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FACULTAD LATINOAMERICANA DE

CIENCIAS SOCIALES

MAESTRÍA DE DERECHOS HUMANOS Y


DEMOCRACIA

EXAMEN PARCIAL

CONTRUCCIÓN INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS


HUMANOS

Presentado por:

Jessica Argüello Castañón

México D.F., 3 de febrero de 2009.

La ciudadanía debe ser una condición activa de


Construcción Internacional de los Derechos Humanos

lucha para lograr que los derechos sean reales.

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1. Perspectivas para el estudio

El presente ensayo ofrece una breve descripción del desarrollo histórico de los estándares y
mecanismos institucionales internacionales de derechos humanos durante la segunda mitad del
siglo XX, cuyo valor agregado consiste en concebir dicho proceso como una construcción social y
política, y no meramente como un conjunto de principios abstractos reunidos en instrumentos
jurídicos al que generalmente nos remiten los discursos dominantes sobre este tema sin que ello
trascienda en beneficios reales para los grupos e individuos en situación de vulnerabilidad.

Por lo que a la construcción social se refiere, un esfuerzo de esta naturaleza requiere apartarse de
las limitantes conceptuales que imponen las perspectivas teóricas tradicionales de carácter
metafísico y/o ético defensoras de los derechos humanos, o aquellas estructuralistas y de
particularismo fuerte que los critican, todas ellas dominantes en la mayor parte de los discursos
sobre derechos humanos (Stammers, 2005).

En ese sentido, el enfoque orientado a los actores por el que se ha optado, ofrece un valor
agregado para el análisis de derechos humanos frente a enfoques tradicionales. Se recurre a las
luchas sociales como “edificadoras” de derechos con base en las demandas de los actores
involucrados en las mismas yendo más allá de principios legales abstractos (Nyamu, 2005).

Siguiendo esta lógica se coincide con Celestine Nyamu en que los individuos en su actuar utilizan
el discurso para enmarcar sus demandas, lo reinterpretan y lo transforman para incorporar sus
propias interpretaciones y sumar los discursos globales, en un proceso llamado vernacularización
legal (Nyamu, 2005: 43) con lo cual, y esto es una afirmación propia, se intenta lograr un
contrapeso y de manera más pretenciosa una transformación de las consecuencias que impone el
orden capitalista para los grupos e individuos más desfavorecidos cuyas luchas se dirigen al
rechazo del orden establecido que viola sus derechos más elementales.

De esta manera, la perspectiva orientada a los actores permite rebasar los parámetros normativos
aceptados de los debates de derechos humanos tales como universalidad vs relativismo, derechos
individuales vs grupales, jerarquía vs indivisibilidad, por citar los más relevantes. Asimismo, este
enfoque citado conlleva que se cuestionen las categorías conceptuales establecidas generalmente
apegadas a una interpretación legalista, tales como los principios abstractos de libertad e igualdad,
para que sean los propios actores sociales quienes les den un contenido diferente, acorde a su

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propio contexto. Finalmente, esta representación da lugar a la ampliación de derechos vía su


incorporación como reclamos a otros derechos reconocidos de manera formal yendo más allá de
interpretaciones convencionales. (Nyamu, 2005)

Por lo que hace a la construcción política de los derechos humanos, esta deriva de la verdad
reconocida de que cualquier recuento histórico de los mismos es inseparable de la realidad
geopolítica y las estructuras de poder del orden mundial contemporáneo (Stammers, 2005) lo que
hace conveniente que la perspectiva centrada en los actores enunciada párrafos arriba vaya
acompañada de una justa dimensión de la política de poder (real politik) que impera a nivel
mundial.

Esta perspectiva del realismo político fundada por Hans Morgenthau1 sirve como herramienta
básica explicativa en virtud de que la que la evolución de los derechos humanos en el plano
internacional no puede entenderse integralmente si se separa de los cambios aleatorios que supone
la política de poder dominante en las relaciones internacionales, en esta caso específico en el
periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial.

