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Otras aportaciones Papeles del Psicólogo, 2006. Vol. 27(2), pp.

104-115
http://www.cop.es/papeles

CAMBIOS SOCIALES Y TRASTORNOS DE LA


PERSONALIDAD POSMODERNA
Francisco Martín Murcia
Instituto de C iencias del C omportamiento

En el presente trabajo se describen las principales características de los cambios sociales del postmodernismo, así como el
impacto de dichos cambios en la formación de la personalidad, describiendo los patrones paradigmáticos de la sociedad ac-
tual y las exageraciones clínicas que formarían sus trastornos. Por otro lado, se analiza la posible relación de los trastornos de
personalidad como contexto de los trastornos de la conducta alimentaria, como la topografía en auge más relevante y por ha-
berse convertido en un problema de salud y en un referente mediático casi sin precedentes en la cultura terapéutica de nuestro
tiempo. Se reparará, por tanto, en los cambios sociales que pueden corroer el carácter hasta crear sujetos en los que el cuer-
po sería la base fenomenológica de la identidad del ser que se és. En la discusión, se hará hincapié sobre las dificultades te-
rapéuticas, en especial de la poco útil categorización y ensañamiento contra el síntoma.
Palabras c lave: Trastornos de la conducta alimentaria, cultura, trastornos de la personalidad, estudio teórico, postmodernismo

The present work aims to describe the main features of social changes that took place under postmodernism and the impact of
these changes in personality development. The paradigmatic patterns of the current society, and the clinical exaggerations
which would form their disorders, are also described. O n the other hand, the possible relationship of personality disorders as
a context for eating disorders is analysed, as it is the more relevant topography and it also become a health problem and a
mediatic referent in the current therapeutic culture. Social changes that could corrode the character until creating people whose
body would be the phenomenological base of their identity, being of one´s being, are emphasized
The discussion focus on therapeutic difficulties, and particularly on the useless categorization and rage against symptoms.
Key words: eating disorders, culture, personality disorders, theorical study, postmodernism.

bro de personalidad con el sugerente subtítulo “una in-


E
l estudio de la personalidad desde una óptica his-
toric ista o c ultural ha sido una tradic ión que se vestigación biosocial acerca de sus orígenes y su estruc-
remonta a autores provenientes de diversos cam- tura ”. En la ac tualidad, tanto Millon en su primera
pos de las ciencias sociales. A pesar de la especial rele- aproximación al tema -Teoría del A prendizaje Biosocial,
vanc ia de dic ho enfoque para la psic ología (Fuentes y en la que la personalidad era entendida como el patrón
Q uiroga, en prensa), dado que la identidad personal es de comportamiento resultante de la interacción temprana
un elemento clave de la realidad subjetiva y se halla en de contingencias biológicas y sociofamiliares-, como las
una relación dialéctica con la sociedad (Berger y Luck- propuestas más recientes que han sido realizadas desde
mann, 1968, pp. 214), probablemente no se le ha pres- el conductismo radical en la que ésta se entendería como
tado la c onsiderac ión que se merec e. Q uizá el énfasis el repertorio de c lases de respuesta selec c ionadas por
intrapsíquic o ha osc urec ido el c ontexto soc ial, aunque las contingencias relevantes en las que el lenguaje, gra-
ningún enfoque sensato daría por supuesto aquél sin el cias a su naturaleza simbólica, permitiría regular la con-
c onc urso de éste. Sea c omo fuere, en psic ología de la duc ta –y por tanto la c omunidad soc ioverbal sería el
personalidad poco se ha avanzado desde los textos clá- contexto que daría cuenta de quien uno es- enfatizan la
sicos de Freud, A llport, Ericsson, Sullivan o A dler. De he- cultura como la variable de raíz para explicar la emer-
c ho, inc luso el personólogo c ontemporáneo más gencia del yo (Pérez, 2004, pp.164) o la personalidad
influyente, T. Millon, c ogería prestado el enfoque que (Luciano, 2002). En este punto, se haría inevitable una
G ardner Murphy (1956) propuso y que plasmó en su li- historiografía del YO . El concepto de YO o sí mismo ha
sido una adquisic ión rec iente, siendo la revoluc ión c o-
Correspondencia: Francisco Martín Murcia. Instituto de Cien- mercial y la reforma protestante sus principales valedo-
cias del Comportamiento. Avda. Carlos III 432, 7ºJ 04720,
Aguadulce, Almería. España. res. El YO medieval era asimilado al rol socio-laboral,
E-mail: murcia@cop.es en el que el sujeto sabía quién era en función de la clase

