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CRONOLOGÍA DEL BEATO MANUEL GONZÁLEZ

Fechas importantes en el mes de Mayo

11 de mayo de 1886, en la iglesia de San Luis, de Sevilla, primera comunión.

D. Manuel recibió la primera comunión en la iglesia de las escuelas de San Luis, de las que había sido
aventajado alumno, de manos de su tío, canónigo de la Catedral de Sevilla, D. Francisco García
Sarmiento.

Interior de la Iglesia de San Luis (Sevilla)

“El beato Manuel González -dijo Juan Pablo II en la homilía de la misa de beatificación (21-4-
2001)- es un modelo de fe eucarística, cuyo ejemplo sigue hablando a la Iglesia de hoy”.
No es posible entrar en la intimidad eucarística -tan ponderada por el beato- de aquel su primer
encuentro sacramental con Jesucristo, sino a través de lo que escribió después sobre la Misa y la
Comunión.
Como recuerdo y homenaje en este aniversario, transcribimos este párrafo de sus obras: “ En la
Misa tendemos del modo más perfecto a nuestro fin; en la Comunión recibimos el medio más
eficaz para llegar a conseguirlo.
¿Puede haber en nuestra vida deber que más nos importe cumplir, ocupación que más nos honre
y obligue, obra de más preferencia que el ofrecer a Dios, nuestro principio y fin, la mayor gloria
que le da el alabarlo, agradecerlo, aplacarlo y pedirle en unión y al modo de su propio Hijo y
su Hostia; y bien que más deba atraernos, placer que más nos halague, felicidad que más nos

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embargue, caudal que más nos enriquezca que esa mayor gracia de la Eucaristía, que, comida y
asimilada, nos va haciendo lentamente en el alma y en el cuerpo hostias vivas, santas y
agradables?” (Mi comunión de María, 11ª edición, p.33).

2 de mayo de 1906. Comienzan en Huelva las obras de las Escuelas del Sagrado Corazón en la
antigua iglesia de San Francisco.

Un día de Marzo de 1906 su coadjutor en la parroquia de San Pedro, D. Manuel González


Serna, llevaba en procesión el Viático a un enfermo. Cuando el sacerdote regresó a la parroquia, el
párroco advirtió que aquel venía herido de una pedrada en la cabeza. La reflexión sobre este hecho
contribuyo a que madurara en la convicción de que las escuelas de inspiración cristiana eran en
Huelva “una necesidad muy grande y muy triste”.

En abril de 1906, empezó su primera aventura en el campo escolar: “nos echamos a la calle
a hacer unas escuelas muy grandes, muy buenas, muy cristianas y absolutamente de balde para los
niños pobres”.

¿Dónde encontrar el lugar mínimamente adecuado para tan urgente necesidad?


Una Real Orden de 24 de enero de 1823 había impuesto la supresión del convento
franciscano de Huelva entre otros de la misma orden esparcidos desde antiguo por la provincia. A
partir de ese momento, una parte de los frailes se trasladó al convento de Moguer, mientras que
otros cuatro religiosos franciscanos permanecieron todavía en la casa de Huelva hasta 1834. El día
28 de agosto de 1835, el convento de San Francisco pasó finalmente de derecho y de hecho a
disposición de la Junta de Enajenación de Edificios y Conventos suprimidos. La iglesia, exceptuada
de la desamortización, permaneció abierta al culto, y subsistió con todos sus altares, imágenes,
pinturas y enseres como ayuda de la parroquia de San Pedro.
Cuando don Manuel González llegó a Huelva, el templo de San Francisco estaba muy
deteriorado. Y la huerta del convento, desaparecida su vieja noria, se había convertido ya en plaza
del barrio.
Como solución de urgencia, el 2 de mayo de 1906, Don Manuel dio comienzo a las
obras para instalar las primeras aulas en los espacios de las capillas del lado del evangelio y el
coro alto de la iglesia, y poco a poco los fue ampliando a medida que se pudieron adquirir
varias viviendas adyacentes. Tantos alfajores, “suspiros”, tortas, bizcochos, yemas, “lágrimas
de San Pedro”, golosinas y refrescos se hicieron y se vendieron en la Huelva de hace un siglo
para ayudar a comprar las casas y a sufragar las obras de adaptación, que don Manuel
repetía: “Si se estrujaran las paredes de la escuela chorrearían almíbar”.

