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PAULO FREIRE

Paulo Freire nació el 19 de setiembre de 1921 en Recife, capital del estado de Pernambuco, una de las
partes más pobres de Brasil. Perteneció a una familia de clase media, pero se interesó pronto por la educación
de las clases pobres. Estudió Derecho, tras ejercer brevemente como abogado, comenzó su dedicación a la
tarea educativa. Desarrollo un “sistema” de enseñanza para todos los niveles que lo llevó a ser acusado de
revolucionario y encarcelado por el gobierno. Tras 75 días de prisión, estuvo exiliado desde 1964 hasta 1980
pasando por países como Chile, Estados Unidos y Suiza.
Paulo Freire fue para muchos maestros de la escuela “nueva escuela latinoamericana”, fue la lectura
prohibida, el pedagogo subversor, el inspirador de las esperanzas emancipadoras; hoy en día es importante
resaltar que, el mismo decía que como educadores debemos, como el lo dice, “reinventar sus caminos de acción
en función de la realidad y de las posibilidades históricas de la labor educativa”. Por lo tanto, dentro del sistema
político-económico imperante y considerando las exigencias de los últimos tiempos hay aspectos claves de la
pedagogía de Paulo Freire que son importantes destacar.

El pedagogo brasileño, al inventar sus técnicas pedagógicas redescubre a través de ellas el proceso
histórico que configura las conciencias Según Paulo Freire, teniendo en cuenta la opresión que caracteriza a
nuestras sociedades adquiriendo numerosas formas y manifestaciones a menudo encubiertas, la pedagogía
necesariamente ha de ser una “pedagogía del oprimido”. En su libro “La educación como práctica de la libertad”
postula que esta pedagogía del oprimido apunta a que el individuo logre su autoconfiguración responsable y su
formación crítica, que le permita encontrar sus caminos hacia la liberación. Esta pretende hacer de la opresión (y
de las causas y consecuencias de esta) un objeto de reflexión de los oprimidos. La opresión afecta los aspectos
más profundos de la persona, ya que por medio de la “educación” la incorporamos íntimamente a nuestro ser
mediante las prácticas pedagógicas que el llamo “educación bancaria”.
El autor brasileño denomino “educación bancaria” a una manera de entender la educación como relación
“vertical” en la que el educador otorga y otros reciben el conocimiento, transmitiendo una realidad que no
requiere reelaboración y que se presenta como la única posible. Freire como alfabetizador noto la naturalización
de la ignorancia por parte del propio sujeto oprimido; en su obra relata una anécdota al respecto en la que
campesinos le decían ser ignorantes y el por medio de un juego de preguntas y respuestas les cambio
hábilmente el punto de vista demostrándoles que ellos eran sabios en temas a los que el era ajeno. Es
importante resaltar la humildad demostrada por Freire, humildad que el señala como imprescindible en un
educador, se opone a toda arrogancia y a la separación tajante entre los participantes del proceso educativo. Es
una tarea fundamental para todo educador la superación su propia verticalidad psicológica que le predispone en
contra del diálogo. La horizontalización de las relaciones humanas que propone debe ubicar al oprimido fuera de
la estructura opresora y esto apunta a una doble transformación: en el corazón de la persona y en las
estructuras sociales.
Según Paulo Freire el oprimido es víctima de una enajenación ideológica. Se entiende como enajenación
ideológica a la incorporación de unas creencias ajenas, operantes en un individuo que simulan ser propias y
favorecer al sujeto; la ideología seria la lógica del opresor que se incorpora al pensamiento del oprimido. Un
primer paso en la pedagogía de la liberación es la concientización por la que el sujeto oprimido retoma las
riendas de la realidad.
El pedagogo brasileño hace partir toda educación que se pretenda liberadora desde la propia realidad del
oprimido. Define esta realidad como “situación limite” y la propone como punto de partida para la posterior
concientización y comprensión crítica de la realidad. La realidad del oprimido son las estructuras de dominación
que lo constituyen como oprimido y, según Freire el educando oprimido en el límite es un adulto analfabeto y
pobre. La aspiración de Freire es llegar a un encuentro del ser humano consigo mismo; la liberación del oprimido
es la liberación de todos los hombres.

La construcción dialógica

Paulo Freire apunta a la situación en que todos los seres humanos puedan hablar, sobre todo escucharse;
resaltando entonces el diálogo como característica específicamente humana y humanizante. Se necesita un tipo
de relación horizontal para que los hombres al comunicarse, se expresen y crezcan. Para Freire, el hombre se
realiza y se encuentra a si mismo como ser en relación con un otro y el aspecto fundamental de un diálogo
horizontal es la escucha activa.
El dialogo es en la pedagogía de Freire el centro del proceso pedagógico; este, mediado por la razón
permite el encuentro entre las personas y de estas con el mundo. El diálogo es capacidad de reinvención, de
conocimiento y de reconocimiento.
El importante concebir el diálogo como una actitud, como una praxis que combate el autoritarismo, la
arrogancia, la intolerancia; el dialogo es una forma de posibilitar el encuentro entre semejantes y diferentes.
Es en el diálogo y en el lenguaje que se otorga significado a los deseos y a las esperanzas al posibilitar el
intercambio de discursos y de conversaciones críticas cargadas de realidad y de posibilidad.

