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UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO

FACULTAD DE HUMANIDADES
Y EDUCACIÓN
ESCUELA DE PSICOLOGÍA

MARCO TEÓRICO
USO DEL FACEBOOK Y RELACIONES DE AMISTAD EN ADOLESCENTES
DE NIVEL SOCIOECONÓMICO BAJO

Proyecto de investigación presentado por:

Edward BARCELÓ
Carla GARCÍA
María Gabriela LA FATA
María Andreína MARCANO
Andreína RAMÓN

Caracas, Marzo de 2011


El ser humano es esencialmente un ser social, esto se refiere a que vive
en grupo y comúnmente necesita de la relación con otros para poder sobrevivir.
Una de estas es el apego de los niños con sus padres: tendencia innata a buscar
compañía cuya función es proteger a los niños pequeños de los peligros del
entorno (Franzoi, 2007; Moya, 1999). Sin embargo, a medida que los niños
crecen y adquieren independencia, establecen vínculos emocionales con sus
pares además de con su familiares, llamados “amistades”, siendo la principal
distinción entre ambos el grado de autorrevelación o “comunicación de
información personal acerca de uno mismo a otras personas” (Vittengl y Holt,
2000; cp. Franzoi, 2007, p. 451), así como su carácter voluntario. A su vez, el ser
humano se relaciona con otros de distintas maneras, variando éstas de acuerdo
a la intención, objetivo perseguido, edad, género y características personales;
por ejemplo, algunas amistades se forman basadas en el principio del
intercambio, mientras que en otras predomina el interés mutuo y el bienestar del
otro (Franzoi, 2007).
Una relación de amistad se entiende como un trato o comunicación con
otras personas que comparten los mismos intereses, edades y características
con la intención de adaptarse y pertenecer a un grupo de pares (Garza, 2005) y
evitar el aislamiento y la soledad (Levis, 2001). Esta relación tiene la connotación
de ser desinteresada, aunque tácitamente siempre hay algo que dar y recibir
(ayuda, apoyo, ideas, interés, sentimientos, experiencias, intimidades, etc.), y es
importante para el individuo pues “produce un sentimiento de gratitud, desarrollo
personal y además, permite conocer otras formas y visiones de la vida” (Garza,
2005, p. 2), podría considerarse incluso una necesidad básica.
El tipo de apego en las relaciones padre-hijo influye posteriormente en las
relaciones de amistad en la adolescencia y en las relaciones íntimas de la
adultez (Franzoi, 2007). La adolescencia es la transición del desarrollo entre la
niñez y la edad adulta, la cual implica cambios importantes en los ámbitos físico,
cognoscitivo y psicosocial (Papalia, Wendkos y Dunskin, 2005). Retomando lo
expuesto anteriormente, implica también un cambio en los vínculos
interpersonales que se establecen y en la comunicación de intimidades a otros.
Este período inicia aproximadamente a los 11 ó 12 años y llega a su fin alrededor
de los 19 o inicio de los 20 años, dando inicio a la adultez temprana (Papalia et
al., 2005).
Refiriéndose a la influencia de la edad en las relaciones de amistad,
Rodríguez y González (2002) realizaron una investigación para indagar sobre la
evolución del concepto de amistad en niños venezolanos. Estos autores
encontraron que los niños de menor edad valoran la amistad en función de
elementos superficiales como “proximidad física, atributos materiales que posea
el amigo y el momento de juego que comparta con el mismo” (p. 179), mientras
que los niños mayores lo hacen en función de “valores muy específicos como lo
son la confianza, la ayuda, el compromiso, el respeto y el amor” (p. 179).
Ante esto, Rodríguez y González (2002) afirman que evidentemente hay
una evolución en el concepto de amistad, lo cual es congruente con la evolución
del desarrollo social y afectivo a lo largo del ciclo vital, es decir, el concepto de
amistad sigue una secuencia relacionada con la edad cronológica. Los
elementos que los niños de edades más avanzadas toman en cuenta al definir a
un amigo son la reciprocidad, la confianza y la necesidad del amigo y que la
relación sea de compromiso.
Durante los años de la adolescencia, la búsqueda de la identidad resulta
central. La identidad es la reconstrucción de un concepto de sí coherente y
creado a partir de los efectos de la interacción social, siendo interiorizada como
algo estable, garantizándose así la persistencia en el tiempo de las percepciones
e interacciones entre los individuos, aunque es también objeto diversas fuerzas
interactivas (Moral, 2004). Complementando la idea, el mismo autor añade que
“las identidades no surgen con independencia del mundo social, sino que la
realidad-interpretación de las opiniones, procesos atributivos y vinculaciones
sociales sería el elemento conformador de las mismas” (p. 184). Se sabe que en
la modelación de la identidad el individuo se compara constantemente con otros,
sin embargo, en este proceso también intervienen las influencias sociales
actuando de forma recíproca en los mecanismos de identidad del yo.
Erikson (1968; cp. Papalia et al., 2005) decía que la tarea principal de la
adolescencia es resolver la “crisis” de la identidad frente a conflicto de identidad
(o identidad frente a conflicto del papel) para lograr convertirse en un adulto
único con un sentido coherente del Yo y un papel que sea valorado en la
sociedad. Resaltando la importancia de la sociedad en la formación del Yo en los
adolescentes, Sánchez-Bernardos, Quiroga, Bragado y Martín (2004) realizaron
un estudio con el fin de conocer las discrepancias entre el Yo Real/Yo Ideal y
entre el Yo Real/Yo Social y cómo se relacionaban estas discrepancias con las
relaciones interpersonales de los adolescentes.
La importancia de estudiar estas discrepancias en los adolescentes radica
en que estos se encuentran en una edad proclive a estas, ya que durante esa
etapa de la vida es que empiezan a desempeñar diversos roles en la sociedad y
comienzan a formar parte de diversas relaciones.
La percepción subjetiva del adolescente respecto a las creencias, valores,
expectativas, opiniones, etc, del grupo de pares y demás agentes socializadores
forman todo un cuerpo de contenido afectivo, emocional, psicosocial,
cognoscitivo, entre otros (Moral, 2004). Adicionalmente, el mismo autor expone:

