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Sergio Kara-Murzá

El fascismo alemán y el comunismo ruso como 2 totalitarismos

El fascismo es uno de los conceptos más importantes con el que hoy día se
consigue la manipulación de la conciencia en los países de cultura europea.
La percepción de la historia del estado soviético se enfrenta a la gran
influencia de la amplia campaña ideológica, realizada en los últimos 20
años, afirmando su semejanza fundamental con el estado fascista surgido
en Alemania en 1933, y liquidado como resultado de su derrota en la
Segunda Guerra Mundial.

Dejemos aparte las estimaciones emocionales sobre las que no tiene sentido
debatir (tipo “Stalin es peor que Hitler” o, “que pena que no nos hayan
ganado los alemanes”), aunque tras su pasión teatral están ocultos cálculos
fríos. De las razones lógicas a favor de equiparar las estatalidades soviética
y fascista, sirven algunos rasgos semejantes, como las técnicas utilizadas
para la legitimación del orden político, la comunicación entre el estado y el
partido, o las medidas represivas. Claro que se puede comparar
características externas como los resultados de estos 2 grandes proyectos.
Incluso se puede estudiar la cuestión más especializada – comparando
aquellos traumas que causaron a la sociedad el fascismo y el comunismo,
como 2 radicales proyectos mesiánicos bajo la tensión extrema de los
recursos físicos y espirituales. No obstante, sin revelar los rasgos medulares
de estos fenómenos, es imposible recibir ningún conocimiento histórico
digno de crédito, sin hablar de los conocimientos para el entendimiento del
momento actual y para prever lo futuro.

Cuando se compara sistemáticamente y con precisión los rasgos


fundamentales de los regímenes soviético y fascista, la diferencia
literalmente te estremece. En efecto, nosotros no supimos del fascismo, y
empezamos a enterarnos cuando en alguna película sobre Stirlitz,
aparecieron conocidos como Kuravlóv o Tabakóv (artistas rusos), pero en
uniforme negro. Papá Müller era un hombre corriente, tornillo de la cruel
máquina totalitaria, solo guerreaba contra la URSS. Especialmente es
asombrosa la insensibilidad hacia el sentido del fascismo de nuestros
reformadores-demócratas. Ellos, en su inocencia, como si nacieran como
tabla rasa, hablan cosas terribles.
S.Stepashin en 1998, entonces ministro de asuntos interiores, razonaba así:
“Apareció Shellenberg como ejemplo de profesional. Lo conocemos por la
actuación de Tabakóv en “17 momentos de la primavera” [una película de
culto]. En la vida real fue un hombre sorprendente, buena cabeza, que a la
edad de 26 años encabezó el servicio más importante de Alemania. Su
servicio fue puramente intelectual, con juegos complicados, al igual que
Kanaris, con manejo de agentes y la elaboración de trampas complicadas...
Ahora estoy leyendo las memorias de Gehlen. Él trata con mucho interés
los acontecimientos mundiales de los 60-70, tal como los vio desde
Alemania Occidental. Aun me interesa la psicología del hombre, como
ejercía sus funciones, lo que me recuerda mi situación actual”.

Sin embargo, frente a la inteligencia y el profesionalismo de Shellenberg,


las trampas más complicadas de Kanaris son bagatela comparadas dentro
de aquel concepto del mundo, de aquel tipo de pensamiento y sentido
artístico que les movía, que les impulsaba en una guerra mortal contra
nosotros. De estos “juegos” y “trampas” se puede hablar en los seminarios
profesionales en la Escuela Superior de la KGB, pero sin dirigirlas a un
auditorio corriente. Tales charlas lo adormecen.

Sería muy bueno olvidar, como Stepashin, esta página terrible y trágica de
la historia, pero no nos dejan hacerlo. Y si el fantasma del fascismo ronda
Europa, tendremos que conocerlo más íntimamente. Lo conocemos de
vista, pero ahora está bajo una máscara. Hay que saber que tiene en su
cabeza y en su corazón.

Los ideólogos nunca llegan hasta el análisis racional de las semejanzas y


diferencias, porque el análisis incluso de las técnicas más parecidas en el
“estalinismo” y en el fascismo muestra que se trata de fenómenos
totalmente diferentes. Que están ubicados en 2 diferentes caminos
civilizatorios. Su análisis comparativo es muy útil para el entendimiento
tanto del Occidente, como del estado y derecho soviéticos en general,
especialmente en su periodo “totalitario”.

Debemos entender la esencia del fascismo por muchas razones. Ciertas de


estas razones son obvias. La primera razón es que una nueva especie de
fascismo, ya vestido de chaqueta y corbata de demócrata, se está formando
como una alternativa sencilla de salida de la crisis mundial a través de la
consolidación de la raza de los selectos (“billón dorado”). Fíjense, ni un
solo de nuestros demócratas – ni Gorbachóv, ni Yákovlev, ni Yavlinski, ni
una sola vez, ni con una sola palabra expresaron su relación con respecto a
este proyecto. ¿Tal vez no lo conocen, aunque pastan en el Club de Roma o
en la Comisión Trilateral?

La segunda razón consiste en que hoy día los ideólogos del neoliberalismo
activamente deforman la imagen real del fascismo, expurgándolo de la
esencia y acentuando los rasgos superficiales para que se pueda etiquetar
con este sello a cualquier sociedad que no quiere abrirse ante el Occidente.
En cuanto Rusia trate de “concentrarse” lo van a chantajear con este sello.
En forma suave esto ya ha tenido lugar durante la presidencia de V.Putin,
pero el motor de esta campaña todavía ha marchado en vacío y su
intensidad puede multiplicarse.

Y no podemos responder a esto como Chapáev [un héroe de la guerra civil,


que gracias al cine soviético, se hizo tan popular, que sigue vivo hasta
ahora en varios mitos y chistes]: “esto me importa una higa, olvídalo”. Nos
han impuesto una guerra de imágenes desde hace mucho y ya no podemos
ignorarla, por lo menos, hay que defenderse. Y no solo en los tribunales
locales, donde Zhirinovski puede reclamar un millón porque lo llamaron
fascista. El saber es importante para nosotros para que al enemigo se le
haga más difícil desmoralizarnos con el sello de fascismo. Además,
cuando este saber sea más accesible, a nuestros intelectuales les dará
vergüenza utilizar el espantajo de “fascismo ruso” con el que han
etiquetado a Burbulis o Kasparov.

Pero la más importante es la tercera razón: el espantajo del “fascismo ruso”


paraliza nuestro propio pensamiento. Por ejemplo, cuando leo un artículo
de un fascista, siento que un sudor frio brota en mi frente: en ciertos pasajes
hay casi una textual coincidencia con mis pensamientos. El primer impulso
es enviarlo al tacho y quedarme callado. En casos extremos, escribo algo en
el marco de un patrón políticamente correcto, porque un paso a la
izquierda, o un paso a la derecha, y ya te has enredado en un escándalo.

Luego empiezo a comprender: ¿por qué hablamos al parecer lo mismo,


pero partimos de axiomas diferentes y llegamos a conclusiones diferentes?
Y cuando llego a la esencia del asunto, resulta que el sentido de todas las
palabras principales es totalmente distinto. Además, pescando almas, los
fascistas no pudieron pasar por alto el uso de gran cantidad de ideas e
imágenes que atraían a la gente, tocaron lo profundamente escondido. Y
envuelto en estas imágenes, como en un caballo de Troya, las ideas
principales del fascismo superaron la muralla defensiva de la cultura y del
sentido común, instinto de conservación incluido.

Pero una vez que se ha confiado en el caballo de Troya es inútil liarse a


odiar a todos los caballos vivos. Y al revés, por el amor a los caballos, no
hay que confiar en un caballo disecado por mas bien hecho que sea – es que
cierta gente se seduce con el sonido de la flauta del fascismo - ¡con tal de
que suene como una flauta familiar!

Al comprender la esencia del fascismo, nosotros, a pesar del caos de


nuestros pensamientos y de la pérdida de cintura ideológica, podremos
evitar muchos escollos y trampas que nos esperan por el camino hacia el
entendimiento de tales categorías como pueblo, nación, estado,
solidaridad. Si en las tinieblas nos internamos en el pantano de las ideas
fascistas, por supuesto no seremos fascistas, ya que no podremos
desarrollar ciertas características necesarias, aunque tratemos de hacerlo –
aquí se necesita otra cultura. Pero tragaremos mucho lodo en tal pantano.
Mejor es no tener miedo de las palabras y de los sellos, comprender la
esencia del asunto, y no ir al pantano.

Opino que ya ha llegado el tiempo para que nosotros mismos


comprendamos el problema. En él no hay nada del más allá. Todo cede a
los estudios razonables, las aguas se enturbiaron adrede. Sin hablar de los
sociólogos, que se orientan a la baturra invisible, hay mucha información
privada y segura recolectada por los científicos sin pretensiones – por
historiadores de la ciencia y de la cultura, por psicólogos, antropólogos,
incluyendo aquellos que vivieron el fascismo (como por ejemplo Konrad
Lorenz). Al recoger por granos estos conocimientos, podemos diseñar
aquel núcleo de ideas, orientaciones, gustos y costumbres, que determinan
el fascismo y lo distinguen de otras especies de totalitarismo, nacionalismo,
etc.

El concepto del fascismo hoy día. El fascismo es un fenómeno


excepcionalmente importante y precisamente marcado dentro de la cultura
y la filosofía del Occidente (y solo del Occidente). Al haber adoptado las
orientaciones del fascismo la sociedad Alemana engendró un estado cruel
“más allá del bien y el mal”.
Desgraciadamente la misma noción del fascismo está reservada por los
ideólogos como un instrumento potente de influencia en la conciencia
social, y está excluida del campo del análisis. La segunda guerra mundial y
los crímenes del nazismo alemán dejaron en la memoria de los pueblos de
Europa y EE.UU. una huella tan profunda que “fascismo” llegó a ser la
designación legal e indiscutible del mal absoluto. Aquel cuya infancia pasó
durante o en seguida después de la guerra recuerda que no teníamos insulto
más grave que llamar a alguien fascista – esta se consideraba la palabra
más ofensiva. El ultrajado podría responder con puños y los adultos
reconocerían su razón.

Los ideólogos de todos los colores inflaban el concepto de fascismo en la


conciencia para usarlo como un arma potente en el momento necesario. Si
se lograba vincular a un rival político con el fascismo de alguna manera,
enseguida lo ennegrecían a la vista de la sociedad tanto, que ya no lo
tendrían en cuenta. Y él ya no tenía derecho ni de diálogo, ni de atención.
Un inflado y falso concepto del fascismo fue un arma importante para la
destrucción del comunismo (a juicio de los intelectuales-ganadores).

Una larga lista de “índices” del fascismo puede ser pegada a los comunistas
igual que a todas las demás corrientes políticas y filosóficas que entran en
conflicto con la élite actual del Occidente. Si supiéramos con que cuidado
iban borrando de la conciencia social los conocimientos sobre la médula
del fascismo, podríamos darnos cuenta de lo que iba forjándose como un
arma importante de la guerra fría. Entonces no nos asombraría que sin ton
ni son se dedicaran a llamarnos fascistas. Y no hay que enojarse con
Burbulis y Kasparov – no fueron ellos quienes lo inventaron. Es que a
ellos solo les dieron a leer materiales didácticos, pero igual los estaban
leyendo y siguen haciéndolo pero tartamudeando.

Para usar el sello de fascismo, los ideólogos necesitaron conservar este


concepto en forma máximamente difusa e indeterminada como un fárrago
de cualidades negativas. Cuando este sello esta descrito de forma
imprecisa, se lo puede pegar a cualquiera - si controlas la prensa. Sobre
todo los intelectuales formados en los ideales de la Ilustración y
humanismo cedían ante estas manipulaciones. Ya a principios de los 30 lo
pagó muy caro el movimiento europeo de izquierda. El investigador alemán
del fascismo L.Luks escribe: “Quizás la generalización esquemática del
concepto de “fascismo”, y su extensión a todos los enemigos de los
comunistas, ha tenido las consecuencias más funestas. El uso
indiscriminado de la noción de “fascismo” fue perniciosa sobre todo para
los mismos comunistas, porque de esta manera ellos diluyeron la
peligrosidad del enemigo con respecto del cual se usaba esta noción en
primer lugar”.

Se puede lanzar un reproche a los intelectuales contemporáneos por no


discernir una cosa tan importante – es que un acontecimiento tan colosal en
la historia del Occidente como el fascismo se quedó prácticamente sin
estudiar y sin explicación. Traten de recordar alguna obra seria, bien
fundada y accesible, que aclare desde todos los puntos la médula del
fascismo como una corriente filosófica, como una cultura especial, y como
proyecto social. Creo que nadie conoce tal obra y nunca he encontrado
alguna referencia a ella. Lo que vemos son retazos de información que se
reducen a acusaciones concretas: campos de concentración, nacionalismo,
matanzas crueles de enemigos y competidores, persecución de judíos,
führer endemoniado, etc.

Sin embargo estas acusaciones concretas de ninguna manera explican cómo


este führer endemoniado sobornó a un pueblo tan sensato y cuidadoso
como el alemán. ¿Qué cuerdas de sus almas supo tocar? En Alemania
sucedió algo desconocido completamente. Los alemanes de modo
democrático eligieron y llevaron al poder a un partido, que sin ocultar sus
planes, les embarcó en un proyecto loco, desesperado, que significaba la
ruptura con todos los principios tradicionales de la moral y la cultura.

Nada de esto sucedió donde Cristo dio las tres voces y tampoco en la
Babilonia antigua, sino a la vista de todos. Todos los datos para la
investigación están accesibles, no obstante comprendemos mejor los
asuntos de Babilonia que la manera de pensar de los fascistas. Un tabú, un
secreto esta impuesto al conocimiento sobre esta enfermedad de Europa y
nadie se ha atrevido a cuestionarlo. Eso es todavía más asombroso ya que
por más de medio siglo nos machacan el cerebro con la amenaza del
neofascismo. Podía pensarse que los sociólogos de todos los países
deberían dar clara determinación del fascismo para que pudiéramos
identificar la amenaza, ver al enemigo, sacar a la luz a los neofascistas de
cualquier tipo, incluso a los enmascarados sin esvástica y sin cabeza
rapada. Mientras tanto, al parecer adrede, fue creada la imagen
carnavalesca del neofascista como una persona marginada y obtusa que se
distrae golpeando a los mendigos y extranjeros.

De vez en cuando toca escuchar que al parecer no hay nada que estudiar en
esa porquería. Pues no había nada, excepto un montón de mentiras,
hipnosis colectiva, y un grupo de maníacos criminales. Según ellos, los
Kukryniksi [un grupo de caricaturistas soviéticos] nos han explicado todo.
Pero apenas se araña la superficie y resulta que la verdad es lo contrario –
una de las causas del silencio es que el fenómeno del fascismo es
complicado (como una larga lista de otras enfermedades de la cultura; por
ejemplo el terrorismo). No está al alcance del marxismo vulgar para el cual
toda la vida de la sociedad se reduce a la lucha de las clases y al desarrollo
de las fuerzas productivas. Tampoco está al alcance del liberalismo vulgar
y mecanicista. La URSS, al igual que el Occidente, no dio a luz a su propio
Dostoevski.

Sin embargo no se puede explicar el silencio solo con esto, ya que no están
escritas las obras que pudieran ser un primer, y aunque sea un simplificado,
aproximamiento al problema. El argumento de que los europeos no quieren
remover su propia mierda (he escuchado eso también) no me parece
convincente. Con respecto a otras historias negras suyas, ellos no muestran
tal asepsia. Remueven y remueven muy apasionadamente. Es sorprendente
que todos los intelectuales de hoy se proclamen como antifascistas, y esta
mierda, “como si no fuera suya”.

Es probable que por la “tentación del fascismo” hayan pasado mucho más
intelectuales de Occidente de lo que solemos pensar nosotros. Y este uñero
inflamado será descubierto, no por la esvástica y por algunos crímenes
sanguinarios, sino justamente por el análisis de su esencia. Es extraño que
no quieran el análisis y a la vez no escatimen las descripciones de las
ignominias sanguinarias. L.Luks nota: “No las masas, sino los
representantes de la élite cultural en Europa fueron los primeros en
cuestionar los valores fundamentales de la cultura europea. En 1939 Georgi
Fedotov escribió, que el golpe más duro sobre el humanismo europeo fue
hecho no por la rebelión de las masas, sino por el motín de la élite
intelectual.”

La primera guerra mundial escindió la ciudadela de la Ilustración – en el


mismo Occidente. Luego, una importante parte suya, de forma abierta y
radical, rechazó el universalismo de la Ilustración. Con todo esto la
tentación del fascismo se apoderó de la capa cultural del Occidente aun
más, esto se reveló en el campo político.

