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LA

REHABILITACIÓN

COMO FIN DE LA

PENA
OMAR LUIS WALCONA LLANO

JULIACA-PERÚ
En agradecimientos a todas aquellas

personas que han recibido sanciones

tipo carcelarias por haber contado

todas las vivencias que han pasado en

prisión, y han recibido un trato justo

con acorde a su rehabilitación.


INTRODUCCIÓN

Tal como apreciamos hoy en día nuestra sociedad avanza de forma vertiginosa a

la par de los cambios tecnológicos, la búsqueda de medios alternativos de vida

como la clonación, la supervivencia en otros planetas, etc., sin embargo,

paradójicamente, es un tema perplejo el estado en cómo se encuentra nuestra

sociedad actual y como la dejaremos a los que vienen después, en particular el

tema de la cárcel, tema que ya estuvo en boca de todos, pero sólo hasta los años

80’, y que cada vez convence menos en su fin rehabilitador, lo que nos

compromete, en el campo jurídico-penal, a buscar nuevos horizontes con reales

alternativas a la pena privativa de la libertad, porque la cárcel es un problema que

nos afecta a todos dentro de una sociedad; no tratamos de exponer un discurso

idealista, por el contrario tratamos de mostrar una realidad que se encuentra frente

a nosotros, y que aún cuanto más modernas sean las sociedades no se ha

intentado si quiera buscar soluciones concretas; El derecho penal debe ser de

mínima intervención, sólo reservado para hechos realmente graves, mientras que

para hechos de mediana y leve gravedad deberían de buscarse alternativas

distintas a la pena privativa de libertad.


FAVORECER LA REHABILITACIÓN Y REINSERCIÓN DE LA POBLACIÓN

PENAL

Como se ha reiterado a lo largo del texto, una de las funciones básicas del sistema

penitenciario es promover la rehabilitación y reinserción de quienes cumplen

penas, tareas que en el Perú, no ha recibido gran atención.

Considerando el alto grado de reincidencia que exhibe la población penal del país,

es claro que queda mucho por hacer en este ámbito.

Con el objeto de diseñar y validar un marco de trabajo que favorezca la

rehabilitación y reinserción de reclusos, la Fundación Paz Ciudadana realizó un

estudio que dio a conocer en noviembre de 2004, en el cual se revisó la

experiencia de tres países con largo recorrido en estas materias (Estados Unidos,

Inglaterra y Australia), y de Perú.

Dicha investigación mostró que la rehabilitación de reclusos ha registrado ciertos

avances en nuestro país, pero que aún queda mucho por hacer. Los siguientes

datos dan testimonio de los logros: los programas laborales han aumentado su

cobertura desde 3.800 beneficiarios en 1983 hasta 13.759 en diciembre de 2003;

un 60% de los condenados reclusos cursa educación básica o media mientras

cumple condena.

Entre las carencias se destacan las siguientes: cerca de 21.000 reclusos no

tienen acceso a los programas laborales; la mitad de los que sí realizan trabajos,

hacen actividades artesanales autogestionadas (sin control de horarios y

producción, y sin remuneración previsible), y sólo un 4.8% de los trabajadores está

vinculado a empresas privadas. Por otra parte. La situación es aún más precaria

para los condenados que cumplen su pena en el medio libre, a pesar de que en
estas teorías estas sanciones son más afines al trabajo de rehabilitación y

reinserción.

La Reforma Procesal Penal debiera aliviar en parte estas necesidades, ya que

acorta los procesos, limita la imposición de la prisión preventiva y establece

salidas alternativas al procedimiento. Entre éstas, destaca la suspensión

condicional del procedimiento, que permite el desarrollo de un proceso de

rehabilitación del imputado. Dicha medida permite al juez someter al imputado a

un conjunto de condiciones de vigilancia y rehabilitación que si se cumplen,

implican el sobreseimiento definitivo de la causa. Entre las condiciones que

pueden ser impuestas, destacan los tratamientos psicológicos y de tratamiento de

adicciones.

Potenciar la utilización de la suspensión condicional del procedimiento con el

objeto de someter a tratamiento a dependientes en conflicto con la justicia, es una

propuesta concreta orientada a favorecer la labor rehabilitadora del sistema penal.


EFECTO RESOCIALIZADOR

Cuando quien comete un delito ostenta alguna forma de déficit de socialización, la

imposición de la pena puede ser una oportunidad para brindarle la asistencia que

requiere.

En estos casos, la pena cumple un función resocializadora, o de reinserción social.

Se pretende, a través de la pena misma o mediante un trabajo complementario a

ella, lograr un cambio en la persona, modificando los factores que han influido en

su comportamiento delictivo. Este efecto es el que destacan la prevención especial

y la teoría de Foucault.

Ahora bien, la resocialización no puede ser un objetivo buscado en todos los

casos, porque no todo condenado sufre de un déficit importante de socialización, y

obligarlo a recibir una asistencia innecesaria sería costoso y podría representar un

abuso del poder penal del Estado. En ciertos infractores, en cambio, es de

especial importancia, por ejemplo, quienes abusan de las drogas, reducen

significativamente su reincidencia cuando son sometidos a tratamiento, según ha

sido demostrado por una gran cantidad de estudios.

