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FORMADORES
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La formación aparece de nuevo -en otros tiempos fue la educación- como el
instrumento más potente para democratizar el acceso de las personas a la cultura, a la
información y al trabajo. La formación, por tanto sigue siendo un tema prioritario y con una
gran potencialidad, lo que justifica la demanda creciente de invertir en formación..
Para nuestro interés, y una vez introducido el concepto formación, habría que centrar
qué tipo de formación es la que propician los procesos de innovación. Debesse (1982)
diferenciaba entre autoformación, heteroformación e interformación. La autoformación
es una formación en la que el individuo participa de forma independiente y teniendo bajo su
propio control los objetivos, los procesos, los instrumentos, y los resultados de la propia
formación. La heteroformación es una formación que se organiza y desarrolla "desde fuera",
por especialistas sin que se vea comprometida la personalidad del sujeto que participa. Por
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último, la interformación se refiere a la formación que se produce en contextos de trabajo en
equipo, entre.
Las innovaciones las piensan personas y las implantan personas. Personas que poseen
su formación, su conocimiento práctico, su biografía, su estilo de aprendizaje. Parece que hay
coincidencia en afirmar que los procesos de formación han de atender necesariamente a lo
que hemos venido denominando la dimensión personal del cambio, es decir la atención al
impacto que la propuesta de innovación tiene o puede tener en las persona del formador: sus
creencias, valores, sentimientos (Sikes, 1992).
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concepto y proceso de apendizaje por la experiencia. Este autor define el aprendizaje como
“el proceso mediante el cual se crea conocimiento a través de la transformación de la
experiencia” (p. 38). Para este autor, el aprendizaje es un proceso continuo fundamentado en
la experiencia, que requiere la resolución de conflictos, que implica transacción entre
personas y el ambiente, y que esta transacción se simboliza a través del término experiencia.
Quizás la aportación más característica de Kolb sea la de entender el proceso de aprendizaje
experiencial como un ciclo de cuatro etapas que implica cuatro modos de aprendizaje
adaptativo: experiencia concreta, observación reflexiva, conceptualización abstracta, y
experimentación activa. En este modelo, la experiencia concreta/conceptualización abstracta
y la experimentación activa/observación reflexiva son dos dimensiones distintas, cada una
representando dos orientaciones adaptativas opuestas.
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en la autonomía, participación y liderazgo por parte del adulto que toma la iniciativa de
aprender solo o en equipo (Bryan, 1993).
A tres implicaciones llegan los autores que son de interés porque podemos ponerlas
en relación con los procesos de formación y aprendizaje adulto:
* Cuando los sujetos que aprenden perciben discrepancia entre la situación actual y la meta
prevista, el modelo sugiere que el sujeto escoge actuar basándose en lo que él o ella predice
que reducirá la discrepancia: se puede escoger entre cambiar el plan, modificar los niveles del
plan, inventar nuevos métodos, etc. para incrementar el grado de progreso. Ello ocurre
cuando las metas de los proyectos de innovación son demasiado amplias y como tal se
perciben por los formadores.
* Un progreso continuo en el desarrollo de la tarea académica pero a un ritmo más bajo del
esperado puede generar reacciones personales negativas, y llevar a desimplicarse de la tareas.
* La implicación de las personas crece cuanto mayor retroacción interna respecto a la tarea
desarrollen. Ello tiene que ver con la percepción de la propia eficacia.
