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Fecha captura: 15/04/2005 Fecha artículo: 14/04/2005
URL Original: http://www.egiptologia.com/medicina/lactancia/lactancia.htm
Recopilado por: Dani (trufito) Autor artículo: Manuel Juaneda Magdalena
Título: La Lactancia. Necesidad humana y divina
Asunto: LM en Egipto
http://www.clubdelateta.com
El contenido de este artículo esta recogido a través de canales públicos vía Internet de acceso general. La publicación en
este documento es meramente de difusión pública debido a su interés en opinión del recopilador y debe ser acogida
como tal. Gracias.
El calor del día va mitigando su fuerza y la luz se desvanece lánguidamente entre las casas del villorrio
cuando los gritos de la parturienta desgarran el silencio del vecindario. Desde el pabellón del nacimiento el
jadeo sofocado por el dolor espasmódico del vientre fecundo, solícitas y experimentadas comadronas
intentan suavizar con sus voces sabias y quedas el dolor que marca el comienzo del parto. El sudor profuso
abundante y frío empapa el negro trenzado del largo cabello, y baja en abundantes y en finos regueros
hasta la base del cuello dejando una pista transparente en la piel.
Los exorcismos y los amuletos profilácticos rodean y afianzan la potencia del entorno mágico de la mujer
con la firme esperanza de que los malignos espíritus retornen los pasos hacia su lugar de origen. Los
gemidos se interrumpen o se inician, se vigorizan o se debilitan al ritmo de las contracciones; las voces
cálidas de las mujeres, las manos de ellas que la ungen de bálsamos y aceites untuosos de cualidades
prodigiosas que empapan los músculos implicados, suavizan el duro trabajo de expulsión del nuevo ser.
El momento culminante llega cuando el dolor de la madre alcanza su máxima intensidad y cuando el llanto
agudo, hálito vital y mágico que sale de sus entrañas anuncia enérgicamente su presencia. Es cómo si fuera
la llamada al desafío a la vida; el anuncio del reto con el que se enfrenta a la dura lucha por la
supervivencia.
Una vez más las preces y los amuletos de protección han funcionado. ¡Oh divinas protectoras Mesjenet y
Shai o divinas hadas que marcáis el destino de los niños!.
La madre agobiada y agarrotada por el dolor pero satisfecha por la dulzura del momento, recoge de las
manos de las mujeres al liviano ser todavía abotargado, todavía caliente y húmedo que es su hijo. La
superación del miedo ancestral instigado por la experiencia trágica de la muerte durante el parto, se ha
disipado y más aún, cuando los signos físicos del niño y los buenos augurios, superan con creces los
exámenes y las consultas médicas de los expertos abrigando la esperanza de una larga y saludable vida.
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Con el tiempo la leche será más espesa, grasa, untuosa, y él se convertirá en un experto succionador y
conocedor de la geografía anatómica de la madre que todavía vislumbra brumosa pero que con el tiempo se
hará nítida y precisa.
Pero ahora, en este instante, el pequeño de pocos días es a duras penas conocedor de un estrecho universo
de sensaciones casi primarias e instintivas que obligadamente le vinculan con su madre. En este momento,
él ya ha olvidado el dolor del nacimiento en cambio ella lo recuerda cada vez que los labios de su hijo la
succionan cómo si un cordón de dolor uniera el vientre y el pecho.
Desde arriba la madre sonríe con dulzura y el lactante le devuelve la mirada con complicidad e interés.
Gozosa o molesta, generosa o sufrida, pero siempre pacientemente, coloca una y otra vez la boca del niño
en el pezón, porque o bien la precipitación o porque el aprendizaje de aquél todavía es incipiente, el
acoplamiento de ambos se interrumpe con incómoda frecuencia.
El jadeo del niño, el sudor de ambos, el gracioso aleteo de la nariz, el chasquido de la lengua contra el velo
del paladar, los movimientos compulsivos de los labios en círculo que se aceleran en ráfagas ansiosas. Y el
niño persiste en su provechosa y dulce tarea ignorante de que la maceración de su lenguecilla, la saliva y la
leche, provocará en la glándula mamaria de la madre, en algún momento, un infinito escozor rebelde y
recurrente, que se traducirá en malvadas grietas que surcarán de no ponerse remedio, el seno materno.
