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Todavía a principios del SXIX seguían siendo visibles en Iberoamerica las huellas
del proceso de conquista.
En el SXVIII lo que había movido a los conquistadores era la búsqueda de metal
precioso. Si hasta 1520 el núcleo de la colonización española estuvo en las Antillas, las
dos décadas siguientes fueron de conquista de las zonas continentales de meseta, donde
iba a estar por dos siglos y medio el corazón del imperio español, desde México hasta el
Alto Perú.
Sin duda las Antillas y hasta mediados el SXVIII el entero frente atlántico son el
flanco débil de ese imperio organizado en torno a la minería andina desde Jamaica hasta
colonia de Sacramento en el Río de la Plata, el dominio español ha retrocedido en más
de un punto ante la presión de sus rivales. Aún así el imperio llega casi intacto hasta
1810.
El sistema colonial tan capaz de sobrevivir s sus debilidades tenía el fin principal de
obtener la mayor cantidad posible de metálico con el menor desembolso de recursos
metropolitanos. A más de la porción extraía por la Corona por vía de impuesto, era
necesario orientarla hacia la metrópoli, mediante el intercambio comercial. Las
consecuencias de este intercambio comercial para la economía hispanoamericana eran
múltiples y tanto más violentas cuanto más las favoreciesen los datos de la geografía. La
primera de ellas era la supremacía económica de los emisarios locales de la economía
metropolitana: el fisco y los comerciantes que aseguraban el vínculo con la Península.
La segunda era el mantenimiento casi total de los demás sectores de la economía
colonial al margen de la circulación monetaria.
Lo que hizo del are a de las mesetas y montañas de México a Potosí el núcleo de
Indias españolas no fue solo su riqueza minera, sino también la presencia de
poblaciones indígenas, a la que su organización anterior a la conquista había utilizables
para la economía surgida en esta.
Para la minería, pero también para las actividades artesanales y agrícolas. Hacia esta
última se orientan predominantemente los conquistadores y sus herederos, primero
como encomenderos a quienes un lote de indios ha sido otorgado para percibir de ellos
tributo que de todos modos los vasallos indígenas deben a la corona; luego como
dueños de tierras recibidas de mercedes reales. La situación de los nuevos señores de la
tierra no ha sido ganada sin lucha, primero abierta y luego más discreta contra las
exigencias de la corona y de los sectores mineros y mercantiles que contaban en
principio con su apoyo: a medida que el derrumbe de la población indígena se
aceleraba, la defensa de la mano de obra se hacía más urgente, la mita había ganado
antipatía entre los señores de territorios y administradores laicos y eclesiásticos de las
zonas en que los mitayos debían ser reclutados.
1
Capìtulo 1: sobre Misiones y Paraguay esta en la Pág 42
estructura de la administracion hispanoamericana (cabildos, virreyes,etc.) 56-58
población del Brasil 69-70
demografía brasilera 73-74
Capítulo 2: Alto Peru y Quito 92-93
Moreno vs Funes 101-102
Chile, Venexuela, Nueva Granda y su proceso de independencia 104-108
biografia de San Martin y Bolivar 116-130 (esta que hizo cada uno en los países tb)
México (Hidalgo y Morelos) 131-135
Capitania de Guatemala 135
Los señores de la tierra tenían así un amplio predominio sobre amplias zonas de la
sociedad colonial; no habían conquistado situación igualmente predominante en la
economía hispanoamericana globalmente considerada.
La catástrofe demográfica del XSVII provocará transformaciones en el sector
agrario: reemplazo de la agricultura por la ganadería del ovino, respuesta elaborada
desde el México hasta el Tucumán a la disminución de la población trabajadora;
reemplazo parcial de la comunidad agraria indígena, de la que el sector español se limita
a extraer una renta señorial en frutos y trabajo, por la hacienda, unidad de explotación
del suelo dirigida por españoles. Este último cambio, es muy incompleto; de intensidad
y de formas jurídicas variables según las comarcas, de algunas estuvo totalmente
ausente. A diferencia de la comunidad indígena, a la que la conquista a impuesto un
nuevo señor, la hacienda es una organización orientada hacia consumidores ajenos a
ella.
Su triunfo es entonces limitado; se da con mayor pureza allí donde el contacto más
directo con la economía metropolitana, gracias al cual los sectores mercantiles y
mineros defienden mejor su parte del producto de la actividad económica. Esa es sin
duda la causa del ritmo relativamente más acelerado que el proceso tuvo un México,
que pese al papel secundario que al principio le cupo dentro de la producción minera
hispanoamericana alcanzó, desde muy pronto, una situación relativamente privilegiada
en sus relaciones económicas con la metrópoli.