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en la que había nacido; desde sus primeros días de vida Ilustración, en el que se afianzó la razón y observación
el individuo sabía dónde estaba, tenía gran seguridad c omo valores fundamentales, apoyándose en los avan-
en la firme pertenencia al grupo y era relativamente fácil ces de la ciencia, que había producido grandes descu-
tomarle la medida a la vida y a uno mismo, dado que el brimientos en la medic ina, industria y tec nología. Las
orden social prevalecía sobre los particulares (Bruckner, teorías psicológicas, como elementos de la definición so-
1996). La revoluc ión c omerc ial permitió la movilidad cial de la realidad, comenzaron su expansión, aumen-
vertical, la responsabilidad de ascender o descender, la tando el voc abulario para desc ribir el ser. En el plano
pérdida de la situac ión en c uanto miembro del grupo; psicológico, se trataba de una esencialidad distinta a la
los fines objetivos ya no eran obvios y la atenc ión se romántic a, donde la metáfora de la máquina, c on sus
centró en uno mismo como agente de su propio destino. nódulos, redes de asociación, actitudes y rasgos suscep-
De esta manera, el horizonte de la vida dependía de sí tibles de medición, sería paradigmática. Se habría pasa-
mismo y el problema primario pasó a ser la lucha por do del yo romántic o misterioso a un yo moderno
ser alguien. Pero al ganar la libertad también se perdió reconocible, seguro, estable y razonable (G ergen, 1991,
la seguridad, con lo que el exceso de éxito del individuo pp. 73-74).
traería una “era de tormento perpetuo” (Bruc kner, En el último c uarto del siglo XX se ha asistido a la
1996). La reforma protestante subrayó el debilitamiento c onc lusión de la transic ión modernista hac ia el postmo-
de los lazos sociales y el fortalecimiento de la responsa- dernismo, también denominado “c apitalismo tardío”
bilidad individual, yendo dicho individualismo religioso (Sennet, 1998), post- industrial o multinac ional (Jame-
de la mano del individualismo ec onómic o (G ardner, son, 1996, pp. 55), post- estruc turalista o c onsumista,
1947, pp. 853-862). A sí, el “self made man” moderno según el ítem que se tome de referenc ia. Se podría c a-
podría tener su debut en la ac tualizac ión luterana del rac terizar suc intamente por la ahistoric idad, subjetivis-
homo faber renacentista; como advierte Sennet “El indi- mo, individualismo, la ec losión de las tec nologías de
viduo protestante tiene que modelar su historia de modo alto nivel (G ergen, 1991), c onsumismo, multic ulturalis-
que dé como resultado un todo valioso y con sentido. El mo, vic timismo e infantilismo (Bruc kner, 1996) y una
individuo se vuelve éticamente responsable de su tiempo profunda modific ac ión de las c ondic iones laborales, en
vivido” (Sennet, 2000, pp. 109). El trabajo constante y el que la flexibilidad, la superfic ialidad y el riesgo serí-
esforzado hacia su futuro como expresión de la reden- an sus señas de identidad (Sennet, 2000, orig. 1998).
c ión, que implic a un uso disc iplinado del tiempo y la (Tabla 1 y 2).
función del trabajo como prueba del valor moral del su-
jeto, modelarían el carácter del protestante, en el que la
búsqueda de la autoestima y el rec onoc imiento de los TABLA 1
demás reforzarían la individualidad. DENOMINACIONES DE ORIGEN DEL POSTMODERNISMO
En el periodo romántico se produjo una expansión sin
precedentes en el vocabulario del Yo, en el que se subra- C apitalismo tardío
yó la esenc ialidad de los rasgos de la personalidad: C apitalismo post-industrial
amor, pasión, alma, espiritualidad, valentía, genio, ins- C apitalismo multinacional
piración, creatividad, talento, en definitiva, la existencia C apitalismo post-consumista
de una interioridad oculta que nos apremiaba a actuar C apitalismo post-estructuralista
(G ergen, 1991, pp. 43-51). El Romanticismo del XVIII y
XIX cuestionó la supremacía de la razón a la vez que se
distanciaba de la funcionalidad en pos de la imagina- TABLA 2
SEÑAS DE IDENTIDAD DEL POSTMODERNISMO
ción y la emoción hacia los demás.
A finales del XIX y XX, el zeitgeist se transformó de la A historicidad Multiculturalismo
mano de las cambiantes condiciones socio-económicas y Subjetivismo Victimización
polític as, en las que el embeleso romántic o (G ergen, Devaluación de la familia Infantilismo
1991, pp. 51) no era útil para el expansionismo mer- Individualismo Tecnologías de alto nivel
C onsumismo C ambios laborales: flexibilidad,
cantil y la amenaza de guerra. En la cultura occidental
superficialidad y riesgo
apareció el denominado “modernismo”, heredero de la

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PERSONALIDAD POSMODERNA

PARTE I: CAMBIO SOCIAL Y CAMBIO PERSONAL de comprensión del mundo- (O rtega, 1981, pp.158, ori-
“La personalidad es el individuo soc ializado” ginal 1914). Sin embargo, no parece que sea la búsque-
(Durkheim) da de c onoc imiento, sino la búsqueda de afec to el
Se ha venido observando una progresiva enfatizac ión método de la c ultura ac tual para asegurarse c ontra la
de los síntomas en el análisis psicológico derivado de los angustia (Horney, 1937, pp. 135), así como el afán de
c ontextos profesionales de salud mental, inversamente poder, fama y posesión, que se utilizarían como reperto-
proporcional a la investigación de la historia del sujeto; rios de una clase más amplia: el control o afianzamiento
así, los árboles no dejarían ver el bosque y la Historia de nuestra posic ión en y respec to a la soc iedad, para
Personal –del usuario de servic ios de salud mental- se dar al sujeto una sensación de mayor seguridad. La ne-
convertiría simplemente en una Historia C línica. Habría cesidad de control llevaría aparejada una enorme impa-
un paralelismo con la compleja situación actual en Espa- ciencia, irritabilidad, miedo al fracaso, baja tolerancia a
ña de la psicología, en la que el grueso de los profesio- la frustración y la incapacidad para construir relaciones
nales y académicos la entienden en su vertiente aplicada recíprocas. Podría decirse que dicho sujeto –en este caso
c omo una disc iplina eminentemente sanitaria que iría se trata de una descripción del neurótico moderno- vive
más allá –aunque no en perjuicio- de la psicología clíni- como si careciera de historia; se trata de una postura en
ca. A unque los criterios o causas materiales fundamen- la que el sujeto se evade de la responsabilidad de hacer-
talmente económicas –si se permite la alusión a Marvin se cargo de su propia existencia, como si no le incum-
Harris- estarían en la base de esta exclusivización o re- biera dirigirla. En ese sentido, siguiendo a O rtega, si el
corte de la investigación clínica en torno a los síntomas, hombre no tiene naturaleza sino historia y ésta sería la
lo c ierto es que los tratamientos psic ológic os –aun c on circunstancia a la que el sujeto estaría sujeto –en alusión
un nivel aceptable de eficacia- podrían verse mejorados a la formulación expuesta en Pérez (2003a, pp. 64)-, se
si se hiciera más psicología, si se conociera más y mejor diría que una enajenación de la misma sería como una
a la persona que requiere esos servicios. Pero se sugeri- enajenación de sí mismo. A sí, esta falta de historicidad
ría no empezar la casa por el tejado e iniciar la com- ha ido evolucionado culturalmente y ha tomado carta de
prensión del sujeto en el c ontexto mac rosoc ial que le naturaleza como uno de los síntomas que autores con-
daría sentido. De hecho, toda una corriente de teóricos y temporáneos dictaminan como prototípicos de la posmo-
profesionales han estado desarrollando c on ac ierto las dernidad (Jameson, 1996, pp. 232); la historia ha
relac iones entre el c ontexto soc io- c ultural y personali- perdido su sentido como fuente de conocimiento y direc-
dad. A sí, citaríamos a Horney que describió ciertas ca- ción personal/social. Ha referido Lasch (1999) que di-
racterísticas del sujeto moderno, que Lasch retomó, entre c ho alarde de ahistoric idad ac tual no debiera leerse
las que se encontraría la especial e intensa dependencia como una actitud optimista, sino más bien como la de-
de afecto y cariño, que les haría elevar la susceptibilidad sesperación de una sociedad incapaz de enfrentarse al
y el temor a ser heridos, lo que redundaría –paradójica- futuro. La pérdida de confianza en la política, de la que
mente- en una incapacidad para ofrecer lo que se de- el sujeto se ha distanciado tras el activismo social de los
manda (Horney, 1937, pp. 91). Dic ha dependenc ia e sesenta, se presentaría como la consecuencia del capita-
incapacidad para amar, se ejemplificaría en los arreglos lismo tardío, donde la política es ejecutada desde virtua-
neurótic os de la queja por los autos (baja autoestima, les multinac ionales despersonalizadas. Esta pérdida de
autoconcepto y autoafirmación), en la propulsión a alar- referentes para el sujeto podría c onsolidarse en un re-
dear de sí y de los objetos –extremo que se retomará un pliegue hacia el sí mismo, cuyo paradigma sería el Yo
posterior apartado, respecto al consumismo-, en la ma- narcisista. A punta el autor citado hacia una caracteriza-
nifestac ión de hostilidad hac ia los demás y en el c om- c ión psic ológic a de dic ho narc isismo –más allá de la
portamiento sumiso (Horney, 1937, pp. 33-36, pp.102). desc ripc ión superfic ial y simplista de sujeto egoísta y
De esa hostilidad ya daría c uenta O rtega al distinguir orientado hacia sí mismo- según la cual las dimensiones
entre el individualismo inactivo o autocomplaciente, en el de la personalidad narcisista serían el vacío interior, la
que el narcisista escondería su rencor y envidia, del indi- hostilidad, el exceso autorreferencial, el temor al fracaso
vidualismo c reador en el que siguiendo la formulac ión y a la vejez, las relaciones efímeras y deteriorantes, el
de W illiam James, el sujeto se hace valer por lo que ha- temor a la dependencia de los demás, la insatisfacción
ce –por los méritos, por apoderarse del máximo posible generalizada, el odio a uno mismo –más que el amor

