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Estudio Bíblico
En medio del clamor que busca aniquilar el infierno están aquellos que
creen que la Biblia es verdad, estos deben pararse y hablar. Meditar en
los terrores del infierno puede ser uno de los ejercicios mas importantes
que puedas hacer en esta vida. Si "el que oye el sonido de la trompeta
no se da por advertido, y viene una espada y se lo lleva, su sangre
recaerá sobre su cabeza" (Ezequiel 33:4). Pido el favor de que el lector
se tome el tiempo de leer este librito hasta el final.
¿Por qué debería uno preocuparse por el infierno? ¿Por qué gastar
tiempo leyendo sobre el infierno? Son varias las razones que nos
muestran el beneficio de hacerlo:
¿Por qué las personas no tienen miedo del infierno? Parece que hoy
hay una real carencia de miedo a la realidad del infierno. Esto afecta
tanto a aquellos que asisten a la iglesia como a los que viven en el
mundo. La gente no teme el infierno, ¿por qué?
En Lucas 16:19-26 Cristo habla de dos hombres. Uno de ellos era rico
(tradicionalmente conocido por Divas o Epulón); el otro era pobre (por
nombre Lázaro). Ambos murieron. El pobre fue llevado por ángeles al
cielo y el rico fue al infierno. El rico no fue a tal lugar por ser rico, ni el
pobre al cielo por ser pobre. El Señor muestra mediante esta historia de
contrastes que nuestras circunstancias pueden cambiar drásticamente
cuando pasamos del tiempo a la eternidad. No debemos ser tan tontos
como para pensar que porque Dios no nos haya tratado duramente en
esta vida no lo vaya a hacer después de la muerte. El lugar de morada
eterna de ambos hombres fue el resultado de la condición de sus
corazones delante de Dios mientras vivían en la tierra. Lázaro fue un
verdadero seguidor de Dios, no así Divas. Queremos notar
cuidadosamente lo que la Escritura dice acerca de Divas y su condición,
pues tenemos mucho que aprender de él sobre el infierno.
Tú, que dices ser cristiano pero que no lees mucho la Biblia y oras
poco: ¿cómo piensas escapar del castigo del infierno? Tú, que no te
preocupas mucho de los pequeños pecados ni de los pensamientos
vanos y sucios que te pasan por la mente: ¿estás preparado para ir al
infierno? Tú, que piensas que el reino de Dios consiste en una
confesión verbal de fe en Cristo o aceptación intelectual de que Jesús
murió por tus pecados, pero que no te interesas por llevar una vida
santa, piadosa, ni dedicar algún pensamiento a Dios durante la semana:
¿estás preparado para soportar los tormentos del infierno, día y noche,
por los siglos de los siglos? Deberías estarlo, pues si estas cosas son
ciertas de ti, estás en camino derecho al infierno, a menos que te
arrepientas. ¡No te engañes a ti mismo! El cristianismo no consiste en
palabras o afirmaciones piadosas o creencias intelectuales, sino en un
corazón nuevo y una nueva vida apartada del pecado y dedicada a la
gloria de Dios. Si tu corazón y tu vida no han sido cambiados por Dios,
aún estás en tus pecados. Si estás viviendo en abierta desobediencia a
la Palabra de Dios y eres indiferente a ello, no tienes ningún derecho a
creer que vas a ir al cielo, por el contrario, estás en camino del infierno.
Arrepiéntete de todos tus pecados y vuélvete a Jesucristo y ríndete a él
como Señor. Presta atención a las palabras de Cristo: "Si tu ojo te es
ocasión de pecar, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la
vida con un ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de
fuego" (Mateo 18:9). "Nada menos que el negarse por completo a uno
mismo, abandonar el ídolo más acariciado, abandonar el hábito
pecaminoso más acariciado -figurativamente representado como cortar
la mano o arrancar un ojo- es lo que Cristo exige de todo aquel que
quiere tener comunión con él". Recuerda que la dificultad que conlleva
abandonar todo por Cristo no es nada comparada con pasar toda la
eternidad en el infierno.
No puedo terminar sin una palabra final dirigida a aquellos que se creen
convertidos pero que no lo están, y también para aquellos que saben
que no están convertidos. ¿Puedes concebir la eternidad? Detente un
momento y trata de imaginar ser atormentado incesantemente, para
siempre, sin final. ¿Esto no te aterroriza? Jamás una oportunidad de
descanso; o una gota de agua fría que refresque la garganta. Piensa de
nuevo la duración de la eternidad. Trata de imaginártela: día y noche,
por los siglos de los siglos, ardiendo con fuego como una araña en una
hoguera. Gritos, lamentos, dolor, maldiciendo el día de haber nacido; y
siendo maldecido eternamente por los demonios y condenados
alrededor. Recordando, siempre recordando las veces que fuiste
advertido en la tierra y cómo ignoraste todos aquellos avisos:
autosatisfecho y auto engañado, creyendo que todo estaba bien con tu
alma. La mujer de Job le dijo a éste que maldijera a Dios y muriera. A
no ser que te arrepientas y vayas a Cristo, quien es tu única esperanza,
serás maldito por Dios y eternamente atormentado por Él en su
presencia, en la terrible plenitud de su ira, sin que nunca puedas morir.
Nunca morirás. ¡Tú no morirás jamás! ¡La eternidad es para siempre!