El hartazgo hace su aparición finalmente. Instantes antes, la madre ya advirtiera con el gesto el cuidado de
que el lactante no ocluyera con su minúscula nariz la entrada de aire ante la a veces amenazante
proximidad del pecho.
La voz susurrante, melódica y maternal, induce a ambos a un efecto hipnótico y, finalmente ambos, se
entregan como un único organismo a un sueño reparador y reconfortante.
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Y ya que un mundo extraño y nuevo se cierne sobre él, benévolo y pérfido a la vez, estas primeras
experiencias marcarán definitivamente el viaje vital del ser humano. Más allá de la sección del cordón
umbilical, sin la dependencia placentaria, es cuando se fragua el primer capítulo del drama humano en la
definición del ser. Y cuando el niño egipcio concluya el destete después de tres años, un nuevo paso surgirá
hacia su próxima independencia, y él empezará a estar preparado para que con confianza y seguridad un
día decida proseguir su propia andadura. Es un rasgo común extrapolable a toda la humanidad.
- Probablemente no dejará de añorar entre las brumas del inconsciente la unión con la madre perdida -.
Tan alta y estimada era la consideración de la figura de la madre para el hombre egipcio o tal vez sería más
exacto afirmar de la propia mujer - que no se ha encontrado deferencia más alta en toda la historia
humana hasta nuestros días - que bien merece el esfuerzo de reunir en este espacio el significado
biológico, cultural, y la simbología religiosa inclusive, o si se quiere y por añadidura aún más, en el sentido
más amplio y más antropológico del término. Este es mi discreto homenaje a la mujer en general y a la
madre en particular.
La leche materna aportaba el alimento básico y el líquido del niño en condiciones de esterilidad natural. Las
madres egipcias eran muy conscientes de ello por su experiencia, considerando que sus conocimientos de
puericultura no tenían parangón con los actuales; aún así, nos es muy dificultoso hallar esqueletos
infantiles con lesiones de raquitismo, lo que manifiesta que la dieta infantil era bien equilibrada. Es bien
conocido y lo era entonces, porque hay fuertes evidencias, de que en condiciones favorables la crianza
prolongada puede dar lugar a intervalos entre partos de tres o cuatro o más años, y ello con un grado de
fiabilidad comparable al que poseen los modernos anticonceptivos químicos y mecánicos. (Short, 1.984)
Era muy frecuente, y el arte egipcio nos lo enseña con relativa frecuencia, ver a la mujer ofreciendo su
pecho al niño sin que hubiera falsos remilgos, era un gesto en el que el pudor se pasaba por alto. La
imagen de la mujer sentada sobre los talones o en actitud genuflexa, o sobre un taburete, cuajó por fuerza
de la costumbre en el símbolo de la fertilidad por antonomasia, y por añadidura en emblema o galardón de
la maternidad más fecunda. Por esta razón el arte egipcio la adoptó de forma permanente en sus
representaciones iconográficas.
Los papiros médicos exigentes con la importancia de la calidad y cantidad de la leche materna como fuente
de vida no se cansan de pregonar estas características.
Examen de una leche mala: tú deberás examinar su olor semejante a la peste del pescado. (Eb 788, 97,
17-18
Examen de una leche buena: su olor es semejante al de la harina de algarroba. (Eb 796; 94, 8-10).
O la cantidad:
Para hacer subir la leche de una nodriza que amamanta a un niño: espina dorsal de la Perca Nilótica. A
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Otras de las preocupaciones eran que no se produjeran gastroenteritis que provocaban grandes bajas entre
la población infantil. Interés que por su conocimiento nos causa asombro hoy en día. El "National Institute
of Child Health and Human Development de Bethesda", Maryland-USA, observó en un estudio reciente
desarrollado en el entorno rural de Egipto, que la iniciación precoz de la lactancia se asociaba a una
reducción importante de diarreas durante los seis primeros meses de la vida del niño y por ende de la
mortalidad infantil. Posiblemente a causa de los efectos protectores y promotores de la inmunidad de las
primeras secreciones del pecho materno.
