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BRASIL
Napoleón I Bonaparte
Napoleón I Bonaparte (Ajaccio, 15 de agosto de 1769 – Santa Helena, 5 de mayo de 1821) fue
un militar y gobernante francés, general republicano durante la Revolución y el Directorio,
artífice del golpe de Estado del 18 de Brumario que le convirtió en Primer Cónsul (Premier
Consul) de la República el 11 de noviembre de 1799; cónsul vitalicio desde el 2 de agosto de
1802 hasta su proclamación como Emperador de los franceses (Empereur des Français) 18 de
mayo de 1804, siendo coronado el 2 de diciembre; proclamado Rey de Italia el 18 de marzo de
1805 y coronado el 26 de mayo, ostentó ambos títulos hasta el 11 de abril de 1814 y,
nuevamente, desde el 20 de marzo hasta el 22 de junio de 1815. Durante un periodo de poco
más de una década, adquirió el control de casi toda Europa Occidental y Central mediante una
serie de conquistas y alianzas, y sólo tras su derrota en la Batalla de las Naciones, cerca de
Leipzig, en octubre de 1813, se vio obligado a abdicar unos meses más tarde. Regresó a
Francia y al poder durante el breve período llamado los Cien Días y fue decisivamente
derrotado en la Batalla de Waterloo en Bélgica, el 18 de junio de 1815, siendo desterrado por
los ingleses a la isla de Santa Elena, donde falleció. Napoleón es considerado como uno de los
mayores genios militares de la Historia, habiendo comandado campañas bélicas muy exitosas,
aunque con ciertas derrotas igualmente estrepitosas. Sus agresivas guerras de conquista se
convirtieron en las mayores operaciones militares conocidas hasta ese momento en Europa,
involucrando a un número de soldados jamás visto en los ejércitos de la época. Además de
estas proezas bélicas, a Napoleón también se le conoce por el establecimiento del Código
Napoleónico y es considerado por algunos un «monarca iluminado» debido a su extraordinario
talento y capacidad de trabajo. Otros, sin embargo, lo estiman un dictador tiránico cuyas
guerras causaron la muerte de millones de personas, así como uno de los personajes más
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megalómanos y nefastos de todos los tiempos. Se le juzga como el personaje clave que marcó
el inicio del siglo XIX y la posterior evolución de la Europa contemporánea. Sus soldados lo
llamaban el Pequeño Cabo (Le Petit Caporal), en tanto que los ingleses se referían a él con el
despectivo Boney y las monarquías europeas como el tirano Bonaparte, el Ogro de Ajaccio o el
Usurpador Universal.
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Hay que recordar que Bonaparte, entró en la escena política francesa, tras la
etapa denominada del ―Terror‖ en unos momentos en que se trata de imponer
la cordura a través del régimen de la Convencion Termidoriana y el paso a la
etapa del Directorio en el que se reclama la presenica de Bonaparte, el hombre
vencedor de las campañas de Italia.
Se conoce como Terror el periodo de la Revolución francesa ocurrida entre junio de 1793 y julio
de 1794 en el que se ejecutó a miles de enemigos o presuntos enemigos de la Revolución. El
término terrorismo, derivado de terror, designa un método de acción política destinado a
sembrar el miedo en un grupo social, racial o religioso, en una comunidad o ciudad, y en
algunos casos a desestabilizar al Estado y promover una revolución. Por otro lado se habla de
terrorismo de estado cuando este tipo de acciones provienen del estado mismo, generalmente
bajo un régimen dictatorial.
Napoleón I Bonaparte
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El Directorio
En Francia el Directorio fue la última fase de la Revolución francesa en la que, tras poner
término al Terror de Robespierre, se iba a producir un retorno hacia posiciones más
moderadas. El Directorio fue el poder ejecutivo nacional entre el 2 de noviembre de 1795 y el
10 de noviembre de 1799, siendo reemplazado por el Consulado. El Directorio tiene sus inicios
tras el golpe de estado termidoriano del 28 de julio de 1794 (10 de termidor del año III, según el
calendario republicano francés) y se consolida con la Constitución de 1795 (Constitución del
año III), que establece un nuevo régimen político. También se conoce con el nombre de
«Reacción termidoriana» inaugurando el término político de «reacción» frente al de
«revolución».
El movimiento burgués
La burguesía
El término burguesía fue empleado en la Edad Media para designar al grupo
social compuesto esencialmente por comerciantes, artesanos libres y personas
no sometidas a la jurisdicción señorial que vivía en las ciudades.
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La Edad Media
La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental
comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476
con la caída del Imperio romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de
América, o en 1453 con la caída del Imperio bizantino, fecha que tiene la ventaja de coincidir
con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien
Años.
La Alta burguesía
Los Thyssen
Los Thyssen siempre promovieron la aceptación de su identidad como industriales suizos y
aristócratas húngaros; también afirmaban haber abandonado Alemania cuando Hitler llegó al
poder y no haberse involucrado nunca en la fabricación de armas, el uso de mano de obra
esclava o la exterminación de judíos. August Thyssen fue el creador de una de las mayores
fortunas industriales del mundo, pero sus herederos serían más conocidos por sus
extravagancias, sus batallas de divorcio y disputas por herencia, así como por la creación y
venta de su colección de arte.
