Sunteți pe pagina 1din 6

Gestión de la energía total: un imperativo de cara a

la sostenibilidad
A propósito del Día de la Tierra necesitamos recuperar y recrear nuevas
perspectivas para contribuir en la definición colectiva de nuevos caminos
hacia el desarrollo sostenible. La mirada de gestión de la energía total
recrea viejos conceptos e integra otros nuevos para contribuir al diálogo en
un enfoque de comunidad extendida de pares

Por: Rodrigo Arce Rojas1

Cuando hablamos de energía automáticamente pensamos en las energías


procedentes de fuentes no renovables (petróleo, gas, carbón) o de fuentes
renovables (energía solar, eólica, geotérmica, marina). También podemos
imaginar las diversas formas de energía tales como cinética, potencial,
mecánica o nuclear. No debemos olvidar, sin embargo, que el universo todo
está formado por materia o energía en condición intercambiable como nos
lo recuerda la primera ley de la termodinámica: “la materia no se crea ni se
destruye, sólo se transforma”.

Bajo esta perspectiva debemos tener presente que cuando hablemos de


energía2 debemos hacer alusión a la energía física, a la energía
química/bioquímica, a la energía cultural y a la energía psicosocial3. No se
trata entonces de entender la energía sólo desde una perspectiva
heliocéntrica (porque finalmente la fuente primaria de la energía es el sol) o
desde una perspectiva antropocéntrica sino de una perspectiva
cosmocéntrica, bajo la premisa que la naturaleza y la sociedad
corresponden a diversas manifestaciones de una realidad indivisible. El
reconocimiento expreso de esta realidad reconcilia las aparentes tensiones
entre conservación y desarrollo y nos ofrece una nueva perspectiva en los
intentos de avanzar hacia la sostenibilidad.

Esta perspectiva de estudiar y entender el mundo físico, biológico y cultural


como un todo no es nuevo. Murray Gell-Mann acuñó en los 90 el término
pléctica que sirve para indicar que se trata del estudio conjunto de la
simplicidad (lo físico) y la complejidad (los sistemas adaptativos complejos
como la mente y conducta humana), conjunto que describe desde una
perspectiva distinta, pero igualmente unificadora, a la realidad que nos
rodea (Fisher, 2000).

1
Ingeniero Forestal. rarcerojas@yahoo.es

2
La energía puede ser entendida desde una perspectiva de la física o desde una
perspectiva cultural que finalmente también tiene como sustrato básico a la energía
física.
3
Howard Odum en los 70 ya había establecido las relaciones entre religión y
ecología.
1
Existe mucha literatura en torno a las energías renovables y las no
renovables y no es mi propósito pasar revista sobre la importancia de
desarrollar políticas energéticas más amigables con el ambiente. Lo que
deseo es profundizar sobre la energía cultural y la energía psicosocial, en su
dimensión individual y colectiva, para complementar nuestra visión sobre la
gestión ambiental sostenible. A mi perspectiva de ambientalista quiero
fusionar la perspectiva de facilitador de procesos de desarrollo social.
Muchos conceptos, sin embargo, serán prestados del tratamiento de la
energía desde una perspectiva más convencional.

Cuando hablemos de energía cultural y de energía psicosocial también


tenemos que tener presente que se aplica los conceptos de energía cinética
y energía potencial. Así mismo tendremos que recuperar los conceptos de
sistema y de metabolismo para distinguir los ingresos, los procesos internos
y los egresos. Así como el equilibrio de la vida es producto de la interacción
del potencial biótico y de la resistencia ambiental. Así como existe
resiliencia4 ambiental también existe resiliencia social y resiliencia personal

La energía cultural tiene diferentes fuentes: la historia, la religión, la


identidad, el lenguaje, la música, las matemáticas, entre otras.

La energía psicosocial en su dimensión social está conformada por


instituciones, organizaciones, las familias, las alianzas, las redes y valores
como la solidaridad y reciprocidad, entre otros. En su dimensión psicológica
está conformada por los pensamientos, sentimientos, emociones, afectos,
valores, motivaciones y actitudes, entre otros. La voluntad humana es
fuente poderosa de energía.