Es curioso encontrar figuras-recipientes que provistas de poderes mágicos fomentaban ciertamente, según
su creencia, la producción de leche en momentos en los que su cantidad fuera escasa, o para que de forma
profiláctica su producción no decayera o también para conceder al precioso líquido poderes mágicos.
Tenemos célebres ejemplos en el propio Museo del Louvre de una vasija de terracota vidriada - AF. 1660 -,
entre otras, representando a imágenes de mujeres amamantando que nos parecen recordar la archisabida
frase repetida hasta el cansancio: leche de mujer que ha parido un hijo varón.
¡Es una frase que encontraremos repetida tantas veces en los viejos tratamientos médicos egipcios!.
Para su ilustración detengámonos en este viejo encantamiento - uno más entre tantos - para curar unas
quemaduras, un ejemplo entre muchos donde se habla de las cuantiosas aplicaciones y el protagonismo
que la leche de una mujer de reciente parto, sobretodo si siendo su hijo varón, tenía en remedios cada cual
más curioso:
Palabras para decir sobre la leche de una mujer que haya echado al mundo a un hijo varón, goma, pelos de
gata(*). (Esto) será colocado sobre el lugar quemado.
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Pero no siempre las madres lactantes tenían la obligación de demostrar esta capacidad de sacrificio, y bien
por la incapacidad de criarlos, o bien porque pertenecieran a familias de alta alcurnia, se podía recurrir a
otras mujeres a las que se alquilaba con el beneplácito y el agrado de toda la comunidad a cambio de su
servicio, asumiendo el papel de auténticas profesionales porque así eran consideradas realmente.
En otras ocasiones realmente especiales en virtud de este fenómeno se concedía el gran honor de ostentar
el título de la "madre de leche" de un futuro faraón, lo que implicaban atributos, prebendas y
consideraciones muy especiales en nada desdeñables, no sólo para ellas, sino también para sus propios
hijos biológicos quienes en el futuro eran considerados hermanos reales con todas las consecuencias.
Algunas, las afortunadas, eran elegidas entre las mujeres del harén y de las esposas de los altos
funcionarios del palacio. Es evidente que estamos hablando de las nodrizas.
Algunas nodrizas adquirieron un rango altísimo en la corte de Egipto. La esposa del faraón Ay, Tiy II, quien
a su vez fue nodriza de la reina Nefertiti, recibió el título de Gran Nodriza más los calificativos propios de la
pompa tradicional: -de la que criaba y educaba al futuro rey, la que ha educado al dios, la del dulce pecho,
vigorosa cuando amamanta, la de la piel tocada por Horus-
Un personaje llamado Paheri, en agradecimiento a sus nodrizas las inmortalizó haciéndolas representar en
las paredes de su morada eterna. A su vez, Sitra, nodriza de la reina Hatshepsut, recibió el privilegio de
serle erigida por su "hija de leche" una estatua dentro del recinto del templo de Deir el Bahari en un lugar
muy especial del Santuario de Hathor. Se conserva a duras penas una estatua fragmentaria de la reina en
el regazo de su niñera en el Museo egipcio de El Cairo(56264).
Merit, esposa de un jefe de tesoreros llamado Sebekhotep(TT 63) fue la nodriza de una hija del faraón
seguramente Thutmose IV y el mismo faraón elogió los buenos servicios de esta mujer. El mismo
agradecimiento sintió Amenhotep II por la madre de Kenamon, Jefe de los Porteros del Rey(TT 93), quien
consintió ser eternizado sobre el regazo de la nodriza Amenemopet; encima de la escena se puede leer una
inscripción que dice:
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Sitneferu debió ser una nodriza con un carácter muy especial pues
viajó tan lejos su fama que recibió la llamada de un personaje
importante en el extranjero. Precavida como buena egipcia ante el
temor de cruzar el tránsito obligado al Más Allá cuando residiera
fuera de su tierra natal, dejó encargadas antes de su marcha, las diligencias y disposiciones para su futuro
óbito y lugar de descanso. Y además, una estatua que por su actitud y gesto nos recuerda su oficio de
nodriza algo que siempre pretendió. Dicha estatua procedente de la actual Siria, está hoy expuesta para
admiración de los curiosos que algún día visiten el Metropolitan Museum of Art.