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La burguesía media
También conocida por "clases medias". Estaba integrada por profesionales de
alta cualificación (abogados, ingenieros, intelectuales, profesores universitarios,
miembros de profesiones liberales, etc.), comerciantes, agricultores
acomodados, etc.
La pequeña burguesía
La Revolución Industrial
La Revolución Industrial fue un periodo histórico comprendido entre la segunda mitad del siglo
XVIII y principios del XIX, en el que Inglaterra en primer lugar, y el resto de Europa continental
después, sufren el mayor conjunto de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y
culturales de la Historia de la humanidad, desde el Neolítico. La economía basada en el trabajo
manual fue reemplazada por otra dominada por la industria y la manufactura. La Revolución
comenzó con la mecanización de las industrias textiles y el desarrollo de los procesos del
hierro. La expansión del comercio fue favorecida por la mejora de las rutas de transportes y
posteriormente por el nacimiento del ferrocarril. Las innovaciones tecnológicas más importantes
fueron la máquina de vapor y la denominada Spinning Jenny, una potente máquina relacionada
con la industria textil. Estas nuevas máquinas favorecieron enormes incrementos en la
capacidad de producción. La producción y desarrollo de nuevos modelos de maquinaria en las
dos primeras décadas del siglo XIX facilitó la manufactura en otras industrias e incrementó
también su producción. Así es que en la revolución industrial se aumenta la cantidad de
productos y se disminuye el tiempo en el que estos se realizan, dando paso a la producción en
serie, ya que se simplifican tareas complejas en varias operaciones simples que pueda realizar
cualquier obrero sin necesidad de que sea mano de obra cualificada, y de este modo bajar
costos en producción y elevar la cantidad de unidades producidas bajo el mismo costo fijo.
El ludismo
El ludismo (luddism en inglés) fue un movimiento obrero que adquirió auge en Inglaterra a partir
del odio incondicional hacia las máquinas, y cuyas acciones se basaban en la revuelta
espontánea y desorganizada, atacando con frecuencia a los instrumentos de producción. Sus
seguidores se llamaban ludistas o luditas (luddites en inglés), nombre que tomaron del
semilegendario líder del movimiento, Ned Ludd, que fue el primero en romper un telar como
protesta.
Éste término proviene del obrero inglés Ned Ludd, quien en 1811 destruyó en
una fábrica de Nottingham un telar mecánico.
Ned Ludd
Se da el nombre de Ned Ludd a un trabajador británico del condado de Leicestershire, cuya
vida se sitúa en torno al siglo XVIII o XIX, de existencia legendaria y dudosa; pudo ser un
pseudónimo para protegerse de posibles represalias. Se cuenta que hacia 1779, rompió por
accidente (hay quienes sostienen que de manera intencionada) varias máquinas textiles. Su
acción constituiría la base del movimiento luddita, de oposición al maquinismo y a toda forma
de tecnología en la revolución industrial y en el mundo moderno. Cumple un papel muy
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importante en la Revolución Industrial. Ned Ludd o Ned Lud (posiblemente nació Ned Ludlam )
es la persona de quien el Ludismo tomó su nombre. Sus acciones fueron la inspiración para el
personaje folclórico de "Capitán Ludd" (también conocido como el Rey o General) que se
convirtió en el imaginado líder y fundador del Ludismo. Las cartas amenazantes llevaban
nombres como "Mr. Pistol, Lady Ludd, Peter Plush (felpa), General Justice, No King, King Ludd
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y Joe Firebrand (el incendiario)" Aunque no se ha encontrado prueba real de su existencia, se
cree que llegó de la aldea de Anstey, en las afueras de Leicester. El incidente que inspiró su
transformación de hombre común en 1700 a héroe del proletariado en 1800, ocurrió cuando
rompió dos tejedoras mecánicas en un momento de furia. Se ha situado este incidente en el
año 1779, lejos del tiempo del Ludismo en los años 1810.
Sindicalistas:
1. Corporativo: Con la Gran Unión Consolidada de Oficios (entre los
fundadores Robert Owen).
Robert Owen
Robert Owen (14 de maio de 1771 – 17 de novembro de 1858) foi um reformista social
escocês, considerado um dos fundadores do socialismo e do cooperativismo. Filho de uma
família de modestos artesãos. Após galgar diferentes degraus da produção, a partir do
aprendizado, tornou-se, aos 30 anos, co-proprietário e diretor de importantes indústrias
escocesas de fiação, em New Lanark. Ali reduziu a jornada de trabalho para 10,5 horas diárias
- um avanço para a época, já que a jornada de trabalho de um típico operário têxtil era de 14 a
16 horas diárias. Preocupou-se ainda com a qualidade de vida dos seus empregados,
contruído casas para as famílias dos operários, o primeiro jardim-de-infância e a primeira
cooperativa. Com sua experiência , Owen provou que: Um toque humanista motiva os
trabalhadores. Na sua indústria os fios de algodão tiveram melhoria de qualidade resultando
em lucros para seus sócios, isto potencialmente devido ao tratamento diferenciado dado a seus
empregados. Em 1817 evolui da ação assistencial para a crítica frontal ao capitalismo,
tentando convencer as autoridades inglesas, bem como estrangeiras, da necessidade de
reformas no setor de produção. Essa nova postura atraiu para si a repulsa dos segmentos
conservadores da sociedade da época e, por suas críticas, foi expulso da Inglaterra. Fundou,
nos Estados Unidos da América, a colônia socialista de New Harmony (Nova Harmonia) que
funcionou nos primeiros anos mas finalizou sua experiência sem obter o êxito esperado.