El joven, en cuanto que individuo cuya vida se desarrolla en


sociedad, interactúa en un ambiente regido por unos roles sociales
y culturales y por una diversidad de valores y normas explícitos e
implícitos que condicionan su actuación, siendo enjuiciado por el
grupo de iguales y por otros grupos socializadores en función de la
aceptación o rechazo de estos criterios (p.185).

Las respuestas que dan los otros al adolescente van a modular la forma
en que este interactuará en el futuro y hará que este adopte para sí criterios
definitorios del grupo con el que desea establecer contactos (Moral, 2004).
Además, este proceso de conformación de la identidad es influenciado no sólo
por el grupo de pares, sino también por la familia y los valores, creencias,
normas y actitudes presentes en la sociedad, y que comienzan a modular la
estructuración del yo del individuo desde la infancia. Además de esto, se debe
tomar en cuenta la influencia de los medios de comunicación en masa y el efecto
de la penetración en la sociedad de nuevas tecnologías. Según Beranuy,
Chamarro, Graner y Carbonell (2009) parece que el uso de ambas tecnologías
es más problemático en la adolescencia y se normaliza con la edad, hacia un
uso más profesional, menos lúdico y con menos consecuencias negativas.

Según Erikson (1968; cp. Papalia et al., 2005), la identidad comprende


una concepción coherente del yo, formada por metas, valores y creencias con
las cuales la persona está sólidamente comprometida (Papalia et al., 2005). El
mismo autor sostiene que la identidad se forma a medida que los jóvenes
resuelven tres problemas principales: la elección de una ocupación, la adopción
de valores en qué creer y por qué vivir, y el desarrollo de una identidad sexual
satisfactoria (Papalia et al., 2005).

Papalia et al. (2005) mencionan que “durante la adolescencia la


autoestima se desarrolla principalmente en el contexto de las relaciones con los
pares, en particular los del mismo sexo” (p. 473). Las relaciones que sostiene el
adolescente, ya sean de amistad o de pareja, poseen un gran valor para éste y
cobran gran significado en su vida. Así, “la importancia de los amigos durante la
adolescencia, en cuanto fuente de actividades compartidas, de influencia
recíproca y de apoyo mutuo se ve ampliamente incrementada” (Fuertes,
Martínez y Hernández, 2001, p. 532).

