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Polaridad Constructiva contra Polaridad Destructiva

“La polaridad fundamental está en querer vivir y morir, sufrir y gozar, tener éxito y
fracasar, sin llegar a tomar conciencia de lo que está pasando”. Manuel Barroso

La polaridad está en la naturaleza misma de vida.

La polaridad es inmanente a todos los procesos y acontecimientos de la vida, sean de


carácter biológico o social - cultural. La polaridad esta implícita en la propia
naturaleza y dinámica de la vida: su estructura, sus procesos, sus interconexiones.
Como dice Wilmon Henry Sheldon:“La polaridad no se limita solamente a los dos
polos en cuestión, sino que impregna por completo las regiones dentro de cada uno;
se halla en la estructura y comportamiento del átomo, de la célula viva, de la planta
y del animal, del propio intelecto humano, del lenguaje, etc.”.

La polaridad está presente en toda situación, proceso u organismo vivo: noche – día,
hombre – mujer, espíritu – materia, frío – calor, por mencionar algunas de la
categorías polares existentes en la trama de la vida. El ser humano no escapa a esta
realidad. Nuestra naturaleza abarca innumerables manifestaciones de polaridad:
impulso-inhibición, introvertido-extrovertido, sentimiento-razón. Así por ejemplo en
el plano emocional tenemos la polaridad alegría-tristeza, amor-odio; en el plano
fisiológico observamos la polaridad izquierdo-derecha, sistema nervioso simpático
(catabolismo) - parasimpático (anabolismo).

De modo que “la polaridad está profundamente arraigada en el funcionamiento del


organismo, es así que la sed conduce a la búsqueda del agua, el calor a la búsqueda
de la frescura, la tensión a la búsqueda de un alivio en la relajación” (Doris Bersing).
Agrega Guillermo Feo: “La polaridad es un estado intrínseco a todo fenómeno
natural, obviamente incluimos al ser humano. Lo cual quiere decir que usted y yo
poseemos los contrarios de los rasgos que nos caracterizan. Puede ser que los
ignoremos y /o neguemos, conscientemente o no, pero ello no los elimina.
Permanecen latentes, potencialmente listos para manifestarse en cualquier
momento”.

¿Qué es la polaridad?

Según Guillermo Feo la polaridad “es un estado intrínseco a toda circunstancia,


hecho o fenómeno natural, consistente en la existencia de dos puntos opuestos
llamados polos”. Y como apunta el propio Feo, no se trata de una “simple condición
dual en la cual los contrarios se oponen y paralizan entre sí”, y permanecen
irreconciliables e irremediablemente orientados a objetivos divergentes; lo cual sería
admitir una visión dualista de la realidad.

El dualismo plantea que la realidad está dividida en dos partes o ámbitos totalmente
distintos e inexorablemente opuestos. Esta visión o paradigma del hombre reduce la
existencia humana a una concepción mecanicista, asimilando el funcionamiento de la
vida humana a la de un reloj. Esta forma dual de ver la realidad es la que da lugar a
la aparición del aspecto insano de la polaridad (polaridad desintegrada), al concebir
al ser humano como un ser dividido en innumerables categorías polares
irremediablemente separadas.

Mapas y polaridades

El hombre con su forma de pensar y visión con que aborda y concibe la realidad,
proyecta su forma de ser y estar en el mundo, percibiéndose como un sistema y, en
consecuencia, abordándose y expresándose como una totalidad integrada o, por el
contrario, percibiéndose y asumiéndose con una naturaleza dual, inevitablemente
irreconciliable, dando lugar a disfuncionalidades polares (polaridades
desintegradas), tanto en el funcionamiento corporal, como conductual y conceptual,
las cuales crea y alimenta cotidianamente. Al respecto Manuel Barroso dice:”La
polaridad no existe sino la hacemos existir”.

Pero el hombre es más que un conjunto de categorías polares; es un sistema


integrado e interconectado, una totalidad. Así los polos que lo constituyen no forman
realidades separadas, sino que forman parte de una misma totalidad. Estos polos
aunque opuestos y diferenciados mantienen una dinámica procesal, “cooperando
como soportes mutuos”, a la vez que se oponen, dando lugar así a una mezcla de
tensión y complementariedad, que conlleva a procesos de diferenciación y de
integración que definen la naturaleza esencial de la vida.

