por las enzimas lisosomales de los macrófagos dan lugar a la
bilirrubina y a hierro, por el desdoblamiento de la hemoglobina. En el primer caso, la
bilirrubina es transportada hacia el hígado donde es excretada como uno de los
componentes de las bilis, En el caso del hierro puede ser almacenado como la ferritina,
o pasar a la sangre donde se combina con una proteína para formar la transferían, la cual
será captada por los eritoblasto y utilizada en la formación de nuevos hematíes.

Vasos Sanguíneos y Circulación

La arteria esplénica u sus venas satélites se dividen en el interior del bazo, en


forma de abanico en seis u ocho ramas, las cuales al pasar a las trabéculas son
denominadas arterias trabeculares. Estas son arterias típicas musculares, que cuando el
diámetro de ellas se reduce a 0,2 mm, abandonan la trabéculas y se adentran en el
parénquima esplénico. Aquí la adventicia adquiere carácter de tejido reticular y
constituye un “manguito” o vaina de tejido linfoide periarterial el cual habíamos visto la
acompaña en su recorrido. Esta vaina linfoidea en algunos lugares forma verdaderos
folículos linfoides que reciben el nombre de cuerpos o corpúsculos de Malpighi, los
cuales son atravesados por la arteria algo excéntricamente, aunque reciben el nombre de
arteriolas centrales.
En el transcurso de su trayecto por la pulpa blanca, la arteriola se ramifica en
numerosas ramas colaterales que van a irrigar el tejido linfoides circundante. Al seguir
su trayectoria y salir de la pulpa esta arteriola va a dar lugar a ramas más finas de la
misma que se van a internar en la pulpa roja dando lugar a las arteriolas peniciliadas,
formadas por un endotelio que se apoya en una gruesa lámina basal y una fina
adventicia. Solo en pocas ocasiones pueden observarse músculo liso en su pared.

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Algunas ramas de las arteriolas peniciliadas pueden presentar un engrosamiento o
elipsoide, constituido por macrófagos, células reticulares y linfocitos. De manera
peculiar se puede observar que en esta zona, a pesar de que el endotelio arterial es
continuo, su lámina basal es discontinua.
Posterior a los elipsoides se observan los capilares que van a poner en contacto las
sangre arterial con los sinusoides del bazo. La sangre que fluye por los senos esplénicos
van luego a las venas pulpares las cuales se unen unas a otras hasta entrar en las
trabéculas y finalmente a la cápsula periférica.
Aun es motivo de discusión como circula la sangre de los capilares a los
sinusoides.
Existen dos teorías una que afirma que dicha circulación se realiza de manera
cerrada es decir que los capilares se conectan directamente con los sinusoides, de
manera tal que siempre la sangre se encuentra dentro de vasos sanguíneos y la segunda
o teoría de la circulación abierta, la que postula que la sangre pasa el espacio
extracelular y que luego entra de nuevo a los sinusoides. Estas teorías se han visto
asociadas al estado funcional del órgano y hay quienes plantean que en el caso de que le
bazo se encuentra distendido por un volumen elevado de sangre en su interior, ocurre la
circulación abierta, mientras que cuando hay poca sangre en los capilares, tiene lugar la
circulación cerrada. En realidad los estudios funcionales y morfológicos de este órgano
en el humano no han sido capaces de dar más información que permita llegar a una
conclusión definitiva.
Por todo lo anterior podemos decir que el bazo está involucrado en varias
funciones importantes entre las que se encuentran la activación de linfocitos para
convertirlos en células inmunológicamente competentes que participan en la defensa del
organismo.
En él se lleva a cabo la eliminación de los glóbulos rojos o hemocatéresis,
permitiendo el reciclaje de los componentes de la hemoglobina, también en situaciones
de estrés, este órgano puede influir en la cantidad de sangre circulante, enviando por
contracciones de la musculatura lisa de la cápsula y las trabéculas, un mayor volumen
de sangre al torrente circulatorio. Y por otra parte en ciertas ocasiones patológicas

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puede asumir la producción de células hemáticas, y convertirse en un órgano
hematopoyético.
Por lo cual podemos resumir que son tres las funciones en que se encuentra
involucrado el bazo, las cuales son:

1.- Producción de células de la sangre


2.- Defensa del organismo.
3.- Hemocatéresis.