Dentro del orden económico colonial la explotación agrícola forma una suerte de
segunda zona, dependiente de la mercantil y la miera, pero a la vez capaz de desarrollos
propios bajo el signo de una economía de autoconsumo que elabora sus propios y
desconcertantes signos de riqueza.
La función del sector agrícola es, dentro del orden colonial, proporcionar fuerza de
trabajo, alimentos, tejidos y animales de carga a bajo precio para ciudades y minas.
Esa combinación de intereses privados y presiones oficiales tienen acaso su
expresión más típica en la institución del repartimiento de efectos: los corregidores, los
funcionarios ubicados por la corona al frente de enteros distritos, ofrecían esos
productos al trueque de las poblaciones indígenas sometidas a su mando. Las quejas
sobre las muchas cosas inútiles que se obliga a comprar a los indios se hacen cada vez
más ruidosas a lo largo del SXVIII.
El pacto colonial, laboriosamente madurado en los SXVI y SXVII, comienza a
transformarse en el SXVIII. Influye en ello la decisión por parte de la metrópoli de
asumir un nuevo papel frente a la economía colonial, cuya expresión legal son las
reformas del sistema comercial introducidas en 1778-82, que establecen el comercio
libre entre la península y las Indias.
Las reformas implican: por una parte la admisión de que el tesoro metálico no era el
solo aporte posible de las colonias a la metrópoli; por otra el descubrimiento de las
posibilidades de las colonias como mercado consumidor. Una y otra innovación debían
afectar el delicado equilibrio interregional de las Indias españolas; los nuevos contactos
directos entre la metrópoli y las colonias hacen aparecer a aquella como rival de las que
entre estas habían surgido como núcleos secundarios del anterior sistema mercantil.
El contacto directo con la península comienza la fragmentación del área económica
Hispanoamericana en zonas de monocultivo que terminarán por estar mejor
comunicadas con su metrópoli ultramarina que con cualquier otra área vecina. Esa
fragmentación es a la larga políticamente peligrosa; si parece fortificar los vínculos
entre Hispanoamérica y su metrópoli, rompe los que en el pasado han unido entre sí a
las distintas comarcas de las Indias españolas.
La reforma comercial no los consolida y promueve esos cambios en la economía
indiana; se vincula además con otros que se dan en la metrópoli. Esa nueva oleada de
conquista mercantil que a lo largo del SXVIII es denunciada en todas partes como
afirmación del monopolio de Cádiz.
Junto con la hegemonía mercantil de la renaciente España septentrional se afirma
también su avance industrial, que las medidas proteccionistas incluidas en el nuevo
sistema comercial intentar fortalecer asegurándole facilidades en el mercado colonia. En
este sentido la reforma alcanza un éxito muy limitado: el despertar económico de la
España del setecientos no tiene vigor bastante para que la metrópoli pueda asumir
plenamente el papel de proveedora de productos industriales para su imperio.
Así los privilegios que el nuevo sistema comercial otorga a la metrópoli benefician
menos a su industria que a su comercio: el nuevo pacto colonial fracasa sustancialmente
porque mediante él España sólo logra transformarse en onerosa intermediaria entre sus
Indias y las nuevas metrópolis económicas de la Europa industrial.
De la Hispanoamérica marcada por las huellas contradictorias de tres siglos de
colonización, México era la región más poblada, la más rica, la más significativa para la
economía europea. Es la expansión de la plata del México septentrional la que sostiene
el crecimiento capitalino.
Ese México septentrional es menos indio que el centro meridional; ha sido más
tocado que este por la evolución que va desde la comunidad agraria indígena a la
hacienda, que parte porque en amplias zonas de él la hacienda ganadera se implantó allí
donde nunca se había conocido agricultura. En el Norte en expansión son los mineros
quienes dominan la sociedad local; junto con los hacendados, ambos
predominantemente blancos ocupan las primeras filas de la alta clase criolla que en la
capital rivaliza con la peninsular, ostentando frente a ella títulos de nobleza que en el
SXVIII no ocultan su origen venal. Los comerciantes que conquistaron desde Veracruz
el sistema mercantil mexicano, estaban también detrás del avance de la agricultura de
mercado. Luego de 1795, el avance del azúcar estaba destinado a durar. Existe además
en México central una industria artesanal más importante que en el Norte, es el centro
textil de Puebla y su producción se destina sobre todo al mercado interno.
