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Emancipación Latinoamericana y

Soberanía Petrolera
* Federico Bernal.

“No hay fuerza mayor en la historia, que una idea a la que le ha llegado su hora”.
Víctor Hugo.

Doctrina bolivariana y sanmartiniana

En el siglo de los libertadores, el ideal y accionar bolivariano y sanmartiniano de


independencia y unidad, o mejor dicho, de conformación de una gran Nación
Latinoamericana justa, digna y libre satisfacía cuatro necesidades históricas de
nuestros pueblos. La primera, unidad y coordinación para vencer la guerra de la
independencia con España –habiéndose agotado las instancias negociadoras de crear
un imperio hispano-americano–. La segunda, frente a la imposibilidad de sobrevivir por
separado, unidad para favorecer un desarrollo económico endógeno, la justicia social,
la paz interna y externa y la democracia popular en cada Estado miembro. La tercera,
unidad para que la América latina, de raíz hispana, india y mestiza, gravite en la
comunidad internacional y la enriquezca con sus ideales y realizaciones. La cuarta y
última, unidad para tratar de igual a igual con la nación más poderosa y expansiva de
su época: Gran Bretaña. Podrá agregarse una quinta, más relacionada con una
necesidad de los pueblos oprimidos del Mundo, y que se nutre de la concepción
universalista de Bolívar según la cual la conformación de una gran Nación “en la
América meridional” traería al mundo un equilibrio de poderes entre las naciones o
continentes más poderosos.

Despuntado el siglo XXI, las cinco necesidades históricas –fortalecidas con la inclusión
de Brasil y su capacidad cultural, política y económica– no solo encuentran plena
vigencia, sino que, consecuencia de la crisis mundial del imperialismo, a su vez
producto de la descomposición del capitalismo, la ideología libertadora nos brinda la
clave de la revolución latinoamericana: no habrá independencia ni prosperidad sin
unidad.

Es sabido hoy día que nuestro enemigo no es España sino el imperialismo, y como los
libertadores para negociar de igual a igual con Gran Bretaña se proponían –entre sus
varios objetivos– la conformación de una sola Nación, la realidad demuestra que sólo
unificando nuestros intereses y propósitos haremos frente con dignidad, no sólo a Gran
Bretaña, sino a la actual potencia imperial: los Estados Unidos. En este sentido,
testimonian lo acertado de la estrategia bolivariana contemporánea, en primer lugar,
las preocupaciones que en el Norte y en el Viejo Mundo produjo la conformación de la
Comunidad Sudamericana de Naciones, en contraste con las repercusiones positivas
que despertó en los pueblos latinoamericanos. Luego, las conversaciones MERCOSUR-
ALCA con la defunción del segundo; la suscripción de acuerdos y negociaciones
bilaterales entre la Argentina, Brasil y Venezuela; la suscripción del Consenso de
Buenos Aires para alcanzar un tratamiento conjunto de la deuda externa (al que se le
sumará próximamente Venezuela); la consolidación de la unión entre la Comunidad
Andina de Naciones y el MERCOSUR, más la iniciativa de sumar a su homólogo
caribeño, el CARICOM; la propuesta de creación de un Fondo Estructural del
MERCOSUR, un Banco Internacional Latinoamericano y un Banco Sudamericano para el
Desarrollo; la creación de la agencia de noticias latinoamericana: Telesur , en
contraposición al monopolio transnacional de telecomunicaciones; la creación de un
Fondo no Retornable para atender los más agudos problemas que se originan por la
pobreza; la creación de organismos multilaterales regionales (sin el panamericanismo
de la OEA ); la propuesta de fundar una Confederación Latinoamericana de
Trabajadores; la propuesta de crear las Fuerzas Armadas del MERCOSUR y, por último,
la creación de una empresa multiestatal latinoamericana de hidrocarburos:
Petroamérica, que en Sudamérica se denominará Petrosur. Estas iniciativas –algunas
ya funcionando y otras en vías de hacerlo– llevan la impronta de un sello
independentista, popular y latinoamericano. En pocas palabras, es la doctrina
bolivariana y sanmartiniana –la misma que abrazaban Artigas, O´Higgins, Abreu e
Lima, etc.– en acción consciente y resuelta.