Nuestros mapas, pues, son determinantes en la aparición de polaridades


desintegradas o polaridades en equilibrio ¿Cómo influyen nuestros mapas
introyectados (impuestos, ajenos a nuestras necesidades) o metabolizados (formados
con la conciencia de nuestras necesidades, asumidos responsablemente) en el
proceso de alienación o identificación de alguno de los polos opuestos? Nuestros
mapas nos llevan a la aceptación / alienación de cualquiera de nuestras categorías
polares, bien al identificar los polos como parte de una misma totalidad o al crear
maneras parcializadas y anti-naturales de ser y estar en el mundo, al alienar alguno
de los polos.

Este proceso de alienación de uno de los polos es más probable “sobre todo cuando
se trata de contructos culturales y no de realidades biológicas” (Doris Bersing),
producto de la influencia (creencias y concepciones dualistas) del medio ambiente
socio-cultural en el que nacemos y nos desarrollamos. Muy acertadamente dice
Manuel Barroso que “el mapa ajeno polariza”, refiriéndose al mapa introyectado por
la acción impositiva de otros (padres, escuela, etc.). El mapa introyectado divide a la
persona de forma tal que ésta “comienza a ir en dos direcciones opuestas y
contradictorias: bueno y malo, obediente y rebelde, tierno y duro, agradable y
desagradable, complaciente y tirano” (Manuel Barroso).

Polaridad desintegrada

La polaridad se convierte en insanidad (polaridad desintegrada) cuando negamos un


polo y comenzamos a vivir en forma “inconscientemente parcializada”, con una
visión dicotómica de la realidad: autocrático vs. democrático, estructurado vs.
desestructurado, pensamiento vs. sentimiento, cuerpo vs. alma. Como dice el Dr.
Feo: “Se pretende vivir con lo que contiene un platillo de la balanza, desconociendo
la existencia del otro. Se cree estar en blanco ignorando el negro. Se cierra un ojo y
se cree tener la visión completa. Se pervierte la vida dejando sólo a la Bella y
negando a la Bestia…”. Esta alienación de uno de los polos, que se traduce en el
intento de control sobre el polo opuesto, da lugar a una tensión interna debilitadora
que consume nuestra energía vital y dañan nuestra salud física y psicológica; en un
desequilibrio que no consigue compensación, y que hace al hombre inefectivo en el
contacto con el medio ambiente (el otro), como consecuencia de que “la persona
está utilizando la mitad de sus recursos, desperdiciando la otra mitad necesaria para
funcionar como una unidad, totalidad fundamental para alcanzar el máximo de
efectividad en el contacto con el medio…” (Guillermo Feo)
El no concienciar y asumir la responsabilidad por la existencia de los dos polos,
conlleva a un estancamiento de nuestro flujo procesal, bloqueando el
funcionamiento natural del organismo: reconocimiento, aceptación y expresión de las
emociones, orientación a la satisfacción de necesidades, tendencia al contacto
nutritivo, búsqueda del equilibrio, etc., al paralizarnos como consecuencia de
polarizar nuestra energía en dos direcciones. Este estancamiento se traduce en
desintegración de la personalidad, al desconocer nuestras propias partes
constituyentes; en el debilitamiento de nuestra capacidad de elección, al limitarnos
a actuar únicamente bajo la dirección del polo identificado, negándonos así las
opciones del polo alienado; en la negación e incapacidad para el contacto efectivo,
al restarnos flexibilidad y capacidad de comprensión de las conductas y actitudes de
otras personas, que son opuestas a las nuestras, pero que por tenerlas alienadas no
somos capaces de reconocerlas y manejarlas efectivamente.

La falta de aceptación responsable de alguno de nuestros polos nos conduce al


contacto inauténtico, como consecuencia de la “parcialidad inconsciente” hacia un
polo y la negación del otro. Una polaridad no reconciliada – desintegrada - nos
inhabilita para el contacto efectivo. “La polaridad nace de la pérdida de contacto
con su propia experiencia, la distorsión o la negación de la misma” (Manuel Barroso).
Se mantiene, entonces, “un pseudo contacto y hay una afirmación en la no
experiencia y en la negación. Nos convertimos, sin percatarnos, en buitres-ciervos,
negando el buitre; en lobos-ovejas, negando el lobo y realzando la oveja” (Manuel
Barroso).