Ganglios Linfáticos

Es la primera estructura linfoide organizada que se encuentra un antígeno que


proceda de los espacios tisulares y están especialmente diseñados para retener
antígenos, que vienen en la linfa la cual al circular por su interior pone en contacto a los
antígenos con los linfocitos y las otras células inmunocompetentes, responsables de
iniciar la respuesta inmune específica.
Estos órganos son encapsulados y se encuentran en el trayecto de los vasos
linfáticos. Suelen medir entre 2 y 10 mm de diámetro. Tiene forma arriñonada, con una
parte convexa por donde entran los vasos linfáticos aferentes y otra cóncava
denominada hilio por donde penetran una arteria, sale una vena y los linfáticos
eferentes. Aunque la forma y estructura de los mismos varía en dependencia del estado
funcional, vamos a describir su organización estructural general.
Cada ganglio linfático está rodeado por una cápsula de tejido conectivo denso
compuesta por fibras colágenas, elásticas y algunos miocitos lisos, la cual envía
trabéculas a su interior dividiéndolo en compartimiento incompletos.
Desde el punto de vista morfológico se puede decir que el parénquima está
formado por una región cortical oscura, la corteza (ausente en el hilio) que se encuentra
por debajo de la cápsula de tejido conectivo, y una región más clara central, la médula.
Entre ambas se puede observar una zona mal definida donde encontramos
linfocitos T denominada paracorteza.

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La corteza tiene poco espesor y es un área rica en linfocitos B. En ella se pueden
distinguir estructuras nodulares que reciben el nombre de folículos primarios, en los
cuales encontramos linfocitos B maduros en reposo. También pueden observarse
folículos secundarios, los cuales se han formado a partir de los primarios, debido a una
estimulación antigénica dando lugar a dos zonas; la del manto y una central germinal.
Estos folículos se hallan separados de la cápsula por una tejido linfoide laxo
denominado senos subcapsulares, o peritrabecular cuando su localización se
encuentra entre los folículos y los tabiques. Dichos senos constituyen una zona densa
delimitada por células reticulares y macrófagos que tienen la función de filtrar la linfa
procedente de los vasos aferentes y que se dirige hacia la zona central (la médula), para
terminar saliendo por los vasos linfáticos eferentes. La médula está formada por
cordones celulares de linfocitos B que se anastomosan entre si. Entre ellos se encuentran
células plasmáticas y linfocitos de mediano tamaño.
Integra también la médula los senos medulares, quienes reciben la linfa
procedente de
los senos de la zona cortical y se comunican con los vasos linfáticos eferentes.
La paracorteza esta formada por tejido linfoide denso donde predominan los
linfocitos T.
Todas estas estructuras responden a que en este órgano se llevar a cabo una
respuesta inmunológica específica, frente a la entrada de un antígeno al organismo y se
debe tener en cuenta que estos eventos acontecen de manera dinámica cambiando la
morfología del ganglio en dependencia de la actividad funcional en que se encuentra en
el momento que se extrae y procesa para su observación.
Para poder tener una idea más clara de esto, a continuación vamos a describir
brevemente que ocurre con la entrada de un agente extraño por cualquiera de las vías
posibles tales como la piel, sistema digestivo, pulmón, riñones etc.
Cuando un antígeno llega al ganglio a través de los vasos linfáticos aferentes, sólo
o transportado por células presentadoras de antígenos como pueden ser las células de
Langerhans de la piel u otra, se produce una transformación de la misma en la
paracorteza, convirtiéndose en células dendríticas interdigitantes, las que procesan el Ag

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y lo presentan en sus MHC-II a los linfocitos, provocando la activación de las células T
de esta zona y éstas a su vez activan a algunas células B. Al cabo de 3 o 4 días, un grupo
de células B se diferencian a células plasmáticas secretoras de IgM e IgG. Sin embargo
la mayor parte de los linfocitos B activados junto con algunos del tipo T migran hacia la
corteza, a los folículos primarios. Es en esta zona del ganglio donde se producen
interacciones entre células dendríticas foliculares, macrófagos, linfocitos T y B dando
lugar al folículo secundario en cuyo centro germinal comienzan a proliferar los
linfoblastos o también llamados centroblastos, diferenciándose en dos subclones:

A. Células B de memoria que por lo general queda en la zona del manto del
Folículo.
B. Células plasmáticas secretoras de anticuerpos. Dichas células emigran a la
médula, y las grandes cantidades de Ac secretados salen a la circulación linfática.

Tanto para la activación de las células B como para la generación de células de


memoria, las células dendríticas foliculares (FDC) del centro germinal, con sus largos
procesos de membrana donde quedan atrapados los complejos Ag-Ac, poseen un papel
esencial.
Después tanto células plasmáticas como los anticuerpos producidos pasa a los
senos linfáticos medulares, luego a los vasos linfáticos eferentes y finalmente a la
circulación sanguínea para ser distribuidos a todo el organismo.