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propio, en el sentido de Horney (1937, pp.143)- y la subjetivas conforman a un Yo tan volátil y efímero como
idolatrizac ión de famosos que sólo tienen en su haber las modas. La rápida obsolescencia de los objetos consu-
una buena imagen (Lasch, 1999, pp. 41-42). mibles interesa no sólo a los productores y mediadores
En referencia a las figuras de los medios de co- del poder adquisitivo, sino a los propios consumidores,
munic ac ión, G ergen ya c omentó que la invasión de la dado que el valor de los objetos –tal y como se ha apun-
televisión c omerc ial y otros formatos de c omunic ac ión tado- no residiría en sus propiedades materiales sino en
social, donde la presencia real o palpable de los sujetos la función nutricia psicológica (“tener personalidad, ju-
se hace innecesaria, ha hecho que dichas figuras entren ventud, libertad, seguridad”) que, al no estar sustentada
a formar parte significativa de la vida personal, siendo en una historia personal consistente sino en una acción
las celebridades un marco de referencia común (G ergen, inmediata y c irc unstanc ial, perdería vigor o efec to tras
1991, pp. 84-85). Respecto al referido repliegue hacia un repetido contacto con el sujeto, a modo de extinción
el interior, con el obvio subjetivismo y psicologismo re- psicológica. A sí, el Yo “ya no es hijo de sus obras” –si-
sultante, se sugiere que ha sido traído en parte por un guiendo la célebre frase cervantina de su Q uijote- sino el
despliegue de esc enarios terapéutic os (G ergen, 1991, resultado de un proyecto de marketing ajeno a su con-
pp. 34) desde los cuales se trata lo que se ayuda a man- trol. En la época posmoderna se ha producido la irrup-
tener, esto es, la valoración de la salud mental positiva y c ión –si no invasión- de las tec nologías de la
la búsqueda de un continuo estado psicológico ausente c omunic ac ión (G ergen, 1991, pp. 76- 90), trayendo
de malestar (que parece ser inversamente proporcional a aparejadas el aumento exponenc ial de c ontac to entre
la calidad de vida moderna), alentado por la cultura psi- sujetos y el inevitable c onoc imiento de otros yoes que
cológica y psiquiátrica tan extendida en nuestra época admirar, denigrar, querer, odiar, influir, desear, compe-
(Lasch, 1999, pp. 27-32). En esta línea, Pérez Á lvarez tir, entender y temer en el corto espacio que tiene la vi-
ha citado ejemplos de la impregnación social por la cul- da. Teniendo en cuenta que el contexto comparativo ha
tura clínica, como la cultura psicoanalítica, la cultura de aumentado vertiginosamente para los sujetos de nuestra
la autoestima y la psic ofarmac ología c osmétic a (Pérez, época y por tanto la competencia (por un buen trabajo,
2003, pp.40-41). Se apuntaría que este nuevo credo te- fama, buena imagen, éxito, poder, etc .), junto c on un
rapéutic o – que refuerza el autoesc rutinio psic ológic o aumento de las posibilidades reales y virtuales de con-
(Lasch, 1999, pp.72)- sea, entre otras cosas, uno de los trol, podría concluirse que existen unas condiciones so-
resultados de la mejora de las condiciones de vida y de ciales que facilitan las probabilidades de neurotizarse en
la transición o progreso del capitalismo, que ha pasado el sentido de Horney (1937, pp. 155). Dicha coloniza-
de la producción –del hacer- al mero consumo, lo que c ión del Yo (G ergen, 1991, pp. 100) generaría una
tendría un efec to psic ológic o más global en el sujeto, fragmentación, lo que unido al enorme aumento del dic-
afectando no sólo a su forma de vida sino también a sus c ionario personal para definir nuestros estados intros-
valores, deseos, miedos, objetivos y relaciones sociales. pec tivos o privados, c onc luiría en una frac turac ión o
La ética del trabajo como derecho y responsabilidad mo- disipac ión de un Yo, que sería –en palabras de Pérez
ral y material ha dado paso al concepto de trabajo co- Á lvarez- más contingente que consistente (Pérez, 2001).
mo libertad para c onsumir, derivándose de aquí que El extraordinario incremento del contacto con otras per-
consumir es genuina autonomía, aunque en realidad se sonas facilitaría el diálogo privado sobre ellos, sus esce-
ha pasado del control familiar al control de las grandes narios y situaciones, con lo que la vida subjetiva se ha
c orporac iones que operan a través de la public idad ido expandiendo y tomando una relevancia insospecha-
(Lasch, 1999, pp. 101-102). El comportamiento consu- da en otras épocas. Tanto el subjetivismo como la satu-
mista, como uno de los grandes resultados de la sociali- ración social podrían ser los valedores del paso de un
zac ión del Estado del bienestar, tendría a su vez un Yo estable a otro circunstanciado al extremo en sus múl-
efecto en la conformación del Yo; podría decirse que el tiples relaciones. El subjetivismo, entendido como ruptura
Yo se reencarna, en gran medida, en los productos que con la antigua Verdad modernista, sería, pues, otra seña
se consumen; ya no se venden objetos, sino propiedades de identidad del postmodernismo; se refiere a la posi-
psicológicas (p.ej. jeans que son “libertad”, coches que c ión de c ada c uál c omo c riterio de verdad (Pérez,
son “elegancia”, cremas que son “juventud”, ropas que 2001). El constructivismo sería el enfoque que conviene
dan “personalidad”). Dic hos objetos c on propiedades a la fragmentación generalizada de la época actual. La

