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Cuando el sueño se transforma en sentencia: Verdugos del Arte

Parte II
Por: Patricia Díaz
“El carácter, virtud de los tiempos difíciles…”
Charles de Gaulle
Resulta curioso cómo en algunas ocasiones ciertas exposiciones artísticas han podido expresar
el estado de la política mundial. Tal fue el caso de la Exposición Internacional de París realizada en
1937, en donde las grandes potencias colocaron en sus áreas respectivas aquellas piezas que
consideraban como representativas de su cultura e identidad.
De esta manera mientras el pabellón germano de Albert Speer, era coronado por el águila
prusiana, el soviético de Boris Iofan presentaba una escultura de Vera Mukhina titulada “La chica
trabajadora industrial y la granja colectiva” y el segmento español diseñado por el arquitecto catalán
José Luis Sert, contenía el “Guernica” de Picasso.
Sólo un par de años pasarían para que estallara uno de los conflictos bélicos más aterradores
que puede mostrarnos la historia de la humanidad, la Segunda Guerra Mundial, en donde un juego de
intrigas y negociaciones llevaron al Eje formado por Alemania, Italia y Japón –como naciones líderes-
a enfrentarse a los Aliados, integrados por Inglaterra, Francia, la U.R.S.S. y E.U.A, entre otros.
Al concluir el conflicto en 1945 una nueva estructura política desarrolló dos bloques que
eventualmente se enfrentaron en la llamada Guerra Fría, donde capitalistas y comunistas lucharon
“pasivamente” para controlar la mayor cantidad de territorios y mentes.
De este modo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.) y China fueron dos
de los regímenes que representaron la política del Este, convirtiéndose en crueles dictaduras que
castigaron duramente a sus respectivos pueblos.
Uno de los ámbitos oprimidos con mayor vehemencia fue el artístico, ya que es generalmente
en él donde surgen aquellas personas lo suficientemente valientes e inteligentes como para criticar al
régimen de manera precisa, hecho que ha molestado sobremanera a los dictadores.
Así en Rusia el Estado trató de imponer su ideal de vida a través de una corriente llamada
realismo socialista, la cual no retrataba la existencia tal como era sino como debía ser, ya que la vida
de los “camaradas” no le pertenecía al individuo sino a la nación.
Sin embargo como contraparte de los heroicos defensores de la libertad de pensamiento,
existieron algunos personajes que traicionaron de buen grado a sus colegas como fue el caso de Boris
Aleksandrovich Diákov, quien en su obra “Novela sobre lo Vivido” presenta a un bolchevique
convencido que es encerrado en un campo de concentración, hecho que es atribuido por el protagonista
a una terrible equivocación.
Con este manuscrito el Estado pretendía demostrar la profundidad que debía alcanzar la
identidad comunista en el sujeto, esto por supuesto había sido estructurado con el beneplácito del autor,
quien bajo el nombre clave de “pájaro carpintero” se dedicaba a denunciar a toda aquella persona
sospechosa de actividades contrarrevolucionarias.
No obstante también surgieron artistas que optaron por una actitud crítica y justa como León
Tólstoi, quien al igual que expresó una fuerte protesta cuando el régimen zarista condenó a muerte a
ciertos terroristas revolucionarios, también trató de defender los valores cristianos y humanistas durante
la Revolución Rusa, hecho que le valió el desprecio de Lenin.
Otros escritores fueron aún más osados, publicando sus obras sin el conocimiento del régimen
como Boris Pasternak, quien ante la ira de las autoridades fue reconocido con el Premio Nobel de
Literatura en 1958 por su novela “El Doctor Zhivago” en la cual hizo un severo juicio sobre la
sociedad rusa de la mitad del siglo XX; de hecho la posesión de su libro significaba un crimen,
característica que compartía con las obras de Anna Ajmátova, una escritora de origen aristócrata quien
tuvo que experimentar el fusilamiento de su primer esposo, Nikolái Gumiliov y la deportación de su hijo
a Siberia. Para 1924 todos sus escritos fueron incluidos en el infame índice de libros prohibidos llegando
a penarse la posesión de su “Réquiem” con la pena de muerte.
Por supuesto la literatura no fue la única castigada, en las artes plásticas el realismo
socialista combatía cruentamente a la vanguardia y al arte abstracto, provocando que artistas como la
escultora Katarzyna Kobro y el pintor Wladyslaw Strzeminski muriesen en la miseria porque la gente
no se atrevía a comprar sus trabajos.
En la música -y por mencionar sólo uno de muchos géneros perseguidos- el jazz fue
considerado como una “expresión del individualismo burgués y decadente”, sobre todo en cuanto a la
improvisación se refería, ya que era demasiado libre para un gobierno que exigía el control absoluto,
considerándose así a estos músicos como inconformes y subversivos. Así, los artistas huyeron de las
grandes ciudades, buscando refugio en sitios alejados de Moscú, como Polonia, Vilnius, Baku o
Azerbaiyán, en donde podían trabajar en su arte de manera menos controlada.
Pero el comunismo ha sido represivo en todos los lugares donde ha obtenido el poder. No
obstante la opresión ejercida por Mao Tse Tung en China poco tenía de novedoso ya que fue el
emperador Quin Shi Huang en el lejano año de 212 a.C. quien ordenó a sus súbditos quemar todos los
libros existentes, condenando a todo aquel que se negara a cumplir tan atroz deber a ser enterrado vivo.
Y si la represión en Rusia fue severa, en la china maoísta fue mucho peor. Teniendo como
propósito la Revolución Cultural acabar con los “cuatro viejos” como se estableció en el Congreso
del Partido Comunista Chino en 1966, a saber: las viejas ideas, la cultura, las costumbres y los hábitos
de la explotación de clases; el objetivo fue entonces destruir la herencia de las tradiciones de la China
imperial a la vez que se luchaba contra el “pernicioso” capitalismo.
Esta actitud generó un atraso en las artes que se reflejó en las distintas disciplinas como la
danza, donde se trataron de establecer los más grandes absurdos; de esta manera mientras los rusos
todavía tenían la posibilidad de interpretar el Lago de los Cisnes de Tchaikovsky, los bailarines chinos
tenían que conformarse con extraños ballets políticos en los cuales aparecían jovencitas en zapatillas de
puntas, pero ataviadas con uniforme y llevando un fusil en las manos como en “La chica de pelo blanco”,
esto fue el ridículo resultado del esfuerzo inútil de Madame Mao por unir lo incompatible: el ballet
clásico con las danzas tradicionales chinas aderezando el conjunto con un poco de ideología.
Con un saldo de miles de fusilados, exiliados y encarcelados, los regímenes totalitarios hicieron
todo lo posible por privar al hombre de su inalienable libertad de pensamiento; así los artistas que
tuvieron la oportunidad, llevaron a cabo la peligrosa empresa de la deserción, huyendo así hacia países
democráticos en donde su trabajo era apreciado y respetado.
Así hemos visto cómo los gobiernos represivos tienen miedo a los artistas, por una simple razón
que es expresada por la escritora Rosa Olivares con estas palabras: “El arte no es una decoración, es
una herramienta de conocimiento y esa es la razón del miedo que despierta en el poder”.

