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DAVID HUME.

TEMA 2: LA CRÍTICA A LOS CONCEPTOS METAFÍSICOS

Tras concluir, frente al racionalismo, que nuestra razón está limitada por
nuestros sentidos, Hume formula el principio de copia, según el cual toda idea
de la que no podamos encontrar una impresión de la que se derive, será una
idea ilegítima, una pseudoidea. Este primer principio de la naturaleza humana
será aplicado por Hume al análisis crítico-destructivo de, entre otros, dos
conceptos metafísicos fundamentales: la idea de sustancia material o mundo
externo, y la idea de causalidad.
En primer lugar, Hume analiza la idea de mundo externo o sustancia
material, concibiéndola como el sustrato de una multiplicidad de cualidades: las
ideas de los cuerpos son colecciones, formadas por la mente, de ideas de
diversas cualidades sensibles de las que se componen los objetos, y que
tienen una unión constante entre sí. Aunque esas cualidades (color, olor,
figura…) son completamente distintas, nuestra mente las presenta formando
unidad, y por eso comúnmente consideramos el compuesto que ellas forman
como una cosa y como algo que permanece bajo las variaciones. Lo único que
nosotros realmente captamos son tales cualidades, pero nuestra imaginación
finge o imagina, haciéndonos atribuir identidad en donde hay variedad y
sucesión, suponiendo que existe algo desconocido e invisible, que permanece
bajo todas esas variaciones, llamado sustancia o materia original y primera. Por
tanto, los cuerpos solo pueden ser concebidos como una multiplicidad de
cualidades, de fenómenos, sin que podamos racional y lógicamente saber si
existe una sustancia material. Lo que Hume está negando no es la existencia
de tal sustancia, sino la posibilidad de demostrar que exista. Es una
pseudoidea.
En segundo lugar, Hume analiza la idea de causalidad, que expresa la
conexión necesaria entre dos fenómenos, de los cuales el primero (causa)
produce el segundo (efecto). Esta idea fundamenta todas las afirmaciones
sobre el mundo y se obtiene, según Hume, a partir de la experiencia y de la
mente. El proceso que permite su formación es el siguiente: a partir de la
experiencia, observamos que dos fenómenos mantienen entre sí una relación
de contigüidad espacial, prioridad temporal y conjunción constante. Si se
observa reiteradas veces que dos fenómenos van siempre juntos, el hábito o la
costumbre de verlos relacionados de esta manera provoca que nuestra mente
se forme una impresión mental, a partir de la cual establece una conexión
necesaria entre ellos. Esta conexión nos permite inferir que uno es
consecuencia del otro porque, solo viendo uno, la mente, gracias al hábito o
costumbre, ya anticipa o espera al otro. La noción de causa fundamenta, pues,
nuestra creencia en los hechos esta se debe al hábito, que es quien nos
permite esperar que en el futuro seguirán ocurriendo cosas similares a las
ocurridas en el pasado. Podemos creer que un hecho ocurrirá de una
determinada manera porque hechos similares se produjeron así en el pasado,
pero lo cierto es que la experiencia solo nos da la información de lo ya
experimentado, y no podemos justificar la extrapolación al futuro, pues de que
algo ocurra de una determinada manera no se sigue que siga siendo igual en el
futuro. Por ello, no podemos tener una certeza absoluta sobre los hechos de la
realidad, sino solo creer que probablemente se producirán de una determinada
manera.
Así, si nos preguntamos qué es, entonces, el mundo, podemos afirmar
que, en rigor, es un mundo “fingido”, un edificio en el que nuestras
percepciones son los ladrillos, pero cuyo cemento, como dice Hume, es el
dinamismo asociativo propio de nuestra naturaleza cognoscitiva (naturalismo),
y basado en los principios de contigüidad espacio-temporal y semejanza. Para
Hume, podemos llegar a saber racionalmente muy poco sobre las cosas;
realmente no sabemos nada más allá de nuestras propias percepciones y de
ciertas de sus cualidades. En consecuencia, nos guiamos por creencias.
El conocimiento pierde, así, el suelo absolutamente firme que le
proporcionaba la filosofía racionalista: si todo conocer es fruto de la asociación
perceptiva, la mente no podrá acceder a verdades necesarias ni universales, y
se tratará siempre con una serie de datos que pueden ser asociados pero no
conectados de manera racional. La experiencia nos dice que algo ha ocurrido
hasta ahora con regularidad, pero no que algo deba ocurrir. El primado de la
experiencia supone el rechazo de la existencia de principios de conocimiento
incondicionalmente verdaderos. El conocimiento siempre es probable. Por ello,
los empiristas presentan una actitud antidogmática y antimetafísica.

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