El crecimiento mexicano, muy rápido en la segunda mitad del SXVIII, parece hacer
crecer las causas del conflicto entre los miembros de la clase alta. En primer lugar, en
una clase alta inevitablemente encendida entre señores de la plata y grande comerciantes
del México central, que son predominantemente peninsulares. En el plano político es el
Cabildo México la fortaleza de la aristocracia criolla, frente a las magistraturas de
designación metropolitana.
Toda esa clase alta es rica y su prosperidad va acompañada de una honda miseria
popular. Por el momento, este contraste no paree haber hecho temer nuevas tensiones.
Las oposiciones se daban, en primer lugar, en medio de una rápida expansión
demográfica; de menos de tres millones de habitantes a mediados del SXVIII. México
pasa a más del doble medio siglo después. La mayor expansión dentro de la economía,
se da en el sector de autoconsumo, cuya participación en el dominio de la tierra es
disminuida por el avance de la economía comercial. He aquí un problema que va a
gravitar con dureza creciente en la vida mexicana: ya es posible adivinarlo detrás de la
violencia de los levantamientos de Hidalgo y de Morelos. Otro problema que afecta a
factores menos numerosos es el del desemboque para la población urbana que, en parte
a causa de la inmigración forzada de campesinos, en parte por el puro crecimiento
vegetativo, aumenta más rápidamente que las posibilidades de trabajo en la ciudad.
Para la corona, cuyo progresismo esta inspirado, en parte, en criterios fiscalistas,
México, capaz de proporcionar los dos tercios de las rentas extraídas de las Indias, es la
colonia más importante. Para la economía metropolitana también: la plata mexicana
parece encontrar como espontáneamente el camino de la metrópoli. Esa riqueza está
concentrada en pocas manos; es por añadiría el fruto de la acumulación de una parte
mínima del producto de la minería mexicana.
Si México es al final del SXVIII, la más importante económicamente de las
posesiones indianas, no es ya la que crece rápidamente. Las Antillas españolas
originariamente ganaderas, desde comienzos del SXVIII se orientan hacia la agricultura
tropical. Es sobre todo la Cuba la beneficiaria de esta expansión, acelerada luego por la
ruina de Haití y anticipada desde el SXVII por la aparición del tabaco como segundo
rubro de la economía cubana al lado del ganado. Pero el monopolio del tabaco es
variable y la compre pone un limite en la expansión. La del azúcar, por el contrario,
acelerada por la coyuntura internacional: la guerra de la independencia de los EE UU
abre la economía cunaban al contacto de estos aliados de España; luego el ciclo de la
revolución francesa y las guerras civiles imperiales le asegura una nueva y más rápida
expansión. La expansión azucarera se produce en medio de una crónica escasez de
capitales, en exploraciones pequeñas, que trabajan con esclavos relativamente poco
numerosos cuyos propietarios arrastras deudas frente a los comerciantes habaneros que
les han prestado lo necesario para instalarse.
Las tierras sudamericanas del Caribe son de nuevo zonas de expansión. Nuevas
Granada tiene su principal producto de exportación, el oro, cuya producción creció
rápidamente en el SXVIII. Esta región era compleja: integrada por una costa en que
Cartagena de Indias, la ciudad-fortaleza, era el centro de poder militar español en la
orilla sudamericana del caribe. La capital, Bogota, ciudad surgida en medio de la meseta
ganadera tenía dificultad para imponerse sobre sus rivales. Nueva Granada avanza sobre
líneas muy tradicionales y su contribución a la economía ultramarina es sobre todo la de
sus minas de metales preciosos.
La presidencia de Quita, opone más que el Perú la diferencia entre Sierra y Costa. La
costa estaba consagrada a la agricultura tropical exportadora para ultramar. Es una
agricultura de plantación con mano de obra esclava. Pero la mayor parte de la población
se encuentra en la Sierra, esta es predominantemente india. La sierra esta mal integrada
a la economía ultramarina, es en buena parte de autoconsumo.
El virreinato del Perú vivió una etapa complicada. La reorganización imperial de la
segunda mitad del SXVIII se ha hecho en él su primera victima: la separación del
virreinato neogranadino y del rioplatense, arrebatan a Lima la importancia
administrativa y el dominio mercantil de la meseta altoperuano y el de los circuitos
comerciales del interior rioplatense. Como compensación a esta reorganización se queda
con la producción de la plata que se da en las tierras bajo peruanas que le pertenecen. La
minería seguía estando en la bese de la economía y del comercio ultramarino de Perú.
La sierra meridional, es el gran centro de población indígena peruana, con su capital
Cuzco.