Pensando en latinoamericano

Los problemas de la revolución latinoamericana deben ser estudiados y resueltos por


los propios latinoamericanos. Consecuentemente, la cuestión energética (entre otras la
petrolera) deberá resolverse y replantearse desde la doctrina de los libertadores, a su
vez actualizada: la clave al dilema fundamental que se interpone en el camino de la
emancipación latinoamericana radica en que sin fusión interestatal de las petroleras no
habrá soberanía energética, pilar fundamental para activar una política industrial
soberana, a su vez, crucial para alcanzar el desarrollo endógeno que consolidará
nuestro proceso revolucionario .

Actualmente, es de vital importancia acertar en el tratamiento y resolución de la


cuestión nacional en América Latina. Nuestra posición es la de la Izquierda Nacional
Latinoamericana, que enseña que el proceso de fragmentación fue y es la clave de
nuestra dependencia semicolonial y del sojuzgamiento padecido por cada una de sus
partes. En pleno siglo XXI la cuestión nacional aún irresuelta pasa por la reunificación
política, económica y militar de los Estados al sur del Río Grande. El desafío es doble y
consiste en integrarnos y desarrollarnos, pero de manera autónoma y según nuestros
propios moldes y parámetros. Fue justamente la ausencia del desarrollo de una
comunidad económica lo que posibilitó la balcanización de las colonias
hispanoamericanas en el siglo XIX. Lo que se unía por las armas y la tradición histórica
se desunía por la acción centrífuga de intereses comerciales y localistas antagónicos al
proyecto “continental” de los libertadores. Transcurridos casi dos siglos la cuestión
nacional sigue irresuelta. Sin embargo hemos avanzado mucho. La integración es un
hecho palpable y está fuera de discusión. Hacia allí nos dirigimos poco a poco aunque a
grandes saltos.

Ahora bien, ¿qué significa unidad económica y de qué manera habremos de colocarla
al servicio del desarrollo, la industrialización, la extirpación de la pobreza, la justicia
social y la socialización de los recursos naturales de América Latina? La respuesta lleva
implícita otra pregunta: ¿Puede acaso prosperar la integración al servicio del desarrollo
autónomo, si se le asocia a intereses que se nutren de nuestro atraso y desunión? La
respuesta a estos interrogantes se descubre abrevando del ideario bolivariano, de los
postulados de la Comunidad Sudamericana de Naciones y de los pilares de la
revolución bolivariana iniciada el 4 de febrero de 1992. Es preciso delimitar nuestra
estrategia entre el Río Grande y la Antártida argentina y sudamericana, para luego
crear un mercado único intrínseca y ágilmente conectado, un único sistema monetario,
un solo régimen impositivo, una política industrial, científica y tecnológica equitativa y
común, órganos interestatales de acción diplomática como de protección militar,
programas educativos vinculantes, y por supuesto, una red energética que cumpla el
mismo rol progresivo en todos los países de la Patria Grande, dueños por igual de la
misma.

Pobres para los de adentro y ricos para los de afuera, sabemos que los mayores
problemas por resolver son la pobreza y la desigualdad en contraste con la abundancia
de nuestros recursos. La creación de Petroamérica se proyecta con la finalidad de
superar esta paradoja, pero que sin reciprocidad revolucionaria entre todas las partes
constitutivas no podrá siquiera ponerse en marcha. Llegado a este punto, quizás uno
se pregunte: ¿es necesario tamaño esfuerzo por unos cuantos miles de barriles? En
contraste con una población equivalente al 8,5% del total mundial, América Latina es
una potencia en materia petrolera. Cuenta con el 11,5% de las reservas mundiales de
petróleo convencional, el 5,2% de gas y más del 90% en reservas de crudo pesado y
bitúmenes naturales. No hace falta destacar la importancia geopolítica que esto
implica, de donde un país caribeño, a 5 días de transporte marítimo del mayor
consumidor petrolífero del mundo, detenta prácticamente la totalidad de la mayor
acumulación de combustibles líquidos del planeta. ¿Se justifica Petroamérica? ¿Se
justifica la unidad petrolera? ¿Se justifica la arremetida imperialista contra la revolución
bolivariana? Por supuesto que sí.