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PERSONALIDAD POSMODERNA

verdad dependería entonces del punto de vista del ob- logismo dado por ejemplo en el aumento de la ansiedad
servador y por tanto lo que c onsideramos realidad no en el escrutinio psicológico del menor, han licenciado a
sería sino una construcción dependiente de la perspecti- la familia de sus responsabilidades en pos de organiza-
va previa del sujeto (G ergen, 1991, pp. 127, W atzla- ciones e instituciones sociales (Horney, 1937, pp. 70-71;
wick, 1998, pp. 11). Sin embargo, este constructivismo, Lasch, 1999, pp. 286). En todo caso, el exceso de aten-
a diferencia del orteguiano en el que la intervención del ción auto-focalizada se ha advertido como básico en la
hombre en la realidad supone una responsabilidad en el mayoría de los trastornos psicológicos (Morrison, 2003),
conocimiento y ese gravamen o esfuerzo es lo que re-va- dado que puede ir en detrimento de la funcionalidad de
loriza la existencia (O rtega, 1914/1981, pp. 147), dis- la persona, “interponiéndose ante los problemas de la
culpa al sujeto de ser agente del saber. Por otra parte, se vida para acabar anteponiéndose a ellos” (Pérez, 2003,
socava el supuesto de una estructura yoica estable, aun- pp. 26, pp. 88). De hec ho, la hiperreflexividad sobre
que no se ac lare pertinentemente si la mente seguiría ciertos eventos psicológicos se apunta como una condi-
existiendo –c osific ándola o identific ándola c on el c ere- ción relacionada incluso con trastornos devastadores co-
bro- o se hablaría de ella metafóricamente, por lo que se mo la esquizofrenia (Sass, 2003). Si esto es así, el sujeto
podría estar cayendo en el error denunciado por N ietzs- se construiría en esta trama social, en la que la identi-
che de confundir el modelo con la cosa representada y dad personal es difícil de mantener establemente en un
ac abar siendo utilizado por la metáfora (N avarro, coro social tan contradictorio; no es tan extraño que la
1981, pp. 426). En todo caso, se da un predominio al formación del Yo pudiera resultar con mayor frecuencia
lenguaje -que no es que antes no lo tuviera, recordando esquizoide (yo fracturado o escindido siguiendo la des-
de nuevo a N ietszche y la tradición filosófica analítica- cripción de Laing), límite (múltiples yoes con presentacio-
como si todo fuera lenguaje, siendo que se construye la nes inestables, desdibujadas y extremadas) o narcisista
realidad (externa y subjetiva) en la interacción con la co- en el sentido apuntado anteriormente.
munidad socioverbal, a lo Vigotsky (aunque se eche en En otro orden de cosas, no podrían obviarse los cam-
falta su c ita en los textos c onstruc tivistas c onsultados). bios sobrevenidos en el trabajo. Dichos cambios en las
A sí, sin relación, no habría lenguaje que conceptualice c ondic iones laborales, que fueron desc ritos c on gran
las emociones, pensamientos o intenciones del yo (G er- ac ierto por Sennet (2000), han obrado modific ac iones
gen, 1991, pp. 204) y “la autobiografía pasa a ser so- en el carácter, entendido como el valor ético que atribui-
c iobiografía” (G ergen, 1991, pp. 211). Respec to a la mos a nuestros deseos y a nuestras relac iones c on los
identidad del yo, el posmodernismo partic iparía de la demás. Dicho autor subrayó que el capitalismo industrial
pluralidad de yoes y de un self en proceso continuo, más había dado paso a un nuevo régimen, cuyas característi-
que de la mismidad persistente moderna. Ya Lawson ha- cas serían la reinvención de la burocracia, la flexibilidad
bló de la crisis del realismo y objetivismo, colocando a de la produc c ión y la c onc entrac ión sin centralizac ión.
la reflexividad en su punto de mira: “La situación posmo- En síntesis, se tendría que las demandas cambiantes del
derna es por cierto de crisis, una crisis de nuestras ver- mundo exterior no sólo modificarían los productos con-
dades, de nuestros valores, de las c reenc ias que más sumibles, sino también las organizaciones empresariales
apreciamos. Una crisis que debe su origen, su necesidad (Sennet, 2000, pp. 53). C onsec uenc ia de ello sería la
y su fuerza a la reflexividad […] entendida como auto- falta de apego a dichos productos y la tolerancia a la
rreflexión o autoc onc ienc ia” (G ergen, 1991, pp. 177). fragmentac ión, que podrían ser patrones de c onduc ta
Podría apuntarse que el exceso de reflexividad ansiosa útiles y cómodos para las clases dominantes, pero podrí-
–más que crítica- como característica esencial del sujeto an corroer a los trabajadores de peldaños más bajos del
moderno y posmoderno, se entendería como un fracaso régimen de producción flexible (Sennet, 2000, pp. 64-
más que como una virtud. Dicho fracaso podría verse en 65). La organización empresarial se ha descentralizado,
la incapacidad actual que muchos individuos tienen pa- en una suerte de subcontratas, donde el producto final es
ra hacerse cargo de cuestiones cotidianas como la ali- el resultado de distintos islotes empresariales, pero que
mentac ión, c rianza, educ ac ión de los hijos, etc . En no ha traído mayores cotas de igualdad o responsabili-
relación a este último aspecto, ciertos cambios sociales dad del trabajador, sino pasar de la jerarquía burocráti-
como la incorporación de la mujer al trabajo o la crea- ca piramidal antigua a una estructura reticular (Sennet,
ción del Estado terapéutico, junto con el excesivo psico- 2000, pp. 56-58). Por otro lado, el quehacer –el oficio-

