Sunteți pe pagina 1din 7

c 


 
 
  
‘   
 

Como el niño que corre y crece junto al lado de sus maestros, así Lezama

Lima; de la mano etérea de Petrarca en Gracilaso y la de éste en Góngora; y todas

las confluencias y digresiones poéticas de una época, se alargan en hilos unas veces

bien entrelazados, otras débilmente unidos. Las voces que de antaño caen en

cascadas o torrenciales saberes, dialogan en un mundo donde la aprehensión de

sensaciones naturales se da de un modo y grado tales que es preciso formar

compuertas. Figuradamente habrá que tomar reservas y precauciones para una

lectura lezamiana.

En Lezama, dichas compuertas deben estar supeditadas a un manejo

adecuado de las citas y la documentación o academismo; puesto que sería efímera

la captación sensorial impulsada por su poesía, si se desconocen las voces

dialogadas y dialogantes en su obra. Es, sin duda menester, confluir con sus

palabras, fluir en ese cauce desbordado y abundante de sus líneas. Tendrá que

adentrarse, caminar a la par de las voces expresadas y expresivas de sus poemas,

porque se puede correr el riesgo de un disfrute o deleite efímero y este vasto

mundo de recuerdos presentes y voces anidadas deben ser perennes ante los oídos

y ojos de quien se enfrenta a ellos.

¿Es pues, lo anterior la incursión a un código nuevo? Podría decirse que sí,

aunque la exploración microscópica del alma del poeta estará expuesta no sólo
-

para los médicos y cirujanos que la realicen; sino, incluso para el aprendiz o

neófito, ya que lo dicho o expresado en una línea trasciende el tiempo y el espacio

de la creación. Las palabras en la poesía son agua que traspasa, incesante y lenta,

paciente, destructiva y creadora de vida. La poesía es y da vida para quien degusta

la ambrosía caída desde el Olimpo poético lezamiano.

¿Dónde se encuentra el secreto o dónde buscarlo? Ahí está, no se encuentra

vedado, está presente, sólo hay que buscarlo. Pareciera estar expresado en un

código que debiese ser decodificado por expertos antropólogos; sin embargo en

cuanto código es, sus hablantes conocen su funcionalidad; y su carácter

comunicativo es distinto en un plano que no funciona así en su uso primario de

transmisión de pensamientos e ideas, sino que trasciende y renueva palabras

exprimiéndoles el zumo que da el aroma al verso. Las palabras en la poesía son

botones de flor, en Lezama están en plena y absoluta florescencia. Aquí está el

secreto, dimensionado, en otro plano, puesto para el deleite de los curiosos

mortales que se adentran en el mundo de las hadas y los elfos, el mundo detenido

en espacio y tiempos perennes, en consecuencias recurrentes a un mundo

invadido, deseado.

Así es el barroco, una maraña bien ordenada, de juegos conceptuales,

epítetos, metáforas, imágenes y otras demasías literarias para el goce ´ocular-


r

audibleµ. La abundancia, la cornucopia rebosante, la prodigalidad y el derroche

son característicos en la obra de Lezama dice Severo Sarduy. (p.1395)

Es así, entonces, que se debe abordar y adentrarse a la obra lezamiana, no

decodificando sus abundancias y derroches, sino dialogando con sus voces,

sintiendo sus sonidos y sus imágenes, y esto sólo en la cópula que enlaza el

atrevimiento, maldición o bendición de asomar el rostro al río o a la fuente como

Narciso, al desdeñar el amor de la ninfa Eco, se ve obligado a permanecer

contemplando su imagen en el río con el cual se funde. Dejémonos fundir en las

aguas torrenciales y desbordantes de las líneas lezamianas, confundirnos con sus

líquidos llenos de partículas detenidas y separadas en el cuarto estado de la

materia, el plasma. Sólo así apreciaremos en rigor los componentes de su poética.

En este universo j jj   si se pudiera decir, resucitado y

renovado, de estas voces que se funden sincréticas desde el pasado; Lezama Lima

nos remasteriza esas grabaciones pasadas y a veces deformadas o gastadas por el

paso del tiempo. Nuestro poeta, las limpia, las barniza, las bruñe, las altera y las

pone a trabajar como esclavas de treinta y dos horas diarias, si existiera esta

medición del tiempo real. Y pese al sol y el cansancio al que se ven expuestas y

sometidas las palabras, no se quejan, y si lo hacen, su llanto retumba como la ninfa

que no podía declarar su amor a Narciso por un castigo divino. Ese secreto

guardado de Eco, resonará en nosotros al leer a Gracilaso, Góngora y Calderón,

leyendo a José Lezama Lima.


