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Un
ensayo sobre el proceso civilizatorio
Rafael Montesinos*
Griselda Martínez V.**
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Erotismo y violencia simbólica. Un ensayo sobre el proceso civilizatorio
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Rafael Montesinos y Griselda Martínez V.
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Erotismo y violencia simbólica. Un ensayo sobre el proceso civilizatorio
en el deseo erótico se advierte que toda resguardar a las mujeres de una violen-
actuación erótica tiene como principio cia por parte de los hombres, evitando
una destrucción de la estructura del ser así la “objetualización” de sus cuerpos.
cerrado que es en estado normal un par- La modernidad impone progresiva-
ticipante del juego . En ese sentido el mente entre los géneros una serie de
símbolo más nítido del erotismo es la valores, que poco a poco evitan la vio-
desnudez, que es la oposición al estado lencia física sobre las mujeres, aunque
cerrado del individuo, estado superado en el caso del intercambio sexual entre
conforme hombres o mujeres sucum- ellos aparezca la violencia, cuando me-
ben ante la exaltación de lo que ofrece nos a partir de la pasión, de la fusión
la liberación de los instintos sexuales. de los cuerpos, de la penetración.
La desnudez aparece como una metá- El amor, cuyo sentimiento tiene una
fora de la muerte, pues representa el fuerte carga erótica, supone tal signifi-
asesinar al ser cerrado que significa la cación del ser amado, que hace sentir
individualidad. en los que comparten esta condición la
El erotismo es violento porque siem- necesidad de poseer al otro. Así, pare-
pre pone en juego la disolución de las ciera como si no existiera una relación
formas constituidas del orden social directa entre el erotismo y la muerte, y
que coloca en salvaguarda la fragilidad el enamoramiento funge como interme-
de la individualidad. De esa forma, por diario entre éstos, ya que la mayor parte
ejemplo, lo que evita la vulneración del de las veces ese sentimiento crea una
ser femenino en una sociedad represen- imagen metafórica de la muerte, pues
tativa de la modernidad es una cultura compromete la vida de uno a la búsque-
que impone a los individuos, hombres da del ser amado. La voluntad del ser
y mujeres, una serie de principios, va- amada (o amado) pareciera anulada
lores, normas y costumbres que ayudan ante las expresiones eróticas de la otra
a contener los impulsos, en este caso parte; la violencia queda manifiesta por-
los propiamente sexuales. Sobre todo los que la exaltación de los deseos sexuales
de aquellos que presumen poseer la fuer- anulan la calidad de sujeto del otro. La
za física necesaria para obtener la satis- muerte del sujeto en las fantasías se-
facción de sus deseos sexuales, como xuales deja entrever la objetualización
en el caso de la violación. Visto así, la de la persona a quien se desea. El reco-
evolución de la modernidad como un nocimiento de que alguien sea objeto
proceso mediante el cual los individuos del deseo demuestra el carácter violen-
aprenden a controlar sus impulsos, si to del erotismo. Por ello dice Bataille
no elude la violencia, al menos la mati- que “el erotismo abre a la muerte. La
za, la desplaza al campo de lo simbó- muerte abre a la negación de la dura-
lico. El Estado y la propia sociedad han ción individual”. Y se pregunta “¿podría-
creado las instancias necesarias para mos, sin la violencia interior, asumir
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una negación que nos conduce al límite logía griega nos ofrecen pasajes en los
de todo lo posible?” cuales los motivos que orillan a un líder
Por esa razón es que el erotismo di- a declarar la guerra a otro grupo social
fiere de la sexualidad animal, en cuanto son precisamente la codicia de apode-
éste pone al descubierto la vida interior. rarse de una o varias mujeres. Simple-
La sexualidad humana supera su ca- mente la experiencia de la guerra de
rácter propiamente animal en la medida Sarajevo nos arroja imágenes repudia-
en que supera la condición rudimen- das por la comunidad internacional, al
taria, cuando deja de responder a una constatar que el paso del ejército en te-
necesidad primaria, como puede ser rritorio enemigo dejó una estela no sólo
comer o defecar. Sin embargo, en la mis- de abusos sobre la población de la ter-
ma organización social “primitiva” toda cera edad y la infantil, sino también ca-
la violencia implícita en la sexualidad sos de violación masiva de mujeres, lo
fue controlada mediante interdictos o que constituye la violación a los códigos
prohibiciones, así que el peligro de una de honor que los guerreros y la sociedad
libertad sin barreras a los impulsos crea- contemporánea han venido construyen-
ba un escenario permanente de guerra.