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FRANCISCO MARTÍN MURCIA Otras aportaciones

se ha trastornado en una gran cantidad de áreas pro- camino hacia el futuro-, junto con los cambios produci-
duc tivas; la informatizac ión de la maquinaria, que ha dos en la familia (como la pérdida del tejido generacio-
traído ambientes laborales asépticos y cómodos, ha dis- nal) y la patologizac ión de la vejez (c omo algo que
tanciado al trabajador del producto de tal manera que curar o tratar) son factores a los que el sujeto contempo-
su identidad laboral es débil (Sennet, 2000, pp. 73). La ráneo suele responder con pánico, que por otro lado in-
facilidad que el trabajo flexible aporta produciría la pa- tentará aliviar evitando pensar en la vejez –lo que le
radoja de sujetos indiferentes, desapegados y acríticos, traerá lógicamente más de lo mismo- o actuando para
en definitiva, individuos c on poc o c ompromiso laboral retrasar la vejez, lo que le traerá mayor frustración dado
debido a la poca comprensión del oficio. La flexibilidad que, aunque el exac erbado optimismo biotec nológic o
y facilidad son condiciones que impiden la estimulación nos invita a creer en ello, alargar la esperanza de vida
intelectual, siendo que el único reto al que se enfrenta el no es lo mismo que evitar la vejez (Fukuyama, 2002,
sujeto es el de asumir riesgo. Sin embargo, situarse fren- pp.101-123). Refiere Sennet que los cambios en las con-
te al riesgo obraría caracteres irónicos y ahistóricos, da- diciones laborales tienen que ver con la importancia que
do que la máxima sería aprovec har el momento y se da a la juventud; en el c apitalismo tardío o flexible
moverse constantemente, sin confiar en planes de futuro. actual, los trabajadores mayores carecerían de la ener-
La otra opc ión es evitar esa inc ertidumbre trabajando gía necesaria para adaptarse a las exigencias sobreve-
para el Estado y así se viene observando como la gran nidas por los vertiginosos cambios empresariales, siendo
masa de los jóvenes universitarios planificaban su futuro más reacios al riesgo. Por otro lado, la experiencia ya
c omo func ionarios, apartándose de la aprensión que no es un valor en alza y se ha reducido a la mitad la vi-
produce el riesgo y quizás de opciones laborales que se- da laboral (Sennet, 2000, pp.97-101). En todo caso, vi-
rían más estimulantes para su desarrollo personal e inte- vir en una sociedad en la que la ancianidad se torna un
lectual, pero más difíciles de conseguir en un régimen en problema, en vez de un incontestable hecho de la vida,
el que hay superhábit de titulados superiores a la par trae, de vuelta, cambios psicológicos en el sujeto, como
que disminuye la oferta para éstos (Sennet, 2000, pp. la ansiedad constante ante el paso del tiempo y el de-
92-93). rrumbe temprano por perder uno de los valores sociales
O tras características relevantes del sujeto contemporá- más reforzantes. Q ueremos ser niños y somos víc timas
neo serían el infantilismo y la victimización, dos de las de la edad, por lo que se intenta dar la imagen -
patologías de la sociedad actual (Bruckner,1996) en las parecer– joven. Precisamente la imagen se ha considera-
que por un lado se observa una anestesia generalizada do el princ ipal vehíc ulo estimular ac tual de
de la conciencia de tal forma que existe un efecto amor- comunicación (Lasch, 1999, pp.71), dado por el torbelli-
tiguado de las consecuencias de los actos y una ávida no consumista de estímulos visuales, con un aumento del
exigencia sin esfuerzos –el adulto imita al niño-, mien- número de horas que dedicamos a ver TV, cine, publici-
tras que por el otro cada cual se erige desde la posición dad, juegos de video consola, Internet, DVD, prensa es-
de victima cuyo verdugo podría ser el superyo, el pueblo c rita para “ver” más que para leer, aumento
vecino, la falta de espacio vital, los ricos o los infieles a exponencial de canales de TV, modas efímeras y de ci-
tal o cual Dios y reclama por tanto un trato de favor que, c los rápidos, aumento de la músic a que se “esc uc ha”
legitimado en su queja, podría llevarle a utilizar c ual- por TV. En definitiva, parece que sólo existe lo que se ve.
quier medio para obtener su fin. De hecho, ambos fenó- Dicha hipertrofia de la imagen sería uno de los factores
menos se observarían en la forma actual de afrontar la que mantendrían la vivencia del Yo tan sustentada en la
vejez. El actual miedo a la ancianidad y muerte (Lasch, imagen del propio cuerpo. N o se trataría, sólo, de que
1999, pp. 253-263) se ha vuelto profundamente intole- culturalmente se prime un modelo estético determinado y
rable para el sujeto, no sólo porque se ve en la persona los individuos intenten seguirlo, sino –desde el análisis
mayor la pérdida de estatus profesional o la mayor inci- que precede- que los cambios sociales promueven cam-
dencia de enfermedad; la transformación de los valores bios profundos de la personalidad y dirigen la conducta
de la sabiduría que la edad proporciona por los de de- –en una dialéc tic a sujeto/soc iedad- para proc urar la
pender c asi exc lusivamente del refuerzo soc ial (por adaptación a las condiciones sociales imperantes, aun-
ejemplo, de la imagen) o estar al día en cambio tecnoló- que dicha adaptación traiga aparejado en ocasiones un
gico, la pérdida del sentido histórico de la vida –sin un prec io exc esivo. A un así, parec e que la personalidad

