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TALLER DE EXPRESIÓN III (GRÁFICA)

RECOMENDACIONES

Lo importante no es que su relato se entienda,


sino que no pueda dejar de entenderse.
 Diez pasos
Para transmitir una información es necesario conocer el significado de las palabras, las
reglas gramaticales y todos los elementos de ese episodio que conformarán el relato
periodístico.
Por lo tanto, cuando en función de periodista tenga que describir un suceso –o como
estudiante hacer un trabajo práctico sobre un determinado episodio- es recomendable
adoptar algunos recaudos, a saber:
1) lea detenida y cuidadosamente todo el material informativo (anotaciones propias,
recortes de diarios, cables de agencias noticiosas, etc.) sobre el hecho que va a
transmitir;
2) subraye o destaque con un resaltador los datos que considere más significativos y
enumérelos de acuerdo con su importancia informativa;
3) tache, en cambio, aquellos datos que considera que no aportan demasiado para la
narración del suceso o los que no ha podido corroborar fehacientemente o bien
los que puedan dar lugar a equívocos o confusiones;
4) recurra al archivo (es la columna vertebral de todo medio periodístico) o a una
base de datos de internet si tiene que hacer referencia a un suceso anterior de
similar naturaleza, cuestión de precisar fechas y otros detalles de interés;
5) intente, como si estuviera recordando ese episodio, armar mentalmente la
información a transmitir (la narración interna) de acuerdo con el orden de
importancia que estableció;
6) trate también mentalmente de darle un orden cronológico, como si tuviera que
contársela a una amigo (la narración confidencial),
7) piense –y vaya eligiendo- cuáles pueden ser los verbos más adecuados para cada
párrafo de su relato. Según el verbo que elija su narración tendrá más o menos
contundencia. Puede escribir, por ejemplo: Juan le dijo a Pedro que lo iba a
matar porque le “robó” la novia. Pero la frase tiene más fuerza, impacto
periodístico con la siguiente redacción: Juan amenazó de muerte a Pedro porque
le “robó” la novia;
8) diseñe, también mentalmente, un bosquejo de redacción del primer párrafo, su
enlace con el segundo, el segundo con el tercero y así sucesivamente, cuestión de
que el relato (escrito u oral) tenga ilación, o sea, un desarrollo coherente;
9) piense también cuál será el “gancho” que utilizará en la presentación (un titular y
un primer párrafo contundentes y atractivos) de esa información para despertar el
interés y la curiosidad del receptor; y
10)si dispone de tiempo –generalmente escaso en las horas de cierre en un diario o
cuando le ordenan imprevistamente “salir al aire”- escriba un borrador y a partir
de ese bosquejo encare la redacción definitiva. No obstante, tenga en cuenta que
1
todo texto requiere, por lo menos, una reescritura, la cual no debe limitarse a la
colocación de acentos o comas o salvar algún error de teclado. Muchas veces
advertirá la necesidad de suplantar un verbo o una palabra, reestructurar una frase
o párrafo e, incluso, cambiar el encabezado o el remate. Por lo tanto, lea con
sentido crítico lo que escribió y corríjalo cuantas veces sea imprescindible. Si es
necesario rehágalo hasta que considere que está correctamente redactado y
adecuadamente ordenada la información. El escritor argentino Ricardo Piglia1
advierte que “escribir es una corrección permanente”. Tenga presente que
muchas de las obras más destacadas de la literatura universal corresponden a una
quinta, sexta o séptima versión del texto original.

Pues bien, una vez cumplidos esos diez pasos estará en condiciones de trasmitir en forma
oral u escrita cualquier información (la denominada narración pública), pero no olvide que
usted conoce todos los detalles del caso, incluso los que ha desechado, lo cual obliga a que su
relato no contenga datos innecesarios o que no estén debidamente fundamentados,
explicitados, es decir, que sea comprensible por cualquier persona, tanto para quien apenas
pudo completar sus estudios primarios como para un profesional universitario.
El prestigioso periodista y maestro de periodistas Homero Alsina Thevenet 2 advertía que
“la escritura vigorosa es concisa. Una frase no debe contener palabras innecesarias, ni un
párrafo debe contener frases innecesarias, por el mismo motivo que un dibujo no debe
contener líneas innecesarias, ni una máquina partes innecesarias. Esto no supone que el
escritor haga cortas todas sus frases, ni que evite los detalles, ni que trate sus temas sólo en
líneas generales, sino que toda palabra importe”.

