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“La Eneida”

1. ¿Qué aspectos del poema épico se corresponden con la Roma de Octavio?

En el poema épico de Virgilio, las correspondencias con la Roma octaviana son


evidentes. La Eneida, concebida como un elemento más de enaltecimiento y fijación de
la institucionalidad romana, intenta dar al imperio un génesis a la altura de lo que en
ese entonces Octavio hacía de Roma. Por tal motivo, el poema posee, en toda su
extensión, alusiones a un pueblo glorioso y divino.

Eneas, protagonista del poema, es sindicado como el padre y fundador de Roma.


Pero no se trata de cualquier guerrero arrojado de la guerra de Troya, si no, del hijo de
la diosa Venus. Este rasgo es, sin duda, el elemento necesario para elevar a la
categoría de divino al emperador Octavio, pues es nombrado en el relato como
descendiente de Eneas. De esta forma, no sólo Octavio tendría carácter de divinidad, si
no, todos sus antecesores y hombres ilustres de Roma.

Otro aspecto importante es la exaltación de las costumbres netamente ligadas a


la institucionalidad de Roma. Tal es el caso de la idea del imperio como una gran
familia, donde el emperador ocupa el lugar del pater famili. En el canto VI de la Eneida
encontramos luces sobre la importancia que tal institución tiene para la conformación de
Roma en ese entonces:

«Allí habitan los que en vida aborrecieron a sus hermanos, o hirieron a su


padre, o vendieron el interés de su cliente; los que, numerosísima
muchedumbre, incubaron riquezas atesoradas para ellos solos, sin dar una
parte a los suyos; los que perdieron la vida por adúlteros; los que promovieron
impías guerras o no temieron hacer traición a sus señores; todos éstos,
encerrados ahí, aguardan su castigo. [...]No, aun cuando tuviese cien lenguas
y cien bocas y una voz de hierro, no podría expresar todas las formas de los
crímenes ni decirte todos los nombres de sus castigos.»1

En el párrafo anterior podemos apreciar cómo, en un afán casi moralizante, la


Sibila muestra al héroe los terrible sufrimientos que aquejan a quienes en vida no
mostraron respeto a la institución familiar; quienes atentaron en contra de sus padres y
hermanos están condenados a un castigo que la Sibila apenas puede revelar a Eneas,
por ser quizá peor que todas las descripciones que se aprecian en este capítulo.
1
Virgilio, Eneida VI, 95.
En un notable contraste con aquellos que deshonran a la patria con sus malos
actos, el mismo capítulo ensalza las buenas costumbres y al buen ciudadano. El
hombre romano al servicio de su patria, por y para Roma se muestra como prototipo en
la Eneida, y habita un lugar privilegiado en el averno llamado los “Campos Elíseos”:

«Hecho esto, y habiendo ya cumplido con la diosa, llegaron a los


sitios risueños y a los amenos vergeles de los bosques afortunados, moradas
de la felicidad. [...] Allí están los que recibieron heridas lidiando por la patria,
los sacerdotes que tuvieron una vida casta, los vates piadosos que cantaron
versos dignos de Febo, los que perfeccionaron la vida con las artes que
inventaron y los que por sus méritos viven en la memoria de los hombres.
Todos éstos llevan ceñidas las sienes de nevadas ínfulas. »2

En la Eneida quedan también reflejados aspectos políticos que encuentran


explicación en el poema. La conocida y eterna rivalidad de Roma con Cártago queda
plasmada en la historia con tintes trágicos que protagonizan Eneas y Dido, reina de
Cártago. Al salir Eneas con rapidez de la isla para continuar su viaje, y sin dar mayores
explicaciones, provoca el delirio amoroso de la reina, quien, luego de maldecir al héroe,
se retira a su palacio y se suicida enterrándose en el pecho las armas de Eneas. Tal
episodio justifica efectivamente las malas relaciones de Cártago y Roma:

«Vete, no te detengo ni quiero refutar tus palabras; ve a buscar la


Italia en alas de los vientos; ve a buscar un reino cruzando las olas. Yo
espero, si algo pueden los piadosos númenes, que encontrarás el castigo en
medio de los escollos y que muchas veces invocarás el nombre de Dido. »3

Por último, en el sexto capítulo del poema, se encuentra una referencia


explicativa para la muerte del querido sobrino de Octavio, Marcelo. El joven pariente
del emperador muere prematuramente en la realidad, pero Virgilio le dedica un sentido
homenaje situándolo en los Campos Elíseos y exaltándolo, en boca de Anquises, padre
de Eneas, a un nivel tal, que justifica su muerte como producto de la envidia de los
dioses, que de haberlo dejado vivir más tiempo, habría sido Roma más poderosa que
ellos mismos:

«“¡Mira como se adelanta Marcelo, cargado de despojos opimos,


y cómo, vencedor, se levanta por encima de de todos los héroes! Ése
sostendrá algún día la fortuna de Roma, comprometida en apretado trance;
intrépido jinete, arrollará a los cartagineses y al rebelde galo, y suspenderá en

2
Virgilio, Eneida VI, 96.
3
Virgilio, op. cit., IV, 60.
el templo de Quirino el tercer trofeo[..] Vivirá ese mancebo, pero los hados no
harán más que mostrarle un momento a la tierra; la romana estirpe os hubiera
parecido, ¡oh, dioses!, demasiado poderosa si le hubieseis otorgado ese don.
»4

Pero no sólo Marcelo es exaltado en esta parte del poema, sino también
variadas figuras ilustres de la historia de Roma. Estos personajes no solo son alabados
al estar situados en los Campos Elíseos, sino que, tal como lo explica Anquises, estas
grandes figuras romanas habrían renacido desde el inframundo a partir de almas
purificadas, dando a entender que surgen de una especie de elite que habita en el
Averno.

