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A 84 años, fue detenido por orden del juez federal Norberto Oyarbide,
luego de decidir su procesamiento por secuestro extorsivo y un embargo
sobre sus bienes por dos millones de pesos. Así, el otrora intocable minis-
tro de Economía de la última dictadura quedó procesado en la causa que investiga
el secuestro, en 1976, de los empresarios textiles Federico y Miguel Ernesto
Gutheim, quienes fueron obligados en cautiverio y bajo tortura a firmar un contra-
to con una empresa de Hong Kong. Luego de permanecer detenidos de manera ile-
gal durante más de cinco meses, y tras haber finalmente accedido a lo que los mili-
tares les exigían, los empresarios fueron dejados en libertad. Martínez de Hoz había
sido indultado en 1990 por el entonces presidente Carlos Menem y el expediente
había quedado archivado. Durante más de quince años, el delito quedó impune. Sin
embargo, en 2006, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y otros orga-
nismos reclamaron la inconstitucionalidad del perdón presidencial, lo que fue acep-
tado por el juez Oyarbide, en primera instancia, y luego por la Cámara Federal. Esa
medida fue apelada por los defensores del ex ministro de la dictadura, pero a fines
de abril de 2010 la Corte ratificó la inconstitucionalidad del indulto otorgado por
Menem. Al fundamentar el fallo, los jueces del máximo tribunal de la Nación recor-
daron que el crimen, cometido con las herramientas y la impunidad que el terroris-
mo de Estado otorgaba a sus autores, debía ser considerado de lesa humanidad y,
por lo tanto, imprescriptible.1
Más allá de lo emblemático del caso por el papel fundamental que el personaje
cumplió durante la dictadura, el procesamiento y la detención de Martínez de Hoz
señalan el camino por el cual la Justicia argentina, más de tres décadas después de
ocurridos los hechos, podrá finalmente juzgar y castigar no sólo a los militares del
autodenominado Proceso de Reorganización Nacional por los crímenes cometidos,
sino también a sus ideólogos y cómplices civiles, tanto si participaron en la comi-
sión de los delitos desde algún cargo en el Estado cuanto si lo hicieron como pro-
pietarios o directivos de los grupos económicos que se beneficiaron con ellos.
En este contexto se abren las puertas para que la Justicia pueda establecer cómo,
Civiles y militares
A diferencia de los militares que les sirvieron de ariete, los civiles que fueron men-
tores ideológicos de la dictadura nunca rindieron cuentas ante la Justicia. El legado
que dejaron –sangriento como el de los propios uniformados– quedó impune y se
traduce todavía hoy en términos de pobreza, desocupación y deuda externa. Pero
también en delitos de lesa humanidad.
Vinculados con los sectores transnacionalizados de la economía, tras el golpe mili-
tar de junio de 1966 dieron el primer zarpazo. Agazapados en la Acción
Coordinadora de las Instituciones Empresarias libres (ACIEL), en la Unión
Industrial Argentina (UIA) y en la Sociedad Rural Argentina (SRA) promovieron el
derrocamiento del presidente constitucional Arturo Illia y celebraron la llegada de
Juan Carlos Onganía. De la mano del dictador tomaron por asalto el poder y desem-
barcaron, representados por Adalbert Krieger Vasena, en el Ministerio de Economía.
Años después, desde la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales
Empresarias (APEGE) impulsaron el paro empresario (lockout) del 16 de febrero de
1976, prolegómeno del golpe del 24 de marzo.
Después del golpe, sus principales cuadros se diseminaron rápidamente dentro de
la estructura del Estado. José Alfredo Martínez de Hoz y Jaime Peirraux –que había
sido ministro de Justicia de Roberto Levignston durante la dictadura anterior– dise-
ñaron el plan y repartieron el poder. Guillermo Walter Klein (h) –mano derecha del
primer ministro de Economía del Proceso– asumió al frente de la Secretaría de
Programación Económica, un puesto que su padre había ocupado en dos ocasiones
2. Clarín, 24/7/1977.
El Caso Greco5
El 3 de junio de 2010, José Greco presentó un escrito ante el juez Norberto
Oyarbide, solicitándole la acumulación de dos procesos: el de los Gutheim y el del
Grupo Greco, cuyos integrantes también fueron secuestrados con fines extorsivos.
Greco dijo en su presentación que, al igual que a los Gutheim, se los privó de liber-
tad para ser desapoderados ilegalmente de sus bienes.
Ambos crímenes revisten la calidad de lesa humanidad. El 25 de abril de 1980,
4. La Nación, 25/2/2007.
5. Los autores le agradecen a Rodolfo Yanzón, reconocido penalista y abogado de la Liga por los Derechos
del Hombre, su asesoramiento en la reconstrucción de este caso y su colaboración en la redacción del
texto correspondiente.