La agricultura serrana vive oprimida por la doble carga de una clase señorial
española y otra indígena, agravada por la del aparato político-eclesiástico, que vive
también de las tierras.
La sede virreinal lo es también de una aristocracia que une al dominio de la
agricultura costeña el del comercio del conjunto del virreinato. Aún conserva parte del
mercado chileno, aunque antes lo controlaba por completo
La Iglesia también iba a ser muy tocada por la oleada de renovación. Constituidas en
un aspecto fundamental de la administración española en Indias, La iglesia y las órdenes
debían a esa situación un patrimonio cuya importancia relativa variaba según regiones,
pero que era muy importante.
A mas de dominar tierras diseminadas entre las de españoles, las ordenes siguen al
frente de empresas complejas que son a la vez de evangelización y gobierno: misiones y
reducciones que, en las fronteras imperiales, cumplen una función política precisa.
Expulsados los jesuitas, es el clero secular el que domina el panorama eclesiástico en las
Indias, y la corona juzga sin duda bueno que esto sea así. El clero secular es más dócil y
en la medida en que se renueva en su jerarquía por impulso directo de la corona, podrá
ser remodelado conforme a los deseos de esta.
El clero secular posee también bastas riquezas, lo mismo que en la metrópoli y aun
más que ella, esas riquezas se vuelven sobre obispos y cabildos catedralicios y alcanzan
la mayor parte del clero parroquial. Este colabora con la obra reformadora de la corona:
el párroco de aldea es visto como el pastor de las almas perdidas que son la de los indios
(esa es la idea más o menos).
Ese edificio colonial entró en rápida disolución a principios del SXIX; en 1825
Portugal había perdido todas sus tierras americanas, y España sólo conservaba Cuba y
Puerto Rico.
En el marco de la nueva Europa industrial, la Lucha por la independencia, sería en
este aspecto, la lucha por un nuevo pacto colonial que conceda a los productores
accesos menos limitados al mercado ultramarino y una parte menos reducida del precio
allí pagado por sus frutos.
Al lado de la reforma económica estaba la reforma política administrativa: el
reclutamiento de funcionarios (preferentemente metropolitanos para la corona)
dispuestos a defenderlos intereses de la corona frente a las demasiado poderosas ligas de
intereses locales. Pero no hay duda de que esa reforma aseguro a las colonias una
administración más eficaz que la antes existente.
La enemiga contra los peninsulares favorecidos en la carrera administrativas como la
oposición frente al creciente centralismo, eran solo un aspecto de las reacciones
despertadas en las colonias por la creciente gravitación de una metrópoli renaciente. La
misma resistencia se presenta frente a los cambios en la estructura comercial: ese
enjambre de mercaderes metropolitanos que en la segunda mitad del SXVIII avanzaba
sobre los puertos y los nudos comerciales de las Indias, cosechando una actividad
importante de los frutos de la activación económica, era aborrecida.
Esa renovación no tenía necesariamente contenido políticamente revolucionario. Por
el contrario, avanzo durante una muy larga primera etapa en el marco de una
escrupulosa fidelidad a la corona. Ello se fundaba en que era la corona la más poderosa
de las fuerzas renovadoras que actuaban en Hispanoamérica. La crítica de la economía o
de la sociedad colonial, la de ciertos aspectos de su marco institucional o jurídico no
implicaba una discusión del orden monárquico o de la unidad imperial.
Desde fines del SXVIII esta fe antigua y nueva tenia sus descreídos. En este sentido
indudable se ha hallado más de una vez la explicación para los movimientos sediciosos
que abundan en la segunda mitad del SXVIII, y en lo que se ven los antecedentes
inmediatos de la revolución independiente. Vistos de cerca, ellos presentan una
fisonomía escasamente homogénea t a la vez no notablemente nueva. Sin duda,
podemos encontrar un elemente desencadenante creada por las reformas
administrativas, pero las respuestas son localmente muy variables.
Menos discutible es la relación entre la revolución de independencia y los signos de
descontento manifestados en muy estrechos círculos dentro de algunas ciudades de
Latinoamérica desde aproximadamente 1790. Esos signos fueron magnificados primero
por sus represores y luego por los historiadores: el resultado de esos episodios eran los
mártires y los desterrados.
Frente a un Portugal encerrado en una difícil neutralidad y a una España a partir de
1795 aliada a Francia revolucionaria y napoleónica, se desarrolla en América española
en particular la crisis de la independencia a partir de la degradación del poder español
que desde 1795 se hace cada vez mas rápida.
El primer aspecto de esa crisis: ese poder se hace cada vez más lejano. La guerra con
Gran Bretaña que domina el Atlántico separa progresivamente a España de sus Indias.