Regressando à Inglaterra, continuou na luta por seus ideais, até falecer aos 87 anos.
La Carta de Amiens
La Carta de Amiens, conocida también por su nombre original en francés Charte d'Amiens, es
una declaración del congreso de la Confederación General del Trabajo de Francia celebrado en
la ciudad de Amiens en 1906. Afirmó la independencia de acción de los sindicatos respecto de
los partidos políticos (apoliticismo). Hace separación entre economía y política, siendo
declarada la primera el ámbito de interés (y por tanto de acción) para la liberación de los
trabajadores y la segunda como contraria a sus intereses. Es uno de los referentes y
documentos más importantes del sindicalismo revolucionario, véase que la CGT francesa de
principios del siglo XX por su independencia política e intransigencia era el símbolo de lo que
debía ser un sindicato revolucionario. Así mismo la carta mencionada prefiguró lo que luego
vendría a ser el anarcosindicalismo.
Texto en español
El Congreso confederal de Amiens confirma el artículo 2°, constitutivo de la CGT.
“La CGT agrupa, al margen de toda escuela política, a todos los trabajadores conscientes de la
lucha que hay que sostener para la desaparición del asalariado y el patronato”.
El Congreso considera que esta declaración es un reconocimiento de la lucha de clases que
opone, sobre el terreno económico, a los trabajadores revolucionados a todas las formas de
explotación y de opresión, tanto material como moral, puestas en práctica por la clase
capitalista contra la clase obrera.
El Congreso precisa, por los puntos siguientes, esta afirmación teórica: en la obra reivindicativa
cotidiana, el sindicalismo persigue la coordinación de los esfuerzos obreros, el aumento del
bienestar de los trabajadores por la realización de las mejoras inmediatas, tales como la
disminución de las horas de trabajo, el aumento de los salarios, etcétera.
Pero esta tarea no es más que un costado de la obra del sindicalismo: prepara la emancipación
integral que sólo puede realizarse por la expropiación capitalista; preconiza como medio de
acción la huelga general y considera que el sindicato, hoy día grupo de resistencia, será en el
porvenir el núcleo de la producción y de la distribución; base de reorganización social.
El Congreso declara que esta doble tarea, cotidiana y de porvenir, se desprende de la situación
de asalariados que pesa sobre la clase obrera y que hace para todos los trabajadores,
cualesquiera que sean sus tendencias políticas o filosóficas, un deber el pertenecer al
agrupamiento esencial que es el sindicato.
Como consecuencia, en aquello que concierne a los individuos, el Congreso afirma la entera
libertad para el asociado, de participar, fuera del grupo corporativo, en cualquiera de las formas
de lucha que correspondan a su concepción filosófica o política, limitándose a exigirle, en
reciprocidad, no introducir en el sindicato las opiniones que profesa fuera del mismo.
En lo que concierne a las organizaciones, el Congreso decide que con el objeto de que el
sindicalismo alcance su máximo de efectividad, la acción económica debe ejercerse
directamente contra la patronal, no teniendo las organizaciones confederadas, como
asociaciones económicas, qué preocuparse de los partidos y de las sectas que, afuera y al
margen, puedan perseguir, en absoluta libertad, la transformación social.
Política:
1- tuvo su momento clave en 1879, tras la celebración del Congreso Obrero
Socialista de Marsella que reunió a todas las asociaciones de esta
ideología. Guesde fue el alma del socialismo francés. Se consiguió unir a
los trabajadores en un ―partido de clase‖.
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Jules Guesde.
Jules Guesde. (*París, 1845 - †Saint-Mandé, 1922). Político socialista francés.
Fue articulista del periódico L'Égalité (1877-1883), que le permitió difundir las ideas marxistas
en Francia. En 1882, fundó junto con Paul Lafargue el partido obrero cuyo nombre era Partido
Obrero Francés en 1893. Ese mismo año fue elegido diputado por Roubaix y se vincula al
colectivismo, el internacionalismo y la revolución. En 1899, se opone a Jean Jaurès en la
conveniencia en la participation del gobierno burgues de Waldeck-Rousseau. En 1902, su
partido junto con otros de similitud ideológica se fusionan dando lugar al Partido Socialista de
Francia. En 1905, el Partido Socialista de Francia se fusiona con el Partido Socialista Francés
creando la SFIO. Fue ministro de Estado (1914-1916) y en la Primera Guerra Mundial se
posicionó en actitudes nacionalistas.
Paul Brousse.
Paul Brousse
Paul Brousse (*Montpellier, 1844 - †París, 1912) fue un médico y político socialista francés.
Miembro activo de la Primera Internacional, fue expulsado de Francia por los hechos de la
Comuna de París de 1871 y se instaló en Barcelona, donde participó en la revolución
republicana de 1871 y de donde también fue expulsado. Residió en Suiza y más tarde regresó
a Francia. En junio de 1877 fundó el diario L'Avant-Garde (La Vanguardia, en francés) con
Jean-Louis Pindy, y a través de ella promovió la creación de la federación francesa de la AIT.