Como podemos apreciar, aún la diferenciación entre energía cultural y


energía psicosocial es sólo con fines ilustrativos porque todo nos remonta a
reconocer la integralidad del ser humano como ente biopsicosocial, es decir,
el reconocimiento de la estrecha correspondencia entre el hombre y la
sociedad, su pasado, su presente y su futuro.

Si esto es así entonces tenemos que reconocer que una gestión inteligente
de la energía implica tomar muy en cuenta los aportes, conocimientos,
saberes y experiencias de cada uno de los estados del desarrollo humano:
niñez, juventud, adultez, ancianidad. Por lo mismo es prudente incorporar la
energía que existe en todas y cada una de las culturales del mundo. Se
trata de recuperar las cosmovisiones y los cosmosentires de cada uno de las
culturas del mundo. Las políticas de inclusión social no sólo refieren
entonces a políticas sociales sino a perspectivas de gestión ambiental y del
desarrollo sostenible.

La gestión de la totalidad de la energía tiene una connotación positiva.


Significa generar las condiciones objetivas y subjetivas para desplegar el
máximo potencial, capacidades y facultades de las personas y los grupos

4
Resiliencia es la capacidad de recuperación que tiene un sistema y de regresar con el paso del tiempo
a la condición inicial antes de la perturbación (Thompson y colaboradores, 2009)
2
humanos a favor de la sostenibilidad. El desarrollo de la plenitud humana,
individual y colectiva, se inscribe en una propuesta de equilibrio cósmico
donde los valores de equidad, justicia y armonía son los grandes principios
orientadores.

La gestión de la energía total significa reconocer que hay factores


estructurantes y factores desestructurantes. La clasificación obedece al
grado de sinergización en el sistema. Es decir, aquello que contribuye a
poner en valor la energía total.

Los factores estructurantes son aquellos que cohesionan, que suman, que
establecen sinergias mientras que los factores desestructurantes son
aquellos que desagregan, socavan, minan, retrasan, obstaculizan.

Entre los factores estructurantes podemos reconocer el diálogo, la


concertación, los consensos, la gobernabilidad, la gobernanza, el buen
gobierno, la cohesión social, la inclusión social, la ética, la moral, la
transparencia, la interculturalidad, el optimismo, el entusiasmo, la
proactividad, entre otros. No podemos negar el valor de los afectos que
literalmente mueven el mundo.

Entre los factores desestructurantes podemos reconocer el racismo, la


exclusión social, la injusticia, los fundamentalismos, los dogmatismos, el
pesimismo, los sentimientos negativos como la ira, el odio, entre otros.

En el medio de los factores estructurantes y los factores desestructurantes


se encuentran los factores catalizadores como por ejemplo los conflictos
que ponen en evidencia las tensiones y contradicciones internas y se
constituye en una oportunidad de pasar de una condición desestructurante
a una condición estructurante. De ahí que se hable de poder transformar
los conflictos.

Los factores estructurantes y los factores desestructurantes no se presentan


como polos, como corresponde a una lógica lineal, sino más bien como
elementos opuestos en una lógica circular. Cada uno de estos factores no
son estáticos sino que tienen la capacidad de moverse en una y otra
dirección. Por ello la gestión inteligente de la energía implica convertir los
factores desestructurantes en estructurantes y en fortalecer los factores
estructurantes.

Hay que contextualizar apropiadamente el abordaje de factores


estructurantes y desestructurantes. Por ejemplo, aprovechar al máximo la
energía cultural que existen en las culturas o grupos de edad no aluden a
sistemas de explotación o de drenaje cultural. Lo que se trata es de
gestionar la energía con sentido de equidad y de armonía.

Es por todo esto que la gestión sostenible de la energía tiene mucho que ver
con democracia, gobernanza, con políticas públicas de educación, de
políticas culturales, de interculturalidad, de salud pública, de salud física y
psicológica, entre otros. La corrupción, tal como lo ha demostrado
3
Transparencia Internacional, también tiene incidencia en el cambio
climático. Las guerras, producto de odios y de luchas de poder, también
inciden sobre el cambio climático.