A medida que los adolescentes se separan de sus familias y comparten


más con los pares, su distribución del tiempo y sus necesidades de gratificación
emocional cambian. Papalia et al. (2005) indican que “tal como descubrió Jackie
Robinson, la creciente participación del joven con sus pares es una fuente
importante de apoyo emocional durante la compleja transición de la
adolescencia, pero también una fuente de presión para el comportamiento que
los padres rechazan” (p.492). Adicionalmente, Savin-Williams y Berndt, 1990;
Degirmencioglu, Urber, Tolson y Richard (1998; cp. Oliva, Parra y Sánchez-
Queija, 2002) mencionan que “los adolescentes tenderán a cambiar su principal
fuente de apoyo social, que pasará de estar situada en la propia familia a
desplazarse al grupo de amigos”.

Por tanto, Papalia et al. (2005) sostienen que “el grupo de pares
proporciona a los adolescentes afectos, simpatía, comprensión y orientación
moral. Además representa un lugar para experimentar, así como un escenario
para alcanzar autonomía e independencia de los padres” (p. 493). Esto es
importante pues el tipo de relaciones que sostenga un adolescente y de las
personas con las cuales se relacione, puede contribuir a adoptar cierto tipo de
conductas, creencias y valores (Papalia et al., 2005).

Las amistades representan una relación más igualitaria que nace de la


elección y el compromiso, siendo así más inestables que en las relaciones
familiares. Señalan Papalia et al. (2005) “en la adolescencia surge la conciencia
del carácter distintivo de las amistades y de lo que cuesta mantenerlas” (p. 494).
La intensidad e importancia de las amistades, así como el tiempo pasado con
amigos, son mayores en la adolescencia que en cualquier otra época del ciclo
vital. Es en este período en que toman mayor valor la intimidad, la lealtad y el
compromiso. “La mayor intimidad de la amistad adolescente refleja la
preocupación de conocerse a sí mismos. Así, confiarse a un amigo ayuda a los
jóvenes a explorar sus propios sentimientos, definir su identidad y estimar su
propia valía” (Papalia et al., 2005, p.495). Así, el adolescente tomará conciencia
de sí mismo precisamente interactuando con otros y recibiendo
retroalimentación de ellos, logrando en este proceso formar una imagen de sí
mismo y modificando la forma en que percibe y se enfrenta a la realidad,
integrándose y adaptándose al contexto.

Los grupos de amigos han sido definidos consistentemente como


contextos en los que predomina la confianza, la ayuda mutua, y en general el
afecto (Mitzel, 2005; cp. Moreira, Sánchez y Mirón, 2010). Existe una importante
diversidad en la vivencia de las relaciones de amistad. Tal como mencionan
Fuertes, Martínez y Hernández, (2001) “las diferencias en las relaciones de
amistad vienen marcadas por la edad y el sexo propio del adolescente” (p. 532).
Adicionalmente, “en lo que se refiere a la importancia de la edad, la mayor parte
de los trabajos vienen a concluir que durante los años de la adolescencia la
importancia de la intimidad aumenta con la edad” (Fuertes, Martínez y
Hernández, 2001, p. 532). Además, el número de relaciones de amistad íntimas
que poseen los adolescentes también varía, ya que, al desear mayor intimidad
en las relaciones a medida que aumenta la edad, también aumenta la
selectividad en estas, reduciendo así el número de amistades íntimas a medida
que aumenta la edad (Fuertes, Martínez y Hernández, 2001, p. 532).

Considerando el género de los amigos de los adolescentes, es decir, si


las amistades pertenecen al mismo sexo o por el contrario pertenecen al
opuesto, “generalmente se asume que las amistades de distinto sexo son
menores en la adolescencia temprana, para verse incrementadas
posteriormente, aunque en términos generales los amigos íntimos del mismo
sexo son más numerosos que los del opuesto” (Claes, 1992; cp. Fuertes,
Martínez y Hernández, 2001).

