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La cultura de la imagen o la victoria de Narciso.

NOTICIA APUNTADA POR MARÍA VIRGINIA BERTETTI


ETIQUETAS: BLOGS , INTERNET , WEB 2.0
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“Pasate, me paso, devolvé, ¿effes?”


(Pseudo dialecto flogger – Argentina 2008)

Hoy ya no es una novedad hablar de la amplia difusión de la tan mentada Web 2.0. Los
weblogs, fotologs y comunidades como Facebook, Sónico y Linkedin han tomado el ciberespacio.
Adolescentes y jóvenes encuentran en red un punto de reunión y la imagen es lo que atraviesa los
contenidos y sus relaciones.

La esfera privada, el ámbito más personal, se transforma en material de archivo público. La publicación
de la intimidad, la imagen como reafirmación de un yo social y las relaciones virtuales se masifican
dejando de lado la categorización de “fenómeno”. El grupo de pertenencia se comunica por estas vías y la
interacción cara a cara se ve transformada a partir de lo que sucede en la red.

Según el blogger Leandro Zanoni: “(…) cada día en la Argentina se abren nuevos blogs
personales. MySpace, la red social más popular del mundo, posee una comunidad de 220 millones de
usuarios. Facebook, otra red famosa, tiene 75 millones de personas registradas y cada día recibe 500 mil
nuevas” (1). El crecimiento virulento de estas herramientas parece no tener techo, por lo menos, en el
corto plazo.

La aparición de la Web 2.0, como un espacio dinámico, donde el usuario es el que genera los contenidos,
coincide temporalmente con la difusión de adelantos técnicos como reproductores de formatos musicales
en Mp3, reproductores de dvd y celulares con cámaras digitales incorporadas. La multimedia comienza
así a formar parte habitual en nuestras vidas. Crear contenidos y subirlos a la Web, por medio de páginas
de uso sencillo e intuitivo (You Tube, Podcasting, Blogger, etc.) se transforma así en una nueva vía de
comunicación. El tratamiento de estos espacios como medios de comunicación ya forma parte de otro
debate, mucho más extenso que el que nos incumbe en esta oportunidad.

La cultura de la imagen y su sobrevalorización se pueden observar con mucha más simpleza en la


estructuras de los fotologs, espacios destinados a la publicación de fotografías. La red se genera
agregando a otros usuarios como favoritos y dejando comentarios debajo de cada posteo. El caso
paradigmático de “Cumbio”, una adolescente quien atrae las miradas de esta supuesta tribu urbana (“los
floggers”), revela a las claras esta exacerbación de la imagen, como imagen en sí. El reconocimiento a
este personaje deviene en la cantidad de comentarios y en su cara en cientos de páginas y hasta en
publicidades destinadas a un target adolescente. Una moda en particular más un pseudo dialecto,
conformado a partir de una deformación del lenguaje, es la marca registrada de esta identidad virtual.

Facebook, junto con otras comunidades en red, se basa en el intercambio de información y de


aplicaciones entre usuarios que se van aceptando entre sí, con la categorización de “amigos” (claro está,
aunque jamás se hayan visto las caras). Otro espacio que crece a pasos agigantados y donde es posible
conocer muchos datos de aquellos usuarios que no aprovechen todas las opciones de seguridad. La vida
conectada a la fibra óptica, donde los espacios de soledad o de intimidad se achican hasta transformarse
en casi nulos.

La imagen, el avatar, los secretos íntimos o la simple cotidianeidad se encuentran caminando sobre el
delgado hilo que separa la vida offline de la online. Cada día más hiperconectados, envueltos en redes de
contactos, con relaciones cada vez más virtuales. El ritmo de gacela de las nuevas tecnologías ha
facilitado nuestras vidas y las comunicaciones, generado historias que de otra manera no se hubiesen
dado, acercado seres humanos que jamás se hubiesen cruzado. Pero… ¿Hasta dónde nos exhibiremos?...
¿Qué precio le ponemos a nuestra intimidad, a nuestro ser más interno, el cual se destripa a cada hora
en la Web?

(1)Zanoni, Leandro. El Imperio Digital. Buenos Aires. Ediciones B, 2008. Pág. 17.

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