do y, que en el contexto de la guerra,
En ese sentido se entiende la cuestión
apuntan a contener los impulsos sexua-
de la prohibición del incesto, cuyo obje-
les de los soldados y, en consecuencia,
tivo concreto era, según Lévi-Strauss,
a defender la fragilidad femenina en
garantizar una red de alianzas entre
tales casos.
los grupos sociales. La intención era
Se advierte claramente que el proce-
contener, por conducto de una prohi-
so civilizatorio puede ser evaluado me-
bición, los impulsos sexuales en el inte-
diante el parámetro de la contención
rior de los precarios grupos sociales que
colectiva e individual de los impulsos;
posteriormente darían forma a las ban-
primero, el de la violencia de unos con-
das y a las tribus. Se trata de recono-
tra otros, que espera a través de valores
cer, más que el tabú sobre las relaciones
incestuosas, la necesidad de imponer de la modernidad resguardar la integri-
restricciones sobre los impulsos sexua- dad de los pueblos. Y segundo, el relativo
les de los hombres, pues su fuerza o a los impulsos sexuales de los hombres
poder dentro del grupo generaba con- quienes, al tener mayor fuerza que las
flictos internos que amenazaban con la mujeres, amenazan contra la integridad
disolución del mismo. De hecho, las física femenina, intentando someterlas
mujeres y la riqueza generada por un a sus deseos. En este ensayo nos in-
grupo social derrotado en la guerra si- teresamos por lo segundo, aunque los
túan en el centro de la discusión el ob- dos aspectos guarden relación por refle-
jeto que satisface los deseos sexuales jar formas de expresión del carácter
de los vencedores. La historia y la mito- violento de los humanos.
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permite observar que toda prohibición provoca un desgaste físico cuya recupe-
puede ser transgredida (pues al referirse ración, necesariamente, se da en el es-
al trabajo señala que la racionalidad de pacio privado. Esto se hace más patente
ese espacio social parece eliminar toda si consideramos que en ocasiones los
posibilidad del erotismo, de la trans- individuos no logran desprenderse en
gresión), olvida que, sobre todo en las la vida cotidiana de los pensamientos
relaciones laborales, los géneros que- del trabajo. De tal manera que la racio-
dan marcados por relaciones de poder, nalidad del trabajo, en efecto, funge
donde, generalmente, los hombres man- como un paliativo contra los impulsos y
tienen una posición privilegiada frente puede disminuir, fuera de su ámbito,
a las mujeres. los deseos sexuales. Es claro que el ero-
Si bien es cierto que la racionalidad tismo, como la liberación de los impul-
impuesta a los individuos en el trabajo sos mediante las fantasías sexuales, y
representa una clara limitación para la el trabajo, como una racionalidad que
violencia física, y aunque mencionamos antepone socialmente un conjunto de
que no opera de igual forma para la prohibiciones, aparecen como antagó-
violencia simbólica, si se considera el nicos.
significado de las relaciones de poder Sin embargo, la esencia transgre-
manifiestas explícitamente en el ámbito sora del erotismo también coloca a la
laboral, la alienación al trabajo, tanto racionalidad del trabajo como el mejor
de los encargados de la dirección del trofeo para el juego de la transgresión.
proceso de trabajo como de los opera- El primer aspecto a considerar es si el
tivos, supone la mente de un individuo hecho de que un individuo se someta a
que deja de preocuparse por sí mismo. cierto trabajo garantiza el olvido de otro
Esto es cierto porque nos puede condu- tipo de pensamientos. Es decir, pensan-
cir a pensar que el individuo abando- do en una relación de trabajo en la cual
na momentáneamente la animalidad en no se tenga interacción con mujeres o
la medida en que se le impone una ra- con hombres (según el sexo de que se
cionalidad que contiene los impulsos, trate), que el individuo no pueda traer
de tal manera que, en principio, habre- o reproducir en el trabajo pensamientos
mos de aceptar el sentido que Bataille eróticos. Eso sería realmente absurdo.