109
Otras aportaciones CAMBIOS SOCIALES Y TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD POSMODERNA

narcisista es una buena forma de lidiar con la angustia y equiparación socioeconómica- tanto su valoración como
tensiones de la vida moderna (Lasc h, 1999, pp.74) y la capacidad de dedicar a ello una buena parte de la vi-
“hac erse el esquizoide” la mejor respuesta en c iertos da –quizás liberados de la carga de mantener ésta-.
contextos (Pérez, 2003b). Volviendo al presente, se c onsidera que una gran
N o es raro, pues, que en una sociedad iconográfica, c antidad de individuos de la soc iedad posmoderna,
los trastornos de la imagen hayan oc upado un lugar desc ritos c on estilos de personalidad esquizoides, lími-
predominante. Por otra parte, no puede escaparse la si- tes y narc isistas, no manifestarían c omportamientos re-
militud entre la imagen prototípica del arte de transición lac ionados c on la mejora de su autoc onc epto e imagen
modernista, c uyas expresiones serían el minimalismo, c orporal desde el bienestar y c onsistenc ia del yo, sino
sobriedad, languidez, desnudez en edificios y la desa- más bien desde la angustia ante las enormes deman-
parición de las diferencias entre exterior e interior (Ja- das del medio soc ial ac tual, la perplejidad del self y el
meson, 1996, pp. 128), c on la psic opatología de las vac ío ante un proyec to vital que no tiene pasado ni fu-
personas anoréxicas, en las que la identidad personal se turo, sino un presente que “aliviar” para salir del paso.
confunde con el cuerpo. La fragmentación del sí mismo S ería una forma de c arpe diem c uyos valores serían
bien pudiera extrapolarse a la fragmentación de la cor- evitar el dolor antic ipado -no tanto el dolor realista y
poreidad debida en parte a las téc nic as ic onográfic as c ontingente a la vida- al rec hazo, al frac aso, a la asun-
redundantes desde la modernidad hasta nuestros días, c ión de la responsabilidad de hac erse c argo de su vida
donde, como refiere Martínez Benlloch (2001, pp.104 y y restaurar denodadamente la herida narc isista de ser
122-123), se ha ido microfragmentando el cuerpo, mos- alguien en el mundo –por c ierto, un mundo donde el
trando hasta la sac iedad las partes más que el todo, Yo se está fragmentando-.
ofrec iendo al sujeto/espec tador –de forma inusitada-
mente compulsiva- orificios, pechos, talles bajos de pan- PARTE II. PERSONALIDAD POSMODERNA Y
talones para enseñar huesos de c adera y bragas, TRASTORNOS DE LA IMAGEN
trasparenc ias, tejidos que embuten traseros, minibiqui- A pesar de la naturaleza esquiva que la personalidad y
nis, c abellos, labios, abdominales, pómulos, hasta el sus trastornos tienen en el mundo académico y profesio-
punto de darles a dichas zonas un sentido y valor en sí nal, dado que tanto las definic iones c ategoriales c omo
mismas, en otras palabras, porc iones a desear, amar, las dimensionales carecen de una aceptación unívoca en
odiar y, por tanto, susceptibles de controlar y mejorar. la comunidad científica, no podría obviarse su significa-
La inflac ión del c ulto a la imagen no es un fenómeno c ión c línic a - sea c omo antesala o c ontexto del eje I
c ontemporáneo. En la G rec ia c lásic a, dic ho c ulto sería (Fuentes y Q uiroga, en prensa)-. A sí, las c arac terístic as
patrimonial de los hombres siendo el gimnasio ateniense soc iales apuntadas en la primera parte serían las c on-
y la esc ultura antropoc entrista su expresión (S ennet, tingenc ias que nos c onformarían, siendo que las res-
1997, pp. 47-51). El cuerpo desnudo del ateniense dig- puestas selec c ionadas por el ambiente tendrían una
nificaba su condición de ciudadano y significaba tanto alta probabilidad de exc ederse hasta c onvertirse en
una señal de su buena salud como de su grado de civili- c onduc tas neurótic as c omo las desc ritas por Horney en
zac ión y c ultura (Sennet, 1997, pp. 35), en tanto que 1937 y Lasc h en 1999 (tabla 3) y por tanto de afec tar
ahora es síntoma de juventud, autoc ontrol, bienestar, signific ativamente a los sujetos y a su medio soc ial. Los
disciplina, atractivo, felicidad y seguridad. Tanto en Es- trastornos de personalidad se podrían definir por la si-
parta c omo después en Roma, la func ión del c ulto al tuac ión del sujeto en y c on el c ontexto soc ial, es dec ir,
cuerpo estaría relacionada con la consecución de forta- de c ómo éstos se relac ionan c on dic ho c ontexto, sea
leza para hacer y ganar la guerra, siendo la función ac- por su miedo a perderlos (dependientes), sumisión por
tual la de c ontrolar la probabilidad de tener éxito temor al rec hazo (evitativos), nec esidad de atenc ión y
(pareja, trabajo, amistad, juventud) en la guerra de ser gratific ac ión (histriónic os), ser objetos de su poder (an-
alguien especial. En la antigüedad, el modelaje corporal tisoc iales), nec esidad de afec to y reac c iones intensas a
solo estaría al alcance de ciertas clases sociales (nobles, la pérdida imaginada (límites), temor a la dependenc ia
c iudadanos, soldados) mientras en la ac tualidad se ha (narc isistas), temor a ser heridos (paranoides), c laudi-
universalizado –gracias a las tecnologías de la comuni- c ac ión ante las demandas soc iales (depresivos), aleja-
c ac ión- y distribuido democ rátic amente –grac ias a la miento afec tivo de los otros (esquizoides), ac atamiento