¿No fue acaso por eso que llegaron a ser escandalosos los recién publicados
diarios del filósofo-antifascista Sartre? Él reconoció en ellos que “estaban
agregando el fascismo en su filosofía y en sus obras literarias, como
agregan la pulgarada de sal en un pastel para que parezca más dulce”. Pero
son confesiones-alusiones de los cuales no se puede sacar mucho.
Observamos la erosión constante de la noción y la ampliación de su esfera
de aplicación. Así, a Saddam Husein lo llamaban fascista sin dar razones
ningunas excepto que él fue “un canalla sanguinario” y no dejó a la
democracia establecerse en Irak, cuando allí todos soñaban solo con ella.

En España hablan del “fascismo vasco” porque un pequeño grupo


(aproximadamente de 100 personas) de guerrilleros-separatistas recurre al
terrorismo. En el periódico principal de España fue publicado un artículo
grande, “Fascismo vasco”, donde se afirma que el movimiento de los
separatistas-vascos refleja todos los índices principales del fascismo. El
artículo fue escrito por un doctor de historia del pensamiento político, y
pretende dar en una forma breve los criterios del fascismo. El autor incluso
critica a los periodistas y políticos que antes también llamaban fascistas a
los radicales vascos, pero usando este término como un insulto,
denominación común del pensamiento anti demócrata.

Luego el doctor (también vasco) da su propia definición y afirma que los


“patriotas radicales” vascos corresponden a la noción más estricta del
fascismo histórico. Aquí tenemos ésta correspondencia: “obsesión por la
idea de la unidad del pueblo, que no es compatible con el pluralismo
demócrata, relación despectiva con respecto a la democracia representativa
(la única que funciona); síntesis falsa del nacionalismo y el socialismo, sin
el cual no se puede hablar del verdadero fascismo”. Se habla de que los
vascos son propensos hacia esto por la tradición de su comportamiento
colectivo – por “la tendencia antiliberal hacia el pensamiento unificado del
pueblo”.

Si vamos a seguir textualmente a la definición de este vasco-liberal, habrá


que clasificar como fascistas a todos quienes tienen la conciencia étnica
(“nacionalismo”), y al mismo tiempo profesan la idea de la justicia social
(“socialismo”). Por ejemplo, como fascista habrá que clasificar a Japón
antes de la guerra, que obviamente no fue fascista (1). Hoy día, bajo esta
definición pueden ser sometidos casi todos los países de la cultura no-
occidental. Todos, quienes usan el concepto “pueblo” en vez de
“individuo”. Y nuestro L.I.Gumilev con su “etno-genesis y biosfera”
automáticamente llega a ser el principal ideólogo del fascismo a finales del
siglo XX.

En la “guerra de las ideas y las imágenes”, los ideólogos crean un rótulo


que se puede pegar a cualquier sociedad que “no conviene”, ya sea a un
movimiento político e incluso a una persona. El historiador estadounidense
del fascismo S. Payne, lo define de la siguiente manera: “La palabra
“fascista” y sus derivados se aplican en el sentido más amplio para
denominar la adhesión al sistema de gobernar autoritario, corporativo y
nacionalista”. Es decir, que bajo tal definición, fascistas son construcciones
sociales como la de los japoneses y surcoreanos. Así el más fascista sería
Israel. Y qué paradoja – a los comunistas Pain los perdona por no ser
nacionalistas. Pero como los índices son desenfocados, se puede sacrificar
algo (por ejemplo el fascismo italiano no fue caracterizado como
antisemita, cuando muchos lo consideran como característica clave del
fascismo).

El crítico literario español J. Rodríguez Puértola publicó en 1986-1987 una


antología grande “La literatura fascista española” en 2 tomos. En la primera
parte él dio reseña de todos los autores occidentales, que estudiaban el
fascismo como fenómeno. Aquí tenemos un conjunto inmenso de índices,
un montón de observaciones importantes y valiosas, todo es muy
interesante. Sin embargo, todos estos autores evitan destacar lo que en
matemáticas hemos aprendido a considerar como “índices imprescindibles
y suficientes” – lo que permite distinguir un fenómeno de otro que tiene
rasgos semejantes, pero que es diferente por su esencia.

En resumen, si vamos a reunir todos estos índices seleccionados por los


especialistas occidentales, y vamos a usarlos según nuestro parecer, con la
misma razón podremos llamar como fascistas a Thatcher, Yitzhak Rabin,
Gorbachev, Eltsin. En cambio a Zhirinovski, como si no fuera extraño, no
se le puede llamar fascista porque en el conjunto de los índices del
fascismo esta “la defensa a ultranza de los valores occidentales”.
Es evidente que los medios con los fines no corresponden, y el crítico
literario reconoce que ha escogido para la antología aproximadamente dos
centenas de los escritores y poetas españoles del siglo XX (pegándoles en
público la etiqueta de fascista), siguiendo este criterio: «En esta antología
como fascistas se consideran todos aquellos, que de la forma que sea, han
puesto la pluma y el pensamiento, sin importar los matices, al servicio del
[franquismo] … también aquellos, que simplemente reflejan cualquier
ideología antidemocrática».

Piensen: si el franquismo existió durante 40 años, ¿podía alguno de los


habitantes de España “de la forma que sea” no servir al régimen? Es decir
el autor se arroga el derecho de llamar fascista a cualquier español. ¿Y qué
mismo es «la ideología antidemocrática»? El autor, como los "demócratas"
en general, no da la definición de esta noción. ¿Qué ideología "refleja" el
sacerdote católico en su misa? Claro que "antidemocrática". Entonces, si
fuera necesario, se podría llamarlo fascista también.

Así la incertidumbre del término fascismo se incrementa repetidamente por


la incertidumbre de su antípoda – democracia, arrancar de esta es para
nosotros como si nos explicaran el fascismo. Sin hablar de la lógica
rigurosa, incluso desde el punto de vista del sentido común, es un sabotaje
cultural. Y lo más triste es que mucha gente lo hace sinceramente, hasta sin
comprender lo que están haciendo (aunque muchos comprenden).

Cuando en Europa se formó el fascismo maduro, su sentido fue bastante


claro para todos. El historiador alemán Walter Shubart en su famoso libro
«Europa y el alma del Este» escribía: «El sentido del fascismo alemán
consiste en la hostil contraposición del Oeste y el Este… Cuando Hitler en
sus discursos, especialmente en el discurso en el Reichstag el 20 de febrero
de 1938, declara, que Alemania aspira al acercamiento con todos los
estados, a excepción de la Unión Soviética, él muestra claramente, con que
profundidad se siente en el suelo alemán la contraposición al Este como el
problema fatal de Europa».

Los ideólogos antisoviéticos de Rusia, preparando hoy el mito del


"fascismo ruso", por supuesto, tratan de no recordarlo. Y de hecho ahora, a
juzgar por la prensa, de la lista de los signos del fascismo urgentemente
están retirando los "valores occidentales" y resaltando la idea de pueblo. El
espantajo del fascismo se está preparando para el ataque contra el siguiente
enemigo, después de los comunistas, cualquier comunidad étnica que no
quiera convertirse en un "polvo humano" bajo la presión de la
globalización.

Piensen solamente que el doctor-vasco ve las raíces del fascismo en la


“tradición del comportamiento colectivo" de su pueblo. Por lo tanto, no se
trata de los terroristas, ni de ideología, sino de las tradiciones que se han
desarrollado durante más de dos mil años y están formando el rostro de los
vascos como pueblo. Cuando en efecto los antropólogos han establecido
que la mayoría aplastante de los seres humanos viven unidos en pueblos,
apreciando mucho su comportamiento colectivo de unidad. ¿Significa esto
que en todos ellos dormita el fascismo? Por supuesto que no, son
elaboraciones baratas de los nuevos y democráticos custodios de los
"valores occidentales".

Introduciremos las nociones precisas, bien elaboradas, que están en la base


de cualquier filosofía social que determina el tipo del estado, y
predetermina su esencia. Dependiendo de cómo son interpretadas estas
nociones en el estado soviético y en el fascista, se puede juzgar la
semejanza y distinción de sus esencias.

La imagen del mundo en el fascismo. En base a cualquier estado, régimen


social y modo de integración de la gente en una sociedad se encuentra el
concepto del mundo. La ideología, como un cuerpo de palabras, ideas,
teorías y mitos, que justifica este régimen y este estado, saca su material de
él. Y una de las partes más importantes de todo el sistema es la imagen del
mundo. A partir de la imagen del mundo (a fin de cuentas, de la concepción
del espacio y del tiempo) se diseña también la filosofía social.

Durante la Edad Moderna la imagen del mundo religioso fue relegada a


segundo plano, y su lugar lo ocupó la imagen del mundo científico; o mejor
dicho, la imagen del mundo expresado en nociones racionales tomadas de
la ciencia. En los momentos de las crisis culturales la imagen del mundo
científico puede deformarse, algunos bloques suyos se sustituyen por las
construcciones irracionales (ocultas), por las supersticiones, o por los
elementos de los cultos ajenos (usualmente, por los seudo-orientales, como
en la doctrina de Rerich, o seudo-antiguos, como en el neo-paganismo).

La imagen del mundo en el fascismo fue el resultado de la crisis del


concepto del mundo que vivía la cultura alemana a finales del siglo XIX, y
principios del XX, y que era profundizado por la derrota en la Primera
guerra mundial.

¿Pues a cuales dolorosos deseos del alma alemana respondió el fascismo


con tanta eficacia a través de su imagen del mundo? ¿Si el alma rusa
hubiera tenido tal necesidad durante el período de la revolución de 1905-
1917, y si la hubiera tenido, cuales respuestas dio el régimen soviético?
Tendremos que empezar desde las fuentes.

En veinte mil años de civilización el ser humano se ha convertido en una


criatura con un muy fuerte sentimiento cósmico, con la sensación de estar
en el centro del universo como dentro de la casa paterna. Él percibe la
Naturaleza como integridad, y se percibe a sí mismo como parte de la
Naturaleza. Todo se fue llenando de sentido, todo se fue uniendo por
cuerdas invisibles. ¡La naturaleza no sufre la vacuidad! La sensación del
tiempo fue dada por el Sol, la Luna, los cambios de las estaciones del año,
los trabajos de campo – el tiempo fue cíclico. Todos los pueblos y las tribus
tuvieron el mito sobre el regreso eterno. La revolución científica ha
destruido esta imagen: el mundo se ha presentado como la máquina sin
corazón de Newton, y el ser humano, como un sujeto extraño e incluso
hostil a la Naturaleza (la Naturaleza se hizo objeto de la investigación y la
explotación). El tiempo se volvió lineal e irreversible. Esta fue la gran
conmoción de la que ha nacido el nihilismo europeo, y el pesimismo
(desconocido en el Este).

El peso de este cambio de imagen del mundo fue percibido principalmente


en los países donde simultáneamente se dio una revolución religiosa – la
Reforma. La quiebra del Cosmos fue completada con la quiebra de la fe en
la salvación del alma y con la destrucción de las relaciones comunales y
fraternas entre las personas. Tanto la filosofía como las personas más
melancólicas del mundo han surgido en Alemania, donde también surgió la
Reforma, y durante la formación del fascismo, esta melancolía fue
multiplicada por la amargura de la derrota y por el saqueo de los
vencedores en la guerra mundial. Cuando uno lee ciertas líneas de
Nietzsche y de Schopenhauer uno se sorprende: ¿de dónde viene tanta
tristeza?

Schopenhauer comparaba la humanidad con una capa de moho sobre uno


de los planetas de uno de los numerosos mundos del Universo. Nietzsche
desarrollaba este pensamiento: “En algún apartado rincón del universo
centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez
un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el
minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de
cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro
se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer”.

Y justo allí, donde con mayor profundidad se sintió el nihilismo (“Dios ha


muerto”, afirmó Nietzsche), empezó el restablecimiento de los conceptos y
mitos arcaicos – pero ya en calidad de filosofía. El fascismo fundó su
ideología completamente en base a estos mitos, que niegan la imagen
científica del mundo, en base a la anti-Ilustración. Esto fue un bálsamo para
las almas de la gente que sufría por el mecanicismo desalmado de la
racionalidad científica. La profunda relación entre la Reforma Protestante,
la revolución científica de los siglos XVI-XVII, y el fascismo, es un gran
tema aparte dentro de la filosofía y la culturología (noto, que tanto en el
Occidente, como en Rusia, el antimecanicismo fue representado por una
completa lista de corrientes, que no llevaban al fascismo en absoluto –
recordemos a Rousseau de Francia y Vladímir Vernadski de Rusia).

Los ideólogos del fascismo activamente reconstruyeron la matriz


conceptual de los alemanes. Ellos lograron introducir en la conciencia de
masas el holismo – el sentimiento de la integridad de la Naturaleza y de su
no-división (“una tierra, un pueblo y un führer” ha sido la expresión del
holismo). Los filósofos dicen: “El fascismo rechazó a Newton y se dirigió a
Goethe”. Este gran poeta y científico diseñó una tendencia especial y
muerta (como un callejón sin salida) del naturalismo, en la que superaba la
división de sujeto y objeto, y donde el ser humano “regresaba a la
Naturaleza” (sobre el significado del naturalismo de Goethe para la cultura
escribía Mijaíl Bajtín). El científico alemán W.Hesenberg, que observaba la
tentación del fascismo, recuerda: “Aun hoy Goethe puede enseñarnos que
no hay que admitir la degradación de todos los demás órganos cognitivos, a
cuenta del desarrollo de un solo análisis racional, que en cambio, hay que
comprender la realidad por medio de todos los órganos dotados, y confiar
que en tal caso, la realidad que se nos va a descubrir, reflejará lo esencial,
“lo único, lo bueno, lo verdadero”.

Por supuesto, la filosofía creada en laboratorio, sirve para objetivos


políticos concretos. “El retorno a las fuentes”, la idea de la sociedad y de
sus partes como un organismo (no de una maquina), justificaba ciertos
aspectos de la política del fascismo, como una combinación sorprendente
del conservadurismo extremo con el radicalismo.

Nietzsche había desarrollado la idea del eterno retorno, y la concepción del


tiempo en el fascismo volvió a ser alineal. La ideología del fascismo es un
retorno continuo a las fuentes, a la naturaleza (de ello viene la mística rural
y la ecología del fascismo), a los arios, a Roma. De ello viene la idea de la
construcción de un “Reich de mil años”. Artificialmente fue creada la
percepción mesiánica del tiempo, implantada en el cerebro de alemán, ya
racional y machacado por el mecanicismo. Justo a partir de esta razón
surgió la conciencia quimérica, desintegrada (muchos pueblos guardaban y
siguen guardando la percepción del tiempo como cíclico, a la par con la
racional lineal – sin ningún problema). Fue fabricado el sistema completo
de los mitos – mito antropologico del ser humano, como de un “animal
salvaje” (bestia rubia), mito del pueblo elegido (raza aria), mito de sangre
y suelo. A los alemanes les fue impuesta la autoconciencia anti burguesa y
romántica, como la de un pueblo de agricultores. Uno de los ideólogos del
fascismo escribía: “Ni duques, ni iglesia, incluso ni las ciudades crearon al
germano como tal. Los alemanes provinieron de los campesinos, cuando
duques, iglesia y ciudades solo pusieron la huella. El campesinado
germano... representaba el fundamento, determinante para el carácter y la
dirección del desarrollo ulterior. Nosotros, nacional-socialistas, hemos
restablecido la verdad antigua, de que la sangre es el elemento formador de
la cultura del pueblo, entendemos absolutamente claro la medula de la
cuestión”.

Como resultado de la rígida mitificación y simbolización del pasado, los


alemanes-fascistas obtuvieron la conciencia quimérica y disociada. El
mesianismo del fascismo desde el mismo comienzo fue marcado por el
culto a la muerte y la destrucción: “Somos novios de la muerte”, escribían
los poetas-fascistas. El actual filósofo-humanista, el famoso E.Fromm
notaba: “Unamuno en su discurso en Salamanca en 1936 decía que el lema
de falangistas, “¡Viva la muerte!”, no es nada menos que el lema de los
necrófilos”. Los directores de los mítines - espectáculos populares en
Alemania, hicieron renacer los ritos y cultos antiguos vinculados con la
muerte y el entierro. La idea no fue banal – inflamar en la juventud las
vistas arcaicas de la muerte, ofreciendo como el modo de su superación,
convertirse propiamente en los servidores de la Muerte. Así fue como
lograron crear un tipo muy especial del ejercito infrahumanamente valeroso
– las SS (Durante la guerra en el territorio soviético las tropas de las SS
sufrieron grandes bajas, sus reemplazos no alcanzaban a compenetrarse
del espíritu de esta doctrina, y las particularidades de este tipo de ejercito
se borraban.).

