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Didáctica Aplicada a la ERE

Este capítulo nos habla de celebrar el Evangelio de la esperanza, para ello, la


oración es parte fundamental cuando celebramos al Señor a través de los Sacramentos y
la liturgia. La oración es el vehículo para encontrar a Dios.

Hay dos partes importantes: Descubrir la liturgia y celebrar los sacramentos.

En el descubrimiento de la liturgia, hay que hablar del sentido religioso que se


vive en Europa en la actualidad. En Europa encontramos dos vertientes con respecto a la
religión. Por una parte, señales de una Iglesia creyente, que celebra y sirve a Dios,
donde encontramos fieles ejemplares, que participan activamente de la vida de su iglesia
y que viven el Evangelio como es debido. En el otro lado, tenemos una Europa
desubicada, que vaga sin rumbo, cayendo en las tentaciones de otras religiones de muy
dudosa reputación. Por esto, una de las tareas de la Iglesia es ofrecerle al hombre un
camino recto y apetecible para que no se vaya por caminos erróneos.

La Iglesia europea tiene una tarea ardua en intentar mantener la atención e


interés de los fieles, en renovarse por dentro, en que las celebraciones litúrgicas hagan
más acusada la presencia de Cristo, en renovar el sentido del misterio y en retomar a los
Sacramentos como germen de libertad y esperanza. Para su consecución, la Iglesia debe
orar mucho, descubrir el sentido del misterio y proclamar con alegría y seguridad la
presencia de Cristo.

Cuando hablamos del sentido del misterio, nos damos cuenta de cómo ha ido
cayendo en el olvido y que ni siquiera se hace presente en las celebraciones litúrgicas
que es precisamente donde deberíamos estar más cerca. La liturgia debe ser punto
fundamental de la Iglesia, celebrando en ella la fe y acercándonos a nuestras tradiciones,
a la naturaleza divina y entrando en contacto con el Espíritu Santo. El centro de estas
celebraciones es Jesús, ya que el está presente en ellas y responde a la necesidad del
hombre de acogerle y honrarle. Este es el verdadero sentido de esta celebración y no el
aplacar los deseos inmediatos y temores del hombre. El nos habla, perdona y escucha y
a él hablamos y escuchamos, es una relación recíproca que se produce por gracias del
Espíritu Santo.

Para que la celebración litúrgica tenga verdadero significado, debe haber una
continua y fuerte formación de los ordenados, consagrados y laicos. Para ello, hay que

Carlos Javier Álamo Flores


Didáctica Aplicada a la ERE

hacer más palpable la presencia del misterio para que la liturgia sea un acto de fe y una
comunión la Santísima Trinidad. De esta manera, Europa podrá recuperar el camino
perdido tiempo atrás. Esta formación ayudará a darle un verdadero sentido espiritual a
la celebración y así vivirla de manera plena.

En cuanto a la celebración de los sacramentos, debemos dar una gran


importancia a los mismos, ya que son actos que dan culto a Dios y transmiten que
Cristo está en nosotros por medio del Espíritu Santo.

La eucaristía es la llave que contiene a Cristo mismo, nos impulsa hacia adelante
y nos ayuda en las tareas de la vida. Nos adelanta a nuestro futuro encuentro con Cristo
porque recibimos su gracia en ese momento, con su cuerpo y su sangre.

Otro sacramento importante es de la reconciliación, es clave para recuperar la


esperanza y seguir el ejemplo de perdón de Dios a nuestros pecados. Mucha gente tiene
el problema de no verse en pecado al no tener a Dios en su vida y creer que no tiene a
nadie a quien pedir perdón. Sin embargo, el que reconoce que está haciendo algo mal y
es pecador, puede ponerse en las manos de Dios y liberarse de toda culpa y vivir sin
miserias. La forma correcta sería mediante la confesión y después de una absolución,
aunque esto se ha visto relegado porque hay una concepción muy subjetiva del pecado.
Por lo tanto, hay que hacer hincapié en la conciencia.

La oración es también un importante vehículo para descubrir la relación entre


esta y la oración litúrgica. Es importante mantener esta oración comunitaria fuera de la
iglesia: en familia, adoración personal, procesión… Esta oración comunitaria
complementa a la individual que es capital para el cristiano. Con ella expresa su
relación con Cristo. También debemos dar importancia fuera de la iglesia a la piedad
popular a través de las cofradías, procesiones, peregrinaciones, costumbre… siempre sin
tomarlas como obligación ni superstición, sino como celebración gozosa.

El día más importante para la celebración del Evangelio es el domingo.


Actualmente se ve amenazado por el ritmo que llevamos y la vorágine en que vivimos,
pasando a ser simplemente un día de descanso. Hay que intentar que vuelva a ser un día
de sentido propio y que nos lleve a Dios.

Carlos Javier Álamo Flores

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