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Yo soy anti-entropía.

(Una invitación a la incomodidad de la autocrítica radical)

Anoche decidí dormir temprano. Mejor dicho, me acosté temprano, pero mi cuerpo quería
dormir y mi mente comenzó a hacer de las suyas. Tiene mente propia, definitivamente. Y
trajo a mi consciencia una conclusión que, supongo, se viene gestando desde que empecé a
ver la luz: soy anti-entropía.

Sí, señoras y señores: me declaro en contra de la segunda ley de la termodinámica. Es más,


en el máximo acto de rebeldía, me declaro en contra de la evolución natural del universo. No
porque esté de moda ser radical (por lo menos actualmente en Venezuela), sino porque
entendí que mi lucha siempre ha sido en contra de la entropía, y así seguirá siendo.

La entropía se define como el grado de desorden del universo; la segunda ley de la


termodinámica dice que tiende a aumentar. Siempre. Es la razón por la cual un cubito de
hielo bajo el sol maracucho se convierte en agua espontáneamente, y nunca ocurre que el
Lago se congele.

Es una lucha fútil, lo se, pero no me importa, porque no lucho por que quiero. Simplemente
llegué a la conclusión que no hay nada mejor que hacer con una efímera e insignificante vida
humana. No tiene mérito luchar contra la corriente del universo, que fluye inexorablemente
hacia mayores niveles de entropía, pero tampoco tiene mérito dejarse llevar, o luchar para
incrementarla.

No me opongo a los fenómenos espontáneos de la naturaleza (seré loco, pero no pendejo),


pero sí a lo que nos han hecho creer que es "natural" en la humanidad. Según mi visión del
universo, es "preferible" gastar mi vida tratando: de organizar las masas; educar; cooperar;
soñar y crear sistemas de comunicación y planificación que disminuyan el ruido de nuestras
diferencias personales; diseñar ciudades y sociedades donde todas las necesidades
humanas estén cubiertas; construir; sembrar y cosechar sin fomentar la muerte y la
enfermedad; vivir diciendo la verdad aunque sea incómoda o inconveniente. Lo contrario es
apoyar la entropía.

("Preferible" se puede definir como "más divertido" o "mejor", pero gracias a mi visión anti-
entrópica, esas definiciones no significan necesariamente lo mismo que para ti. En cualquier
caso, es irrelevante, como todo lo demás.).

Supongo que creo en Dios porque parece que ella es tan majadera como yo, si bien su lucha
anti-entropía ha sido más fructífera: Creó humanos del barro (o de otros homínidos), un
universo (uno, que se sepa) de la nada, luz de la oscuridad y convierte instintos en virtudes.
¡Ejemplo a seguir, sin duda! Hace que mi flaca y yo nos sintamos menos solos en este
recorrido.

Y ahora que entiendo mejor el infinito camino de nuestra lucha, sabiendo que no triunfaré,
pero sin sentirme jamás vencido, te pregunto: ¿De qué lado estás? ¿Apoyas la entropía, o la
enfrentas? Y viendo el problema desde el punto de vista más básico y radical que se puede
(desde el enfoque materialista, no se puede ir más a la raíz del universo que su basamento
cuántico), queda claro que no pueden existir medias tintas: Somos pro-entropía o anti-
entropía.
¿Católico o católica, pero le da cancha al "señor de este mundo" y al egoísmo? ¿Budista,
pero en lugar de asumir su efímera vida para servir y transformar la realidad, vegeta para ver
la película de este "mundo perfecto"? ¿Hare Krishna, pero se sienta a esperar que pase la
era de Khali? ¿Testigo de Jehová, pero le tiene más miedo al colectivismo (por aquello del
"yugo desigual") que a una transfusión? ¿Ateo o atea, pero no sacrifica su vida sin
significado ni trascendencia por el bien común? ¡Hipócrita!

Al final, la entropía va a ganar. Aún en el hipotético e improbable escenario de que logremos


hacer un mundo racional, feliz, igualitario, equitativo y anárquico, antes de que lo
destruyamos, y que este estado de mayor suma de felicidad posible dure mil o diez mil años,
esa experiencia no será más que una chispita que salga de la gran fogata de la realidad
física. Al final, de una u otra forma, el desorden prevalecerá, y no quedará recuerdo, ni nadie
que lo recuerde. Pero, cuando me toque irme de esta vida, y enfrente a la muerte (que es la
misma entropía, pero disfrazada para tratar de meternos miedo), me reiré en su cara y le
diré:

«¡Ja! ¡Nunca pudiste doblegarme!»

Ángel Ramírez Isea.


Loco certificado.

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