Sobre la psicología de masas fascista, que creció de tal filosofía, se ha


escrito bastante. El destacado filósofo Adorno, indica que una de sus
particularidades fue el maniqueísmo (la división clara del mundo en el Bien
y el Mal), el instinto de dolor del grupo, la exageración fantástica de su
fuerza, y el afán arcaico de destrucción de los grupos “ajenos”. A
propósito, cuando uno lee su descripción de este retrato psicológico, puede
sacar la conclusión, de que esto no es monopolio exclusivo del fascismo.
Esta descripción asombrosamente coincide con el estado de nuestros
“demócratas” en los años 1990-1992, cuando luchaban contra el sistema
soviético. El mismo maniqueísmo y las mismas absurdas fantasías y
miedos. Pero claro, no se los puede considerar como fascistas, aunque
ciertos rasgos coincidan.

¿En qué consiste lo distinto de la imagen del mundo soviético? Ante todo,
en que Rusia no vivió la Reforma, y la cultura rusa asimiló la imagen
científica del mundo, sin la demolición de su intrínseco modo de sentir el
mundo (aunque esto fue muy difícil, como lo describen los filósofos rusos
de los principios del siglo XX). Entonces, en la cultura rusa no penetró
aquel pesimismo profundo, que caracterizaba a los filósofos antecesores del
fascismo (Schopenhauer, Nietzsche, Spengler). El modelo del mundo de
Newton dentro de la cultura rusa se llevó bien con la sensación cósmica
campestre - estas cosas se encontraban en la conciencia en “estantes
diferentes”. Ni a los rusos, ni a otros pueblos de la URSS, había que seducir
con el holismo y el anti mecanicismo en forma de ideología. Por eso al
estado soviético no le hacía falta recurrir a la anti-Ilustración y a la anti
ciencia. En cambio, la ciencia fue puesta en los fundamentos de la
ideología estatal de la URSS. Los bolcheviques en las cárceles estudiaban
el libro de V.I.Lenin sobre la crisis en la física – ¡es incluso ridículo
imaginarse a los fascistas en tal situación! (Con frecuencia se señala que
Lenin, en “Materialismo y empiriocriticismo” no tenía razón en tal o cual
cosa. Claro que se equivocaba, pero ¡no se trata de sus errores en
absoluto! Lo principal fue que esta era la corriente política que se creía
obligada a pensar en la dialéctica de la Naturaleza y en la crisis de la
imagen del mundo newtoniana).

La cultura rusa no perdió la conciencia cíclica del tiempo – ello venía tanto
de la vida campestre, como de la ortodoxia. El comunismo lo reflejó en su
comprensión mesiánica de la historia, pero esto no fue un retroceso del
racionalismo, y andaba con él paralelamente. Con este “retorno a las
fuentes”, el ciclo de la historia fue dirigido a un ideal absolutamente
diferente del de los fascistas – hacía la superación de la alienación en la
hermandad total de las personas (comuna ideal), cuando en ese mismo
momento, los fascistas se dirigían hacía la esclavitud de la Roma Antigua,
a la felicidad de la raza de los elegidos. Como los ideólogos antisoviéticos
de los tiempos de Perestroika no tocaron este asunto, no pudieron negar el
hecho de que el modo soviético de sentir el mundo fue alegre. Creíamos en
el Bien.

N.I.Bujarin (1934) lo formuló muy bien en su discurso en el I Congreso de


los escritores de la URSS. Es bastante oportuno citarlo aquí, porque en las
relaciones importantes su discurso llevaba en sí las semillas del futuro
“marxismo antisoviético”, la negación de la vía civilizatoria del proyecto
soviético. A pesar de esto, su apreciación general de la sensación que
prevalecía - reflejada por la poesía soviética - en aquel entonces, fue obvia
y hasta trivial. Ello se reflejaba en lo que vieron en aquel tiempo las
personalidades más destacadas de la cultura mundial. N.I.Bujarin dijo:

“En el fondo del marasmo capitalista, del erotismo hipertrofiado y malsano,


de la disipación pesimista, y del cinismo de los pujos vulgares de los
“racistas” poéticos a la Horst Wessel, sobresale nuestra poesía espiritual,
profundamente alegre y optimista... Aquí no hay niebla mística, poesía de
los ciegos, ni solidad trágica de la personalidad perdida, ni agobio sin
salida del individualismo, ni su rebeldía anárquica sin objeto; aquí no hay
tranquilidad de los pasotas popochos, acariciando con mano bien cuidada
las cosas y las personas, aquí no hay pasiones disipadas del chovinismo
zoológico, himnos rábidos a la esclavización y odas al becerro de oro”.

El optimismo con el cual se llenó la cosmovisión soviética, también nos


prestó un mal servicio al dificultar la comprensión de las causas y de las
profundidades de aquella crisis de Occidente, de la cual maduró el
fascismo. L.Luks escribe a este respecto: “Los comunistas no entendieron
el pesimismo europeo, lo consideraron como fenómeno atributivo solo para
burguesía... Los teóricos del Komintern no se percataron de que el
proletariado europeo fue poseído por el pesimismo en el mismo grado que
las demás capas de la sociedad. La evaluación errónea del pesimismo
europeo por la ideología de los bolcheviques radicaba tanto en la tradición
marxista, como en la nacional rusa”.

Entonces, como primer punto el resumen es este: tal como lo muestra la


comparación de 2 imágenes del mundo, el sistema soviético y el fascismo,
son 2 diferentes e incompatibles proyectos civilizatorios.

Hombre – pueblo – nación – raza. Los demócratas de ahora ven los


rastros del fascismo en todas las ideologías que usan el concepto pueblo,
como portador de la conciencia común y el espíritu de la multitud de
generaciones de sus “partículas”/personas. Según ellos, esto es
totalitarismo. Si los demócratas a veces, (muy de vez en cuando) en forma
de compromiso aplican el concepto “pueblo”, lo hacen absolutamente en
otro sentido – como la sociedad civil, compuesta de individuos “libres”.
Estos “átomos” son la base primordial, el inicio principal. Ellos se unen por
lazos bastante débiles en clases y asociaciones para la protección de sus
intereses relacionados con la propiedad.

Tanto el estado fascista, como el soviético, se basaban en el concepto


pueblo (aunque los fascistas con más frecuencia usaban el término
“nación”). Sin embargo, este concepto fue llenado con diferentes sentidos.

En Rusia no se dio la dispersión del pueblo en “átomos” (individuos). En


diferentes variaciones la sociedad siempre fue íntegra, constituida de
personalidades conciliares. Aquí están las palabras de dos muy diferentes
filósofos religiosos. S.Frank: “El individuo, en el verdadero y más
profundo sentido de la palabra, es parte de la sociedad como de lo íntegro.
Existe la unidad de la conciencia indiferenciada – la unidad de la cual se
saca la variedad de las conciencias individuales”. Vl.Soloviov: “Cada
rostro único, es solo el foco de la multitud infinita de las interrelaciones
con otros, y el separarlo de estas relaciones significa privarlo de cualquier
contenido real de la vida”.

El comunismo ruso, y el sistema soviético, en la base del cual estaba el


comunismo comunal campestre, heredaron esta antropología, esta
concepción del pueblo y de la sociedad - alejándose con esto de Marx. La
categoría pueblo, que entró en la ideología estatal soviética, no se diseñaba
y no se imponía, sino que fue heredada sin ninguna reflexión, como algo
natural. Los bolcheviques, y luego la sociología soviética, no diseñaron su
propia concepción de pueblo (lo que le costó muy caro a la sociedad
soviética a finales de los años 80, y nos cuesta muy caro hoy).

En cambio, el fascismo “impuso” en la sociedad individualizada el dogma


de la comunidad en calidad de ideología (lo que configuró muchos rasgos
de la atomizada sociedad moderna). Aquí están las palabras del programa
de Mussolini: “La nación no es una suma sencilla de los individuos que
viven hoy en día, sino un organismo que incluye en sí una fila infinita de
generaciones, y en la cual los individuos son elementos fugaces”. Esto
como si fuera copiado de nuestros eurasiáticos, solo que en vez de personas
(en principio diferente de la categoría individuo), las partículas de la nación
se representan en el fascismo por los átomos, elementos fugaces.

Tanto en la ideología soviética, como en las obras de los filósofos fascistas,


hay muchas manifestaciones contra el individualismo y la libre
competencia, pro solidaridad y primacía de los intereses sociales. Pero lo
esencial se determina por la respuesta a la pregunta “que es el hombre?”.
De aquí parten los sentidos diferentes de las palabras parecidas. En el
socialismo ruso y en el prusiano (de las ideas del cual se alimentaba el
fascismo) se trata de cosas incompatibles. Entre ellos existe un abismo que
no existe entre el liberalismo y el fascismo. El comunismo es una idea
cuasi religiosa de la unión, incluso de la hermandad de los pueblos. El
fascismo es una idea absolutamente contraria. W.Shubart escribía en su
libro: “El nacionalismo fascista es un principio de la división de los
pueblos. Con cada nuevo estado fascista que se está formando en el
horizonte de Europa aparece una nueva nube oscura. El fascismo pasó las
fuerzas disyuntivas del plano vertical al horizontal. El convirtió la lucha de
clases en la lucha de naciones”.

Es remarcable la entrevista que dio el ideólogo consecuentemente


antisoviético Y.Afanasiev. El dijo que una de las principales
contradicciones del siglo XX es la contradicción entre el colectivismo y el
universalismo, de un lado, y el individualismo y el liberalismo, del otro. Le
dicen:
- Es curioso... Y, digamos… ¿a cuál de estos lados atribuye usted la
filosofía social del fascismo?

Y.A.: Por supuesto, ella es eminentemente singularista, absolutamente. Ella


apuesta al individuo y está cerrada a la conciencia individual. A la
conciencia individual que obtiene un carácter hipertrofiado, como en
Nietzsche, y ya se encarna en la imagen del caudillo.

El periodista sorprendido:

- Es decir, ¿el fascismo es liberalismo hipertrofiado?

Y.A.: Absolutamente – sí. Con otras palabras, es atomismo social.

- Parece, que hemos llegado bastante lejos... – se asusta el periodista.

Entonces, por su antropología, el fascismo es la alterada sociedad civil


occidental, pero en cierto sentido es el prototipo de la sociedad civil de
futuro – la sociedad del billón dorado (“golden billion”). El fascismo fue
“el proyecto piloto” del Occidente en la tecnología de la “producción del
hombre”, es decir, de la imagen del hombre aprobada por la conciencia de
masas. Dentro del fascismo, por ejemplo, se diseñaba el primer programa
estatal de “Eutanasia” – el programa de homicidio de los enfermos. Para su
realización en la Alemania nazi fueron creadas organizaciones especiales:
La Asociación Imperial de Sanatorios y de Establecimientos Patrocinados
del Imperio y El Fondo Social de los Establecimientos Patrocinados del
Imperio. Los médicos de estas “asociaciones” con frecuencia prescribían a
los enfermos la muerte sin ningún examen, in absencia. Como se constato
en el curso del Proceso de Núremberg, durante un solo año este programa
en Alemania “dispuso” de 275 mil personas.

El tribunal internacional de Núremberg definió la eutanasia activa (es decir,


homicidio, a diferencia de la eutanasia pasiva por omisión de cuidados),
como un crimen de lesa humanidad. Hoy en día, en 23 estados de los
EE.UU., ya está legalizada la eutanasia pasiva, y en algunos juicios fueron
justificados los médicos que practicaban la eutanasia activa. En Holanda,
sin ninguna ley, ya desde los principios de los 80 los médicos han hecho
entre 5-10 mil inyecciones mortales al año.

El fascismo lleva hasta la conclusión lógica la idea liberal de la


competencia. Pues aquí esta lo que tomó el fascismo de Spengler: “Al
hombre como especie, le da la jerarquía superior la circunstancia de que es
un animal carnívoro”. El fascismo es transferir a la sociedad industrial del
siglo XX aquella formula pagana de la Roma antigua: “El hombre es un
lobo para el hombre”. Una vez extremada esta fórmula, ¿se logró
consolidar a los alemanes en un tipo especial de sociedad solidaria?

Dicen que el fascismo fue el paroxismo enfermizo del instinto grupal


reprimido en el atomizado hombre de Occidente por fuerza de la cultura.
Lorenz tomaba la palabra instinto al pie de la letra, otros antropólogos,
como metáfora. Para nosotros es importante el hecho de que el hombre
solidario de la sociedad tradicional no siente esta angustia, y no puede
sufrir de tales paroxismos. Los sufrimientos de las personas, que se
volvieron “el polvo desordenado de los individuos”, ocupan a los
psicólogos desde hace mucho. A finales del siglo XIX E.Durkheim llamó a
este fenómeno como anomia – la ruptura de los vínculos humanos
tradicionales. A su juicio, la anomia es la causa principal de los suicidios en
la sociedad industrial, cuya cantidad solo aumenta.

Al excelente antropólogo K.Lorenz lo acosaban hasta su misma muerte, de


fecha reciente, por que de joven fue fascista. Deberíamos estar agradecidos
con él, ya que él pasó por ahí, tomó conciencia y luego pudo contar cosas
muy importantes. A juzgar sus memorias, para él fue una gran conmoción
el cautiverio, y el propio hecho de la captura cerca de Vitebsk, en el año
1943. Al haber observado la conducta de los alemanes, él estaba seguro del
odio infinito de los rusos. Al salir del cerco por la noche, corrió hacia
aquellas trincheras de las cuales disparaban los rusos, y lo hirieron. Él pudo
huir y se quedó dormido entre el centeno. Por la mañana lo despertó un
soldado ruso: “Eh! camarada, sal”! Y cuando él salió y se rindió, el soldado
se puso a explicarle el papelón que habían hecho la noche anterior – en la
confusión dos compañías nuestras se habían disparado unos a otros. A
Lorenz le estremeció que el ruso, después de tal infortunio, como amigo,
quería desahogarse ante él, un prisionero alemán. Aquí él vio “el instinto de
la comunidad” en su expresión habitual, natural. Después él pensó mucho
en el aspecto enfermizo que este instinto había cobrado en aquellos que, ya
desde hace mucho, se hicieron individuos.

Los fascistas rechazaron la división de la gente en individuos, la presencia


de un “vacio” entre ellos. De aquí viene el nombre, en latín, fascis
significa haz. El afán de las personas uniformes de agolparse como ganado
en el fascismo, llegó hasta una expresión extrema – todos se pusieron las
mismas camisas marrones. Ellas fueron un símbolo: una camisa – un
cuerpo. Basta con leer los artículos de los filósofos del fascismo sobre el
sentido de la camisa para entender el abismo que separa a los rusos de
aquellos.

El estado soviético no quería ni podía llamar al aglutinamiento como de


ganado, puesto que para que se dé tal aglutinamiento, las personas primero
deberían pasar por la atomización absoluta, convertirse primero en
individuos. El hombre soviético no sufría del paroxismo enfermizo del
instinto de grupo, ya que él constantemente y sin sentirlo, se satisfacía en la
multitud, lo ideal sería decir, que por la integridad de los enlaces solidarios
de la personalidad conciliar. El “totalitarismo ruso” no necesitaba de una
camisa para expresar la unidad. Si, para el fascismo fue importante el
pueblo, pero esto era un pueblo unido, soldado con ayuda de la magia
ideológica de las personas-átomos. Esta palabra fue llenada con un
contenido absolutamente distinto en la URSS.

Desde fines de los años 20, el fascismo hizo de los razonables alemanes un
pueblo absolutamente nuevo, abnegado y fanático. Este pueblo de la
Alemania fascista poseía cualidades que no tenía aquel “material” del cual
fue creado.

Durante la segunda mitad del siglo XX , el problema de la manipulación de


los pueblos llegó a ser objeto de estudios y elaboraciones fundados en una
ciencia desarrollada. Al rápido avance en esta materia fomentó la
experiencia del fascismo, lo cual fue intensamente estudiado por los
etnólogos. Los ideólogos del fascismo fueron de los primeros en
proponerse el objetivo consciente de transformar a los alemanes en un
pueblo duramente sujetado – y simultáneamente desunido de otros
pueblos, y hasta opuesto a la mayoría de otros pueblos. A propósito, esta es
una de las principales diferencias entre el fascismo, y el comunismo, que
partió de la idea de la unión, e incluso de la hermandad de los pueblos.

Los fascistas germanos, con el fin de realizar la transformación de la


nación alemana según su particular proyecto, utilizaban intensivamente el
mito primordialista de “sangre y suelo”. De acuerdo con la concepción del
primordialismo (del lat. primordial - primero) la nacionalidad se considera
como la primera realidad del hombre, algo con lo que el hombre nace y
que no puede escoger. Bajo tal visión, los rasgos étnicos (nacionales) son
las “estructuras intrínsecas de la propia personalidad, que representan el
recipiente de la substancia étnica”.