2. La Carta San Francisco: hacia la internacionalización de los DH.

Iniciemos por aceptar la afirmación de que la Carta de San Francisco que funda la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) se ubica como el punto de partida del proceso de
internacionalización y generaliza de los derechos humanos, cuyo fundamento descansará, más allá
de las perspectivas filosóficas tradicionales2, en el costo humano que supuso la Segunda Guerra
Mundial, por lo que su promoción era totalmente congruente al propósito fundamental de la Carta
del mantenimiento de la paz y seguridad internacionales (Olaá y Gómez, 2002). Coincidiendo con
esta idea Alejandro Negrín apunta que “la definición de esa prioridad por parte de la comunidad
internacional tiene un amplio fundamento. Las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial dieron
lugar a un sistema de derechos humanos, construido aceleradamente en las últimas décadas.”
(Negrín, 2008: 25)

1
En este paradigma se ha basado la mayor parte de la construcción de la política exterior de
Estados Unidos hasta nuestros días.
2
Esta aseveración es congruente con la afirmación que hace Cancado (2001) sobre la
presencia en el documento de una concepción integral y holística de los derechos humanos
que trascendió las divisiones ideológicas de entonces.

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Incluso es posible sostener que pese a las limitaciones inherentes a las referencias genéricas de los
derechos humanos que hace este documento internacional –no ofrece una definición, ni una
mínima enumeración de los mismos, menos aún mecanismos concretos para garantizarlos (Oraá y
González, 2002)- su reconocimiento explícito en este texto, otorgando la misma jerarquía a todos
los derechos, es ilustrativo de su trascendencia en la política internacional, no obstante que este
auge apenas duraría unos años antes de entrar a un impasse difícil de sortear.

No es ocioso destacar que en el reconocimiento de derechos humanos que hace la Carta de la


ONU está presente la influencia que tuvo en el desarrollo de la Conferencia de San Francisco que
le dio origen, el empuje tanto de países en desarrollo como de organizaciones no gubernamentales
(ONG’s)3 interesados en el reconocimiento de los mismos. En este proceso es merecida la
mención a la tradición latinoamericana de derechos humanos4 que durante las discusiones para la
redacción de la Carta de Naciones Unidas hizo patente su aspiración por lograr la inclusión de una
Carta de Derechos Humanos que figurara como anexo, esfuerzo en el que tuvieron un intento
destacado Panamá y México5 (Carozza, 2006: 53; Negrín, 2008: 26).

Por lo que respecta a la influencia de las ONGs, fue bastante alentador el hecho de que en su
artículo 28, la Carta convocara a la transformación del orden social e internacional para que los
derechos proclamados pudieran ser disfrutados en la práctica, propósito al que podrían contribuir
las luchas sociales de las que habla Celestine Nyam. Completando esta idea, Cancado señala que

3
La influencia de las ONGs norteamericanas participantes en representación de los intereses
de los grupos más diversos de la sociedad (sindicatos, grupos étnicos o religiosos, entre
otros) ejercieron una enorme influencia en la delegación estadounidense, a fin de que ésta
buscara atenuar las reservas de países como Gran Bretaña, la Unión Soviética y China a la
inclusión de referencias a los derechos humanos en la Carta de la ONU y, en el último de los
casos, permitir la creación posterior de una Comisión de Derechos Humanos (CDH) encargada
de la redacción de una declaración en esta materia.
4
Este ímpetu respondía, a la larga tradición de derechos humanos en la región que data del
siglo XVI y que con raíces en el pensamiento de Fray Bartolomé de las Casas aportó una
interpretación teórica de derechos humanos económicos, sociales y culturales (DESC) con
importantes repercusiones para el desarrollo internacional de los mismos. Una mayor
referencia de esta idea se encuentra en Eguizabal Cristina. Latin American Foreign Policies
and human rights, (Fosythe, 2000: 278-279).
5
Durante la Guerra Fría, México proyectó una imagen de defensor de los derechos humanos
por su política de asilo; su apoyo a la política de descolonización y en contra del apartheid; la
promoción de instrumentos jurídicos como la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los
Estados y de la Convención de Derechos de los Trabajadores Migratorios; su adhesión a los
tratados de derechos humanos; el apoyo a la supervisión internacional en materia de
Derechos Humanos; y sus posturas independientes y no subordinadas a potencias
internacionales. Véase Negrín, 2008.

