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En el teatro de la primera mitad del siglo XX se dan los mismos fenómenos de renovación que
en la poesía o la narrativa. La mayoría de los –ismos vanguardistas tienen su vertiente teatral.
Todos los autores del período (incluso muchos de los que se mantienen en los cánones de la
comedia burguesa tradicional) buscan nuevas posibilidades dramáticas, expresivas y
escenográficas.
En la nueva evolución del teatro tiene mucho que ver el desarrollo del cinematógrafo. A medida
que este evoluciona y va ganando público, el teatro debe plantearse redefinir sus objetivos: ya
no tiene por qué ser reflejo fiel de las costumbres y la sociedad burguesas y eso abre el camino
para la investigación sobre la forma, la abstracción y la denuncia.
- Renovación del teatro tradicional: teatro naturalista. Crisis del teatro naturalista.
- Teatro de vanguardia (surrealismo).
- Teatro épico.
- Teatro del absurdo y de la crueldad.
- Teatro tradicional, de raíz burguesa.
Los primeros planteamientos que plantean la necesidad de renovar el teatro burgués surgen de
un ensayo de Zola, El naturalismo en el teatro. En esta obra propone aplicar los principios del
naturalismo al teatro, analizando científicamente al ser humano y sus circunstancias, ofreciendo
una imagen objetiva de la realidad y con un claro objetivo de denuncia.
A finales del siglo XIX surgen en Europa autores (Chéjov, Ibsen) que, partiendo del modelo de
la comedia burguesa, ponen de relieve la hipocresía de las relaciones sociales y la soledad del
individuo frente a una sociedad que, para mantener su aparente estabilidad, no dudará en
defenderse de la manera más radical contra cualquier intento de poner en duda su sistema de
valores. Este teatro, cargado en muchas ocasiones gran calidad poética, servirá de base para el
nuevo teatro naturalista.
A finales del siglo XIX comienza a producirse una reacción contra los postulados naturalistas
también en el teatro. Es cuando el simbolismo se introduce en la escena. Ahora se propugna el
abandono del realismo del escenario y se busca la construcción del “arte total” y, sobre todo, la
burla y el escándalo. La obra que señala este cambio de mentalidad es Ubú rey, de Alfred Jarry.
El estreno de Ubú rey fue un éxito y un escándalo. Jarry dinamita la concepción clásica y
burguesa del teatro desde sus cimientos: el lenguaje y el argumento. Ubú se basa en la sorpresa
y la provocación. La obra está llena de burla, de irreverencia, de absurdos, parodias,
irracionalidad, caricatura y seres y comportamientos grotescos.
El precursor de este nuevo teatro es Strinberg, pero el teórico y autor más importante es Antonin
Artaud (1896-1948), cuyas ideas teatrales recogió el mismo en El teatro y su doble. Artaud es el
creador del llamado “teatro de la crueldad”, que intenta mostrar los conflictos más profundo del
ser humano. Intenta hacer emerger el instinto, el desgarro y la violencia del ser humano, su
“primitivismo” y su “salvajismo”.
A raíz de la revolución rusa (1917) surge en la URSS el movimiento “Octubre teatral” que ve el
teatro como un instrumento de la propaganda política, de ideología comunista. Representantes
de esta tendencia son Meyerhold y, sobre todo Erwin Piscator, para el cual la función
pedagógica del teatro es más importante que la estética y debe busca una reacción en el
espectador.
De Piscator surge el término teatro épico, es decir, aquel teatro donde lo importante no es que
pasen cosas en escena (que sea dramático), sino que se narren y expliquen (de ahí lo de “épico”)
unos hechos de carácter ejemplarizante.
El autor más representativo de esta tendencia es Bertold Brecht, que funde el teatro épico y el
compromiso político, utilizando una técnica de distanciamiento (extrañamiento). Busca un
teatro crítico que denuncie las contradicciones de las conductas entre las personas y la sociedad.
Brecht busca cambiar la sociedad, denunciar la injusticia y la explotación del hombre por el
hombre. Sus obras más importantes son Tambores en la noche, Vida de Galileo, Madre Coraje
y sus hijos y El círculo de tiza caucasiano.
El hombre vive consciente de que está viviendo una vida impuesta, dirigida, cuyo fin es la
muerte y del que ha desaparecido la figura de un Dios (amable o vengador) dejando al hombre
sin esperanza.
El mundo se rige por la incoherencia, lo ilógico y el disparate. Esta es la auténtica realidad que
se busca denunciar.
Los autores más importantes son Samuel Beckett, Eugène Ionesco y Luigi Pirandello.
• Luigi Pirandello (1867-1936). Es el autor puente entre Ibsen y el teatro del absurdo. Su
obra dramática se caracteriza por la técnica innovadora y por su carácter reflexivo, tanto
sobre la propia naturaleza de la escritura y el teatro como sobre la naturaleza del ser
humano. Sus obras principales son La razón de los demás, Enrique IV, Esta noche no se
improvisa y Seis personajes en busca de autor.
• Jean Genet.- siguiendo el modelo del teatro del absurdo y los pasos de Antonin Artaud,
su obra se inserta en el “teatro de la crueldad”. En él la denuncia de la hipocresía y del
absurdo social se mezcla con una violencia irracional que domina a unos personajes
alienados, que casi han perdido su condición humana, y que se convierten en salvaje
ejecutores. Violencia y sexo, dominio y tiranía se mezclan en obras como Las criadas y
El balcón.
Todas estas innovaciones técnicas, estéticas y éticas del teatro no son las dominantes en escena,
las que reciben el mayor apoyo de público. Al tiempo que se desarrolla este teatro de vanguardia
se sigue cultivando un teatro de raíz eminentemente burguesa, tradicional en sus temas,
tratamiento de los personajes y estructura. Es el teatro que sigue los convencionalismos de la
comedia burguesa, introduciendo una suave (a veces bastante ácida) crítica social y donde es
importantísimo el valor poético y literario del lenguaje. Los autores más representativos son
Bernard Shaw y Jean Giraudoux.