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Consideraciones sobre la fiebre

Lejos de ser una enfermedad, el aumento de la


temperatura corporal es parte implicada en la lucha
contra los microorganismos patógenos
La fiebre, motivo de consulta más frecuente en todos los niveles asistenciales, tanto en
atención primaria como en los servicios de urgencias, no deja de ser un proceso
adaptativo del organismo que ayuda a lidiar contra virus y bacterias que invaden el
cuerpo. Conocer los mecanismos de la fiebre, cuál es la manera más fiable de medirla,
sus límites y cómo actuar en cada situación ayudará a proceder de forma apropiada.

• Por MONTSE ARBOIX


• 1 de mayo de 2009

- Imagen: kenna takahashi -

Realizar actividad física intensa, sentir emociones fuertes, el consumo de alimentos o


algunos medicamentos, exponerse a temperatura ambiente elevada con humedad alta, la
recepción de calor proveniente de maquinaria industrial, sufrir un golpe de calor, además
del abuso de algunas sustancias -como anfetaminas- y padecer síndromes de abstinencia
de sustancias psicotrópicas son algunas de las causas del aumento de la temperatura, sin
obviar, evidentemente, las infecciones, tanto víricas como bacterianas.

La temperatura corporal no es una cifra inamovible. Al contrario, sus valores fluctúan a


lo largo del día (es más alta por la noche); por la edad del paciente (de los seis meses a
los dos años la variación diaria es de casi un grado); en mujeres, el ciclo menstrual puede
elevar la temperatura un grado o más; y según el lugar dónde se toma, sin que ello
represente ningún problema de salud. La temperatura promedio del organismo se sitúa
entre 36º C y 37º C. Pero, ¿cuándo se considera que hay fiebre?

Febrícula, fiebre e hipertermia


Hablamos de febrícula, "décimas", cuando la temperatura axilar se encuentra entre los
37º C y los 38º C. Cuando el valor se incrementa por encima de los 38º C se considera
fiebre. Este incremento está desencadenado por el hipotálamo, nuestro "termostato"
interno, una glándula situada entre los dos hemisferios cerebrales que se encarga de
regular la homeostasis, una serie de procesos que mantienen las condiciones internas
-vitales- constantes.

La medida rectal es el mejor indicador de la temperatura


corporal central
El hipotálamo, en presencia de pirógenos (exógenos, en el caso de virus y bacterias),
compuestos que producen la fiebre, se activa y ordena al organismo que produzca más
calor mediante el aumento del metabolismo. Cuando el hipotálamo pierde este control
de la regulación de la temperatura corporal, con un aumento que supera la capacidad del
organismo de eliminar calor, estamos ante un cuadro de hipertermia, con cifras de
temperatura corporal superior a los 40º C. A diferencia de lo que ocurre con la fiebre, la
hipertermia es resistente al efecto de los fármacos antipiréticos, como el paracetamol.
Este cuadro, fuera de control, reviste gravedad.

Ante fiebre de entre 38º C y 39º C, el organismo responde con rubor, aumento de la
frecuencia cardiaca (taquicardia) y de la frecuencia respiratoria (taquipnea). Superados
los 39º C, personas con epilepsia y niños pequeños pueden sufrir convulsiones. A partir de
los 40º C pueden darse mareos, nauseas, cefalea y sudoración profusa con deshidratación
por excesiva pérdida de líquidos. Si una persona tiene una temperatura de 41º C, que
precisa de atención urgente, también puede presentar confusión, alucinaciones y
somnolencia. Se considera que en un adulto, temperaturas de 42º C o superiores pueden
desencadenar coma, acompañado de hipertensión o hipotensión severa y taquicardia
extrema. A partir de los 43º C el daño cerebral y la parada cardiorrespiratoria son
seguros.

La medida rectal está considerada como el mejor indicador para determinar la


temperatura corporal central. Las temperaturas tomadas en la axila y en el oído no son
indicadores fiables, ya que ofrecen sólo una medición indirecta. Los valores tomados en
la cavidad oral (siempre unos 0,4º C menos que la temperatura rectal) pueden estar
alterados por comer, beber, fumar e, incluso, respirar por la boca. No obstante, con
independencia de allí donde se mida, la determinación de la temperatura tendrá que ser
siempre en la misma zona y con el mismo termómetro.

Tratar la fiebre, medida controvertida


Debido a que la fiebre es un mecanismo protector, su tratamiento es una cuestión
controvertida entre la comunidad facultativa. Las bacterias necesitan, para
multiplicarse, grandes cantidades de hierro y cinc, pero ante una situación de fiebre, el
hígado y el bazo no los liberan. La misma fiebre que hace incrementar el metabolismo
corporal facilita todo el proceso curativo. En un estudio reciente publicado en "Surgical
Infections", los autores sugieren que el tratamiento activo de la fiebre puede aumentar la
mortalidad en pacientes críticos. Una de las causas por la que los facultativos evitan
tratar la febrícula de manera sistemática es porque puede enmascarar signos y síntomas
clínicos importantes.