Profundizando en cuanto al género y retomando lo establecido por


Franzoi (2007), tal característica se considera influyente en las relaciones
interpersonales. Según Tovilla, Trujano y Dorantes (2010) las relaciones
interpersonales son contactos profundos o superficiales que existen entre las
personas durante cualquier actividad dentro de un contexto de participación
social, que depende directa o indirectamente de la postura personal del individuo
en cuestión. Basándose en esto, se han dado algunas investigaciones que
señalan que los procesos de socialización de cada género determinan el tipo de
comunicación que establecen hombres y mujeres. (Giordano, Longmore y
Manning, 2006; MacGeorge, Graves, Feng y Burleson, 2004; cp. Ríos y
Christou, 2010). Esto lleva a hacer una diferenciación entre dos formas distintas
de comunicación en función del género. Por un lado, se identifica que los
hombres tienen una forma de comunicarse más cercana a la dominación,
mientras que la forma de comunicación de las mujeres es más cercana a la
compasión (Ríos y Christou, 2010).
Otros aspectos que se subrayan en estas investigaciones hacen
referencia a como los hombres evaden a menudo conversaciones vinculadas a
la intimidad, mientras que las mujeres tienden a manifestar sus problemas y a
contárselos a sus amigas (Ríos y Christou, 2010). Las chicas tienden a compartir
mayor proporción de información personal, sentimientos y emociones con sus
amistades, mientras que los chicos comparten en sus relaciones de amistad
mayor cantidad de actividades e intereses que informaciones personales
(Fuertes, Martínez y Hernández, 2001). En concordancia con lo anterior,
(Douvan y Adelson, 1966; Sharabany, et al., 1981; Buhrmester y Furman, 1987;
Sherrod, 1989; Jones y Dembo, 1989; Burrhmester, 1990; cp. Fuertes, Martínez
y Hernández, 2001) mencionan que “las chicas sistemáticamente informan de
mayores niveles de intimidad en sus relaciones de amistad con sus amigas que
los chicos con sus amigos”.

Adicional a esto, Domínguez (s.f.) expone que la cultura y el tiempo en


que se vive también modifican la forma en que se dan las relaciones de amistad.
Cada cultura expresa su comportamiento de amistad de distinta manera, pero
los valores relativos se mantienen, siendo estos: el surgimiento y mantenimiento
de una relación de amistad en libertad, teniendo siempre presente el deseo
mutuo de las dos personas y su compromiso. Las formas de amistad, como se
aclara anteriormente, cambian según la sociedad, tiempo y presiones de cada
época y esto se ve altamente reflejado en la popularidad adquirida por el “Chat”
en Internet, donde la gente se puede comunicar con las personas que deseen
rápida y fácilmente de modo impersonal y descomprometido.

En la vida contemporánea, la comunicación entre amigos adolescentes no


sólo se da en persona, sino que suele darse por las Tecnologías de Información
y Comunicación (TIC); ya que “la sociedad ahora cuenta con medios poderosos
como la Internet, redes globales de comunicación móvil, ubicua y multimodal,
todo al servicio de intereses y valores que se debaten, modifican y deciden con
autonomía creciente por parte de los actores sociales” (Tsuji, García, Montivero,
Ortiz y Tato, 2010, p. 182). Las TIC median las relaciones de amistad en
numerosas situaciones, modificándolas e influyéndolas, generando así nuevas
formas de organización en las amistades de los adolescentes (Boyd y Ellison,
s.f.).