Debido a la apología de los atemtados de Emil Heinrich Maximilian Hoedel y de Karl Eduard
Nobiling, el diario fue prohibido en diciembre de 1878 y Brousse fue arrestado y condenado en
15 de abril de 1879 a dos meses de prisión. Tras repudiar la violencia como instrumento
político, se opuso al marxismo ortodoxo de Jules Guesde en el seno de la Federación del
Partido de los Trabajadores Socialistas de Francia (FPTSF). Su enfrentamiento con el ala
guesdista dio lugar a la escisión de éstos últimos en 1882. La antigua FPTSF asumió
efímeramente la denominación de Partido Obrero Socialista Revolucionario (Parti ouvrier
socialiste révolutionnaire en francés), para renombrarse en 1883 como Federación de
Trabajadores Socialistas de Francia (Fédération des travailleurs socialistes de la France en
francés) bajo el liderazgo de Brousse y la asunción de una doctrina socialista posibilista,
orientada hacia el reformismo y la defensa de los servicios públicos. Tras la integración de la
FTSF en el Partido Socialista Francés liderado por Jean Jaurès (1902), Paul Brousse fue
elegido presidente del consejo municipal de París en 1905.
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Jean Allemane.
En 1905 se constituyó la SFIO, (Sección Francesa de la Internacional Obrera), que daría lugar
en 1969 al Partido Socialista Francés.
Hacia los años 80 del siglo XIX se inició lo que Kriegel denomina “uma nueva
tentativa de unidad proletaria internacional‖ que permitirá la expansión del
socialismo apoyándose en el desarrollo económico de la sociedad industrial y
en los cambios de las propias estructuras obreristas y por la misma expansión
de los partidos socialistas que llevó a replantear uma vez escindida la I
Internacional, la necesidad de una nueva relación internacional: nace así la II
Internacional en 1889, en el aniversario de la toma de la Bastilla en la época de
la Revolución francesa, y en el seno de un Congreso celebrado en París aquel
año.
Las resoluciones generales tomadas por la II Internacional se sintetizan
como sigue:
• acción política:
_ acción parlamentaria frente a la postura de los anarquistas
_ petición de derecho de sufragio universal para adultos, incluidas las
mujeres.
_ resoluciones sobre legislación de trabajo
• acción obrera:
_ federar las Asociaciones obreristas creando las ―Cajas de Resistencia‖
que permita la lucha contra trusts y cárteles
• acción en el ámbito de política internacional:
_ salir al paso del desencadenamiento de la guerra para evitarla o bien
servirse de ella
• política colonial:
_ combatirla
_ unirse a los proletarios de los países colonizados
• enseñanza:
_ tendencia hacia una cultura de masas.
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Fue la figura más discutida e influyente en las letras y la política del Perú en el
último tercio del siglo XIX. Poeta, pensador, ideólogo, periodista y reformador
radical en todos los frentes, se convirtió en una personalidad de relieve
continental en un momento dominado por el Modernismo. Precisamente, el
crítico español Federico de Onís lo considera ―el fundador de la ideología
moderna de América‖; asimismo, también es reconocido como el precursor de
la corriente estética genuinamente latinoamericana: el modernismo.
siglo XIX y comienzos del siglo XX, lo cual, queda demostrado con la
participación del ilustre pensador anarquista, Don Manuel Gonzales Prada, que
en 1904 y 1905, fue invitado a discernir sobre este tema en la R:.L:.S:. Estrella
de Italia o Loggia Stella d’Italia que trabaja en el Valle de Lima. – (Esta Logia
no pertenecia en esa epoca a la Gran Logia del PERU) y es por ello que
desmostraba una fuerte posicion anticlerical, abierta y combativa.
Aquí presentamos los dos trabajos – exposiciones sobre el Tema de la
Religión, el valor de la mujer, sus ideas laicas y sus implicancias en una
sociedad conservadora, tome en cuenta amable lector que dichos documentos
son de hace 100 años pero aun mantienen desde la vision de un hombre
profano, como lo fue Don Manuel, ideas vivas de la separación de poderes
entre la Iglesia y el Estado. La Hermandad cuyas ideas progresistas nunca se
pueden negar, canalizo el pensamiento Gonzalopradista, porque eran los
mismo. Y La masoneria no debe olvidarse es La Universidad del Libre
Pensamiento.
Hace un año que usé la palabra en esta misma institución y para conmemorar el mismo
aniversario: agradezco a los masones italianos la honra que por segunda vez me otorgaron al
solicitar mí colaboración.
La Stella d’Italia erige aquí una tribuna donde nos llama a los profanos sin marcar límite a la
emisión de las ideas. Nada más laudable ni más oportuno, hoy que en Lima recrudece el
fanatismo, hoy que no cesa de ir en aumento la inundación clerical.