Por lo expuesto anteriormente, se concluye que la Eneida está orientada de


forma prominente a la exaltación de los rasgos de la roma imperial de Octavio, pues
justifica su autoridad dándole un origen divino; le da unidad histórica al Imperio y
justifica sus guerras.

2. ¿Qué sentido tiene la bajada de Eneas al Averno?

En estricto rigor, el hombre sólo puede tener acceso a la muerte mediante el


lenguaje. En la literatura, la bajada del hombre a los terrenos del inframundo suele
ligarse a la necesidad de “conocer” lo que a los vivos no les está permitido saber. En la
Eneida, el héroe no está exento de esta prueba. La bajada al Averno está situada en el
centro de la obra ( capítulo VI, de un total de XII), y estructuralmente, marca un
diferencia en el desarrollo de los hechos: mientras que los cinco primeros capítulos
imitan el estilo de la Odisea de Homero, en cuanto a configurar un relato basado en los
viajes marítimos que el héroe debe sortear para llegar a un lugar determinado, los
últimos cinco evocan el estilo de la Iliada homérica al estar compuesto casi en su
totalidad por relatos de batallas que, finalmente, le dan a Eneas el dominio de la tan
esquiva Italia.

Internamente, hay varias marcas a lo largo del relato que nos llevan al sentido de
la bajada de Eneas al Averno. Una primera marca, de carácter literal, se encuentra en
los primeros capítulos, en donde es la sombra del mismo Anquises, ya muerto, quién le
ordena a Eneas visitarlo en los Campos Elíseos:

4
Virgilio, op. cit, VI, 100.
« “[...] más antes desciende a las moradas infernales de Dite, y
penetrando en lo profundo del Averno, ve, hijo, a buscarme, porque no moro
en el impío Tártaro, mansión de las tristes sombras, sino, en el ameno recinto
de los piadosos, en los Campos Elíseos”. »5

Eneas desciende al Averno no por encontrarse con su padre, sino por una
motivación más trascendental para el desarrollo de la historia: el conocimiento. El
mismo Anquises le revela en varias oportunidades que en el Averno está la verdad
sobre lo que él necesita para la fundación de Roma:

«“Entonces conocerás toda tu descendencia y qué ciudades te


están destinadas.” »6

«“Voy a decírtelo, hijo mío, para que cese tu asombro”, repuso


Anquises, y de esta suerte le fue revelando cada cosa por su orden. »7

Mediante la visita a su padre, Eneas tiene acceso a conocimientos privativos de


los muertos. Cada conocimiento adquirido en el Averno, tanto en el Tártaro como en los
Campos Elíseos con Anquises, están orientados hacia la fundación de Roma. El
encuentro con Deifobo, hijo de Príamo, por ejemplo, tiene la función de sellar y cerrar
ciclos de historias de un pasado desconocido de su patria, Troya, y así, construir sobre
cimientos sólidos la futura Roma. El mismo Deifobo, luego de revelar pasajes
desconocidos de los últimos momentos de Troya, lo insta a seguir su camino:

«“Ve, ve ¡oh, gloria y prez de los nuestros!, a gozar más feliz


destino que el mío”. Dijo, y se alejó.8 »

En la cita anterior se encuentra otro importante aspecto en la bajada de Eneas: la


exaltación del héroe. La Sibila, al primer encuentro con Eneas, da las primeras luces
sobre la proeza que está a punto de empezar. Primero, indica cuán fácil es entrar al
Averno y cuán difícil es salir; segundo, aquellos que han logrado salir son los amados
por Júpiter, pues éste les brinda su ayuda para sortear las profundidades, o son
hombres que, por ser hijos de dioses, poseen ardiente valor. Evidentemente, al salir
Eneas victorioso del Averno, resurge desde lo más profundo de los abismos, para subir
lleno de la gloria que el éxito de su proeza le imprime, por lo tanto, la bajada al Averno,
se convierte en una forma más de demostrar las cualidades heroicas que posee.
5
Virgilio, op. cit., V, 80.
6
Virgilio, op. cit., V, 80.
7
Virgilio, op. cit., VI, 97.
8
Virgilio, op. cit., VI, 94.
Pero no sólo la historia de Deifobo es un cimiento para la fundación de Roma.
Anquises también se encarga de dar una cosmogonía al Imperio, que se ve,
evidentemente resaltada al ser relatada por un habitante del Averno, poseedor de
conocimientos denegados a los hombres:

« “Desde el principio del mundo, un mismo espíritu interior anima


el cielo y la Tierra, y las líquidas llanuras y el luciente globo de la Luna, y le
Sol y las estrellas; difundido por los miembros, ese espíritu mueve la materia y
se mezcla al gran conjunto de todas las cosas; de aquí el linaje de los
hombres y de los brutos de la tierra,[...] Esas emanaciones del alma universal
conservan su ígneo vigor y su celeste origen mientras no están cautivas en
toscos cuerpos...”9»

La bajada al Averno hace que Eneas reúna en si tanto el conocimiento de la vida


como el del inframundo, sin haber pasado, para éste último, por la experiencia de la
muerte. Por lo tanto, le otorga el privilegio del conocimiento completo de la existencia.

Bibliografía

• Virgilio (1985). La Eneida. Santiago de Chile: Ercilla

9
Virgilio, op. cit., VI, 97.

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