Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Michel Butor
1
II
2
III
Pero la relación que la novela mantiene con la realidad que nos rodea no se
reduce al hecho de que lo que nos describe se presenta como un fragmento ilusorio de
ésta, un fragmento bien aislado, manejable, y que por lo tanto es posible estudiar de
cerca. La diferencia entre los acontecimientos de la vida y los de la novela no se reduce
sólo al hecho de que a unos los podemos verificar mientras que a los otros los
percibimos a través del texto que los crea. Estos últimos, para utilizar una expresión
corriente, son más “interesantes” que los reales. El nacimiento de esas ficciones
responde a un deseo, cumple una función. Los personajes imaginarios llenan los vacíos
de la realidad, nos la aclaran.
No sólo la creación, sino también la lectura de una novela es una suerte de sueño
en la vigilia. Por lo tanto, son pasibles de un análisis psicoanalítico, en el sentido más
amplio. Por otro lado, si deseo explicar una teoría cualquiera —psicológica,
sociológica, moral, etc.—, puedo utilizar un ejemplo inventado. Los personajes de una
novela van a cumplir esa función a la perfección; y estos personajes los voy a encontrar
entre mis amigos y conocidos, voy a poder elucidar las conductas de unos a partir de las
aventuras de los otros, etc.
Esta aplicación de la novela a la realidad es extremadamente compleja. Su
“realismo”, el hecho de que se presente como un fragmento ilusorio de lo cotidiano, es
sólo un aspecto particular, un aspecto que nos permite aislarla como género literario.
Llamo “simbolismo” de una novela al conjunto de relaciones que existen entre
lo que nos describe y la realidad donde vivimos.
Esas relaciones no son iguales para todas las novelas; me parece que la tarea
esencial del crítico consiste en desentrañarlas, en aclararlas, a fin de que podamos
extraer de cada obra en particular toda su enseñanza.
Pero dado que en la creación de la novela, y en esa recreación que constituye la
lectura atenta, experimentamos un sistema complejo de relaciones de significaciones
muy variadas, si el novelista busca sinceramente hacernos parte de su experiencia, si su
realismo es lo suficientemente intenso, si la forma que utiliza es lo suficientemente
integrante, necesariamente tiene que utilizar esos tipos diversos de relaciones en el
interior mismo de la obra. El simbolismo externo de la novela tiende a reflejarse en un
simbolismo interno. Algunas partes tienen, en relación al conjunto, la misma función
que éste en relación a la realidad.
IV
Esta claro que esta relación general entre la “realidad” descrita en la novela y la
realidad que nos rodea es la que determina lo que comúnmente llamamos el tema. El
tema aparece como una respuesta a una cierta situación de la conciencia. Pero este tema
—ya lo hemos visto— no puede separarse de la manera en que es presentado, de la
forma a través de la cual se expresa. A una nueva situación, a una nueva conciencia
sobre la novela, a una nueva conciencia sobre su estatuto y las relaciones que mantiene
con la realidad, corresponden formas nuevas en todos los niveles: lenguaje, estilo,
técnica, composición, estructura. Inversamente, la búsqueda de formas nuevas —
revelando temas nuevos— revela relaciones nuevas.
A partir de un cierto nivel de reflexión, realismo, formalismo y simbolismo
aparecen en la novela constituyendo una indisociable unidad.
La novela se orienta y debe orientarse hacia su propia elucidación. Sin embargo,
sabemos muy bien que existen situaciones caracterizadas por una incapacidad de
reflejarse, situaciones que subsisten a través de la ilusión que mantienen con sus temas.
3
A estas situaciones pertenecen esas obras en el interior de las cuales no puede
producirse esa unidad, esas actitudes de novelistas que se niegan a interrogarse sobre la
naturaleza de su trabajo y la validez de las formas que utilizan, esas formas que no
pueden reflejarse sin revelar inmediatamente su inadecuación, su mentira, esas formas
que nos dan una imagen de la realidad en flagrante contradicción con la realidad que les
ha dado nacimiento y que se trata se callar. En todo esto existen imposturas que el
crítico debe denunciar, porque esas obras, a pesar de su encanto y de sus méritos,
sostienen y oscurecen la sombra, mantienen a la conciencia en su ceguera, en sus
contradicciones, arriesgando llevarla a un desorden fatal.
Entonces, podemos decir que toda transformación verdadera de la forma
novelesca, toda búsqueda fecunda en este terreno, no tiene más remedio que situarse en
el interior de una transformación de la noción misma de novela (que evoluciona muy
lentamente pero de forma inevitable —todas las grandes novelas del siglo XX están ahí
para atestiguarlo— hacia una nueva especie de poesía, épica y didáctica a la vez); en el
interior de una transformación de la noción misma de literatura, que ya no se nos
presenta como un simple esparcimiento, como un simple lujo, sino en su rol esencial en
el interior del funcionamiento social, y como experiencia metódica.
(1955)
Traducción: MD