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las ONGs identifican los problemas concretos de los derechos humanos como portavoces de la
sociedad civil y especialmente dirigidas al bien común. (Cancado, 2001: 65)

Al final de las discusiones para la redacción de la Carta de la ONU, la inclusión de una


Declaración de Derechos Humanos fue un proyecto fallido en razón de la reticencia de las grandes
potencias que tradujeron este intento como una amenaza para interferir en sus asuntos internos, lo
cual se respaldó en su polémico artículo 2.7 relativo a la soberanía de los Estados.6 No obstante,
ello no impidió que, después de un camino arduo de negociaciones entre las principales potencias,
a través del cual Estados Unidos y la Unión Soviética definieron sus principales intereses a
defender y cedieron en otros7, el documento fundacional de la Organización incluyera nociones
importantes en esta materia tanto en el preámbulo y los propósitos, como algunos otros artículos
del mismo. (Véase Oraá y Gómez, 2002)

3. La DUDH y la Carta Internacional de Derechos Humanos.

Aprobada la Carta de la ONU, correspondió al ECOSOC establecer la Comisión de Derechos


Humanos (CDH) redactora de una Carta Internacional que pese a las altas expectativas para lograr
un instrumento jurídicamente vinculante, dicha tarea enfrentó la reticencia de los Estados para
suscribir un documento que les supusiera obligaciones y limitantes a su soberanía. No obstante, en
los hechos esta Declaración se convirtió en un instrumento obligatorio al contener una serie de
conceptos internacionalmente aceptados por el derecho consuetudinario, los cuales han adquirido
fuerza vinculante y en consecuencia cierto grado de obligatoriedad (Véase Rivadeneyra, 2006), al
tiempo que han servido de fuente inspiradora de diversas Constituciones del hemisferio.8
6
Este no fue un tema privativo de las grandes potencias, al respecto Alejandro Negrín señala
que un elemento adicional que nuestro país compartió por largo tiempo con América Latina
fue el de una percepción defensiva en materia de derechos humanos basada en el
nacionalismo y en una concepción absoluta del concepto de soberanía derivada que algunos
asocian a la conciencia de vulnerabilidad ante las frecuentes intervenciones de Estados
Unidos en la región. Las numerosas intervenciones de este país propiciaron que hasta la
década de los 70s, el concepto de no intervención haya sido piedra de toque del sistema
interamericano. Véase Negrín, 2008. Por otro lado Nazario González (2002: 173) trae a
colación algo que es oportuno señalar, “la razón de estado seguirá siendo su alto principio
rector y ese artículo 2.7 les iría a servir de fácil coartada ante las reclamaciones de los
individuos y de las corporaciones naturales insertas en el Estado y que ven violados sus
derechos.
7
Es el caso de la no discriminación frente al derecho a la educación. Véase Oraá y Gómez,
2002: 33
8
En ese sentido Carozza (2006) es enfático en señalar la influencia del constitucionalismo
mexicano en las constituciones latinoamericanas del siglo XX e incluso sugiere la hipótesis de

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Dadas las condiciones de pluralidad ideológica de la posguerra, resultó imperativo evitar que la
fundamentación de los derechos humanos consagrados en la DUDH pudiera identificarse con
alguna filosofía en particular9, optando así por conceptos como dignidad de la persona y unidad
de la familia humana. La noción de dignidad adquiere relevancia para este documento en el
reconocimiento por primera vez en el ámbito internacional de los derechos económicos, sociales y
culturales, concebidos como un mínimo de justicia social para una vida digna –lo que equivale al
concepto más amplio de libertad10 presente en el preámbulo de la Carta de la ONU- sin que esto
signifique distinguir entre estos derechos y los derechos de naturaleza cívico-política, es decir, el
texto continúan afirmando la indivisibilidad e interdependencia de los derechos humanos en su
conjunto. (Oraá y González, 2006: 48)