La nacionalidad se comprende como una cosa, como una esencia


(sustancia) escondida en alguna parte de las profundidades del organismo
humano. Dicen, convencionalmente, que se encuentra en la sangre (cuando
en la Edad Media decían “carne”), y esto no fue algo tan siniestro. (En
otras concepciones, bajo etnicidad no comprenden una cosa, sino las
relaciones entre los “nuestros”, respecto de los “ajenos”. Estas relaciones
forman parte de la cultura, y se expresan en multitud de símbolos, señales,
normas y hábitos).

La filosofía romántica alemana con su mito de “sangre y suelo” estaba


impregnada por el primordialismo. La conciencia cotidiana de la gente
también estaba impregnada por él. La apelación a la “sangre”, la
solidaridad del “parentesco”, es percibida fácilmente por la conciencia,
afecta fuertemente las sensaciones, y despierta la memoria colectiva. Justo
esto utilizaron los fascistas para la consolidación de los alemanes
atomizados.

El nacionalismo, que consolida a la gente por el mito de “sangre”, obtiene


los rasgos del nacionalismo étnico que hace renacer la conciencia de tribu -
muy diferente de la conciencia civil, que aparece como la unión de la gente
a través de la cultura común. Para el etnonacionalismo es característico
exagerar el significado de la imagen de los “otros”, que son culpables de la
situación desastrosa de los “nuestros”.

Así, para los alemanes durante los años 20 del siglo XX, los principales
“otros” fueron los ingleses, que se percibían como principales ganadores de
la Primera Guerra Mundial. Durante los años 30 en primer lugar
aparecieron los judíos, de los cuales la propaganda fascista hizo los
culpables de todos los problemas nacionales, y los eslavos (ante todo, los
rusos), a los cuales se pretendía convertir en el “proletariado exterior” del
nacional-socialismo alemán.

Justo de aquí viene el concepto fascista de los pueblos y las razas,


expresado con las siguientes palabras de Spengler: “Existen pueblos, la
raza fuerte que conservó las cualidades de animal carnívoro, de señores-
cazadores que llevan a cabo la lucha contra sus semejantes, pueblos que
dan a los Otros la posibilidad de llevar a cabo la lucha con la naturaleza
para luego despojarlos y subordinarlos”.

Aquí está la negación absoluta de la idea de omni humanitarismo puesta en


la base del socialismo soviético, y la negación política de la práctica de la
URSS, el modo de coexistencia de los pueblos creado en ella. El fascismo
creció a partir de la idea de competencia y supresión de unos por otros, este
no solamente presentaba esta idea a nivel individual, sino más bien a nivel
de raza. El sistema soviético creció a partir de la idea de igualdad,
colaboración y ayuda mutua de las personas y los pueblos.

Para la consolidación del pueblo del Tercer reich en la Alemania fascista


tenía gran significado la idea del espacio vital – el territorio, que había que
reconquistar para los alemanes de los pueblos orientales. En general el
plan “Ost” al comienzo suponía “desalojar” durante 30 años 31 millones de
personas del territorio de Polonia y de las regiones occidentales de la Unión
Soviética, y alojar allí a los alemanes-colonos. Sin embargo, con la
directiva del 27 de abril del año 1942 se procedió a planear la “mudanza”
de 46-51 millones de personas. Durante el proceso de Núremberg fue
reconocido que bajo el termino de “mudanza” se sobreentendía la
“exterminación”. Aquí la geografía se empalma con una cosmovisión, una
historia y un proyecto de futuro.

El memorándum del año 1938 sobre la próxima guerra con la URSS,


preparado por el fabricante A.Rechberg, ilustra el modo de pensar
atributivo al fascismo. El argumenta así la doctrina militar: “El espacio de
Rusia se presenta como el objeto de la expansión para Alemania..., Rusia
posee innumerables riquezas potenciales en el campo de la agricultura y las
materias primas, todavía no tocadas. Si nosotros queremos que la
expansión hacia este espacio asegure la transformación de Alemania en un
imperio con lo suficiente para cubrir sus necesidades agrarias y de
materias primas, entonces es necesario conquistar por lo menos todo el
territorio ruso hasta los Urales incluidos, que es donde yacen enormes
riquezas minerales”.

La ideología del fascismo proporcionaba a la imagen de tierra – tanto en


calidad de “espacio vital”, como en el de “suelo” - una enorme
importancia. Fueron diseñados completos sistemas mitológicos e incluso
concepciones cuasi científicas de “paisaje-alimentador” y ecología racial.
Hitler inculcaba, etnificando de nuevo a la población de Alemania: “Lo que
para Inglaterra fue India, para nosotros será el espacio oriental. ¡Ah! ¡Si
pudiera yo hacer comprender al pueblo alemán, que grande es el
significado de este espacio para el futuro! Darré, uno de los ideólogos del
fascismo, escribía sobre la interrelación biológica entre los animales
totémicos y las características raciales de los pueblos (en 1933 publicó el
libro “Cerdo, como criterio para los pueblos nórdicos y semitas”). La
ideología soviética no tenía ninguna mística del “suelo”, y la imagen de la
tierra natal era de carácter optimista y de ninguna manera anexionista.

Los fascistas describían la campaña contra Oriente como una misión de


protección de los “valores occidentales” que los alemanes debían realizar
desde los tiempos de Carlomagno. El historiador moderno alemán E.Hosch
escribe en su artículo “Política oriental del Orden Alemán en el siglo XIII”
sobre el significado simbólico de aquellos acontecimientos para el siglo
XX, y para los fascistas alemanes en vísperas de la guerra con la URSS:
“En los tiempos nacional-socialistas estaban propensos a vincular las
cruzadas medievales en tierras orientales, con “la misión alemana” en una
región desprovista de la cultura”.

Las ideas religiosas y aquellos valores morales que la cultura asimiló de la


religión, forman parte importante de la matriz cósmica en base de la cual se
realiza la transformación del pueblo. El fascismo en su proyecto de
construcción de nación, creó un sistema místico y mitológico muy grande e
incluso intentó crear una nueva religión.

El filósofo ruso ortodoxo S.N.Bulgákov, que estudiaba esta experiencia del


fascismo alemán, enunció sus conclusiones en el tratado “Racismo y
cristiandad”. Para nuestro tema es importante aquel hecho, notado por él,
que en su proyecto de transformación de un pueblo en algo absolutamente
nuevo e inusual, los fascistas vieron necesario “crear un sucedáneo de la
religión, a través del rechazo directo y consciente de todo espíritu cristiano
y doctrina”. A juicio de Bulgákov, el racismo de los fascistas “es filosofía
de la historia, pero ante todo, es un modo de sentir el mundo religioso, que
debe ser entendido con respecto a la cristiandad”. Para consolidar a los
alemanes por los enlaces éticos nuevos, antes no atributivos a ellos, fueron
insuficientes los argumentos racionales y la ideología. Fue necesaria la
prédica religiosa, que pretendía estar al nivel de la cristiandad.
S.N.Bulgákov, analizando los textos de Rosenberg, teórico de los nazis,
escribe sobre el fascismo: “Aquí están presentes todos los elementos
principales del anticristianismo: ateísmo, que emana del naturalismo, mito
de raza y sangre con toda la realidad de una conciencia religiosa,
demonismo del orgullo nacional (“honor”), rechazo del amor cristiano con
su sustitución, y lo primero y lo último – negación de la Biblia, tanto del
Antiguo Testamento, como del Nuevo, y de todo el cristianismo
eclesiástico.

Rosenberg dice la última palabra sobre el tropo-teísmo y naturalismo


dentro del marxismo y humanismo: no humanidad abstracta, como suma
de átomos, ni clase, como suma de individuos unidos social-
económicamente, sino un nuevo dios de la religión del racismo, un
complejo sangre-biológico de la raza ... El racismo en su auto
denominación religiosa, representa la forma más aguda del
anticristianismo, y no ha habido nada más maligno en la historia del mundo
cristiano (la historia del Antiguo Testamento sabe solamente sus prototipos
y límenes, vea, sobre todo, el libro del profeta Daniel)... Esto no es tanto
persecución - mejor dicho, tiene lo mínimo de persecución directa, se
manifiesta más bien como un rival anticristiano, la “iglesia falsa”(que
obtuvo el apodo de la “iglesia nacional alemana”). La religión del racismo
victoriosamente ocupó el lugar del universalismo cristiano”.

Aquí están las declaraciones típicas de Rosenberg, citadas por Bulgákov:


“Ni el corderito sacrificado de las profecías judías, ni el crucificado, son
ahora un ideal real que nos luzca del Evangelio. Y si él no puede lucir, los
Evangelios murieron... Ahora se despierta la nueva fe: el mito de sangre, la
fe junto con la sangre en general también defiende el ser divino del
hombre. La fe, encarnada en el conocimiento más claro que la sangre
norteña representa, aquel sacramento que sustituyó y superó los
sacramentos antiguos... La fe antigua de las iglesias: tal cual es la fe, tal es
el hombre; en la conciencia norte-europea: tal cual es el hombre, tal es la
fe”.

A propósito, aquí se ve muy bien la diferencia filosófica entre 2


totalitarismos, que se enfrentaron en la guerra mundial: entre el fascista y el
soviético. Cuando en Rusia surgió la necesidad de reforzar las relaciones de
la solidaridad étnica del pueblo ruso, el estado no se puso a crear el
sucedáneo de la religión, como lo habían hecho en su tiempo los jacobinos,
y como lo hicieron los fascistas, pero pidió la ayuda justamente a la iglesia
ortodoxa rusa, tradicional para los rusos. En el año 1943 Stalin se reunió
con la jerarquía eclesiástica, y a la iglesia se le dio un nuevo título, nacional
– la iglesia ortodoxa Rusa hasta el año 1927 se llamaba Rossiyskaya: la de
Rossia*. En el año 1945 el gobierno organizó a su costo la fastuosa
celebración del Concilio con participación de los jerarcas griegos. Después
de la guerra la cantidad de parroquias aumentó de 2 a 22 mil. Por eso la
campaña anti eclesiástica, desplegada en el año 1954 por N.S.Krushev,
simultáneamente fue antinacionalista, teniendo por objetivo cortar uno de
los últimos programas del estalinismo.
*Rossia es concepto más amplio que Rusia: con la palabra “Rossia” se abarcan
todos los pueblos que viven en el país, mientras Rusia al pie de la letra es un país
de los rusos. De hecho, no es correcto llamar a Rusia – Rusia, por lo menos, en ruso
no se llama así. Oficialmente el nombre actual del país es Rossia, que quiere decir
el estado de varios pueblos, que viven en este país, no solo de los rusos. Rossia es
una forma de evitar el dicho “Rusia”. Las palabras: Rusia, Ruso/a – subrayan lo
autóctono ruso, lo nacional y característico solo para los rusos, mientras en el país
viven otros pueblos también (más de cien pueblos). Sin embargo, los rusos son más
del 80%, por eso los idiomas extranjeros ignoran esta diferencia sutil, que a la vez
es una cuestión bastante sensible dentro del país.

Ahora hablemos del racismo. Nuestra sociología vulgar nos dejó en


herencia un concepto bastante primitivo de nacionalismo y de racismo. La
gente cree aproximadamente así: racista - es quien pega a los negros.
Nacionalista - es quien alaba a su pueblo. Claro que las costumbres y la
cultura de las expresiones tienen algo que ver con la cuestión, pero no
mucho. La esencia es más profunda – dentro del sistema de opiniones y en
el inconsciente colectivo con respecto al hombre y la humanidad. Las
opiniones y luego lo inconsciente se separaron en 2 hasta ahora diferentes
caminos a partir de la aparición en Europa de la moderna sociedad
burguesa. Rusia se quedó justamente en otra rama de la cultura, aunque un
gamberro ruso pueda injuriar y pegar a un negro. Con esto él no va a ser
racista, sino solamente va a expresar de una manera estúpida y brusca, la
condición común y natural para todos los pueblos – la del etnocentrismo –
enemistad hacia el otro. Pero la esencia está en que él va a injuriar al negro
como a un hombre, independientemente de la manera como lo va a injuriar.
“Todos somos gente, todos somos hombres”, aunque nos peguemos unos a
otros. Sin embargo, esta opinión no es trivial. El Occidente piensa de otra
manera.
Recordemos el primer año de la invasión alemana. Entonces a la gente
soviética, ablandada por el cuento sobre el internacionalismo proletario,
costaba mucho dar crédito a lo que significaba la guerra de exterminio
contra nuestro pueblo. Los nuestros gritaban desde las trincheras:
“Trabajadores alemanes, no disparen, somos sus hermanos de clase”. Y
gran significado para el cambio de manera de pensar tuvo una circunstancia
pequeña, casi vulgar: entre los pueblos ocupados empezaron a correr
rumores de que los soldados alemanes, sin incomodarse, se bañan desnudos
y hasta hacen una diligencia en presencia de las mujeres rusas y ucranianas.
Y no lo hacen por gamberrismo, ni por mala educación, sino simplemente
por no tomarlas plenamente por seres humanos. ¿Y de donde salió esto?
De las ideas hermosas de la Ilustración y la sociedad civil, del propio
concepto de la “civilización”.

No había racismo en la Europa medieval. Este llegó a ser indispensable


para la colonización , y en este momento llegó la división religiosa de la
gente en los elegidos y los condenados. Esta división, bastante a la ligera,
tuvo un carácter racista: ya Adam Smith habla de la “raza de los
trabajadores”, y Disraeli – de la “raza de los ricos” y la “raza de los
pobres”. La colonización hizo replegarse a la idea cristiana sobre el
hombre. El Occidente se vio obligado a prestar la idea de “pueblo elegido”
(el culto de “Israel británico”), y después llegó hasta la teoría racial de
Gobineau. Como escribía A.Toynbee a mediados del siglo XX: “entre los
protestantes angloparlantes hasta ahora se puede encontrar a los
“fundamentalistas”, que siguen creyendo que son los elegidos de Dios al
pie de la letra, en el sentido en el que esta palabra se usa en el Antiguo
Testamento”. Precisamente el capitalismo puritano engendró la idea de la
división de la humanidad en las subespecies superiores y las inferiores.
A.Toynbee escribe: “Esto fue una gran desgracia para la humanidad. El
temperamento protestante, sus orientaciones y comportamiento con
respecto a otras razas, igual como otras cuestiones de vida, sobre todo, se
inspiran en el Antiguo Testamento; y las sentencias del profeta sirio
antiguo en cuanto a la raza son bastante transparentes y sumamente
salvajes”.

El gran filósofo alemán Nietzsche desarrolló la idea de la división de la


gente en las subespecies hasta el límite – hasta plantear la idea de
superhombre, que se libera de “lo humano, de lo demasiado humano”.
Basta con leer el libro de Nietzsche, “El Anticristo” (relativamente suave),
para entender cuan incompatibles son las fuentes ideológicas del fascismo
y el comunismo. Los fascistas produjeron de la metáfora de Nietzsche una
versión simplificada – la bestia rubia. A esta versión la zahirieron bastante
en Rusia, pero aquí es más importante su base filosófica. El comunismo
soviético la rechazó no por ignorancia; es que el nietzsheanismo fue
estudiado, “palpado”, por el pensamiento ruso, que pasó por la seducción
del nietzsheanismo. Basta con recordar a Gorky con sus imágenes del
superhombre: Danco y Larra. La cultura soviética rechazó estas imágenes,
incluso con cierta exageración en el rechazo. El culto al protagonista-
superhombre no arraigó, nuestro héroe es Vasili Terkin*.
*Se trata del poema homónimo de Aleksandr Tvardovski, que cuenta sobre la vida
de un soldado ruso durante la Gran Guerra Patria. Este poema se hizo popular y la
generación de la guerra sabía sus textos de memoria. Vasili Terkin fue la imagen
colectiva del soldado ruso.