Sin embargo, ante pacientes con enfermedades concomitantes, ya sean respiratorias,


cardiovasculares o anemia, se suele tratar para disminuir la demanda de oxígeno del
organismo. Otra razón de peso para administrar tratamiento es el confort del paciente:
hay personas que se sienten muy decaídas ante un aumento de la temperatura, por leve
que sea. Entre los fármacos de elección se encuentra el paracetamol, el ibuprofeno y el
ácido acetilsalicílico. A pesar de ser tan comunes en los botiquines de la mayoría de
hogares, los expertos insisten en la necesidad de leer atentamente los prospectos, ya que
todos ellos conllevan efectos secundarios de diversa índole.

En un estudio randomizado y doble ciego, publicado recientemente en "Archives of


Pediatric and Adolescent Medicine", sobre la eficacia del tratamiento de la fiebre en
lactantes y niños pequeños los autores concluyen que la mejor medida es la
administración de dos fármacos antipiréticos alternos (ibuprofeno y paracetamol cada
cuatro horas y durante tres días) frente al uso de uno sólo.
TERMÓMETROS, UN GRADO IMPORTANTE

- Imagen: xavi sanchez -

El uso de los tradicionales termómetros de mercurio llega a su fin. No obstante, aunque


todas aquellas herramientas de medición que contengan mercurio dejaron de fabricarse
en la Unión Europea, algunos usuarios pueden seguir utilizándolos. El responsable de que
Bruselas tomara esta medida fue el mercurio, un elemento tóxico que no se degrada y se
dispersa cuando los termómetros se tiran a la basura en lugar de hacerlo en un punto
limpio, contaminando el entorno y llegando, incluso, a la cadena alimentaria (sobre todo
en los peces).

En el mercado pueden encontrarse termómetros digitales y electrónicos, con


características específicas. Los termómetros digitales son los más fiables y se pueden
colocar en la boca, el recto o la axila. Otra opción son los termómetros electrónicos de
oído, que miden la temperatura en el tímpano, aunque sólo se recomienda para bebés de
más de tres meses.

A pesar de que son muy populares por su comodidad, tal y como ya concluía una revisión
sobre la eficacia de los diferentes tipos de termómetros publicada en "The Lancet", los
resultados obtenidos son menos fiables que los digitales. Este termómetro utiliza un
sensor infrarrojo que detecta el calor emitido desde el tímpano y su periferia, por lo que
es importante apuntar hacia esta membrana, en el interior del oído. El canal auditivo
(por donde pasarán los rayos infrarrojos) de los niños es recto, por lo que el termómetro
debe insertarse perpendicularmente en relación a la cabeza; sin embargo, el de los
adultos es algo curvo por lo que será necesario enderezar el canal auditivo tirando
suavemente de la oreja hacía atrás.

Hay otras presentaciones en el mercado, pero de eficacia limitada, como son los
termómetros con forma de chupete, puesto que es difícil que el niño lo mantenga
quieto y el resultado puede no ser el correcto. Otra opción son los termómetros de tira
plástica, que cambian de color para indicar la temperatura. Este último está considerado
por los expertos el método menos fiable; sólo hay que colocar la tira plástica en la frente
y después de un minuto leer el resultado.
MEDIR LA TEMPERATURA
La temperatura corporal se suele medir en cuatro zonas del cuerpo:

En la boca: se coloca el termómetro bajo la lengua y se cierra la boca. Se debe respirar a


través de la nariz y utilizar los labios para mantener el termómetro bien fijo en su lugar.
Se deja el termómetro en la boca durante tres minutos o hasta que se oiga la señal
electrónica del dispositivo.
En el recto: recomendable para bebés y niños pequeños que no son capaces de sostener
el termómetro en la boca con seguridad. En posición boca abajo, en una superficie plana
o sobre el regazo, se separan los glúteos y se inserta el extremo del termómetro,
lubricado con vaselina si es preciso, 1,5 cm aproximadamente en el canal anal. Después
de tres minutos o cuando se escuche la señal electrónica se retira.
En la axila: se coloca el termómetro en la axila con el brazo presionado contra el cuerpo
durante unos cinco minutos. Esta localización es la que da valores menos exactos.
En el oído: además de las diferencias anatómicas entre niños y adultos que hay que tener
en cuenta en la toma de temperatura, no puede utilizarse si hay alguna patología (otitis
o infección) y conviene asegurarse de que siempre se mide en el mismo oído.

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