 El entrenamiento no es sólo para deportistas

Pero, qué sucedería si, por ejemplo, a un cronista de un noticiero de radio lo envían, a las
apuradas, como suele suceder casi siempre, a cubrir un accidente de tránsito en pleno centro
de la ciudad de Buenos Aires con varios muertos y heridos. A poco de estar en el lugar de la
tragedia, cuando apenas logró reunir unos pocos datos en su libreta de apuntes, le avisan por
su teléfono móvil que se prepare para salir al aire dentro de 30 segundos con los detalles más
importantes del suceso. Por supuesto, en ese medio minuto no tendrá prácticamente tiempo
para nada, apenas para revisar rápidamente las anotaciones de su libreta, o sea, no podrá hacer
esos recomendados diez pasos previos de selección de lo más importante y de armar la
información que transmitirá.
Por esa razón, y para estar preparado para cuando le ordenen cubrir determinada
información (reitero, a las apuradas) conviene hacer varias veces ese ejercicio de los diez

1
Ricardo Piglia (Adrogué, Provincia de Buenos Aires, 1941). Sus libros de cuentos y novelas más destacadas
son: “Invasión” (Premio Casa de las Américas 1967), “Nombre falso” (1975), “Respiración artificial” (1980),
“Ciudad ausente” (1992) y “Plata quemada” (Premio Planeta 1997).

2
Homero Alsina Thevenet (Montevideo 1922-2005). Destacado periodista uruguayo, especializado en la crítica
cinematográfica, amante del jazz, maestro de varias generaciones de periodistas. Comenzó su carrera a los 14
años de edad en la revista “Cine Radio Actualidad”, de Montevideo, desde donde pasó al semanario “Marcha”,
cuando lo dirigía Juan Carlos Onetti (1909-1994), uno de los máximos exponentes de la literatura contemporánea
uruguaya. Fue cofundador y codirector de la revista “Film” y responsable de la sección espectáculos del matutino
“El País”, uno de los más tradicionales de Uruguay, además de colaborador de varios semanarios de actualidad
de la Argentina y de España. Autor de varios libros de historia de la cinematografía, también es considerado el
“descubridor” de Ingmar Bergman (1918-2007), a tal punto que, por su influencia, varias de las películas del
cineasta sueco se estrenaron en Montevideo antes que en Estocolmo.