Vasos Linfáticos

Los vasos linfáticos tienen su origen en los espacios de tejido conjuntivo, en


terminaciones ciegas como capilares anastomosados y también como evaginaciones o
yemas de las venas. Su contenido, la linfa, la transportan, como hemos dicho, en una
sola dirección. Ellos drenan tejido conjuntivo coloide y moléculas de gran tamaño que
no pueden pasar a los capilares sanguíneos.

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Capilares Linfáticos

Los capilares linfáticos son estructuras de hasta 100 μm de diámetro, y su pared


está formada por una sola capa de células endoteliales; no poseen membrana basal y
sólo presentan fibras colágenas y reticulares que se adhieren a la pared. La carencia de
membrana basal explica en parte la capacidad que presentan para absorber
macromoléculas.
Los capilares linfáticos forman una verdadera red de gran complejidad y terminan
en los vasos colectores. Su estructura es parecida a la de las venas y están constituidas
por las tres capas estudiadas en los vasos sanguíneos, íntima, media y adventicia.
La íntima o interna está constituida por el endotelio, la membrana basal y las
fibras elásticas; la media está formada principalmente por fibras musculares lisas en
disposición circular y oblicua; por último, la adventicia de tejido conjuntivo se presenta
generalmente algo desarrollada y con fibras musculares lisas. Los vasos colectores
tienen más cantidad de válvulas, las cuales se encuentran más próximas entre sí que las
observadas en las venas. Estas válvulas están formadas por dos láminas que sobresalen
en la luz del vaso colector y que no son más que repliegues del endotelio, reforzados por
algunas fibras de tejido conjuntivo procedente de la íntima.
Dichas láminas le dan a los vasos linfáticos el aspecto de abultamientos sucesivos.
La linfa concluye su recorrido en los gruesos troncos linfáticos (conducto linfático
derecho y conducto torácico), que presentan una estructura muy parecida a la de una
vena de gran calibre pero con una capa media más desarrollada y con más células
musculares lisas dispuestas en haces longitudinales y circulares.

Órganos no encapsulados asociados a mucosas (MALT)

Las mucosas de los tractos respiratorio, digestivo y urogenital, constituyen una


extensa superficie en la cual existe la posibilidad de abrirse puertas de entrada a
diferentes agentes patógenos. Es por esto que durante la evolución se han desarrollado
diversas zonas inmunológicamente especializadas, capaces de responder localmente

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frente a cualquier agresión del medio externo. Estos puntos de defensa corresponden a
organizaciones del tejido linfoide que pueden formar desde acúmulos dispersos de
linfocitos, hasta estructuras bien organizadas como las del ganglio linfático, pero con la
ausencia de una cápsula que las rodee. Por ello reciben el nombre de tejido linfoide
asociado a mucosas (no encapsulado) (MALT).
La importancia de estos tejidos esta en ser la primera línea de defensa de esta gran
superficie, para lo cual el organismo tiene una reserva mayor de células plasmáticas en
los tejidos MALT que las suma de las existentes en bazo, ganglios y médula ósea.
Estos agregados de tejido linfoide no encapsulados pueden estar localizados en la
lámina propia y áreas submucosas de los tractos gastrointestinal, respiratorio y
genitourinario.
Los acúmulos difusos están constituidos por; células plasmáticas y fagocitos,
localizados en los pulmones y en la pared intestinal, mientras que los folículos linfoides
aislados pueden ser observados de diversas formas.

Formando grupos densos:


1- Las amígdalas linguales, palatinas y faríngeas. En ellas pueden observarse
nódulos linfoides no encapsulados con linfocitos B que se organizan en numerosos
folículos, incluyendo secundarios con su centro germinativo.
También están presentes macrófagos, granulocitos y mastocitos. Poseen un papel
defensivo de los epitelios que revisten las fosas nasales y la cavidad oral.
2- Las placas de Peyer del íleon: son 30 a 40 nódulos no encapsulados en esta
parte del intestino delgado.
3- Apéndice, en el inicio del intestino grueso.
En algunos de estos casos (tracto respiratorio, digestivo y urogenital) el epitelio
respectivo está especializado en transportar antígenos desde la luz del conducto al tejido
linfoide subyacente.