Hace más difícil mandar allí soldados y gobernantes, hace imposible el monopolio
comercial. Un conjunto de medidas de emergencia autorizan la progresiva apertura del
comercio colonial con otras regiones; a la vez conceden a los colonos libertad para
participar en la navegación cada vez más riesgosa en las rutas internas del imperio.
Esta nueva política es recibida con entusiasmó en las colonias. Las Indias comienzan
a sentirse capaces de valerse solas por un sistema comercial profundamente perturbado
por las guerras europeas.
Los comerciantes especuladores y los productores a los que las vicisitudes de la
política metropolitana privan de sus mercados tienden a ver cada vez más el lazo
colonial como una pura desventaja; la libertad que derivaría de una política comercial
elaborada por las colonias mismas pasa a ser una inspiración cada vez mas viva.
En lo administrativo, el agotamiento de los vínculos entre la metrópoli y colonias
comenzara a darse más tardíamente que en lo comercial, pero en cambio tendrá un ritmo
más rápido. En este campo y en el de aislamiento de España por la ineficiente
comunicación marina los quince años que van desde 1795 a 1810 borran los resultados
de esa lenta reconquista del imperio colonial que había sido una de las hazañas de la
España borbónica. Por otra parte, la Europa de las guerras napoleónicas no esta tampoco
dispuesta a asistir a una marginalización de las Indias, que solo le deje abierta, como en
el SXVII, la puerta del contrabando.
En 1806, en el marco de esta guerra, el dominio español en Indias recibe su primer
golpe realmente grave; en 1810, ante lo que parece ser una ruina inevitable de la
metrópoli, la revolución estalla desde México hasta Bs. As.
En 1806 la capital del virreinato del Río de la Plata es conquistada por sorpresa por
una fuerza británica; la guarnición local fracasa en una breve tentativa de defensa. Las
conspiraciones se suceden y finalmente, un oficial naval francés al servicio del rey de
España conquista Bs. As con tropas que se han organizado en Montevideo. El virrey,
que en 1806 y 1807 ha huido frente a las invasiones es declarado incapaz por la
Audiencia, interinamente lo reemplaza Liniers, el jefe francés de la reconquista (ese que
tiene una casa en Alta gracia). Son las milicias la que hacen la Ley y la Audiencia si
inclina ante u voluntad.
A mediados del SXIX parece surgir de nuevo EE.UU. Por un lado, esta la
voluntad de expansión territorial de regiones consagradas a una economía agraria,
divididas entre si por el problema del trabajo servil; en particular, el sur esclavista debe
expandirse o perecer, y la guerra de México es su triunfo, como la anexión de cuba es su
proyecto. En ese aspecto la presencia norteamericana se traduce en un avance sobre las
fronteras de las tierras iberoamericanas. Hay también el esbozo de una relación nueva, a
la que el descubrimiento del oro californiano transforma en ejes de las comunicaciones
de la amplia área económica; en este aspecto la amplia presión estadounidense anuncia
un futuro que solo ha de madurar a comienzos del SXX en un marco muy distinto del
que encierra a Latinoamérica entre la emancipación y los años centrales del SXX.
Hacia la década del ´40, definitivamente alejada la posibilidad de una restauración
del antiguo orden, dejan ver los cambio negativos traídos por la independencia:
degradación de la vida administrativa, desorden y militarización, un despotismo mas
pesado de soportar porque debe ejerce sobre poblaciones que la revolución a despertado
a la vida política y que solo deja la alternativa de la guerra civil, incapaz de fundar
sistemas e convivencia menos brutales. En lo económico desde una perspectiva general
hispanoamericana se da un estancamiento. Pero esa situación general conoce
variaciones locales muy importantes, que se relacionan, más bien que con la diferente
intensidad del desorden intenso, con las características de las distintas economías
regionales. Venezuela en su agricultura y el río de la plata tienen en su ganadería, desde
antes de 1810, el germen de una estructura económica orientada a ultramar, que
compensará las desventajas del nuevo clima político-social con las ventajas que le
aporta la nueva organización comercial, y así podrá afirmarse. En cambio Bolivia, Perú
y México, cuya economía minera ha sufrido de muchas maneras el impacto de la crisis
revolucionaria, y requeriría aportes de capitales ultramarinos para ser rehabilitada, no
logran reconquistar su nivel de tiempos coloniales.
Entre estos casos extremos se sitúa la mayor parte de las regiones
hispanoamericanas, cuya evolución es menos rica en altibajos.
