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Ensayo sobre “Los siete saberes necesarios para la

educación del futuro” de Edgar Morín.


Por César M. Díaz. UCC. Facultad de Educación.

El presente ensayo tiene como objetivo lograr discernir en el proceso de reflexión


filosófica aquellos elementos que se encuentran inter – relacionados dentro de contextos
específicos de acción. En nuestro caso la idea central del artículo está posicionada en
procesos de aprendizaje dentro de prácticas humanizadoras, pero que nos otorga una
serie de elementos para la praxis educativa y el carácter que ésta debe tomar para
afrontar las problemáticas que surgen en la configuración mundial moderna.

Palabras claves:

conocimiento – racionalidad – ideología – contexto – complejidad – humanización –


unidad – diversidad – mundialización – conciencia – historia – incertidumbre – estrategias
– comprensión – solidaridad – ética.

En primera instancia cabe destacar el entramado intersubjetivo que le otorga el autor a


una serie de elementos que conforman una grilla de condiciones que debe poseer la
“educación del futuro”; y el análisis del devenir histórico como una brecha milimétrica
entre un pasado que nos conduce hacia un futuro que está sucediendo. Desde esta
temporalidad se consideran diferentes aristas de un cubo cuyo interior está ocupado por
el ser humano y sus condiciones mundanas.

Nos parece válido respetar los títulos que Edgar Morín desarrolla para lograr una mayor
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comprensión de cada aspecto de las temáticas:


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1. Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión.

Desde ésta perspectiva podemos decir que el conocimiento está fuertemente


condicionado y amenazado por el error y la ilusión, ya que nuestra percepción humana
nunca es objetiva en su totalidad, muchas veces limitada por la emotividad, la afectividad
y la equivocación. Dentro del mismo también corremos el riesgo en caer en una
racionalización, al descartar elementos que nuestra racionalidad podría tomar en cuenta
y operar con la totalidad de los mismos: ideologías, paradigmas, teorías. Por consiguiente

César M. Díaz
Universidad Católica de Córdoba – Facultad de Educación
Licenciatura en Ciencias de la Educación
y en relación a la producción de significados simbólicos es necesario tomar conciencia de
nuestros propios procesos reflexivos para realizar una autocrítica u auto observación de la
elaboración y del posicionamiento que le damos a nuestras ideas.

2. Los principios de un conocimiento pertinente.

Podemos mencionar aquí dos elementos claves, el primero estaría relacionado al contexto
en donde se desarrollan las prácticas, y el segundo, fuertemente ligado al contexto, es la
complejidad del todo. Todo el conocimiento producido a lo largo de la historia ha sido
muchas veces analizado en diferentes momentos históricos, desde ésta posibilidad de ir y
volver en el mismo y de la actualización del saber es necesario considerar la
transversalidad que se dan en las diferentes disciplinas científicas. “La especialización, la
descontextualización y la reducción” como menciona Morín han ocupado un puesto
privilegiado en la construcción del conocimiento y en el desarrollo de las prácticas
educativas.

3. Enseñar la condición humana.

He aquí el aspecto central del cubo que habíamos mencionado con anterioridad. Enseñar
la condición humana presupone el conocimiento y la concepción de un ser en su total
complejidad: desde un principio bio – psico – socio – cultural. La humanización de la
especie recae en éste principio y es el disparador de la toma de conciencia de hombre en
su unidad y diversidad. Ésta condición implica sus orígenes (cósmica), su materialización
(física) y su estabilidad cuya biología lo define (terrestre). Desde el punto de vista
educativo es amplia la significatividad que le podemos dar a estos aspectos pero
puntualmente esta inclinada a una atención del hombre como individuo (aquellos
aspectos comunes del resto) y como sociedad (aquellos aspectos que lo diferencia del
resto y que le permite constituirse en función del otro).

4. Enseñar la identidad terrenal.


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En relación a la identidad terrenal Morín nos habla de un proceso de mundialización al


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cual solo ha podido acceder una parte privilegiada del mundo, o por lo menos que ésta
parte se ha visto favorecida por el sacrificio y la miseria que le ha tocado vivir a los países
subdesarrollados. Además, la naturalización de procesos sociales que ésa cumbre ha
generado y la aceptación por parte de éstas sociedades menos desarrolladas ante la falta
de una toma de conciencia desde diferentes perspectivas: antropológica, ecológica, cívica
terrenal y espiritual. Cabe destacar al pedagogo y sociólogo Pablo Gentili en su artículo
“Papas fritas baratas” cuando hace relación a prácticas que en un determinado contexto
tienen un significado (comer papas fritas para saciar el hambre) en otro genera una
relación de explotación, pobreza y alienación.

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5. Afrontar las incertidumbres.

Según nos plantea el autor es necesario que en el devenir histórico la incertidumbre sea
vinculada al conocimiento. “El conocimiento es navegar en un océano de incertidumbre a
través de archipiélagos de certeza”, ante ésta magnitud es imprescindible abordar las
problemáticas con procesos decisivos teniendo en cuenta los riesgos (conciencia de los
mismos) y planteados en estrategias más que en programas, ya que éstas nos permiten
reformularnos las ideas de acuerdo a cada situación particular.

6. Enseñar la comprensión.

Morín toma un posicionamiento desde la comprensión humana como un “proceso de empatía, de


identificación y de proyección con respecto a otro sujeto”. La comprensión se ve rasgada por
procesos en los cuales el hombre se coloca en el centro de la escena pero ya con una connotación
patológica (egocentrismo, etnocentrismo, sociocentrismo). Es necesario que el hombre considere
la complejidad de la realidad ya que toda praxis provoca consecuencias y en relación a la
humanidad muchas de las secuelas que dejan las mismas se tornan irreparables o hasta podríamos
decir apocalípticamente insalvables. La toma de conciencia de su condición es el factor crucial para
la comprensión humana, la solidaridad intelectual y la transmisión intelectual son elementos
inseparables al momento de enseñar.

7. La ética del género humano.

Por último en la tríada individuo – sociedad – especie, aparece una ética necesariamente humana
(antropo-ética) y allí Morín considera que la humanidad debe asumir la condición humana y el
destino humano pero lo hace desde una mirada más específica. Nos refiere a la democracia como
el gobierno del pueblo que “alimenta y se alimenta de la autonomía de espíritu de los individuos,
de su libertad de opinión y de expresión, de su civismo”; pero que actualmente están inacabadas ya
que la ciudadanía se encuentra alejada de éstos procesos por una incapacidad en buscar
soluciones a problemas políticos muy complejos. Solo algunos pueden acceder a éste ámbito de
acción, pero muchos de ellos no se encuentran preparados en su totalidad para dar soluciones
globales, solo fraccionados y momentáneos.
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Podemos concluir que Edgar Morín se ha posicionado desde las diferentes aristas del cubo para
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poder observar factores específicos que condicionan el desarrollo de las prácticas educativas. Ha
revisado aspectos epistemológicos, gnoseológicos, sociológicos, antropológicos, pedagógicos,
psicológicos, éticos, biológicos, históricos, económicos, ecológicos y hasta geográficos que hacen a
la transversalidad del conocimiento contextualizado en situaciones específicas. Solo desde ésta
capacidad de discernir y de reagrupar factores que condicionan las prácticas educativas
lograremos la solidaridad intelectual para promover en nuevas mentalidades la reproducción de la
condición humana desde su multidimensionalidad.

César M. Díaz
Universidad Católica de Córdoba – Facultad de Educación
Licenciatura en Ciencias de la Educación

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