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Medula Ósea

Durante mucho tiempo no fue tenido en cuenta, el papel que desempeña la medula
ósea en la respuesta secundaria. Durante esta respuesta, los órganos secundarios
"clásicos" responden rápidamente, pero durante poco tiempo. En cambio, la médula
ósea con una respuesta lenta pero más prologada de producción de anticuerpo llega a ser
responsable de aproximadamente el 80 % de la respuesta secundaria. Es por esta razón
que debe de incluirse dentro de los órganos secundarios aunque también juegue un
papel fundamental como órgano primario, en el suministro de las células que
intervienen en la defensa del organismo.

Células del Sistema Inmune

Células Linfoides

Desde el punto de vista funcional podemos encontrar tres tipos de células


linfoides; los linfocitos originados de la medula ósea, cuyo órgano sinónimo en las aves
de denomina Bursa de Fabricio y por esta razón se nombran linfocitos B, los que se
originan del Timo, los linfocitos T y las células asesinas naturales o comúnmente
denominadas NK (del ingles Natural Killer).
Los linfocitos T y B son los responsables de la respuesta inmune específica.
Estas células en su estadio de no contacto con el antígeno (Ag) específico
denominados vírgenes, son pequeños de aproximadamente unos 6 μm de diámetro, con
poco citoplasma, el cual forma un anillo estrecho alrededor del núcleo de cromatina
condensada; poseen escasas mitocondrias, y un retículo endoplásmico y complejo de
Golgi pobremente desarrollados. Esta variante celular en ausencia de Ag específico,
tienen un vida corta, entre unos días a unas pocas semanas y son eliminados mediante
una muerte celular programada.
En cambio si se ponen en contacto con el antígeno a partir de sus receptores
específicos, salen de la fase G0 y entran en el ciclo celular (G0, G1, S, G2 y M). En la

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fase G2 corresponden a los denominados linfoblastos: aumentan su tamaño (15 μm), el
núcleo se vuelve de cromatina laxa, aparece un nucleolo patente y la proporción del
citoplasma con relación al núcleo se hace mayor, donde se puede observar la presencia
de retículo endoplásmico rugoso (RER) y Aparato de Golgi, así como abundantes
mitocondrias. Estos linfoblastos proliferan y finalmente se diferencian en dos
subpoblaciones:

1. células efectoras, de vida corta, con RER bien desarrollado en capas


concéntricas, y vesículas de Aparato de Golgi.
2. células de memoria, que están en G0, con vida larga (algunas duran toda la
vida del individuo).
Sin embargo a pesar de las características morfológicas semejantes de estos dos
tipos de linfocitos, existen otros aspectos que los diferencian, como son los
denominados grupos de diferenciación mas conocidos como los CD (del inglés Cluster
of Diferentation) y las funciones que ellos realizan por tal razón veremos a continuación
cuales son los aspectos fundamentales que los definen.

Linfocitos B

Reconocen al antígeno en forma soluble, por medio de sus inmunoglobulinas de


membrana (mlg), que forman parte del complejo receptor de las células B (BCR). En
cada linfocito hay unas 150.000 moléculas de mIg (de las clases M y D), que han sido
sintetizadas por él. Todas estas moléculas poseen la misma especificidad antigénica.
En ausencia de estímulo antigénico, estos linfocitos B maduros vírgenes mueren
por apoptosis al cabo de unos pocos días. Si, en cambio, se une por su BCR al Ag
complementario específico (y con la ayuda de señales de macrófagos y células T), se
pone en marcha la selección y proliferación clonal, que termina (al cabo de 4-5 días)
con la diferenciación de dos subpoblaciones: una de células plasmáticas secretoras de
Anticuerpos (Ac), y otra de células B de memoria.

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La trasformación de este linfocito en célula plasmática trae como consecuencia
unos cambios evidentes en sus características morfo funcionales lo cual se pone de
manifiesto en que:

1. Carecen de Inmunoglobulina de membrana.


2. Son mayores y con más proporción de citoplasma que las B de las que
proceden.
3. Su RER está muy desarrollado, así como su Aparato de Golgi. Esto explica la
gran cantidad de Ac secretados que producen; esos anticuerpos poseen la misma
especificidad antigénica que la de las mIg de la célula B original.
4. No circulan por la sangre ni por los vasos linfáticos, sino que se localizan en los
órganos linfoides secundarios y los lugares de la respuesta inmunológica.
5. Viven unos pocos días; al ser células en fase de diferenciación terminal, carecen
de capacidad mitótica, y mueren por apoptosis.
En cambio los linfocitos B de memoria pueden mantenerse en estado de reposo
(G0), largos períodos de tiempo (más de 20 o 30 años). Cuando se exponen al Ag
específico, dan una respuesta inmunitaria más rápida, más intensa, y con mayor
afinidad. Su aspecto es similar al de los linfocitos B vírgenes.