le imprime a las condiciones sociales Por otra parte, el problema del acoso
que determinan la relación de trabajo sexual o del hostigamiento en los espa-
entre los individuos. Más aún, su carác- cios laborales, aun en aquellas socieda-
ter alienador va más lejos de las fronteras des en las que se ha logrado instituir
del ámbito laboral, pues independiente- relaciones más igualitarias entre los
mente del tipo y cantidad de fuerza que géneros, refleja precisamente la pre-
se gasta en el proceso de trabajo, la sola sencia de los impulsos sexuales que se
permanencia en el espacio de trabajo desatan por la sola interacción entre el
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capacidad exclusiva del poder de la se- comprender los diversos aspectos del
ducción. Es de justicia señalar que la erotismo es cómo la belleza femenina
liberación de la mujer, que la hace pasar constituye el blanco de los deseos se-
de un objeto a un sujeto sexual, comien- xuales masculinos.
za a conceder poder seductor al hom- También se puede considerar la
bre, a pesar de que la figura femenina belleza de los hombres aunque, en tér-
predomine como emblema del erotismo minos generales, la condición física
tanto en los imaginarios heterosexuales masculina lo asocia con la animalidad,
como en los homosexuales. Por ejemplo, a diferencia de la mujer quien, por su
cuando Baudrillard sugiere que el tra- propia constitución física, se distancia
vestismo proyecta la exaltación de la claramente de las formas antropoides
voluptuosidad femenina, situación que y es considerada como bella. Una mujer
también se hace patente en la imagen es deseable cuanto más se aleja de la
de las prostitutas, se destaca el poder pesadez natural que aproxima al huma-
seductor femenino. Esto antepone a no con los antropoides, la belleza feme-
hombres y a mujeres las profundas po- nina adquiere un valor erótico cultural-
sibilidades que se confieren al cuerpo mente construido. No es que la belleza
femenino: importantes cualidades para femenina anule totalmente la anima-
alcanzar el placer a través de su sexua- lidad, pues hemos explicado cómo el
lidad. erotismo es la recuperación de la natu-
La prostitución, como exaltación de raleza, de la animalidad humana, sino
la voluptuosidad femenina, según Ba- que, precisamente la distinción entre
taille tuvo dos expresiones sociales: la la belleza y la fealdad es la condición
ejercida en las sociedades cortesanas para distinguir, en el campo de la sexua-
en los siglos XVI, XVII y XVIII y la prostitu- lidad, lo humano y lo estrictamente
ción baja, correspondiente a la clase de- animal, esto es lo que nos permite dife-
gradada. Mientras la Iglesia quemaba renciar la relación sexualidad-erotismo
a las brujas dejaba vivir a las bajas pros- y sexualidad-reproducción. La belleza,
titutas, la maldición recayó sobre la dice Bataille, refleja la presencia eróti-
humanidad degradada de las clases ca por que ésta puede ser mancillada,
desposeídas como una derrota más que mientras la fealdad no puede ser trans-
les infringían los poderosos. No obstan- gredida.
te, la prostitución queda obligada a La belleza juega un papel peculiar
tomar la belleza femenina como la estra- en la construcción erótica, pues en ella
tegia para conseguir los objetivos eco- se descubre la violencia humana a par-
nómicos de quien la ejerce, sin importar tir de la liberación de los deseos sexua-
si tal exaltación cae o no en la vulgari- les y de la transgresión, del erotismo.
zación de la voluptuosidad femenina, Pero también ha de advertirse que la be-
pues lo que resulta importante para lleza femenina, sin importar la cultura
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y las prohibiciones (cuyo origen permite seo de otro que menoscabe las prohibi-
reconocer el juego de la transgresión), ciones legales y morales que le otorgan
entre quien acepta el autocontrol y la exclusividad sexual. La transgresión
quien se libera, sobre todo, de la cultura intrínseca del erotismo que provoca la
como elemento represor. Se trata de una figura femenina amenaza la seguridad
etapa en la que los límites de lo prohi- de un orden social totalmente vulne-
bido se vuelven relativos al grado de rable a los impulsos tanto de las muje-
dificultar la constancia del deseo, pues res como de los hombres. La violencia
éste se reproduce especialmente si los puede estar a su favor o en su contra,
objetos del deseo están ausentes o son según sea la situación.
escasos.