110
FRANCISCO MARTÍN MURCIA Otras aportaciones

extremo de normas (obsesivo- c ompulsivos), c rític a a servado tasas de prevalencia semejantes a la española
otros (negativistas), etc . en población iraní (N obekht y Dezhkam, citado en Ruiz
El caso es que en un contexto postmoderno la preocu- Lázaro, 2004) y una mayor frec uenc ia de alterac iones
pación por la imagen ha sido la regla y no la excepción; de la c onduc ta alimentaria en mujeres iraníes no emi-
desde el yo vac ío, el odio a sí mismo, la inc apac idad grantes que en iraníes residentes en N orteamérica (A b-
para amar, la hostilidad, el temor al fracaso, la idolatri- dohalli y Mann, 2001). E n F idji, donde la figura
zación de totems corporales y la excesiva necesidad de corporal obesa era prevalente y valorada, se ha obser-
c ontrolar, no es raro neurotizarse. La imagen que uno vado un cambio similar –coincidiendo con la entrada de
tiene de sí mismo y para los demás estarían tan sustenta- la televisión angloamericana en 1995- (Martínez, 2001,
das actualmente en la corporalidad que fácilmente po- pp. 116-117). De otra parte, en los países latinoameri-
drían conducir al intento de control –a través de la dieta c anos más oc c identalizados, -por ejemplo, A rgentina,
y otras c onduc tas semejantes- para c ambiarnos y ser que además cuenta con una gran raigrambre individua-
otro. Buscar otro cuerpo para dejar de ser un Yo inacep- lista, subjetivista y psicologista- se encuentran las mayo-
table e inseguro para el propio sujeto y conseguir una res tasas de prevalencia de TC A de Latinoamérica (Ruiz
identidad valiosa, se ha convertido en el proyecto exis- Lázaro, 2004). Para el análisis de dicho problema desde
tencial de muchos seres humanos. Dicha inseguridad on- el enfoque cultural que aquí se defiende, solidario con la
tológic a, desc rita por Laing c on respec to a los propuesta que G arcía y Pérez (2003) realizan respecto
esquizofrénicos, se traería a colación (Laing, 1964, pp. a la esquizofrenia, debiera hacerse una genealogía de
35-38); la adolescencia como período crítico (G arcía y los trastornos alimentarios documentados, que comenza-
Pérez, 2003) sería probablemente el lugar común de los ría con los casos expuestos bajo el epígrafe de A norexia
más graves trastornos psicológicos dado que es el mo- Santa, no tanto porque antes no los hubiera, sino porque
mento clave de la formación de la persona que pugna no se han encontrado reseñas previas sobre la persona-
entre el reconocimiento y la sensibilidad a la crítica, en lidad de los sujetos y ello sería un criterio central del pre-
medio de conflictivos roles sociales que resolver y con un sente trabajo. Desde Santa Liberata hasta C atalina de
ambiente posmoderno que inserta valores inalcanzables, Siena (Toro, 1996, pp. 17-19), se han observado ciertos
pudiendo crear personas inseguras y hostiles. De ahí, las aspectos culturales y funcionales semejantes a los de las
niñas perfec tas que suelen referir los padres harán un anoréxic as de nuestros días; por una parte, la valora-
esfuerzo denodado por ser las mejores adolescentes. El ción del ayuno –en esos casos, como rito de perfeccio-
rendimiento académico brillante –y extenuante-, la cer- namiento moral, señal de amor desenc arnado o
alcanzar la imagen ideal de un C risto exhánime- y, por
canía a modelos estéticos ideales y la evitación del fra-
c aso, serían a priori c onduc tas func ionalmente útiles
TABLA 3
para su proyec to de vida, aunque c omo dic e O rtega,
CARACTERÍSTICAS DEL YO NARCISISTA
“algunas personas alcanzarían la plena expansión de sí Adaptado de Horney (1937) y Lasch (1999)
mismos ocupando un lugar secundario y el afán de si-
tuarse en primer plano aniquila toda su virtud” (O rtega, Vacío interior
1914/1981, pp. 36). De esta forma, los trastornos de la Hostilidad
Exceso autoreferencial
conducta alimentaria (TC A ) se han convertido en un gra-
Temor al fracaso y a la vejez
ve problema de salud para las sociedades occidentaliza- Relaciones efímeras y deteriorantes
das, en las que abunda la comida y el atractivo personal Dependencia de afecto y cariño
va estrec hamente ligado a la delgadez, espec ialmente Temor a la dependencia
en las mujeres. La población de alto estatus económico Insatisfacción generalizada
O dio a uno mísmo
era particularmente sensible a este problema, aunque en
Idolatrización de famosos
los últimos años se ha observado un c laro despla- Temor a ser heridos
zamiento a otras clases sociales y una extensión del pro- Incapacidad para amar
blema a las c ulturas que están en vías de desarrollo; Propulsión a alardear
incluso en países alejados culturalmente de nuestro me- Hostilidad hacia los demás
C omportamiento sumiso
dio social ha comenzado a observarse una incidencia de Susceptibilidad
TC A parecida a la de nuestro medio social. Se han ob-

111
Otras aportaciones CAMBIOS SOCIALES Y TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD POSMODERNA

otra, la función del ayuno como conducta de evitación dos depresivos como en las situaciones vitales traumáti-
de matrimonios de c onvenienc ia -pero no c onvenientes cas –como por ejemplo humillación, sometimiento o mal-
para dichas mujeres- o como liberación de las pasiones trato- por lo que una vez instaurada la pauta de
c orporales o exigenc ias sexuales. De los ayunos c éle- restricción se llegaría a una pérdida de peso cuyas con-
bres, por ejemplo, Sissi y Lord Byron –referidos por Toro secuencias psicobiológicas también harían de mantene-
(1996, pp. 79-81)-, destacaríamos precisamente la cele- dores de la c onduc ta. Hay pues muc has razones tanto
bridad de los personajes –con el refuerzo que ello supo- para no comer como para no seguir comiendo. En la ac-
ne y el miedo subsiguiente a perder la imagen célebre-, tualidad, el aumento de la calidad de vida y del tiempo
la forma de vida tan acomodada que les haría liberarse para “hablar con uno mismo”, las presiones sociales (de
de los quehaceres prácticos y necesidades cotidianas de éxito y belleza), la subida del listón de la perfec c ión
la vida –lo que supone un superhábit de tiempo libre pa- –dada la arbitrariedad de tales marcas-, la fragmenta-
ra dedicarse a ellos mismos-, el contacto con modelos de ción del Yo y del cuerpo, la modificación de la estructura
vida perfectas, sea por santidad o por narcisismo –que y func iones de la familia, entre otros fac tores, se han
supondría una exigencia de mantenerse cercanos a di- globalizado. Existirían más condiciones para crear per-
cha perfección- y una forma de existencia teatral, donde sonas con comportamientos disfuncionales relacionados
el papel/rol se confunde con la persona, siendo que el con el cuerpo, con la comida y con la vida. Dichas per-
personaje podría o no ser del agrado de la persona que sonalidades se han visto habitualmente en el trabajo clí-
lo realiza. Se remarcaría la proximidad con las condi- nic o c on dic has pac ientes, objetivándose c iertas
ciones de las personas anoréxicas de nuestros días, aun- características comunes de conducta, más allá de las pa-
que la particularidad del nicho socio-cultural (religioso o tognomónicas alimentarias, por ejemplo. perfeccionismo,
noble) haría que la relación dialéctica en la configura- rigidez, frialdad o inestabilidad emocional extrema, evi-
ción del Yo fuera sustancialmente distinta y tanto el pro- tación social, inhibición sexual o promiscuidad, anhedo-
yecto vital como la construcción de la identidad distaría nia, alexitimia, dependencia familiar extrema, evitación
mucho entre las anoréxicas santas y las que pueblan las de la relac ión terapéutic a, manipulac ión, mentiras, au-
aulas en la actualidad. Por otro lado, el análisis debería senc ia de fantasía y problemas de identidad personal.
completarse –aunque aquí solo se apuntará- con la refle- Desde una perspec tiva históric a, la desc ripc ión de la
xión acerca de la participación de otras variables expli- personalidad en los pacientes con alteraciones alimenta-
c ativas que, sin perjuic io del nivel c ultural prac tic ado rias parte de Janet, que hablaba de anorexia histérica,
aquí, pudieran arrojar luz sobre un fenómeno tan ubi- con pérdida de apetito, hiperactividad y rasgos histrióni-
cuo. A otros niveles, se sabe que la conducta alimentaria cos, y de la anorexia obsesiva con apetito conservado,
experimenta alteraciones en otros trastornos psicopatoló- esc rupulosidad y rasgos obsesivo-c ompulsivos. G arner
gicos (p.ej. depresión, ansiedad, psicosis) y éstos podrí- (1989) advirtió que los factores de personalidad podrían
an ser antecedentes de la anorexia nerviosa en muchos jugar un importante rol en la patogénesis o, al menos,
casos –trastornos que por otra parte no estarían excusa- en la expresión sintomática de los trastornos de la con-
dos en las anoréxicas santas ni mucho menos en las ce- ducta alimentaria, habiendo una gran cantidad de estu-
lebridades expuestas-. La inanición dispara rápidamente dios que han investigado sobre el tópic o de la
la obsesividad, rigidez y disminuye el umbral delirante, personalidad en dichos trastornos, de los que la tabla 4
aspecto relevante en muchas experiencias místicas y re- ofrecería un resumen.
veladoras. Se recordará a la sazón, el anillo de compro- La mayor parte de estudios confirman la alta prevalen-
miso divino de C atalina de S iena formado por el c ia de trastornos de personalidad c ongruentes c on la
prepucio de C risto, que nadie ve pero ella exaltará tras descripción de los estilos de personalidad más frecuentes
una revelac ión o las visitas c elestiales de Santa Teresa en la sociedad posmoderna, según se ha apuntado: es-
que la llevaron a desear la muerte por tan alta vida que quizoides, límites y narcisistas. En los sujetos con TC A se
esperaba. N o comer sería reforzado por la experiencia confirmaría un patrón evitativo, que podría integrarse en
de éxtasis y c omunión. La c aquexia traería también el el Trastorno de Evitación Experiencial expuesto por Ha-
aumento de la analgesia al dolor –entendido como ex- yes (1999, pp. 58-69), en el que la topografía restrictiva
periencia global- por lo que la falta de apetito pertinaz se podría asociar a la personalidad esquizoide mientras
podría ser una función compensadora tanto en los esta- la bulímica se asociaría a personalidades límite y narci-