Los años posteriores a la proclamación de la DUDH se caracterizaron por la paralización de los


asuntos relacionados con esta materia en el plano internacional, reflejado principalmente en las
dificultades de la CDH para llevar a cabo satisfactoriamente la tarea que le fue encomendada
respecto de la codificación de los derechos humanos, así como el establecimiento de mecanismos
para su promoción y vigilancia.

La Guerra Fría colocó a la CDH a merced de las potencias mundiales como un instrumento de las
potencias para alcanzar objetivos políticos. (Negrín y Hernández, 1998)11 A pesar de esta
que la Constitución de 1917 influyó directamente en los avances europeos en el concepto de
derechos humanos presente en las constituciones europeas de la posguerra a través del
aporte a la DUDH y los principios fundacionales del derecho internacional de los derechos
humanos. Como refuerzo a esta idea, citemos de nueva cuenta a Alejandro Negrín quien
apunta que a partir de la Constitución de 1917 ya no se consideran libertades individuales en
sentido puro como las concibió la doctrina clásica. Por un lado contempla los derechos del
hombre en forma individual, en los que el Estado no puede inmiscuirse y deja una amplia
esfera de libertad a los individuos para la realización de su destino. Por otro lado, se logra el
establecimiento de los derechos sociales, los cuales implican una restricción a las libertades
individuales para atender a las necesidades colectivas de los individuos. (Negrín, 2008: p 27)
9
Algunos autores (Estévez y Anaya, 2008: 20) señalan que este documento parte de la
concepción de los derechos naturales de John Locke, dejando claro sin embargo que esta
doctrina liberal que consagra los derechos políticos es enriquecida con la introducción de
derechos económicos, sociales y culturales reclamados por movimientos obreros del siglo XIX
y recogidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), perspectiva que responde al
enfoque orientado a los actores del que hablamos al principio de este trabajo y que
contribuye a ampliar el espectro de derechos que se consideran en este catálogo que es la
Declaración.
10
Este concepto estaría influenciado por el Discurso de las cuatro libertades de Roosevelt.
Véase Oraá y Felipe González (2006).
11
Si bien se trató de un órgano del ECOSOC recientemente sustituido por el Consejo de
Derechos Humanos de la ONU, en virtud de la Reforma a la que se sometió la Organización en
años recientes, no deja de ser un rasgo significativo la manera en la que esta Comisión sirvió

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desfavorable situación, la riqueza en los trabajos de la Comisión derivaron en momentos


determinados en la incorporación de una cantidad creciente de ONG’s. Su participación resultó
sumamente importante en la elaboración de normas internacionales sobre derechos humanos,
demostrando cómo las mismas desempeñaron una función determinante en la conformación de la
agenda y en el establecimiento de las prioridades de la CDH. En ese sentido, su nexo con la
población facilitó el desarrollo de su capacidad de actuación en tanto que impulsoras de la
necesidad de regulación de determinadas materias.12

La situación de vulnerabilidad por la que atravesó la CDH en la década de los 50s y que se
prolongó por casi dos décadas, se modificó en virtud del proceso de descolonización y el
consecuente aumento el número de Estados miembros de la ONU. La diversidad en ellos
representada, contribuyó en buena parte a la adopción en ese marco de muy variados instrumentos
internacionales de derechos humanos, el primero de ellos, emblemático y significativo de la
modificación del entorno internacional: la Convención sobre la eliminación de todas la formas de
discriminación de 1965.

Posterior a ello viene la adopción de dos Pactos Internacionales, uno de derechos cívico-políticos
y el otro de económico-sociales, divididos en aras de no entorpecer la firma de los mismos en
virtud de las disputas ideológicas prevalecientes, pese a la oposición de la Asamblea General de la
ONU, que consideró que un experimento de tal envergadura equivaldría a renunciar a la idea de
integralidad e interdependencia de los derechos humanos.