Linfocitos T

Poseen un receptor de membrana (TCR) asociado no covalentemente al llamado


complejo CD3, lo que conjuntamente se denomina complejo receptor de las células T.
Existen dos tipos de TCR, que definen dos poblaciones diferentes de linfocitos T, las
denominadas TCR2 y TCR1.
La mayoría (85%) de las células T poseen el TCR2, y a su vez se pueden dividir
en dos tipos:
Las TCR2 CD4+ denominadas células auxiliadoras o cooperadoras (TH), las
cuales reconocen el Ag expuesto en el Complejo de Histocompatibilidad Mayor de tipo
II (MHC-II) presentes en las células presentadoras de Ag, lo que desencadena su

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activación, secretando citoquinas, las cuales a su vez juegan un papel clave en la
activación de otras células (B, T, etc.). A microscopio, la mayoría muestran el llamado
corpúsculo de Gall (un grupo de lisosomas primario junto con gotitas de lípidos).
La otra población son las TCR2 CD8+ que generalmente funcionan como células
T citotóxicas. Un 65% de ellas poseen cuerpo de Gall. Reconocen el Ag expuesto en
moléculas del Complejo de Histocompatibilidad Mayor del tipo I (MHC-I) de aquellas
células infectadas con virus o cancerosas, lo cual, junto con las señales adecuadas de
citoquinas, provoca la activación y proliferación clonal, con diferenciación a linfocitos
T citolíticos (CTL), que eliminan a las células propias enfermas.

Aunque durante mucho tiempo se hablo de una tercera población de células T las
denominadas de supresión o se conoce que esta función esta también dada a la
población de linfocitos T CD8, sin que se haya podido demostrar diferencias
morfológicas que las caracterice.
De igual manera que en el caso de los linfocitos B, paralelamente a la activación,
proliferación y diferenciación, tiene lugar una subpoblación de linfocitos de memoria.
Los linfocitos TCR1 sólo corresponden al 15% de los T totales, no son
circulantes, se localizan en ciertos epitelios (por ejemplo, los linfocitos intraepiteliales
del intestino). Al parecer están especializados en reconocer ciertos patógenos como son
por ejemplo, las micobacterias, que tienden a entrar por las mucosas.
Los linfocitos T intervienen en la respuesta denominada celular.

Célula Asesinas Naturales (NK)

De una manera diferente a los linfocitos, estas células carecen de especificidad y


de memoria, por lo que forman parte del sistema de inmunidad natural o inespecífico.
Su maduración se realiza extratímicamente, representan el 15-20% de los linfocitos
sanguíneos, sus marcadores distintivos son CD16 y CD57, pero carecen de marcadores
de los linfocitos del sistema específico. Se caracterizan por ser células grandes
granulosas. Su citoplasma es mayor que el de los linfocitos T y B activados. Poseen

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mitocondrias y ribosomas libres, poco RER, un Complejo de Golgi desarrollado y la
presencia de unos gránulos electrón denso rodeados de membrana es lo que más se
destaca al microscopio electrónico.

Posee dos tipos de funciones:


1. Acción citotóxica.
2. Acción reguladora del sistema inmune a través de las citocinas que produce.

Células Complementarias del Sistema Inmune

Sin embargo no solo esta célula conforman este complejo sistema, existen otras
que también juega un importante papel el desarrollo de la respuesta inmune a las cuales
nos referiremos de manera general, pues las mismas se estudiaran con detenimiento en
otros capítulos, o más adelante en este.

a) Células accesorias; principalmente los macrófagos y otras células presentadoras


de antígenos (APC) como las células de Langerhans y las dendríticas (interdigitante y
foliculares).
b) Células ambientadotas; fibroblastoides (médulas ósea) y reticulares epiteliales
(Timo).
c) Células efectoras; los granulocitos (neutrofilos, eosinofilos, basófilos), las
células cebadas y los macrófagos.