Mayo de 1912.Viaje desde Huelva a Madrid para el primer encuentro nacional con las
Marías.

Uno de los viajes, que puede ser signo de los muchos realizados por
toda la península, para difundir su Obra, es el que realizó a Madrid durante el
mes de mayo de 1912 para el primer encuentro nacional con las Marías,
pasados sólo dos años de su fundación en Huelva.

La Obra de las tres Marías de los Sagrarios Calvarios nació


ciertamente con un esencial y decidido propósito de adoración reparadora.
«...Vidas...consagradas a dar y buscar organizada y permanentemente al

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Corazón de Jesús sacramentado, reparación de su abandono exterior e interior en sus tres
manifestaciones eucarísticas de Misa, Comunión y presencia real permanente por la compañía de
presencia, de compasión, de imitación y de confianza». Pero tiene en el pensamiento de don
Manuel otras características que son también esenciales: cooperar inmediatamente en el fin
apostólico de la Iglesia; es una obra predominantemente de seglares; nace en la parroquia con
ánimo de colaboración, según su condición específica, con los pastores; los miembros de la
asociación la constituyen a la manera de un cuerpo orgánico que obra bajo la dirección superior de
la Jerarquía. Tiene, pues, todas las características requeridas más tarde por el Concilio Vaticano II
para que pudiera llamarse Acción Católica.
Es una obra de reparación, pero don Manuel la quiso de reparación con alas. Una
reparación evangelizadora o para “eucaristizar” el mundo, usando una palabra peculiar suya:
«Marías y Juanes amadísimos, ya lo sabéis; se nos piden obras, obras de reparación eucarística,
de atracción al Sagrario, de, y permitidme la palabra, eucaristización del mundo.
Eucaristizar. La acción de volver a un pueblo loco de amor por el Corazón eucarístico de
Jesús. ¡Dios mio, Dios mio, que las Marías y los Juanes hagan conjugar pronto ese verbo a toda
España y a todo el mundo! Amén, amén».
La adoración reparadora, lo primero. Pero, además, reparación con alas, es decir, obras,
obras de evangelización o de eucaristización de España y del mundo.
El centro, y también el horizonte de la Obra, los señala don Manuel cuando escribe a
propósito del trabajo de eucaristización: «Y trabajar con Cristo es ir mucho al Sagrario, para
preguntar al Maestro que está allí, para hacerse fuerte con la mirada del Capitán que está allí,
para disipar tinieblas y dudas con la Luz que está allí, para recobrar pérdidas y cobrar alientos
con el Pan que está allí y para transformarse en valiente, en héroe, en loco, que todo es preciso a
veces, con el amor del Corazón que está allí.
Si a eso se llama exigir imposibles, pedir santidad, poner la puntería donde muy pocos
pueden llegar, entonces pediría permiso para dar mi último consejo que sería este: “Si lo bueno
que esperamos, si lo que ha de traer el reinado de la justicia y de la caridad sobre esta sociedad
pagana, no lo hemos de sacar del Sagrario, esperad sentados, propagandistas y hombres de
acción, esperad sentados...»

La Obra de las Marías nació con implantación parroquial y con vinculación jerárquica.
Apenas nacida, Don Manuel acudió a informar a su prelado, el arzobispo de Sevilla, Cardenal
Almaraz y Santos. El Cardenal acogió la Obra calurosamente. Y en el mes siguiente al de la
fundación la recomendó con una carta circular dirigida a toda la archidiócesis. En la carta
expresaba el Cardenal su deseo de que «todos los párrocos acojan el pensamiento de “la Obra de
las tres Marías” del señor Arcipreste de Huelva, pues con ser tan sencilla y de tan fácil ejecución,
es un medio eficacísimo para estimular la piedad y hacer que los pueblos vivan del espíritu de fe,
acompañando al Divino Misionero que se ha quedado en el Sagrario por amor a los hombres».

A partir del momento de la fundación de la Obra y la aprobación diocesana, este


movimiento eucarístico se expandió rápidamente por toda España, de manera que el Arcipreste de
Huelva tuvo que simultanear su apostolado en Huelva con los viajes en ferrocarril por toda la
península para atender a los grupos que surgían en las parroquias y al apostolado eucarístico en
general. En sólo nueve meses, la Obra se había establecido en 21 diócesis, sin contar otras en las
que se estaba trabajando para su implantación.

