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Martin Neimöller

El ejemplo de un Pastor Alemán: Martin Neimöller

Un pastor ejemplar

Para todos aquellos que sólo piensan que Bonhoeffer fu un héroe en la Alemania de Hitler
quiero presentarles otro héroe de ese tiempo. Comenzaré diciendo que cuando se
menciona al pastor Martín Niemöller, acude a nuestra memoria el famoso poema que
aparece a continuación:

Primero vinieron por los comunistas,

Pero como yo no era comunista

No levanté la voz.

Luego vinieron por los socialistas y los sindicalistas,

Pero como yo no era ninguna de las dos cosas,

Tampoco alcé la voz.

Después vinieron por los judíos,

Y como yo no soy judío,

Tampoco levanté la voz.

Y cuando vinieron por mi,

Ya no quedaba nadie que alzara la voz para defenderme.

Esta es sólo una de las innumerables versiones del poema. En realidad, es parte de una
respuesta que Niemöller dio, cuando le inquirieron sobre cómo pudo darse el ascenso del
nazismo al poder, en la Alemania de 1933 hasta 1945. Personaje singular de la Alemania
del siglo XX. Encarna quizá como ningún otro al ciudadano alemán que se siente
engañado por Hitler, pero que en ninguna forma está dispuesto a ser parte de ese sistema
perverso. Hijo de un pastor luterano, había nacido en Lippstadt el 14 de enero de
1892.Se alistó en la Marina Imperial, durante la 1ª Guerra Mundial (llegó a comandante de
submarinos) y fue condecorado con la Orden del Mérito. Pasó de la aprobación inicial a
Hitler y el ser una figura apreciada por la prensa nazi, al más profundo desengaño y a la
férrea oposición al régimen hitleriano. Su libro, autobiográfico, “Del submarino al púlpito.”
fue muy bien acogido, a principios de la década del treinta, por los críticos afines al
nacionalsocialismo. En su obra no sólo describía el proceso que lo llevó de marino de un
U-Boot alemán, a ser pastor en una de las más respetadas iglesias del Berlín de las
clases altas.

También reflejaba su expectativa de aquel tiempo. Sin embargo, no era solamente la


crónica de sus días de guerra, ni el testimonio de un despertar espiritual, era además, el
sentimiento de un ciudadano alemán que veía con profunda preocupación la amenaza
comunista y la degradación del espíritu nacional que se venía produciendo en los últimos
años. Pero que al mismo tiempo percibía en Hitler, la esperanza de una cohesión nacional
y una restauración de la dignidad alemana, luego de la humillación que significaba el
Tratado de Versalles.

Pesaba en él, igualmente, el desagrado profundo que le producía la Republica de


Weimar. Había sido ordenado pastor en 1924 y siete años después le nombraban al
frente de la congregación Berlín-Dahlem y es en esa posición en la que comienza a
descubrir la realidad que el gobierno de Hitler pretende imponer. En principio, como
muchos alemanes, vio auspiciosamente el advenimiento de Hitler. Pero las rápidas
maniobras iniciales de someter la iglesia protestante a la tutela nazi, el desarrollo de un
marco de poder totalitario, la promulgación de leyes antisemitas e inmorales, el abuso y el
terror hicieron de Niemöller un opositor indomable.

A contar de la Declaración de Barmen en 1934, el enfrentamiento con el gobierno


nacionalsocialista será irreversible. Las fricciones serán constantes en la medida que
Hitler descubría lo difícil que era acallar a la Iglesia Confesante (Bekennende Kirche), en
cuyo núcleo y como uno de los principales líderes estaba Martín Niemöller. La labor de
resistencia que llevó a cabo Niemöller, tanto con la Pfarrebund (liga de apoyo a los
pastores represaliados por Hitler) en la que fue uno de los fundadores, como en la Iglesia
Confesante, fueron fundamentales. En 1934, martín Niemöller tuvo ocasión de
encontrarse con Hitler, cuando este hizo una invitación a los líderes de las iglesias
evangélicas, con el fin de limar asperezas y aventar las críticas que recibía del sector que
le era opuesto a sus designios. Hitler se mostró amigable y pretendió apaciguar los
ánimos, asegurando que la iglesia evangeliza seguiría gozando de la excimisión de
impuestos, así como de cobertura legal, por lo que no deberían sentirse amenazados.