Es entonces, la Hispanoamérica marginal, la que en tiempos coloniales estaba en
segundo plano, y solo comenzaba a despertarse luego de 1780, la que resiste mejor las
crisis del periodo de emancipación: junto con el río de la plata, Venezuela, chile, costa
rica, las islas de las antillas.
Junto con esa Hispanoamérica dinámica, que se superpone casi totalmente con
que ha empezado a expandirse en la segunda mitad del SXVIII, también Brasil supera
sin dificultades económicas inmediatas la crisis de independencia. Si el imperio logra
vivir, el brasil independiente solo adquirirá una cierta cohesión cuando el café vuelva a
colocar al centro del país en el núcleo de la economía. Bajo el predominio del norte
azucarero, brasil debe sostener una luche tenaz, pero de resultado necesariamente
negativo, con un Inglaterra dispuesta a abolir la trata. Absorbido paulatinamente en la
defensa de su economía esclavista, Brasil cede paulatinamente en los otros puntos de
conflicto con la potencia hegemónica: a partir de 1845 Gran Bretaña pasa a reprimir la
trata por la violencia; solo cuando se resigna a eliminarla, Brasil recupera la posibilidad
de una política en otros aspectos mas independiente de la tutela británica. Entretanto, se
ha constituido en el principal mercado latinoamericano para gran bretaña. Los
resultados por esto son los esperables: déficit comercial, desaparición del circulante
metálico, penuria de las finanzas.
Para esa situación inesperadamente dura, la América latina fue elaborando
soluciones que solo lentamente iban a madurar. Allí donde la crisis fue, a pesar de todo,
menos honda, las soluciones fueron halladas más pronto, y significaron
transformaciones menos profundas. El viejo orden era en Brasil mas parecido al nuevo
que en Hispanoamérica; una metrópoli menos vigorosa, y por lo eso, menos capaz de
hacer sentir su gravitación.; un contacto ya directo con la nueva metrópolis, un peso
menor de los agentes de la corona respecto de poderes económicos sociales de raíz local
acostumbrados a imponerse, eran todos los rasgos que en brasil colonial anticipaban el
orden independiente. Las transformaciones eran, sin embargo, indudables y la transición
difícil.
Un liberalismo brasileño, vocero sobre todo de las distintas aristocracias locales
choca con un conservadurismo urbano, comprometido por la presencia en sus filas de
los portugueses que dominan el pequeño y mediano comercio de los puertos y
representado sobre todo por funcionarios herederos de la mentalidad del antiguo
régimen. Sin duda, entre esos adversarios el equilibrio era posible. Aun así su tarea no
era fácil: el emperador Pedro I iba a fracasar sustancialmente en ella; termino por
quedar identificado con los sectores que en el nuevo brasil mantenían nostalgia del
absolutismo y de la unión con Portugal. Antes había tenido tiempo de lanzar al Imperio
a la primera de sus aventuras internacionales: la guerra del río de la plata por la posesión
de la banda oriental, bautizada provincia cisplatina e incorporada como tal al imperio
brasileño, luego de haber sido ocupada, a partir de 1816, por tropas portuguesas. La
guerra no fue un éxito; derrotado por tierra brasil ahoga económicamente a su enemigo
mediante el bloqueo al puerto de Bs. As; debe finalmente aceptar la mediación inglesa:
la independencia de la Banda Oriental en 1828 constituida como estado republica.
La vida política del Imperio haya sido agitada. En 1831 don Pedro decide
trasladarse a Portugal, a luchar contra la rebelión absolutista y asegurar la sucesión para
su hija. Su retiro es un implícita confesión de fracaso, y marca el comienzo del imperio
parlamentario. Los alcances de la innovación son limitados por el hecho de que si el
gabinete requiere el apoyo de la mayoritaria parlamentaria, es a la vez capaz de
conquistar esa mayoría en elecciones suficientemente dirigidas.
Hacia finales de la década del 40, la persecución creciente de la trata hacia el
comercio de esclavos aun mas lucrativo, ponía a la vez en crisis a la agricultura que
utilizaba esa mano de obra cada vez mas costosa; esa creciente divergencia de destinos e
intereses puso fin a la mansa rebelión de los parlamentarios con sus lideres que
coincidían en pedir medidas eficaces contra la trata; estas llegaron en 1851.