YPF y la línea del General Enrique Mosconi

Son pocos los argentinos que conocen cómo se tergiversó la historia en relación a
Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), la primera empresa petrolera estatal de
América Latina, creada en la Argentina en 1922. Este fraude –no por inexactitudes
historiográficas sino por haberse politizado la historia, la cultura, etc. –, se propuso
entre otras finalidades adulterar el terreno para facilitar el saboteo deliberado y luego
la privatización de tan vital iniciativa. Por tanto, oponerse a la “colonización cultural e
intelectual” permite rescatar la historia verdadera y proyectar en tiempo real una
nítida advertencia a las empresas estatales coetáneas, pues prácticamente las
“excusas privatistas” esgrimidas contra YPF como la mecánica saboteadora fueron y
son, en esencia, semejantes. Venezuela lo vivió recientemente y en reiteradas
oportunidades: la meritocracia petrolera ocultó al pueblo la realidad e historia de
PDVSA. Por tal razón, un final similar al de YPF hubiera sufrido PDVSA de no haber sido
vencida la contrarrevolución de 2002 y 2003. En efecto, dos de los tres golpes de
estado que derribaron gobiernos nacionalistas y populares en la Argentina durante el
siglo pasado tuvieron olor a petróleo. El que pergeñaron Pedro Carmona, Carlos Andrés
Pérez y los Estados Unidos para la Venezuela bolivariana fue, sin resquicio a dudas, un
autentico golpe petrolero. Consecuencia de esa “colonización cultural” es el
desconocimiento alrededor de la experiencia del General Enrique Mosconi, primer
director de YPF. Mosconi, mientras reivindicaba simultáneamente el rol del ejército
sanmartiniano y su importancia en el desarrollo endógeno argentino, difundía su obra
petrolera fuera del país en una intensa campaña latinoamericana (se destacan sus
visitas a Brasil, al Uruguay, a Bolivia y a México) donde proponía la explotación fiscal
de los hidrocarburos y una política común. En realidad, Mosconi aplicó la doctrina
bolivariana y sanmartiniana en relación al petróleo: “El 1° de agosto de 1929 es fecha
memorable en la organización económica de la Argentina y por ende, de la América del
Sur.[...] Nuestro país rompe los trusts petrolíferos que hasta entonces impusieron sus
exigencias y da a la América latina el ejemplo y el impulso inicial del movimiento, [...] y
que se propagará irremisiblemente a los demás pueblos de nuestra raza, hasta el
establecimiento de la independencia integral de Sud América”.

Con la nacionalización de toda la industria petrolera venezolana en 1975, puede


afirmarse que la influencia latinoamericana de Mosconi trepó a su cenit. A partir de
la década del 90 presenciaremos un cuarto de siglo de retrocesos, signado por una
sucesión de privatizaciones, saboteos y desnacionalizaciones. La asonada neoliberal es
prácticamente frenada con el despunte del nuevo siglo. Y una vez más, Venezuela,
ahora bolivariana, retomará internamente el pensamiento de Mosconi y lo proyectará
hacia América latina. La propuesta bolivariana de crear Petroamérica se inscribe en la
línea histórica de tan ferviente latinoamericano.
Petróleo para la integración y el desarrollo endógeno

La Nación Latinoamericana deberá rechazar una a una las argumentaciones (zonceras


de mercado), elaborando y ejecutando soluciones (contrazonceras de mercado) en
relación a la necesidad de unificarnos energéticamente y prosperar económicamente.
Ambos aspectos enmarcados en un nuevo modelo energético para América latina el
cual deberá “planificarse coordinadamente, fundamentado en el crecimiento y el
desarrollo económico, tecnológico e industrial equitativo para todos los Estados y
socialmente justo para sus respectivos pueblos.”

En esta dirección es dable comenzar a debatir las siguientes propuestas: 1) la


constitución de una gran reserva latinoamericana de crudo y gas natural ; 2) la
creación, armonización y el papel de una empresa multiestatal de hidrocarburos,
heredera de la mayor reserva mundial de crudo; 3) la socialización o democratización
de los hidrocarburos y demás fuentes energéticas mediante la constitución de un
Consejo Latinoamericano Energético, en contraposición al Consejo Mundial de la
Energía (WEC, según sus siglas en inglés). Las tres deberán converger en la puesta en
marcha de un proceso reindustrializador a escala regional o Plan Energético
Reindustrializador Latinoamericano (PERLA) –lanzado desde un MERCOSUR
nacionalizado–, como impulsor definitivo de un verdadero proceso de democratización
y liberación.