El reciente descubrimiento en Sakkara por un equipo francés dirigido por A. Zivie de la tumba de una dama
llamada Maia, que en vida recibió los calificativos de "Amada del Señor de las dos Tierras" y "La que ha
alimentado el cuerpo del dios", permite conjeturar que estos títulos eran de una "nodriza real". Era la dama
que había tenido el privilegio de nutrir al joven Tut-anj-amón. Con él se podrá admirar entre sus brazos
una vez que su tumba pueda quedar apta para ser visitada. Al final de sus días mereció el honor de poseer
su propia tumba algo inasequible para una mujer de su condición social. Muchas esperanzas aguardan a los
investigadores sobre los futuros descubrimientos que la tumba de esta dama desvelará sobre los lazos
sanguíneos de la familia real amárnica.
Las costumbres debieron sufrir cambios a lo largo de los tiempos puesto que en ciertas épocas la nodriza
recibía estipendios como trueque de los servicios deseados. Sabemos que la mujer accedía a alimentar al
bebé durante el tiempo que se estipulaba por contrato, corriendo con la contingencia de no poder cumplir
con lo pactado si sufría algún tipo de eventualidad como el agotamiento de sus reservas lácteas; o si seguía
manteniendo relaciones sexuales asunto del que debía guardarse. No nos quepa la menor duda de que en
aquella situación la contrariada mujer iría con premura a los remedios señalados anteriormente.
Qué ocurría si todos los medios previstos para el sostén alimentario del niño no estuvieran al alcance de la
familia. Habría que recurrir a las leches supletorias de origen animal, por supuesto, de entre ellas la de
vaca era la más utilizada. La procedente de la cabaña lanar se reservaba como vehículo para la preparación
de remedios farmacológicos.
Algunas de estas costumbres debieron asentarse por transmisión cultural en la Antigua Roma. Se cuenta
que nada más llegado al mundo un recién nacido (de buena familia) se le cedía a una nodriza. Pero ésta
hará mucho más que amamantar, a ella se le conferirá también la educación durante la infancia y hasta la
aparición de la pubertad. Es entonces cuando hará entrada el pedagogo que curiosamente se le llama
criador("nutritor, tropheus"). Un nombre con curiosas sinonimias y que bien seguro trae a colación el papel
del tutor real en Egipto. ¿Es un destello trasmitido al mundo romano a través de las épocas faraónicas? La
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Desde el arte hasta las variantes dictadas por las gramáticas egipcias la madre o
en su defecto la nodriza son perfectamente reconocidas. Unas veces son las
propias diosas asumiendo dicho papel con sus divinos hijos; en otras, por
simbolismo, el segundo papel lo interpreta el rey como Horus amamantado por su
madre. La representación de Isis como madre del dios, Mut-Necher, gozó de tanto
éxito que se implantó en la iconografía cristiana en la Virgen María.
Cuando llega la muerte arranca al niño de los brazos de su madre igual que lo arranca cuando es viejo.
La representación del rey amamantado por las diosas es bien antigua, de los muros templarios de su
propietario el rey Sahura, procede un relieve hoy en día custodiado en el Museo egipcio de El Cairo(JE
39533). Se tiene como el gravado más antiguo de estas características. Este intento primerizo, qué se
sepa, se prodigó reiteradamente en posteriores muestras hasta el periodo romano y se mantuvo
rígidamente en su esencia:
También Unis se hace representar mamando del pecho de una diosa anónima en su templo de Saqqara. En
ocasiones es la propia madre carnal de Pepy II la reina Anjnesmerira quien se ve acogiendo al hijo en su
maternal regazo con la peculiaridad de que éste se representa con los rasgos de la madurez y provisto con
los emblemas reales. Es un formato pequeño de alabastro que está en el Brooklyn Museum de Nueva York,
39121.
En el templo de Luxor (Sala 13 y14), la madre de Amenhotep III, Mutemuia, vigila como su joven y real
hijo es amamantado junto a su Ka por diversas diosas. Podríamos seguir así con múltiples ejemplos hasta
el final de la historia egipcia con los gravados de los mammisis de los templos de los periodos
grecorromanos.