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pasos hasta incorporarlos como un hábito, como un mecanismo que se disparará en su
mente cada vez que debe describir un hecho. Ese acto reflejo suele ser característico de
un periodista profesional.
Como complemento imprescindible de ese ejercicio de los diez pasos es recomendable que
el estudiante de Ciencias de la Comunicación adopte también como práctica el trabajo de
elegir una noticia que ocupe una página de cualquier diario formato tabloide. Léala de corrido,
pero sin apresurarse, y comprobará que su lectura le demandará de seis a ocho minutos,
aproximadamente.
Pues bien, cuestión de ejercitarse, imagine que está trabajando en una agencia de noticias y
el editor o jefe de turno le ordena rehacer esa noticia de una página que leyó en el diario, pero
le advierte que no podrá extenderse de los 2.400 caracteres con espacios (40 líneas por 60
espacios). Tendrá que volver a leer detenida y cuidadosamente la noticia, subrayar o destacar
con un resaltador lo más importante, tachar los datos que considere irrelevantes, etc., etc. En
definitiva, deberá recurrir a esos diez pasos y rehacer la noticia en la medida exigida.
Ahora que redujo la noticia a 40 líneas, suponga que trabaja en el noticiero de un canal de
televisión y le avisan que en unos minutos debe “salir al aire” (fuera de cámaras, para
acompañar con su relato las imágenes de la información), pero sólo dispondrá de 60 segundos,
no más. Claro que leer 40 líneas en un minuto es virtualmente imposible, si es que aspira a que
los televidentes comprendan su narración. Por lo tanto, deberá escribir unas 120 palabras (se
calcula que dos palabras insumen un segundo), sin dejar de lado ningún dato esencial de esa
noticia. Nuevamente tendrá que realizar esos diez pasos de subrayar o destacar con un
resaltador lo fundamental, tachar lo menos importante, etc. Tenga en cuenta para ese ejercicio
que los artículos, preposiciones y conjunciones (por ejemplo: la, un, de, y, etc.) se contabilizan
como una palabra.
Si le ha ido bien con esa experiencia televisiva, sitúese ahora como un redactor-locutor del
informativo de una radio. El jefe de turno le avisa que esa noticia (la de una página que leyó
en el diario) será la de apertura del noticiero, pues es la más importante del día. Le ordena
narrarla como un flash (información breve redactada como una sucesión de títulos) y que sólo
dispondrá de 30 segundos, no más. Entonces, teniendo en cuenta que dos palabras insumen un
segundo, aquel relato de 120 vocablos que usó en televisión deberá ser reducido a 60. Por
cierto, en ese caso y para poder transmitir lo fundamental de la noticia, tendrá que volver a
realizar esos diez pasos de subrayar lo esencial, desechar lo menos importante, etc.
Descubrirá, entonces, que muchos –más de lo aconsejable y deseable- periodistas suelen
dedicarse a llenar espacios en lugar de narrar concisa y adecuadamente una información.
Si realiza esos ejercicios una vez a la semana (por supuesto, eligiendo una noticia
distinta en cada ocasión) es de esperar que en unos pocos meses logre un buen
entrenamiento como para afrontar sin mayores miedos y con cierta ductilidad la
cobertura en directo de un suceso o para escribir una buena crónica con fluidez y lo más
rápido posible, que es lo que exigen siempre los jefes o secretarios de redacción.
Por diversas razones –que no entraremos a analizar, pues no se corresponde con los
propósitos de estos apuntes-, el periodismo en la Argentina no escapa, salvo honrosas y
contadas excepciones, a la mediocridad general. Si bien todo estudiante de Ciencias de la
Comunicación debe obligarse a leer diarios con periodicidad, porque son una de las
principales herramientas para acrecentar el conocimiento y una guía de aprendizaje y de

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perfeccionamiento, es necesario que lo haga con severo y riguroso sentido crítico, pues
muchos no están escritos, sino “escribidos”.
Si su presupuesto no le permite comprar el diario todos los días, por lo menos adquiera uno
o dos por semana y léalos de cabo a rabo.
De ser posible y también como otro ejercicio recomendable, compre el mismo día dos
diferentes. Después de leerlos, elija una información que hayan publicado ambos. Entonces,
como método de aprendizaje, tómese el trabajo de analizar y comparar el estilo y tratamiento
que cada uno le dio a esa noticia. Anote en hojas separadas (una para cada diario) el espacio y
la ubicación de la noticia; si está o no anunciada en primera plana; si está en página par o
impar; si ocupa o no cabeza de página; cantidad de líneas o de columnas; si fue ilustrada con
fotografías, dibujos o infografías; cómo ha sido titulada y desarrollada. Una vez que ha
terminado con esa especial tarea –no dude que le será de gran utilidad- trate de precisar cuál
de los dos diarios relató ese suceso con mayor fluidez y coherencia, cuál tiene más
información sobre la noticia examinada, qué datos contiene uno que no posee el otro, y cuáles
eran necesarios –según su criterio- para que la información haya sido debidamente redactada y
explicitada. Es un ejercicio que, a medida que lo practique con periodicidad, no sólo aguzará
su sentido crítico, sino que le permitirá perfeccionar y desarrollar un método –lo que se debe y
no se debe hacer en periodismo-, de suma utilidad para cuando trabaje en un medio de
comunicación masiva.

Osvaldo Mario Gazzola


Abril 2011

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