Málaga, 16 de mayo de 1920. Bendición y colocación de la primera piedra del nuevo

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Seminario.

Capilla del Seminario de Málaga en la actualidad


Escribió D. Manuel: “El Amo quiere que se haga el Seminario (esto me consta
firmemente). Para hacer el Seminario se necesita dinero (esto es también indudable). Yo no
tengo una peseta (evidentísimo). ¿De dónde? ¡A mí qué me importa! ¿Cuándo? Cuando haga
falta. ¿Cómo? Como a El le dé la gana, que para eso es el Amo”.
Con estas premisas, gracias a una donación de la duquesa de Nájera, se pudieron
comprar ocho hectáreas de unos terrenos, colindantes con otros que eran ya propiedad del
Obispado, no lejos de Málaga, a cien metros de altura sobre el nivel del mar.
Dos ingenieros de prestigio se pusieron a disposición del Obispo para la elaboración
técnica del proyecto y la dirección de las obras. Éstas comenzaron en Enero de 1919, pero
hubo que interrumpirlas en el verano porque no había agua. Después de mucha oración y
sacrificios, la tarde del 20 de diciembre del mismo año, D. Manuel subió a un pequeño cerro
y señaló un sitio. A una profundidad de diez metros brotó un poderoso caudal de agua
potable, “el pozo de mi historia, dice D. Manuel, con la circunstancia de que los pozos de
las proximidades dan agua salobre”. El 16 de Mayo de 1920 se pudo poner la primera
piedra del Seminario malagueño. Abrió sus puertas a 210 seminaristas al comienzo del
curso 1924-1925..

Málaga, 3 de Mayo de 1921. Fundación de las Hermanas Marías Nazarenas

La Obra de las Marías de los Sagrarios Calvarios se extendió rápidamente, de manera que,
como decíamos anteriormente, en Mayo de 1912 D. Manuel se reunió en Madrid con Marías de
una buena parte de las diócesis españolas. Ante este inusitado crecimiento, en diciembre de ese

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mismo año, cuando apenas habían pasado tres del retiro fundacional, en la capilla de la parroquia
de San Pedro de Huelva, unas Marías expresaron al Arcipreste sus inquietudes acerca del futuro de
la Obra, y de su papel en la actividad de la Iglesia Española. El párroco de San Pedro les dijo sin
dudar: Las Marías subsistirán. Me sobrevivirán. Sólo es preciso que tres Marías, tan decididas
como las del Calvario, se pongan al frente de todas las Marías del mundo Las tres están ya ahí.
¿Dónde? El Señor las presentará. Y ellas se encargarán de dar realidad al carisma perpetuo de
acompañar y compadecer al Abandonado del Sagrario, a Jesús. Y cuando esto suceda, no habrá
que temer por España, porque ésta se hallará a cubierto de todas las emboscadas con una
guardia valerosa que defenderá a Cristo en todo lugar donde exista un Sagrario. D. Manuel intuía
ya lo que había de ser luego la fundación del Instituto de las Marías Nazarenas
La idea fue madurando en el pensamiento y en el corazón de don Manuel, hasta que, siendo
ya obispo de Málaga, llegó la oportunidad y el momento designado por la Providencia. La Obra de
las Marías seguía creciendo por todas partes y a D. Manuel se le hacía ya imposible atender
simultáneamente a sus obligaciones pastorales y al cuidado de la Obra. Como ocurrió con Moisés
en el desierto, llegó el momento de aligerar la carga compartiendo la responsabilidad. Algunas
Marías se mostraron dispuestas para la fundación. Para evitar el riesgo de «toda obra humana, y
más si es piadosa, de debilitación, inconsistencia, diversidad de interpretaciones, falsificación

Las Nazarenas por el mundo. III Encuentro Latinoamericano de las Misioneras Eucarísticas de
Nazaret
Quito 26 enero 2009
pérdida del espíritu», se hacía necesaria una institución religiosa «protectora, unificadora y
permanente que prevenga esos peligros» y complete definitivamente la organización de la Obra.
«¿No es objeto digno, - escribe D. Manuel- no digo ya de una Obra de celo, sino de un
Instituto religioso, el combatir el abandono del Sagrario? ¿No dio lugar a la formación de famosos
Institutos la meditación y predicación de la Santa Infancia, o de la Pasión del Señor, de los Dolores
de la Santísima Virgen y otros objetos particulares dentro del campo de la piedad y de la religión?
¿Por qué dentro del campo extensísimo de la reparación eucarística no ha de existir uno especial
para reparar el grandísimo mal del abandono del Sagrario?» ".