En línea con lo anterior, las TIC son entendidas como “el conjunto de
herramientas, equipos, programas informáticos, aplicaciones, redes y medios,
que permiten la compilación, procesamiento, almacenamiento y transmisión de
información” (Instituto de Ciencia Política [ICP], 2008; cp. García, 2009, p. 21).
Según Moral (2001), las TIC fomentan:
…nuevas formas de ocupación e interacción social. Desde ellas, se
contribuye a la propagación espacial, a nuevas formas de
conocimiento, lenguajes y relaciones sociales entre las personas,
donde este nuevo espacio de interacción, o ciberespacio, se utiliza
frecuentemente para relacionarse con otras personas o con el
deseo de pertenecer a grupos con los que se comparten intereses
(p. 15).
Desde la perspectiva de las ciencias sociales, el desarrollo de las TIC ha
sido un proceso rápido que ha impactado diferentes aspectos de la vida del
hombre (Gutiérrez et al., 2007). Bericat (1999; cp. Moral, 2001) sostiene que
estas nuevas TIC han generado cambios en el ámbito tecnológico (impacto de
los ordenadores y las redes telemáticas), cultural (transformación del
conocimiento y la expresión) y social. Según Bargh y McKenna (2004; cp. Ross
et al., 2009) la Internet combina a todas las formas de comunicación ya que, por
ejemplo, a través de ella puede transmitirse información en masa (como la radio
y la televisión) pero también se pueden dar conversaciones privadas (semejante
al uso del teléfono).
En línea con lo anterior, el impacto de las redes sociales cibernéticas no
sólo está presente en las relaciones afectivas de amistad, sino que se ha
traspasado a las relaciones familiares y ya presenta una problemática. Tal
condición la destacan Ross y Sigüenza (s.f.), quienes señalan que la mayoría de
los usuarios de las redes sociales son los jóvenes, y estos, al sumirse en la red,
pierden relación familiar alguna y con dificultad distinguen entre el mundo real y
el virtual. Esto se debe al bombardeo de datos provenientes del Internet que no
permite a los jóvenes reflexionar sobre las vivencias e integrarlas de forma
coherente en la propia vida, ignorando lo que sus padres les dicen, por
consecuencia, el uso de redes sociales en Internet (entre ellas el Facebook)
sustituye parcialmente la interacción familiar.
Resulta obvio entonces que la Internet tiene el potencial para cambiar la
forma en que la gente se comunica. La capacidad de Internet para transformar
las relaciones interpersonales ha tenido relevancia dentro de las investigaciones
que han analizado el impacto de esta tecnología en la vida de las personas
(Herrero, Meneses, Valiente y Rodríguez, 2004; Boyd y Ellison, s.f.). Moral
(2001) denomina a las relaciones establecidas dentro de Internet como virtuales,
electrónicas, en línea o en la red; y a las relaciones que se desarrollan fuera de
Internet como relaciones de la vida real, 3-D, off-line o fuera de la red.
Las redes de comunicación se han convertido en un medio de uso común,
entendiendo la red social como una “integración de instituciones públicas y/o
privadas, comunidades o líderes que coordinan, comparten e intercambian
conocimientos, experiencias y recursos, con el propósito de alcanzar un objetivo
común, en respuesta a una situación determinada” (Tenzer, Ferro y Palacios,
2009, p. 3), indicando además que son “espacios de encuentro entre
organizaciones, redes, asociaciones e individuos, que tienen expectativas
similares y en donde pueden intercambiar contenidos, desarrollar aplicaciones y
se busca que encuentren respuesta a alguna de sus inquietudes y necesidades”
(Tenzer et al., 2009, p. 3).
Además de cumplir una función interpersonal, las redes sociales son
usadas como medio para la interacción por medio de dispositivos como chats,
foros, juegos en línea o blogs (Fernández, 2010), por ende cumplen una función
de red social cibernética. Éstas son entendidas como una “estructura social de
relaciones entre usuarios a través de Internet” (Tenzer et al., 2009, p. 4). Boyd y
Ellison (s.f.) los llaman Sitios de Redes Sociales (SRS), definiéndolos como
“servicios basados en la Web” (p. 2) que dan a los usuarios la oportunidad de: (a)
crear un perfil (público o semi-público) dentro de un sistema estructurado con
información acerca del usuario, (b) conformar una lista de contactos con los que
están relacionados, y (c) tener acceso las conexiones hechas por ellos y por
otros dentro del sistema.
Uno de esos cambios ha sido la creación de Sitios de Redes Sociales
(SRS), en donde la gente no sólo conoce personas nuevas que compartan sus
mismos intereses, sino que también se mantienen en contacto con relaciones
interpersonales pre-existentes. De hecho, el tipo de relaciones establecidas a
través de las SRS pueden llegar a ser más fuertes que las que se podrían formar
cara a cara (McKenna et al., 2002; cp. Ross et al., 2009).

