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La educación debe crear capital cultural y estimular la movilidad social, pero cuando ricos y pobres estudian en planteles
separados y existe gran diferencia en la calidad de su formación, la escuela solo sirve para perpetuar las jerarquías sociales.
Resultados de un estudio cuidadoso sobre el caso de Bogotá.



Como en el resto del país, en Bogotá existe una especie de apartheid educativo: cada clase social estudia por aparte y los
ricos reciben una educación de mejor calidad que los pobres; esta segregación agrava los problemas ya muy delicados de
movilidad social y contribuye a reproducir las jerarquías sociales existentes.

La investigación que presentamos aquí consistió en estudiar la relación entre el nivel socioeconómico (NSE) de los estudiantes
de educación media en Bogotá, su distribución por sectores educativos (acceso al sector público o al privado), y los puestos
obtenidos por los estudiantes en la Prueba de Estado del Icfes en 2009, como estimador de la calidad académica.

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Decir que la educación sirve para mejorar la condición de vida de la gente ya es un lugar común que casi nadie discute. Sin
embargo, no es ni mucho menos evidente que el sistema educativo sirva para que las personas asciendan socialmente.

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La primera, de corte liberal, sostiene que la escuela favorece la igualdad de oportunidades y con ella la movilidad social.

La segunda, de naturaleza crítica, estima que estos casos de movilidad social a través de la educación son excepcionales y
que la escuela favorece sobre todo el desempeño de los hijos de los ricos y castiga el trabajo de los hijos de las clases menos
favorecidas, lo cual refuerza y reproduce las jerarquías sociales, con la fuerza simbólica de los diplomas.

Casi todos los estudios de sociología de la educación muestran una cierta correlación entre las aptitudes individuales, que
evalúa el sistema educativo, y el origen social de los alumnos.

A los hijos de familias ricas sistemáticamente les va mejor en los colegios que a los niños de familias pobres. Como dicen
Bourdieu y Passeron en La Reproduction, la eliminación diferenciada de los alumnos, según su origen social, constituye una
característica funcional del sistema educativo.

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En primer lugar, hay una correlación fuerte entre aspiraciones subjetivas y oportunidades objetivas[6]. La ambición de los
estudiantes en relación con la educación está determinada en buena parte por los padres y por el ambiente familiar.

En segundo lugar, el sistema educativo evalúa el desempeño escolar sobre la base de parámetros para los cuales los hijos de
la clase alta están mejor preparados. El sistema está diseñado de tal modo que los estudiantes con mayor capital social
(posición social, conexiones, apariencia personal, habilidades de lenguaje) tienen éxito más fácilmente que los estudiantes
pertenecientes a las clases menos favorecidas. Es decir, la herencia familiar en términos de capital cultural predispone al éxito
educativo.

Así pues, la escuela legitima los privilegios culturales de las clases altas. Según Bourdieu, el sistema escolar confunde "los
valores de éxito social con los de prestigio cultural"[7]. Las desigualdades sociales no se reconocen como tales sino que se
consideran naturales, y el privilegio cultural se identifica con el talento y el mérito. Mientras para unos el aprendizaje es
conquista, para otros es herencia[8]. Para que haya democracia escolar se requiere primero que exista la democracia social.

Si la reproducción de las clases sociales a través del sistema educativo opera en países con una educación pública y laica,
masiva, policlasista y de buena calidad, como Francia, ¿qué podremos esperar de la función social que cumple el sistema
educativo en Colombia, en donde no sólo cada clase social estudia por separado, sino que, además, los pobres reciben una
educación de menor calidad?

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En la investigación analizamos la relación existente entre el acceso a un sector de educación (público o privado) y el nivel
socioeconómico (NSE) de los estudiantes de la muestra. Encontramos que los estudiantes de menor NSE tienden a ir a
matricularse en el sector público y los de alto NSE en general asisten a establecimientos privados.