112
FRANCISCO MARTÍN MURCIA Otras aportaciones

sista. A modo de apunte final, se plantearía la semejan- TABLA 4


za entre los síntomas negativos observados en la esqui- REFERENCIAS SOBRE PERSONALIDAD Y TCA
zofrenia, de los que la personalidad esquizoide podría
ser su estadio formal (Pérez, 2003b) y los síntomas de Pillay (1977) Baja autoestima
frialdad, distanciamiento emocional, autismo y fractura-
ción del yo de los pacientes con anorexia restrictiva (cu- G arfinkel (1982) Bulimia nerviosa: impulsividad,
ya personalidad más prevalente suele ser también la labilidad emocional y
extroversión
esquizoide). La propuesta es que ambas comparten el ni-
Anorexia nerviosa restrictiva:
cho cultural que les daría la forma desintónica y la expe- introversión
riencia anómala de sí mismos. A sí, la construcción de la
identidad personal con una marcada ausencia de con- Bell (2002) Trastorno límite de la
tacto social impediría aprender a conocer, percibir, in- personalidad
terpretar y antic ipar sentimientos y afec tos, siendo ese
Kleinfield (1994) Anorexia N erviosa restrictiva:
déficit de cognición social probablemente el más desor- mayor repertorio de conductas
ganizador y el de mayor impacto en el funcionamiento evitativas
general de muchos pacientes, por lo que tiene de pérdi-
da del sentido c omún (o sea, de c omunalidad o tener Bulik (1995) Personalidad dependiente

que ver con el mundo).


Braun, Sunday y Halmi (1994) C oexistencia de trastornos de
personalidad y trastornos
DISCUSIÓN afectivos
A un siendo extensa la evidencia de que los TC A son al-
go más que trastornos del comer y que existen profundas Dowson, 1989; Hertzog, Trastorno límite
1992a; Skodol, 1993; W aller,
alteraciones de la personalidad en la mayor parte de los
1993; W onderlinch, 1994;
sujetos con dichos trastornos, no parece que esos hallaz- Murukami, 2002
gos se inc orporen al enfoque del tratamiento; en tanto
pauta de conducta culturalmente dada, no es susceptible G rilo, 1996; Murukami, 2002 Trastorno evitativo
de abordarse exclusivamente desde una perspectiva mé-
Johnson y W onderlich, 1992; Personalidad evitativa,
dica, dado que conceptualizar la A N como enfermedad C asper, 1990; A nderluh, 2003 dependiente y obsesivo-
ni es pertinente ni es operativo (Duro, 2003) y probable- compulsiva
mente ahí radique la causa de los hechos que se docu-
mentan –aunque no tanto como sería de desear- en la Herzog, 1992b; Johnson y A norexia nerviosa compulsivo-
W oonderlich, 1992; Levin y purgativa y bulimia nerviosa:
c línic a: abandonos, rec aídas c ontinuas, resistenc ias in-
Hyler, 1986; Skodol, 1993; trastornos de personalidad
c orregibles, tratamientos psic ológic os extensísimos, res- Díaz-Marsá, 2000a y b límite e histriónica
puesta terapeútica mediocre y/o elementos terapéuticos
no claramente definidos (McIntosh, 2005) , no existencia Herzog, 1992; Johnson y A norexia nerviosa restrictiva:
de tratamientos farmacológicos ex profeso e inmoviliza- W onderlich, 1992; W onderlich, personalidad obsesivo-
1994; G illberg, 1995 compulsiva
c ión de la familia debido a la estigmatizac ión de “ser
una enfermedad” . N o se trata, sin embargo, de negar Kennedy, McVey, y Katz (1990) A norexia nerviosa restrictiva:
la psicopatología de los TC A , sino más bien de volver a personalidad esquizoide y
ella, algo no muy al uso en la comunidad clínica actual esquizotípica
(Pérez, 2003a). A sí, uno de los errores más habituales a Bulimia nerviosa: personalidad
límite
la hora de enfoc ar el tratamiento c on estos pac ientes
–sin menoscabo de hacerlo extensivo a otros trastornos Sexton, 1998; Rämstan, 1999; A norexia Restrictiva:
psic ológic os- podría ser la prec ipitac ión c on la que se G raell, 1999; Rosevinge, 2000 Personalidad esquizoide
intenta implementar técnica tras técnica sin tener al pa- A norexia compulsiva y Bulimia
ciente previamente comprometido con su cambio y la di- nerviosa: personalidad
histriónica y límite
rec c ión c onc reta de éste, así c omo un ensañamiento
contra el síntoma. Sin reparar en la escuela teórica del

113
Otras aportaciones CAMBIOS SOCIALES Y TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD POSMODERNA

terapeuta, la utilización precoz de técnicas ha tenido en Dowson, J.H. (1989). A soc iation between self-induc ed
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