La polaridad en este sentido es, como dice Manuel Barroso:“Energía que ya no se


dirige en la dirección del crecimiento, según las necesidades del individuo, es el
proceso a través del cual el individuo organiza y simboliza sus creencias acerca de sí
mismo, de su contexto y del mundo externo ajeno a sí...”

Pero experimentar crecimiento personal supone integrar las diferentes partes que
conforman el sistema humano y sus opuestos. Cuando un polo está alienado,
excluimos una gama importantes de elecciones y comportamientos potenciales
existentes en nuestra condición y posibilidades como seres humanos. En tal situación
nuestra forma de ser y estar en el mundo es inauténtica, por carecer de uno de los
elementos constituyentes y definitorios de nuestra naturaleza. En este caso la forma
de andar en el mundo es la del control, excluyendo la opción de la libertad:
espontaneidad, autenticidad, congruencia, autonomía. Perdemos además flexibilidad
y adaptabilidad, pues al tener un polo alienado sólo contamos con las opciones que
nos provee el polo identificado y aceptado, pero tenemos vedadas las posibilidades
que potencialmente posee el polo rechazado – alienado. Esta situación nos coloca en
una posición de vulnerabilidad y desventaja en nuestra interrelación con el medio
ambiente.

Integrando nuestras polaridades

Al integrar nuestras polaridades podemos vernos y percibirnos en toda nuestra


potencialidad – totalidad, desde una visión holística; nuestro funcionamiento se hace
también más espontáneo: auténtico. Por otra parte, crecemos en nuestra capacidad
de adaptación y gama de respuestas en nuestro intercambio con el medio ambiente,
lo que incrementa considerablemente nuestra posibilidad de nutrirnos en nuestro
intercambio con el entorno. El organismo además restablece su equilibrio y
capacidad de autoregularse.
Integrar nuestros polos opuestos implica que potencialmente ambos polos están
disponibles para moverme e interactuar con libertad con el medio ambiente. En tal
estado me percibo interiormente y me siento capaz de desplegar todo el abanico de
posibilidades de comportamientos y actitudes que me ofrece cada polo. Entonces
entrarán en juego mis recursos: valores, competencias, preferencias, para optar con
libertad por las posibilidades que me ofrece cada polo en particular, según mi
conveniencia, mis necesidades y las circunstancias del momento.

“Es importante constatar que el hecho de conocer una característica y aceptarla no


implica que ella tenga que presentarse de manera acentuada o activa en la
conducta” (Doris Bersing). Por ejemplo, el hecho de reconocer mi parte violenta no
hace de mí una persona violenta. Por el contrario, al aceptar nuestra parte violenta,
la debilitamos a partir de la aceptación de ella y su contrario (nuestra parte
pacífica). Pero si en vez de aceptar nuestra parte violenta, la negamos y reprimimos,
en un momento determinado podemos dar lugar a una irrupción descontrolada de
violencia peligrosa. Mi libertad de elección y mi capacidad de decisión son limitadas
(estereotipadas, alienadas) a menos que me sienta y me perciba capaz de lo que me
posibilita cada uno de los polos. En este sentido, la integración de mis polos me hace
más auténtico y congruente.

La polaridad representa la diferenciación e integración de la naturaleza. La


diferenciación conduce por sí misma a polaridades. El éxito en integrar los polos
opuestos está en encontrar el punto de la adecuada tensión que utiliza cada uno de
los dos polos de manera constructiva. Al integrar rasgos opuestos, completamos
nuevamente a la persona. Por ejemplo: debilidad y bravuconería se integran como
una silenciosa firmeza. Tal persona tendrá la posibilidad de ver la situación total sin
perder los detalles. De este modo, obtiene una mejor perspectiva que le permite
enfrentar la situación mediante la movilización de sus propios recursos.

Bibliografía:

-Barroso Manuel, Autoestima: Ecología y Catástrofe, 1998


-Bersing Doris, Vivir un equilibrio frágil
-Feo Guillermo, Caos y Congruencia, 2003

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