EL NSE fue medido a través de cuatro indicadores (estrato, ingresos, educación del padre y educación de la madre) y la
tendencia anterior se comprueba en todos ellos: en el sector oficial priman los alumnos de menor NSE y en el privado
predominan los de alto NSE. Pero además, el predominio de estudiantes del sector privado en el mayor NSE es mucho mayor
que el predominio de estudiantes del sector oficial en el menor NSE. Las siguientes gráficas ilustran claramente esta evidencia,
por estratos y por ingresos.

Fuente: elaboración propia sobre la base de tablas de contingencia

En estas gráficas se observa cómo, en términos generales, cada clase social envía sus hijos a un tipo particular de educación:
la clase alta envía sus hijos a colegios privados y la clase baja, en su mayoría, a colegios públicos. Las clases sociales
estudian por aparte; los ricos con los ricos y los pobres con los pobres. El carácter policlasista de la educación es escaso. Esto
dificulta enormemente la movilidad social, para no hablar de las dificultades que esto entraña para la creación de una cultura
ciudadana y democrática.

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También analizamos la relación entre la calidad de la educación y las cuatro variables referidas a las condiciones
socioeconómicas (NSE) de los estudiantes, a partir de los puestos obtenidos por los estudiantes en la Prueba de Estado del
Icfes para el año 2009 (donde 1 es el mejor puesto y 1.000 es el peor puesto).

En Bogotá no sólo cada clase social estudia por su lado, sino que los ricos reciben una educación de mejor calidad que los
pobres. En los resultados se aprecia cómo los NSE altos están asociados con los mejores puestos académicos y los NSE bajos
se asocian con los peores puestos. Específicamente, a medida que empeoran los puestos aumentan los estudiantes de menor
NSE y disminuyen significativamente los estudiantes de mayor NSE.

En conclusión, mientras mayor es el NSE, mayor es la tendencia a encontrar más estudiantes ocupando los mejores puestos, y
menos estudiantes ocupando puestos inferiores.

De otro lado, como se observa en la siguiente gráfica, el sector privado predomina en los 200 mejores puestos, mientras que el
sector oficial predomina en los 800 puestos restantes

En los 100 mejores puestos es donde el sector privado alcanza su mayor proporción (27 por ciento) y el sector oficial alcanza
su menor proporción (6 por ciento). Así pues, en términos generales, a los estudiantes de colegios privados les va mejor que a
los estudiantes de colegios oficiales.

Por último, las siguientes gráficas muestran cómo los primeros 100 puestos tienden a estar ocupados por estudiantes cuya
madre tiene un mejor nivel educativo (y por lo tanto un mayor NSE), mientras que los últimos 100 puestos son ocupados por
estudiantes cuya madre tiene un menor nivel educativo.

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La intuición que acompañó el desarrollo de este estudio es la siguiente: la desigualdad originada en la falta de democracia
social se agrava cuando cada clase social envía sus hijos a colegios diferentes, es decir cuando no hay educación pública
policlasista.

Incluso en condiciones de democracia social precaria, como las que existen en Colombia[10], el sistema educativo podría ser
un mecanismo de atenuación de la desigualdad. Siendo esto algo muy difícil de lograr - incluso para países con mayor
democracia social - en Colombia hay algo que dificulta aún más el propósito igualador de la educación: la situación de
apartheid educativo que aquí existe. Nuestro sistema no sólo educa mejor a las clases altas, sino que las educa por separado.
Los ricos no sólo reciben una educación de mejor calidad, sino también una educación exclusiva.

El dinero es sin duda un mecanismo de reproducción social muy importante, pero no es el único. Además de capital
económico, en la vida se requiere de capital cultural (representado en recursos como la facilidad verbal, las credenciales
académicas, la presencia personal). El capital cultural está tan mal repartido en nuestra sociedad como lo está el capital
económico, y peor aún, en buena medida ambos capitales se concentran o escasean para las mismas personas.
Vna educación socialmente segregada, es decir una educación que funciona en una especie de apartheid social, castiga con
bajos niveles de capital cultural a una amplia parte de la población y desfavorece su movilidad social, sobre todo cuando, como
sucede en Colombia, también existe diferenciación en términos de calidad: los hijos de los ricos reciben mejor calidad que los
demás.