Estamos obligados a distraer la mirada por un instante en el detalle del interior de la tumba de Thutmose
III(KV 34), un auténtico papiro desenrollado; en una columna de la cámara sepulcral, se puede ver el
instante en el que el rey es amamantado por la diosa Isis que ha adquirido la imagen del sicomoro sagrado.
El tronco del árbol se fusiona con el cuerpo de la diosa de la cual sobresale el perfil péndulo del pecho
esbozado por el trazo negro del dibujo: el único aspecto anatómicamente humano de la diosa; si
exceptuamos el brazo vegetal gigantesco con que se ofrece al empequeñecido rey la glándula de la madre.
Él con sus minúsculas manos no puede hacer otra cosa que tocarla. Por si quedaran dudas de la razón de
ser del dibujo detrás del monarca aparecen una inscripción en la que se lee:
Una aceptable y esmerada coincidencia pues así se llamaba su madre terrena. De esta forma, se aúnan
ambos conceptos humano y divino mediante la homonimia de ambas madres en su función nutricia.
Pero la mama femenina para el hombre egipcio de la antigüedad al igual que acontece en nuestra cultura,
no sólo cumplía con los cometidos que la madre naturaleza le había destinado o con el contenido simbólico
que el mito la había asignado. La poesía erótico-amorosa nos informa de que la mama femenina podía
asumir ocasionalmente el papel de reclamo central en la expresión amorosa entre dos amantes, sin que
hubiera al contrario de lo que se podría maliciar, un ápice de lascivia. Se trata más bien, del arte sutil del
devaneo o "el tira y afloja" del juego amoroso entre dos amantes:
"(...)Estoy contigo
Y mi corazón salta de gozo.
Cuando tú estás(en mi casa)
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Por qué daban los egipcios una importancia tan grande al significado de la
lactancia que sobrepasaba con creces la esfera biológica estrictamente
maternal, o concretamente de la salud de una mama. Por qué enlazaban
mediante cuentos o mitos sucedidos a diosas nutricias en sus propias
glándulas para que posteriormente éstos revirtieran, una vez transformados, en fórmulas de curación para
las madres de los hombres. Por qué hay que dar un significado especial al hecho de ver al rey tomando la
leche de las ubres de una diosa vacuna o de una diosa serpiente o de los pechos de una humana. ¿Cuál
puede ser el fundamento de todo esto?.
Dice Goyon, al respecto, (Rituels funéraires): "Horus, hijo de Isis y Osiris, cuyo nacimiento tiene lugar de
una forma muy humana, da a luz a su hijo al cabo de diez meses, tiempo muy poco habitual pero
necesario, se pensaba, para la constitución de un ser divino vigoroso y lo alimenta durante tres años. "-
Pero su madre no estará sola en el cumplimiento de esta sagrada tarea; Neftis, y las diosas Uadyet y
Nejbet le cuidarán como nodrizas y niñeras. Aquí se subraya plenamente ambas tareas.
Entre las múltiples aventuras que le suceden al pequeño Horus recordamos su extravío y vagabundeo en el
desierto. Advertido de la ausencia de su madre y de la falta de alimento, pues ya lleva mucho tiempo sin
mamar y aunque divino tiene las mismas necesidades de un niño humano, la debilidad hace presa de él
finalmente. Es cuando su madre retorna acongojada a su lado y afligida diciendo:
(...)Volví para abrazar a Horus y lo encontré, al hermoso Horus dorado, al pequeño infante que no tiene
padre, que había bañado la tierra con el llanto de sus ojos y la saliva de sus labios. Su cuerpo era inerte y
su corazón inconsciente; los vasos de su carne ya no palpitaban. (...)Lancé un grito diciendo: ¡Desgracia
para mí! Al niño le faltaba alimento: mis pechos estaban vacíos de leche e inútilmente su boca buscaba de
que alimentarse. La fuente está agotada, ¡oh mi hijo!
Estela de Metternich(Metropolitan Museum of New York). Traducido de E. Drioton (Le Théâtre Égyptien).