La adopción de estos Pactos Internacionales se consideró un avance significativo al incluir el


derecho a la libre determinación que, como bien subraya González, “la autodeterminación entra
por primera vez a la historia de los derechos humanos” (González, 2002: p. 211) aunque no
a los efectos de marginar a Cuba en virtud de las condenas sobre las violaciones de derechos
humanos a las que se hizo acreedora como un mecanismos de presión aplicado por
Washington por casi 20 años, significando esto una doble moral ya que las condenas por
estos hechos no eran susceptibles de aplicación a Estados Unidos, lo que le valió a la CDH de
ser parcial debido a su excesiva politización y selectividad en los asuntos que examinaba.
12
Es una situación cada vez más recurrente que las ONG participen directa o indirectamente
de los trabajos que se llevan a cabo en el seno de la ONU, en materias de las más diversa
índole, cuyo contenido está relacionado, por lo menos de manera transversal con cuestiones
relativas de derechos humanos. Tal es el caso de la lecha contra el narcotráfico o más
evidente, en el combate al terrorismo, casos en los que las ONG toman una posición cada vez
más activa en la defensa de estos derechos. Prueba de lo anterior fue la adopción de la
Declaración sobre los defensores de derechos humanos (1998), denominación adoptada hace
algunos años por los representantes de las ONG’s. (Negrín y Basave, 1998: 99)

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corrieron la misma suerte los mecanismos de garantías sobre el incumplimiento de las


obligaciones internacionales.

Respecto a las características de los organismos sancionadores, las cuestiones de la soberanía


estatal y del derecho a la no intervención, nuevamente constituyeron serios obstáculos para lograr
que los Estados aceptaran que organismos internacionales autónomos y no oficinas
gubernamentales fueran los encargados de realizar esta función, en virtud de que son los propios
Estados lo que generalmente incurren en las violaciones de derechos humanos.13

Después del impasse que paralizó los trabajos de la CDH hasta la década de los 70s, viene una ola
de tratados internacionales de derechos humanos14 que dieron cuenta de la naturaleza progresiva
de los mismos, abarcando un mayor número y contenido de los derechos mismos, así como los
procedimientos y mecanismos para salvaguardar su vigencia, al tiempo que se cuestiona el lugar
del individuo en el contexto internacional, con la consecuente modificación de los límites de
injerencia de la comunidad internacional en los asuntos internos de los Estados. (Negrín, 1998:
101)

Otras de las repercusiones de los derechos humanos en la soberanía de los Estados fueron las
resoluciones 1235 y 150315 del ECOSOC impulsadas por países en desarrollo de África y Asia
apoyados por Latinoamérica, que si bien constituyeron un buen intento por revitalizar el papel de
la CDH frente a los intereses de las grandes potencias, el esfuerzo en ocasiones no fue suficiente

13
Al respecto cabe señalar que durante el periodo descrito en esta sección la defensa
tradicional de México de las prerrogativas de soberanía en materia de derechos humanos no
fue homogénea sino paradójica. De otra manera serían difíciles explicar las resoluciones las
resoluciones sobre países como Chile, El Salvador y Guatemala que México promovió tanto en
la AGNU como en la CDH de la ONU en la primera mitad de los 80s del siglo pasado. Sin
embargo, también se ha considerado que las iniciativas de México en foros internacionales
sobre la situación de países específicos, fue precisamente, una aplicación del enfoque de
responsabilidad de la comunidad internacional en situaciones de violencia graves , masivas y
sistemáticas de derechos humanos. Véase Negrín, 2008: 27
14
Declaración sobre Asilo Territorial (1967), Convención sobre la Imprescriptibilidad de los
crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad (1968), Convención Internacional sobre la
eliminación y la represión del crimen de apartheid (1973), la Convención contra la Tortura y
otros tratos o penas crueles, inhumanos y degradantes (1987); la Convención sobre derechos
del niño (1989) entre otros. Véase Negrín y Basave, ibídem.
15
La primera faculta a la CDH a emprender exámenes de violaciones de derechos humanos
en países específicos mientras que la segunda igualmente permite a la CDH para hacer
exámenes en países específicos pero con un formato de confidencialidad. Negrín y Basave,
ibídem.