Tejido Linfático

Los tejidos linfáticos y mieloides son tejidos hematopoyéticos (formadores de


células de la sangre) y en este capítulo solo consideraremos al tejido linfático, el cual
realmente no es un tejido primario en si, sino una variedad de tejido conjuntivo en el
que predominan, como componentes fundamentales, los elementos del tejido reticular;
fibras, células reticulares y células libres, principalmente linfocitos que se localizan

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entre la malla del tejido reticular. Sin embargo podemos ver organizado este tejido de
diversas maneras:

Laxo o difuso. Red reticular, linfocitos T, macrófagos, células plasmáticas,


células dendríticas. Lámina propia del aparato digestivo, respiratorio y genitourinario.
Denso. Red reticular, gran cantidad de linfocitos T paracorteza ganglios linfáticos,
vainas linfáticas periarteriales, cordones linfáticos medulares.
Nodular. Red reticular, linfocitos B, macrófagos, células reticulares dendríticas
Nódulos linfáticos.

Como ya habíamos dicho con anterioridad, este tejido está encargado de producir
madurar los linfocitos, además proporcionar el ambiente para que los mismos puedan
llevar a cabo la respuesta inmune frente a los antígenos que entrar al organismo
constituyendo la barrera principal en la defensa del mismo.

Enfermedades del Sistema Inmunológico

Las enfermedades que afectan el sistema inmunológico no tienen un rango de


edad, ya que afectan deteriorando la condición física del enfermo, llevando a un
decaimiento de las funciones del cuerpo.
A pesar de esto, el sistema inmunológico es un complejo notablemente eficaz que
incorpora especificidad, inducibilidad y adaptación. No obstante, a veces se producen
fallos que pueden agruparse, de forma genérica, dentro de las tres siguientes categorías:
inmunodeficiencia, autoinmunidad o hipersensibilidad.
Donde:

A) Inmunodeficiencia. Ocurre cuando uno o más de los componentes del


sistema inmunológico están inactivos.
B) Autoinmunidad. Las respuestas inmunes exageradas abarcan el otro
extremo de la disfunción inmunitaria, particularmente el desorden autoinmune. Aquí el

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sistema inmunitario falla en distinguir adecuadamente lo propio de lo extraño y ataca a
partes del propio organismo.
C) Hipersensibilidad. Es una inmunorespuesta que daña los tejidos propios
del cuerpo. Está dividida en cuatro clases (tipos I-IV) basándose en los mecanismos
involucrados y el tiempo de desarrollo de la reacción hipersensible.

Conociendo cuales son las deficiencias del sistema inmunológico, se


sobreentiende porque los virus, bacterias, parásitos y hongos, generan la mayoría de las
enfermedades.
Como ejemplo de enfermedades se puede citar: SIDA, dermatitis de contacto,
cáncer, gripa, etc.
Dependerá de la enfermedad específica y del país (algunos países con higiene
comunitaria deficiente todavía pueden experimentar enfermedades transmitidas a través
del agua), una enfermedad infecciosa puede diseminarse en todas o alguna de las formas
siguientes:
Transmisión sexual - transmisión de una infección a través del contacto sexual,
incluyendo el coito.
Transmisión transportada por el aire - transmisión de una infección a través de
la inhalación de partículas de la enfermedad transportadas por el aire, la cual puede
existir en el aire como resultado de tos o estornudo de una persona infectada.
La transmisión a través de la sangre - transmisión de una infección a través del
contacto con sangre infectada, como cuando se comparten agujas hipodérmicas.
El contacto directo con la piel - transmisión de una infección a través del
contacto con la piel de una persona infectada.
Transmisión a través de insectos - transmisión de una infección a través de
insectos como mosquitos, los cuales extraen sangre de una persona infectada y luego
pican a una persona sana.
Transmisión a través de los alimentos - transmisión de una infección a través
del consumo de alimentos contaminados.

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Transmisión a través del agua - la transmisión de una infección a través del
contacto con agua contaminada.
Otros mecanismos que pueden transmitir una enfermedad.
En los países desarrollados, la mayoría de las infecciones se diseminan o propagan
por transmisión sexual, el aire, la sangre y por contacto directo con la piel.

Trastornos por inmunodeficiencia

La inmunodeficiencia ocurre debido a la ausencia o al funcionamiento incorrecto


de una parte del sistema inmunitario. Algunas personas nacen con una
inmunodeficiencia, lo que se conoce como inmunodeficiencia primaria. (Aunque las
inmunodeficiencias primarias son trastornos con los que se nace, es posible que sus
síntomas no se manifiesten hasta momentos posteriores de la vida.) Las
inmunodeficiencias también se pueden adquirir a través de infecciones o al someterse a
ciertos tratamientos farmacológicos. A veces se denominan inmunodeficiencias
secundarias.
Las inmunodeficiencias pueden afectar a los linfocitos B, los linfocitos T o los
fagocitos. El trastorno por inmunodeficiencia más frecuente es la deficiencia de IgA, en
la cual el organismo no fabrica suficientes anticuerpos IgA, una inmunoglobulina que se
encuentra prioritariamente en la saliva y otros fluidos corporales que ayuda a proteger
las entradas del cuerpo. Las personas con deficiencia de IgA son más proclives a las
alergias o a contraer catarros y otras infecciones de las vías respiratorias, pero esta
afección no suele ser grave.
Las inmunodeficiencias adquiridas (o secundarias) se suelen desarrollar después
de que un apersona contraiga una enfermedad, aunque también pueden estar provocadas
por la desnutrición, las quemaduras u otros problemas médicos. Ciertos fármacos
también pueden provocar problemas en el funcionamiento del sistema inmunitario.