No es sólo el cambio de la matriz energética lo que nos debe llevar a reducir


las emisiones de gases de efecto invernadero sino el cambio de la matriz
energética cultural y psicosocial. Son los modelos mentales los que están en
juego, la manera de pensar, la manera de sentir y las actitudes que dejamos
traslucir.

Avanzar hacia una gestión sostenible de la energía implica reconocer el


costo real de producción de una unidad de producción o de servicio. Los
esfuerzos por llevar a mercado toda la gestión ambiental no son suficientes
porque no todo es internalizable. Lo que necesitamos es el sinceramiento de
la energía total que está en juego y una firme voluntad por hacer un uso
eficiente de la energía con sentido de equidad. Es por ello que el trabajo
infantil no puede ser sustentado como aprovechamiento positivo de la
energía de niños y niñas.

Nos enorgullecemos de nuestro crecimiento económico pero descuidamos


que muchas veces se hace a costa de la energía social y de la biocapacidad 5
de la tierra. La revisión de la huella ecológica6 de las economías
desarrolladas revela que el desarrollo se hace a costa de un consumismo y
derroche insostenibles. En muchas ocasiones el mundo en desarrollo
subsidia en energía al mundo desarrollado, porque en los costos de
transacción no se ha contabilizado la pérdida de los bosques, la erosión de
los suelos, la contaminación ambiental o el agua virtual. En muchas
ocasiones la producción de una unidad de proteína requiere muchas
unidades de energía lo que a la larga resulta un mal negocio para el
ambiente y la sociedad. Los desbalances energéticos en la producción de
biocombustibles de primera generación dan cuenta de ello. Necesitamos
más sensatez y más justicia social y ambiental.

Necesitamos entonces repensar el modelo de crecimiento para pasarlo a un


modelo de gestión de la energía total con visión de sostenibilidad. La
obsolescencia rápida genera movimiento económico pero también genera
ingentes cantidades de desechos que no logran ser fácilmente
reincorporados al sistema. Los subsidios a la agroexportación a través de
costosas obras de irrigación pagadas por todos los ciudadanos y ciudadanas
revelan inequidades que deben ser revisadas. Debemos revisar además
nuestras políticas de producción de proteínas y escoger los caminos de
mayor eficiencia energética.
5
La biocapacidad tiene en cuenta la cantidad de área de tierra disponible, así como la
productividad de la tierra, midiendo cuánto producen por hectárea los cultivos o árboles que
crecen en ella (WWF, 2010)
6
La Huella Ecológica es un método de medición que analiza las demandas de la humanidad
sobre la biosfera comparando la demanda humana con la capacidad regenerativa del
planeta. Esto se realiza considerando conjuntamente el área requerida para proporcionar los
recursos renovables que la gente utiliza, la ocupada por infraestructuras y la necesaria para
absorber los desechos (WWF, 2010)
4
Pero la responsabilidad no sólo recae en las autoridades y en los políticos.
Desde la sociedad civil también tenemos la necesidad de hacer una mejor
gestión de la energía total incorporando, no sólo las prácticas de ahorro
energético y de reciclaje, sino también actitudes de vida que hagan del
optimismo, la autoestima, el lenguaje empoderado, los sueños , las visiones,
los afectos, la creatividad, motores literales de energía. Pasar del odio y las
frustraciones al encuentro de la comunión universal, pasar del lenguaje
desempoderado o un lenguaje empoderado, convertir la ira, la rabia e
impotencia en catalizadores de vida plena. Estos son los retos para la
gestión de la energía total del universo.

Bibliografía revisada:

Fisher, Alvaro. 2000. Evolución… El Nuevo Paradigma. Editorial Universitaria. Santiago de


Chile. 171 p.

Thompson, I., Mackey, B., McNulty, S., Mosseler, A. (2009). Forest Resilience, Biodiversity,
and Climate Change. A synthesis of the biodiversity/resilience/stability relationship in forest
Ecosystems. Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica, Montreal. Technical
Series no. 43, 67 páginas

WWF, 2010. Planeta Vivo Informe 2010. Biodiversidad, biocapacidad y desarrollo. México,
120 p.

5
6

S-ar putea să vă placă și