No se puede negar que una fuerza de reacción religiosa pugna por hacernos retroceder. Y
¿quiénes oponen resistencia? uno que otro luchador solitario, ninguna agrupación desde el
momento que las conferencias organizadas en la Liga de Librepensadores quedaron
violentamente abolidas por el flamante aliado del Partido Liberal. Los llamados a levantar la
voz, callan por conveniencia o por miedo. Los diarios son clericales o fingen serlo para
amoldarse a la mentalidad de sus dos públicos -el femenino y el neutro. Las Cámaras siguen
debatiéndose en pasiones de bandería y defendiendo intereses de campanario: conservan la
tradición, pues los congresos nacionales no representaron jamás el oriente de las ideas
regeneradoras. El Gobierno, si abiertamente no encabeza el movimiento retrógrado, le
favorece bajo cuerda o le mira con buenos ojos: a todo poder le conviene fomentar el
Catolicismo, esa doctrina de resignación y envilecimiento.
Puede haber concluido el tiempo de las hogueras inquisitoriales; no ha finalizado el ciclo de las
luchas religiosas. Se lucha en todas partes, y con mayor encarnizamiento en las naciones
católicas; así, en Francia se tiene que pasar de las controversias verbales a los actos violentos.
Y no solamente luchan los mediocres y vulgares; agitan las armas un Berthelot, un Haeckel, un
Sergi, un Salmerón. . . ¿Quiénes afirman que pasó de moda la cuestión religiosa y que
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pertenece a las antiguallas del siglo XVIII? casi siempre los que fundidos en un solo bloque no
pesarían lo que pesa un Haeckel ni un Berthelot.
No ha bajado a la tumba una religión que suponíamos enterrada bajo los sarcasmos de Voltaire
y las ironías de Renan. La vemos palpitar en rededor nuestro, aferrándose por dominar las
conciencias. Algunos, aunque librepensadores, la respiran en la atmósfera de su casa, la
husmean en los platos de su mesa, la sienten en la almohada de su lecho. La Ciencia y la
Religión ejecutan un perdurable movimiento de báscula: si una sube la otra desciende. Nadie
negará que la Ciencia no para en su movimiento de ascensión. El Catolicismo desciende y en
las naciones civilizadas no vive una vida muy gloriosa. Sin embargo, tenemos que asestarle
golpes continuos para acelerar su muerte. Aunque le veamos reducido a cadáver, sigamos
golpeándole: hay muertos que debemos matar una y cien veces.
De esa terquedad en aferrarse a la vida no cesa de ofrecer testimonio el jefe de la Iglesia frente
al Gobierno de Italia. Dada la fecha que celebramos, conviene decir algunas palabras sobre las
actuales relaciones de ambas potestades.
Sacudir el yugo del Austriaco, formar de reinos fraccionarios y antagónicos, un estado grande y
homogéneo, borrar el odio mezquino de pueblos a pueblos y hasta de familias a familias, para
sustituirle con el siamo fratelli de Manzoni, he aquí las ideas que durante varios siglos
germinaban en el cerebro de los pensadores italianos, he aquí los fines que persiguieron
Garibaldi con la espada, Cavour con la diplomacia, Mazzini con la pluma.
Derrocados los reyezuelos y los grandes duques, realizadas las proezas legendarias de los Mil,
faltaba mucho para consumar la independencia y unidad: Austria cerraba el camino. Para
vencerla y debelarla no bastaban las energías nacionales: los apostolados, las revoluciones,
los heroísmos, todo había sido inútil. El vínculo tradicional llegó a verse tan relajado en Italia,
que los esbirros y los degolladores del pueblo no salían siempre de las legiones extranjeras.
Como se necesitaba la cooperación de fuerzas exteriores, muchos emisarios o apóstoles
fueron de nación en nación y de corte en corte buscando amigos y aliados de la emancipación
italiana. Los políticos realizaron entonces un prodigio de habilidad y astucia -la alianza de
Víctor Manuel y Napoleón III. Cuando se piensa en la obra de Cavour, se ve pequeñas las
figuras de Talleyrand y Metternich.
Mas el Emperador francés, deteniéndose en la mitad del camino, proclama el Roma intangible
y pretende que los Mazzini, los Cavour y los Garibaldi acepten la inviolabilidad del territorio
avasallado por la Iglesia. ¿Por qué? Un viejo libertino se halla muy cerca de un viejo gazmoño,
y grandes catástrofes de imperios se fundan en ridículas influencias de alcoba. Napoleón III era
casado con una joven condesa, que si no tenía las virtudes de una santa, poseía el fanatismo
de una española. No extrañemos, pues, que en Roma subsistiera hasta 1870 una guarnición
de soldados franceses que representaban el doble misterio de pretorianos y monaguillos. Los
voluntarios que a fines del siglo XVIII descargaban el fusil sobre los ejércitos monárquicos, en
el siglo XIX apuntaban con el rifle a garibaldinos y mazzinianos: Mentana sucede a Valmy.
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En los pechos italianos hierve entonces una cólera inexorable contra el hombre que hoy les
sirve de aliado en la guerra con Austria, y mañana quiere obligarles a permanecer inmóviles
bajo la sandalia de un Pío IX. En Francia misma el proceder ilógico y ambiguo del Emperador
suscita recriminaciones y protestas. Como les sucede a contemporizadores y amigos de
términos medios, Napoleón se granjea la censura y odiosidad generales: los católicos le tratan
de garibaldino, los garibaldinos le motejan de papista. Si unos le atacan en la prensa por
sostener una guarnición al servicio de un papa inquisidor y carabinero, otros le acusan en el
Cuerpo Legislativo, no sólo de haberse dejado envolver por las redes de la astucia italiana, sino
de favorecer una revolución patrocinada por Inglaterra.