En cuanto a esta cuestión el sistema soviético llegó a ser justo la antípoda


del fascismo. Lo subraya especialmente L.Luks: “Después del año 1917 los
bolcheviques trataban de conquistar el mundo tanto para el ideal de la
intelligentsia rusa – igualdad universal - como para el ideal marxista –
revolución proletaria. Sin embargo, ninguno de los dos ideales encontraron
en la “Europa capitalista” del periodo entre las guerras, la repercusión con
la que contaban los comunistas. Las masas europeas, ante todo en Italia y
Alemania, resultaron arrastradas en los movimientos de carácter opuesto,
que veían el ideal de igualdad como el signo de decadencia, y que
afirmaban la invencibilidad de la desigualdad de las razas y las naciones.
La laudatoria de la desigualdad y del principio de jerarquía por los
extremistas de derecha, ante todo entre los nacional-socialistas, fue
vinculada con el afán de esclavización o exterminio de aquella gente y
naciones que se encontraban en el escalón inferior de la jerarquía
estructurada por ellos. La política de exterminio que salía de aquello,
realizada por los extremistas de derecha y en primer término, por los
nacional-socialistas, llevó hasta el absurdo tanto la idea del egoísmo
nacional, como el principio de jerarquía”. Quiero subrayar, que la esencia
del fascismo no son la excentricidad y la barbarie del nazismo, ni el
genocidio de los judíos y los gitanos, sino la propia seguridad de que la
humanidad no es unida, que se subdivide en especies, en “razas” superiores
e inferiores. La argumentación de esta seguridad se reduce a que los valores
humanos (ideales, orientaciones culturales) están escritos en las estructuras
biológicas (genes) y pasan por la herencia. Esto es la biologización de la
cultura. Por este motivo ya en el siglo XVI sucedió la disputa teológica
acerca de los indígenas. Los católicos determinaron, que los indígenas
“tienen alma”, y que ellos son hombres válidos. Los protestantes creían,
que los indígenas eran una especie inferior, que no eran capaces de
aprender los valores del pensamiento racional, y por tanto, a ellos no les
concernían los derechos humanos. Desde el punto de vista de la ciencia
(que coincide con el punto de vista cristiano), la humanidad es una especie
biológica única, en la que los valores son producto de la cultura, que pasa
de generación en generación no “por la sangre”, sino por la comunicación.
Los comunistas percibieron este punto de vista del materialismo histórico,
y latentemente de la ortodoxia. Rechazamos la biologización de la cultura
tanto por la razón, como por la conciencia. En cambio, la ideología del
fascismo se construía en base del idealismo filosófico y el mito de la
sangre. Así apareció la teoría de las razas, de acuerdo con la cual, unos
pueblos son biológicamente mejores (más nobles, laboriosos, valientes),
que otros. Pues, esto es el racismo.

A propósito, el racismo subdivide la gente no solo por el factor nacional,


sino también por el social. Ciertos anticomunistas (demócratas y patriotas)
resultan también ser racistas “espontáneos”, cultivando la idea de la
“degeneración genética” del pueblo soviético, según la cual se eliminaron
los “dueños aplicados”, y esto hizo que unos 2-3 centenares de millones de
las personas, quedaran biológicamente privadas de algunas cualidades
valiosas.

Notemos que la biologización de la cultura fue importada a Rusia de


contrabando por Gorbachov (aunque creo que él no lo sabía cuando lo
hizo). Hablo del concepto de valores omni humanos. Es decir, la idea de la
existencia de valores atribuibles a toda la gente sin excepción. En otras
palabras, están grabados en las estructuras biológicas. De este concepto se
sigue que aquellos grupos o etnias que no poseen algunos de los valores de
la lista establecida por el “gobierno mundial”, no pertenecen
completamente al género humano. La lista de estos valores obligatorios es
formula da por la “democracia mundial”, y basta con echar un vistazo a
esta lista para entender su sentido sumamente ideológico. Los iraquíes no
comparten algunos valores de la democracia – y prácticamente los borran
de la lista de la gente. A causa del embargo en los años 90 , perecieron 600
mil menores de edad, y los periódicos occidentales escribían que Kuwait
“esta liberado a costa de muy poca cantidad de vidas”. Pero regresemos al
fascismo.

De los criterios de determinación del concepto de raza los alemanes


escogieron la sangre. Pero esto no paso espontáneamente , sino por interés.
Así, el filósofo-conservador Moeller van den Bruck estaba en contra de la
pureza de sangre como el criterio principal, pues para él “raza es lo que
reúne espiritual y físicamente a cierto grupo de la gente superior”. Los
fascistas alemanes decidieron simplificar la cuestión de la raza y acentuarlo
hasta el extremo, los italianos no fueron por este camino, pero la esencia es
la misma. Y es estable, no le molesta la democracia, ni el mercado. Se lo
puede ver en los momentos de la crisis. El psicólogo Fromm escribe:
“Durante la guerra en Vietnam hubo mucho ejemplos en que los soldados
estadounidenses perdían el sentimiento de que los vietnamitas pertenecen al
género humano. Incluso fue sacado de uso la palabra “matar” y se decía
“eliminar” o “purgar”.

Por esto es ridículo decir que la Alemania de Adolfo Hitler no es parte de la


democracia occidental, mientras que la Alemania de Helmut Kohl o de
Angela Merkel si es democracia. En el caso de que no fuera una
democracia, no fuera inmenso su valor histórico, sino algo intrascendente.
En cambio, el paroxismo grave del fascismo alemán podría suceder
solamente en el seno de su democracia que con elocuencia ilumina su
genotipo. El fascismo creció de la idea de competencia a nivel de la raza. Y
esto fue dado ya por el filosofo del nuevo Occidente – Hobbes: “Aunque
los beneficios de esta vida pueden lograrse a través de la ayuda mutua (…)
estos se logran con más eficacia a través de la represión de los otros, más
que en sociedad con ellos”.

Por eso los liberales modernos, que siguen a Hobbes, están a corta distancia
del fascismo (aunque hoy les causa disgusto sus métodos bruscos), cuando
los comunistas no. A propósito, para los liberales es muy fácil ir hacia la
derecha. Un notable teórico de la economía de mercado, Irving Kristol
dice: “Un neoconservador es un liberal engañado”. La concepción actual de
un “billón dorado” es una típica concepción racista, solo que su fascismo
ahora no tiene carácter nacional, sino global. En vez de la raza de los arios
ahora tratan de crear una raza de la “civilizada” gente rica.
Así es la esencia de aquel “nacionalismo” y “socialismo” que unieron en el
fascismo. Pero esto es solo el esqueleto. El va a cubrirse por los rasgos
reales, cuando veamos, como se tratan en el fascismo la personalidad y el
estado, el hombre y la naturaleza. De esta manera empezaremos a sentir el
fascismo no simplemente como un proyecto político rabioso y cruel, que
nos hizo tanto daño, sino como una profunda y incluso trágica enfermedad
de toda la civilización occidental, que no está curada y amenaza de
manifestarse en nuevas formas.

Pues ¿porqué el colectivismo y la sensación del pueblo no provocaron en la


gente soviética ni el fanatismo, ni la sensación enfermiza de la supremacía
que dominaron a los alemanes en cuanto ellos se hicieron “camaradas en el
fascismo”? Porque la solidaridad de la sociedad tradicional, que fue la
URSS, heredó culturalmente de una multitud de generaciones y está llena
de numerosos sentidos y relaciones humanas diferentes. La solidaridad del
fascismo fue implantada en la conciencia del hombre, que ya desde hace
muchos años se sentía individuo, con ayuda de la hipnosis ideológica.
Surgió el conflicto interior, que deformaba al hombre. El fascismo fue una
enfermedad de la sociedad, una anomalía – así como suceden las
enfermedades o paroxismos (por ejemplo, de epilepsia) en la gente.

El socialismo: régimen social. Las definiciones del fascismo, que usan los
ideólogos, giran solo en el plano social y político, y nosotros vemos solo
los resultados “exteriores”. El fascismo queda dentro de una “caja negra”,
de la cual salen volando cosas extrañas y terribles. Pero nosotros no las
podemos predecir, no podemos distinguir el fascismo oculto. Y al revés, en
el mismo saco con el fascismo nosotros metemos fenómenos en principio
diferentes de él. Por ejemplo llaman fascistas a los dictadores
latinoamericanos. Pero el mulato Batista y el hacendado Somoza no son
ningunos fascistas, sino simplemente reyezuelos sanguinarios, caciques.
Además no todo fascista tiene la posibilidad de formar un régimen fascista.
Sin embargo, empecemos por el ambiente social.

Vamos a recordar las definiciones habituales de fascismo, dadas de ambos


lados – por los marxistas y los liberales. G.Dimitrov dijo que es una
“dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más
chovinistas y más imperialistas del capital financiero”. Es decir el enemigo
mortal de los comunistas. Los liberales piensan que el fascismo es ante
todo el totalitarismo y el nacional-socialismo, que niega el mercado libre y
los derechos humanos que nacen de él. Es decir algo muy cercano al
comunismo.

Mientras tanto las cabezas de turco “fascistas” aparecían en forma de


Zhirinovsky, Barkashov, etc. Para esto Zhirinovsky se encontraba con Le
Pen, escribía cartas a los extremistas de derecha de EE.UU, etc. También
poco a poco despliegan el tema del “fascismo ruso” usando como ejemplo
a los “skinheads”. Tenemos que estar preparados y de forma urgente entrar
en un debate tanto dentro del país, como en el mundo. Una actitud
negligente con respecto a la etiqueta de fascista, y una respuesta superficial
a los “tontos” que nos la pegan es inadmisible.

Dicen que el comunismo y el fascismo son semejantes en que desaprueban


el liberalismo, el mercado libre y la burguesía (los fascistas los llamaban
plutócratas). Pero la orientacion anti burguesa y anti mercado es un rasgo
común de un amplio espectro de corrientes culturales y filosóficas. Un gran
papel en la cultura de Europa jugó el romanticismo que flagelaba al
capitalismo y al espíritu burgués, pero ¿quién va a llamar a Chateaubriand
o Hugo ideólogos del fascismo? Del romanticismo creció el “socialismo
feudal” – la ideología de la unión de aristocracia con el proletariado contra
la burguesía. Pero el socialismo feudal como filosofía es incompatible
absolutamente con el fascismo. Dostoevski en su “Gran Inquisidor”
describió la sociedad burguesa de forma profética e inconciliable – ¿pues a
él también habrá que considerar el fascista? Por supuesto que no, aunque
respetaba profundamente al padre de la filosofía fascista Moeller van den
Bruck. Profundamente anti burgués fue León Tolstoi con su ideal de la
hermandad universal – antípoda completa del fascismo. El
Antiburguesismo no es un índice del fascismo, es su máscara ideológica, la
máscara del fascismo como pescador de hombres.

La peculiaridad de esta máscara consiste justo en que a pesar de la


fraseología anti burguesa y de la atracción amplia de los trabajadores a sus
filas, el fascismo surgió de la interacción estrecha con el gran capital – no
hubo una mutua repulsión entre ellos. El fascismo para el gran capital,
como a veces se imagina, no fue el instrumento para hacer su trabajo sucio.
Las negociaciones entre Hitler y los jefes de la República de Weimar sobre
el traspaso del poder se realizaron a través del “Club de los señores”,
formado por los industriales y financistas más grandes. Para el gran capital
el fascismo fue el medio para dominar a las masas y “apagar” la lucha de
clases con ayuda de un nuevo tipo de ideología. Esto no tenía nada que ver
con la trayectoria del movimiento socialista. Para el gran capital resultó
admisible desde todo punto de vista aceptar la bandera del “socialismo” y
la retorica anti burguesa. Pero es importante lo que se esconde detrás de la
retorica. Con respecto al capitalismo y al socialismo no hay ninguna
semejanza entre el proyecto soviético y el fascismo, son dos polos
opuestos.

En el estado soviético y en el fascista el concepto de socialismo tiene


sentidos totalmente diferentes. En la URSS el socialismo se figuraba como
un modo de vida normal, pacífica, sin lucha de las clases. Para los fascistas
es un modo de superar la escisión de la nación en clases para consolidarse
con el objetivo de la gran guerra por el “espacio vital”. Desde el mismo
comienzo el socialismo de los fascistas fue un proyecto de guerra. En la
URSS vieron al socialismo como la imagen de la vida deseada para todas
las gentes en la Tierra, como el camino de la unión de todos en la
hermandad universal (es verdad que León Tolstoi fue el espejo de la
revolución rusa). Esto tenía como fuente el concepto ortodoxo acerca del
hombre.

El nacional-socialismo de los fascistas significaba la unión solo del “pueblo


elegido” (los arios para los alemanes, los descendientes de los romanos
para los italianos) – contra la multitud de razas inferiores, que estaban
predestinadas para la esclavitud, y esta palabra tomada al pie de la letra.
Esto tenía como fuente la doctrina protestante sobre la elección para la
salvación, que en Nietzsche tomó una forma de anticristianismo radical y la
utopía del “superhombre”.

Importante para la aparición del fascismo fue la idea de atraer a los


trabajadores al lado del gran capital a través del uso de dos ideas fuertes
divididas en el marxismo, socialismo y nacionalismo. Esto se puede
considerar como un gran logro de la alquimia ideológica del fascismo. Sus
chamanes obtuvieron un brebaje de gran fuerza estupefaciente. El
“Occidentalista” Spengler desarrollaba la idea de un socialismo “purificado
de Marx” – la idea del socialismo prusiano (y luego – “aleman”). Mientras,
el “anti occidentalista” Moeller van den Bruck desarrollaba la teoría del
nacionalismo para los alemanes, a los cuales el “marxismo desvió de la
idea de nación”. Luego, estos dos componentes fueron unidos en la carga
binaria del fascismo.
El estado. En sociedades de diferentes tipos el papel del estado se ve
diferentemente. En la sociedad tradicional el estado es la hipóstasis del
pueblo, expresión de su voluntad y espíritu, él se crea “desde arriba”, a
través de la revelación (de Dios, revolución, tradición). Para la sociedad
civil el estado es su empleado, ante todo, el policial, que protege la
propiedad, de los ciudadanos, de los proletarios y de las hordas
hambrientas, de los “salvajes”. Él se crea “desde abajo” – por la voluntad
de la masa de los individuos (aquellos, a los cuales no excomulgaron de las
elecciones con censos, apatía y drogas).

Con respecto al estado, las formulaciones de los comunistas soviéticos, y


en general, de todos nuestros patriotas-estatistas, en mucho son semejantes
con las formulaciones de los fascistas. Sin embargo, la esencia y el mismo
génesis, engendramiento del estado soviético y del fascista, son diferentes
en principio. El estado soviético apareció conla ruptura revolucionaria del
fallido estado liberal-burgués. Pero esta revolución restableció, en forma
nueva y con una base nueva “desde arriba”, el estado típico de la sociedad
tradicional de Rusia. Lo principal en él, igual que antes, fue la idea del
pueblo ya no dividido en clases. Pero en principio esta idea era lo mismo
que antes en la Rusia zarista. M.M.Prishvin en los primeros días posteriores
a Octubre reconoció: “Mejor dicho, huimos del fuego y caímos en las
llamas, pasamos del kulak zarista-eclesiástico al socialista, al pasar por la
libertad de la personalidad”. Mientras el fascismo pudo crecer solo de la
democracia, de la sociedad de los individuos libres (según la incorrecta
expresión de Prishvin solo de la “libertad de la personalidad”).

Según las palabras del primer vice-canciller Papen, el estado fascista en


Alemania apareció “al haber transitado hasta el fin por el camino de la
democratización” de la República de Weimar. Es decir, la sociedad civil
bajo las condiciones de la extremada crisis, con ayuda de sus intrínsecos
mecanismos democráticos, engendró el estado fascista. El filósofo
Horkheimer, al que nuestros liberales les gusta citar, dijo sobre el fascismo:
“el régimen totalitario no es nada más que su antecesor, el orden burgués-
democrático que de súbito perdió sus adornos”. Y aquí esta lo que escribe
sobre esto Herbert Marcuse: “La transformación del estado liberal en
estado autoritario pasó en la sede del mismo orden social. Con respecto a
esta base económica se puede decir, que justamente el propio liberalismo
“sacó” de sí este estado autoritario, como su propia encarnación en el
escalón superior del desarrollo”. De esta manera, según reconocen los
filósofos occidentales más destacados, el fascismo es la democracia
occidental en el escalón superior del desarrollo.

Nuestros estados se crearon de las maneras diferentes. El soviético fue


producto de la revolución, que movió con dureza el balance de las fuerzas
establecido entre Febrero y Octubre del año 1917. El estado fascista
apareció como una salida especial del balance inestable al cual el país fue
llevado gracias a la fuerte crisis del Occidente: la burguesía no podía
dominar el movimiento obrero con ayuda de los métodos “legales”,
mientras el proletariado no podía superar a la burguesía. Los fascistas
ofrecieron la salida: declarar a la Alemania despojada por la guerra una
“nación proletaria” y proclamar el nacional-socialismo, dirigiendo su
“lucha de las clases” al exterior. Al conquistar a los pueblos ignorantes, la
clase obrera alemana transferiría a ellos todo el trabajo sucio, y de esta
manera dejaría de ser el proletaria – en Alemania se habría realizado el
socialismo.

Los argumentos de las represalias, como instrumentos del estado, también


fueron diferentes. Las represalias en la URSS fueron consecuencia directa
y parte de la guerra civil, fueron las luchas entre diferentes grupos de
vencedores por la obtención de aquel grado de unidad que se llama
totalitarismo. Los objetivos de las represalias en la Alemania fascista
fueron otros. Al haber creado su estado con una ideología muy compleja,
los fascistas se vieron obligados urgentemente a iniciar represalias
preventivas en masa contra las fuerzas de la izquierda. Estas represalias no
fueron convulsiones de la guerra civil – esto fue una guerra especial,
necesaria para la estabilización del nuevo extraño balance logrado a través
de la unión de la burguesía y el proletariado. Como esta unión se basaba en
el sistema frágil de la manipulación de la conciencia, fue necesario eliminar
de la sociedad a todos aquellos que podían destruir este sistema,
perturbando el encanto.