Como dice Hernando Gómez Buendía "El punto duro y esencial es simple: la educación en Colombia no está pensada como un
factor de equidad, sino como el mecanismo principal de transmisión y ampliación de las desigualdades existentes´.

Como si esto fuera poco, este sistema de segregación se reproduce luego en la universidad y una vez más, en el trabajo. No
es una segregación impuesta legalmente; tampoco es defendida por los gobiernos, ni está plasmada en documentos de política
pública. Es algo peor: es un hecho tozudo que posee toda la invisibilidad y la inamovilidad de las realidades que nadie defiende
ni ataca, porque no hacen parte de la "agenda pública".

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La universalización del acceso a la educación básica ha sido un objetivo de gran importancia dentro de la política educativa de
la última década, tanto a nivel nacional como local. Este propósito de universalización se ha abordado a través de la ampliación
de la cobertura escolar y de la disminución del analfabetismo.

En este sentido, las administraciones de Enrique Peñalosa (1998-2001) y AntanasMockus (2001-2003) hicieron un gran
esfuerzo por aumentar y mejorar la cobertura, lo cual fue complementado con la focalización del gasto en educación, destinado
a ampliar las posibilidades de acceso a la educación y permanencia de los niños y jóvenes más pobres.

Los últimos dos alcaldes, Luis Eduardo Garzón (2004-2008) y Samuel Moreno (2008-2012), continuaron con los proyectos de
focalización hacia la población de menores recursos económicos y, además introdujeron e impulsaron la gratuidad de la
educación básica y media como vía para garantizar el derecho a la educación.

La investigación que hemos presentado en este texto, así como otras similares que han sido publicadas en el pasado,
demuestra que el derecho a la igualdad en la educación no sólo se debe garantizar a la entrada, sino también a la salida.

Sólo así podría lograrse que la herencia social y familiar de los estudiantes de niveles socioeconómicos bajos no sea un
obstáculo para su ascenso social. Es cierto que la actual administración distrital ha hecho un esfuerzo importante por mejorar la
calidad de la educación pública, pero este esfuerzo es insuficiente para evitar que la educación siga siendo un mecanismo de
reproducción de clases sociales.

La política educativa debe entonces orientarse hacia un modelo de educación policlasista, donde el aumento de la cobertura se
haga con estándares de calidad, en condiciones de igualdad similares para todas las clases sociales.

No sólo estamos lejos de conseguir esto último, sino que en algunos aspectos hemos ido hacia atrás. Hace treinta o cuarenta
años - y sobre todo en los pueblos y ciudades intermedias de Colombia - las escuelas y los colegios recibían a estudiantes de
todas las clases sociales. Los hijos de los ricos estudiaban con los hijos de los pobres. En los colegios (y en las universidades)
se vivía un ambiente relativamente policlasista, que favorecía luego la cohesión social y la conciencia ciudadana.

Incluso en Bogotá se vivió algo similar hasta mediados de los años ochenta en unos veinte colegios grandes, públicos y de
muy buena calidad[12]. ¿Qué pasó con esos colegios? Hubo una especie de igualación por lo bajo. Se mantuvo la baja calidad
de los colegios de menor nivel y además se descuidó la calidad de los de mejor nivel, acabando así con el proyecto de
educación policlasista en la educación básica y media de Bogotá.

Este es un objetivo ambicioso que va más allá de la política pública en materia de educación y que por eso mismo implica, sin
exagerar, una especie de nuevo contrato social; un pacto en donde la educación pública obtenga la atención que se merece y
deje de ser el destino obligado de los más pobres, para convertirse en un destino posible y deseable también para los más
ricos.

Solamente cuando ello se logre podremos tener un sistema educativo que sirva para mejorar la movilidad social y, por esa vía,
la convivencia y la democracia.

*Doctor en ciencia política. Actualmente se desempeña como profesor de la Vniversidad Nacional de Colombia y como
Investigador principal y director de investigaciones del Centro de Estudios de Derecho Justicia y Sociedad- DJS.

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