II
Mas, con la posesión de Roma ¿se han colmado los deseos y ambiciones de Italia? La voz del
irredentismo no deja de repercutir. Si antes se clamaba por Venecia y los Estados Pontificios,
hoy se clama por el Trentino y Trieste, confesando que la unidad nacional no puede
considerarse como un hecho sino el día en que se adquiera o se recupere las fronteras
naturales. Hoy se piensa quizá en Istria y Dalmacia como en las futuras provincias de una Italia
más extendida y más poderosa, hoy se sueña, tal vez, con la anexión de Albania para dominar
el Canal de Otranto y convertir el Adriático en un mar latino. A la vez que disminuye la galofobia
atizada por Crispi y Bismarck, va renaciendo el odio al germano, al enemigo tradicional: la
Triple Alianza no impide que el pueblo italiano execre a Francisco José y abomine de Austria.
Innsbrück, la capital misma del Tirol austriaco, oye resonar los mueras al tudesco.
Lombroso afirma que “Italia es una, pero no está unificada, (que) mientras algunas secciones
de la península avanzaron con la unidad política, muchas han permanecido estacionarias o
retroceden”. Con la monarquía de 1870 vino la excesiva centralización, el desarrollo de un
miembro a expensas de los demás: por un lado la congestión, por otro el desangramiento.
Poco ganaron las multitudes, que no valen mucho las transformaciones políticas sin venir
acompañadas de un mejoramiento social. La soberanía del pueblo es una sangrienta irrisión
cuando se sufre la tiranía del vientre: al llevar el voto en una mano, hay que tener el pan en la
otra. Quienes se beneficiaron con la unidad política de Italia fueron los reyes de Cerdeña, los
cortesanos, los hombres públicos y los financieros. Los humildes y los pequeños sacaron lo de
siempre: como las abejas labran panales para que otros saboreen la miel, así los humildes
siembran para que los soberbios cosechen, así los pequeños combaten y mueren para que los
grandes obtengan poder y glorificación.
Italia hierve y se agita: unos, siguiendo la huella de Crispi, tienden a formar una potencia
agresiva, conquistadora, con visos de imperialismo germánico; otros, recordando la prédica
humanitaria de Mazzini, se inclinan a fundar una república sin ejércitos permanentes, pacífica,
regida por instituciones de la más pura democracia. Al hervor político responde la fermentación
social: lo mismo que en todas las naciones civilizadas, las huelgas estallan como preludios de
la gran revolución futura. La guerra de tarifas con Francia, las desastrosas aventuras
coloniales, los desmedidos impuestos originados por los grandes armamentos, causaron
muchas miserias, muchos sacrificios y muchas lágrimas. De cuando en cuando las olas
populares, esas tremendas olas levantadas por el hambre, surgieron de la nación para venir a
estrellarse contra los muros del Quirinal. Más de una vez, la bala y el sable respondieron a los
gritos que pedían trabajo y pan; más de una vez, sangre de obreros y hasta de niños y mujeres
enrojeció la tierra en Nápoles, Milán y Sicilia.
Nadie vería en la Italia del siglo XX un campo de ruinas, una tierra de muertos, como dijo
Lamartine. La exuberancia de sangre, la plétora de vida nacional se revela por la capacidad
emigrante o fuerza de salir a crear naciones o fundar colonias. Dígalo Inglaterra. Los pueblos
decadentes y agotados se confinan en sus linderos, arraigan tenazmente al hogar de los
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abuelos y arrullándose con las leyendas de una gloria pasada, se extinguen oscura y
miserablemente. El que vive propaga la vida, se mueve y se transforma. Por eso, el italiano
verifica una evolución: deja de ser el soldado brutal de la antigua Roma para convertirse en el
fecundo y laborioso inmigrante de los pueblos americanos. El va engrandeciendo y poblando
las naciones orientales de la América española. Por su adaptación al medio ambiente, por su
facultad de asimilarse, en fin, por su virtud colonizadora, y prolífica, el italiano merece llamarse
un creador de nacionalidades, un vivificador de razas.
III
Todos volvemos hoy los ojos a Italia como ayer los volvíamos a Francia, porque la Humanidad
tiene derecho de apropiarse las fechas magnas. A todo el mundo civilizado pertenecen el 14 de
julio y el 20 de Setiembre: significa la desaparición del antiguo régimen y el hundimiento del
poder teocrático. Los franceses que en 1789 demolieron la Bastilla, los italianos que en 1870
abrieron la brecha de la Porta Pía, tal vez creyeron servir únicamente al bien de sus
respectivas naciones, cuando lucharon por los intereses de la Humanidad. El 20 de Setiembre
se conmemora algo más que la unidad política de Italia: el Quirinal frente al Vaticano simboliza
el constante desafío de la Razón a la Fe.