Los acuerdos celebrados en materia energética, comunicacional, empresarial, científica


y social, ofrecen sustento físico a la integración de nuestros pueblos. Como ejemplo
tenemos los convenios entre la Argentina y Venezuela y de ésta con Brasil , donde el
esfuerzo trilateral debe fortalecer el proceso integrador con los demás, para unificar
posturas ante los organismos multilaterales regionales e internacionales,
robusteciendo la voz de nuestros países en tales escenarios. Como señaló Luiz Inácio
Lula da Silva: “Para Brasil el camino de la integración pasa por el fortalecimiento de las
relaciones del MERCOSUR con todos los países de América del Sur” y “la integración
política, cultural y física de nuestro continente no es apenas una gran necesidad, sino
la única posibilidad en el siglo XXI de dejar de ser un país pobre para ser un país en
desarrollo, rico, para garantizar a nuestro pueblo la ciudadanía plena”. Con esta
concepción ha nacido la Comunidad Sudamericana de Naciones, corroborada además
por el hecho de que son cada vez más los gobiernos que otorgan la prioridad número
uno de su política exterior a la integración de Sudamérica . También el Presidente
Kirchner reivindica el proceso integrador como única vía posible para sacar a la región
de la miseria y la desigualdad.

Aquella premonición del ex presidente argentino Juan Domingo Perón “el siglo XXI nos
encontrará unidos o dominados” germinó y maduró en las conciencias de los
latinoamericanos como nunca antes, pues son ellos quienes al derrocar gobiernos
neoliberales señalan el camino de la “unidad e independencia”. Si la voz del pueblo
latinoamericano se hiciera perceptible, muy probablemente responda al caudillo
argentino: “el siglo XXI no sólo nos encuentra unidos, sino conscientes de la
dominación, y por ende, resueltos a concluir nuestra independencia.” Con la fuerza
inquebrantable e impostergable de las masas en el bienio 2005-2006 la nación
sudamericana debe dar el salto adelante en lo político, lo económico y lo social, basada
en la fuerza social y la unidad nacional. El proyecto nacional bolivariano y
antiimperialista ya es reconocido y visualizado no solo por el Sr. Bush, sino también por
el mundo entero. Los latinoamericanos decimos: “estamos resueltos a ser libres, no
habrá poder imperialista que se imponga a los intereses de nuestros pueblos”.

Un salto hacia la democracia bolivariana y sanmartiniana


Los hidrocarburos no son simplemente una fuente estratégica de energía no renovable,
sino también una herramienta de liberación y democratización. Existe –y es esencial
probarlo–la “relación directa entre la emancipación latinoamericana y su soberanía
energética”, puesto que la socialización del petróleo y el gas natural surgirán
inevitables en el camino de su reapropiación popular. Ello significa transformarlos de
bienes comerciales en sociales, mientras que socializar el petróleo y volcarlo hacia el
desarrollo del mercado interno y la industrialización nacional (desarrollo de bienes de
capital) implica alcanzar la soberanía económica, eslabón fundamental para salir del
atraso permanente. Parafraseando al maestro Manuel Ugarte: “Ámerica latina será
industrial o no cumplirá sus destinos”.

La cuestión de la “socialización” o la “democratización” ineludiblemente obliga a


examinar el significado de “democracia” en América latina: ¿sirve la libertad sin
igualdad? Como advirtió Rousseau: “Entre el fuerte y el débil, la libertad oprime, solo la
ley libera”. Siguiendo este razonamiento, y fuera del propósito de este artículo, se
propone un punto de partida: rescatemos el verdadero concepto de democracia y su
columna vertebral: la igualdad. Refutemos, asimismo, el concepto neoliberal de la
democracia para luego ejemplificar una concepción socialista y latinoamericana de la
misma, partiendo del acertado axioma del sociólogo Perry Anderson: “[la democracia
en América Latina] se construyó sobre la derrota, y no sobre la victoria de las clases
populares”. Repensemos el término planteando “un nuevo concepto basado en una
democracia bolivariana y popular”, donde su protagonista sea el pueblo y el gobierno
revolucionario su instrumento, encuadrados en un frente cívico-militar como única
fuerza emancipadora y antiimperialista en los países de la periferia. Poder popular y
democracia directa se fusionan para identificar su acción en el conjunto de postulados,
preceptos y valores que legitiman al nuevo orden social al que aspiramos. En síntesis,
sólo renacionalizando y democratizando las rentas diferenciales (como la petrolera),
podremos alcanzar la soberanía energética y colocarla al servicio del pueblo.