Guskey parte de la idea de que los formadores son capaces de modificar su conducta
docente sin estar totalmente convencidos de que lo que están haciendo vaya a repercutir
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positivamente en los alumnos. Es más, afirma que las innovaciones o propuestas de cambio
han de ser "explicadas" a los formadores con la suficiente claridad para que éstos puedan
llevar a la práctica las nuevas ideas. La idea de analizar los procesos de cambio como
secuencias cíclicas de fases que se suceden progresivamente ha sido utilizada por algunos
investigadores para explicar cómo cambian las personas. Así, Prochaska y otros (1992)
estudiaron los procesos de cambio en conductas aditivas (fumadores por ejemplo),
encontrando que se producía una evolución desde la etapa de consideración previa en donde
no existe intención de cambio de conducta en un futuro próximo, fundamentalmente porque
los individuos no pueden buscar la solución porque no ven el problema. Una segunda etapa se
denomina toma de consideración y es la etapa en la que las personas empiezan a ser
conscientes de que tienen un problema y que están pensado seriamente abordarlo, pero aún
no han llegado a un compromiso de acción: se sopesan pros y contras. La Preparación: es la
etapa que combina intención y conducta y en ella los individuos están intentando iniciar
acciones de cambio. Acción es la fase en la que los individuos modifican su conducta, sus
experiencias o ambiente para abordar sus problemas; implica cambios de conductas y
requiere compromiso de tiempo y energía. La última etapa es la denominada de
Mantenimiento y es cuando la gente trabaja para consolidar lo conseguido.
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En esta línea, se entiende que el desarrollo es un proceso que no es estático ni
uniforme, sino caracterizado por un cambio constante, y por ello, los modelos teóricos se
deben centrar en describir y explicar la naturaleza de los cambios y los procesos de cambio de
las personas adultas. Diferentes autores han venido a coincidir en que, de las diferentes
teorías sobre el desarrollo, las que aportan mayor información y permiten una adaptación más
apropiada al desarrollo de personas adultas son las Etapas de Desarrollo Conceptual-
Intelectual-Cognitivo de Hunt, las Etapas del Desarrollo Moral de Kohlberg, y las Etapas
del Desarrollo del Yo de Loevinger (Marcelo, 1995). Así, la primera etapa se caracterizaría
por un nivel conceptual "concreto", ligado a la acción, con una necesidad de control de las
situaciones, inseguridad y sumisión a la opinión de los que se consideran como superiores.
En la dimensión del desarrollo del yo, esta etapa se caracteriza por un elevado conformismo
con las normas y reglas sociales imperantes, así como por el deseo de agradar a los iguales.
Por último, desde el punto de vista de los valores, los individuos muestran igualmente una
tendencia a identificarse con los valores y creencias de la mayoría, asumiendo de forma
acrítica convencionalismos sociales. No resulta difícil pensar en esta primera fase como
aquélla por la que atraviesan muchos formadores principiantes, así como por supuestos
alumnos en prácticas, cuando se inician en la profesión docente. Las situaciones de
inseguridad, y preocupaciones (más adelante trataremos específicamente este aspecto referido
a la evolución de las preocupaciones de los formadores) representan el principal problema a
afrontar como formador.
Una segunda etapa viene caracterizada por una mayor capacidad de abstracción, de
ser capaz de diferenciar entre hechos, opiniones y teorías. El sujeto adulto comienza a ser
capaz de resolver sus problemas sobre la base de un razonamiento inductivo o deductivo.
Desde el punto de vista personal, esta evolución se manifiesta por una mayor autonomía, así
como una comprensión más consciente y relativa de las leyes y valores sociales. La tercera
etapa corresponde a un elevado nivel de desarrollo conceptual, abstracción, simbolización y
capacidad de resolución de problemas. A nivel social los sujetos son capaces de mantener
relaciones interpersonales recíprocas y ricas que pueden favorecer un clima de colaboración.
Es la etapa que caracteriza a los formadores expertos, formadores que saben hacer y que son
responsables de lo que hacen. Formadores que destacan en algún campo específico, en alguna
materia o nivel de enseñanza; formadores que son sensibles a las demandas de la tarea a
realizar, que resuelven problemas con más rapidez y flexibilidad.
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Esta idea ha sido asumida por Yinger (1991), quien propone utilizar el concepto
"working knowledge", para hacer ver que el conocimiento se produce en diferentes
situaciones, y en función de las siguientes características: El conocimiento no es solamente
una cuestión del pensamiento y la persona, sino de relaciones que esas personan mantienen;
Aprender (llegar a conocer) implica mantener relaciones funcionales con el propio ambiente;
y la buena enseñanza crea oportunidades para aprender a pensar y actuar en relación al
ambiente. Estas características son muestra de una nueva forma de pensar sobre la enseñanza
y la formación, puesto que, en palabras de Yinger: "Estamos comenzando a ver que los
enfoques y las concepciones cambian desde lo individual a lo cooperativo y comunitario, de
centrarse en la información a hacerlo en la acción, desde supuestos mecanicistas a
supuestos organísmicos, desde la medición a la narrativa, desde la abstracción a la
concreción, desde las operaciones a las conversaciones" (Yinger, 1991:5).