La guerra de independencia había confirmado las divisiones internas de la
Hispanoamérica colonial, y había creado otras: fueron sus vicisitudes las que hicieron
estallar la unidad del virreinato del río de la plata. Solo en América central el proceso de
fragmentación iba a proseguir luego de 1825, con la disolución de las provincias unidas
de Centroamérica en 1841 y con la separación de Panamá de Colombia, producida en un
contexto muy diferente y ay en el SXX. Más que la fragmentación de Hispanoamérica
habría entonces que hablar, para el periodo posterior a la independencia, de la
incapacidad de superarla. Esta incapacidad se pone de manifiesto a través del fracaso de
las tentativas de reorganización que intentan evadirse del marco estrecho de los nuevos
estados, herederos del marco territorial de los viejos virreinatos, presidencias y
capitanías: la más importante es la de Bolívar.
Si en casi todas partes estos ensayos de restauración se tradujeron en rápidos
fracasos, a los cuales siguió su abandono definitivo, fue en México, donde por el
contrario, ocuparon buena parte de la primera etapa independiente. El imperio de
Iturbide, solución demasiado personalizada a los problemas de transición a la
independencia, se derrumba sin contar con más vivo apoyo de los que serán
conservadores que de futuros liberales. La caída del régimen imperial es fruto de la
acción de ejército. La gravitación del ejército, al que las guerras de independencia han
dejado en herencia un demasiado nutrido cuerpo de oficiales y una función inexcusable
de guardián del orden interno, se revela decisiva. A la caída del primer imperio sigue la
convocación de una constituyente y la elección de presidente a Guadalupe Victoria, que
pese a sus inclinaciones liberales tratará de guardar un cierto equilibrio frente a las
facciones cuya hostilidad crece progresivamente.
En 1836 guerra de Texas: los colonos del sur de EE.UU. que allí se han instalado
y han sido bien recibidos por las autoridades mexicanas, no aceptan el retorno al
centralismo que esta en el programa conservador. Santa Ana corre a someterlos. La
independencia de Texas en un hecho, pero no es reconocida por México. En 1845
estalla la guerra entre México y EEUU, la cual era el desenlace de toda una etapa de
política estadounidense; pero la guerra fue demasiada fácilmente ganada por EEUU. Esa
victoria se explica en parte porque el ejercito mexicano no había sido organizado como
elemento de combate en guerras internacionales y porque en México las disensiones que
se han formado a través del proceso de lucha fraccionaria todavía no se habían resuelto.
México perdía en 1848 la mitad de su territorio a favor del vencedor.
México conservador fracasaba por falta de dirección homogénea; porque además
eran demasiadas las dificultades de esta zona, antes tan prospera para adaptarse al nuevo
orden abierto con la independencia que le era favorable. La guerra había destruido el
sistema de explosión minera; si los hombres que le habías arrebatado podían ser
devueltos o reemplazados, no ocurría lo mismo con las perdidas materiales. La guerra
había producido un cambio aun mayor, aunque indirecto, al hacer desaparecer los
capitales cuya relativa abundancia era uno de los secretos de la expansión minera
mexicana en la segunda mitad del SXVIII
No es extraño que el nuevo orden político arraigue mal en tierras que no han
podido encontrar su lugar en Latinoamérica deshecha por la revolución y lentamente
devuelta a rehacer en medio de una coyuntura desfavorable. En otras partes soluciones
políticas mas adecuadas a esa coyuntura logran imponerse de modo mas solidó.
Aun en ellas, la conquista de un orden estable se revela extremadamente difícil.
La dificultad deriva en parte de la vigencia de un nuevo clima económico, que no
favorecen a quienes dominaron economía y sociedad antes de 1810. Pero surge también
de que el elemento que actúa como arbitro entre esos dirigentes urbanos y mineros, los
de las zonas rurales de economía semiaislada, la plebe urbana que comienza a hacerse
escuchar, es un ejercito también él no suficientemente arraigado en el nuevo orden: solo
paulatinamente los jefes veteranos de la revolución, a los que a veces el azar de su
ultimo destino ha dado influencia en una región a la que no pertenecen por origen,
establecen relaciones con sectores cuyo poderío local ha sido favorecido por el cambio
de coyuntura, y llegan a diferenciase con ellos. Hasta entonces la intervención de los
generales se da al azar de las coincidencias entre las oposiciones que se dan dentro de la
sociedad civil y las rivalidades entre jefes militares. Esa situación es consecuencia del
modo particular en que México y Perú han vivido la lucha de independencia.
En Ecuador los que hacen de árbitros en la vieja y siempre vigente oposición entre
la elite costeña y la aristocracia de la sierra son militares que permanecen siempre
extranjeros al país.
En Nueva Granda y Venezuela desde 1830 se liberan de la influencia de
elementos de origen extraño. La disolución de la Gran Colombia devuelve a Santander
el poder de Bogota, se marca el avance paulatino del conservadurismo neogranadino.