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El 3 de Mayo de 1921, en un pequeño piso de la calle Marqués de Valdecañas, en Málaga, se
inició la vida comunitaria de la nueva institución eucarística. No mucho después, fue necesario
trasladar el nuevo Instituto, por insuficiencia del piso, a una casa propia al pie del monte
donde se edificaba el nuevo Seminario malagueño.
Instituto de las Marías Nazarenas, las llamó D. Manuel. Marías, como las de los Sagrarios, y
Nazarenas, viviendo en la oración, el silencio, el trabajo y la pobreza de Jesús en la comunidad
familiar de Nazaret. Las popularmente conocidas en todas partes como Nazarenas, recibieron
el 28 de enero de 1970 el nombre oficial, según aprobación pontificia, de «Misioneras Eucarísticas
de Nazaret».

Málaga, 11 de mayo de 1931. Incendio del Palacio episcopal

Málaga, Palacio Episcopal en la actualidad


Finalizaba este día en que se cumplió el 45 aniversario de la primera comunión de D.
Manuel González, Obispo de Málaga. A este feliz recuerdo se unió el drama de una de las
jornadas más amargas de su vida. El 14 de abril había sido proclamada la segunda República
española. El Obispo de Málaga, con ocasión del próximo mes consagrado a María, recordó a
los católicos la necesidad y el deber de acatar y obedecer al poder legítimamente constituido
para el mantenimiento del orden y del bien común.
El ll de mayo dijo Manuel Azaña: “Todos los conventos de Madrid no valen la vida
de un republicano”. Podían haberle importado, además de la vida de un republicano, los
conventos, colegios e iglesias que ardían ese día en Madrid. Su gobierno era responsable del
orden público.
En Málaga, como trágico eco de los sucesos de Madrid, prendieron fuego a veinte
conventos e iglesias y, entre ellos el Palacio Episcopal.
En contra de las seguridades que había dado el gobernador civil a D. Manuel
González, a las doce de la noche las turbas asaltaron la residencia episcopal. Ante la
seguridad de actos sacrílegos se consumieron las Sagradas Formas de los sagrarios de las
capillas de la casa. Comienza después una frenética búsqueda de salida practicable por
lugares distintos de donde estaban los asaltantes, sin hallar ninguna. Se refugiaron en el

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sótano y cerraron la puerta por dentro. D. Manuel impartió la absolución a todos los
moradores de la casa y les exhortó a ofrecer las vidas, llegado el caso, por la Iglesia, y por
el Reinado del Corazón de Jesús en España y en la Diócesis. Se encomendaron a la Virgen
con el rezo del Rosario. Cuando fueron descubiertos y desde fuera comenzaron a golpear la
puerta, D. Manuel abrió y salió solo: “¿Qué queréis? Aquí me tenéis, a vuestra nobleza me
entrego” . Entre gritos de energúmenos surgieron algunas voces sensatas: “¡Se le protege,
¡No se le hace nada!”. D. Manuel hizo saber que estaban con él sus familiares y la
comunidad de Hermanas de la Cruz, habitantes de la casa . “Que salgan, le dijeron, que no
les pasará nada. Salieron a la calle iluminada ya por las llamas que empezaban a salir del
Palacio, hicieron un angustioso recorrido por las calles de Málaga y encontraron refugio en
casa de un sacerdote diocesano. En la paz de un hogar amigo D. Manuel comentó
agradecido, mirando al sacerdote: “¡Bueno, ya, gracias a Dios, estamos aquí”. Y luego,
sonriendo, a las Hermanas de la Cruz: “Ya, cuando ustedes sean viejas, tienen algo que
contar”.
Todos los sucesos de aquel 11 de mayo de 1931 y de los días siguientes están más
ampliamente recogidos en las numerosas biografías de D. Manuel. Quede también este
escueto resumen para la memoria histórica.

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