El siglo de América latina y el equilibrio multipolar bolivariano

Al igual que centenares de millones de latinoamericanos, estoy convencido que el


destino está en el Sur y que el siglo XXI será nuestro, pues es el lapso en el cual se
consolidará la unidad latinoamericana y fortalecerá su posición en el mundo. La
consolidación de los lazos no habrá de ser puramente declamatoria. La aglutinación
deberá afianzarse a través de muchos de los elementos estratégicos citados, más otros
aún por inventar. Por ejemplo, es perentorio lograr la disponibilidad de capital propio
que nos exima del endeudamiento externo y con vistas a levantar una industria pesada
latinoamericana a la vanguardia tecnológica, pero recordemos que tal meta sin
soberanía energética será imposible realizar.

La latinoamericanización de la democracia, la economía, la educación, la cultura, la


historia, las telecomunicaciones, etc., no expresa otra cosa que la reelaboración del
sistema social de poder en la Patria Grande. Y justamente esta fue una de las
aspiraciones de Bolívar. Como le había enseñado su maestro Simón Rodríguez: “o
inventamos o erramos”, para nosotros esta máxima implica desechar el capitalismo
para inventar el socialismo latinoamericano, único modelo con el cual derrotar la
pobreza, la miseria y la desigualdad. Es decir, un sistema de poder que “engendre y
acreciente igualdades”, desde donde, al decir de Hugo Chávez: “la igualdad sea la
línea estratégica a seguir” .

Un socialismo bolivariano, una verdadera democracia participativa construida para las


clases populares fue y es el designio primordial de los movimientos nacionales y
populares en América latina. En efecto, nuestra experiencia histórica nos indica que
sus postulados o trascienden los marcos clásicos de sus proposiciones iniciales y se
lanzan a la ruta del socialismo latinoamericano, o serán aislados primero y aniquilados
después. Éste y no otro ha de ser el camino hacia la concreción de la Patria Grande
inconclusa y la derrota del imperialismo.

De aquí que la victoria del socialismo latinoamericano sea la llave maestra para la
victoria de las clases populares adormecidas de los países centrales, en otras palabras,
la revolución socialista en esos países como prólogo del socialismo mundial. Jorge
Abelardo Ramos, político e historiador argentino , lo resume con maestría: “la
revolución (unidad) latinoamericana que un día lejano concibió Bolívar, será un paso
gigante hacia la revolución socialista mundial.” Con la unidad de
América latina, el siglo XXI será además el siglo de la unión y la independencia de los
pueblos oprimidos del mundo. Al respecto dijo Bolívar: “La ambición de las naciones de
Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo; y todas esas
partes del Mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellas y la Europa, para
destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a esto el equilibrio del Universo y
debe entrar en los cálculos de la política”.

Pero ese socialismo latinoamericano sólo se hará realidad a medida que logremos
aplicar una política industrial, agropecuaria y científica a gran escala, soberana y
técnicamente avanzada, dirigida desde el Estado sin que ello implique atentar contra el
empresariado nacional ni contra lo foráneo por su sola condición de tal (a diferencia de
épocas pasadas el Tercer Mundo –y no el Primero– es quien debe invertir en sí mismo).
Retomando una de las propuestas planteadas en este artículo, sólo una fusión
multiestatal tendrá el poder para hacer retroceder y liquidar al imperialismo energético
en América latina, pero también para llevar los servicios esenciales a todos los rincones
de la patria. No es sólo para vencer al imperialismo que la revolución latinoamericana
debe su existencia y su destino, sino –y del mismo modo que Bolívar y San Martín se lo
planteaban– para arrancar de la pobreza y la humillación extremas a decenas de
millones de latinoamericanos. Una vez encaminados de esta forma, los trabajadores y
demás sectores sociales oprimidos verán que es posible una América latina
desarrollada, libre, digna y justa.

En definitiva y para finalizar, no sólo debemos apoyar la creación de una empresa


multiestatal de hidrocarburos sino que –más importante aún e intrínsecamente
conectada– debemos trabajar para la creación de un nuevo modelo económico y social
para los latinoamericanos.

La Patria Grande soberana será una realidad social, económica, cultural y militar
palpable o será veintitantas patrias chicas eternamente agobiadas por la dependencia
y la depredación imperialista.

Nota:

* Federico Bernal. Es bioquímico especializado en biotecnología y microbiología


industrial por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Colaborador del Área de Recursos
Energéticos y Planificación para el Desarrollo del IDICSO y autor del libro “Petróleo,
Estado y Soberanía: hacia la empresa multiestatal latinoamericana de hidrocarburos”
(Biblos, Mayo 2005, Buenos Aires)..
Email: petroleo_bernal05@yahoo.com.ar.

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