La función resocializadora puede ser parte intrínseca del tipo de pena (por

ejemplo, trabajo en beneficio de la comunidad, que permite reflexionar sobre el

daño causado a la sociedad y repararlo a través del trabajo) o bien, brindarse a

través de programas específicos durante el período de cumplimiento de una

sanción. Es el caso de los talleres de apresto laboral, los programas de apoyo


psicológico o los tratamientos para dejar las drogas, que se ofrecen a la población

reclusa.

La capacidad de cumplir un objetivo resocializador depende del tipo de pena, más

que de la duración de la misma. Por más alta que sea la multa, este tipo de pena

no logrará reintegrar socialmente al individuo. Por este motivo, si en un caso

particular la integración social es un objetivo importante, no conviene elegir la

pena de multa, sino que inclinarse por sanciones como la libertad vigilada o el

trabajo en beneficio de la comunidad, que son más afines a la rehabilitación.

Dentro de este mismo tema, cabe señalar que algunos tipos penales más que

procurar la resocialización, tienen por objetivo evitar la desocialización que se

produciría si se optara por otra clase de sanción. De hecho, uno de los propósitos

más importantes de las penas alternativas a la reclusión -multa, libertad vigilada,

etc.- es precisamente evitar la cárcel, porque se reconoce que en ella se produce

el “contagio criminógeno” y se adquieren destrezas para la comisión de otros

delitos.
CONSIDERACIONES SOBRE LA FUNCIÓN RESOCIALIZADORA

Las ideas de resocialización, rehabilitación o reinserción social han sido sometidas

a una intensa crítica que va desde su sustentación axiológica hasta la congruencia

de este paradigma con los postulados políticos del derecho penal demoliberal.

En la construcción doctrinaria sobre las funciones o fines del Derecho Penal,

algunas tendencias teóricas ubican la función preventivo especial como un

momento de la política criminal del Estado: realizando una abstracción de la

norma penal y enfrentándola a dos situaciones particulares, esto es, por una parte

el precepto en si mismo, y por la otra, la ejecución de la pena. En el precepto (que

incluye la previsión de la conducta y su consecuencia) se sitúa la protección de

bienes jurídicos con la amenaza de la pena, en donde encuentra cabida la

legitimación de la finalidad de prevención general. En la ejecución de la pena se

sitúa el respeto a la dignidad del condenado, en donde puede legitimarse el

concepto de resocialización mediante los fines de prevención especial.

Es evidente que dicha abstracción supone un método útil para justificar la

expansión de modelos eminentemente represivos y, en consecuencia,

irrespetuosos de la autonomía ética del condenado mediante la idea de

resocialización. No obstante, si bien las posiciones dogmáticas tradicionales

pueden tomar ventaja de la legitimación del castigo penal para afianzar la

necesidad del encierro a través de la doble función del derecho penal, en otros

ámbitos teóricos esto se interpreta desde una perspectiva limitadora del poder

punitivo en la esfera de los particulares.


Así, la premisa que asigna la protección de bienes jurídicos al momento

prescriptivo de la ley, posibilita la sustracción, del ámbito de actuación del derecho

penal, de alguna función pedagógica adjudicada al Estado; al tiempo que la

extracción de fines generales del momento de la ejecución penal, permite

conservar un cierto respeto de la dignidad individual o autonomía ética de cada

individuo sometido a una sanción penal. Se trata, por tanto, de establecer un

asidero ético – jurídico para la implementación de mecanismos que logren superar

el fundamento de la retribución o la neutralización del desviado, sobre la que

inevitablemente se incurrirá si se desecha totalmente el concepto de

resocialización.

En este contexto teórico, la función resocializadora de la pena se reduce a la

necesidad de mantener un núcleo humanístico y en ocasiones humanitario,

durante el cumplimiento de la condena, sin renunciar a los cuestionamientos sobre

la cárcel, y, sobre todo, excluyendo las significaciones del concepto de

resocialización en cuanto proceso de imposición ideológica o moralizante (Baratta,

1989).

Esto implica la negación de las pretensiones pedagógicas de la pena, en especial,

la que se fundamenta en los siguientes aspectos:

 La perversión de la aplicación de un tratamiento instrumentalizado mediante

la llamada disciplina carcelaria.

 Los efectos negativos y disociantes que tiene la cárcel (y otras instituciones

de control total) en los individuos.


Respecto al primero, aunque en el nivel jurídico la relación entre tratamiento y

régimen penitenciario debe establecerse de acuerdo con una subordinación del

tratamiento a un sistema de individualización científica, la siempre precaria

disponibilidad de recursos materiales y humanos en el sistema penitenciario, las

fallas de la administración de justicia y, en general, la insuficiente infraestructura

en relación a la población reclusa y condiciones mínimas de vida, impiden la

operacionalización de un tratamiento centrado en el individuo.