Más allá de la vulgaridad erótica que
proyectan la prostitución y la porno- EL MATRIMONIO Y EL EROTISMO
grafía, se pone en evidencia la fragilidad
de la sexualidad masculina ante la per- A veces se considera al matrimonio
manente disponibilidad de la mujer. El como la tumba del erotismo, pues la
hecho de que el cuerpo femenino se intimidad que caracteriza esta relación
constituya en el objeto último del deseo supone de antemano la superación de
masculino no hace sino reflejar el do- la vergüenza de mostrar y tocar libre-
minio de la mujer sobre el hombre. Una mente todo el cuerpo. De hecho, si se
dominación que derrumba la raciona- considera al acto sexual como una fecho-
lidad masculina hasta sobajarlo a una ría, como una acción ilícita en términos
condición tan animal que sólo la pre- generales (el acto sexual se restringe a
caria conciencia mantenida por el hom- los espacios estrictamente privados,
bre, desde que inicia el ritual erótico íntimos), el matrimonio representa, en-
hasta la consumación del deseo, le res- tonces, una paradoja que enfrenta la
guarda su dignidad humana. sociedad, al reconocer el carácter inelu-
En una sociedad tradicional esta si- dible de las necesidades sexuales de los
tuación se reproduce en las relaciones individuos, y al prever su transgresión
del matrimonio, en las que dicha insti- impone tanto una prohibición como la
tución intenta resguardar el predominio infracción correspondiente. El matrimo-
masculino. La reclusión a la que se su- nio aparece como el reconocimiento
jeta a la mujer en el espacio privado, lícito de una forma específica de la
con toda la estructura moral que le sexualidad. Lo paradójico es que, en ge-
impide irrumpir en el espacio público, neral, mientras el acto sexual se san-
sugiere cierto temor a su liberación, pues ciona legal o moralmente, el matrimonio
posee el poder de la seducción. Los hace lícita la sexualidad siempre y
hombres temen que la sexualidad de cuando se ajuste a ciertos parámetros
su pareja desencadene a tal grado el de- de una “normalidad” que impone la cul-
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con otros animales, alude a la búsqueda es decir que, en su relación con los hom-
del placer mediante la sexualidad y las bres, la construcción cultural respecto
fantasías que sobre ésta recaen. El ero- a la sexualidad actualmente se volvía a
tismo libera los instintos y transgrede favor de las mujeres. Pero el señala-
el orden de lo lícito y lo legal, pero ello co- miento de Baudrillard apunta hacia la
rresponde por igual tanto a hombres seducción que ejerce la figura femenina
como a mujeres. Esta insistencia parece como una trampa para la propia mujer,
pertinente, pues al incursionar en el de tal manera que la combinación de
tema del erotismo uno puede caer en la uno y otro fenómenos representa que
trampa de considerar que uno de los tanto hombres como mujeres quedan
géneros es “más o menos erótico” que el a expensas del deseo. Sin embargo, hay
otro. En ese sentido siguen las siguien- imágenes que privilegian la dependen-
tes líneas. cia del deseo de uno o de otro, por ejem-
Por ejemplo, para Baudrillard “la plo, en la película Bajos instintos, cuya
capacidad de seducción de la mujer protagonista personifica Sharon Stone,
hace que ella misma se enrede en su hombres y mujeres sucumben ante la
propio deseo y se encante a sí misma”. sensualidad de su conducta y la volup-
En este caso consideramos que no se tuosidad de su figura. Y aunque no pa-
trata de conceder mayor erotismo a un rece que ella misma quede presa del
género o a otro, a pesar de que en su deseo, sí se hace evidente que utiliza
explicación sobre la seducción la ca- su sensualidad para librarse de las pre-
pacidad transgresora del erotismo le siones policiales que recaen sobre ella:
concede esa cualidad a la mujer, en vir- seduce a quienes la investigan.
tud de que predomina la figura femenina Esta idea señala uno de los posibles
como símbolo del deseo. La colectividad usos que la mujer da a la forma que ha
concede a la mujer el poder de la se- tomado la sexualidad actualmente. La
ducción, porque el papel social que ha mujer utiliza el erotismo para imponer
desempeñado históricamente la cons- sus reglas del juego, su sensualidad,
tituye en una trampa que el juego de dice Baudrillard, “sirve para apartar al
los impulsos sexuales coloca como un otro de su verdad”. Desde luego, la fra-
trofeo a ganar por el acto de la trans- gilidad del cuerpo femenino tiene más
gresión. Pero se trata de una represen- capacidad para seducir que el cuerpo
tación social que proyecta a la mujer del hombre, pues proyecta la posibili-
como objeto del deseo. dad de hacer realidad la transgresión
Nosotros sugerimos en párrafos an- al mismo tiempo que constituye una
teriores que estas condiciones le otor- trampa, ya que la negativa de la mujer
gaban a la mujer moderna un recurso, puede esclavizar temporalmente el de-
subjetivo pero tangible, para alcan- seo del hombre. Una mujer conscien-
zar sus objetivos personales de poder; te de su sensualidad, del deseo que ha
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