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para evitar politizar estos procedimientos y evitar que los Estados poderosos pudieran hacerlas
funcionar a favor de sus intereses particulares.

Finalmente el fin de la confrontación ideológica de la Guerra Fría abrió una nueva etapa favorable
a la promoción y protección de derechos humanos en la década de los 90s con la Conferencia de
Viena de 1993 consagrando la relación entre democracia, derechos humanos y desarrollo,
novedosa perspectiva consecuencia de la crítica situación en el mundo: una aguda recesión
económica, el crecimiento de la pobreza extrema y la proliferación de conflictos al interior de los
países (Cancado, 2001: 68).

En el seno del Consejo de Seguridad los cambios del contexto internacional impactaron en la
agenda de dicho órgano, donde la inclusión de los derechos humanos trajo aparejada una
ampliación de las situaciones que se consideran amenazas a la paz y la seguridad internacionales.
Por otro lado se asistió al aumento y transformación de las operaciones de mantenimiento de la
paz (OMPs) con la ampliación de su mandato para admitir un componente de derechos humanos
que complementara las acciones de carácter puramente belicistas. Este sólo echo de nueva cuenta
golpeó los fundamentos tradicionales de la soberanía estatal, influyendo en la concepción
tradicional de las relaciones entre el Estado y la ciudadanía y el orden internacional, importante
para la protección de los derechos humanos (Malone, 2007).

Finalmente, el amplio proceso descrito hasta ahora no estaría completo si se omitiera la aparición
en escena de los Tribunales Internacionales para Rwanda y Yugoslavia para culminar con el
establecimiento de la Corte Penal Internacional (CPI),

Concluiremos este trabajo llamando la atención sobre un tema que también ha influido
enormemente el concepto de soberanía: la responsabilidad de proteger cuyo planteamiento deriva
del principio de no intervención. Un principio ético si se quiere, que no ha terminado de definirse
y muchos menos de aceptarse por los Estados pero que justifica la intervención en los asuntos
internos de un Estado cuando estos se encuentran incapaces por sí mismos de lograr la protección
de sus ciudadanos en situaciones contingentes, por ejemplo, un conflicto armado.

Su diferencia con la intervención preventiva -aplicada en la guerra de Iraq en 2003 por Estados
Unidos-, en que la responsabilidad de proteger es una estrategia contemplada desde la perspectiva

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de las víctimas, no obstante ello no exime de probables abusos de parte de los Estados que
tuviesen algún interés particular en una situación dada.

Conclusiones

El proceso de internacionalización de los derechos humanos desafía el principio de no


intervención consagrado en la Carta de la ONU en virtud de que los derechos humanos han
evolucionado paulatinamente hasta dejar de ser considerados de la jurisdicción interna de los
Estados y someterse al escrutinio de la comunidad internacional.

Por otro lado, respecto al papel de las ONGs en este proceso de evolución, es posible sostener que
dado su carácter privado, aunque se han dado casos de excepción que escapan a los alcances de
este trabajo, las ONG pueden actuar a menudo al margen del control político de los gobiernos. Al
no obedecer objetivos de interés nacional que puedan oponerse a sus objetivos de derechos
humanos como es el caso de los Estados, estos grupos son a menudo más adecuados para
presionar por las cuestiones en ese rubro.

Gracias a su enfoque estrecho y generalmente no partidista, las ONGs pueden plantear los
problemas de derechos humanos de un país, que aquellos les resulta imposible tratar. Esto es
especialmente válido cuando las actividades políticas independientes son reprimidas y la sociedad
civil es débil, pero igualmente vale para sociedades abiertas cuyas demandas pueden ser tomadas
como banderas por ONGs y llevadas a escenarios internacionales.

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