Si recordamos la teoría de la sociedad civil de Locke, vamos a ver, que el


socialismo fascista fue su producto lógico, en el cual el racismo latente del
eurocentrismo se trasponía en la parte visible de la ideología. Según Locke
la humanidad se componía de 3 elementos: núcleo (sociedad civil,
“república de los propietarios”), proletariado, que vive en “el estado
cercano al de los animales”, y “salvajes”, que viven en estado natural. El
fascismo comprendía la unión de los primeros 2 componentes de la nación
alemana en un núcleo – el de la nación civil proletaria, que establece su
“socialismo” a través del sometimiento de los “salvajes”. Es decir, que el
fascismo no rechazaba la antropología de la sociedad civil. En vez de la
superación del antagonismo de clases a través de la “expropiación de los
expropiadores” este dirigía esta expropiación al exterior.

Entonces, tanto por su “aparato genético”; como por su modo de


nacimiento, los estados Soviético y fascista pertenecen a dos tipos
absolutamente diferentes, ellos aparecieron y se desarrollaron en diferentes
ramas de la civilización. Uno fue el estado de la sociedad tradicional bajo
la gorra de la modernización, el otro fue el engendro feo de la sociedad
civil bajo la gorra del tradicionalismo. Claro que la gorra es importante,
pero lo que más importa es la cabeza. La diferencia se ve por ejemplo en el
campo de la ética. Las tradiciones prescriben la presencia en el estado de la
ética común, en particular, de muchas prohibiciones y tabús no escritos
directamente en la ley. Esta ética, como si tuviera un carácter religioso, se
establece “desde arriba”. Por esto al estado soviético lo llamaban
ideocrático – por la analogía con teocráticol que emplea el derecho
religioso.

El estado fascista fue anti tradicional en principio, fue justamente el fruto


de la sociedad occidental en una nueva y enfermiza etapa de desarrollo. Al
comprender la concepción de Nietzsche sobre el superhombre “más allá del
bien y del mal”, ésta, hablando por boca de C.Schmitt, se proclamó
todopoderosa, no limitada por “ningún tabú formal o moral”. Además,
muchas actividades de los fascistas fueron especialmente destinadas al
entrenamiento del personal de los organismos estatales para el trabajo en
condiciones de eliminación del tabú.

Los estados soviético y fascista desde el mismo comienzo se construían a


base de los diferentes principios del poder. El fascismo partía de una
concepción antigua y típica para el Occidente – la de cesarismo. L.Luks
escribe: “Los bolcheviques no entendían las razones de la popularidad de la
ideología “cesarista” en el Occidente, ya que dentro de la tradición rusa no
hay postulados para su aparición... Las imágenes “cesaristas” prácticamente
no surgían en la historia rusa. Es verdad que en Rusia fueron los zares los
que realizaban dentro de la sociedad rusa, transformaciones no menos
profundas que los “cesares” en la occidental. Pero se trata de las
revoluciones estatistas desde arriba, diseñadas y realizadas por los
soberanos legales de Rusia... En la historia del bolchevismo, igual que en la
historia de Rusia, la idea cesarista no jugaba ningún papel notable. El
partido bolchevique, en contraposición a los partidos de la extrema
derecha, ni antes ni después de la toma del poder, fue el partido de un
caudillo. La disciplina del partido y la obediencia sin objeción de ninguna
manera fueron cosas idénticas. Muchas decisiones importantes fueron
tomadas solo después de acaloradas discusiones dentro de la jefatura del
partido. En el año 1936 Trotski escribía: “toda la historia del partido
bolchevique es la historia de la lucha fraccional”. Por esto el proceso del
surgimiento del culto de la personalidad de Stalin, y de la concentración del
poder en sus manos, fue en principio diferente que en el estado fascista.

Los fascistas rechazaban categóricamente cualquier autogestión, el estado


fue corporativo y extremamente jerárquico. La población fue dividida en
corporaciones / gremios profesionales. En la URSS la mayoría de las
funciones se cumplían en el marco de la autogestión: en el sóviet del
pueblo, en el koljoz, en el colectivo de obreros de la fábrica. Hasta no nos
dábamos cuenta de ello, pero cuando hoy en el Occidente uno empieza
simplemente a enumerar las funciones cotidianas de estas “instituciones”,
lo escuchan con incredulidad. La representación de los ciudadanos en todos
los órganos del poder no fue corporativa, más bien la principal política fue
unir a la gente de diferentes grupos, profesiones, culturas, nacionalidades.

Vuelvo a citar la entrevista a Y.Afanasiev, acongojado porque en la


Federación Rusa fue adoptado el himno soviético, él se lo explica así:

- Resulta que ambas Rusias – tanto la Rusia “soviética”, como la Rusia


joven con sus ideales y pensamientos, se arrojan al tiempo de Brezhnev.
Este macizo complejo conforma la “mayoría de Putin”. Pero cuando la
mayoría emite su opinión a favor del himno, también entran en vigor las
otras características de la inercia del período soviético. Es que gran parte de
la población durante el tiempo soviético estuvo directamente involucrada
en el poder – en el sistema del poder en todos los niveles – desde el
Politburó, hasta la administración de una casa.

El periodista sorprendido responde:

-¿ Al himno lo apoyó la gente estropeada por el poder?


Y.A.: Justo así. Ella sentía su participación en el poder...

Le dicen:

- Pues bien, ¿acaso esto no es el soberano democrático?

Y.A.: Así es. Y ahora surge la cuestión: ¿qué debe hacer el jefe? –
¿obedecer, reunirse con esta mayoría, seguirla, o debe encontrar en sí la
valentía, audacia y el riesgo para intervenir en contra? O por lo menos, no
seguir el mismo rumbo.

¡Así son nuestros ideólogos de la democracia!

La idea de élite fue un punto enfermizo del fascismo (todos los


historiadores y sicólogos lo marcan como característica especial). Sin
embargo, la particularidad del elitismo de los fascistas fue el odio a la
aristocracia por ser una jerarquía “impenetrable” para ellos. En cambio, en
la URSS el dogma central de la ideología fue la igualdad, pero con esto la
élite (escritores, académicos, generales) iba adquiriendo muy rápido los
rasgos típicos de la aristocracia. Claro que no todos lo lograron, pero aquí
es importante el motivo.

A propósito, el propio elitismo del fascismo se marchitó bajo la presión del


pesimismo profundo y la mediocridad de su filosofía. Nietzsche dijo al
pasota occidental: “Dios ha muerto! Ustedes son sus asesinos, pero es que
ustedes incluso no se dieron cuenta”. Nietzsche aun esperaba que después
del asesinato de Dios, el Occidente encontrara la salida al engendrar de sus
honduras al superhombre. Así debían llegar a ser los fascistas. Pero
Heidegger, al haberlos conocido desde el interior (él quiso hacerse el
filósofo de führer) llegó a una conclusión todavía más pesada. Relatando
lacónicamente su pensamiento se puede decir así: el “superhombre” de
Nietzsche es un ciudadano ordinario de Occidente, que vota por aquellos
por los cuales “hay que votar”. Es un individuo que superó cualquier
necesidad de sentido, y se arregló perfectamente en la irracionalización
total, en el absurdo absoluto, él percibe en absolutamente imperturbable
cualquier destrucción; el vive muy contento entre la selva terrible de la
burocracia y las tecnologías, y danza en este cementerio de las máquinas,
siempre encontrando justificaciones razonables y pragmáticas.

El idioma de la ideología del estado. Los fascistas llegaron al poder al


lograr por un tiempo convertir al razonable pueblo alemán en una
muchedumbre. La premisa para esto fue justamente el estado de
atomización, la desunión de los alemanes, producida por la Reforma
protestante. La relación entre el fascismo y la Reforma es un tema grande y
complicado, al cual muchos grandes filósofos han llegado desde lados
diferentes. El fascismo llegó a ser el gran experimento. Resultó que en la
sociedad atomizada la asimilación de los medios de información masiva
permite realizar la manipulación total y absoluta de la conciencia e
involucrar prácticamente a toda la sociedad en el proyecto más absurdo y
suicida. El compañero de armas de Hitler, A.Speer, en su última palabra
durante el proceso de Núremberg reconoció: “Con ayuda de tales medios
técnicos, como la radio y los altavoces, a ochenta millones de personas les
privaron del pensamiento independiente”. El estado soviético se construyó
de la sociedad estamental y “organizada” por la Ortodoxia y otras
religiones “fuertes” de la Rusia antigua. Ello fue muy estable contra la
“conversión en muchedumbre”.

El fascismo (sobre todo el germano) demostró gran fuerza creativa y


realizó un paso muy innovador hacia las nuevas tecnologías de la
manipulación de la conciencia de las masas. Las clases de fascismo,
estudiadas esmeradamente en el Occidente, se usan hoy día en la
construcción del Nuevo orden mundial, y se usaban ampliamente durante la
Perestroika en la URSS. Siguiendo las ideas del psicoanálisis (por
supuesto, sin citar el nombre de S.Freud), los fascistas acudieron no a la
razón, sino a los instintos. Para movilizarlos, ellos, con ayuda de la
completa nomenclatura de los ritos, convertían al auditorio, que
representaba varias capas de la sociedad, en una muchedumbre. La
eficiencia del manejo de la conciencia al parecer ha sido vinculada con la
historia específica de Alemania, en la cual sobre el pensamiento del
hombre se solaparon varias “ondas del miedo”: el miedo ante el Juicio
Final y el infierno de la Alta Edad Media, el miedo ante la peste del siglo
XIV y luego, el “miedo de Lutero” de los tiempos de la Reforma y, el
miedo posterior despertado por la destrucción de la comuna. El resultado
de este “miedo de individuo” indica el psicólogo E.Fromm: “El hombre,
liberado de los hierros de la medieval vida comunal, tenía miedo de la
nueva libertad que lo convirtió en un átomo aislado. Él encontró el refugio
en la nueva idolatría de sangre y suelo, cuyas formas más obvias son
nacionalismo y racismo”. Todas estas ondas del miedo se unieron en
Alemania con la pesada crisis espiritual de la derrota en la I guerra Mundial
y el terrible pauperismo en masa. A fin de cuentas, el fascismo fue el
resultado del paranoico e insoportable miedo del hombre occidental.

De este miedo no había ni seña tanto en la cultura rusa ortodoxa, como en


el modo optimista soviético de sentir el mundo. Tampoco había el manejo
de la conciencia en el comunismo ruso. Toda su retórica se fundaba sobre
la lógica clara y el manejo del sentido común. En el extremo – sobre la “de
ideologización” del problema. El destacado filósofo de la ciencia alemán,
recién muerto, P.Feyerabend, ampliamente usa los textos de Lenin, sobre
todo, “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, como un
ejemplo clásico de texto, que quita la tentación, desemborrachando al
auditorio. Esto fue un paso más allá de Marx en el desarrollo de la tradición
de tal análisis del problema, cuando de él se eliminan todos los fetiches,
todos los “ídolos”. Stalin llevó esta línea hasta el extremo – basta
solamente con releer sus artículos y sus discursos. Sus enemigos más
jurados reconocían: “sus palabras son justas, como pesas de pud”*.
*se trata de una frase del verso de Osip Mandelshtám

No son palabras del tentador, sino del maestro y comandante (aunque


ambos pueden ser tiranos – para nosotros esto ahora no es importante). Esto
hay que subrayarlo, porque el tipo de discurso refleja de forma segura la
esencia del proyecto político y de la ideología. El discurso de los fascistas y
de los comunistas se construye en principio de manera diferente.

¿Pues cuales métodos usaban los fascistas? Ante todo, ellos de una manera
nueva, usaron el idioma. Ellos crearon una palabra cuya fuerza no estaba en
el contenido informativo, sino en la influencia sugestiva, en sugestión a
través del manejo del subconsciente. Apareció una clase especial de
palabras-símbolos, conjuros. Hitler escribió en “Mein Kampf”: “Fuerza,
que puso en movimiento grandes corrientes históricas en el campo político
o religioso, desde tiempo inmemorable fue solamente el poder mágico de la
palabra pronunciada. La gran masa de la gente siempre obedece al poder de
la palabra”. Mussolini también expresó una idea semejante: “Las palabras
tienen enorme fuerza mágica”.

Al programa lingüístico del fascismo a veces lo llaman el “terrorismo


semántico”, que llevó a la elaboración del “anti idioma”. En este idioma se
aplicaba una construcción de la frase especial – “quebrada” con la
reiteración monótona de las afirmaciones y conjuros no vinculados entre sí.
Este idioma se diferenciaba mucho del “normal”. El escritor Ítalo Calvino,
al cual le atormentaba la propia posibilidad de convertir al hombre en una
“suma abstracta de normas de comportamiento establecidas de antemano”,
desde este punto de vista valoraba el “terror semántico” de los fascistas –
“descalificación de cualquier palabra que tenga algún sentido, como si por
ejemplo jarra, estufa, carbón se volvieran palabras indecentes, como si ir,
encontrar, reconocer sean asuntos sucios”.

A pesar del periodo revolucionario de creación de palabras, en el idioma


“soviético” no había nada parecido. Escudo seguro fueron la escuela
soviética y la literatura rusa. León Tolstoi realizo una proeza al haber
creado para la escuela los textos en nuestro idioma natural, “aborigen” – y
al crear un patrón para textos semejantes. Los pueblos pequeños, y los
rusos mezclados con ellos, se volvieron bilingües y plurilingües, lo que
aumentaba mucho sus fuerzas de protección. El idioma, que elaboraba el
estado soviético, sucesivamente eliminaba los “ídolos del teatro”. Para
asegurarse en esto vale la pena leer los discursos de Stalin y recordar su
discurso del 3 de julio del 1941.

En la práctica innovadora del fascismo jugó un papel muy grande el uso de


las imágenes visuales para la manipulación de la conciencia. Al pasar por
encima del racionalismo de la Edad Moderna, el fascismo “regresó” al arte
antiguo de unir a la gente en el éxtasis a través de la gran dramatización
chamánica, pero ya con toda la potencia de la tecnología moderna. Unidas
las palabras e imágenes visuales, apareció un idioma, con ayuda del cual un
pueblo grande y razonable fue transformado por un tiempo en una gran
muchedumbre de visionarios, como en la Alta Edad Media.

El compañero de armas de Hitler, A.Speer, recuerda como él usaba


imágenes visuales durante la decoración del congreso del partido nazi en el
año 1934: “Desarrollé mi idea ante el comité de organización del congreso.
Detrás de los altos terraplenes que limitan el campo, se suponía poner miles
de banderas de todas las organizaciones locales de Alemania, para que al
recibir la orden, ellas se lancen en forma de 10 columnas por 10 pasillos
entre las hileras de los secretarios inferiores, junto con esto se debía
iluminar tanto las banderas como las águilas brillantes con proyectores
potentes, de tal manera que, solo gracias a esto, ya se lograba un efecto
bastante fuerte. Y sin embargo, a mi juicio esto no fue suficiente; una vez
casualmente tuve ocasión de ver nuestros nuevos proyectores antiaéreos,
cuyo rayo se levantaba a la altura de varios kilómetros, y entonces yo
solicité de Hitler 130 de tales proyectores. El efecto superó el vuelo de mi
fantasía. 130 pilares contorneados ostensiblemente a la distancia de solo 12
metros uno de otro en torno de todo el campo, fueron vistos a una altura de
6 a 8 kilómetros, y se fundían allí, en lo alto, en la bóveda celeste brillante.
De esto surgió la sensación de una gigante sala en la cual los rayos
apartados se veían como enormes columnas a lo largo de unos muros
exteriores infinitamente altos. Algunas veces por esta corona de luz pasaba
navegando una nube, dando al espectáculo ya de por sí fantástico, un
elemento de espejismo reflejado de una manera surrealista”.

Y los alemanes en realidad tenían “visiones”, de las cuales se despertaron


solo a finales de la guerra. Estas explicaciones suyas (incluyendo las del
Proceso de Núremberg) fueron interpretadas como hipocresía, pero si uno
las lee junto con los comentarios de los culturólogos, empezará a creer en
ellas. Por ejemplo, siempre fue poco claro como pudieron confiar los
alemanes en la aventura loca de Hitler. En realidad ellos no confiaron en
nada, no se trataba de ningún cálculo. Dentro de ellos surgió una voluntad
colectiva en la que no cabía tal pregunta. Resultó que los alemanes se
quedaron dentro de un universo artificial creado lingüísticamente. Como
escribía Goebbels, en este universo “nada tiene sentido, ni el bien, ni el
mal, ni el tiempo, ni el espacio; lo que otra gente llama éxito en él ya no
puede servir de medida”.