Reconocimiento y reinvención

Se entiende reconocimiento como el observar críticamente, comparar, relacionar, tomar distancia, explorar,
identificar, etc. Este no se da solo con el objeto de conocimiento, se da también con el otro, con el alumno. Es
pensar con el, acerca de el, por esto el reconocimiento es la puerta de entrada al diálogo y al encuentro
pedagógico.
Freire habla de reinvención de su propuesta, pero también, de la reinvención del texto, de la práctica
educativa, de las sociedades y del poder. La base de la reinvención es la de alcanzar la comprensión crítica de
las condiciones históricas en las cuales se generaron las diferentes prácticas.
La recreación y reinvención del poder es uno de los temas que, para Freire, la “posmodernidad progresista”
debe asumir, llegando a las maneras de producción, los desarrollos culturales y los modos de participación.

Humanismo crítico, emancipador

La deshumanización es una expresión de la alienación y dominación, la humanización es en cambio un


proyecto emancipador que exige procesos de transformación de la realidad. En el acto de humanización es
importante no olvidar la situación concreta existencial, presente de los hombres mismos; el proceso humanista
opera rupturas con “amarras” reales y concretas del orden económico, político, social, ideológico, etc.

Realismo esperanzado

Según Freire, el realismo esperanzado es un “imperativo existencial e histórico” necesario, pero no


suficiente. La esperanza sola no transforma el mundo, pero no es posible prescindir de ella si se quiere
cambiarlo. A su vez, la esperanza sin procesos transformadores corre el riesgo de convertirse en desesperación,
que es lo mismo que quietud, inmovilismo, mantener el status quo. El proyecto de la esperanza es para Freire el
cambio radical en la historia, pero para esto es necesaria la práctica, la acción, para que no quede en un simple
deseo.

Actos de conocimiento

Para ser un acto de conocimiento, el proceso de alfabetización exige, tanto de educadores como de
educandos, una relación de auténtico diálogo, este reúne a los sujetos en torno al conocimiento de un objeto
cognoscible que actúa como mediador entre ellos. El rol del educador consiste en descubrir los elementos
teóricos enraizados en la práctica, para que la gente pueda apropiarse de las teorías presentes en sus propias
prácticas.
El acto del conocimiento para Freire, implica un movimiento dialéctico que pasa de la acción a la reflexión,
y de la reflexión de la acción a una nueva acción. También señala la relación existente entre la subjetividad y la
objetividad, la realidad consiste únicamente en datos objetivos sino también en las percepciones que tienen los
hombres de ellos. En los actos de conocimientos surge también la interrelación entre dos contextos: el del
diálogo entre educador y educando y, el contexto real de los hechos concretos, la realidad social en la que
existen los sujetos. En el primero se analizan los hechos que presenta el segundo, hay un desplazamiento desde
el contexto concreto hacia el contexto teórico donde se analizan los hechos para que luego al volver al contexto
concreto los hombres experimenten nuevas formas de praxis. No basta con suponer que un estudiante sabe leer
la frase “Eva ha visto un racimo de uvas”. El estudiante debe aprender a entender a Eva en su contexto social,
descubrir quién ha trabajado para producir el racimo y quién se ha beneficiado de este trabajo.

A modo de conclusión

Freire señala que las construcciones pedagógicas no pasan por la estructuración de regimenes de verdad
sino, por el contrario, por interacciones entre diferentes perspectivas, disciplinas y saberes en un contexto
histórico y cultural particular.
El pensamiento de Freire es un referente de la reflexión y de la acción pedagógica, sus claves permiten
deconstruir los referentes teóricos, las intencionalidades y metodología de muchas prácticas y proyectos
educativos para ver los matices en juego en las distintas propuestas transformando las formas de
experimentarlas, comprenderlas y expresarlas.

El filósofo Enrique Dussell compara la pedagogía de Paulo Freire con la de Piaget y Vigotsky, señala
incluso una superación de ellos. Afirma que estos, a pesar de sus meritos, permanecen en una concepción
individualista del proceso educativo y del desarrollo del sujeto; en cambio Freire es más completo desde el punto
de vista que hace hincapié en el elemento de relación con los demás que supone todo crecimiento personal, y el
hecho de que este se da dentro de una comunidad que se transforma a lo largo de la educación mutua de sus
miembros.

La acción educadora de la pedagogía freiriana propone el surgimiento de una conciencia ético-critica a


parte del mejoramiento cognitivo. Para Freire, educar consistiría en mostrar que no existen planes a priori, que
solo las elecciones personales del educando constituirán su futuro. De una manera semejante Sartre define la
función pedagógica del existencialismo:”…el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en
posesión de lo que es y hacer descansar sobre el la responsabilidad total de su existencia”.

La pedagogía como práctica de la libertad

Freire explica los motivos a través de la historia que hacen de la sociedad pobre brasilera se caracterice por la
“inexperiencia democrática”. Durante la colonización del Brasil, los trabajadores residentes en los grandes dominios
“protegidos” de los señores terratenientes vivieron en un clima de antidiálogo, de verticalidad, de mutismo, carencia de
crítica.

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