Los sitios de redes sociales (SRS) han interesado a millones de usuarios


provenientes de varias culturas, quienes los han incorporado a su vida cotidiana
dado el amplio rango de utilidades que presentan (Boyd y Ellison, s.f.):
La mayoría de los sitios (…) ayudan a extraños a conectarse sobre la
base de intereses compartidos, opiniones políticas, o actividades.
Algunos sitios atienden a diversos públicos, mientras que otros atraen
a la gente sobre la base de características comunes (…) Los sitios
también varían en la medida en que incorporan nuevas herramientas
de información y comunicación. (p. 1)
No obstante, Boyd y Ellison (s.f.) consideran que lo que hace únicos a los
SRS no son las utilidades que los caracterizan, sino el hecho que permiten a las
personas “articular y hacer visibles sus redes sociales” (p.2), ya que las personas
buscan comunicarse con conocidos que forman parte de sus redes sociales con
anterioridad por encima de conocer gente nueva, y, además, buscan compartir
información personal como fotos y videos por encima de compartir tópicos
temáticos en un foro jerarquizado. El incremento exponencial, tanto en
popularidad como en usuarios de los SRS, se debe a que se organizan
principalmente en torno a la gente, no a intereses particulares, siendo el individuo
(y no un tema específico) el centro de su propia red social (Boyd y Ellison, s.f.).
Esta característica “egocéntrica” de los SRS “refleja con mayor precisión las
estructuras sociales inmediatas” (Boyd y Ellison, s.f., p. 9), lo cual implica un
cambio en la organización de las comunidades cibernéticas. Un elemento
importante en los SRS es la exhibición de las conexiones, pues la lista de amigos
de un usuario permite acceder a los perfiles de cada amigo; de hecho, esta
exhibición pública de conexiones ejerce la función de ser una señal de identidad
que permite navegar en la red social (Donath y Boyd, 2004; cp. Boyd y Ellison,
s.f.).
Según García (2009) “los SRS son una innovación reciente en Internet” (p.
32). Sin embargo, si se atiene a la definición dada, la primera red virtual de
amigos nace en 1997 con el sitio Sixdegrees.com, mientras que el auge de los
sitios de redes sociales virtuales ocurre en el 2002 y se consolida un año
después con la llegada de sitios como MySpace y Hi5. A principios del 2004,
Facebook fue creado para miembros de distintas universidades, para luego
ampliar sus posibilidades de acceso a estudiantes de secundaria, profesionales
pertenecientes a grandes corporativas y, posteriormente, al mundo a finales de
2005 (Boyd y Ellison, s.f.). Una característica importante de Facebook es que, a
pesar del acceso no restringido a nuevos usuarios, igual se mantenían ciertas
condiciones de privacidad en redes cerradas (por ejemplo, redes de
universidades o redes corporativas); asimismo, Facebook se distingue de otros
SRS pues permite a los usuarios personalizar sus perfiles con “Aplicaciones”
(Boyd y Ellison, s.f.).
Facebook es definido por sus mismos creadores como “una herramienta
social que pone en contacto a personas con sus amigos y otras personas que
trabajan, estudian y viven en su entorno” (García, 2009, p. 22). El mismo ofrece
una gran variedad de aplicaciones para configurar el perfil de la persona, como
información básica sobre intereses afectivos, creencias religiosas y políticas,
información personal, interés en temas como música, películas y libros, entre
otros (García, 2009). Además, cuenta con la posibilidad de editar sus datos de
contacto, como número celular, dirección de residencia o página web, formación
profesional y actual empleo, además de otras aplicaciones como fotos, videos,
grupos y el muro que complementen su información (García, 2009).
Dentro del Facebook, el número promedio de miembros que componen la
red de una persona promedia los 120 contactos, compuesta por familiares,
amigos y allegados. Si esa red crece exponencialmente, entonces la cantidad de
potenciales contactos puede llegar a ser bastante numerosa. La palabra
“Amigos” puede ser capciosa para definir los contactos de Facebook, pues esta
conexión no representa una amistad en el sentido cotidiano de la palabra (Boyd y
Ellison, s.f.). Dado que la modalidad de Facebook sigue el sentido fuera de línea-
en línea, contrario a la modalidad común de los SRS (en línea- fuera de línea), es
necesario incluso una confirmación bidireccional para la amistad (Boyd y Ellison,
s.f.), es decir, para tener como amigo a otro usuario, es necesario que éste
confirme la solicitud y la acepte para empezar la interacción mutua.
Según Cáceres, Ruiz y Brändle (2009) una de las características de los
procesos de digitalización actuales (como el paso de las relaciones
interpersonales cara-a-cara a mediadas por Facebook) es que afectan no sólo a
los sistemas de acceso e intercambio de información, sino a las relaciones
intersubjetivas y comunicación interpersonal. Dichos autores exponen que los
procesos de comunicación interpersonal con mediación tecnológica, además de
multiplicar la posibilidad de relación con los contactos habituales permiten
nuevas formas de cercanía e intimidad recíproca con desconocidos a través de
redes sociales cibernéticas como Facebook, MySpace o Tuenti. Incluso, en
algunas ocasiones, las relaciones mediadas por la tecnología son preferidas a
las relaciones cara a cara, debido a que esto permite alterar y manipular la
información presentada al otro respecto a uno mismo, consiguiendo así una
respuesta diferente de la otra persona en relativa a la interacción realizada.