Los fascistas con eficacia usaban los espectáculos y el cine. Ellos


especialmente creaban grandes espectáculos en los que la realidad perdía su
carácter objetivo, y se volvía solamente el medio, la decoración. A.Speer,
el autor de la obra “Teoría de la influencia de las ruinas” (a veces la
traducen como “Teoría del valor de las ruinas) llegó a ser el director de
tales espectáculos. Partiendo de esta teoría, en vísperas de la guerra fue
destruido el casco de Berlín, y después fue reconstruido de manera que se
destaque justo su aspecto de ruinas, con las que luego se formarían estos
edificios. Esta vista de ruinas comprendía parte importante de las crónicas
desde el frente ruso. Las ruinas se hicieron el idioma del fascismo con gran
influencia en la mente.[Es asombroso ver que tan profundamente tienen
esto metido en la mente los políticos alemanes: al reincorporar a la RDA,
ellos mandaron destruir el recién edificado centro de Berlín – un nuevo
espectáculo – ya de demócratas. Viendo, con qué gusto, el canal NTV
transmitía “super documentales” con imágenes de las ruinas de Grozni,
uno se pone a pensar si el personal de nuestra “televisión independiente”
estudió cuidadosamente las obras de Speer].

En 1934 el führer mandó a filmar una película sobre el congreso del


partido nazi. Fueron asignados recursos inverosímiles. Y todo el congreso
con su millón (!) de participantes se preparaba como el rodaje de una
película grandiosa: “La esencia de esta empresa gigantesca estaba en la
creación de un cosmos artificial que pareciera absolutamente real. El
resultado fue la creación de “la primera película verdaderamente
documental, que describía un acontecimiento absolutamente ficticio”, -
escribe un investigador contemporáneo de aquel proyecto. En el 1943,
después de la derrota en Stalingrado, para contrarrestar el desanimo, Hitler
decide filmar en el fiordo Narvit una super película sobre una batalla real
con los ingleses, justo sobre el terreno de los acontecimientos. Para esto
fueron sacados del frente buques de combate y centenares de aviones con
millares de paracaidistas. Los ingleses, al enterarse del guión, deciden
“participar” en la película y repetir la batalla en la que hace 3 años fueron
derrotados. En verdad es un “rodaje al natural” (hasta el general Dietl que
comandó la batalla real, tuvo que hacer en la película su propio papel). ¡Las
acciones reales de guerra realizadas como un espectáculo! Tan alto
valoraban las imágenes visuales los ideólogos del fascismo. Una vez que
esto fue logrado, empezó la agitación entre los soldados que no querían
morir para la peli. El führer entonces manda a empezar el rodaje de una
película sobre la guerra con Napoleón. Bajo condiciones de guerra total, ya
cuando se sentía la carencia de recursos, para el rodaje se retiran del frente
2 mil soldados y 6 mil caballos, llevan trenes llenos de sal para simular la
nieve, se construye una ciudad completa cerca de Berlín, que debe ser
destruida por los “cañones de Napoleón” Al tiempo, el propio Berlín arde
por los bombardeos. Se construyen una serie de canales para filmar el
hundimiento de Kolberg. Las lecciones de los fascistas fueron estudiadas
cuidadosamente. La unión de la palabra con la imagen visual entró en el
armamento de Occidente. Una serie completa de estudios muestra como
Hollywood preparó a EE.UU para la elección de Reagan. Como “creó” el
reaganismo como un giro potente de la mentalidad de la clase media del
Occidente hacía la derecha. Es muy aleccionadora la obra del historiador
del cine de EE.UU. D.Kellner, «Cine e ideología: Hollywood en los años
70». Hay que reconocer a los especialistas: ellos trabajan obstinadamente,
sin miedo, con gran creatividad. Las cámaras buscaban el efecto ideológico
del ángulo de rodaje, los especialistas de luz – su efecto, etc.

En la URSS, para la consolidación del pueblo en torno del estado no fueron


necesarias las marchas con antorchas, los ritos de la unión fanática. Las
fiestas soviéticas de masas fueron los paseos, los niños montaban en los
cuellos de sus padres con una banderita y un helado en mano, y cuando la
columna se paraba, aparecía el acordeón, y los ancianos se ponían a danzar.
Para el estado soviético el pesimismo y la “voluntad demuerte” fueron
totalmente extraños (aunque muerte teníamos bastante). Basta con
comparar las películas y los cuentos simétricos de principios de los 30 –
toda la serie de películas alemanas sobre Sigfrido y los nibelungos – contra
los soviéticos “Ruslan y Ludmila” y el “Caballito jorobadito”. A nuestros
constructores no se les ocurría “construir las ruinas futuras”. Incluso la
película “Alejandro Nevski”, filmada durante la guerra, no tiene nada que
ver con la serie sobre Sigfrido. En ella no hay fanatismo, ni mística pesada,
oprimiendo la conciencia.

Voy a dar un ejemplo del uso refinado de las imágenes visuales, con el fin
de manipular la conciencia, descubierto por los fascistas. Ellos fueron los
primeros en aplicar el uso de los mapas geográficos para la elaboración
ideológica de la población a amplia escala. Es que el mapa como modo de
“reducción” y unión de la información heterogénea tiene una eficacia no
simplemente grande, casi mística, sino además tiene una virtud, que todavía
no se puede ser explicada por completo. El mapa “entra en diálogo” con el
hombre. Como un cuadro de un pintor talentoso sobre el cual el espectador
“reflexiona”, completando este cuadro con su conocimiento y sentimiento,
haciéndose coautor del pintor. El mapa moviliza las capas de
conocimientos no aparentes del hombre que trabaja con él. (Estos
conocimientos no aparentes y no formalizados por sus reservas superan sus
conocimientos conscientes expresados en palabras y números). Al mismo
tiempo, el mapa moviliza el subconsciente, las orientaciones y los
prejuicios irracionales que radican en ella – hay que solo con destreza
empujar al hombre al camino necesario de trabajo, de pensamiento, y
sentimiento. Como un espejo mágico enturbiado y agrietado, el mapa
descubre los rasgos nuevos y más nuevos de la imagen a medida que el
hombre se fija en él. Con esto hay enormes posibilidades de crear en la
imaginación del hombre, justo aquella imagen necesaria para los ideólogos.
El mapa no es reflejo de una realidad visible, como por ejemplo un cuadro
de aerofotografía. Es la expresión visual de un concepto de la realidad,
elaborado según tal o cual teoría, tal o cual ideología.

Al mismo tiempo el mapa se percibe como un producto de la ciencia sólida,


respetada y antigua, e influye en la conciencia del hombre con toda la
autoridad del conocimiento científico. Para una persona, que pasó por el
sistema de la educación moderna europea, esta autoridad es tan innegable,
como la autoridad de los textos sagrados es incuestionable para un fanático
religioso. Los fascistas descubrieron que entre mejor y más científicamente
fuera realizado el mapa, más fuerte sería su impacto en la conciencia. Y
como ellos no escatimaban recursos, entonces los mapas falsificados, que
justificaban los planes geopolíticos de los nazis, llegaron a ser las obras
maestras de la industria cartográfica y publicitaria. Estos mapas llenaban
manuales, revistas y libros. Su estudio hoy llegó a ser un capítulo
interesante en la historia de la geografía (igual que en la historia de
ideología).

Hace muy poco nosotros mismos fuimos testigos de cómo, durante la


perestroika, los ideólogos al mover una mano sobre el mapa de los países
bálticos, y con una firma ilegible de Molotov, pudieron paralizar
completamente cualquier capacidad de análisis crítico, no solo entre los
diputados del Soviet Supremo de la URSS, sino entre la mayoría de las
personas normales y razonables. Y traten de preguntar hoy, ¿qué secreto
tan terrible ustedes vieron allí? ¿Por que al ver este papel mojado ustedes
dudaron de la propia legitimidad de existencia de la URSS y de los
resultados de la Segunda Guerra Mundial? Nadie podrá recordar. En aquel
mapa no había nada. Simplemente nuestros manipuladores sabían muy bien
sobre la influencia del propio aspecto del mapa sobre la conciencia. Y
como el control totalitario sobre la prensa estuvo en sus manos, y ninguna,
llamada al sentido común pudo llegar a las masas, el éxito estaba
garantizado.

En el departamento de Goebbels fueron pulidos los métodos de la


“fabricación de hechos”. En mucho ellos fueron innovadores y dejaron
atrás a los especialistas occidentales. Así los fascistas introdujeron el
procedimiento de reemplazo de las comunicaciones falsas por las
verdaderas, algo desagradable hasta para ellos mismos. “Empaquetada” de
tal manera la mentira pasaba sin fallos. Se desarrolló a gran escala la
fabricación y la propagación de rumores. Era la primera vez que en la
historia de Alemania empezaron a publicarse obras “científicas” falsas que
citaban frases inventadas con todos los atributos científicos – indicando los
enlaces de fuentes no existentes ,con números de páginas, referencias de
publicación, etc.

Un papel especial en la propaganda de los fascistas jugaba la teatralidad.


Gran atención dedicaban a las provocaciones, muchas de las cuales fueron
grandes espectáculos (por ejemplo, el incendio de Reichstag). A veces las
provocaciones se realizaban con un solo objetivo, el de filmar una
“verdadera” película propagandista. Así, por ejemplo, a los habitantes de la
Krasnodar ocupada, les fue avisado que por la ciudad llevarían una
columna de cautivos soviéticos, y que se les podía pasar productos. Se
reunió gran cantidad de habitantes con canastas llenas de productos. Pero
en vez de los cautivos, a través de la muchedumbre hicieron pasar
camiones con soldados alemanes heridos, y filmaron una película sobre la
“bienvenida cordial”.

Los fascistas demostraron un gran conocimiento de psicología e intuición


en la elaboración de procedimientos técnicos. Por ejemplo, el siguiente
procedimiento fue puesto por los fascistas en práctica en la radio. Ellos
simulaban diferentes “fallas” para crear una imagen de gente sencilla y
torpe. O bien “Olvidaban” apagar el micrófono y al aire salía una pelotera
de amigos, por la cual después pedían disculpas, o bien “por descuido”
interrumpía algún diálogo ajeno o algún ruido. A primera vista esto es un
procedimiento primitivo, pero es muy eficaz para la “captura de audiencía”.
Luego, partiendo de esta experiencia, con respecto a la televisión también
fue descubierto que las alteraciones en la pantalla del televisor, producidas
por el trabajo de la cámara, no disminuyen el impacto en el espectador, sino
al revés, crean la sensación de mayor autenticidad del reportaje.

De este procedimiento abusaba NTV, cuando se hacían los tele reportajes


sobre Chechenia en los años 1995-1996. Aquí está el sendero a lo largo del
edificio destruido, lejos del combate. Por este sendero corren algunas
personas, tras ellas sigue la cámara. La cámara se agita, las personas se
pierden del cuadro, se desenfoca la imagen. Todo es así, como si el
operador muy inquieto bajo el fuego está rodando la realidad. Pero la
cámara se agitaba, y se desenfocaba la imagen , solo para crear la ilusión de
una situación de combate. Así se crea un efecto muy potente de
presencialidad, como si fuéramos lanzados en la terrible realidad de
Chechenia. ¡El truco que debe imitar a la realidad! Esto está descrito en los
manuales de propaganda y del reportaje para televisión, como un
procedimiento que hace un impacto emocional muy fuerte con la ilusión de
autenticidad. Es un truco barato de tele reportero manipulando la
conciencia del espectador – reality show (imitación de realidad). Esto
nunca fue usado por la radio y la televisión soviéticas.

Papel de la mujer y de la juventud en el concepto de los estados


soviético y fascista. No vamos a tomar los extremos y hurgar en los
respingos de la eugenesia, incluida la ideología del fascismo en las normas
raciales del matrimonio, la idea del mejoramiento de la raza, la
organización de los burdeles - donde los productores arios de las SS
fecundaban a las arias para poblar los nuevos espacios. Tomemos la
formula fundamental del fascismo para una alemana regular. Ella se
reducía a las mágicas “tres K”: Kirche, Kinder, Kiche (es decir iglesia,
niños, cocina). En este trato de la mujer se declaraba un retroceso de la
sociedad moderna.

En cambio el estado soviético declaraba la liberación de la mujer de la


“paranjá” (en sentido lato de la palabra) y de la dependencia económica, en
el marco de nuestras posibilidades históricas. Antes de las elecciones del
1995, por la televisión fue lanzada una serie completa de estúpidos
pasquines cortos del pasado soviético. En uno de ellos, Nonna Mordukova
se presentaba como una mujer fea, llevada hasta este extremo por un
pasado en que, con un martillo de 2 caras trabajaba en el ferrocarril. ¿Que
quiere decir Mordukova con su vergonzoso sketch? ¿Tal vez que la mujer
rusa no quería ni educación, ni trabajo, sino quería “iglesia-niños-cocina”?
Si la actriz no quiso decirlo, que lea el informe de la ONU sobre la
prostitución infantil en los países “no totalitarios” – la única sustitución del
estudio y el trabajo para las niñas de las “familias con rentas bajas”. Pero
volvamos de la Mordukova al fascismo cotidiano.

Con respecto a la juventud vemos en el fascismo la destrucción consciente


de las relaciones tradicionales. Para la transformación de la juventud en los
“novios de la muerte” fue necesaria la profunda revolución cultural. Ella
comprendía el levantamiento de las prohibiciones y normas culturales
naturales para la edad de niños y jóvenes, y la anulación de la
subordinación y el respeto hacia los mayores. Primero, la “emancipación”
de la conciencia, la atomización hasta el extremo total para luego
modelarlos en el enjambre, en los grupos militarizados. Los ideólogos se
pusieron una tarea: crear un estilo fascista especial tal, que “a los jóvenes
les fuera aburrido el campamento de los comunistas” (no hace mucho este
procedimiento también fue usado por nuestros anticomunistas). Este estilo
fue desarrollado como filosofía bajo el nombre: “a mí que me importa” o el
estilo del “vagabundo y fanfarrón” – hablando sencillamente – el de
gamberro. Los tutores adultos de los jovencitos fascistas incentivaban la
violencia callejera, cuchillos y rompecabezas. El mismo fürher declaró:
“Si, somos bárbaros y queremos serlo. Es un titulo de honor. Nosotros
rejuveneceremos el mundo”. Esto es una diferencia de principio de la
orientación del comunismo con respecto a la juventud: su asunto es estudiar
y asimilar toda la riqueza cultural acumulada por la civilización. Tengo la
esperanza de que los lectores todavía se acuerden de las palabras de
Lenin*.
*Se refiere a un dicho de Lenin, muy conocido en Rusia desde las primarias soviéticas:
“Estudiar, estudiar, estudiar...”

Y aquí no se trata de la coyuntura, sino del descubrimiento fundamental de


los filósofos del fascismo, sobre lo cual pensaba mucho y escribía
K.Lorenz: “la democratización de los jóvenes, es decir su independización
de las relaciones jerárquicas con los adultos y de la opresión de las
tradiciones” El otorgamiento de poderes de establecer las normas éticas y
las relaciones de subordinación a sus anchas, lleva inevitablemente a la
fascistización de su conciencia. Esto hay que subrayarlo ya que muchos
demócratas nuestros ahora se han lanzado a “emancipar” la escuela, y a los
niños en general. La mayoría de ellos no entiende lo que hacen. Nikita
Mijalkóv en su película, “Quemados por el sol”, por la cual aun debería
sentir vergüenza, se mofa del “totalitarismo” de los niños soviéticos. Ellos
en su película declaman en coro: “Lenin-Stalin dicen: ¡hay que obedecer a
mamá!”. Esto era lo que enseñaban los malditos comunistas. Aquí el hijo
del poeta estalinista* sin entenderlo bien, dijo una cosa muy importante. En
esta posición de los comunistas se unía la tradición de la cultura rusa, con
la ciencia, aunque en aquel entonces los datos científicos sobre el
desarrollo de la mente infantil eran escasos – justo los completó el estudio
del fascismo. Los niños deben obedecer a la mamá y no crear su mundillo
con la democracia.
El estudio del proceso de fascistización quedó reflejado en la novela anti
utopía del escritor inglés W.Golding, “El señor de las moscas”, y en la
película clásica inspirada en esta novela. No se sabe porque, pero nuestros
demócratas no se acuerdan de ella. En ella se muestra como una centena de
niños normales, se encuentran sin adultos en una isla tropical, deciden
reproducir el régimen político “como el de los adultos”, con la elección un
parlamento, un presidente, etc., y como este régimen inevitablemente
degenera en una cruel dictadura fascista. Nuestro comunismo, (creo que
este fue el mérito de Lenin y tardíamente de Gorki) custodió la niñez y la
juventud de los radicales de Proletcult. En primer lugar, fue ejecutado un
gran programa estatal de edición para las masas, y de introducción al pie de
la letra en cada familia, de los cuentos de los pueblos de la URSS (ante
todo, los rusos) y también de los de Pushkin, y de los cuentos de los
escritores clásicos. La literatura soviética oficial (“recomendada”) para la
infancia, (“Infancia de Tioma”, “Infancia de Nikita”), mostraba un tipo
determinado de relaciones entre los adultos y los niños. Ella pudo
neutralizar a “Timur y su equipo” – un modelo abstracto y de mala muerte
de una adulta organización de niños. Nosotros digerimos este libro.