Las inmunodeficiencias adquiridas (secundarias) incluyen:

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• La infección por el VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) y el SIDA
(síndrome de inmunodeficiencia adquirida). Esta enfermedad va destruyendo lenta y
progresivamente el sistema inmunitario. Está provocada por el VIH, que aniquila ciertos
tipos de linfocitos denominados células T cooperadoras. Sin este tipo de células, el
sistema inmunitario es incapaz de defender el cuerpo contra organismos normalmente
inofensivos pero que pueden provocar infecciones muy peligrosas en una persona con
SIDA.

Los bebés pueden contraer una infección por VIH en el caso de que sus madres
estén infectadas, mientras están en el útero materno, durante el parto o durante la
lactancia materna. Los jóvenes y adultos pueden contraer esta infección al mantener
relaciones sexuales sin protección con una persona infectada o al compartir agujas
contaminadas para inyectarse drogas o esteroides o hacerse tatuajes.

• Las inmunodeficiencias provocadas por medicamentos. Hay varios fármacos


que deprimen la respuesta del sistema inmunitario. Por ejemplo, uno de los
inconvenientes de la quimioterapia que se utiliza para tratar el cáncer es que no solo
destruye las células cancerosas, sino también otras células sanas y de rápido
crecimiento, incluyendo las que se producen en la médula ósea y otras partes del
sistema inmunitario.

Asimismo, las personas con trastornos autoinmunitarios o que se han sometido a


un trasplante de órganos pueden necesitar medicarse con fármacos inmunodepresores.
Estos fármacos también pueden reducir la capacidad del sistema inmunitario de luchar
contra las infecciones, pudiendo provocar una inmunodeficiencia secundaria.

Trastornos autoinmunitarios

En los trastornos autoinmunitarios, el sistema inmunitario ataca equivocadamente


órganos y tejidos sanos del cuerpo como si fueran organismos invasores.

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Las enfermedades autoinmunitarios incluyen:
• El lupus es una enfermedad crónica caracterizada por el dolor y la inflamación
de músculos y articulaciones. La respuesta inmunitaria anómala también puede atacar a
los riñones y otros órganos.
• La artritis reumatoide juvenil es una enfermedad en que el sistema
inmunitario actúa como si determinadas partes del cuerpo, como las articulaciones de
las rodillas, las manos y los pies, fueran tejidos ajenos y los ataca.
• La esclerodermia es una enfermedad autoinmunitaria crónica que puede
provocar inflamación y lesiones en la piel, las articulaciones y los órganos internos.
• La espondilitis anquilosante es una enfermedad caracterizada por la
inflamación de la columna vertebral y de las articulaciones, cursando con dolor y
rigidez.
• La dermatomiositis juvenil es un trastorno que se caracteriza por la
inflamación y las lesiones en la piel y los músculos.

Trastornos alérgicos

Los trastornos alérgicos ocurren cuando el sistema inmunitario reacciona


desproporcionadamente ante determinados antígenos ambientales. Las sustancias que
provocan estos ataques se denominan alérgenos. La respuesta inmunitaria puede
provocar síntomas como hinchazón, ojos llorosos y estornudos, e incluso una reacción
que puede poner en peligro la vida denominada anafilaxia. La toma de unos
medicamentos denominados antihistamínicos puede aliviar la mayoría de estos
síntomas.
Los trastornos alérgicos incluyen:

• El asma es un trastorno del sistema respiratorio que puede provocar dificultades


para respirar. A menudo obedece a una reacción alérgica que afecta a los pulmones. Si
estos órganos reaccionan de forma desproporcionada a determinados alérgenos (como el
polen, el moho, la caspa animal o los ácaros del polvo), se puede desencadenar un