En las disensiones de los gobiernos con la Iglesia, sólo caben dos actitudes: someterse sin
condición o rebelarse sin miramientos. Cuando, en vez de cortar el cable y establecer un
gobierno esencialmente laico, se venera la tradición y se evoluciona en el campo de los
términos medios, entonces se deja planteada una interminable serie de cuestiones enojosas,
pueriles y ridículas. Los fundadores de la unidad italiana incurrieron en un grave error, más
propiamente dicho, cometieron una verdadera hipocresía al destruir el poder temporal en
nombre de un Estatuto que reconoce el Catolicismo como religión del Estado.
Quien se declara hijo de la Iglesia tiene que reconocer como padre al Sumo Pontífice. Víctor
Manuel se diseña como hijo y revolucionario sui generis: desnuda a su padre, y enseguida le
demanda la bendición; encarna un movimiento impío, y muere clamando por los auxilios de la
Religión. Humberto sigue más o menos, las huellas paternales, aunque una muerte violenta le
impide acabar como Víctor Manuel. El actual monarca, hijo de una madre piadosísima, da visos
de tanta fidelidad a las enseñanzas maternales que no se casa sin exigir de su novia el ingreso
a la comunión católica. Lamentemos, pues, que los italianos no hayan poseído un Enrique VIII
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sin vicios. Lamentemos, más aún, que el asalto a Roma en 1870 no hubiera sido la obra de una
revolución netamente republicana y popular como la de 1848. Garibaldi habría dado al
problema una solución radical y definitiva.
De la situación creada por una política dudosa, nace algo triste y cómico: el Papa, inerme y
vencido, continúa siendo no sólo una acusación sino una rémora y una amenaza; mientras el
Gobierno de Italia, obligado a ceder o transigir, hace el papel de una barca ligera, mas reducida
a navegar con velas de plomo, teniendo que remolcar un pesado y viejo pontón.
Desde que emperadores y reyes regalaron territorios como se regala muebles y dispusieron de
hombres como se dispone de rebaños, los Papas consideraron los Estados Pontificios como
una herencia de familia, legalmente pasada de antecesor a sucesor. Ahí ejercitaron el más
absoluto de los poderes, tanto que el gobierno papal era en el orden político lo que en el físico
con las lagunas pontinas. Ese poder sueñan con reivindicarle para retenerle hasta el fin de los
siglos: ellos no admiten prescripción ni medio vedado para reivindicar lo perdido.
Dándose por emisarios del cielo y sólo responsables ante Dios, los Pontífices no conocen
patria ni aceptan deberes cívicos; al verse acosados por sus vecinos o sus súbditos, no vacilan
un solo instante en apelar al extranjero. ¿A quién llamó Pío IX el día que los Romanos le
hicieron disparar hasta Gaeta? a españoles, austriacos y franceses. Hoy mismo, si la
restauración de la Sede temporal dependiera de una cruzada exterior, Pío X acudiría al rey de
Inglaterra que es protestante, al Zar que es ortodoxo, a Loubet que es librepensador. No
rechazaría ni al Sultán, mahometano, rojo de pies a cabeza con la sangre de armenios y
macedonios. Las manos enrojecidas con sangre cristiana no asustan a un Papa, cuando traen
un óbolo para acrecentar el dinero de San Pedro o llevan un arma para herir en el corazón a
los enemigos de la Iglesia.
En el cerebro de los infalibles, todo error es una cristalización eterna, ¡Non possumus! gritaba
Pío IX. ¡Non possumus! balbuceaba León XIII y ¡Non possumus! repetirán sus irreducibles
sucesores como lo repite ya Pío X. Y no usarán la mansedumbre evangélica, al sentirse
potentes para fulminar el rayo. Burla merecería, si no infundiera lástima, esa irritación morbosa
de los Sumos Pontífices al verse privados de su soi-disant derecho divino. Mas se les
comprende y hasta se les disculpa, cuando se medita en la tradicional atmósfera del Vaticano y
en el proceso mental de sus moradores. No solamente Roma; Italia, Europa, el mundo entero
pertenece moral y políticamente al heredero legítimo de San Pedro. Los papas consideraron
siempre la Tierra como un feudo legado por Dios, no miraron en todos los hombres más que un
hacinamiento de seres inconscientes o menores de edad, obligados, por la razón o la fuerza, a
vivir y morir bajo la tutela de la Curia Romana. El ideal del Catolicismo se resume así: el trono
en Roma, el Sumo Pontífice en el trono, el Universo a los pies del Sumo Pontífice.
Esa idea, que selló la solidaridad entre los jóvenes universitarios de la clase
media y los proletarios, fue más tarde adoptada por Víctor Raúl Haya de la
Torre en su Frente de trabajadores manuales e intelectuales. La propuesta de
frente revolucionario multiclasista tomaba en cuenta la especificidad de un país
como Perú, donde el proletariado urbano era escaso y el rural se encontraba
totalmente marginado de la sociedad, mientras una creciente clase media
aspiraba a consistentes transformaciones sociales. Esa primera celebración de
la solidaridad internacional de los trabajadores constituyó un hito en la
evolución del obrerismo peruano hacia el sindicalismo. Se fijó como meta
común la obtención de la jornada de ocho horas ―dando inicio así a un mayor y
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Según la iniciativa que parece emanada de los socialistas franceses, todas las
manifestaciones que hagan hoy los obreros deben converger a crear una
irresistible agitación para conseguir la jornada de ocho horas. Cierto, para la
emancipación integral soñada por la anarquía, eso no vale mucho; pero en
relación al estado económico de las naciones y al desarrollo mental de los
obreros, significa muchísimo: es un gran salto hacia adelante en un terreno
donde no se puede caminar ni a rastras. Si la revolución social ha de verificarse
lentamente o palmo a palmo, la conquista de las ocho horas debe mirarse
como un gran paso; si ha de realizarse violentamente y en bloque, la
disminución del tiempo dedicado a las faenas materiales es una medida
preparatoria: algunas de las horas que el proletariado dedica hoy al manejo de
sus brazos podría consagrarlas a cultivar su inteligencia, haciéndose hombre
consciente, conocedor de sus derechos y, por consiguiente revolucionario. Si el
obrero cuenta con muchos enemigos, el mayor está en su ignorancia.