El Mito del fascismo ruso – el arma contra la Rusia soviética y


postsoviética.
*Nikita Mijalkov, premiado de Oscar por su película “Quemados por el sol” es el hijo del poeta
Sergio Mijalkov, quién fue el autor del himno soviético.

La afirmación de que el totalitarismo es un estado de la razón y del alma


especifico y universal, fue un arma muy importante de Occidente en la
guerra fría contra la URSS. Esta afirmación, lanzada entre la izquierda
liberal, y formulada en el libro de Hannah Arendt “Fuentes del
totalitarismo” (1951), impactó en la conciencia de los intelectuales de
izquierda de Occidente, incluyendo los del movimiento comunista. Su idea
fue presentar el estalinismo y el fascismo como fenómenos semejantes
genéticamente, y de esta manera pegar la etiqueta de “fascismo no
acabado” a la URSS, fascismo al cual las democracias occidentales
lograron azuzar contra su doble, el nacional-socialismo, en la segunda
guerra mundial. Ahora hará falta acabarlo. Este concepto, recogido por los
círculos de intelectuales herméticos, estimuló el giro de la parte “ilustrada”
de los izquierdistas occidentales al anti sovietismo, inclusive al
eurocomunismo. Entre los obreros y los campesinos este sermón no tuvo
éxito alguno, pero se encontraron otras ganzúas para su conciencia.

La idea de presentar al estalinismo y al fascismo como hermanos-gemelos


también encantó al gallinero soviético occidentalista. Durante la perestroika
este gallinero obtuvo no simplemente la tribuna, sino el dominio total de
los medios de comunicación masiva. Tuvieron lugar algunas revelaciones.
E.Yevtushénko llamó a la Gran Guerra Patria, la “guerra de dos vientos de
basura”. Chingiz Aitmátov en su libro “Marca de Kasandra” (1994), ya no
considera la guerra como la Guerra Patria. Para él esta fue la “época de
Stalinhitler, o al revés, de Hitlerestalin”, es decir, “su guerra intestina”. En
ella “se metieron a ultranza 2 cabezas de un monstruo”.

Con respecto a la URSS, esta línea sigue siendo actual. Así, por ejemplo,
en el aniversario de la Victoria (2005) L.Radzijovski “agradeció” al
Ejército Rojo por la salvación de los judíos: “En memoria de la guerra se
quedó el fuego eterno y la cuestión eterna: ¿quien fue fascista y quien fue
antifascista? En realidad la cuestión es eterna, pero ella se agudiza, claro,
para el 9 de mayo... Por supuesto, me acuerdo de ello. Y estoy agradecido
por la salvación..., por la “vida otorgada”. Estoy agradecido al Ejército
Rojo y a la URSS, aun sabiendo cuan repugnante fue ella como estado.
Estoy agradecido a los soldados y me da igual quiénes eran ellos y como
trataban a los judíos, aunque fueran antisemitas. Estoy agradecido, aunque
duro me es decirlo – sí, a Stalin. Este antisemita, aunque sin quererlo,
salvó al pueblo judío... Pero acordándome del gran mérito de Stalin, yo no
puedo negar lo obvio – lo que él fue, un “fascista habitual” y creó un
régimen totalmente fascista”.

Los disidentes también explotaron este tema, inclusive cuando el stalinismo


ya era parte de la historia. En 1979 Sájarov escribe al escritor Böll sobre el
peligro que corre Occidente: “Hoy hacia Europa están apuntadas centenas
de misiles soviéticos con ojivas nucleares. Esto es un peligro real, en esto
hay que pensar, y no en que un guarda nocturno de una planta atómica
viola los derechos democráticos de alguien. Europa (igual que todo
Occidente) debe ser fuerte, tanto económicamente, como militarmente...
Hace 50 años ,cerca de Europa se dio el imperio estaliniano, el fascismo
estaliniano – hoy en su lugar se encuentra el totalitarismo soviético”.
En realidad, no se trataba de la URSS, sino de la Rusia histórica. Peor
todavía, del archivo se saco el concepto del “paneslavismo”, por medio del
cual el “imperio del mal” amenaza a Europa. Este concepto, formulado a
mediados del siglo XIX por Marx y Engels, seguía siendo actual también
en cuanto a la URSS. En el mencionado libro de Hannah Arendt, que se
hizo la biblia de los intelectuales antisoviéticos y se reedita cada año en los
idiomas europeos, se dice directamente que el “bolchevismo debe su
origen más al paneslavismo, que a cualquier otra ideología o movimiento”.

Recordemos como Engels desarrollaba este tema respecto a la revolución


del año 1848: “Europa está ante una disyuntiva: bien su subyugación por
los eslavos, bien la destrucción del centro de esta fuerza ofensiva – Rusia”.
El mito ideológico del paneslavismo como una amenaza para Occidente en
la segunda mitad del siglo XIX en Europa, fue una especie de ruso fobia.
Cuan vivo estaba mito se puede juzgar por cuanto a él acudió inclusive
Hitler en “Mein Kampf”: “Yo no olvido todas las amenazas atrevidas que
siempre representó para Alemania la Rusia pan-eslavista. Yo no olvido las
repetidas movilizaciones a las cuales recurría Rusia con el solo objetivo de
menoscabar los intereses de Alemania. Yo no puedo olvidar los estados de
ánimo que dominaban en Rusia ya antes de la guerra, y aquellas inventivas
feroces contra nuestro pueblo, en las cuales se perfeccionaba la gran prensa
rusa”.

Pero con más intensidad enlazan al régimen soviético con el fascismo a


través del mito del “antisemitismo soviético”. Dentro de la URSS lo
pusieron a propagar en los años 60, pero todavía con parábolas. Aquí tienen
un ejemplo demostrativo.

Dov Kontorer, historiador israelí, escribe hoy que en una parte poderosa de
los intelectuales soviéticos se dio un movimiento que defendía la
“posibilidad de una mejor encarnación de las ideas comunistas que en la
historia real” (él llama a esta posibilidad como “trotskista”). Kontorer cita
al director Mijail Romm, que el 26 de febrero de 1963 dio un discurso ante
los hombres de ciencia, teatro, y arte ( texto en samizdat* 1963).

Romm dijo: “Quiero aclarar ciertas tradiciones que tenemos constituidas.


Hay tradiciones muy buenas y hay otras, que son absolutamente malas. Por
ejemplo, tenemos la tradición de interpretar 2 veces al año la obertura de
Tchaikovski “1812”. Camaradas, como yo lo entiendo, esta obertura lleva
en sí una idea política expresada muy claramente – la del triunfo de la
ortodoxia y de la autocracia sobre la revolución. Pues esta es una obertura
mala, compuesta por Tchaikovski por encargo. Este es un caso por el cual
probablemente Tchaikovski mismo sintió vergüenza al final de su vida. No
soy especialista en historia de la música, pero estoy seguro que la obertura
estuvo compuesta por los motivos de coyuntura, con la intención muy clara
de halagar a la iglesia y a la monarquía. ¿Para qué el Poder Soviético, con
el toque de campana, tiene que humillar a “Marsellesa”, un himno
magnifico de la revolución francesa? ¿Para qué tenemos que afirmar el
triunfo del himno zarista ultra reaccionario? Así y todo la interpretación de
la obertura entró en la tradición. La primera vez, después de la Revolución
de Octubre, que la obertura fue interpretada, fue cuando fueron inventadas
las palabras “cosmopolita sin familia”, con las cuales sustituyeron la
palabra judio”. Romm entrelazó la obertura de Tchaikovski con el
“antisemitismo soviético”, y hoy Kontorer entrelaza esta obertura y la
propia victoria de Rusia en la Guerra Patria del año 1812, con una tesis
completamente actual sobre el “fascismo ruso”. Él escribe sobre la
demarche de Mijail Romm: “Aquí estamos observando una reacción del
artista-internacionalista ante la fascistización del régimen
*samizdat – autoedicion al pie de la letra - publicación y propagación ilegales en la URSS de
obras literarias

realizada bajo Stalin”. Pues los que hoy van a leer “La Guerra y la paz” o
van a escuchar la obertura “1812”, que tengan cuidado de hacerlo en
público.

Lo peligroso es que en Occidente el antisemitismo y el fascismo son


conceptos-símbolos de nivel casi religioso. Su sentido en principio no
puede ser determinado racionalmente, y no se permite ninguna discusión al
respecto, ni los criterios de clasificación de la gente en antisemitas y
fascistas. Estos conceptos son la “marca negra” a los pueblos que esperan
su turno para recibir el titulo de “pueblo marginado”. La propia amenaza
hasta cierto punto afecta la conciencia nacional de una manera destructiva.

Durante un periodo largo, y con ayuda de la repetición, se ha formado un


enlace “antisemita-fascista”. Y se lanzó un gran programa de demostración
de que la gente soviética (mejor dicho, justamente los rusos) son
antisemitas. Luego, lógicamente, y en silencio, se entendía que era fascista,
inclusive si ella misma no lo reconocía y estaba orgullosa de su victoria
sobre el fascismo.

A.D.Sájarov en su “Memorandum” de 1968 escribe del “antisemitismo


mezquino-zoológico, que le fue propio a la burocracia estaliniana, a la
NKVD (y a Stalin en persona)”. Pero además Sájarov lo consideraba como
un rasgo constante del estado soviético: “Acaso no es una vergüenza la
reincidencia de turno en la política profesional (por otra parte entre la élite
superior burócrata de nuestro estado, el espíritu del antisemitismo
mezquino nunca se aireaba completamente después de los años 30)?”.

En el 1994 en la edición “Ciencia” se imprimió el libro “El ideario ruso y


los judíos: la oportunidad de diálogo”. Los autores de este libro académico
llegaron al siguiente resultado – que el fascismo es la consecuencia directa
del antisemitismo ruso, que las centurias negras en la Rusia zarista fueron
el “nacionalismo racista de sentido proto nazi, que subió a la superficie de
la vida política en Rusia a principios del siglo XX”. Y luego: “No cabe
duda de que las centurias negras en Rusia habían fertilizado el suelo que
alimentó después al hitlerismo”. Esto es una mentira notoria de la que los
autores no pudieron no saber. Los estudios occidentales del nazismo
germánico justamente muestran las diferencias en principio de su
antisemitismo, de aquellas formas de judío fobia que existían en Rusia (y
hasta en la misma República de Weimar). El antisemitismo del fascismo
fue un fenómeno cualitativamente nuevo.

Para presentar a Rusia como culpable del Holocausto, los ideólogos


antisoviéticos inculcaban en la conciencia 2 mitos, que se excluían el uno al
otro – el del antisemitismo profundo de la Rusia zarista, y
simultáneamente, el del antisemitismo estatal en la URSS. Es decir, se
esforzaban en llevar al lector a la conclusión de que el antisemitismo es una
cualidad esencial muy propia a Rusia.

R.Rívkina, recomendada como “una socióloga famosa, doctora de las


ciencias económicas” de la Academia de las ciencias rusa, colaboradora
cercana de la académica T.I.Zaslavskaia, en el libro “Judíos en la Rusia
post soviética: ¿quiénes son?” (1996) escribe así: “El antisemitismo en
Rusia (se trata del antisemitismo de los grupos políticos) es invariable en
todos sus regímenes políticos: él se conserva independientemente del
poder concreto instalado en el país”. Los argumentos para tal conclusión en
el libro de Rívkina no aparecen. En cambio, por poco estrictos que sean los
estudios de los propios sociólogos judíos muestran, que en la URSS no
había antisemitismo. El cupo de judios en las profesiones más elitistas e
influyentes fue tal, que los sionistas de los principios del siglo XX no
podrían ni soñarlo.

¡Con el tema del antisemitismo estatal e inclusive del fascismo “de Estado”
muy fácilmente se construye el odio a la victoria sobre el fascismo! Ya este
solo enlace esquizofrénico destruyó la conciencia de los intelectuales rusos,
que en primer lugar se encontraban en el campo de influencia de esta
campaña, y desde ellos, se promueven las rupturas dolorosas que andan por
el tejido de la conciencia de las masas. V.Grossman dijo que el asunto de
nuestra guerra no tenía razón. Él fue escritor, pero en este camino, hasta los
ideólogos con insignias de académicos se veían obligados a pergeñar. Así,
subido a un pedestal, el historiador y filósofo M.Hefter escribió: “de la
responsabilidad y de la perniciosidad de la alianza militar entre Hitler y
Stalin, de la cual orgánicamente se derivaron... las posibilidades de la
exterminación de los hombres, declaradas por el Holocausto”.

Hefter sustituye la noción del “pacto de no agresión” por la noción de la


alianza militar. Esto es una diversión ideológica, un procedimiento de
redoblar el complejo de culpa entre los rusos. Con todo, al historiador no
le turbaba que los pactos de no agresión de Hitler con Inglaterra y Francia
se firmaron 1938 – un año antes que el de la URSS. Ni se le cruza por la
mente decir, que de aquellos pactos se derivaba, “orgánicamente”, el
Holocausto – solo del pacto con la URSS. Por supuesto que todos los
historiadores por el estilo, de la manera más milagrosa, olvidaron los
acuerdos de Munich.

Recordemos la campaña relativamente reciénte (1991) de la excitación de


los miedos ante los pogromos anti judíos, que supuestamente se
preparaban en Moscú. Pues fue obvio que era una cosa falsa. Pero no. El
tema de pogromos se levantó inclusive por parte de los poetas más famosos
del momento, cuando la élite judía, literalmente, estaba al volante del
poder, y no había ninguna posibilidad de protestas siquiera simbólicas. En
un poema, Alejandro Mezhirov explica sus profecías sombrías:

Es que por Moscú

Ya pasea
La svástika del Estado.

...

Y están callados ambos

Presidentes

Y en su silencio son cristianos

Ahora observamos un programa para exacerbar el sentimiento nacional de


los rusos, con ayuda de provocaciones ininterrumpidas dirigidas a los
rusos en general y a los nacionalistas rusos en particular. El tema del
“fascismo ruso”, en calidad de un bloque grande, forma parte de este
programa. Estas ofensas no pueden ser la consecuencia de la baja
cualificación de los científicos y los periodistas que las usan, ya que hasta
en los manuales más primitivos se dice que esto es una provocación notoria
del conflicto. Los sociólogos notan: “Es significativo el vocabulario de los
investigadores que escriben sobre el nacionalismo ruso. Prácticamente en
cada artículo respecto al tema se puede encontrar un arsenal de términos
siquiátricos tipo “esquizofrenia”, “paranoia”, “delirio”, “complejos”, etc.
En realidad no hay ningún dato empírico que pueda comprobar, que entre
los nacionalistas rusos dominan los individuos del tipo sicológico
paranoico. Tampoco hay estos datos respecto a los demás movimientos
sociales. En cambio, hay muchos estudios que desmienten la presencia de
las correspondencias unívocas entre la ideología del grupo y el carácter de
las personas que forman este grupo”.

¿Pero qué tiene que ver esto con los datos? Aquí se trata justamente de las
provocaciones. Hoy un periodista instiga a un joven al asesinato de los del
Cáucaso, y mañana, con el mismo fervor, él va a demandar la pena de
muerte para estos jóvenes “fascistas rusos”, y pasado mañana va a echar la
culpa del fascismo al propio poder que condena a estos jóvenes a una “pena
demasiado liviana”.

Parar a este y a otros programas semejantes se puede solo a través de la


presentación de conocimientos verdaderos sobre la cultura rusa, la
civilización rusa, el régimen soviético y el fascismo, que en principio no se
puede arraigar en el suelo cultural ruso. Aunque la actualidad social de la
Rusia de hoy genera las condiciones para la aparición de xenofobia,
delincuencia y movimientos radicales, no hay índices genéricos del
fascismo, aunque alguien se ponga la svástika y levante la mano, como
Mussolini. Son accesorios teatrales. Pero no es suficiente elaborar y
clasificar tales conocimientos. Tenemos que transmitirlo a la conciencia de
las masas. Y esto ya depende del régimen político. Mientras tanto, los
canales de transmisión están bajo el control de Pozner y Shvidkói, que
están muy ocupados con la propagación del mito sobre el “fascismo ruso”.

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