En sus comienzos el régimen, que tiene rasgos de duro autoritarismo, retoma frente a la
iglesia la tradición colonial; la quiere gobernada por el poder civil. Esta exigencia es
abandonada a medida que la normalización de las relaciones con Roma hace sentir sus
efectos en la iglesia colombina; a mediados de la década del cuarenta ésta entra a
integrar el sistema conservador en sus propios términos. Colabora así en una empresa de
modernización cautamente llevada adelante; en particular domina el nuevo sistema de
enseñanza elemental y los ensayos de enseñanza media y superior. La etapa
conservadora con las primeras tentativas de navegación a vapor en los ríos
neogranadinos y de construcción de los ferrocarriles, y el ritmo a menudo lento de los
desarrollos futuros mostrara que el éxito limitado de esos ensayos no puede achacarse
solamente a la timidez del régimen conservador.
Una de las consecuencias mas importante, del oren colonial de la ultima década
del siglo XIX es la aparición de un movimiento obrero urbano en México, Buenos
Aires, santiago de chile y de la formación de los primeros movimientos políticos que
recusan la dirección de la elite tradicional, Ej.: el radicalismo Argentino y el partido
demócrata peruano o el partido colorado en Uruguay. Unos y otros se oponen antes que
al lazo colonial de nuevo estilo, que es la base de el orden latinoamericano, a la
situación privilegiada dentro de ese orden que ocupa la oligarquía.
La ampliación de las bases sociales del estado aparece como una necesidad
urgente; mientras la democratización, que promete satisfacerla en el marco liberal
constitucional avanza tanto en Uruguay como en argentina, como en Perú y chile, done
esta ampliación se intenta dentro e un marco autoritario y en el caso de México en uno
revolucionario
México: Elabora en las ultimas décadas del siglo XIX el ejemplo mas maduro de
dictadura progresista que se conocerá en Latinoamérica. Porfirio Días es el restaurador
del hombre y el tirano honrado que pone su poder al servicio de la causa del progreso. A
esto le seguirá la opción revolucionaria que toma como excepción en todo
Hispanoamérica la nación mexicana (para profundizar esto leer el texto de womack john
la revolución mexicana)
Uruguay: La democratización de la base política se logra de un modo menos
violento. Se da el retorno del gobierno civil del predominio del sector colorado lo cual
permitió que adquiera relevancia la división de partidos. Uruguay ofrece el ejemplo de
democratización, política y moderación social que se dio en esta etapa en
Latinoamérica. Por comparación las experiencias argentina y chilena parecen menos
logradas.
Argentina: La etapa de democratización se logra con la incursión de la unión
cívica radical que en ruptura total con el orden conservador proclama la necesidad de
una verdad constitucional y electoral. El radicalismo se apoya en clases medias urbanas,
pero que a pesar de su incursión estos movimientos más de tipo populares se van a
revelar ligados a un caudillo que seria el caso de Irigoyen.
En el resto de Latinoamérica seguía dándose, de modo más puro, la alternativa
entre el predominio oligárquico y la hegemonía militar.
Cuba y Puerto Rico van a estar sometidas a la tutela de EE.UU. y el resto del
caribe y centro América van a sufrir también la hegemonía norteamericana. Otro
elemento en común para esta zona va a ser las abundancias de las crisis productivas y la
aparición tardía y debilitamiento de los grupos oligárquicos tradicionales ante la
conquista de tierra por parte de los grupos inversores extranjeros.
En el caso de brasil la instauración de la republica había significado un aumento
de poder del ejército. En sus momentos más exitosos la republica brasileña no había
conocido la relativa solidez de la argentina. La democratización era solo una posibilidad
que solo se daba a medias y de forma parcial. El federalismo arraigado en las clases
terratenientes y las oligarquías eran la confirmación de falta de democratización y
sufragio.
En Colombia se observa con pureza como la republica oligárquica se arraigo en
esta etapa con gran vigor, donde la conservación de Núnez había dado un jefe y un
programa al conservadurismo.
En Paraguay la afirmación de una clase terrateniente poderosa (que si tiene raíces
coloniales y postcoloniales) que se da sobre todo luego de la derrota de 1870; a partir de
ella Paraguay se orienta hacia el mercado externo, destinado a Europa y al mercado Rió
platense, tabaco, yerba, cueros.
En Bolivia a partir de la guerra del pacifico, se da un renacimiento minero, que
tiene como reflejo político la instalación de una oligarquía que se proclama
conservadora, encabezada por los grandes bolivianos.