Contrariamente, la necesidad de contener los niveles de violencia o conflictividad,

trasladan el objetivo primordial hacia la conservación de un cierto orden intra-

carcelario; lo que hace prevalecer, en la práctica, el fin de retención y custodia que

determina su carácter totalizador – represivo, de forma tal, que la reeducación de

los reclusos se valora en proporción directa a su nivel de sometimiento a la

disciplina y control carcelarios.

En cuanto a los aspectos negativos de la vida en prisión, se ha documentado

suficientemente acerca de los procesos de estigmatización, los grados de

violencia intra-carcelaria y la adaptación de subculturas criminales que producen

un efecto remarginalizante en los reclusos, que dificulta aún más las posibilidades

de reinserción social que se buscan a través de los fines preventivo especiales

declarados por la ley.

No obstante lo anterior, tanto los instrumentos internacionales como la legislación

interna, otorgan preeminencia al tratamiento penitenciario como estrategia de

resocialización.
FIN DE LA REHABILITACIÓN

Los fines de rehabilitación, pueden ser clasificados bajo un fin general que, a

veces, se denomina protección, y otras, defensa social.

La rehabilitación como fin de la sanción, persigue prevenir conducta delictiva

futura por medio del cambio en la personalidad del ofensor, es decir, al reformarlo.

Al rehabilitar a la persona se espera haber erradicado su propensión a delinquir.

Bajo este fundamento la sanción le da primordial atención a las características de

la por sobre la severidad del acto cometido. Usualmente requiere varios tipos de

penas y facilidades diseñadas para ofrecer distintos programas de tratamiento,

según la condición del convicto.

En la actualidad se cuestiona la rehabilitación como fin primordial para imponer la

pena.

Primero, muchos programas de rehabilitación han demostrado inefectividad para

lograr la misma, particularmente aquellos llevados a cabo en instituciones de

reclusión. Esto se evidencia por las tasas de reincidencia tanto en Estados Unidos

como en Puerto Rico, donde alrededor de 2 de cada 3 sentenciados a prisión

reinciden17. También se cuestiona la autoridad del Estado para imponer sanciones

rehabilitadoras sin una autorización previa del convicto.

En un modelo de imposición de penas bajo un fin estrictamente rehabilitador el

tiempo de la condena no puede determinarse al momento de sentenciar ya que

ello dependerá de cómo responde la persona al tratamiento rehabilitador. De ahí

las sentencias indeterminadas, cuya duración dependerá del tiempo necesario

para la persona rehabilitarse.


CONCLUSIONES

Podemos advertir que existe una evidente necesidad político-criminal de dar

inicio al cambio paulatino y pasar a ver a la pena privativa de libertad como

medida necesaria sólo para determinada clase de criminalidad, siendo necesaria

la búsqueda de alternativas a ésta, bajo una certera decisión político-criminal

para delitos de mediana y leve gravedad.

Advertimos de manera particular, que en la práctica, se presentan aún varios

problemas que nos viene dejando la aplicación de la conversión de las penas, ya

que nuestro Código Penal no establece bajo que parámetros o criterios se deba

optar al resolver un caso donde se tenga que aplicar esta institución.

En consecuencia, debemos de recoger todas propuestas posibles de las

instituciones relacionadas con la Administración de Justicia, a efectos de hacer

cada vez más viable, bajo una óptica procesal, las penas alternativas a la pena

privativa de libertad, como objetivo clave dentro de la tan alicaída y desvirtuada

concepción rehabilitadora de las cárceles como primera opción de represión de

la criminalidad dentro del Principio de Mínima Intervención del derecho penal.

Vuelve a ser noticia de primera el hecho de que pongan en libertad a un

delincuente una vez que ha cumplido la pena que tenía que cumplir en función de

la sanción impuesta y de las normas penales vigentes en el momento en que se le

impuso. En este caso se trata de un violador; antes fue un terrorista. Yo, fiel a mis

planteamientos, sigo manteniendo la ilegalidad de la llamada "doctrina Parot" y


que debemos atenernos a las normas que libremente nos hemos dado. Si no nos

gustan, cambiémoslas.

Pero quería, de pasada, hacer referencia a una de las funciones, para mí la más

importante, de la "pena": la función rehabilitadora del delincuente. El cumplimiento

de una pena tiene que tener, como principal objetivo, preparar al delincuente (una

persona, al fin y al cabo) para que pueda volver a vivir en socidad. Y es ahí en

donde falla el sistema, no en si la norma permite redención de penas por el trabajo

o si las penas de privación de libertad son más o menos cortas.


BIBLIOGRAFIA

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 On line en: http://enj.org/portal/biblioteca/penal/penal_juvenil/7.pdf Delitos
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ttp://200.91.68.20/scij/busqueda/jurisprudencia/jur_detalle_sentencia.asp?
nValor2=333510&nTesauro=5&nValor1=1&strTipM=E1&pgn=TES&nTermin
o=7061&lResultado=0&tem4=''&tem2=&tem3=&nValor3=98114&strDirTe=D
D

 On line en: http://www.monografias.com/trabajos33/codigo-penal-peru/codigo-


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