A


En Y    
primer poemario de José Lezama Lima se nos recrea

el mito griego; si bien hay distintas versiones que van desde la tan aludida,

comentada y estudiada homosexualidad griega de aquél hermoso joven que vivía

en el monte Helicón y que rechazó los amores ofrecidos por Aminias, regalando a

éste una espada con la orden explícita que se diera muerte él mismo, como efigie

de sus deseos. O la que nos refiere al mito más tradicional: al morir la hermana

gemela del bello joven, éste debido a la tristeza y zozobra que lo embargaba, se

pasa el tiempo contemplando su propia imagen en el río. La más complicada la

sabemos gracias a Ovidio; Narciso, hijo de las aguas, del dios- río Cefiso y de la

ninfa Leiríope, desdeña el amor de Eco y regresa a su origen, se condensa su etéreo

espíritu en las aguas de las cuales nació, según el Diccionario de la Mitología

Clásica. (p 446)

Pero si Ovidio nos complica la historia del mito griego, Lezama nos la

presenta compleja, como tejida en los hilares olimpíacos, con el lenguaje de los

dioses griegos en el momento mismo de la concepción acuosa de Narciso, y así

también nos lo evapora: D


 

  
j

 


Los espacios y el tiempo descritos en el poema nos ubican en esa Grecia de

paisajes fluviales, verdes, fértiles, venusinos, abundantes; paisajes de las ninfas y

los faunos, de los mitos. La renovación que hace de ellos a través de las



Lezama Lima, p.38
ü

descripciones superpuestas unas a otras y encadenadas como el fluir de un río con

riberas apacibles, primaverales, veraniegas, otoñales e invernales, aquí esta todo el

año, todas las estaciones y los climas; el ciclo vital en todo su esplendor, imágenes

de una conciencia clara de resurrección.

Todo en Y     es fecundo, nace y renace para seguir creando y

creyendo que es observado; aquí la abundancia de la cual habla Sarduy se ve en:

0  


 

 
j 


j  

 


 





 

  




j
 

 !
 
"

Notemos aquí la confluencia de las estaciones, del encadenamiento

descendiente invierno-otoño- verano o bien: congelados-hoja de oro- hirvientes. La

secuencia no importa, el tiempo natural de las estaciones se trastoca, se altera, está

inmóvil como la mirada reflejada en el agua. La estática reveladora de la angustia

de sentirse amado por él mismo lo entristece. El amor de Aminias, el de su

hermana gemela o el de la ninfa Eco, por cualquiera de los tres, Narciso carga con

las miradas deseosas de los amantes, y su culpa es el no poder corresponderles. El

espejo en el cual se observa es nítido y a su vez turbio, es frío en carámbano, en

hielo otoñal, ya que algunas veces el vendaval lo dispersa, lo confunde:

#






 

$
 








%


-
Lezama Lima, p.34


El secreto no descubierto, no revelado sigue estando ahí, es un secreto

convidado, casi regalado, sólo habrá que verlo con otra mirada, con otros ojos, con

los ojos dimensionales y visión fragmentada de la mosca; sólo separando sus líneas

para poder degustar uno a uno los bocados del exquisito manjar. Pero, si se está

hambriento, el soplillo será arrebatado por el hambre y la sed de las palabras

reveladoras que convidan ese secreto; el secreto lezamiano. En este caso seamos

prudentes y alcancemos como catadores pasantes, la absoluta tranquilidad o

angustiosa desdicha de los sabores indescriptibles con palabras mundanas, con

insulsas comparaciones terrenales e intentar llegar a describir o dar un veredicto

de los sabores combinados en este laborioso platillo.

La receta gastronómica que podríamos advertir en Y     no es

otra, sino la que usan los chefs consumados o los aprendices curiosos: los

ingredientes que se detectan podrán acertar al sabor peculiar e inconfundible de un

aroma fino o quizá yerren; pero no importa el error, puesto que no buscamos una

verdad filosófica, esto es poesía, y es aquí donde las equivocaciones serán

asequibles como la obra sea un secreto bien guardado. Disfrutemos de los errores,

de nuestros errores, imaginemos la mirada contemplativa de Narciso, el secreto

que lo embarga y angustia, el secreto que lo llevó a la muerte.

D


j 
µ4


r
Lezama Lima, p.38
A
Lezama Lima, p. 38
â


ù ùL OGRAFÍA

 Falcón Martínez, Constantino, Emilio Fernández-Galiano y Raquel López

Melero,Diccionario de la Mitología Clásica, México, Alianza Editorial. 1997.

 Lezama Lima, José, Y



 , Madrid, Ediciones Era. 1988.

Obras Completas, Tomo , México, Aguilar. 1977.

 Sarduy, Severo, Obra Completa, Tomo , España, Ediciones UNESCO. 1999.

 Yurkievich, Saúl, Suma Crítica, México, FCE. 1997.

S-ar putea să vă placă și