Al igual que el niño Horus, el faraón, dios en la tierra de Egipto, necesitaba dentro del ceremonial obligado
de entronización, el alimento lácteo cargado de poderes divinos que la diosa del trono, Isis, le procuraba.
Esta función nutricia es asumida también por Hathor indistintamente lo que conferiría inmortalidad al
entronizado. La consagración por medio de la lactancia - uno más de entre los ritos de la coronación -
implicaría más que la invocación de una protección mágica de la divinidad, el tránsito desde el estado de
candidato al trono al definitivo de soberano. No en vano, si Horus alcanzó la realeza fue gracias a que Isis
lo amamantó. Por tanto, el soberano amamantado por las diosas regresa a la infancia para garantizar su
crecimiento y su aptitud para ejercer los designios de la realeza.
Dice Leclant: en el amamantamiento tiene lugar algo más de una bebida de eternidad... se trata de una
especie de iniciación.
Y por supuesto, por extensión, el monarca fallecido, consecuentemente, se beneficiaría de los mismos
privilegios de renovación continuada en el Otro Mundo.
(...) Oh rojiza, Oh Corona, Oh Señora de las dos tierras de Dep, Oh mi madre, digo yo, dame tu pecho para
que yo pueda mamar de él, digo yo.
Oh mi hijo, dice ella, toma mi pecho y mama de él, dice ella, para que tú puedas vivir, dice ella, y ser
pequeño (otra vez), dice ella. Tú ascenderás como dos halcones siendo sus plumas las de dos ánades, dice
ella(...) Textos de las Pirámides(911-913).
En otro de estos textos de las Pirámides, amamanta Nut a su hijo Osiris el rey muerto:
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"Nut la Grande coloca sus brazos sobre él, la de los cuernos largos, la de las mamas péndulas. Ella
amamanta a este rey y no lo desteta". (Pirámides 1344)
Es lógico deducir que a causa o a consecuencia de lactación las glándulas de las lactantes egipcias sufrirían
los inconvenientes más frecuentes. En la actualidad, bien podemos reconocer o creemos identificar - más
apropiadamente - algunas patologías que interfieren el tiempo de la lactancia como las grietas de las
areolas, las mastitis puerperales, o los abscesos mamarios. Es obvio, que estas afecciones preocupaban
mucho a los egipcios de aquellos lejanos tiempos como sigue ocurriendo en nuestra época, y se socorrieran
de remedios específicos más entroncados con la medicina real o porqué no decirlo de la magia y el conjuro.
Hagamos una corta reseña.
Otro remedio para una mama dolorosa: calamina, 1; bilis de toro, 1: excrementos de mosca, 1; ocre, 1. (
Esto) será preparado en una masa homogénea. Untar la mama con (eso) cuatro días seguidos. (Eb 810,
Berlín 17)
Remedio que se debe aplicar a una mama que está enferma: parte bedet del fruto hemayt, cocer con miel;
planta djaret. Untar la mama con (eso) (Berlín 18)
Remedio para echar un tumor que supura que se encuentra sobre una mama o sobre no importa cualquier
otro lugar del cuerpo: granos de trigo almidonado blanco, harina de coloquíntida; harina de dátiles; natrón,
jugo de dátiles fermentados. (Esto) será molido finamente y mezclado en una masa homogénea. Untar con
eso. (Berlín 14)
O bien se acudía a los magos expertos quienes conjuntaban sus fuerzas para que la madre siguiera
manteniendo su deber natural si se veía afectada de alguna dolencia en sus mamas. Cuando esto sucedía
bastaba con acudir al Mito que cuenta los sufrimientos padecidos por la diosa Isis en los cañaverales de
Jemis, y por asociación simpática al igual que ella, la madre, podría librarse de estos inconvenientes
recordando aquella antigua historia.
La fórmula formalmente conocida como la Conjuro del Seno(Eb 811; 95,3-5), reza así:
" Esto es el seno donde sufría Isis en la marisma de Jemis(...)Exorcizar unas cañas, fibras de juncos, y sus
estambres(todo eso) que se había traído para echar la acción de un muerto, de una muerta(...). Con esto
será preparada una cuerda retorcida a la izquierda y será colocada sobre el lugar de la acción del muerto o
de la muerta(...). Y decir, no provoques supuración, no produzcas picor ni sangre".