Concordando con lo anterior, Cáceres et al. (2009) mencionan que:

Puede resultar, en ocasiones, más sencillo manejarse con


relaciones virtuales (frente a reales) en la que es posible controlar,
en todo momento, el grado de implicación y eludir el conflicto
inherente a las relaciones humanas, salvar la soledad sin estar
con el otro, compartir sin comprometerse ni vincularse
afectivamente (p. 219).
Otro factor que contribuye a la preferencia de las personas para
relacionarse con amistades a través de SRS como Facebook, es que estas
redes tienen la facilidad de comunicar “emociones, anonimato, sensación de que
las consecuencias no repercuten en la vida real, bajo coste, refuerzo social
inmediato, accesibilidad permanente”, entre otros (Beranuy y Sánchez-
Carbonell, 2007; Sánchez-Carbonell y Beranuy, 2007; cp. Beranuy et al., 2009,
p. 480). En estos medios la comunicación suele ser textual, careciendo de
señales visuales y señales no verbales típicas de las interacciones cara a cara,
que sirven para extraer información relevante del otro (Moral, 2001). La falta de
estas señales junto al anonimato fomentan que las personas se presenten con
un yo ideal en mayor medida que en una interacción personal (Moral, 2001).

Cabe resaltar que a través de medios virtuales es más fácil que las
personas elijan cautelosamente lo que quieren decir y cómo quieren decirlo
(Moral, 2001). Según Beranuy et al. (2009) las herramientas electrónicas afectan
el autocontrol de las personas, dando origen a las diferencias entre la
comunicación virtual y la comunicación personal. Tidwell y Walther (2002; cp.
Ross et al., 2009) observaron que en las conversaciones a través de SRS se
daba una mayor cantidad de autorrevelaciones (recuérdese la definición de
Franzoi dicha inicialmente) y se hacían preguntas personales más profundas
que en las conversaciones cara a cara.

No sólo la información que se dice es alterada, también la presentación de


uno mismo cambia al relacionarse por SRS. Los actos comunicativos que se
desarrollan en redes sociales como Facebook se basan en muchos casos en
pretensiones de poder con el objeto de conseguir beneficios concretos en las
relaciones que se dan entre los adolescentes; estos engaños y falta de
sinceridad, pueden dotar a la persona de un perfil más atractivo cuando
realmente no es así (Ríos y Christou, 2010). Debido a esto, Cáceres et al. (2009)
realizaron un estudio para mostrar cómo los jóvenes se presentan ante los otros
a través de los procesos de comunicación interpersonal con mediación
tecnológica, interesándose en conocer como los jóvenes construyen y re-
construyen su identidad en los escenarios de la vida cotidiana. Los datos de
dicha investigación ponen de manifiesto la existencia de una conducta de
modificación de la propia identidad por parte de los jóvenes al establecer
relaciones en línea, particularmente vinculadas a contextos de diversión, pero
también presente en entornos como la búsqueda de amigos o la participación de
debates.
En cuanto a los perfiles observados, Szpillbarg, Cabrera y Barrero (2009)
encontraron que los chicos que actualizan su Facebook con más frecuencia son
aquellos que más “amigos” tienen y que más fotos publican en su perfil, y estos,
a su vez, son los que más comentarios realizan sobre las publicaciones que
realizan sus “amigos”. Esto podría ser un indicativo de una relación circular en la
que el uso genera a su vez más uso, ya que los adolescentes al comentar una
foto o un muro esperan respuestas de sus amigos (Szpilbarg et al., 2009). Estas
autoras también encontraron que las mujeres tienen muchos más “amigos” que
los hombres y actualizan su Facebook con mayor frecuencia, además de publicar
más fotos que estos (Szpilbarg et al., 2009). Además, se encontró que existe una
polarización en lo que respecta a la frecuencia con la que las personas
actualizan su cuenta de Facebook: o lo hacen todos los días (la mayoría), o con
muy poca frecuencia (Szpilbarg et al., 2009).