“Esto no se mira, esto no se toca, esto no se dice”. Aut. Rosa Olivares. Revista EXIT Imagen & Cultura.
No. 8. Noviembre 2002.
“De los archivos literarios del KGB”. Aut. Vitali Chentalinski. Ed. Anaya & Maria Muchnik. España, 1994.
“El Arte Oprimido”. Aut. Guillem Balague. Revista Cambio 16. México, noviembre 1995.
“El Barishnikov chino”. Aut. Roger Salas. www.elpais.com. España, 19 de diciembre 2010.
“Muerte, terror y persecución en el país del dragón”. Aut. Juan Ignacio Lazcano González.
www.suite101.net. 26 de marzo 2010
“Llega elogiado libro que detalla relación entre los intelectuales rusos y el poder”. Aut. Roberto
Careaga. Diario La Tercera. Chile, 19 de febrero 2011.
“Oficialismo frente a disidencia, dos caras de las artes durante el comunismo”. www.exedra21.com.
18 de diciembre 2010.
“Poesía, represión y libertad en la Revolución Rusa”. Aut. Álvaro Galván Castro. www.diariosur.es
España, 2 de noviembre 2007
“How the Jazz survived the Soviets”. Aut. Peter Culshow. www.telegraph.co.uk Inglaterra, 14 de
noviembre 2006.

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