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estrechamiento de las vías respiratorias que hay en su interior, lo que provoca una
reducción del aporte de aire y dificultades para respirar.
• El eccema es una erupción asociada a picor también conocida como dermatitis
atópica. Aunque la dermatitis atópica no siempre está provocada por una reacción
alérgica, es más frecuente en aquellos niños y adolescentes que padecen alergia, fiebre
del heno (también conocida como rinitis alérgica estacional) o asma o que tienen
antecedentes familiares de estas afecciones.
• Existen distintos tipos de alergias que pueden afectar a los adolescentes. Las
alergias ambientales (por ejemplo, a los ácaros del polvo), las alergias estacionales
(como la fiebre del heno), las alergias a medicamentos (reacciones a fármacos
específicos), las alergias alimentarias (como a los frutos secos) y las alergias a las
toxinas (por ejemplo, a la picadura de abeja) son las afecciones más frecuentes a que la
gente se suele referir como alergias.

Cánceres del Sistema Inmunitario

El cáncer ocurre cuando las células se reproducen de forma descontrolada. Esto


también les puede ocurrir a las células del sistema inmunitario. El linfoma afecta al
tejido linfoide y es uno de los cánceres más frecuentes en la infancia. La leucemia,
asociada a una producción anómala y excesiva de leucocitos, es el cáncer infantil más
frecuente. Con los medicamentos actuales, la mayoría de casos de ambos tipos de
cáncer en niños y adolescentes se pueden curar.
A pesar de que los trastornos del sistema inmunitario generalmente no se pueden
prevenir, puedes contribuir a que tu sistema inmunitario permanezca fuerte y luche
contra las enfermedades manteniéndote bien informado sobre el trastorno que padezcas
y colaborando estrechamente con tu médico.
Y, si tienes la suerte de estar sano, puedes ayudar a tu sistema inmunitario a
mantenerte así lavándote las manos a menudo para evitar las infecciones, alimentándote
bien, practicando mucho ejercicio y haciéndote revisiones médicas regularmente.

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Definición de Conceptos

Sistema Inmunitario: El sistema inmunitario protege al organismo de sustancias


potencialmente nocivas al reconocer y responder a los antígenos, que son moléculas
(usualmente proteínas) que se encuentran en la superficie de las células, los virus, los
hongos o las bacterias.

Inmunidad Innata: La inmunidad innata, o inespecífica, es un sistema de defensa


con el que uno nace y que lo protege contra los antígenos. La inmunidad innata consiste
en barreras que impiden que los materiales dañinos ingresen al cuerpo. Estas barreras
forman la primera línea de defensa en la respuesta inmunitaria.

Inmunidad Adquirida: La inmunidad adquirida es la inmunidad que se


desarrolla con la exposición a diversos antígenos. El sistema inmunitario de la persona
construye una defensa que es específica para ese antígeno.

Inmunidad: reacción frente a sustancias extrañas, incluido microorganismos y


macromoléculas como proteínas y polisacáridos, sin implicar las consecuencias
fisiológicas o patológicas de tal reacción.

Factor de Transferencia: es el descubrimiento de salud más emocionante


realizado en décadas recientes. Los factores de transferencia son pequeñas moléculas
mensajeras inmunológicas que producen los organismos de nivel más alto.

Antígeno: se entiende como antígeno (Ag) cualquier molécula que puede ser
reconocida específicamente por cualquiera de los componentes del sistema inmune; en
un sentido más restrictivo se entiende como Ag cualquier molécula capaz de inducir la
producción de anticuerpos específicos.

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Anticuerpos: También conocidos como inmunoglobulinas, son un grupo de
moléculas séricas que producen los linfocitos B. Los diferentes tipos de anticuerpos
tienen una estructura básica común a todos ellos, pero el sitio por el que se unen al
antígeno es específico de cada uno; la parte de la molécula que se une al antígeno se
denomina región Fab (fragment antigen binding) mientras que la zona que interactúa
con otros elementos del sistema inmunológico se denomina región Fc (algunas células
del sistema inmunológico tienen sobre su superficie receptores de Fc por lo que si un
anticuerpo se une a un patógeno esas células también pueden unirse a él). La zona de la
molécula del antígeno a la que se une el anticuerpo se denomina epítopo y una molécula
de antígeno puede tener varios de ellos por lo que los anticuerpos en realidad son
específicos de un epítopo y no de la molécula completa de Ag.

Los linfocitos B: Los linfocitos B están programados para codificar un receptor


de superficie especifico de un determinado antígeno tras lo cual se multiplican y se
diferencian en células plasmáticas que producen los anticuerpos. Como veremos
posteriormente también los linfocitos T pueden reconocer antígenos aunque no
producen anticuerpos.

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