El autor asigna a la auto-educación un valor revolucionario, lo que convierte
todas las medidas que pueden favorecerla en un objetivo válido de lucha, a
condición de que no se pierda de vista la meta final. Desde esta perspectiva,
más amplia que la puramente económica, romper la alienación individual es
una condición sine qua non de la emancipación colectiva. Al revés de muchos
anarco-sindicalistas predomina en G. Prada una concepción algo individualista
que no hace del sindicato la prefiguración de la sociedad futura. Con todo, su
pensamiento se mantiene cerca de la línea del anarquismo sindicalista
preconizado por P. Kropotkine y F. Pelloutier, para los cuales las reformas
parciales son ante todo la ocasión de fomentar la huelga general
revolucionaria. De forma pragmática, el sindicato constituye una escuela de
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Donde hay cambio de dinero por fuerza muscular, donde uno paga el salario y
el otro le recibe en remuneración de trabajo forzoso, ahí existe un amo y un
siervo, un explotador y un explotado. Toda industria legal se reduce a un robo
legalmente organizado.
Para introducir sus telas, su opio, su alcohol y su Biblia, las grandes potencias
abren a cañonazos Asia y África; pero quieren cerrar sus puertas no sólo al
amarillo y al negro, sino también al blanco sin bolsa repleta de oro.
De allí su prédica internacionalista, consecuencia lógica de la solidaridad de
clase:
Las muchedumbres no acaban de ver que el negocio no tiene patria; que, a
pesar de Alsacia y Lorena, el francés rico es hermano del capitalista alemán, lo
mismo que, a despecho de Tacna y Arica, el azucarero peruano es amigo y
compatriota del hacendado chileno. Todos los grandes ladrones constituyen
una masonería internacional, forman una casta esparcida en el globo, pero
estrechamente unida y juramentada para luchar con su enemigo común: el
proletario.
El intelectual revolucionario aspiraba claramente al modelo político más
igualitario que podía concebir, el del comunismo libertario teorizado por
Kropotkine, Malatesta y Elisée Reclus, cuyo lema era ―a cada uno según sus
necesidades‖. También influenció al movimiento obrero el discurso anarquista
de G. Prada en cuanto al Estado y a la Iglesia, analizados como cómplices
activos de la explotación capitalista.
dirigido por los anarquistas Carlos Barba (zapatero), Nicolás Gutarra (ebanista)
y Adalberto Fonkén (tejedor), organizó un paro general en mayo-junio que fue
severamente reprimido por las autoridades, muriendo varios manifestantes (ley
marcial). El 4 de julio, Augusto B. Leguía aprovechó la situación para hacerse
con el poder en medio del entusiasmo popular. Ese mismo día, el Comité Pro-
Abaratamiento ocupó el local de la CAUU para transformarlo en la sede de la
segunda Federación Obrera Regional Peruana, constituida el 8 de julio de 1919
en base a los principios de 1913. En agosto fue constituida la Federación
Obrera Marítima y Terrestre del Callao. A partir de los años 1920, los
huelguistas se dividían entre aplicación de la acción directa o del arbitraje
previsto por la nueva Constitución para resolver los conflictos laborales. En el
Primer Congeso Local Obrero de Lima y El Callao, organizado en abril de 1921
por la FORP, fue planteada la cuestión de la acción política de los trabajadores.
Parece ser que los anarquistas lograron declararla incompatible con el
sindicalismo pero que no pudieron obtener del Congreso que se pronunciara en
favor del comunismo libertario como objetivo de los trabajadores organizados.
Las ideas socialistas, divulgadas desde 1918, empezaban ya a cundir en el
proletariado: los sindicatos del textil fueron los que abogaron por la ―política
obrera‖. Para reforzar la organización anarquista, fue inmediatamente
constituida la Federación de Grupos Libertarios, que se hizo cargo de La
Protesta. En 1922, la exitosa huelga de la Federación de Motoristas y
Conductores (septiembre) dio lugar a la creación, en noviembre, de una
segunda Federación Obrera Local de Lima (FOLL) en la que ―se agudizó la
polémica entre anarquistas y socialistas‖. En mayo de 1923 salió el primer
número de Claridad, el órgano de la FOLL y de la Juventud Libre del Perú,
fundado por Haya de la Torre y dirigido por José Carlos Mariátegui a partir de
1924, después de la deportación de Haya (octubre de 1923). En octubre de
1923, los sindicatos y los estudiantes unidos lograron impedir la consagración
del Perú al corazón de Jesús.
Bibliografia