Resulta de gran interés y proyección este enfoque, puesto que pone de manifiesto que
la unidad de análisis del aprendizaje adulto son los procesos de interacción social, llamando
la atención al análisis conversacional: “la conversación se considera el contexto natural en
el que las habilidades cognitivas de los sujetos se transforman en acciones y se construyen
en torno a la interacción interindividual” (Schubauer-Leoni y Grossen, 1993:452). El análisis
de esta interacción, y de los procesos de internalización que provoca (Wertch y Stone, 1985)
debería ser objeto de estudio en futuras investigaciones. Smagorinsky (1995) plantea la
necesidad de que los investigadores se centren en analizar y comprender las relaciones que se
dan entre las herramientas mediacionales (fundamentalmente el discurso), sus usos culturales
dentro del grupo de aprendizaje, y su significado de uso en ambientes de aprendizaje, así
como la comprensión intersubjetiva de las tareas a realizar.
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La formación y su impacto en la organización: El aprendizaje Organizativo
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La Evaluación de la Formación
Me gustaría destacar las palabras de Joyce y Showers (1988) cuando establecen que
"Diseñar la evaluación de programas de desarrollo profesional es difícil por las siguientes
razones. Primero, por supuesto, el sistema es amplio y complicado. Segundo, la forma como
se lleva a cabo cada actividad y programa está muy influida por su contexto. La energía y el
interés de las escuelas y de los formadores amplía o disminuye los efectos de la actividad de
formación. Tercero, las actividades de desarrollo profesional tienen como última meta
influir en el aprendizaje de los alumnos a partir de una cadena de fenómenos... Se debe
estudiar la secuencia completa. Cuarto, la medida de muchas de las variables presenta
dificultades técnicas. Para informar sobre el desarrollo de una actividad de formación se
requiere la recopilación de datos por parte de observadores entrenados...Quinto, las
limitaciones de presupuesto casi siempre producen la necesidad de estudiar muestras en
lugar de la población en su totalidad. Sexto, las buenas evaluaciones se llevan a cabo en
contra lo que habitualmente se entiende por 'evaluaciones'. La práctica más corriente
consiste en utilizar cuestionarios en los que se pregunta a los participantes que valoren la
actividad y a menudo al formador y a los organizadores." (Joyce y Showers, 1988:111-112).
Otra de las funciones a las que se refería Carr y que desarrolla Nevo (1995) es
entender que la evaluación, entendida desde una perspectiva formativa conduce a la
profesionalización de los formadores. Ello es así porque la innovación significa también
formación. Se asume generalmente que la escuela es un lugar para los alumnos, pero también
lo es para que los formadores aprendan, se desarrollen: "Si entendemos la enseñanza como
una profesión, y por tanto esperamos que los formadores planifiquen, desarrollen y evalúen
su trabajo, en lugar de que lleven a cabo de forma mecánica un curriculum planificado,
entonces la evaluación es una parte fundamental de su trabajo. Les ayuda a analizar las
necesidades de sus estudiantes en relación con las metas de la escuela, valora los recursos y
oportunidades disponibles, escoge estrategias instruccionales y evalúa la calidad de su
trabajo. Si seguimos una concepción profesional en lugar burocrática de la enseñanza, la
evaluación se convierte en una parte integral del trabajo de los formadores"(Nevo, 1995:44).
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formación en sus diferentes fases. Por último, evaluación como formación hace referencia a
estrategias de desarrollo escolar o de investigación-acción en las que es la evaluación
institucional el eje sobre el cual se construye y pivota un proceso de innovación (McMahon y
Bolam, 1990).
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LIMITACIONES DEL ¿Qué información se ¿Qué se espera conseguir?
DISEÑO necesita, cuándo?
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