Y cuando seguían sin funcionar las medidas más socorridas dentro de la farmacopea habitual, habría que
volver nuevamente a solicitar la vía de otro de los conjuros; Adolf Erman, nos lo muestra:
Indudablemente la madre debía encontrar después de su recitado cierto descanso psicológico que
seguramente sería beneficioso para la abundancia y la calidad de su leche. Sabido es que una madre en
pleno sosiego cumplirá con el requisito de la maternidad más satisfactoriamente.
En el Egipto de nuestros días los hábitos de la lactancia siguen en paralelo los avatares de nuestro mundo
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Estudios similares en la Sharqiya(Bilbeis) del Epidemiology Study Center vienen a decir que la rápida
incorporación(80%) de los suplementos alimentarios a las 0-11 semanas de vida del niño es la contraria a
las recomendaciones actuales.
El significado de la lactancia desde tiempos antiguos ha cambiado sustancialmente hasta nuestra época. La
mujer que amamantaba a su hijo siempre había gozado del respeto de la estima y una excepcional posición
en las sociedades primitivas. Los antiguos egipcios sabedores de la importancia vital de este gesto para la
supervivencia y el crecimiento de sus vástagos, incorporaron las virtudes de la leche materna hasta hacerla
partícipe de las costumbres y de la dieta de los niños divinos. El propio rey se mostraba en posturas propias
del lactante succionando el riquísimo néctar fuente de vida eterna de las ubres de las diosas maternas
como tránsito a la entronización o como alimento para proseguir con paso firme el viaje al más allá.
Pero es significativa también la consideración que la alimentación materna presta en la madurez sicológica
del niño y claro está también en la madre. Cuando el niño salga del mundo confortable y poco exigente del
vientre materno a otro incómodo y perturbador; el nivel de exigencia se hará más intenso. La lactancia
desde los primeros momentos aliviará la sensación de pérdida. El niño seguirá percibiendo la presencia de
la madre cerca de él, y a partir de ese instante, esa lejanía se verá atenuada hasta el momento en que los
dos se separen definitivamente y ya no la precise biológicamente. Y cuando el niño haya enterrado en la
esfera del inconsciente estas percepciones y cuando adulto formen parte del mundo del olvido; la imagen
de la madre todavía se mostrará afianzada entrañablemente en el recuerdo.
A pesar del reciente decaimiento de la lactancia materna como hábito alimentario en las sociedades
modernas por el acicate de la entrada de la mujer en el mundo laboral, fundamentalmente. El ahorro de un
tiempo tenido por precioso, la interrupción de la actividad laboral para dedicarse a la labor de la lactancia,
el avance de la legislación laboral apoyando estas medidas, etc., han paliado las dificultades inherentes al
problema y han desprovisto a las madres de insólitas excusas para no proseguir con el deber materno.
Qué sucedería si la lactancia natural sufriera un descrédito amplio entre las madres de todo el mundo a
favor de la artificial. ¿Se podría soportar el notable incremento de los riesgos para la salud del niño y por
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ende para su supervivencia? ; y por otro lado, ¿podríamos tolerar y justificar el despilfarro del presupuesto
para la economía de las naciones y principalmente para los bolsillos paupérrimos de los países pobres?.
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- 27. -Hartge R, The history of breast feeding, Fortsch Med, Sep 23, 94(27): 1435-8, 1976
- 28. - Poesía y Teatro del Antiguo Egipto,Etnos SA, Madrid, 1993.
- 29. - Mistress of the House, Mistress of Heaven, Hudson Hills, the Brooklyn Museum, New York, 1997
Con devoción a mi hermana Isabel en su recién estrenada maternidad, a mi esposa Marisa madre también
y a todas las madres del mundo para que perseveren en la idea de que la lactancia natural, es una fuente
de enriquecimiento biológico y síquico para sus hijos y para sí mismas.
Deseo expresar la mayor de mis gratitudes al señor D. Víctor Rivas Figueras por la oportunidad que me
brinda una vez más de ver este artículo publicado en su página de Amigos de la Egiptología
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