Pero Niemöller pidió la palabra y retrucó al Führer, rechazando el intento de sometimiento


que esperaba Hitler, le dijo: “Nuestra preocupación no es sólo por la Iglesia, es por el
alma de nuestra patria.” Nadie pareció apoyarle en tal afirmación y el silencio a
continuación fue gélido, quedando en evidencia que, Niemöller no estaba hablando por
todos los presentes, sino a tenor personal. De hecho, la sorpresa fue total para todos los
presentes, incluido Hitler que no estaba acostumbrado a tales desafíos y que sólo se
limito a responderle: “El alma de Alemania déjemela a mi.” Al aproximarse los Juegos
Olímpicos de 1936 que se celebraron en Berlín, el Pastor Niemöller escribió a sus
colegas: “ Nuestra gente (los alemanes) esta tratando de romper los lazos colocados por
Dios. Esto es engreimiento humano contra Dios. En relación a esto debemos advertir al
Führer, que la adoración frecuentemente ofrecida a él, es solo debida a Dios. Años atrás
el Führer se quejo por la existencia de retratos en los altares de las Iglesias protestantes.
Hoy sus pensamientos son usados como fundamento no solo para las decisiones
políticas, sino también para la moral y la ley. Ahora él es rodeado de la dignidad de un
sacerdote e incluso se considera intermediario entre el hombre y Dios… Pedimos que se
entregue a nuestro pueblo su libertad para que siga su camino hacia el futuro bajo la Cruz
de Cristo, para que nuestros nietos no maldigan a sus ancestros por haberles dejado las
cosas en tal estado en la tierra de forma tal que les sea negada la entrada al reino de
Dios.” Y poco antes de ser encarcelado, predicó en un sermón en su iglesia de Berlín-
Dahlem : “Debemos usar nuestros poderes para liberarnos del brazo opresor de la
autoridad así como lo hicieron los Apóstoles de antaño. No estamos dispuestos a guardar
silencio por mandato del hombre cuando Dios nos ordena hablar. For it is, and must
remain, the case that we must obey God rather than man.”. El 1 de Julio de 1937 fue
arrestado bajo los cargos de abusar de su posición para promover la subversión.

Su arresto provocó una ola de indignación más allá de las fronteras, al punto que las
presiones internacionales hicieron que el caso fuera manejado con alguna legalidad, en
un tiempo en que toda oposición era acallada violentamente.

Poco después recibiría la visita de un pastor luterano. Este se extrañaba que un hombre
con el predicamento de Niemöller, que tan valientemente había servido a su país en la
guerra y al que consideraba un patriota y un cristiano fiel, estuviera encarcelado. Le
preguntó, entonces, incrédulo, cómo estaba allí, a lo que Niemöller contestó: “Querido
hermano, viendo como están las cosas en nuestra patria, yo también te pregunto ¿Cómo
tú no estás aquí conmigo?” En marzo de 1938 compareció en juicio. Es conocido también,
que cuando el juez le increpó cómo se atrevía a desobedecer al Führer. Martín Niemöller
le respondió: “No puedo callar porque mi Führer es mi Dios”. Finalmente hallado culpable,
recibió una condena de 2000 reichmarks y siete meses de prisión. A poco de cumplir la
condena y quedar libre fue nuevamente arrestado, esta vez por orden directa de Hitler
como su “prisionero personal” y enviado al campo de concentración de Sachsenhausen.

En 1941 sería enviado a Dachau, en confinamiento solitario. De allí saldría cuando fue
liberado por las tropas americanas al final de la guerra, en 1945. Habían pasado ocho
años desde su primer arresto. Para ese tiempo una hija menor, había muerto de difteria y
dos de sus hijos en el frente de batalla. Al tiempo de salir en libertad, una de sus primeras
iniciativas fue convocar lo que hoy se conoce como la “Confesión de culpa de Stuttgart”
llevada a cabo en 1946.En ella se reconocía la parte de culpa y responsabilidad que le
correspondía a la Iglesia Evangélica, por omisión, por callar, por la complicidad a la que
condujeron esas actitudes. Finalmente por no haber sido fieles al Evangelio. Dijo: “No
podemos negar nuestra culpa con la excusa de que me habrían matado si hubiera hecho
algo. Preferimos mantener silencio. Claramente no somos inocentes y me pregunto: ¿Qué
hubiese pasado si en el año 1933 ó 1934, 14,000 pastores protestantes y todas las
comunidades protestantes de Alemania hubieran defendido la verdad hasta la muerte? Si
hubiésemos dicho: No es correcto que Goering encierre en campos de concentración a
100,000 personas para que mueran. Puedo imaginar que tal vez 30,000 ó 40,000
cristianos protestantes hubieran muerto, pero también es posible suponer que habríamos
salvado a 30 ó 40 millones de personas. Eso fue el costo de nuestro silencio”. Al pastor
Martín Niemöller se lo recuerda hoy como uno de los pocos resistentes a Hitler que
sobrevivió al régimen nazi. Para algunos figura contradictoria, para otros paladín de la
defensa de la libertad de conciencia. En cualquier caso, no puede negarse que fue
alguien que se comprometió con su tiempo, que nunca buscó esconderse y que llegado el
momento de reflexión, no ocultó, ni disculpó, su falta, ni sus errores, ni sus culpas. Moriría
en Wiesbaden en 1984, luego que en los años de posguerra se dedicara
fundamentalmente, a luchar contra el armamentismo nuclear, convirtiéndose en una figura
emblemática del pacifismo. Justamente él, que había sufrido en su propia carne, la locura
del poder en manos del fanatismo más abyecto que representó el Tercer Reich y lo
peligroso del silencio cómplice

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