Por su parte, Ross et al. (2009) realizaron un estudio para evaluar cómo
las características de personalidad de estudiantes universitarios (definidas a
través del Modelo de los Cinco Factores) y lo competentes que fueran con la
Comunicación Mediada por Computadora (CMC) influyen en el uso del Facebook
para propósitos de interacción social. Encontraron que el 85% de ellos tenían
una cuenta de Facebook y el 79% se conectaba a Facebook entre 10 y 60
minutos al día todos los días.
Ross et al. (2009) evaluaron la frecuencia de uso de las funciones más
comunes encontradas en el perfil del Facebook, como lo son el uso del muro
(foro público donde otros usuarios de Facebook pueden colocar mensajes en el
perfil de uno); colocar fotos; enviar mensajes privados (permiten a los usuarios
comunicarse entre ellos de manera privada a través del servidor del Facebook);
el uso del pinchazo o “poke” (permite a un usuario de Facebook indicar interés o
un intento de hablar con otro usuario); participar en grupos (foros en línea donde
usuarios con intereses similares pueden unirse y discutir alrededor de un tópico
particular); colocar y participar en eventos (eventos de la vida real); cambiar su
estatus (permite a un usuario de Facebook indicar qué está haciendo en ese
preciso momento); y hacer comentarios (donde un usuario de Facebook puede
comentar en un material colocado por algún amigo, como las fotos).
Contrario a las hipótesis que Ross et al. (2009) plantearon, encontraron
poca relación entre los distintos factores de personalidad y la frecuencia de uso
de las distintas aplicaciones del Facebook, es decir, las características de
personalidad estaban asociadas solamente a la preferencia de algunas
aplicaciones, más que tener un carácter explicativo del uso de Facebook. No
obstante, encontraron que las personas introvertidas representan más su
verdadera identidad “en línea” mientras que las extravertidas lo hacen más
“fuera de línea”; dado que el Facebook favorece las relaciones formadas primero
personalmente, su uso podría representar una desventaja para las personas
introvertidas, a quienes se les dificulta el contacto cara a cara, y su uso de
Facebook podría ser limitado (Amichai-Hamburger et al., 2002; cp. Ross et al.,
2009).

En contraparte, Cáceres et al. (2009) proponen que el hecho de que la


comunicación sea realizada a través de un computador, no implica
necesariamente que ésta sea más impersonal en comparación con un
intercambio comunicacional realizado en persona. Según Walther (2008; cp.
Cáceres et al., 2009) existen tres categorías de relaciones personales con
mediación de los ordenadores: a) Impersonales: presencia del ordenador como
factor de despersonalización, b) Interpersonales: en ciertas circunstancias se da
una verdadera comunicación interpersonal, semejante a la de las
comunicaciones cara a cara, de modo que no necesariamente puede afirmarse
que la mediación del ordenador genera comunicación impersonal, y c)
Hiperpersonales: la comunicación mediante ordenadores puede facilitar las
condiciones para que la comunicación fluya con mayor claridad o intimidad, ya
que la mediación de la tecnología puede remover obstáculos que impiden una
comunicación interpersonal de calidad.

Puede verse, entonces, que la comunicación realizada por computadora


hace que la tipología de las relaciones interpersonales se amplíe en comparación
a las limitaciones inherentes a las relaciones cara a cara (Cáceres et al., 2009).
Aunque en estudios anteriores al surgimiento de Facebook (véase Moral, 2001, y
Levis, 2001) se creía que los SRS reemplazarían la comunicación cara-a-cara
como el medio preferido de relacionarse con otros, siete años más tarde de la
creación de Facebook podemos notar que esta herramienta representa sólo otra
forma útil de comunicarse y socializar virtualmente, especialmente entre los
jóvenes, permitiendo que se relacionen con otros, mantengan lazos de amistad,
de compañerismo y de afecto, que se constituyen en un espacio de interacción a
partir de un perfil o identidad, para darse a conocer ante los demás (Cáceres et
al., 2009), pero que no reemplaza completamente a las relaciones
interpersonales desarrolladas en la vida real.
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